En España estamos en el camino de acabar con la
corrupción porque ya no hay imputados. Por fin, este desdoro que tanto daño
estaba haciendo a nuestro país, se aleja: ya nadie, ningún español será
estigmatizado con la palabra infamante. Una España sin diputados imputados será
ya irreversiblemente una España limpia, una España que se ha echado desodorante
en el sobaco de sus entretelas más comprometidas.
A partir de ahora quien haya cometido alguna
fechoría se le llamará “investigado”.
Ahora bien, no sé si con este cambio se logra el fin
último que ha movido a los señores legisladores porque “investigar” es, según
la Real Academia “aclarar la conducta de ciertas personas sospechosas de actuar
ilegalmente” por donde podemos empezar a colegir de nuevo que hay en la persona
investigada gato encerrado o que el investigador presiente la existencia de un
pastel “que huele y no a ámbar” que diría don Quijote.
Hubiera sido preferible buscar una palabra algo más
neutra, menos denigradora, yo diría un punto enjabonada, depurada de
adherencias mefíticas, una palabra nimbada por la estética de la imprecisión.
Por eso yo hubiera escrito “vigilado”, “fisgado” u “olfateado”. Fulano de Tal
está siendo “olfateado” por el ministerio fiscal porque se le ha visto
acarreando maletines por las calles de Ginebra, ciudad que, desde que la
abandonó Calvino, es un ir y venir de maletines negros llenos de dinero negro y
trasladados por los garbanzos negros del capitalismo.
Es más: puestos a utilizar el lenguaje para acabar
con la corrupción hubiera dispuesto una suerte de gradación y así podría haber
un estadio anterior al del “olfateado” en la nueva ley de Enjuiciamiento
criminal que sería el del “curioseado”, aquel sujeto que sufre la actitud
impertinente de quien mete las narices en sus asuntos.
Es decir, recapitulando las situaciones resultantes
serían las de “curioseado”, después “olfateado” y de ahí se pasaría a la de
“desenmascarado”. Solo quien de verdad haya perdido el manto de la pureza
podría ser ya “investigado” y, pasado este filtro, se abriría el capítulo de
los vocablos recios y temibles: imputado, encausado, procesado, condenado,
ejecutado...
Todo ello tendría además un efecto beneficioso en el
empleo público, ahora que padecemos la lacra del paro. Porque habría policías y
fiscales olisqueadores, fisgones, desenmascaradores, imputadores... separándose
así funciones y ampliándose con ello el espectro de los oficios.
Es probable que los humoristas afilen sus plumas y
encuentren en esta prestidigitación con las palabras motivo para el jolgorio y
el choteo. No debemos criticarles porque los pobres viven de estas actitudes
irreverentes ya que no son capaces de vivir más decentemente.
Quienes no somos humoristas pensamos, por el
contrario, que el legislador ha encontrado un venero si cae en la cuenta de que
lo mismo puede hacer con otras categorías molestas de la población española.
Piénsese el alivio que supondría no tener “parados” sino “hogareños” es decir,
personas con propensión a estarse en casa en vez de acudir al tajo; o librarnos
de los “enfermos” porque en los hospitales habría simplemente personas que
estarían “recuperando fuerzas” (“restauradores”). Y así podríamos seguir...
hasta advertir que España ya no es nuestra querida España sino un país vuelto a
bautizar como “Absurdistán”.
Donen sangre, la situación es alarmante en los casos de los tipos 0 y A.
ResponderEliminarUn abrazo, profesores.
David.
Como dice el retruécano que desde hace tiempo circula, la distinción esencial entre la sharia, el estado de derecho clásico, y la ley de partidos políticos española yace en una simple sílaba: bajo el medieval rigor de la primera, al que pillan robando le tocaría ser AMputado; por mor de los objetivos de ejemplaridad y de justicia del segundo, le toca ser IMputado; con la generosidad de la tercera, le tocará ser DIputado...
ResponderEliminarComo ocurre no pocas veces, la realidad se está apoderando de la ficción. Da que pensar...
Salud,
Bienvenido a Absurdistan.
ResponderEliminarEste ya no es el País de los Quevedos ni los Góngoras...
Este es el país de la pestilencia absoluta.