06 noviembre, 2015

Tertulianos. Por Francisco Sosa Wagner



La noticia es un enigma: “en varias Comunidades autónomas se quedan en la calle los tertulianos de derechas”. Alarmado me he preguntado: ¿qué ha ocurrido? ¿qué acontecimiento social está detrás de este anuncio extraño? ¿qué han hecho esas personas para quedarse sin sueldo? ¿de qué van a vivir sus hijos? ¿están acogidos al paro o a alguna forma de la misericordia divina o a la sopa boba de algún convento compasivo? Seguiría haciendo preguntas pero, como cada una de ellas me anega más en angustias y me atraganta el hipo lloroso, las ahorro para no transmitir al lector mi desolado estado de ánimo.

He preguntado, he indagado, he visto caras de asombro, otras de incredulidad, también -debo confesarlo- de indiferencia (de personas insensibles que no les afecta más que su peculio) hasta que al final un amigo, lector meticuloso y hasta implacable de periódicos, me ha informado de que hace meses, con ocasión de unas elecciones, ha cambiado el signo político de los gobiernos de varias Comunidades autónomas, lo que ha motivado que las radios y televisiones hayan alterado sus programas y, aprovechando el impulso, sus espacios políticos y a quienes los animaban, los tertulianos, esos que antes se llamaban contertulios. Porque debo decir que, en el pasado anterior a la LOGSE, Tertuliano, lo que se dice Tertuliano, solo había uno, conocido por ser padre de la santa madre Iglesia.

Para mi amigo, que conoce los vericuetos del presente y las trampas de lo porvenir, es bastante lógico porque, sostiene, si el gobierno regional era de derechas, lo normal es que los tertulianos fueran de derechas por aquello de la cercanía y del mutuo cariño ideológico que tira mucho. Y lo mismo puede afirmarse de los gobiernos de izquierdas. Pero si, como consecuencia del capricho ciudadano, siempre dado a la aventura y aun a la sinrazón, el tal gobierno ha pasado a las manos del adversario, lo propio es que, junto a los conductores de los coches oficiales y los consejeros, cambien a quienes hablan por la radio o por la televisión. “Para poder trasladar mejor su mensaje a la ciudadanía”, me aclara.

He debido de poner cara de asombro porque mi amigo, vista mi espesura mental, se ha dado a la verbigracia: ¿no has oído hablar nunca de los jueces de izquierdas y de los jueces de derechas? “Pues es lo mismo, pedazo de alcornorque”, ha sentenciado (ya que de jueces hablamos). 

Cada uno -ha continuado- tiene su lugar y nadie puede ni debe escaparse de él ni traicionarlo. Pero, entonces, me he atrevido a preguntar ¿hay también fontaneros de derechas y fontaneros de izquierdas? ¿y pediatras, los hay de los dos bandos? Los habrá, me ha contestado. Cuenta con que en el futuro, cuando todo haya alcanzado un punto ideológico sazonado, podrás tener un fisioterapeuta adecuado a tu modo de pensar y no confiarte a un encarnizado enemigo que lo mismo te desgracia una articulación.

Todo serán ventajas, prosigue mi interlocutor, y un modo de acoplamiento entrañable que ahora no podemos ni sospechar. ¿Y no habrá escapatoria entre unos y otros? No: el orden natural de las cosas así lo impone y solo los pedantes intentan alterarlo.

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