Los sobresaltos de la política que estamos viviendo
nos están permitiendo descubrir nuevos afanes en la vida diaria que la van a
enriquecer y sacar de sus rutinas adormecedoras.
Son las ventajas de la democracia directa y
participativa, patrocinadas por algunas formaciones políticas, que motejan de
pobre nuestro sistema porque limita nuestra presencia en la vida pública a
acudir de vez en cuando al colegio electoral. ¡Un fraude! vociferan: la gente
ha de estar presente en los debates, nadie está legitimado para tomar
decisiones por otro, a todos nos corresponde el derecho a decidir etc.
Nacen así los círculos, las plataformas, los
montones, y demás formas que toman las aglomeraciones. ¿Ventajas? nos ofrecen
enormes perspectivas de intervenir en esto y en lo otro, de polemizar y de
porfiar ... Hace pocos meses, un domingo, en un pueblo andaluz, vi una
muchedumbre visiblemente excitada en la plaza central. Mi anfitrión me explicó
que se trataba del “círculo” de un partido político. Como mi amigo es de lengua
ácida y poco respetuosa, chapado además a la antigua, añadió en tono inequívoco
de befa: “como ahora ya no van a misa, se entretienen con estas reuniones.
Después se van a comprar los pasteles tradicionales y por la tarde a ver el
partidito”.
Tuve que ponerme serio con él y reprenderle
amistosamente su tono de guasita. Porque a mi me parece que esta es la forma de
educarnos y ya era hora de que alguien nos instruyera en ella. Ver a personas,
que por su número forman tropel o jarcia, dedicar un sábado y un domingo en
Barcelona a discutir sobre la candidatura de un hombre a una altísima dignidad
nacional-regional es un espectáculo emocionante pues sabemos que allí se hermanan
la sindéresis política con ese verbo cuidado que resuena como pepitas de gloria
y oro.
Son miles de conciudadanos que logran escapar así de
esas formas tradicionales de ocupar el fin de semana como han sido en nuestro
pasado aflictivo pedalear, tomar el sol, bañarse en la playa, carenar, subir a
una suave colina, leer una novela o asistir a un concierto ... ¡Quita ya ...!
donde se ponga un buen debate en un “círculo” sobre los contratos laborales, el
aprovechamiento de los montes, la organización de las farmacias o la reforma de
la jurisdicción contencioso-administrativa que se quiten esas antiguallas del
pasado, en puridad, engañifas del capitalismo internacional para tenernos
dormidos o, al menos, adormilados, narcotizados por tribunos faramalleros y
boquirrotos.
¡Bienvenida sea la democracia directa! ¡Viva la
participación de las masas! Abajo los intermediarios como esos que tienen las
religiones, curas, muñidores, terciadores, ya muy vistos ¡ha llegado la hora de
hablar directamente con el Dios de la democracia!
¿Habrá ante este horizonte de quimeras quien eche de
menos un domingo decadente viendo una película o en brazos de Rossini?
Donad sangre.
ResponderEliminarDavid.
Es lo que hay. No hay como el debate. Sobre todo cuando somos una republica bananera en segundo grado.
ResponderEliminarEs tal la falta de debate que voy a votar a un presidente en vez de a un representante provincial.
Me encantan los círculos mueven a la gente. Su resultado no lo sé... pero lo tienen fácil. Solo les falta pronunciar la palabra casta. Una revisión de los protocolos de sión. Lo tienen fácil.
Y me alegra que venga el caos y la necesidad de simplificar. Nos lo merecemos... ya al menos vamos madurando como sociedad ya entramos en la adolescencia después de una larga infancia. Lo siento por la esquizofrenia que les espera a muchos ciudadanos pobre Rossini: "Corazón tierno, los dueños del verano la miman, pero el invierno No se lo saca nunca de encima..Cris cris cristina".