Al ciudadano que no esté muy al tanto de lo que
ocurre en la Universidad española quizás le interese saber que, en estos meses
que inician los compases del año 2016, las tesis doctorales se están leyendo en
nuestras Facultades en racimo siendo, en principio, un misterio la causa de tal
frenesí. Porque las preguntas se multiplican: ¿habrá sido inoculado en el
español el bacilo del estudio y de la investigación? ¿padecen las plumas urgencias
mal contenidas? ¿buscan los doctorandos desahogos que otros encuentran en los
paraísos artificiales? ¿algún laboratorio de complementos vitamínicos ha
asociado la lectura de una tesis con el bienestar del cuerpo? ¿algún psicólogo
de campanillas ha vinculado el trance doctoral al mejor gobierno de las
pasiones?
En puridad, nada de eso ha ocurrido. La causa es más
sencilla de explicar y voy a tratar de hacerlo. Todo viene de la afición
descontrolada a los disparates que cultiva el legislador que se ocupa de la
Universidad. Se trata de un sujeto que no descansa, que jamás se fatiga, que en
cuanto olfatea un buen dislate en el horizonte se pone en tensión, enarca las
cejas, ensancha sus ollares, expande sus facultades olfativas, despliega sus
peores ardores y se pone en trance. Un trance, ay, que acaba en la promulgación
de un decreto, de una ley o de algún otro exceso boletinesco pues que nada ni
nadie puede detenerle.
Atención a este legislador del que hablo porque
nunca desaprovechará la oportunidad de ocasionar un estropicio. Su disposición
de ánimo es inmarcesible; su puntería, infalible.
En esta ocasión ha engendrado la idea de fijar una
fecha límite para la lectura de las tesis doctorales. Es decir, ha puesto un
plazo infranqueable a lo que toda la vida ha sido el producto de una gestación
pausada, según un ritmo cauto e impulsado por el ingenuo deseo de estudio, por
la curiosidad, circunstancias estas que iban dando a luz los trabajos madurados
en la penumbra de las cavilaciones personales y que luego eran presentados en
una Facultad como una tesis doctoral.
Si algún lector quiere distraerse en sus viajes en
tren le aconsejo que se fije en algunos compañeros de asiento que son
profesores universitarios. Hay centenares en trasiego constante: que vienen de
una tesis o que van a una tesis y que tienen en sus agendas un abultado número
de compromisos análogos que les angustia porque los hay muy disciplinados que
las leen en su integridad y las anotan con el
rigor implacable de un monje medieval. Compañeros míos he encontrado que
se recorren centenares de kilómetros para poder colocar el birrete doctoral a
dos o tres estudiosos en un mismo día.
Nuestro temible legislador, incansable como digo,
despierto y vigilante, debió de advertir que había mucho doctorando con poca
acometividad y, a través de las páginas del Boletín, le ha conminado a rendir
sus trabajos de forma inexcusable y perentoria. De manera que España carecerá
de otras razones para estar orgullosa de su Universidad pero podrá pavonearse de
haber conseguido que se lean en pocos meses centenares de tesis y de exhibirse
así en uno de esos certámenes de números y cábalas que se conocen con el nombre
de estadísticas.
¿A quién o qué perjudica que un doctorando que se paga su comida y abona sus impuestos se demore tres, seis o diez años para culminar una estupenda tesis doctoral? En verdad, a nadie. Entonces, ¿por qué el dislate de poner plazos breves y perentorios? Se me ocurren dos razones. Una, para recaudar. Así, cuando se le acabe el tiempo concedido tendrá el sufrido investigador que abonar nueva matrícula en otro programa de doctorado o en el mismo tuneado. Otra, más de fondo, para chinchar. O qué se cree es doctorando que es esto, vamos a ver, qué pretensiones son esas de recrearse en lecturas y mimar la redacción, cuando puede doctorarse en dos o tres años a base de perpetrar cualquier desmán sintáctico o plagiar a calzón quitado. Nuestros gobernantes, empezando por los que en las universidades mandan, se celan de los científicos capaces y adoran a los manazas y los deshonestos, desconfían de los que disfrutan con el trabajo académico y se solazan con los que nada más que quieren títulos fáciles para trepar a otros menesteres, sean políticos o sean de la más pedestre gestión de la nada. Esos políticos y rectores adoran a quienes se les parecen. Por eso.
ResponderEliminarEstá también la cuestión de los rankings de universidades. El número de tesis leídas en cada universidad es un ítem relevante. Por eso la nueva regulación del doctorado establece un máximo de 3 años (si es a tiempo completo) o de 5 (dedicación parcial).
ResponderEliminarCreo que va en la línea de cómo evaluar la producción científica del profesorado para las acreditaciones.
La cuantificación (igual posible en Ciencias, aunque lo desconozco) trastorna el ámbito de las ciencias sociales.
Juan Antonio: ¿en serio piensas que un excesivo tiempo ocupado en terminar una tesis doctoral "no perjudica a nadie"? ¿Que no tiene costes importantes para la sociedad y las universidades y sus profesores?
ResponderEliminarParece, además, que el acelerón no ha supuesto una merma de calidad de las tesis doctorales defendidas, pues puede constatarse que prácticamente todas están recibiendo la máxima calificación posible. Menudo win-win para la Universidad española. Es para estar orgullos@s.
ResponderEliminarHace pocos días, un tribunal debatía sobre si conceder o no el cum laude a una tesis de esas que vienen esta temporada en paquetes de diez. Uno de los presentes explicó que estaba en marcha una nueva normativa para acreditaciones en la ANECA, a tenor de la cual no contaría como mérito para el director la tesis que no obtuviera el sobresaliente cum laude. Se lo otorgaron de inmediato.
ResponderEliminarEs lo que hay. El legislador sabe lo que hace; por eso deshace a conciencia.
Ahora se publican tesis como churros. Las consecuencias serán...otro churro: escepto para que el "legislador" presente unas estupendas estadísticas, pocas consecuencias habrá. Los que tengan padrino, se bautizarán y los demás seguirán, en el mejor de los casos de "mariachis" y en el peor, fregando vasos en un pub dentro de u nos años.
ResponderEliminarAhora se publican tesis como churros. Las consecuencias serán...otro churro: excepto para que el "legislador" presente unas estupendas estadísticas, pocas consecuencias habrá. Los que tengan padrino, se bautizarán y los demás seguirán, en el mejor de los casos de "mariachis" y en el peor, fregando vasos en un pub dentro de u nos años.
ResponderEliminarPor favor, qué maravilla. La Universidad española como motor económico... del sector de la restauración.
ResponderEliminarhttp://secretariageneral.ugr.es/pages/tablon/*/noticias-canal-ugr/la-universidad-de-granada-tiene-596-nuevos-doctores#.Vr4ry9AnFYd
Por favor, qué maravilla. La Universidad española como motor económico... del sector de la restauración.
ResponderEliminarhttp://secretariageneral.ugr.es/pages/tablon/*/noticias-canal-ugr/la-universidad-de-granada-tiene-596-nuevos-doctores#.Vr4tO9AnFYe
La cuestión que falta por dilucidar, en mi opinión, es el papel y la responsabilidad de todos/as que han participado en tribunales de tesis donde no existía el más mínimo rigor y que, en condiciones normales, no hubieran leído la tesis. No sólo la culpa es del legislador.
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