(Publicado hoy en El día de León)
Hace
veintidós años que vivo en León y nunca me he topado con un leonés que se
presente como hincha de la Cultural, seguidor fiel del equipo de esta ciudad.
No digo que no haya algunos, pero yo no he coincidido con ellos. No sé por qué
será, pero no estaría mal averiguarlo, para conocer un poco mejor la
idiosincrasia leonesa. No se debe a que el fútbol no guste por estos pagos, es
una cuestión de amores y lealtades. Aquí hay más madridistas por metro cuadrado
que en Madrid mismamente, y el que quiere chinchar un poco o diferenciarse se
hace del Barcelona. De la Cultu, ni cuatro. Tal vez eso demuestre que los
leoneses son fieles, pero no a lo de casa; o que prefieren apostar a caballo
ganador, aunque sea caballo ajeno.
Soy
un aficionado al fútbol, con dos peculiaridades. Una, que le tengo apego al
equipo de la tierra en que nací y me crie, el Sporting de Gijón. La otra, que,
por arriba, voy siempre con cualquier equipo que ocasionalmente haga sombra a
los dos más grandes. Alguna vez fue el Deportivo de La Coruña, otros años puede
tratarse del Valencia, del Atlético de Madrid… Pocas esperanzas, pero gusto por
que venza el débil, aunque sea de Pascuas a Ramos. Solo por esos detalles ya me
veo original y un poco raro, francamente. Porque, en León, alguien puede ser de
aquí de toda la vida, haber vivido siempre aquí y tener aquí familia, amistades
y patrimonio, pero en tema futbolístico a nadie le tienta declararse de otros
que no sean el Madrid o el Barça. No solo hay desapego del equipo de casa, es
que, además, no se le ocurre a un leonés volverse seguidor del Villarreal, el
Sevilla o el Betis, pongamos por caso. Casi todo el mundo tiene claro que la
mejor inversión es ponerse del lado del más fuerte, apoyar a los favoritos. Empiezo
a sospechar que de la misma manera obra la gente en cuestiones políticas,
cuando vota, y que más de cuatro no quieren darle la papeleta al que destaque
por competente u honesto, si alguno hubiere, sino al que se sabe que va a
ganar.
No
hay problema, claro que no, el fútbol es juego y pasatiempo. Y, tal como vamos,
la política también. Pero sí resulta chocante que cambiemos de todo menos de
equipo. Pasamos de un trabajo a otro, si se puede, nos mudamos a vivir a otros
lugares, vamos dejando los amigos de antes, los pasatiempos que antaño nos
divertían ahora nos aburren, nos casamos y divorciamos, nos juntamos y nos
separamos con toda naturalidad. Todo se ha hecho provisional y hasta el amor lo
vivimos a plazo y con fecha de caducidad, a nada nos mantenemos fieles mucho
tiempo, no nos gusta que cosa alguna nos ate y nos limite en exceso. Con una
excepción, el equipo de nuestros amores. Eso ni tocarlo. Usted podrá cambiar de
pareja diez veces y hasta ir tomando como suyos los hijos de la contraparte. Lo
único que se mantiene inalterable y de por vida es el amor al equipo, la
lealtad a sus colores, la pasión en cada encuentro; quiero decir en cada
partido. Lo más similar que se me ocurre sería la religión, pero sospecho que son
más los que se vuelven ateos un día que quienes dejan de adorar a su equipo de
toda la vida. Es una unión indisoluble, sólida como ninguna, que jamás se
traiciona.
Por
un disgusto de nada o una sospecha trivial, reñimos fuertemente con el cónyuge
o ponemos de vuelta y media a la pareja; por una decepción mediana, nos
separamos la mar de indignados. Ah, pero a la vez nos enteramos de que el
presidente de nuestro equipo es un consumado mafioso, que la mitad de la
plantilla evade impuestos al grito de que paguen los tontos, y hasta de que
andan los directivos comprando árbitros y amañando partidos, y eso no nos
altera el afecto ni empaña nuestro cariño al club. Contra viento y marea y
aunque tuviéramos prueba de que desde el entrenador al masajista, pasando por
los jugadores todos, son una pandilla de consumados ladrones o de sanguinarios
asesinos. Fidelidad eterna, amor inmarcesible, lealtad hasta el último aliento.
Suena romántico pero, bien mirado, es más bien estúpido.
Aunque,
ahora que lo pienso, tal vez no pasa solo en el fútbol. Porque también hay
bastantes conciudadanos nuestros que no dejarían de votar a ese partido de sus
entrañas ni aunque se demostrara que todos los que aparecen en la papeleta son
peligrosos sicarios o atracadores consumados. Pierden emoción todas las
contiendas, porque se sabe de antemano, siempre, que ganarán el Madrid o el
Barcelona o este partido o aquel. Ustedes ya me entienden. Mucho hooligan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario