Muy estimado AnteTodoMuchaCalma:
Mucho me ha afectado el comentario que ha dejado por ahí abajo, en el que nos muestra su desánimo por el sorteo para tribunales de habilitación de hace un par de días. Supongo que le consta a usted que le tengo en gran estima intelectual, y también personal en lo que el ciberespacio y sus nicks permiten. No me duelen prendas en confesar que cada vez que me relajo escribiendo un post estoy pensando en por dónde me van a salir y con qué buenas réplicas y críticas usted y unos cuantos más de los que honran esta humilde y pendenciera página.
No tema, no le voy a pedir ni un préstamo ni un favor, ni pretendo halagarle vacuamente. Es una introducción sincera para mis condolencias y para que me permita, si lo tiene a bien, compartir su cabreo y su hastío. No hace falta ser el Sherlock Holmes de la ciencia para darse cuenta, con sólo leer sus comentarios aquí, de que tiene usted conocimientos, erudición y vocación académica en proporciones muy superiores a la media, cosa que tampoco es para tirar voladores, quizá, pues la media, lo que es la media propiamente dicha, contando a todos los que hay que contar, es como de partirse de risa. Y todos ésos, funcionarios, ya lo sé; a eso vamos.
Entiendo que usted se esté planteando mandar la universidad al carajo. Se lo dice alguien que es un vocacional absoluto de este trabajo y de esta misión docente e investigadora que antaño se decía alta y que hoy de alta no va teniendo más que los tacones con los que se busca la vida por las esquinas. Fue mi sueño desde muchacho ser profesor universitario y que me pagaran también por leer libros y escribirlos. Lo conseguí y fui dichoso un tiempo, todo lo que dura la emoción primeriza y todo lo que tardó en agravarse la crisis, en pervertirse la tal señora, hasta convertirse en el pedazo de hetaira que hoy es. Y sí, sé lo que estará usted pensando, que es fácil y cómodo decir todo esto mientras uno sigue con su sueldo de catedrático y con la correspondiente flexibilidad horaria, y viva el eufemismo. Pero también sé que entiende usted que, con todo y con eso, se sufre al ver cómo se les va comiendo el terreno y la moral igualmente a los catedráticos o titulares que quieren trabajar en serio, que valoran el esfuerzo, que respetan el saber y que no gustan de mover el culete ante los marchantes de canonjías.
Y duele ver muchas más cosas. Por ejemplo, la historia reciente de nuestro gremio. Cuando yo comencé en esto la cosa pintaba fácil, pues había casi más plazas que candidatos. Eso nos permitió a muchos llegar rápido y cómodamente. De ésos que llegamos pronto, algunos valemos bastante (ya ve, no voy a hacer ni una maldita concesión a la modestia), otros regular, un veinte por ciento no sabe hacer la o con un canuto, son puros paracaidistas que pasaban por allí y se encontraron con que los hacían titulares, y hasta catedráticos, y mira mami qué sorpresa, me han regalado una plaza en la uni sólo por ser simpático con el cátedro y hacerle lo que me manda.
Pero el baile no había hecho más que empezar. Las universidades estaban crecidas y creciendo, y con serle un poco simpático a tu vicerrector conseguías unas ayudantías para esos chicos tan majos que estaban acabando la carrera o para aquella prima de tu cuñada que no quería preparar oposiciones. Rectores y vicerrectores no se pararon a pensar que hacía años que este país había descubierto con alborozo la píldora y el condón. Y pasó lo que tenía que pasar, que nos fuimos quedando sin alumnos. Gran alarma, qué hacemos con todos estos ayudantes, algunos más viejos y pendejos que la estatua del respectivo fundador. Para colmo, a aquella denostada ministra se le ocurre inventarse lo de las habilitaciones y los rectores se ponen a pensar que igual va en serio y resulta que se les forma una bolsa de mantas incapaces tanto de habilitarse como de hablar sin tartamudear y escribir sin faltas espeluznantes. Así que, en un alarde de honestidad personal, responsabilidad institucional, atención al interés general y amor a la universidad, deciden CASI todos los rectores cortar por lo sano, promocionar a cuanto crápula les quedaba sin ser funcionario (y a alguno bueno, pocos, que estaba en el mismo saco por cuestiones puramente generacionales) y mandar al BOE las correspondientes convocatorias antes de que se publicara la nueva ley. Debería escribirse un día la historia detallada de ese gran fraude, del mismo modo que se debería poner en letras bien legibles los nombres de todos los rectores que incurrieron en esa suprema indecencia, en tan procaz atentado contra la esencia misma de la institución que gobiernan. Repito, no fueron todos, y por eso es importante que se discrimine con precisión quiénes son los decentes y quiénes los impresentables, los que prostituyeron su casa al sólo precio de ganarse unos votos o evitarse unos sinsabores. O para dejar colocados a los inútiles que los rodeaban.
Y se formó el tapón. Cómo no. Al año siguiente de la mentada farsa ya comenzaron las reuniones de rectores y consejeros autonómicos para preguntarse cómo se podía contrarrestar la sobredosis de profesores que aquejaba a casi todas las universidades. Manda güevos. Primero llenan la casa y dan derecho a mesa y mantel hasta al último colgao que pasaba por la calle, y luego se ponen a gritar que no se cabe. Manda güevos. Y otra vez: manda güevos. Pasarán poquitos años antes de que a los que ya hemos rebasado bien los cuarenta nos ofrezcan prejubilaciones y unos abanicos. Y se irán los mejores, téngase por seguro, los que están hasta la boina de este mamoneo y de que los que mandan en la cosa no se tomen en serio ni la docencia ni la investigación y sólo piensen en buscarle nuevos y más potentes clientes a la niña. Que se la queden.
Discúlpeme, querido ATMC, se me ha ido la pluma a lo de siempre. Y lo estoy torturando a usted con el recordatorio de lo que conoce perfectamente. Era para acabar diciéndole esto, por duro que resulte: si es capaz, váyase, busque un sitio donde lo merezcan más y lo traten mejor. No me lo tome a mal. Es lo mismo que le diría a mi hijo si hoy me viniera con que quiere ser profesor universitario: ni se te ocurra, mejor pon un puticlub, es más decente, se gana más y no se engaña a nadie, sociedad incluida. Usted, mi buen ATMC, seguro que está a tiempo para comenzar nuevas cosas, el saber es un bien escaso y le puede hacer triunfar en la abogacía o en trabajos similares. Y, ¿sabe qué? Dentro de unos cuantos años, ya bien situado, puede usted seguir con su vocación investigadora y escribir cosas bien buenas en libertad. Sí, en libertad, sin preocuparse de qué pensará A de que cito a B o de si va a perjudicar a un discípulo suyo el hecho de que usted critique la obra infame de algún lameculos elevado a jerifalte. Sí, sin pendejadas. No hace falta ser profesor de universidad para hacer buena ciencia en lo nuestro. Casi va siendo al revés, y a los ejemplos me remito.
Ya sabe usted que últimamente me da por pensar que el mundo está patas arriba y con las faldas sobre la cara. ¿Recuerda cuando hablábamos –usted lo leería más tarde- de lumpenproletariado? Je, pues búsquelo ahora. Muchos inmigrantes, sí, sin duda. ¿Y fuera de ahí? Pues mírese, mire a su alrededor y compare. Supongo que ya lo habrá hecho muchas veces. Conozco ayudantes de universidad excelentes, doctores con tesis brillantísimas, trabajadores, bien formados, como usted, con más de treinta años, largas estancias en centros de investigación extranjeros, premios fin de carrera y/o de doctorado, etc., etc., que ganan... mil doscientos euros al mes. Y gracias, porque cada año los amenazan con no renovarles esa birria de contrato. Porque sobran profesores, ¿sabe usted? Y a lo mejor eso se lo está diciendo un vicerrector que fue titular o catedrático por caridad y sigue ejerciendo su función ad pompam, y que no aprobaría la más simple oposición para barrendero municipal, con todos mis respetos para los barrenderos. Barrenderos que, por cierto, probablemente ganan más que esos ayudantes. Y si algún pintor, fontanero, electricista, etc., etc. leyera estas líneas se partiría de risa a costa de los que están en la situación de Vd., mi querido ATMC. ¿Y todavía duda si la Universidad lo merece o si no será más bien que le está poniendo los cuernos a discreción? Por favor...
Y dinero hay, el problema no es ése. Corre en el país dinero a espuertas, basta ver la cantidad de chorradas inútiles que se financian con fondos públicos. Y cuánto cobran por no hacer nada los que tienen la sartén por el mango o capacidad para cortar carreteras un par de horas. Pero, claro, no le veo yo a Vd con pasamontañas y honda en mano en la circunvalación de su pueblo, la verdad. Y si espera que le paguen por lo que la sociedad o sus gobernantes valoran la investigación o la docencia de altura, espere sentado. Tampoco a las universidades, ministerios y consejerías les falta parné. No hay más que fijarse en algunas cositas simpáticas que pagan, como ciertos proyectos de investigación que son de mucha risa y nombres muy pomposos. No es falta de medios económicos, no, es puro y simple desinterés por la docencia buena y la investigación de calidad; es descarado odio al que vale, es la venganza de la masa de inútiles cebados contra el que aún mantenga alguna pretensión de excelencia. Es la cerril negativa a discernir calidades y el empeño de aplicar a rajatabla el principio de que aquí nadie es más que nadie y todos merecemos lo mismo. Cambalache.
Mucho me ha afectado el comentario que ha dejado por ahí abajo, en el que nos muestra su desánimo por el sorteo para tribunales de habilitación de hace un par de días. Supongo que le consta a usted que le tengo en gran estima intelectual, y también personal en lo que el ciberespacio y sus nicks permiten. No me duelen prendas en confesar que cada vez que me relajo escribiendo un post estoy pensando en por dónde me van a salir y con qué buenas réplicas y críticas usted y unos cuantos más de los que honran esta humilde y pendenciera página.
No tema, no le voy a pedir ni un préstamo ni un favor, ni pretendo halagarle vacuamente. Es una introducción sincera para mis condolencias y para que me permita, si lo tiene a bien, compartir su cabreo y su hastío. No hace falta ser el Sherlock Holmes de la ciencia para darse cuenta, con sólo leer sus comentarios aquí, de que tiene usted conocimientos, erudición y vocación académica en proporciones muy superiores a la media, cosa que tampoco es para tirar voladores, quizá, pues la media, lo que es la media propiamente dicha, contando a todos los que hay que contar, es como de partirse de risa. Y todos ésos, funcionarios, ya lo sé; a eso vamos.
Entiendo que usted se esté planteando mandar la universidad al carajo. Se lo dice alguien que es un vocacional absoluto de este trabajo y de esta misión docente e investigadora que antaño se decía alta y que hoy de alta no va teniendo más que los tacones con los que se busca la vida por las esquinas. Fue mi sueño desde muchacho ser profesor universitario y que me pagaran también por leer libros y escribirlos. Lo conseguí y fui dichoso un tiempo, todo lo que dura la emoción primeriza y todo lo que tardó en agravarse la crisis, en pervertirse la tal señora, hasta convertirse en el pedazo de hetaira que hoy es. Y sí, sé lo que estará usted pensando, que es fácil y cómodo decir todo esto mientras uno sigue con su sueldo de catedrático y con la correspondiente flexibilidad horaria, y viva el eufemismo. Pero también sé que entiende usted que, con todo y con eso, se sufre al ver cómo se les va comiendo el terreno y la moral igualmente a los catedráticos o titulares que quieren trabajar en serio, que valoran el esfuerzo, que respetan el saber y que no gustan de mover el culete ante los marchantes de canonjías.
Y duele ver muchas más cosas. Por ejemplo, la historia reciente de nuestro gremio. Cuando yo comencé en esto la cosa pintaba fácil, pues había casi más plazas que candidatos. Eso nos permitió a muchos llegar rápido y cómodamente. De ésos que llegamos pronto, algunos valemos bastante (ya ve, no voy a hacer ni una maldita concesión a la modestia), otros regular, un veinte por ciento no sabe hacer la o con un canuto, son puros paracaidistas que pasaban por allí y se encontraron con que los hacían titulares, y hasta catedráticos, y mira mami qué sorpresa, me han regalado una plaza en la uni sólo por ser simpático con el cátedro y hacerle lo que me manda.
Pero el baile no había hecho más que empezar. Las universidades estaban crecidas y creciendo, y con serle un poco simpático a tu vicerrector conseguías unas ayudantías para esos chicos tan majos que estaban acabando la carrera o para aquella prima de tu cuñada que no quería preparar oposiciones. Rectores y vicerrectores no se pararon a pensar que hacía años que este país había descubierto con alborozo la píldora y el condón. Y pasó lo que tenía que pasar, que nos fuimos quedando sin alumnos. Gran alarma, qué hacemos con todos estos ayudantes, algunos más viejos y pendejos que la estatua del respectivo fundador. Para colmo, a aquella denostada ministra se le ocurre inventarse lo de las habilitaciones y los rectores se ponen a pensar que igual va en serio y resulta que se les forma una bolsa de mantas incapaces tanto de habilitarse como de hablar sin tartamudear y escribir sin faltas espeluznantes. Así que, en un alarde de honestidad personal, responsabilidad institucional, atención al interés general y amor a la universidad, deciden CASI todos los rectores cortar por lo sano, promocionar a cuanto crápula les quedaba sin ser funcionario (y a alguno bueno, pocos, que estaba en el mismo saco por cuestiones puramente generacionales) y mandar al BOE las correspondientes convocatorias antes de que se publicara la nueva ley. Debería escribirse un día la historia detallada de ese gran fraude, del mismo modo que se debería poner en letras bien legibles los nombres de todos los rectores que incurrieron en esa suprema indecencia, en tan procaz atentado contra la esencia misma de la institución que gobiernan. Repito, no fueron todos, y por eso es importante que se discrimine con precisión quiénes son los decentes y quiénes los impresentables, los que prostituyeron su casa al sólo precio de ganarse unos votos o evitarse unos sinsabores. O para dejar colocados a los inútiles que los rodeaban.
Y se formó el tapón. Cómo no. Al año siguiente de la mentada farsa ya comenzaron las reuniones de rectores y consejeros autonómicos para preguntarse cómo se podía contrarrestar la sobredosis de profesores que aquejaba a casi todas las universidades. Manda güevos. Primero llenan la casa y dan derecho a mesa y mantel hasta al último colgao que pasaba por la calle, y luego se ponen a gritar que no se cabe. Manda güevos. Y otra vez: manda güevos. Pasarán poquitos años antes de que a los que ya hemos rebasado bien los cuarenta nos ofrezcan prejubilaciones y unos abanicos. Y se irán los mejores, téngase por seguro, los que están hasta la boina de este mamoneo y de que los que mandan en la cosa no se tomen en serio ni la docencia ni la investigación y sólo piensen en buscarle nuevos y más potentes clientes a la niña. Que se la queden.
Discúlpeme, querido ATMC, se me ha ido la pluma a lo de siempre. Y lo estoy torturando a usted con el recordatorio de lo que conoce perfectamente. Era para acabar diciéndole esto, por duro que resulte: si es capaz, váyase, busque un sitio donde lo merezcan más y lo traten mejor. No me lo tome a mal. Es lo mismo que le diría a mi hijo si hoy me viniera con que quiere ser profesor universitario: ni se te ocurra, mejor pon un puticlub, es más decente, se gana más y no se engaña a nadie, sociedad incluida. Usted, mi buen ATMC, seguro que está a tiempo para comenzar nuevas cosas, el saber es un bien escaso y le puede hacer triunfar en la abogacía o en trabajos similares. Y, ¿sabe qué? Dentro de unos cuantos años, ya bien situado, puede usted seguir con su vocación investigadora y escribir cosas bien buenas en libertad. Sí, en libertad, sin preocuparse de qué pensará A de que cito a B o de si va a perjudicar a un discípulo suyo el hecho de que usted critique la obra infame de algún lameculos elevado a jerifalte. Sí, sin pendejadas. No hace falta ser profesor de universidad para hacer buena ciencia en lo nuestro. Casi va siendo al revés, y a los ejemplos me remito.
Ya sabe usted que últimamente me da por pensar que el mundo está patas arriba y con las faldas sobre la cara. ¿Recuerda cuando hablábamos –usted lo leería más tarde- de lumpenproletariado? Je, pues búsquelo ahora. Muchos inmigrantes, sí, sin duda. ¿Y fuera de ahí? Pues mírese, mire a su alrededor y compare. Supongo que ya lo habrá hecho muchas veces. Conozco ayudantes de universidad excelentes, doctores con tesis brillantísimas, trabajadores, bien formados, como usted, con más de treinta años, largas estancias en centros de investigación extranjeros, premios fin de carrera y/o de doctorado, etc., etc., que ganan... mil doscientos euros al mes. Y gracias, porque cada año los amenazan con no renovarles esa birria de contrato. Porque sobran profesores, ¿sabe usted? Y a lo mejor eso se lo está diciendo un vicerrector que fue titular o catedrático por caridad y sigue ejerciendo su función ad pompam, y que no aprobaría la más simple oposición para barrendero municipal, con todos mis respetos para los barrenderos. Barrenderos que, por cierto, probablemente ganan más que esos ayudantes. Y si algún pintor, fontanero, electricista, etc., etc. leyera estas líneas se partiría de risa a costa de los que están en la situación de Vd., mi querido ATMC. ¿Y todavía duda si la Universidad lo merece o si no será más bien que le está poniendo los cuernos a discreción? Por favor...
Y dinero hay, el problema no es ése. Corre en el país dinero a espuertas, basta ver la cantidad de chorradas inútiles que se financian con fondos públicos. Y cuánto cobran por no hacer nada los que tienen la sartén por el mango o capacidad para cortar carreteras un par de horas. Pero, claro, no le veo yo a Vd con pasamontañas y honda en mano en la circunvalación de su pueblo, la verdad. Y si espera que le paguen por lo que la sociedad o sus gobernantes valoran la investigación o la docencia de altura, espere sentado. Tampoco a las universidades, ministerios y consejerías les falta parné. No hay más que fijarse en algunas cositas simpáticas que pagan, como ciertos proyectos de investigación que son de mucha risa y nombres muy pomposos. No es falta de medios económicos, no, es puro y simple desinterés por la docencia buena y la investigación de calidad; es descarado odio al que vale, es la venganza de la masa de inútiles cebados contra el que aún mantenga alguna pretensión de excelencia. Es la cerril negativa a discernir calidades y el empeño de aplicar a rajatabla el principio de que aquí nadie es más que nadie y todos merecemos lo mismo. Cambalache.
Y usted dirá que cuántas vueltas consabidas y que sigo sin entrar a lo que le ha puesto de malos humores anteayer. Qué quiere que le diga. ¿Sabe?, en uno de los dos sorteos de mi área he salido yo. Lástima que no esté usted entre los que haya de juzgar. Nos podríamos divertir, se lo aseguro. Y acabaríamos con un post a cuatro manos. ¿Le digo más? En mi propia casa y en quien comparte conmigo mesa, lecho y horas, tengo otro ejemplo de alguien que aspiraba con gran mérito y ya no aspira, pues bien claritas echó y le echaron ya las cuentas: nada que hacer, resultado cantadísimo de antemano, tienen apellido desde ya las diez plazas en liza. Y los llaman concursos, ya lo ve; qué cosas.
¿Y usted qué tal anda de algoritmos, estadísticas y probabilidades? No sé, intuyo que no es su fuerte. Me pinta que tal vez de eso sepa más nuestro común contertulio “un amigo”. Debería echarnos una mano, cruzar algunos datos y sacar algunas cuentas. Lo digo porque un vecino mío se dedica a hacer porras cada vez que viene un sorteo y las gana todas, el muy tunante. Creo que tiene tratos ocultos con el algoritmo. Mire, también podemos hablar con él y montar entre los tres (o los cuatro si “un amigo” se anima a poner capital) una sociedad de apuestas habilitantes. Con su información y nuestro arte, seguro que nos forramos. Haríamos porras simples y porras dobles. En la simple apostaríamos solamente a quiénes van a salir elegidos por el azar del algoritmo para formar parte de cada tribunal. En la doble tratamos de adivinar también quiénes van a triufar en cada concurso. Es difícil de narices, no me diga que no. Puro aleas.
De todos modos, diga lo que diga ese vecino mío y sea la que sea su suerte de la porra, yo, que soy de letras, pienso que todo lo arman y lo desarman los duendes. Los duendes del bombo. Los duendes de la universidad. Los duendes del país. Los duendes de la vida. Los duendes.
¿Y usted qué tal anda de algoritmos, estadísticas y probabilidades? No sé, intuyo que no es su fuerte. Me pinta que tal vez de eso sepa más nuestro común contertulio “un amigo”. Debería echarnos una mano, cruzar algunos datos y sacar algunas cuentas. Lo digo porque un vecino mío se dedica a hacer porras cada vez que viene un sorteo y las gana todas, el muy tunante. Creo que tiene tratos ocultos con el algoritmo. Mire, también podemos hablar con él y montar entre los tres (o los cuatro si “un amigo” se anima a poner capital) una sociedad de apuestas habilitantes. Con su información y nuestro arte, seguro que nos forramos. Haríamos porras simples y porras dobles. En la simple apostaríamos solamente a quiénes van a salir elegidos por el azar del algoritmo para formar parte de cada tribunal. En la doble tratamos de adivinar también quiénes van a triufar en cada concurso. Es difícil de narices, no me diga que no. Puro aleas.
De todos modos, diga lo que diga ese vecino mío y sea la que sea su suerte de la porra, yo, que soy de letras, pienso que todo lo arman y lo desarman los duendes. Los duendes del bombo. Los duendes de la universidad. Los duendes del país. Los duendes de la vida. Los duendes.
Si se le ocurre alguna otra salida y necesita un socio, un cómplice, un cooperador necesario o un amigo, ya sabe donde me tiene. De corazón.
Quedo sinceramente suyo.
Quedo sinceramente suyo.
Hay que reconocerselo a usted: cuando se mete con la Universidad es muy certero (que tampoco es meterse).
ResponderEliminarDare parecidasd ideas:
1. Si te pagan por hacer lo que dice tu jefe, o por hacer lo que él no hace, o no sabe hacer, y a pesar de todo acaba por hacerse mal, entonces prefiero que se haga para una empresa particular, no para la Universidad, que debe ser un centro de excelencia.
2. Echemos números, ¿cuantos profesores titulares de la ULE son de promoción interna y cuantos de excelencia? ¿hay correlación? Admito que algunos fueron de excelencia cuando no eran profesores. Después se pusieron a procrear y a olvidar lo que sabian, a vivir de la huerta que riegan con sangre de becario necesitado y méritos pasados, que alargan ad infinitum.
3. Si eres realmente honesto y dices: "me voy, no soy de excelncia, que mi lugar lo ocupe otro, para bien de la ciencia y el progreso...", entonces ¿quien te asegura que tu lugar será ocupado por tal excelencia? (jejeje). Y el caso contrario; CASI todos los que estan como profesores se creen de excelencia (jajjajajajajajajajajajaajajajaajajajaajaj) y por eso no han dejado su plaza para otro.
4. En mi área de conocimiento estás mal visto si innovas, colaboras con, contactas con, pretendes dar enfoques multidisciplinares....pero luego todos los profesores son gente abierta y ciudadanos del mundo...
En fín...
Que da pena ver como los buenos son los que se tienen que ir de la Universidad, y da rabia como ni siquiera nos atrevemos a decirlo a las claras ni a, por ejemlo, poner este post colgado de todos los tablones del campus. Cómo al final te quitan las ganas de llegar a profesor, porque si tienes un mínimo de vergüenza temes el envilecimiento.
Que quienes soys catedráticos (espero que no todos se den por aludidos, si usted J.A) y profesores porteis siempre la bandera de la decencia (y la docencia) en contra de la corriente mísera.
Amen.
ResponderEliminarPd: una vacuna para el adocenamiento, please.
Visto que se digna interpelarme el señor y propietario de estos mudadizos bytes donde nos solazamos, me apresuro a responder,
ResponderEliminarsobre 1), con gusto pondría mi estadístico brazo, seguramente sobrevalorado por el señor de esta e-casa, al servicio de nuestro apesadumbrado contertulio antetodo ... pero no hace falta. Pues es ciencia que pretende esclarecer aquello que no sea ya evidente. Y este caso, por desgracia para todos nosotros, está claro, demasiado claro.
sobre 2), me siento honrado por el ofrecimiento, y suscribo, rediez que suscribo, cuota minoritaria.
Salud,
Antetodomuchacalma, creo que debería Vd tomar en serio la propuesta de garciamado de dedicarse a la abogacía y dejar la universidad, no sólo porque seguro que economicamente le iría mejor y Vd como buen adorador del becerro del oro se sentiría más realizado, sino que contribuiría a hacer pensar a los jueces, que esos si que se creen algo los muy feos.
ResponderEliminarPor cierto, me gustaría preguntar si también las oposiciones estatales a jueces, notarios y tal están tan prostituidas como los accesos a puestos universitarios docentes.
En todo caso, viva la democracia que tenemos de alto voltaje (los enchufes)y viva la fiesta de los trabajadores de mañana. De los trabajadores antetodomuchacalma, de los que tienen callos en las manos aunque para Vd eso es como decirle que uno de los dialectos de Nigeria es el biní, dirá Vd : bueno, será verdad, pero yo oirlo no lo he oido y los callos era un plato de la posguerrra que siguen comiendo en las casas que pasaron la posguerra.
Le veo a Vd de abogado y me alegro porque su capacidad intelectual cuanto menos es la misma que la de cualquier juez de estos que pululan de profesores por las facultades de Derecho y yo creo que bastante más, espero que no sea dócil y ataque a fondo, yo la semana pasada ya la tuve con un juez, al terminar el simulacro de impartición de justicia le dije al juez a la fiscal , al secretario y al abogado de la parte contraria : Vaya justicia y me salta el feo juez : ¡los comentarios en el bar!, no, respondo , eso es lo que Vds están acostumbrados con letrados como este a que los comentarios en el bar, pero resulta que la Constitución dice que la justicia emana del pueblo y aquí es donde se imparte en teoría justicia y aquí habla el pueblo.
Y no me ha comido nadie, de momento y si me comen me la suda a ver si se les indigesta a los lacayetes del poder.
Antetodomuchacalma venga tire para la abogacía y vamos a demostrarles a los jueces lo que es la dignidad
De anónimo a anónimo:
ResponderEliminar"El abogado que se queja de no ser comprendido por el juezcensura, no al juez, sino a sí mismo. El juez no tiene el deber de comprender; es el abogado quien tiene el deber de hacerse comprender. de los dos, el que está sentado, esperando, es el juez; quien está en pie, y debe moverse y aproximarse, aún espiritualmente, es el abogado"
Piero Calamandrei, Elogio de los Jueces escrito por un Abogado.
Tranquilizate
Saludos
De Anónimo a Anónimo, paso de la opinión de Pietro Calamandrei, el abogado lo primero que tiene que hacer es luchar por ir vestido de normal, no con capa negra y poder moverse, no estar sentado como un busto parlante. Además el juez es un licenciado en Derecho más y no puede juzgar en base a que alguien le caiga bien o mal por tanto yo estaré tranquilo cuando se imparta justicia, mientras tanto, mejor que a Calamandrei prefiero ler a Quevedo : "nO HE DE CALLAR POR MÁS QUE CON EL DEDO SILENCIO AVISES O AMENACES MIEDO...". Yo creo en la Constitución y en el poder constituyente, el como le pueda yo caer a los jueces no me importa.
ResponderEliminarDe Anónimo a Anónimo, a Anónimo:
ResponderEliminar"...díjole la zorra al busto, después de olerlo"
Saludos
Querido Garciamado:
ResponderEliminarLe agradezco de corazón su sentida carta. Empezando por el final, me siento muy honrado por su atípica invitación a formar parte de mi plan criminal (atípica stricto sensu, art. 17 CP), que también le agradezco. Pero no se rebaje: lejos de la servil complicidad y de la más honrosa cooperación necesaria, ya propia de trabajadores especializados, usted ha sido inductor de no pocas de mis fechorías, algunas como inspirador y otras como traductor del inspirador. Lo de amigo: le tomo una vez más la palabra, amigo.
Dicen que a partir de cierta edad tienes la cara que te has hecho; yo creo que en no pocas ocasiones lo que ocurre es que a partir de cierta edad lo que toca aflora en la cara. En cualquier caso, allá voy a que me la rompan. Me presentaré, y que sea lo que los dioses ya han querido (y detalladamente han explicado).
Digo que me voy para joderme más aún, para decir que es una estupidez intentar una vocación universitaria, que lo fue en mi caso también y que es culpa mía. Pero es que no es así, joder. No puede ser. Así que me quedo, y me presento. A que me crujan. A que quien necesite justificar así su voto negativo alce la voz e injurie al candidato que hay que crujir antes del siguiente ejercicio (¿se hará esto en España en áreas serias, yo qué sé, en Matemáticas?).
No mejora la misantropía, pero sí un poco la autoestima.
Un fuerte y agradecido abrazo,
ATMC