Echas en falta el aire de los puertos,
de las veredas de la tierra nuestra,
de los riscos que azotan cuatro vientos,
de la lenta tonada con los bueyes.
Las albas de diciembre en los cerros
han venido a posarse en tus manos.
Las escarchas, las piedras, los aperos,
una luna de charcos y luciérnagas,
el relente de noches y de perros.
Y hasta el frío metal de los fusiles
se condensa en temblores de tu aliento.
Esquivos pájaros de suaves alas
roban la luz y afilan tu resuello.
Presientes horizontes de jinetes
y ciudades que sólo cruzan ecos,
sin caminos ni brújula ni mapas,
en desiertos.
Estimado Juan Antonio, soy un lector asiduo de tu Blog, pero lo mio es leer y rumiar lo que leo. Escribir es un oficio difícil. Pero hay ocasiones en que es necesario decir algo, aunque solo sea para manifestar la empatía o solidaridad con el otro, con esa humanidad que todos tenemos pese a nuestras muchas diferencias. Con ese lado trágico de la vida, que nos muestra nuestras limitaciones ante la enfermedad y la vejez, pero que a la vez muestra lo mejor de nosotros mismos cuando somos capaces de vivir y de apreciar la belleza de nuestras limitaciones y miserias y de las cosas mas elementales que nos rodean y que muchas veces somos incapaces de apreciar.
ResponderEliminarPese a que no eres amigo de los abrazos, te envio uno muy fuerte.
También abrazos varios. Para Vd., para su madre y para su padre más. Quizá revivir los recuerdos, mantener la memoria o exprimir los encuentros permita eludir la inexorable voluntad devoradora de Cronos. ¡No deje de darle cuerda al omega!
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