27 diciembre, 2007

Mujercitas y mujeres

Si yo fuera mujer, además de feminista, ya estaría echando pestes contra la Bruni y maldiciendo a las féminas que hacen de florero caro para mayor lucimiento de mandamases variados y habitantes de palacios públicos o privados. Pero como soy varón, meteré la pata y volveré a quedar como machista por cualquier pendejada con doble sentido que se me escape. En este país el único tío feminista de verdad es Z(P), eso ya se sabe. Y así le va al feminismo, claro.
Si yo además de ser feminista fuera mujer, estaría en este instante escribiendo la más encendida oda a esa mujer valiente que hoy ha sido asesinada por no resignarse a ser sumisa en una cultura de falócratas sangrientos y cobardes con bomba adosada al alma. No sé si al idiota suicida e hijodeputa que se llevó por delante a Benazir Bhutto y a los que lo ayudaron y jalearon los llamarán insurgentes los tontitos y progres de pacotilla de por aquí. Igual sí. Tampoco sé si el muy feminista Z(P) aliaría nuestra civilización con la suya, supuesto que la suya sea una civilización y no un estercolero lleno de barbas, alfanjes y un Dios al que aquí le deberíamos aplicar todas las leyes antimachistas si fuéramos medianamente coherentes en lugar de ser multiculturalistas de baba y quinientos euros por la conferencia.
Ahora que por fin han conseguido asesinar a Benazir Bhutto, los periódicos hablarán maravillas de ella y dirán que los islamistas fanáticos que la mataron merecen un tirón de orejas y una reprimenda sin cachetes, como nuestros hijos a tenor de la nueva legislación civil y tan así, hija. Pero será ese homenaje flor de un día y luego seguiremos pensando que allá se las compongan aquellos cabrones con Alá y a sus mujeres que las jodan. Precisamente. Porque para problema grave el de la violencia doméstica de aquí, de eso no cabe duda. Hija. Y para pasar el rato mola mucho más darle vueltas a lo de la Carla Bruni y el Sarko.
Son tan emocionantes esas historias de amor fou. A mí me encantan esas mujeres de buen ver y cuidadísimo diseño que de pronto se enamoran como locas, sin cálculos ni condiciones, pura pasión descontrolada, encendidísimo arrebato, arriesgadísima obnubilación. Las admiro y hasta las temo, pues pienso que un día puede pasarme a mí, que puedo yo mismo convertirme en el niño de los ojos de una Carla Bruni y que de pronto me persigue, me atosiga con sus atenciones y me baña en las olas encrespadas de sus mimos. Pues por qué no, si vemos que mujeres así de repente se ciegan sin reparar en gastos ni en consecuencias. Lo que pasa que a los periódicos llegan sólo los casos en que la feliz víctima de su esponjoso corazón es un tipo famoso, como Sarkozy, un jeque o algún banquero con mando en Nueva York. Pero igual que la toman con ellos puede el azar llevarlas a pirrarse por mí, e imagínense qué compromiso, a ver cómo me lo monto y, sobre todo, cómo esquivo a los paparazzi y a mis amigotes envidiosos.
La vida va enseñando a uno que las relaciones sociales no son tan ríspidas como el pueblo llano cree. Malditos escépticos, insensibles de minúsculo corazón y alma cazurra. En mi aldea y por allí decían que la única manera de hacérselo mínimamente guapo con una chorba que no fuera de la misma parroquia o de la de al lado era pagando de una manera o de otra; o sea, soltando la mosca en billetes sobre la marcha o haciéndose rico para que la contraparte se beneficie por ósmosis. Mentira cochina. Eso ya no pasa y, si pasara, el feminismo no lo consentiría. Así que ninguna duda me cabe de que lo que la Bruni le ha visto al Sarko son más que nada los valores interiores, la sensibilidad y eso; ah, y que la hace reír, que eso siempre puntúa de lo que más. Cuando dos medias naranjas se encuentran van a pelo, no se andan en cuentas de éste qué oficio tendrá o ésta qué tal me quedará para las fotos del París-Match. No, si Carla Bruni y Nicolas Sarkozy se aman, es porque están hechos el uno para el otro, predestinados, y se habrían querido igual aunque él hubiera sido conductor de autobús o camarero de un bistrot. Que sí, hombre, que sí. La única diferencia sería que habrían tardado unos meses más en irse juntos a Egipto, entre que juntas el dinero, colocas a los niños y tal. Pero en lo demás lo mismito.
Así que, querido amigo varón, ándese usted con ojo, porque cualquier día se encapricha de usted una modelo y cantante, hija de buenísima familia de banquero y pianista y hermana de actriz, persona afable, cultivada y sensible, amén de con un revolcón de menéate. Aunque sea usted una piltrafilla. Esas cosas pasan. A fin de cuentas, el Sarko y es más bien pequeñajo y eso a Carla no le importó. Y el día que a usted lo acometa una Carla Bruni, a ver cómo lo cuenta en casa. Vaya mentalizándose.
Eso sí, si nota que pasa el tiempo y sigue todo igual, hágase una buena loto. Por si cambia la suerte. Que las alegrías nunca vienen solas.

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