Nuestro amigo Francisco Sosa publicó este texto el pasado sábado en El Mundo, en la edición de Castilla y León. Un nuevo rector de nuestra Universidad acaba de ser elegido. El anterior se llamaba Ángel Penas. No está de más leer también entre líneas el siguiente texto de Francisco Sosa:
Cambio en el rectorado de la Universidad. Por Francisco Sosa Wagner
Cambio, renovación, enmienda de rumbo, todo eso significa la elección del nuevo rector de la Universidad de León. Una votación fulminante es la que lleva al doctor José Ángel Hermida al sillón principal del edificio del Albéitar pues bastó una consulta para que alcanzara la victoria.
El nuevo rector es, ante todo, un profesional de alta cualificación en su especialidad. Hay que decir que los otros dos contendientes en esta ocasión, los doctores César Chamorro y Ana Bernardo, ambos de nuestra excelente Facultad de Veterinaria, también son catedráticos de prestigio en sus respectivos oficios. Subrayo este dato de la excelencia porque, a mi juicio, es muy importante que el rector, que nos representa a todos los universitarios y es la figura visible de la Universidad, sea persona respetada en el gremio académico al que pertenece y sea autor de publicaciones -libros o artículos de revista- que gocen de crédito entre los especialistas.
El doctor Hermida responde a este perfil como lo demuestra el hecho de que tiene reconocidos por la Comisión competente de expertos cuatro sexenios de investigación, el máximo que le corresponde según su edad. Para quienes no conozcan este lenguaje, propio del mundo académico, aclararé que los “sexenios” son, entre nosotros, el testimonio documentado del trabajo fecundo y sostenido. Cada profesor se somete -voluntariamente- a un examen de especialistas cada seis años presentando los trabajos publicados en ese período y, a partir de su valoración, le es reconocido o no el “sexenio” en función de sus aportaciones. Quien consigue superar la prueba tiene una enorme satisfacción personal y una pequeña corrección al alza de sus emolumentos (el máximo de sexenios previsto en la vida activa de un catedrático son seis). Si Hermida ha conseguido estos reconocimientos se debe a que, pese a ser persona interesada por los asuntos de gestión universitaria, no ha bajado ni un minuto la guardia en el cultivo serio y riguroso de su oficio de matemático.
Se comprenderá que esta dimensión de la personalidad del nuevo rector es un alivio para cuantos creemos que la Universidad es, ante todo, un lugar para desplegar la imaginación y no dejarse mecer por la rutina y los modos burocráticos. Por eso el rector, que impulsa la investigación creadora en la Universidad, debe ser persona capaz de participar de la emoción que siente quien a tales menesteres se dedica porque solo así la comprenderá y la estimulará. Quien no reúne estas características no podrá entender el significado de estos esfuerzos y, lo que es peor, puede acabar sintiendo envidia por quienes son capaces de triunfar en sus respectivas asignaturas con sus publicaciones, sus conferencias y, en general, con la presencia que puedan desplegar en los círculos sociales.
Asímismo, la solidez en la situación profesional, que ofrece seguridad a quien la disfruta, lleva de la mano -dijérase que de una manera imperceptible- al cultivo de las buenas maneras y de los modos universitarios más depurados. Porque la Universidad, el caso de la nuestra es claro, suele ser un organismo de reducidas dimensiones y las formas en estas colectividades, en las que todos nos conocemos, son determinantes para la creación de un adecuado clima de trabajo, lo que redunda en la calidad del producto final que ofrecemos a nuestros alumnos y a la sociedad en su conjunto.
Lo contrario es el apartamiento de los dictados de la buena crianza (como se decía antiguamente) y la creación de un ambiente de enfrentamientos, incluso de banderías, en el que crece la planta del amiguismo y un clientelismo burdo y mezquino. Los favores y las gracias son para el amigo que se pliega a los dictados de quien gobierna y los perjuicios y quebrantos para quienes osan mantener actitudes de independencia y libertad o son poco condescendientes con quienes empuñan el bastón de mando.
La Universidad es un lugar muy sensible, poblada por individuos que tienden a leer demasiado, y por ello debe ser administrada con sabiduría, tino y una buena dosis de inteligencia abierta y de cortesía dúctil. Yo diría, además, con un punto de escepticismo creativo que nos haga poner puntos de interrogacion allí donde otros los ponen de admiración.
Ignoro si Hermida nos traerá en su mandato muchas alegrías pero al menos estamos ya en disposición de olvidar las penas.
El nuevo rector es, ante todo, un profesional de alta cualificación en su especialidad. Hay que decir que los otros dos contendientes en esta ocasión, los doctores César Chamorro y Ana Bernardo, ambos de nuestra excelente Facultad de Veterinaria, también son catedráticos de prestigio en sus respectivos oficios. Subrayo este dato de la excelencia porque, a mi juicio, es muy importante que el rector, que nos representa a todos los universitarios y es la figura visible de la Universidad, sea persona respetada en el gremio académico al que pertenece y sea autor de publicaciones -libros o artículos de revista- que gocen de crédito entre los especialistas.
El doctor Hermida responde a este perfil como lo demuestra el hecho de que tiene reconocidos por la Comisión competente de expertos cuatro sexenios de investigación, el máximo que le corresponde según su edad. Para quienes no conozcan este lenguaje, propio del mundo académico, aclararé que los “sexenios” son, entre nosotros, el testimonio documentado del trabajo fecundo y sostenido. Cada profesor se somete -voluntariamente- a un examen de especialistas cada seis años presentando los trabajos publicados en ese período y, a partir de su valoración, le es reconocido o no el “sexenio” en función de sus aportaciones. Quien consigue superar la prueba tiene una enorme satisfacción personal y una pequeña corrección al alza de sus emolumentos (el máximo de sexenios previsto en la vida activa de un catedrático son seis). Si Hermida ha conseguido estos reconocimientos se debe a que, pese a ser persona interesada por los asuntos de gestión universitaria, no ha bajado ni un minuto la guardia en el cultivo serio y riguroso de su oficio de matemático.
Se comprenderá que esta dimensión de la personalidad del nuevo rector es un alivio para cuantos creemos que la Universidad es, ante todo, un lugar para desplegar la imaginación y no dejarse mecer por la rutina y los modos burocráticos. Por eso el rector, que impulsa la investigación creadora en la Universidad, debe ser persona capaz de participar de la emoción que siente quien a tales menesteres se dedica porque solo así la comprenderá y la estimulará. Quien no reúne estas características no podrá entender el significado de estos esfuerzos y, lo que es peor, puede acabar sintiendo envidia por quienes son capaces de triunfar en sus respectivas asignaturas con sus publicaciones, sus conferencias y, en general, con la presencia que puedan desplegar en los círculos sociales.
Asímismo, la solidez en la situación profesional, que ofrece seguridad a quien la disfruta, lleva de la mano -dijérase que de una manera imperceptible- al cultivo de las buenas maneras y de los modos universitarios más depurados. Porque la Universidad, el caso de la nuestra es claro, suele ser un organismo de reducidas dimensiones y las formas en estas colectividades, en las que todos nos conocemos, son determinantes para la creación de un adecuado clima de trabajo, lo que redunda en la calidad del producto final que ofrecemos a nuestros alumnos y a la sociedad en su conjunto.
Lo contrario es el apartamiento de los dictados de la buena crianza (como se decía antiguamente) y la creación de un ambiente de enfrentamientos, incluso de banderías, en el que crece la planta del amiguismo y un clientelismo burdo y mezquino. Los favores y las gracias son para el amigo que se pliega a los dictados de quien gobierna y los perjuicios y quebrantos para quienes osan mantener actitudes de independencia y libertad o son poco condescendientes con quienes empuñan el bastón de mando.
La Universidad es un lugar muy sensible, poblada por individuos que tienden a leer demasiado, y por ello debe ser administrada con sabiduría, tino y una buena dosis de inteligencia abierta y de cortesía dúctil. Yo diría, además, con un punto de escepticismo creativo que nos haga poner puntos de interrogacion allí donde otros los ponen de admiración.
Ignoro si Hermida nos traerá en su mandato muchas alegrías pero al menos estamos ya en disposición de olvidar las penas.
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