07 junio, 2009

Más sobre Berlusconi y la moral pública y privada

Los comentarios al post de anteayer sobre el caso de Berlusconi y las fotos suscitan nuevos temas bien interesantes y dan un buen pretexto para volver sobre la polémica. Distingamos algunos aspectos y analicémoslos un rato.
Se dice que en Berlusconi hay una patente contradicción entre su discurso público, con loas a la familia, la religión y los valores tradicionales, y su vida privada, y que, por tanto, bien está que tenga la sociedad constancia de la intensidad de su hipocresía.
En primer lugar, sí. Sí es más que obvio que dicha incongruencia es total y absoluta en el personaje. Ahora bien, quizá convenga no perder de vista algunos datos y reflexiones complementarios.
(i) Si a estas alturas de la película la ciudadanía italiana, y en particular los millones de votantes de Berlusconi, no saben ya con quien tratan, es que no tienen arreglo, son bobos de solemnidad. Además de aquello de que es más difícil que un rico tan rico se salve que el que pase un camello por el ojo de una aguja, lo cual podemos interpretar como que buenas habrá tenido que hacerlas para agenciarse ese pastón, Berlusconi ha venido cachondeándose de la ley y la moral pública desde que comenzó sus andanzas políticas. Ha reformado leyes para procurarse la prescripción o impunidad de sus delitos, ha manipulado del modo más grosero la opinión pública desde los medios de comunicación que casi monopoliza, ha comprado voluntades a su antojo y con total descaro, ha pactado con los más corruptos y asquerosos políticos y negociantes de su país, etc., etc., etc. ¿Necesitamos unas fotos que insinúan orgías en su casa para que la opinión pública italiana o mundial se convenza de con qué individuo nos las habemos? A mí me parece que las fotos añaden muy poca cosa, o nada. Que el valor de las fotos es el que tienen para los medios de comunicación: morbo y, consiguientemente, más ventas. Dudo que cambien la intención de voto o la simpatía con que los italianos miren a Berlusconi. Las fotos sirven para que la gente observe el trasero de esas señoritas cuya virtud, al parecer, nos preocupa sobremanera, y para que cada uno se imagine con envidia los achuchones que con ellas se darán esos poderosos a los que secretamente admiramos.
(ii) Muy cierto que resulta escandaloso que Berlusconi haya hecho que se cambie la ley a fin de que se pueda usar su avión presidencial para transportar a quien a él se le antoje, y qué duda cabe de que es intolerable que en las listas electorales coloque con todo descaro a pelotas, cortesanos venales y feladores/as en general (ay, si fuera sólo en Italia). Escandaloso resulta ese comportamiento y mucho más el de los electores, que a sabiendas, le dan su apoyo entusiasta y lo convierten en su líder carismático y modelo de hombre de Estado. Y ahí llegamos a la misma cuestión: ¿añaden algo las fotos de marras? ¿Acaso alguien pensaba que el cambio legal se hacía con la finalidad de acercar monjas a las misiones o médicos a los hospitales del tercer mundo? ¿Quedaba algún ingenuo que pensase que las famosas bailarinas que rellenan las listas del partido de Berlusconi habían llegado ahí por sus dotes propiamente artísticas o por ser castísimas amigas, sin que Il Cavaliere se las pasase por la piedra con la colaboración inestimable de algún ex primer ministro checo? ¡Por favor!
En segundo lugar, no me parece que sea particularmente original Berlusconi en lo de la incongruencia entre su vida privada y lo que predica en su vida pública. En todo caben grados, ciertamente, pero Berlusconi no hace más que acogerse, aunque con especial alegría y aplicación, a toda una larguísima tradición en la vida política latina. Países como Italia y España han estado siempre atestados de políticos de derecha que predican el sacrosanto valor de la familia y la consagración de la sociedad a los valores religiosos, al mismo tiempo que en su vida privada son unos redomados puteros, unos zafios maltratadores y unos groseros ladrones. Y de políticos de izquierda que propugnan la justicia social mientras se forran de pelotazo en pelotazo, la igualdad de oportunidades mientras enchufan en todo tipo de cargos y puestos a sus parientes, allegados y compañeros de francachelas, y la lucha contra el clasismo mientras se pirran por alternar con banqueros o por trabajar algún día para algún ricachón de los que aparecen en el ranking de la revista Forbes. Lo único que tiene de particular Berlusconi es que lleva todo ello a su máxima expresión, al clímax de la desfachatez, y que lo hace con más descaro que los otros. Y, sea como sea, repito por enésima vez la pregunta que nos acompaña todo el tiempo: ¿suma algo muy relevante el que podamos constatar a través de unas fotos que en la finca de recreo de Berlusconi hay chavalas en pelota y rijosos con poder y dinero que se las van a merendar? ¿O es que tememos que esas pobres mujeres hayan llegado allí engañadas y convencidas de que iban a trabajar en las viñas o a rezar el rosario al alba? ¡Por favor!
En suma, y para no dar más vueltas: a) me repatea Berlusconi; b) me repatean los votantes de Berlusconi -no sólo los de Berlusconi, ojo-, que, con fotos o sin ellas, jamás podrán decir que no saben a qué clase de sinvergüenza votan; c) me molestan un poco las gentes que necesitan alguna escena o historia de sexo para empezar a plantearse dilemas morales y cuestiones sobre la relación entre moral pública y privada; d) me asquean los medios de comunicación fariseos (lo son prácticamente todos, o simplemente todos) que se disfrazan de perseguidores de la indecencia política como pretexto para sacar unas fotos que venden por el morbo de su contenido o sus sugerencias sexuales; e) más aún me asquean esos medios cuando todos sabemos que aquí tragan con carros y carretas y que dan por buenos todo tipo de apaños de los políticos, con tal de asegurar la publicidad institucional y todas esas zarandajas con las que el poder compra periódicos y demás; f) y me siguen asqueando esos medios que prolongan la explotación de la mujer supuestamente víctima de tiranos y machistas, a base de pagarle para que consienta que se publiquen sus fotos más o menos atrevidas, de pagarle para que todo el país pueda verle las tetas o el culo, de pagarle para que en algún programa de casquería cuente cómo tenía el pito ese señor tan malo que tanto la engañó y la hizo sufrir.
Es dura la conclusión, pero me temo que es lo que hay: berlusconis somos todos (unos más que otros, ya lo sé), especialmente los que se empeñan en seguir votando a Berlusconi y a sus imitadores o caricaturas; y, desde luego, nuestros medios de comunicación son, por regla general, tan zafios, cutres e hipócritas como Berlusconi. Aunque, pensándolo bien, puede que se parezcan más a los huéspedes y huéspedas de Berlusconi...

5 comentarios:

  1. Celebro esta segunda entrega aún más que la primera; y quiero hacer constar mi pasmo una vez más sobre todo lo relativo al periodismo. Realmente lo considero un cáncer social en todas sus facetas.

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  2. Hoyga, Don GA, una pregunta:

    ¿Cuándo una imagen puede aportar algo?

    Abrazos,

    ATMC

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  3. Oiga, don AnteTodo, me descoloca su pregunta. ¿Que cuándo una imagen puede aportar algo? Me mantengo prudente: depende. Depende de qué entendamos por "aportar" y en qué contexto nos movamos. Una imagen -fotográfica, supongo que queremos decir- puede constituir una prueba de un delito o de un ilícito administrativo (ay, esos radares con foto en las carreteras)o de un "ilícito" doméstico (ay, esos detectives que le ponen a uno las esposas impacientes). Etc. Por una imagen mal usada alguien puede verse obligado a pagar indemnizaciones por intromisiones ilegítimas en el honor o la intimidad y tal. La gente reza ante imágenes o con ellas hace vudú y cosas así.
    Oiga, yo qué sé. Precise un poco más, que seguro que tiene buena sustancia y mala uva su pregunta.

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  4. Algunas ideas sueltas:

    1) Las fotos son banales -cierto- para personas normales. No lo son para muchos votantes de B. A los resultados electorales me remito.

    2) La prensa clásica (msm, mainstream media) sigue flucutando entre lo desilusionante y lo repugnante. Pero aquí ha ocurrido una cosa curiosa: el cruce entre internet y msm ha permitido sortear con facilidad la prohibición dirigida a los medios nacionales.

    ¿Habrá surgido un embrioncillo de algo nuevo? Es la primera vez que recuerdo un artículo en italiano publicado en El País.

    3) Las palabras a veces se quedan cortas, y hay que probar a expandirlas analíticamente. Cuando llamamos deshonesto a B., estamos diciendo algo obvio, si atendemos a su honestidad personal, pública y privada.

    Pero trabajemos con un concepto que podría tentativamente llamarse 'honestidad estructural'. Nótese que (a) B. ha comunicado y comunica con cristalina transparencia cuál es el objetivo esencial de su acción política [*]; como JAGA ha señalado, ningún observador puede aducir engaños; (b) B. ha actuado con extrema coherencia, relativamente a ese programa comunicado. Ha hecho lo que había dicho -incluso más, en algún caso, en un raro caso de
    ¿No podríamos estar quizás ante una persona de gran 'honestidad estructural'?

    Salud,

    [*] Reforzar su poder, enriquecerse, escapar de la casi segura condena de prisión

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