13 julio, 2009

Me tomo un descansito de nada

Amigos queridos, me voy a tomar un descansito de blog hasta primeros de agosto. Si me da el mono antes, suelto aquí alguna cosa a cuenta de la nueva temporada. Pero es que estoy seco y cascado. Demasiado currar, en unas cosas y otras, para esta edad coquetona. Además, vengo de pasar otros cuatro días en solitario con Elsa y a sus órdenes y, como comprenderán, me duele hasta la epiglotis. De modo que, aprovechando que mi santa, mártir de anecas y otras fantasmagorías laborales, parece que se ha liberado de sus papeleos por un tiempo, a fines de esta semana dejamos a Elsa el encargo de torturar a mis suegros y nos vamos a dar una vuelta por los fiordos noruegos. Una semanita de nada, ustedes sabrán disculparnos. Y no pienso escribir ni postales, nada. ¡Teclados raus!
Lo dicho, a primero de agosto nos vemos con nuevos bríos.
Abrazos y buen verano para todos.

Vacaciones

(Publicado hoy en El Mundo de León)
Tengo entendido que usted ya se está organizando para tomar vacaciones e irse de viaje. ¿Lo ha pensado bien? ¿Recuerda que en León las noches son fresquitas y no necesita uno meterse en el congelador para dormir? ¿Se ha fijado en lo bonita que luce en su casa la luz veraniega? ¿Se ha dado cuenta de qué bien se está tomándose unas cañas en las terrazas de la calle Ancha o de Eras? ¿Ha pensado cómo sería su hogar en agosto, sin niños, sin suegros, sin agobios, solos usted y su pareja para retozar y echar unas parrafadas? Sí, ya sé, los niños también tienen vacaciones. Pero, puesto que ya están grandecitos, ¿por qué no los manda a un campamento, a un curso de inglés en Canadá o al pueblo de los abuelos? Usted estaría mucho mejor, habría más paz familiar y ellos se lo agradecerían de por vida.
Pero, por mucho que le diga, usted no me hará caso. Llenará el coche de gente y maletas, se meterá en autopistas ardientes en horas infernales, se gastará una pasta en combustible y en pagar a precio de residencia señorial un apartamento de quinta a siete kilómetros de la playa o media hora en coche, pues hay obras en la villa y se impone un pequeño rodeo, comerá en tugurios que le harán añorar el plato del día en el bar de al lado del trabajo, se preguntará si tendrán gripe A o una tajada de órdago esos ingleses coloradotes que se le caen encima en el chiringuito, mientras usted trata de comprar para los niños unos helados y para su suegra un vaso de limonada que no tienen ahí, pero que la señora quiere sí o sí, porque ya no le gustan los refrescos de toda la vida.
Es posible que todo sea una sutil maniobra del sistema capitalista para que, al llegar septiembre, usted retorne al taller o a la oficina con la sensación de que lo peor ya pasó y de que no hay felicidad como la de trabajar y tomarse unos vinos con los colegas de siempre. Eso sí, habrá que oírle a usted y oír a los demás narrar las maravillas de cada viaje, lo azul que estaba el agua, lo rico y fresco que ponían el pescado y las risas que pasaron tomándose unas copas con unos ingleses de Liverpool que eran saladísimos. Porque, desengañémonos, hoy en día se viaja más que nada para contarlo con exageración. Como antaño otras cosas.

08 julio, 2009

Hechos & Co

Escribe hoy Arcadi Espada una columna que no sé si me reconforta o me deja más perplejo. Pues perplejo e intranquilo me tiene el asunto de los trajes de Camps.
Para empezar, me da no sé qué ponerme a opinar sobre ese caso. Digo más, cada vez se me quitan más las ganas de opinar sobre ningún asunto gobernado por la testosterona política. Dices esto o lo otro de un personajillo de un partido de un lado o del otro y, cataplán, se te viene encima la tropa de guardianes del Gran Primo y te pone de vuelta y media. Así que, paso de decir que es bueno o malo uno del PSOE o uno del PP, al menos mientras no me tope con algún amigo que simpatice con el PSOE y esté dispuesto a defender, aunque sólo sea una vez y un poquito, a uno del PP, o con algún seguidor del PP que esté dispuesto a decir que uno de su cuadra puede ser un felón. Ustedes ya me entienden. Paso de debates teológico-políticos.
Pero, como uno es incongruente hasta la médula, en esta última ocasión diré algo más. No me sorprendería ni lo más mínimo que Camps o cualquier otro pepero fueran unos corruptos de libro. Igual que no me sorprendería de cualquier figurón del PSOE. Si abundan más los sinvergüenzas a uno u otro lado de esa raya puramente imaginaria de las siglas, es tema que dejo para la gente de fe. A mí, en el fondo, casi me importan tan poco, a estas alturas de la película, como que gane el Madrid o el Barça el próximo gran partido que los enfrente. O sea, y dicho más claro para el caso de autos, que parece bastante evidente que Camps era amiguísimo de la pandilla de salteadores que pululaba por los mentideros -¿mentideros?- del PP y que cabe que entrara al juego del do ut des y del qué me regalas si te concedo tal chollo. Pero a lo que vamos es a lo del traje o los trajes, y pongamos que se demuestra -no parece difícil- que efectivamente se los regalaron, y que no se demuestra -eso habrá que verlo- que el regalo era a cambio de algo. Porque quedamos en que en Derecho penal no se puede andar con presunciones de culpabilidad ni con meras sospechas y que las cosas hay que probarlas como Beccaria y su séquito mandan.
Así que tenemos que probablemente los listillos de marras le regalaron unos trajes a Camps. Y tenemos que, o me pongo a estudiar Penal en serio, cosa que me da repelús con estos calores, o me creo a pelo que ahí, y sin más, además de mucha inmoralidad, hay auténtico delito, dizque de cohecho. Lo cual, si se da por sentado, me lleva a dos conclusiones francamente sorprendentes y una pizca estimulantes. Una, que, como dice el Espada, nos hallamos ante un auténtico subidón de la moral colectiva, de la ética pública y de la autoexigencia de esta sociedad que siempre gustó de entenderse a media luz los dos. Ojalá sea verdad. Otra, que conozco a un montón de gente que corre serio peligro de ser imputada por andar emputeciéndose por recibir regalos. Para no ir más allá de la prosa cotidiana, pondré solamente un par de ejemplillos de andar por casa. Hace unos meses mi señora y yo íbamos a irnos de viaje y ella descubrió, dos días antes, que tenía caducados el pasaporte y el DNI. Se fue corriendo al departamento correspondiente de la comisaría y el funcionario le dijo que huy, fatal, que eso lleva un trámite y un tiempo y que mire qué cola. Ella aplicó su mejor arte a la súplica y el funcionario transigió y uso su omnímodo poder para darle en cinco minutos carnet y pasaporte, nuevecitos. Y, agradecidas que son las leonesas, acudió mi chica a la confitería, compró un caja de bombones, de los caros, y se los entregó al buen señor. Vale, hay muchas diferencias, pues mi mujer no es sospechosa de andar amañando corruptelas rentables, pero... Otro caso. Tengo amigos en la guardia civil y me entero de que todos los años las aseguradoras de coches les organizan una opípara cena a los de tráfico. Supongo que será nada más que porque les resultan simpáticos y tal.
A mí mismo nunca me ha caído el famoso jamón, pero una vez acabé convenciéndome, en uso de mi libertad de juicio y sin otra razón, de que un pobre estudiante, burrillo pero esforzado, debía aprobar pese a que no le alcanzaba la nota. En la revisión le subí la calificación, se marchó todo contento y, al cabo de unos días, recibí unas botellas de vino con una nota en la que él y su familia me calificaban de rumboso y ejemplar profesor. Ahora me pongo a recordarlo y tiemblo. O quien sabe si me estoy autoinculpando y en cualquier momento llama un juez a mi puerta y me dice que me va a caer el escaso pelo. También me contaron que en tiempos era relativamente frecuente que, cuando un cátedro estaba en un tribunal de cátedras y votaba al menos competente y éste triunfaba con tal voto, dicho cátedro benefactor era recompensado con un aluvión de conferencias bien remuneradas en la universidad del afortunado y en otras en las que mandaba la misma escuela. Cosa, dicho sea de paso, que el cátedro de marras ya sabía y esperaba al votar así. Otras veces ocurría al revés: el que iba a formar parte de un tribunal era casualmente invitado a dar unas conferencias pagadas en la universidad de alguno de los candidatos. Puro azar.
Dicho todo lo cual, ni justifico las actitudes de la dirigencia del PP en este caso ni me importa un pimiento el destino político de Camps, y me trae al fresco que dimita o que se abanique con las obras completas de Von Liszt. Sólo afirmo que hay que ver cómo evoluciona el Derecho penal y que, ahora que vemos tantos funcionarios y carguetes cómo le pelan las barbas al valenciano, más nos vale ir echando a remojar las nuestras.
No sé si me he explicado.

Poemilla

Querida luz, dos puntos,
quiero esta noche
con voz clara
preguntarte
por qué, si te das plena,
deslumbras, acobardas, ciegas,
y en cambio luces insinuante
y promisoria, prístina,
cuando estás por marcharte,
dicen que entre dos luces,
disoluta,
esquiva,
casi humana.

06 julio, 2009

Pijoterías

Soy un pijotero, bien lo sé, seguro que un reaccionario, incluso, pues cada día me ponen mas de los nervios ciertas modas, ciertos modos y determinados experimentos que me parecen ñoñadas para tontitos del culo que, en el fondo, son pretextos para que cuatro avispados a medio camino entre la Administración y el puticlub se lo lleven crudo y, encima, pongan en sus currículos unas monadas muy resultonas.
Vale, sí, ya les explico por qué me pongo así. Recibo un folleto muy bonito con el logo de Funivcyl, que, contrariamente a mi intuición inicial, no es una empresa de funiculares, sino la Fundación Universdades Castilla y León. Siempre que oteo en el horizonte una fundación echo mano a la cartera y pongo el culo contra la pared. Hoy, el que no desenfunda simplemente funda, y se lo lleva igual. También viene el símbolo de la Junta de Castilla y León, toda circunspecta y como muy de casa ya. Se anuncia en el papelín un evento que, ya puestos, se titula tal que así: “Castilla y León: formando emprendedores”. Chúpate esa.
Últimamente me pirro por las emprendedoras. Por cierto, ¿por qué los políticos y folletistas nunca ponen “emprendedores y emprendedoras”? Si decimos vascos y vascas y topos y tapas, por qué no vamos a decir emprendedores y emprendedoras, vamos a ver. O será para que no pase lo que a mí me pasaría: que una convocatoria para un congreso de emprendedoras me pondría aún más contento, con una ilu terrible y pletórico de dicha al pensar lo que se les puede ocurrir emprender a las muy jodías. Así como está, sin concesiones a la corrección política y sólo con lo de emprendedores que se forman, me divierto también, pero menos. Y tenían que ver la foto y los dibujitos: un guaperas con cara de hijo de papá concejal de urbanismo en ayuntamiento de más de cien mil habitantes, con aire de estudiar en una privada con portátil incluido, masajista transexual y podólogo autóctono, y una viñeta en la que se dibuja una bombilla que se enciende en la cabeza del cretino que va a emprender la leche de cosas en cuanto salga de ese evento que, por cierto, se celebra en Segovia.
Algunas de las conferencias programadas y que, a su tiempo, serán emprendidas por sus autores también son de mucho chiste, y que me perdone algún amiguete que aparece en el programa y que dicta alguna de las otras, of course. Pero vean qué apropiado y apasionante. Uno habla de “Liderazgo en la empresa familiar: Emprendedores vs. Sucesores”. Uf, llevo preocupadísimo con ese asunto desde que deserté del arado, pues siempre me pregunto qué habría sido yo si me hubiera quedado con las doce vacas de mi padre, emprendedor o sucesor. ¿Y si me lo montaba de sucesor emprendedor? Flipo con las posibilidades que ofrece el mundo de la emprendiduría, la emprendición o como carajo se diga. Hay otra charla sobre “El valor estratégico de la comunicación para las personas emprendedoras”. ¿Ven? Mismamente ahí ya pillamos una crucial diferencia entre emprendedores propiamente dichos y pajilleros solitarios y sin futuro ni na: para el emprendedor la comunicación tiene valor estratégico, mientras que para el mindundi apocado y sin papá al que sucecer o con el que emprenderla, la comunicación posee un valor meramente táctico o a grito pelao. Por cierto, y entre paréntesis, les recomiendo un método de deconstrucción casera de gilipolleces. Cuando vean un título muy chachi y muy chuli de lo que sea (un curso, una instalación en un museo provincial de arte de vanguardia universal, una crítica en Babelia...) prueben a descolocar las palabras al buen tuntún. Si en cualquiera de las combinaciones posibles siguen significando lo mismo (o sea, nada), es que estamos ante una gilipollez para consumidores de tales productos y que se llaman..., se llaman..., vaya se me olvidó. Hagamos una práctica con el título anterior, "El valor estratégico de la comunicación para las personas emprendedoras" y alteremos sus términos por ejemplo así, "El valor personal de la estrategia para la comunicación emprendedora", o así, "El valor comunicativo de las personas emprendedoras para la estrategia". ¿Se entiende igual y vale lo mismo? Sí, ¿verdad? Pues lo dicho.
Volviendo al suculento programa, también se realizarán dos talleres prácticos a los que me encantaría asistir con mi coche. Uno se llama “Taller práctico: comunicación interna” y el otro “Taller práctico: comunicación externa”. Son primos. Me gustaría mucho ir, aprender y luego practicar con mi señora, especialmente la comunicación interna, para la que imagino que hay que tener, como mínimo, la confianza que da el vínculo matrimonial o, en caso contrario, ser muy emprendedor, y ya no me siento en edad para comunnicaciones internas fuera de casa y si no hay fútbol ni nos estamos acreditando.
En fin que una gozada, que aquí un amigo y aquí un ponente y que nos gastamos un cuento de la madre que lo parió. Si queremos encauzar este puñetero país y que los dineros comunes no se vayan a financiar la tarima móvil del avispado de turno que se está especializando en Ética del Emprendedor en la Era de la Globalización o el cualquier otra mamonada semejante que debería, inclusive, ser delito, urge una reforma legal que prohíba de raíz las fundaciones que no estén abiertamente en manos de y dirigidas por toreros y madames.
De tanto emprender a mi costa todo quisque, empiezo a notar un fuerte escozor en la parte ideológica e intuyo que habrá que amputar, aviso.

05 julio, 2009

¿Quién defiende las constituciones?

Es el eterno retorno de la gran pregunta de constitucionalismo y, si me apuran, de la teoría del Derecho. Cuando la famosa polémica de Kelsen y Schmitt se debatía sobre si le correspondía a los jueces y los tribunales constitucionales. Hoy, por desgracia, casi suena a escarnio, con lo que ha llovido y las lecciones crueles de la historia, que podemos sintetizar así: salvo en países de muy acrisolada cultura constitucional, los órganos supremos de la judicatura y los tribunales constitucionales suelen ser marionetas en manos de ejecutivos populistas y de tiranías más o menos encubiertas o, cuando menos, juguetes de los partidos gobernantes que usan con los magistrados la táctica del palo y la zanahoria: si eres bueno y dócil, al terminar tu mandato te premio con una embajada o algún otro nombramiento de mucho relumbrón y mucho figurar. La carne es débil y, por lo que parece, la carne cubierta de toga más débil aún. Con las excepciones de rigor por supuesto, pero pocas. Omitiré en este momento cualquier concreta alusión al Tribunal Constitucional Español y su pose actual, porque vamos a otro tema y porque no está bien gastar tinta en obviedades.
El asunto de la garantía de la constitución vuelve a estar estos días de actualidad, a raíz del golpe de Estado en Honduras y de los dimes y diretes del presidente Zelaya y de los organismos internacionales. No tengo tiempo ni ánimos ahora para meterme en honduras, precisamente, y conozco nada más que lo que cuentan los medios de comunicación, que, en resumen, viene a ser lo siguiente: el presidente Zelaya, que no es precisamente un líder de las masas desposeídas, aunque posee él, entre otras cosas, la legitimidad que brinda su elección democrática, andaba jugando a imitar a reputados líderes “democráticos” latinoamericanos, como Chaves, Uribe y Morales, pues mediante referéndum pretendía reformar la cláusula constitucional que impide su reelección. El Tribunal Supremo dijo que no cabía esa reforma así, pero el presidente siguió en sus trece, hasta que el ejército, por su cuenta y riesgo, lo puso de patitas en Costa Rica. Que los ejércitos no son los guardianes de las constituciones parece, por fortuna, verdad generalmente asumida en nuestros días. Pero la pregunta fundamental sigue en pie: ¿quién ha de velar por la constitución en un Estado de Derecho? ¿Los jueces? En Honduras parece que la judicatura se plantó ante el presidente, pero, por lo poco que he leído, no parece que la doctrina y la llamada sociedad internacional den mucha importancia a esa postura, puesto que la legitimidad y el derecho de Zelaya a salirse con la suya vía referéndum no se discuten gran cosa. ¿Serán los presidentes o jefes de Estado los vigilantes constitucionales supremos? Eso haría a Carl Schmitt removerse de gusto en su tumba, pero, además de que el renacer entusiasta de las tesis schmittianas pueden provocar todo tipo de erupciones cutáneas en los demócratas bien nacidos, fiar las constituciones al ejecutivo, y más si se reviste de tintes mesiánicos y populistas, es como poner a Drácula a organizar las transfusiones hospitalarias. Entonces, ¿el pueblo? Ahí está la madre del cordero.
En medio mundo -y un poquito en España también- está aconteciendo una más que preocupante relectura populista e interesadamente demagógica del principio democrático. Que las constituciones dispongan la soberanía popular y los procedimientos de decisión democrática, especialmente en lo referido a las decisiones legislativas, no significa que la constitución pueda y deba estar permanentemente sometida a la decisión popular. Una constitución no es democrática porque la ciudadanía esté de acuerdo con ella o porque se dedique cada dos por tres a retocarla y rehacerla mediante referendos que son siempre puros plebiscitos en los que no se vota sobre normas, sino sobre la persona del mandamás que se erige en salvador y sumo sacerdote de la colectividad. La constitución democrática tiene que protegerse de la manipulación de las masas y de los cambios de humor de las gentes, precisamente para proteger la democracia y sus maneras. Y puede hacerlo de muy diversas formas: estableciendo cláusulas de intangibilidad para que determinados artículos no puedan ser reformados, fijando procedimientos agravados para las reformas de sus preceptos más relevantes, etc. Con ello, entre otras cosas, las constituciones se defienden frente a un peligro evidente, el de que los detentadores del poder legislativo y, sobre todo, ejecutivo, aunque posean intacta su legitimidad democrática de origen, utilicen las formidables herramientas de que disponen -dineros del erario público, medios de comunicación afines, comprados o amordazados, fuerzas de orden público, complicidades provenientes del sistema económico o de un entramado más o menos perverso de relaciones internacionales...- para condicionar, amedrentar o manipular a la masa electoral y hacer de su pura voluntad suprema norma del sistema jurídico.
Una reforma constitucional inconstitucional o, aunque mantenga ciertas formas, inducida desde el poder ejecutivo y dirigida mediante los resortes del poder público, y que altere gravemente el entramado constitucional de los poderes y los límites constitucionales a los poderes también es, al menos funcionalmente, un golpe de Estado, por mucho que se lave la cara mediante votaciones en las que el sesenta o el noventa por ciento de los votantes la apoyen. El apoyo popular a una medida de ese tipo no sana su inconstitucionalidad, aunque los tiranos aupados en las urnas griten que hacen lo que quieren el pueblo. Un pueblo puede, concedamos esto, derribar una constitución mediante una revolución, pero, por definición, no caben revoluciones constitucionales, y menos si las dirige un gobierno. Fueron ciertos constitucionalistas nazis los que, después de 1933, forjaron esa expresión, “revolución constitucional”, para tratar cínicamente de poner de relieve que no estaban socavando hasta los tuétanos la Constitución de Weimar, formalmente no derogada, sino realizándola en sus supremos principios y en armonía con el sano y sacrosanto sentir popular. Mentiras podridas, bazofia doctrinal, descaro de juristas prostituidos.
Entre los muchos argumentos con los que podría reforzarse la tesis que estamos manteniendo, parémonos solamente en uno, quizá de los más rebuscados, el que podríamos llamar argumento de la simetría democrática: si en aras de la democracia un presidente puede llamar al pueblo a las urnas para alterar los límites que la constitución a él le pone, debería ser igualmente posible que el pueblo también pudiera autoorganizarse para acudir a las urnas a derribar inconstitucionalmente esa presidencia. Y eso bien sabemos que en ningún lugar lo verán nuestros ojos.
Volviendo al caso, bien está que la OEA, la ONU, la UE y la madre del cordero presionen a los militares hondureños para que el presidente Zelaya sea repuesto en el cargo que legítimamente le corresponde. Pero, por las mismas razones de defensa del Estado de Derecho y de la democracia, debería aplicarse similar presión cuando un presidente se pasa por el arco del triunfo las garantías constitucionales, los preceptos de la constitución y las resoluciones de los órganos constitucionalmente llamados a ponerlo en el sitio que constitucionalmente le pertenece. Toda la razón para pararles los pies a los militares hondureños, toda, pero un buen toque de atención también para Zelaya y demás imitadores de los nuevos déspotas latinoamericanos. Así que menos sonrisitas y abrazos con los Chaves, Morales, Uribes y demás ridículos imitadores de los dictadorzuelos que aquí y allá hemos conocido de sobra. ¿O acaso legitimaban a Franco aquellos referendos en los que ganaba siempre con un noventa y nueve por ciento de los votos? ¿Acaso debería Hitler haber convocado en 1933 un referéndum para que aún hoy estuviéramos convencidos de que era un demócrata impecable y un buen defensor, en el fondo, de la Constitución de Weimar?
Sólo de una forma puede un pueblo erigirse en salvaguarda final de la constitución: negándose firmemente a ser utilizado para alterar su letra o su espíritu de modo constitucionalmente espurio. Pero, para eso, un pueblo ha de creerse su constitución, y hay pueblos que siempre han tenido excelentes razones para no fiarse de ella. Pero pobre de aquel pueblo que crea que haciendo vitalicio el poder de un tirano será más libre y estará mejor defendido y más alimentado, pobre. El que cree en la constitución no admite amo y, por eso, no hay amo que crea en la constitución, al menos en la constitución de un Estado de Derecho que no sea la tapadera de una casa de citas.

04 julio, 2009

Días de orgullo varonil

Culmino tres días con Elsa mano a mano, solos en Gijón. Algún pequeño desacuerdo, pero creo que acabo la lidia al menos con dos orejas, con mis dos orejas intactas. Hemos ido a la playa y disfrutó fuertemente, aunque en verdad las olas no son lo suyo, salió de secano, qué le vamos a hacer. Eso sí, trepando por las rocas no tiene rival en su categoría, que tiemble Edurne Pasaban. También hemos visto los tiburones del Acuario, hemos ido de compras y hemos cocinado unos macarrones con tomate casero que no podría deconstruir así como así ni el mismísimo Ferrán Adriá. En la librería, visita obligada, localizó a la primera la sección de Pocoyó y demás tropa y a punto estuvo, en plena voracidad libresca, de derribar toda una estantería. Las cacas, por supuesto, a destiempo y en lugares indebidos, pero no es nadie el papá improvisando cambios de pañal con una sola mano. El lumbago bien, gracias.
Los de mi género, especialmente en el sector progresista -los otros achantan-, exclaman al unísono que vaya bemoles y qué moral. Sus señoras, que tampoco son de misa, murmuran que qué tío y que de qué planeta procederá. De Ruedes, mismamente, agro europeo, sector nórdico. Pero creo que les debo una explicación, pues, junto al irracional impulso vital, a lo Bergson, pero en asturiano, tiene la cosa también su componente ideológico, que cabría resumir así: cualquier cosa que pueda hacer una señora, puede hacerla un servidor, faltaría más. Salvo, obviamente, parir y fingir orgasmos de aquella manera. Es una manera de practicar la igualdad de género, pero por activa, en plan activo. Porque que mi señora trabaje y meta pasta en casa también lo veo bien, cómo no. Pero ese es el igualitarismo masculino por pasiva; o sea, que ellas no se corten de hacer lo mismo que yo, pero a mí me da no sé qué igualarme en lo suyo, de pronto me pongo como nervioso y me siento inútil y tal y cómo voy a freir un huevo con estas manazas, ¿eh?. Y, claro, de esa manera es fácil que tengamos que tragar con cuotas, desplantes y discursos sobre la doble explotación de las damas, sin que les falte razón para cantarnos las cuarenta.
Así que, compañeros, el feminismo y el igualitarismo se demuestra andando, andando con el pañal, con el delantal, con el carro de la compra, con la jaqueca y con las mismas razones para acostarse molido y sin estar para nada más. ¿O qué se creían? Además, que conste, con una silla infantil y un niño a bordo se liga un montón en los grandes almacenes y en los cafés. Bien está saberlo, por lo que tiene de advertencia para las consortes: no las necesitamos tanto ni en una cosa ni en otra, así que ojito.
Terminemos con el modelo “católico” de igualdad, tan propio de los machos que se declaran creyentes pero no practicantes.
Y ahora, mientras Elsa duerme su siesta, voy a ponerme un cafetillo y a sentarme un rato con buen novelón. Que estoy rendido, hija.

02 julio, 2009

Columnistas

(Publicado hoy en El Mundo de León)
Además de escribir esta columna semanal, gracias a la amable hospitalidad de este periódico, y alguna otra cosilla por ahí, soy un voraz lector de columnas. Cada uno tiene sus vicios, qué le vamos a hacer.
Entre los columnistas hay de todo, como en botica, pero no sería difícil hacer una buena clasificación. Está, por ejemplo, el perpetuo cabreado, despotricador indomable al que pareciera que la úlcera castiga sin piedad o que no le dan gusto en ningún lado (algo me hace identificarme, modestamente). También el pedantón, que es incapaz de comenzar un texto sin una cita de Tito Livio o una referencia a una cosa que dijo un día un artista muy famoso en una tertulia en la que, casualmente, estaba él, el columnista. Y qué me dicen del que es tan agudo que, en medio de esta perfecta identidad de fondo entre los partidos dominantes, logra distinguir y clasificar con perspicacia tal, que las mismas ideas, expresada hoy por el presidente del gobierno y mañana por el líder de la oposición, le parecen ideas distintas y merecedoras de juicios bien diversos.
Pero mi favorito, el que más me divierte, es el columnista tópico, el meneador compulsivo de lugares comunes, frases hechas y variados refranes. Allá por abril o primeros de mayo glosa, año tras año, la llegada de la primavera, nos recuerda que la sangre altera, pero dentro de un orden, y que hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo, y se recrea en amables alusiones a lo bonitos que se ponen los parques y a cómo resuenan las risas de los niños en las calles. En febrero ha publicado su articulillo anual sobre la llegada de las cigüeñas y cuán hermosas se ven las agujas de la catedral con el cielo invernal y el pájaro encima. Antes, en navidad, no sólo ha rememorado que hace un frío que pela, como corresponde a la estación, sino que también ha mencionado la alegría de los niños con los regalos y la conveniencia de no pasarse de consumistas, pues hay gente que padece hambre y no está bien la ostentación. Al columnista tópico le gustan mucho los niños y ayudar a las viejecitas a cruzar las calles. De la demás gente no habla apenas, para no complicarse la vida y porque nunca se sabe quién va a gobernar mañana. Parece algo bobo, pero no lo es.

01 julio, 2009

Acabemos también con la sociedad civil

Hace unos días decíamos aquí, con el correspondiente punto de ironía y la parte necesaria de reflexión pretendidamente seria, que se debería terminar con el llamado Estado del bienestar, pues induce malestar en los que de él más se benefician y no saca de sus penurias a los que teóricamente deberían justificar su acción. Hoy vamos un paso más allá y proponemos acabar con el papel teórico y práctico de ese peculiar engendro llamado sociedad civil.
Son muchas las doctrinas filosófico-políticas que, con la consabida tendencia a desmenuzar fantasmagorías y convertirlas en clave para la construcción de la Ciudad de Dios, en versión secularizada, aluden al papel crucial de la sociedad civil para que haya democracia la mar de deliberativa, para que se expandan las virtudes del republicanismo cívico, para que el mercado se autocontrole con el mismo rigor y eficacia con que se autodomina cualquier psicópata y para que la gente no se sienta sola en la bolera. Pues vale. Sobre el papel suena bonito. Quiere decirse que la representación política malamente funciona cuando el llamado conglomerado social no es más que el agregado de unos millones de individuos puramente autointeresados y que van nada más que a su bola y a sus negocios; que con dificultad se articulará una auténtica voluntad ciudadana cuando cada quisque ni se habla con su vecino ni se interesa por las circunstancias de su barrio ni se compadece de las penas del cuitado con el que a diario se cruza; que no hay ética sin virtud ciudadana ni constitución que se aguante sin patriotismo constitucional y sin una voluntad general que se pode el componente egoísta que contamina la voluntad de todos cuando no es más que la voluntad de cada uno que quiere pisar, legalmente, eso sí, la cabeza al de al lado. Ciertamente. Y entonces hacen falta muchos cuerpos intermedios, democracia asociativa, pluriempleo discursivo del ciudadano, que ahora interviene en la asamblea del sindicato, más tarde asiste a la manifestación en defensa del medio ambiente y después de comer acude a arrimar el hombro a la asociación de consumidores para discutir sobre la mejor manera de poner a raya esos aditivos indigestos que le añaden al paté de oca alimentada con transgénicos. Estupendo, pero no. También sería maravilloso que los ladrones se tornaran gente honrada, los especuladores fundaran oenegés altruistas y los curas no bendijesen las hostias de los tiranos. Ya puestos...
No es que esta cosa llamada sociedad actual en Estados opulentos carezca de nexos aglutinadores y de motivos para dialogar a calzón quitado y con afán más o menos sano. Pero los tiros van por otro lado. La gente acude en masa a los estadios de fútbol, debate con minucia de teólogo liberado los últimos fichajes del su equipo-iglesia, comenta antes de la hora del café, durante la hora y pico del café y después del café los avatares genitales de la última edición del Gran Hermano y se atraganta de puro patriotismo ante las evidentes afrentas que la Nación sufre en el festival de Eurovisión. Y para de contar. Los sindicatos quedan para los sindicalistas profesionales, que se liberan por la puerta de atrás, las asociaciones de vecinos son una excelente vivero para que los partidos políticos encuentren candidatos a concejales, previa prueba de disciplina, inglesa y propiamente municipal, y otros cientos de asociaciones sirvan más que nada para que cuatro gatos ensayen oratoria de rastrillo y liguen con los y las del mismo uniforme mental. Es una pena, no debería ser así, pero es lo que hay.
Y sucede que eso que no tiene nombre propiamente dicho y que siempre llamamos el Sistema o el Poder hace su agosto fingiendo que dialoga y negocia con la sociedad toda al escuchar a sindicatos sin militancia y a asociaciones sin más cuerpo social que cuatro fanáticos del tópico manido. Pura impostura y descarado manejo. Tres ecologistas y medio paralizan una autopista o el tendido del AVE, cinco pacifistas pasan por expresión de un país pacífico, dos extremeños obsesos del idioma checo hacen una huelga de hambre relativa y consiguen que el checo se reconozca en las escuelas de Getafe como segunda lengua, tres bercianos que no logran despegarse la boina ni con ayuda de una grúa se empeñan en que el Bierzo es nación y hacen que se reúna en Cacabelos la Asamblea de Pueblos Oprimidos Por Donde Más Jode. Y así sucesivamente. No es que no tengan razón de ser y buenos argumentos el ecologismo, el pacifismo y cualquier otro ismo que se precie y que no vaya contra la corriente del discurso fetén, no es eso. Lo que sucede es que el pueblo pasa y los que hablan por el pueblo pasan por ser el pueblo. Y digo yo que eso tampoco está bien. No estaba bien cuando lo hacía la aristocracia, no está bien cuando lo hace alguna iglesia, no está bien en ningún caso. Que cada cual se exprese, proteste, se manifieste y se una con los de su misma idea, pero que hablen solamente por sí y por lo que representan: si son cien, por cien, si son mil, por mil. O sea, y vale el caso para lo mismo: pues como cuando se manifiestan y gritan lo católicos y entendemos –o debemos de entender- que lo que dicen no cuela como sentir común y general. Pues lo mismo, y eso que los católicos son más (o eso dicen).
Y, entonces, ¿qué hacer? Pues que todo el mundo hable lo que tenga que hablar y diga lo que tenga que decir, pero que las decisiones se tomen entre todos. ¿Cómo? En principio, en el Parlamento y, en los temas peliagudos y que toquen de cerca a los habitantes de acá o a los ciudadanos de allá, mediante democracia directa. Referendos y a volar. Porque, si no, nos quedamos a dos velas y sin pito que tocar los individualistas solidarios, los solitarios compasivos, los que no tenemos ni tiempo ni paciencia para marear la perdiz en la reunión y la asamblea del grupúsculo, pero queremos codecidir y que no se nos confunda.