(Publicado el 28 de febrero en la edición andaluza de El Mundo)
(In memoriam de Juan Muñoz Pérez, agricultor y socio fundador de Arbequisur)
Hace unos días conversaba con un colega de la universidad acerca del nivel tan bajo en el que estaban las universidades andaluzas en los rankings internacionales. Éste afirmaba que había una forma inmediata de conseguir que la Universidad de Sevilla (US) estuviera entre las mejores universidades del mundo, sólo había que conseguir que los mencionados rankings sólo consideraran para la evaluación a determinados Grupos de Investigación. Él había hecho la simulación escogiendo adecuadamente a 50 Grupos que englobaban a unos 300 profesores y, aplicando estrictamente los criterios utilizados, la US aparecía entre las mejores del mundo. Este ejercicio muestra la existencia de las denominadas “Islas de Excelencia” en el mar de la mediocridad universitaria. (Algo, por otra parte, muy común en el sistema universitario español).Experimento similar puede hacerse analizando la situación en Andalucía, ya que al igual que la US, ocupa uno de los últimos lugares en la clasificación de las regiones europeas si atendemos a criterios que sirven para medir el progreso social: número de desempleados, informe sobre el nivel educativo, desarrollo industrial, etc. Pero ¿por qué no hacer lo mismo que hizo mi colega?. Sólo hay que elegir algunos pueblos, algunas comarcas, algunos colegios de enseñanza media, algunas actividades empresariales, en definitiva: no es difícil encontrar en la sociedad que nos rodea individuos o instituciones que, con su iniciativa, su esfuerzo, su formación y dedicación sacan adelante proyectos que elegidos como muestra única y que, prescindiendo del resto de los andaluces, podrían mostrar a Andalucía como una de las mejores regiones de Europa. No descarto, incluso, encontrar buenos trabajadores, productivos y eficientes, en la Función Pública.
Desgraciadamente, y después de más de treinta años de gobiernos autónomos en Andalucía, el progreso de la sociedad andaluza no ha permitido a esta globalmente equipararse a las regiones “ricas” europeas. Fueron sueños de progreso los que alimentaron las promesas que permitieron que, de forma sistemática, se sucedieran gobiernos del PSOE en Andalucía. Sueños alimentados también por generosas donaciones provenientes de países ricos de Europa. Y ocurrió como en la US que, algunos -los menos-, hicieron sus deberes y se equipararon con sus homólogos europeos. Así hay zonas sociales o geográficas andaluzas perfectamente definidas donde emprendedores se embarcaron en el riesgo con la confianza que les daba el esfuerzo, el conocimiento y su entusiasmo. Fueron capaces de crear riqueza y bienestar, disminuir de forma significativa el desempleo y demostrar que una de las claves del progreso estaba, y está, en la iniciativa personal.
Son instituciones, formas de trabajar, estructuras de incentivos, tradiciones paternalistas y “limosneras”, las que ahogan a tantos y tantos buenos trabajadores e innovadores de Andalucía. ¿Cuántos conocemos a jóvenes brillantes que entran en su primer trabajo con ganas de hacer grandes cosas y cuya savia nueva es machacada por compañeros perezosos o sistemas de trabajo ineficientes? Hay que repensar nuestra actitud ante nuestro papel en la economía y en el ágora pública: como consumidores y trabajadores, ciudadanos, contribuyentes, incluso como padres cuando inculcamos a nuestros hijos valores de sacrificio, esfuerzo y honestidad.
¿Podemos ver una luz al final del túnel? Si la suma de lo micro hace lo macro, todos podemos aportar nuestro granito de arena en el esfuerzo por el progreso. Podemos censurar los sistemas de incentivos en los que todos reciben lo mismo, independientemente de si su trabajo es mejor o peor. Podríamos quejarnos cada vez que vemos una casta económico-política privilegiada y protegida, aún siendo claramente ineficiente y perjudicial para el interés común. Incluso planificar nuestras finanzas personales a la luz de una crítica sobre si nos podemos permitir determinados gastos suntuarios o sobre si son realmente necesarios.
Volviendo al caso de mi colega, éste destacaba que, ante la mediocridad en los rankings , algunas Universidades estaban interpretando un papel patético en lo que denominada “liguilla local” que organizó recientemente el Ministerio de Educación, y que pomposamente llamó “Campus de Excelencia”. Muchos sospechamos que el único objetivo de estas convocatorias no es más que compensar el pésimo papel que ocupan todas las universidades españolas y darles una pátina de “honorabilidad” que no consiguen compitiendo en ligas “mayores”. En Andalucía se crean instituciones académicas para satisfacer las ambiciones personales (en la mayoría de los casos ambiciones de científicos de muy bajo nivel) con el único mérito de pertenecer, o estar muy cerca, del partido político que gobierna tras más de tres décadas. Incluso estos “chiringuitos”, alimentados con el dinero que proviene de nuestros impuestos, hacen competencia desleal a iniciativas que deberían hacer auténticos emprendedores capaces de crear riqueza y empleo. Y lo peor es que este mismo modelo se está aplicando el entramado que forman las Diputaciones, Empresas Públicas, Fundaciones, etc. lugares donde acaban políticos cesantes de cargos electos, incapaces de encontrar por sus propios méritos ningún puesto de trabajo.
A los andaluces se les está creando otra deuda histórica. Al final del régimen franquista los andaluces nos encontramos con que la distancia en bienestar social con el resto de las regiones ricas españolas y europeas era demasiado grande, y nos creímos que nos debían la ayuda necesaria para igualarnos a ellas. Han pasado más 30 años y seguimos igual. Pero ahora debemos saber que es con nuestro esfuerzo personal, y no con subvenciones, con lo que podremos integrarnos en el bienestar de una sociedad moderna. Deberíamos ya a empezar a exigir una nueva “Deuda Histórica”, exigir que se nos permita progresar. Para ello mimemos a los emprendedores, esos que conocemos en nuestro entorno, permitámosles crecer, elegir a los trabajadores que mejor hagan funcionar a sus empresas. Liberémoslos de impuestos y trabas burocráticas. Que nuestros impuestos sirvan para crear infraestructuras eficientes, y no para subvencionar inútiles iniciativas. En definitiva hagamos el esfuerzo de creer que somos nosotros los que tenemos que salir de la crisis que amenaza con ser endémica en demasiadas regiones de Andalucía.
Hace unos días conversaba con un colega de la universidad acerca del nivel tan bajo en el que estaban las universidades andaluzas en los rankings internacionales. Éste afirmaba que había una forma inmediata de conseguir que la Universidad de Sevilla (US) estuviera entre las mejores universidades del mundo, sólo había que conseguir que los mencionados rankings sólo consideraran para la evaluación a determinados Grupos de Investigación. Él había hecho la simulación escogiendo adecuadamente a 50 Grupos que englobaban a unos 300 profesores y, aplicando estrictamente los criterios utilizados, la US aparecía entre las mejores del mundo. Este ejercicio muestra la existencia de las denominadas “Islas de Excelencia” en el mar de la mediocridad universitaria. (Algo, por otra parte, muy común en el sistema universitario español).Experimento similar puede hacerse analizando la situación en Andalucía, ya que al igual que la US, ocupa uno de los últimos lugares en la clasificación de las regiones europeas si atendemos a criterios que sirven para medir el progreso social: número de desempleados, informe sobre el nivel educativo, desarrollo industrial, etc. Pero ¿por qué no hacer lo mismo que hizo mi colega?. Sólo hay que elegir algunos pueblos, algunas comarcas, algunos colegios de enseñanza media, algunas actividades empresariales, en definitiva: no es difícil encontrar en la sociedad que nos rodea individuos o instituciones que, con su iniciativa, su esfuerzo, su formación y dedicación sacan adelante proyectos que elegidos como muestra única y que, prescindiendo del resto de los andaluces, podrían mostrar a Andalucía como una de las mejores regiones de Europa. No descarto, incluso, encontrar buenos trabajadores, productivos y eficientes, en la Función Pública.
Desgraciadamente, y después de más de treinta años de gobiernos autónomos en Andalucía, el progreso de la sociedad andaluza no ha permitido a esta globalmente equipararse a las regiones “ricas” europeas. Fueron sueños de progreso los que alimentaron las promesas que permitieron que, de forma sistemática, se sucedieran gobiernos del PSOE en Andalucía. Sueños alimentados también por generosas donaciones provenientes de países ricos de Europa. Y ocurrió como en la US que, algunos -los menos-, hicieron sus deberes y se equipararon con sus homólogos europeos. Así hay zonas sociales o geográficas andaluzas perfectamente definidas donde emprendedores se embarcaron en el riesgo con la confianza que les daba el esfuerzo, el conocimiento y su entusiasmo. Fueron capaces de crear riqueza y bienestar, disminuir de forma significativa el desempleo y demostrar que una de las claves del progreso estaba, y está, en la iniciativa personal.
Son instituciones, formas de trabajar, estructuras de incentivos, tradiciones paternalistas y “limosneras”, las que ahogan a tantos y tantos buenos trabajadores e innovadores de Andalucía. ¿Cuántos conocemos a jóvenes brillantes que entran en su primer trabajo con ganas de hacer grandes cosas y cuya savia nueva es machacada por compañeros perezosos o sistemas de trabajo ineficientes? Hay que repensar nuestra actitud ante nuestro papel en la economía y en el ágora pública: como consumidores y trabajadores, ciudadanos, contribuyentes, incluso como padres cuando inculcamos a nuestros hijos valores de sacrificio, esfuerzo y honestidad.
¿Podemos ver una luz al final del túnel? Si la suma de lo micro hace lo macro, todos podemos aportar nuestro granito de arena en el esfuerzo por el progreso. Podemos censurar los sistemas de incentivos en los que todos reciben lo mismo, independientemente de si su trabajo es mejor o peor. Podríamos quejarnos cada vez que vemos una casta económico-política privilegiada y protegida, aún siendo claramente ineficiente y perjudicial para el interés común. Incluso planificar nuestras finanzas personales a la luz de una crítica sobre si nos podemos permitir determinados gastos suntuarios o sobre si son realmente necesarios.
Volviendo al caso de mi colega, éste destacaba que, ante la mediocridad en los rankings , algunas Universidades estaban interpretando un papel patético en lo que denominada “liguilla local” que organizó recientemente el Ministerio de Educación, y que pomposamente llamó “Campus de Excelencia”. Muchos sospechamos que el único objetivo de estas convocatorias no es más que compensar el pésimo papel que ocupan todas las universidades españolas y darles una pátina de “honorabilidad” que no consiguen compitiendo en ligas “mayores”. En Andalucía se crean instituciones académicas para satisfacer las ambiciones personales (en la mayoría de los casos ambiciones de científicos de muy bajo nivel) con el único mérito de pertenecer, o estar muy cerca, del partido político que gobierna tras más de tres décadas. Incluso estos “chiringuitos”, alimentados con el dinero que proviene de nuestros impuestos, hacen competencia desleal a iniciativas que deberían hacer auténticos emprendedores capaces de crear riqueza y empleo. Y lo peor es que este mismo modelo se está aplicando el entramado que forman las Diputaciones, Empresas Públicas, Fundaciones, etc. lugares donde acaban políticos cesantes de cargos electos, incapaces de encontrar por sus propios méritos ningún puesto de trabajo.
A los andaluces se les está creando otra deuda histórica. Al final del régimen franquista los andaluces nos encontramos con que la distancia en bienestar social con el resto de las regiones ricas españolas y europeas era demasiado grande, y nos creímos que nos debían la ayuda necesaria para igualarnos a ellas. Han pasado más 30 años y seguimos igual. Pero ahora debemos saber que es con nuestro esfuerzo personal, y no con subvenciones, con lo que podremos integrarnos en el bienestar de una sociedad moderna. Deberíamos ya a empezar a exigir una nueva “Deuda Histórica”, exigir que se nos permita progresar. Para ello mimemos a los emprendedores, esos que conocemos en nuestro entorno, permitámosles crecer, elegir a los trabajadores que mejor hagan funcionar a sus empresas. Liberémoslos de impuestos y trabas burocráticas. Que nuestros impuestos sirvan para crear infraestructuras eficientes, y no para subvencionar inútiles iniciativas. En definitiva hagamos el esfuerzo de creer que somos nosotros los que tenemos que salir de la crisis que amenaza con ser endémica en demasiadas regiones de Andalucía.
*Luis F. Rull es catedrático de Física Teórica de la Universidad de Sevilla y muy querido amigo de este blog y de su mantenedor.
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