29 diciembre, 2010

Sobre esfuerzo y mérito de los estudiantes. Reflexiones de "un amigo"

Hace unos días poníamos aquí, con algo de entusiasmo, un editorial del diaro La Nueva España que se titulaba "Estudiar sin esfuerzo, un objetivo imposible". De los buenos comentarios recibidos, quiero pasar a primera plana este que nos ha enviado hoy el amigo "un amigo". Pone el dedo en otra llaga de este cuerpo social y educativo que está hecho unos zorros o, como decíamos en Asturias los que hablábamos bable sin estudiarlo en un cursillín, que está hecho una "llaceria".
Gracias, "un amigo". Creo que tiene usted mucha razón. La pregunta sobre la que tenemos que echar un día de estos unas parrafadas es esta: ¿cómo nos las ingeniaremos para montar una sociedad decentemente meritocrática?
Ahí va
:


Todo muy bien, muy bonito, y sin duda podemos estar bastante de acuerdo y añorar los tiempos en los que una sustanciosa minoría nos esforzábamos estudiando, y cómo.

Pero me gustaría, sin contraponerme a nadie, romper una lanza por mis muchachos. Resulta que he aprendido a respetar la inteligencia de las personas, incluso cuando su conducta parece a primera vista inmotivada. Y algo de ello ocurre en este caso.

Creo que el análisis del editorial, que es indudablemente bienintencionado y afirma algunas cuestiones innegables, cojea en un punto. A saber, discurre sobre la enseñanza, y sobre la Universidad, como si de un sistema cerrado se tratase: señala un vicio, que dentro de este sistema cerrado se corrige con una virtud, y basta. Contra pereza, diligencia, como nos enseñaban un tiempo.

Pero no es así. La enseñanza es un sistema abierto, analítica y operativamente inseparable del sistema de mayor orden -la sociedad- que la alberga. Y aquí meto mi cuña. ¿No será que los chavales rehúyen el esfuerzo en el ámbito restringido (la enseñanza) porque observan -certeramente, a mi modo de ver- que el esfuerzo es poco o nada retribuido en el ámbito general (la sociedad)?

Les propongo ejemplos concretos. Piensen a las cien personas que cortan el bacalao en el PP; en el PSOE; en el PNV; en CiU. Piensen en los cien directivos más importantes de las cuatro empresas españolas con mayor capitalización bursátil. Pensemos a los cien pintores españoles más cotizados, o a los cien escritores que más venden, o a los cien músicos que más derechos cobran de la sgae. Pensemos en los cien catedráticos de universidad más salamelequeados en sus universidades y áreas de conocimiento. Piensen en los cien directivos de clubes y federaciones deportivas de mayor relieve, con más títulos y mayores presupuestos.

Y ahora respóndase cada uno a sí mismo,¿creen ustedes que haya una mayoría de casos puramente meritocráticos, es decir cincuenta y uno, dentro de cada uno de esos centenares? Ya imaginan cuál sea mi percepción – y en alguno concreto de esos colectivos ya me daría con un canto en los dientes por encontrar diez casos meritocráticos de entre los cien.

Las habilidades que encumbran a muchos ‘de los que son’ … no son precisamente el esfuerzo, el mérito, el trabajo abnegado y concienzudo.

Resumiendo. ¿No les estaremos pidiendo a los estudiantes que actúen como si la sociedad fuera meritocrática? ¿O no estaremos pidiéndoles que apliquen las reglas del juego del ajedrez, cuando la partida es de póquer, simplemente porque nosotros querríamos –bienintencionadamente, repito– que lo fuera de ajedrez?

Mi punto final. Si queremos una enseñanza refundada sobre los principios del esfuerzo individual, del mérito personal, de la profesionalidad y de la sustancia, no basta con exhortaciones a ser buenos y a estudiar más. Hay que hacer algo distinto – hay que estar dispuesto a comprometerse radicalmente por reorganizar la entera sociedad sobre esos principios. De otra manera, los estudiantes … o van a dejar de estudiar, o van a seguir ‘estudiando’ con los criterios que ven aplicados alrededor en su cotidianidad, o se van a ir a los sitios –cada vez menos– donde el mérito sirva para algo.

2 comentarios:

  1. Gracias por el no muy merecido relieve, pues es una reflexión aún cruda (con las preposiciones mal puestas y todo, qué cante).

    Pruebo a darle una vuelta añadida en la parrilla. Hace muuucho tiempo empleé una metáfora magiapiragiana en esta misma bitácora y se armó la de dios es cristo. Como el homo sapiens está evidentemente especializado en retropezar en la misma piedra, probaré de nuevo, esperando hacerlo esta vez de forma menos torpe.

    Si tuviese yo ... una varita mágica en la mano, ¿qué les aumentaría, a estos mis ex-alumnos? ¿Los conocimientos de lengua y humanidades? Les harían buena falta, pero no, no. ¿Los de matemáticas y física? Quía, aunque ciertamente no brillen en ello. ¿Los de inglés? Ni por asomo, aunque muchos tendrían dificultad para conversar informalmente cinco minutos. ¿Los de informática? Por favor, no me hagan reír.

    Nada de eso. En cambio, les asestaría un ganoso varetazo mágico en las partes del inconformismo, y otro bien picón en las del coraje, para hinchárselas bien hinchadas ambas las dos. Porque es lo que se me antoja que peor traen, con mucho, a la vida que se pretende adulta. Porque nosotros, sentimentalismos aparte, ya estamos avistando en lontananza la línea de llegada -otra cosa es que pretendamos alargar el carrete lo que buenamente se pueda-. Porque a ellos y sólo a ellos corresponde intentar salirse del merdé identitario, ideológico, derrochador, consumista, individualista, telespectador, hipócrita donde los hemos dejado enterrados hasta los sobacos. A nosotros nos van en ello un par de charletas y las comodidades pequeñoburguesas de los años de jubilación. A ellos les va la vida, así como suena.

    Que diga uno, que digan dos, que digan diez millones, cien, "a este juego yo no juego". Y que unan sus actos a sus palabras, de un día para otro.
    Ese esfuerzo -el mayor de todos- es el que les (nos) hace de veras falta.

    O si no ... que prosiga el interesante experimento biológico, en un rinconcito perdido de la vía láctea. ¿Tiene acaso la menor importancia su resultado?

    ...

    Salud,

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  2. No estoy de acuerdo con su supuesto; que los chavales no se esfuercen porque puedan estar observando que el esfuerzo no se premia en esta sociedad no vale, porque eso no es algo novedoso, ¿o es que hace 20 años, pongamos antes de entrar en vigor la LOGSE, todo era meritocracia en nuestra sociedad? No, mire usted; es como lo que dicen algunos "expertos" en educación de esos que no han visto a un chaval de 14 años en clase en toda su vida profesional, que hay que adpatarse a los tiempos que corren. Pues yo, y muchos como yo, decimos que no; que la educación podría servir de contención a toda la postmordenidad y los absurdos valores que promueve si se contara cona ley medianamente decente y se pudiera seguir haciendo lo que en educación hay que hacer: intentar transmitir a las nuevas generaciones los conocimientos, la cultura, el patrimonio de la humanidad, no sólo para que sepan desenvolverse en esta sociedad sino para que puedan ir haciendo las revoluciones que consideren oportunas para hacer de este mundo un lugar mejor. En resumen: la escuela no tiene por qué ser un reflejo de la sociedad, y si no se puede evitar totalmente, al menos se puede intentar luchar contra lo que se considere malo. Resignarse es además de bobo indecente.
    Saludos desde Crisis Educativa

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