Tenemos por aquí un buen y serio debate abierto, sobre propiedad intelectual y... descarga de archivos y muchas cosas muy interesantes. Los puntos suspensivos de hace un momento se deben a lo mucho que me llama la atención el derroche de la sensibilidad cuando se dice “pirateo”. Que se carga la semántica no sé cómo y que así no se juega. De acuerdo, de acuerdo. Pero a lo mejor uno de estos días me pido que nadie diga machismo cuando habla de machismo, pues yo soy varón y quizá me hiera el término y, además, habría mucho que discutir sobre cuándo una conducta es machista o no y sobre el tratamiento legal que el asunto puede merecer. Y lo que vale para esos ejemplos vale quizá también cuando hablamos de homicidio, mala educación, despiste o vaya usted a saber qué cosa. Lo que estamos consiguiendo entre todos, me temo, es confundir la realidad con el deseo, las reglas -vigentes para todos, mientras estén vigentes- con los principios de cada cual, y así. Cualquier día oiremos a un violador auténtico gritarle a alguien lo de “usted a mí violador no me llama, pues yo estaré yaciendo con esta señora -o señor- sin consentimiento, pero el término violador tiene connotaciones horribles y, además, quién es usted para echarme la ley encima, si yo creo que la ley habría que cambiarla y, además, nadie escucha lo que venimos gritando desde la Asociación de Amigos del Sexo a la Fuerza. Y qué le dices si se te pone así, vamos a ver.
Ya me he despistado. Iba a otra cosa. No a debatir sobre el fondo, sino a contar cómo va lo mío, pues me he embarcado en lo de los libros electrónicos y quiero poner en relación mis teorías -y la de los amigos de aquí- con mis hechos. Ya les cuento.
Les había dicho que en navidades me compré un lector muy majo. Ya lo manejo con toda la soltura que cabe para estas edades. ¿Y saben cuántas novelas lleva ya en sus entrañas? Casi mil. Ayer mismo bajé más de quinientas de una dirección que es una mina, una locura. Tiene miles y miles de libros en un formato raro, pero también he averiguado ya de dónde se descargan programas para cambiar sin problema de un formato a otro. Total, y resumiendo, que usted encuentra en la red, y gratis, prácticamente cualquier cosa que busque de cualquier autor. Eso, a día de hoy, es así. No tengo ni idea de quién y por qué hace el considerable esfuerzo de colgar tanto libro..., pirateado no, como se diga. Digitalizado, debe de ser.
Me tengo -¿o me tenía?- por un aceptable comprador de libros, en especial literatura. ¿Seguiré igual o gastaré menos -o mucho menos- en adelante? Ah, ahí está la cuestión. ¿Seré representativo del comprador estándar de libros? Por qué no. Si lo soy y en el futuro adquiero menos, resultará verdad que el mercado de los libros sufrirá lo suyo.
Pues yo creo que sí, que ya no voy a gastar tanto en libros en papel. Además, estoy muy satisfecho con mi lector: perfecta calidad de la pantalla y la letra, lectura muy cómoda, posibilidad de marcar páginas, subrayar, hacer anotaciones en los márgenes...
¿Qué creo que me va a ocurrir? Seguirá gustándome tener en papel y ver en las estanterías de mi casa ciertas obras de los grandes, pero estoy casi seguro de que no volveré a gastar un euro en muchas de esas novelas que uno lee y luego amontona porque no son de releer propiamente. Por poner un caso, me parece que ya no me agenciaré más novela negra en papel. ¡Está todo en la red! ¡Tengo todo ya en mi cacharro! Cuando digo todo, digo todo, desde los clásicos (Hammet, Chandler..) hasta los últimos buenos, españoles y de fuera; incluso suecos y noruegos y un islandés, fíjense qué nivel.
Es verdad que hay que afinar el cálculo. Nadie se compraría en edición de imprenta tantos libros como puede descargar. Por cuestiones de sitio para colocarlos, por dificultad para ordenarlos y..., por dinero, claro. Si a mis setecientas novelas les pongo un modesto precio medio de doce euros, me salen ocho mil cuatrocientos euros. Es lo que valdría, en papel, esa literatura que me he procurado... gratis. Pero no es que las editoriales y librerías se hayan perdido esos ocho mil y pico machacantes míos, ya que no todos los habría comprado. La clave está en esta otra pregunta: ¿cuántos de esos setecientos que he conseguido por la cara habría mercado en librería, si no los tuviera de ese otro modo? No lo sé. Pero, tirando por lo bajo, por lo menos veinte o treinta. ¿Se compensará esa pérdida -para ellos- de algún modo? Lo ignoro. De momento, no parece que el descubrir gratis a un autor que me apasione me vaya a llevar a adquirir sus obras en papel; me incitará a... piratearlas (huy, discúlpenme), pues en la red -por lo que he visto- las encontraré seguro.
He leído hace un rato el trabajo que viene en El País sobre todo esto, titulado “A un paso del duelo final”. No me aclara gran cosa, salvo que nadie sabe nada. Hablan primero de Bubok. Algunos de los resultados del último proyecto de investigación que he dirigido están publicados como libro ahí. Es un sistema estupendo. Nosotros elegimos que el libro sea gratuito y pueda descargarlo cualquiera. Si alguien lo quiere en papel, puede pedirlo, se lo sirven en menos de una semana y cuesta unos quince euros. La ventaja grande, bajo mi punto de vista, es que te libras por completo de las servidumbres de las editoriales comerciales, que primero te dicen que no les interesa lo tuyo, luego te añaden que si pones tres mil euros te lo sacan, nunca te dan contrato a firmar ni te reconocen derechos de autor, después, milagrosamente, te avisan de que van a imprimir una segunda edición porque la primera se agotó -conozco casos- pero siguen vacilándote y sin pagarte porque la vida está muy achuchá y, entretanto, te insisten en que quites cien páginas de tu original y en que retires ese párrafo donde dices “mamonas” y “pajilleros”. A la porra. Quien escribe sobre materias académicas para dialogar con los colegas y estudiantes y mostrarles su trabajo a ellos tiene que poner sus cosas en la red, en lugar de andar suplicando como un pobre menesteroso a un editor de Ciudad Real o Basauri que primero te desprecia, después te vacila y por fin saca una pasta a tu costa pero se enfada si no le das las gracias y no publicas con él -gratis también- un manual de tu asignatura. Ah, por cierto, Bubok y las demás editoras gestionan ellas solas ISBN y demás datos para poner en la aplicación de las acreditaciones. No problem.
Siguiendo con lo de El País, luego echo una mirada a la página de Copirrait, plataforma que agrupa a muy famosos y meritorios “creadores”. Defensas encendidas de la Ley Sinde. Van de cráneo. Contra los hechos valen poco las normas. Y los hechos son: a) yo puedo descargar hoy, en un solo día, cinco mil novelas de las que pueblan ahora mismo los estantes de una buena librería; b) mi acción no es ilegal; c) para perseguirme a mí y a quienes como yo hicieran, habría que convertir el Estado en un engendro autoritario y sin garantías procesales y sustantivas, habría que poder espiarme, controlar mi uso de la red, etc; d) A los “piratas” (perdón, perdón; era con ironía y mucho cariño) que disponen los servidores con ese material échales un galgo; cambian de “alojamiento” y se reproducen con mucha facilidad, se evaden a “paraísos cibernéticos” (mira qué bonita expresión, como los paraísos fiscales), etc., etc. Nada que hacer, impotencia, puertas al campo, agua en un cesto. O cambian las bases de la producción, el mercado y los modos de retribuir a autores, editores y demás, o se acabó lo que se daba. ¿Se acabó lo que se daba?
Seguirá habiendo novelistas y poetas, pero quizá los primeros no puedan seguir viviendo de sus escritos, igual que no viven de ellos los segundos, salvo uno de León que siempre sufre en sus versos porque la dictadura -contra la que retroactivamente está luchando a brazo partido- le puso casa y Zapatero premios y conferencias en los Cervantes del mundo. O tendrán que inventar maneras de obtener algún lucro precisamente a través de la red y con los intercambios que en ella tengan con sus lectores. A lo mejor se democratiza el mundo literario y ya no hay que ser de la cuerda de algún capo catalán o darle gusto al tal para verse editado. Te autoeditas tú en la web y los cibernautas deciden... No sé.
Lo que tiene guasa es lo de Libranda, lo de los editores españoles. También, siguiendo el artículo de El País, volví a mirar su página. Un horror. Y cómo esconden en su catálogo los precios de las ediciones electrónicas, los cabritos. ¿Cuáles precios? Algunos ejemplos a vuelapluma. Muñoz Molina -autor al que admiro mucho-, La noche de los tiempos -su última novela-: en papel, 24,90 euros; en formato digital (e-pub): 17,49. Joyce Carol Oates, Infiel (estupendos cuentos, éste lo tengo en la estantería): en papel, 22 euros; digital, 9 euros. ¿Están locos? ¿Están locos de remate? ¿No se dan cuenta de que de internet se descargan por cero euros?
Ni estoy justificando el “pirateo” (perdón, lo siento, se me escapó otra vez) ni poniéndome de parte de los autores o las empresas. Lo que hace falta es encontrar caminos nuevos. Sigo diciendo que no ha de poder “colgar” cualquiera lo que le dé la gana, un escrito mío que me arrebata sin permiso y sin que yo lo hubiera regalado al público, una foto íntima de mi tía, los números -tristes- de mi cuenta corriente...; pero verdad es que constituye engaño grave pensar que el aire que respiramos o el agua de los ríos se puede vender envasado y a precios muy altos y que la gente lo va a comprar en lugar de respirar o bañarse sin coste.
Si a mí me dicen ahora mismo los de Editorial Anagrama (o los de Tusquets o los de Alfagura o los de Acantilado o los de Salamandra...) que por treinta euros tengo acceso a todo sus publicaciones de este año y puedo descargar lo que me dé la gana, y que por treinta más me abren su catálogo antiguo, ni me lo pienso, firmo de inmediato. Y, si quieren echarle imaginación, pues que den una clave para que una vez a la semana pueda chatear uno con su escritor favorito, o descuentos para irse de fin de semana barato a Madrid o Barcelona cuando hay presentaciones... Yo qué sé. Tienen que darse cuenta, en cualquier caso, de que ahora, para bien o para mal, la sartén por el mango la tiene la gente, y que para leer ya no hay materialmente necesidad de apoquinarles lo que pidan. Es como cuando a uno -que no soy ni seré yo, de verdad- le salen novias a porrillo y la parienta, envejecida y “musculosa”, se pone borde. Pues ya ves qué problema, corazón. Con las editoriales sucede lo mismo, nos guste o no nos guste y sean cuales sean a medio plazo las consecuencis para eso que llaman la cultura y que ya no se sabe qué es, si lo de los libros, lo de la gastronomía o lo de hablar sin decir tacos ni ofender a los nuestros aunque sean... Quieto parao, que he dicho que me reformo y me reciclo, en lugar de refocilarme.
Ya me he despistado. Iba a otra cosa. No a debatir sobre el fondo, sino a contar cómo va lo mío, pues me he embarcado en lo de los libros electrónicos y quiero poner en relación mis teorías -y la de los amigos de aquí- con mis hechos. Ya les cuento.
Les había dicho que en navidades me compré un lector muy majo. Ya lo manejo con toda la soltura que cabe para estas edades. ¿Y saben cuántas novelas lleva ya en sus entrañas? Casi mil. Ayer mismo bajé más de quinientas de una dirección que es una mina, una locura. Tiene miles y miles de libros en un formato raro, pero también he averiguado ya de dónde se descargan programas para cambiar sin problema de un formato a otro. Total, y resumiendo, que usted encuentra en la red, y gratis, prácticamente cualquier cosa que busque de cualquier autor. Eso, a día de hoy, es así. No tengo ni idea de quién y por qué hace el considerable esfuerzo de colgar tanto libro..., pirateado no, como se diga. Digitalizado, debe de ser.
Me tengo -¿o me tenía?- por un aceptable comprador de libros, en especial literatura. ¿Seguiré igual o gastaré menos -o mucho menos- en adelante? Ah, ahí está la cuestión. ¿Seré representativo del comprador estándar de libros? Por qué no. Si lo soy y en el futuro adquiero menos, resultará verdad que el mercado de los libros sufrirá lo suyo.
Pues yo creo que sí, que ya no voy a gastar tanto en libros en papel. Además, estoy muy satisfecho con mi lector: perfecta calidad de la pantalla y la letra, lectura muy cómoda, posibilidad de marcar páginas, subrayar, hacer anotaciones en los márgenes...
¿Qué creo que me va a ocurrir? Seguirá gustándome tener en papel y ver en las estanterías de mi casa ciertas obras de los grandes, pero estoy casi seguro de que no volveré a gastar un euro en muchas de esas novelas que uno lee y luego amontona porque no son de releer propiamente. Por poner un caso, me parece que ya no me agenciaré más novela negra en papel. ¡Está todo en la red! ¡Tengo todo ya en mi cacharro! Cuando digo todo, digo todo, desde los clásicos (Hammet, Chandler..) hasta los últimos buenos, españoles y de fuera; incluso suecos y noruegos y un islandés, fíjense qué nivel.
Es verdad que hay que afinar el cálculo. Nadie se compraría en edición de imprenta tantos libros como puede descargar. Por cuestiones de sitio para colocarlos, por dificultad para ordenarlos y..., por dinero, claro. Si a mis setecientas novelas les pongo un modesto precio medio de doce euros, me salen ocho mil cuatrocientos euros. Es lo que valdría, en papel, esa literatura que me he procurado... gratis. Pero no es que las editoriales y librerías se hayan perdido esos ocho mil y pico machacantes míos, ya que no todos los habría comprado. La clave está en esta otra pregunta: ¿cuántos de esos setecientos que he conseguido por la cara habría mercado en librería, si no los tuviera de ese otro modo? No lo sé. Pero, tirando por lo bajo, por lo menos veinte o treinta. ¿Se compensará esa pérdida -para ellos- de algún modo? Lo ignoro. De momento, no parece que el descubrir gratis a un autor que me apasione me vaya a llevar a adquirir sus obras en papel; me incitará a... piratearlas (huy, discúlpenme), pues en la red -por lo que he visto- las encontraré seguro.
He leído hace un rato el trabajo que viene en El País sobre todo esto, titulado “A un paso del duelo final”. No me aclara gran cosa, salvo que nadie sabe nada. Hablan primero de Bubok. Algunos de los resultados del último proyecto de investigación que he dirigido están publicados como libro ahí. Es un sistema estupendo. Nosotros elegimos que el libro sea gratuito y pueda descargarlo cualquiera. Si alguien lo quiere en papel, puede pedirlo, se lo sirven en menos de una semana y cuesta unos quince euros. La ventaja grande, bajo mi punto de vista, es que te libras por completo de las servidumbres de las editoriales comerciales, que primero te dicen que no les interesa lo tuyo, luego te añaden que si pones tres mil euros te lo sacan, nunca te dan contrato a firmar ni te reconocen derechos de autor, después, milagrosamente, te avisan de que van a imprimir una segunda edición porque la primera se agotó -conozco casos- pero siguen vacilándote y sin pagarte porque la vida está muy achuchá y, entretanto, te insisten en que quites cien páginas de tu original y en que retires ese párrafo donde dices “mamonas” y “pajilleros”. A la porra. Quien escribe sobre materias académicas para dialogar con los colegas y estudiantes y mostrarles su trabajo a ellos tiene que poner sus cosas en la red, en lugar de andar suplicando como un pobre menesteroso a un editor de Ciudad Real o Basauri que primero te desprecia, después te vacila y por fin saca una pasta a tu costa pero se enfada si no le das las gracias y no publicas con él -gratis también- un manual de tu asignatura. Ah, por cierto, Bubok y las demás editoras gestionan ellas solas ISBN y demás datos para poner en la aplicación de las acreditaciones. No problem.
Siguiendo con lo de El País, luego echo una mirada a la página de Copirrait, plataforma que agrupa a muy famosos y meritorios “creadores”. Defensas encendidas de la Ley Sinde. Van de cráneo. Contra los hechos valen poco las normas. Y los hechos son: a) yo puedo descargar hoy, en un solo día, cinco mil novelas de las que pueblan ahora mismo los estantes de una buena librería; b) mi acción no es ilegal; c) para perseguirme a mí y a quienes como yo hicieran, habría que convertir el Estado en un engendro autoritario y sin garantías procesales y sustantivas, habría que poder espiarme, controlar mi uso de la red, etc; d) A los “piratas” (perdón, perdón; era con ironía y mucho cariño) que disponen los servidores con ese material échales un galgo; cambian de “alojamiento” y se reproducen con mucha facilidad, se evaden a “paraísos cibernéticos” (mira qué bonita expresión, como los paraísos fiscales), etc., etc. Nada que hacer, impotencia, puertas al campo, agua en un cesto. O cambian las bases de la producción, el mercado y los modos de retribuir a autores, editores y demás, o se acabó lo que se daba. ¿Se acabó lo que se daba?
Seguirá habiendo novelistas y poetas, pero quizá los primeros no puedan seguir viviendo de sus escritos, igual que no viven de ellos los segundos, salvo uno de León que siempre sufre en sus versos porque la dictadura -contra la que retroactivamente está luchando a brazo partido- le puso casa y Zapatero premios y conferencias en los Cervantes del mundo. O tendrán que inventar maneras de obtener algún lucro precisamente a través de la red y con los intercambios que en ella tengan con sus lectores. A lo mejor se democratiza el mundo literario y ya no hay que ser de la cuerda de algún capo catalán o darle gusto al tal para verse editado. Te autoeditas tú en la web y los cibernautas deciden... No sé.
Lo que tiene guasa es lo de Libranda, lo de los editores españoles. También, siguiendo el artículo de El País, volví a mirar su página. Un horror. Y cómo esconden en su catálogo los precios de las ediciones electrónicas, los cabritos. ¿Cuáles precios? Algunos ejemplos a vuelapluma. Muñoz Molina -autor al que admiro mucho-, La noche de los tiempos -su última novela-: en papel, 24,90 euros; en formato digital (e-pub): 17,49. Joyce Carol Oates, Infiel (estupendos cuentos, éste lo tengo en la estantería): en papel, 22 euros; digital, 9 euros. ¿Están locos? ¿Están locos de remate? ¿No se dan cuenta de que de internet se descargan por cero euros?
Ni estoy justificando el “pirateo” (perdón, lo siento, se me escapó otra vez) ni poniéndome de parte de los autores o las empresas. Lo que hace falta es encontrar caminos nuevos. Sigo diciendo que no ha de poder “colgar” cualquiera lo que le dé la gana, un escrito mío que me arrebata sin permiso y sin que yo lo hubiera regalado al público, una foto íntima de mi tía, los números -tristes- de mi cuenta corriente...; pero verdad es que constituye engaño grave pensar que el aire que respiramos o el agua de los ríos se puede vender envasado y a precios muy altos y que la gente lo va a comprar en lugar de respirar o bañarse sin coste.
Si a mí me dicen ahora mismo los de Editorial Anagrama (o los de Tusquets o los de Alfagura o los de Acantilado o los de Salamandra...) que por treinta euros tengo acceso a todo sus publicaciones de este año y puedo descargar lo que me dé la gana, y que por treinta más me abren su catálogo antiguo, ni me lo pienso, firmo de inmediato. Y, si quieren echarle imaginación, pues que den una clave para que una vez a la semana pueda chatear uno con su escritor favorito, o descuentos para irse de fin de semana barato a Madrid o Barcelona cuando hay presentaciones... Yo qué sé. Tienen que darse cuenta, en cualquier caso, de que ahora, para bien o para mal, la sartén por el mango la tiene la gente, y que para leer ya no hay materialmente necesidad de apoquinarles lo que pidan. Es como cuando a uno -que no soy ni seré yo, de verdad- le salen novias a porrillo y la parienta, envejecida y “musculosa”, se pone borde. Pues ya ves qué problema, corazón. Con las editoriales sucede lo mismo, nos guste o no nos guste y sean cuales sean a medio plazo las consecuencis para eso que llaman la cultura y que ya no se sabe qué es, si lo de los libros, lo de la gastronomía o lo de hablar sin decir tacos ni ofender a los nuestros aunque sean... Quieto parao, que he dicho que me reformo y me reciclo, en lugar de refocilarme.
Por lo de la piratería - cada uno que emplee la palabra que quiera, por supuesto. Basta ser consciente de cuál es su significado original y de quién esta promoviendo su transferencia a otros contextos. Algunos pensamos que esta transferencia esté ideológicamente muy cargada, situación que en general consideramos mejor evitar.
ResponderEliminarDáse que, en animales lingüísticos como ciertamente somos, las palabras suelen llevar a los hechos.
En cuanto a la comparación con el violador, en cambio, me parece que el sentido no está bien planteado.
Lo que correspondería al actual uso de la palabra "piratería" en el sector de la propiedad intelectual sería llamar "violador" a alguien que, de forma no solicitado, te ha puesto una mano en el antebrazo en el curso de una discusión en la oficina.
Salud,
¡Huy, qué bien!
ResponderEliminarEs la recompensa de tanto dinero desperdiciado en libros ilegibles. Al final siempre impera la ley de la oferta y la demanda,bien por las buenas o el pirateo.
Que todo el mundo no puede vivir del cuento, la mayoría debe trabajar en cualquier cosa para subsistir.
Se le ha olvidado poner direcciones y tal.
jajajaja
Un cordial saludo.
Parte 1
ResponderEliminarNo voy a entrar en debates sobre la legitimidad o ilegitimad del “pirateo” o cosa similar, pero sí desearía exponerle algunas situaciones. Vayamos por partes:
1/ Las editoriales de países con el Reino Unido o Estados Unidos, al menos las que conozco en los ámbitos de la Política Internacional, Historia, Economía..., suelen publicar sus libros en dos formatos: tapas duras y tapas blandas. Unas editan simultáneamente un libro en ambos formatos, obviamente los de tapa dura son más caros que los de tapa blanda, mientras que otras primero lo publican en tapa dura pero ya anuncian -con precisión y posterior estricto cumplimiento- la fecha de aparición de la versión blanda, normalmente dos o tres meses después de la dura. El lector puede planificar su compra y en función de su necesidad o urgencia pagar más o menos por la misma obra. En España la cosa funciona de otra forma. La editorial publica una versión, la primera, en tapa dura a un precio relativamente elevando, por ejemplo entre 28 y 35 €, y no solo no anuncia la fecha de surgimiento de la versión de tapa blanda sino que ni siquiera indica si lo piensa editar en el futuro en esa versión o no. El lector se compra el libro y se gasta su dinero -esos 28 o 35 €- y a lo mejor, ¡sorpresa, sorpresa!, un año después o diez meses o un año y medio, imposible de prever, surge la versión en tapa blanda a 9 o 12 €...o no sale nunca esa versión y si el lector se quedo esperando por si acaso pues...eso, que se quedó sin libro.
Parte 2
ResponderEliminar2/ Imaginemos que el lector decide suscribirse a una colección de libros de esos que se venden en los kioscos, ya sabe, novela policíaca, clásicos greco-latinos, novela histórica, historia, divulgación científica...y cada mes le descuentan de su cuenta bancaria el valor de las entregas semanales acumuladas (por ejemplo, 4 ejemplares/mes a 9'95 € cada uno); todo muy cómodo y previsible. Y un domingo, cuando la colección anda por el número 15, el lector se va a pasear por un mercado de “libros viejos”, el de San Antonio de Barcelona por poner una muestra, y se encuentra en dos o tres paradas que tienen los ejemplares correspondientes a las 10 primera entregas al módico precio de 7'50-8 € según el puesto, y el lector, curioso él, le pregunta a uno de los vendedores que cómo es posible que ya tenga los números de la colección y le contesta que como sucede en otras muchas ocasiones, la editorial ha calculado el volumen de edición por encima de la demanda real y que la distribuidora habitual de la editorial está saldando los números “atrasados” y que así seguirá probablemente durante toda la colección. Y al lector se le pone cara de bobo.
Parte 3
ResponderEliminar3/ El lector es asiduo cliente de una editorial británica especializada en determinada temática, con diversas colecciones en su catálogo. El lector es fiel cliente de esa editorial desde que tenía 20 años, y ahora tiene unos 50, y cuenta en su casa con no menos de 350 ejemplares de dicha editorial. Los compra en su ciudad a precio de mercado, es decir, a lo que marca la editorial, en libras esterlinas, a los que los dos o tres libreros que los comercializan en esa su ciudad, les añaden los gastos de envío, en el mejor de los casos, o los encarecen todavía más con el argumento que son de “importación”. Y un día el lector se va de vacaciones a Londres y ¡sorpresa, sorpresa!, descubre varias librerías -no una solitaria, sino varias- en pleno centro de la ciudad, que venden todas las colecciones de la editorial, ejemplares nuevos, por supuesto y acabados de editar como quién dice, con promociones del estilo de: compre tres y pague dos o llévese dos y le descontamos el 50% de cada uno, etc. Y el lector se queda muy mosqueado y vuelve a su casa y se le ocurre mirar la página web de la editorial y ¡sorpresa, sorpresa!, se encuentra con que la mismísima editorial vende directamente sus libros -eso ya lo sabía el lector-, pero con descuentos del 20-30-50%, dependiendo de la colección, pero no de libros editados hace muchos años, sino de libros salidos al mercado...un año antes o dos; y eso el lector no lo sabía. Son promociones temporales, que no se anuncian con antelación y que duran dos o tres semanas, normalmente. Y al lector se le pone cara de tonto. Y piensa como alternativa en comprar la versión electrónica y en la página web de la editorial te venden los que en papel valen 12€ a 9€ la electrónica, o los que valen en papel 20€ a 15€ y el lector, pobre tonto, no logra entender por qué razón la versión electrónica es tan cara... pero ya se sabe, el lector es muy tonto.
Está muy mal eso de “piratear” libros, sin duda, no entraré en más porque, pobre de mi, no soy jurista, pero tengo la impresión que en haya editoriales -en España casi todas las importantes, en el Reino Unido, Francia o Estados Unidos, algunas- que no tienen ningún respecto a los lectores. O al menos, eso me parece a mí. Usted dirá.
Inapelable lo que cuenta usted, anónimo. Con esas y otras mil argucias similares se están labrando su hundimiento definitivo las editoriales y algunos libreros. Como anécdota muy menor, podría contarle lo que luché desde este verano para conseguir a través de un librero de León una novela que se me había metido en la cabeza porque había ganado un premio de novela negra en mi tierra. Fue editada en el 2009 por una editorial andaluza. En cuatro meses no me la consiguieron, así que le dije al de la librería que lo dejara, que ya no me interesa. Obviamente, el día que la encuentre el en la red...
ResponderEliminarEl de editores y libreros era un negocio bastante fácil. En adelante sólo sobrevivirán los muy capaces e innovadores, capaces de dar servicio a la medida de cada cliente.
Amigo "un amigo", tiene usted razón en que la analogía con lo del violador es un poco forzada, ironías aparte.
Saludos.
¿cuántos libros leéis por mes? En realidad para que quieres 8000 libros? Yo leo pero aparte tengo que estudiar y que vivir. La versión en papel no puede ser sustituida por el libro electrónico, al menos refiriéndonos al corto plazo.Ya no me atrevo a hablar de generaciones posteriores, aunque me resisto a pensar en esa posibilidad Sobre lo que escribe anónimo muy ilustrativo. Acerca de que los autores pierden con las descargas, pues lo de siempre; cada uno tiene su presupuesto y las descargas no son la mayoría de las veces potenciales compras.
ResponderEliminarHe pensado sobre lo de la ginebra, y quizás lleves razón. Es un clásico el gin tonic. Supongo que es lo que bebes cuando bebes.Yo bebería esa mezcla esta noche sino fuera por qué no solo bebo a escondidas sino adquiero a escondidas y no pude quedarme a solas. Puede que mezclada con tónica sea menos agresiva. En cualquier caso, esta noche es distinta. Hace ni me acuerdo que bebi, creo que ni en fin de año. Y hace algunos días que no ingiero nada sólido. Al principio lo intenté luego pasé al ver que ni tenía hambre. Así con casi nada floto y mañana...Nunca me paso nada parecido...Espero poder levantarme, al menos. No paso por mi mejor momento, si que es alguna vez tuvé algún buen momento.sí , alguno sí. No hay que ser tan pesimista.