Soy ojeador y hojeador de suplementos literarios de los periódicos, qué le vamos a hacer. A veces ponen en la pista de buenas obras que hay que leer. Otras veces resulta entretenido contemplar algunos apuñalamientos.
Acabo de mirar una de tantas críticas de uno de tantos libros de poesía. Leo poesía, pero no de continuo, pues a veces me trastorna un poco. La crítica literaria de divulgación, y en particular la de poesía, es un género literario en sí. Podría hacerse sin leer el libro de turno. Tal vez ocurra con frecuencia. Solo se necesita dominar la jerga, bien peculiar. Mejor que marear la perdiz sobre tal jerga, voy a copiar a continuación la expresiones que acabo de subrayar en esta crítica que he visto ahora mismo. Con estas y otras cien o doscientas muy similares, se componen por lo común este tipo de textos. Se echan en la coctelera, se baten y… ahí queda la reseña crítica:
“perplejidad” “geometría angustiada”, “gozoso y embriagador”, “recreación”, “sesgo social”, “sello lorquiano”, “entrañamiento metafórico”, “chispazo emocional”, “plano y contraplano”, “montaje fragmentado”, “amalgamar”, “negatividad”, “irrealidad”, “atomizado”, “luz escarchada”, “piedra de toque”, “contrapunto”, “órfico”, “desenfreno y urgencia”, “cohesionar”, “estilo acerado”, “voz propia”, “capacidad connotativa”…
Vamos, que todo es cuestión de ponerse cachondo; y a escribir. Aunque, bien pensado, puede que para algo sí valgan esos textos: se te pasa de sopetón cualquier curiosidad y toda gana de leer el librejo reseñado. No sea que te vayas a quedar órfico para siempre o que se te amalgame la negatividad y te de un ataque de desenfreno urgente.
Sobre un libro de poemas la única información que merecería la pena sería la selección de unos cuantos poemas o la transcripción al azar de unos pocos versos. Porque la poesía es como el vino (¿ven?, ya me vino el desenfreno escarchado): por mucho que el experto real o presunto te hable de frutos del bosque y vainillas, mientras no te pongas un buche en la lengua no sabrás propiamente de su gusto ni si te gusta. Las palabras no se beben y los críticos que e-mulan a los poetas no son poetas.
Por no hablar del desconcierto que padece o produce la poesía de hoy. Más de cuatro, con buenos amigos críticos, cuentan que anoche, al dormirse, les picaba un pie; lo cuentan así, tal cual, sin particular detalle sobre el picor y sus causas, y ya pasa el engendro por poema. Si tiene menos ritmo que un noruego bailando bachata, se nos aclara que es verso libre, y a ver quién le pone peros a la libertad. Si toda lírica está ausente, se deberá a que el estilo es acerado, y si te quedas con ganas de asesinar al impostor de la pluma, será debido a que sabiamente ha trabajado un chispazo emocional negativo y con su puntito órfico.
Por si algún entendido cierto en la materia acaba leyendo esta entrada repleta de poético desengaño, reto a que se me diga si los versos siguientes son de algún reconocido vate actual o si me los acabo de inventar por la cara:
Abrí la puerta aterido y te encontré en el sofá de siempre,
tus manos enguantadas y el televisor sin sonido.
pensé que una buena ducha se llevaría el escozor.
No andaba errado.
Profesor...
ResponderEliminarEso se lo ha inventado usted.