24 agosto, 2011

Breviario del buen conversador

Es que la gente ya no sabe hablar. No me refiero en este momento a reglas gramaticales, a sutilezas semánticas o alardes sintácticos, no, sino a la conversación. A que se ha perdido, si alguna vez lo hubo -y tengo para mí que sí-, el arte del ameno conversar. Es para echar a correr y no parar en un buen rato. Lo mismo te endilgan una conferencia sin permiso, que te torturan con minucias sin cuento, igual te aturran con detalles de conocidos que no conoces, que te asfixian con planes que ni te conciernen ni te interesan. De muchos ya huyes como alma que lleva el diablo, sobrecogido y aterrorizado con solo verlos en la acera de enfrente, sabedor de que te harán prisionero de su verborrea de tres al cuarto y que, como intentes meter baza, aunque sea nada más que para un modesto desahogo tuyo o para contarles que te ha tocado la lotería -ojalá-, se largan con viento fresco y te dejan con dos palmos de narices, a quién se le ocurre interrumpirlos, con lo apasionante que les resulta oírse. Caray, si quieres referirte a tus cosas escribe un blog, parece que te indicaran al ausentarse y cuando te quedas con tu modesta palabra en tu boca discreta.

Hasta por teléfono. Tengo un amigo madrileño, por lo demás sumamente querido y al que por otras razones admiro, que cada tanto me llama. Siempre comienza así: “Qué tal, hombre, yo…” Y a su querido yo sigue esto otro, sin pausa y sin que puedas simplemente replicar que bien o que vamos tirando: yo estoy haciendo esto y lo otro y lo de más allá. Cuando se le acaba el repertorio de sus variadísimas hazañas, y sin transición, pasa a la siguiente fase: “Ya sé que en la universidad no dais golpe y es una vergüenza todo lo que hacéis y el otro día le contaba yo a No Sé Quién que a mi deberían hacerme profesor porque soy el único de este país que curra y sabe de las cosas”. Acto seguido, te enumera la larga lista de asuntos de los que él supuestamente conoce más que tú y que ningún otro. Y así una hora, poco más o menos. Luego cuelga y es milagro que no te hayas colgado tú también.

Es un ejemplo de tantos. No tienen interlocutores, sino que hacen prisioneros. Cuando al fin se van cansando, la despedida: bueno, te dejo, menos mal que hoy te encontré, porque nunca estás cuando te llamo, como todos los de la universidad, que no sé qué carajo hacéis todo el día. Es gente feliz la que así te castiga, narcisos perseverantes, alevosos ensimismados.

Mejor que demorarnos en la penosa casuística, elaboremos un pequeño catálogo de consejos para aquel que aún piense que la conversación consiste en conversar y no en hacer palanca en tus orejas para saltar él más alto.

1. La diferencia entre conversación y monólogo radica en que en la primera hay dos o más protagonistas, que por algo se llaman interlocutores. Para admirarse nada más que a uno mismo basta un espejo, y para quererse a sí mismo con fruición cabe hasta tocarse un rato, pero no hay por qué poner testigos que no tengan ganas de numeritos y exhibiciones.

2. El interlocutor también tiene su corazoncito, aunque sea minúsculo. Comienza por interesarte por sus asuntos, pregúntale cómo marchan sus cosas y trata de recordar si últimamente ha tenido algún problema o contrariedad, en cuyo caso la cortesía dicta que debes hacerle ver que te importa su situación y el desenlace de sus tribulaciones. No olvides nunca que él es como tú, en el peor de los casos.

3. Si el otro se está expresando sin desmesura sobre esos temas que le conciernen, no lo cortes. No es correcto interrumpir nunca de manera abrupta, y mucho menos cuando lo que te está contando es algo que a él le importa o le afecta grandemente. No tomes pie en cualquier palabra o expresión para meter tu baza a cualquier precio. Un ejemplo. Tu interlocutor ha empezado hace un momento a relatarte que se ha quedado un poco triste porque se ha muerto ayer su abuela de Albacete. Pues bien, no aproveches la mención de Albacete para saltar con la historia de que ahí precisamente hiciste tú el servicio militar y que te acuerdas que había un bar donde ponían unos estupendos bocadillos de lomo con pimientos que…

4. Ten consideración de la manera de ser y de la situación del que contigo se aviene a charlar. No se mienta la soga en casa del ahorcado. Si lleva cuatro divorcios trágicos, no hagas ostentación de tu feliz matrimonio único ni apología de la familia tradicional y estable. Si ha hecho voto de castidad y, pese a todo, no es mala gente, no te dediques a glosar los placeres de tu carne en todo tipo de citas y locales. Si no tiene hijos, aunque los desearía, no le enumeres las satisfacciones inconmensurables de la paternidad. Y así sucesivamente. Tampoco te extiendas en temas que ese amigo no esté capacitado para comprender o de los que nada pueda decir. Y, desde luego, no hagas ostentación de virtud o ventaja ninguna en la que el otro no pueda medirse contigo. Sobre todo, no le atices conferencias o ponencias sobre temas de tu especialidad que le sean totalmente ajenos.

5. Tanto en lo que dices como en lo que callas, deja ver que has catalogado certera y respetuosamente a la otra parte y que te interesa y te importa así, como es. Algunos casos sencillos. Si sabes y deberías recordar que no le importa absolutamente nada el fútbol, no te pongas a narrarle con lujo de detalles el último partido que viste o los intríngulis del reciente debate entre entrenadores. Si te consta que es alérgico a la telebasura, no trates compensar esa laguna suya a base de ofrecerle pormenores sobre la penúltima discusión en Tele5 entre una prima de Jesulín y una sobrina-nieta de la duquesa de Alba.

A lo mejor te estás moviendo a ciegas, sin conocer sus gustos. Pero sé perspicaz. Si al cabo de dos minutos de reportaje tuyo sobre faenas memorables de José Tomás ves que su boca permanece cerrada y su párpado va cayendo, frena en seco y cambia de tema o, mejor aun, deja que él encauce el diálogo por derroteros que puedan resultar de interés compartido.

6. Detalles, los justos. El detalle excesivo es enemigo de la buena dinámica conversacional. Si te lo quieres montar de Marcel Proust, escribe sobre tus tiempos perdidos, pero no atosigues a los demás de viva voz. Por ejemplo, una buena conversación sobre gastronomía y restaurantes se puede echar a perder si te empecinas en florituras sobre tu último plato del día o sobre las tapas que tomaste el año pasado en aquel restaurante de Murcia. Si te lo preguntan, dilo; pero si no, no te detengas en la minucia. No hace ninguna falta, bien al contrario, que te demores en el número de chorretes de nata montada que le pusieron a los higos en almíbar o en los milímetros de cada boquerón o en la escasez de cebolla que padecía la tortilla de patata. Y procura ir al grano. Si vas a relatar que ayer perdiste el tren a Zaragoza, no empieces así: “Me levanté a las cinco, me duché con la radio puesta, desayuné un par de magdalenas y un café con leche y luego me conecté a Internet para echar un vistazo a El País, encontrándome con la noticia de que había caído la bolsa el día anterior…”. Teniendo en cuenta que tu tren salía a las siete de la tarde, para cuando llegues a lo que importa el otro ya estará muerto o al borde del colapso.

7. No hagas ningún tipo de ostentación, al menos si no te han retado previamente. Es de muy mal gusto dedicarse a fardar de cualquier cosa ante el que no pretende medirse contigo. Por supuesto, sobra toda alusión, velada o clara, a lo rico que eres, las valiosas cosas que posees, lo muchísimo que follas, cuantísimo te quiere la gente, lo que te admiran tus compañeros, lo bien que haces el amor, según unánime juicio de las prostitutas de tu barrio y lo bien que te lo pasas todo el rato y en general.

Hay maneras más sutiles o livianas de ostentación que también están de más, pues aburren a las piedras y dan tufo de superioridad pretendida. Mismamente la ociosa mención de interminables listas de amigos, cada uno por su nombre o apelativo, que el otro no conoce y que le importan un cuerno: ayer encontré en el bar Tal a Pepe, que me dio recuerdos de Juan y me dijo que Alfredo tenía muchas ganas de verme para contarme que se va a casar con Pili, aquella que hasta el año pasado salió con Fernando. Rediez, y quien te escucha no conoce a ninguno de los aludidos, ni le suenan ni le interesan un pimiento, pues, para colmo, toda esa es gente que no tiene nada de particular.

8. Sé prudente al referirte a los temas de los que el otro sabe más que tú. No quieras aleccionar a otro sobre las cuestiones de las que te consta que es más conocedor o tiene mayor experiencia. Te arriesgas a que te deje seco al explicarte que eso ya lo dijo Max Weber, sin que tú tengas ni puñetera idea de quién será el tal Max Beber y se te note en la cara que estás a uvas; o, lo que es peor, que él se calle, poseído por la vergüenza ajena. Quién no ha oído alguna vez a cualquier chiquilicuatre explicarle con toda convicción a un médico especializado en nutrición que el limón tiene mucha vitamina C o que el arroz blanco es muy recomendable para la diarrea. ¿Qué les van a responder? Pues nada, se quedan como corresponde, silenciosos y pensando que de dónde habrá caído este cantamañanas que pretende mostrarles los secretos de su oficio.

9. ¡Cuidado con los tópicos o lugares comunes y con las frases hechas! Están bien para salirse por la tangente cuando a ti no te interesa nada lo que te están contando, son una forma de seguir la conversación a los pesados sin seguirla realmente y mientras no haya manera de echar a correr. Pero no presentes ese tipo de dichos y repetidas cantinelas como si fueran verdades profundas o, peor, producto de tus sofisticadas reflexiones. Afirmaciones del tipo “aquí todo el mundo roba”, “este es un país de ladrones”, “no hay político que no sea corrupto”, “el pez grande se come al chico”, “el que tiene padrinos se bautiza” y así, usadas con gesto circunspecto y pinta de querer impresionar al interlocutor, son indicio de cabeza hueca y pensamiento escaso y muy vulgar. Y a quien contigo habla no le dejan más salida que la de huir de inmediato o enfrascarse en certamen de chascarrillos, que si la culpa es de los catalanes, que si qué vas a esperar de los inmigrantes, que si la Merkel sí que tiene cojones y tal, derroches de profundidad y de originalidad.

10. Es muy fácil tener de qué hablar: pregúntale al otro sobre materias que le importen o que sean del interés de ambos y de las que tú puedas aprender. A lo mejor, si tú, amigo lector, has llegado hasta aquí, estás pensando que menudo lío, qué complejo de pesado y a ver ahora de qué hablo cuando me tope con alguno dispuesto a echar la parrafada. Muy sencillo, selecciona los temas de entre los que el otro puede conversar y pregunta sobre ellos. De casi cualquier individuo se puede sacar algo interesante o entretenido. ¿Qué estás con un gran físico? No me refiero a que te has puesto cachas, no volvamos con el narcisismo, sino a que te toca pasar un rato con un experto en Física. Hombre, pues, poniendo por delante que eres lego en la materia, rétale a que te explique de manera comprensible lo de los agujeros negros y ruégale que te narre qué tuvo de particular Einstein para hacerse tan famoso. ¿Qué te ha tocado enfrente, en la mesa, un jurista con algunas luces? Pues demándale opinión sobre las últimas renovaciones del Tribunal Constitucional o inquiere qué piensa de los jueces que tenemos. ¿Es tu interlocutor un labriego entregado a la tierra y los cultivos? Interésate por lo que opina sobre las patatas de aquí o las de Galicia, sobre si son tan buenos como dicen los puerros de Sahagún de Campos o sobre cómo ve la agricultura ecológica. ¿Te ha tocado en suerte un futbolista de segunda división? Plantéale cuál es el jugador actual al que más admira, pregúntale si es verdad eso que cuentan de que el día anterior al partido decisivo no conviene encamarse con la amiga hasta muy tarde o trata de averiguar cuánto vienen a cobrar anualmente y por término medio los futbolistas de segunda. Y así. Siempre vas a enterarte de algo provechoso o, cuando menos, curioso y que otros no saben. ¿No es mucho más útil y entretenido eso que contarles tú a ellos historietas de ti mismo que ya conoces de sobra porque son tuyas, precisamente? ¿Qué ganas, so Onán, con repetirle a ese físico, jurista, campesino o futbolista que en agosto pasado te zampaste una langosta caribeña en Punta Cana y que te la pusieron dura y con sabor a ajo?

10 comentarios:

  1. Interesantísima guía, si señor

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  2. Me gustaría pensar que usted es un humanista secular íntegro, cabal,
    pero de la impresión de ser un " liberal " fuertemente descreído, que se agarra a ésa etiqueta como pose intelectual más o menos elegante pero ya vacía de contenido, un cínico nihilista y hedonista, algo ególatra y perverso, un francotirador amargado y misántropo.
    Es necesario siempre el idealismo juvenil, mi modelo es Gónzalez Casanova y los cristianos marxistas,
    áún vivos y coleando.
    Su conversación con frases de entonación profundamente de valle asturiano gutural, denotaba su origen prístino, oscuro, racial, duro, de clase trabajadora o pequeños propietarios rurales astures, como yo, como la mayoría, etc

    ACONCEYAMIENTU DE XURISTES POL ASTURIANU.

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  3. Fue un placer conversar con usted acerca de Dürrenmatt, Carver, Herman Hesse, Jünger, Ernesto Sábato, Peter Handke o Roa Bastos, hace muchos años, en aquella covacha que tenía por despacho en el antiguo caserón de San Francisco ( Universidad de Oviedo ), presidiendo la oscura y exigua estancia, un anaquel polvoriento, casi pútrido, con las obras completas de Lenin, olvidadas o nunca tocadas, en aquel departamento de Maciás Mansos y Jaimes Albertis, ya míticos. Últimos representantes dignísimos de la escuela franquista de Derecho natural.
    Dábamos clases en el seminario metropolitano y todo. Gracias.

    EX-ALUMNO.

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  4. JOSE ANTONIO GONZÁLEZ CASANOVA, QUIERO DECIR, CATEDRÁTICO DE DERECHO CONSTITUCIONAL Y LOS IGNACIOS DE OTTO Y TODO ÉSOS, NO ESTÁN MAL DEL TODO.

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  5. es usted un buen conversador, lo corroboro

    ex-alumna

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  6. me encanta su sentido del humor, pero se le ha olvidado poner que las conversaciones van por sexo o géneros, así los varones hablamos de política, sexo, fútbol, religión, economía, etc, y las mujeres más de trapitos y afectos, vínculos, etc,
    sólo tiene que poner la oreja unos breves instantes

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  7. UN LIBRO DE EPIGRAMAS, EL MÁS COMPLETO DEL AUTOR, Y DE CUENTOS ORALES: " EL ARTE DE CONVERSAR " DE OSCAR WILDE.

    " EL ARTE DE CONVERSAR " OSCAR WILDE

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  8. "De las conversaciones que conozco las únicas que no son monólogo, son las de GOETHE CON ECKERMANN.

    CONVERSACIONES CON GOETHE ( 1836-1848)
    ACANTILADO: BARCELONA, 2005.

    CONVERSAR SOBRE " EL PROGRESO DECADENTE

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  9. como decía la insigne cantante

    Mina, PAROLE, PAROLE, PAROLE.

    MINA ( PAROLE, PAROLE, PAROLE )

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