Algunos días, cada día más, lo mejor sería callarse. Callar estrictamente, callar con saña. No está lejano el día en que más de cuatro paguen o paguemos por lo que hoy dicen o decimos, aunque parezca trivial, elemental o modesto ejercicio de la libertad de expresión y pensamiento. Se acerca, paso a paso, el día en que a la libertad de expresión y a las otras no se les tendrá tanto apego y en que no esté bien visto entre la gente hablar de libertades. La bestia acecha bajo más de cuatro comentarios ya, a la sombra de muchas miradas, en el recitado de tópicos sacados del desván, en el ansia de rebaño y estampida. Lo que todavía no se sabe es con quién consumirá su pasión ardiente y su designio. Sí, será con los que ganen, con los que se vuelvan mayoría a base de gritos y de miedos, pero aun se desconoce quiénes serán y si emularán a tales o a cuales de los de antaño. De momento, contemplamos un acelerado reverdecerse de las mitologías más sórdidas, la añoranza de lo que nada más que desgracia trajo y desgracia ha de traer. Los pueblos necesitan cada tanto sus ritos de sangre, autos de fe, argamasa de violencia, aderezo de odios, especialmente los pueblos que van camino de no ser tales y que precisan de dichos excesos de artificio y falsa conciencia. A un señor al que conozco levemente, ni siquiera amigo, le oí decir esta mañana que qué gozo pensar, con los mineros y el cabreo popular, que se esta acercando un nuevo 34. Tendrá razón en su diagnóstico o no la tendrá, pero es un idiota y acabará llorando por algo y por alguien, aunque será feliz durante un rato por tener equipo, camada y razón para vivir como si matara.
Hablar o escribir sobre la realidad inmediata no tiene mucho sentido porque el ruido circundante es ensordecedor y hasta las sirenas atruenan, y las voces y los rugidos. No es que falte razón a tales o cuales o que no esté justificado desde el alarido hasta el llanto vocinglero. Es que con semejante barullo, el entendimiento no cabe y el matiz es imposible. Precisamente en las situaciones más complejas conviene matizar más, pero se puede menos en ambiente de jauría o de fieras acorraladas. En cualquier esquina se está opinando ahora mismo, en cada semáforo, en los parques y los senderos y aquí mismo, pero será en casi todo caso -y aquí igual- sin matiz, en blanco y negro, a granel, en canal y a tanto alzado, a pelo y hasta a púa. Es puramente animal, etológica y muy originaria esta tendencia a simplificar el razonamiento y acelerar el pulso, a liberar la hormona que atore la razón y que nos haga simples como balas, esquemáticos como dianas para el tiro, brutales y rígidos como la caverna exige.
¿Decir algo sobre tal o cual cosa de las de hoy mismo? Para qué, para que te compliquen la vida los que están simplificando la suya, y es comprensible la reacción porque facha el que no salte. O marica. Porque lo simpático es que ya se puede otra vez usar lenguaje sexista y homófobo o desentenderse de las focas o cerrar los observatorios variopintos. Tiempo de desmaquillarse o de quitarse el peluquín, retorno a la dehesa interior, apoteosis de los humores y las supuraciones, acoplamientos de pensión barata con aroma a humedad y desinfectante. Toda ida tiene su vuelta, parece. Y lo que nos falta, apenas estamos sacando el billete de retorno y viendo pasar los primeros trenes que nos deportarán hacia lo más árido de nuestra alma. Comentar para qué, tal vez para ir despidiéndose.
Llegaron los mineros asturianos, leoneses y aragoneses a Madrid y está emocionada alguna gente que lo dice a los cuatro vientos, e indignada otra que lo calla a las cuatro esquinas. Yo, ni lo uno ni lo otro. Ni son mis héroes ni mis villanos. Les reconozco el mérito muy grande de estar peleando por su pan y por la supervivenica de sus barrios o sus pueblos. Admito sin reserva que son un modelo frente a tanta mansedumbre de tantos, de tantos que ni para sí piden y que consigo se resignan a la pobreza y el fin, ensimismados y ausentes, perdidos ya para cualquier causa. Tampoco entiendo ni un ápice a este estupidísimo gobierno que en lo sencillo se complica y en lo complicado se ahoga y que hace el ridículo sin paliativos. Pues recortan a la minería lo que cualquier tertuliano llamaría, con razón, el chocolate del loro, cantidades minúsculas en comparación con las que toca manejar y recortar. Pues no olvidemos dos cosas capitales para tener el panorama completo. Una, que el práctico fin de la minería ya estaba decidido y hasta pactado para dentro de cuatro años, 2018. Salvo auténtico vuelco de todo, desde mi vecindario hasta Europa entera, no es por el futuro del carbón y la minería por lo que se lucha, no es eso lo que se puede conseguir en modo alguno, sino por cuatro años más de salarios y por tiempo para completar cotizaciones y llegar a edades. Y bien me parece, repito, que se levanten los mineros por eso y porque el Estado ha incumplido lo acordado, pero no dejemos que las grandes palabras del momento y los eslóganes para estas ocasiones nos oculten los datos más elementales. No, no van a hacer la revolución ni lo pretenden. Quieren prejubilarse bien, como los anteriores y los otros; y yo los comprendo y a ellos no tengo pero que ponerles.
La segunda cosa es que no estamos hablando, al decir mineros, de más trabajadores que vayan a ser despedidos de sus empresas porque sus empresas quiebren o estén en crisis. Trabajadores de esos hay cientos de miles que no desfilan hacia Madrid ni cortan las autopistas, y no descarto que hagan mal al mantenerse resignados, no es eso, y con los de la minería no me estoy metiendo. Lo que debemos recordar es el fondo del debate: si a estos recios trabajadores en particular hay que mantenerlos en su tajo a base de subvenciones con dinero público. Cobran lo que cobran, lo que sea, porque una parte crucial de su salario y del beneficio de los empresarios del gremio sale de los impuestos, del presupuesto público. Ahí está el debate. Por mí que así siga siendo si eso es bueno para mil cosas, pero así no puede ser por los siglos de los siglos. A los anteriores, a los de las anteriores oleadas de cierres de pozos y explotaciones, los calló el Estado con prejubilaciones bien puestas. Voto porque a todos se los prejubile ahora en las mismas condiciones, si es que no hay manera racional y humana de producir carbón sin que tenga que salir de las espaldas del contribuyente. Ni son tantos ni nos vamos a arruinar más por eso, ni dejan de merecer ese digno final por su arrojo y su tradición. Y que no me diga nadie que se les quita la mina como futuro para sus hijos, porque decir tal es una notable cabronada. A sus hijos, y a los de cualquiera, hay que darles otras salidas, igual que si no fueran hijos de minero.
Último detalle, pero no menos importante: que nadie deje tampoco de mencionar que entre los que más pueden beneficiarse de la lucha minera están algunos de los más desalmados delincuentes de este país o, al menos, de la región en la que yo vivo, empresarios sin escrúpulos que ahora jalean a los de la mina para seguir, ellos, haciendo su agosto. Eso no hace malos a los mineros, pero ayuda también a que no confundamos ni la velocidad con el tocino ni la revolución proletaria con la Sicilia de los setenta. Entre la justicia social y la defensa del oscuro status quo corre a veces una línea sutilísima.
Y sí, ha sido el día de San Recorte, se nos ha hecho carne y ya habita entre nosotros el Gran Tajo. Que no es más que el primer tajo, pues vendrán y vendrán y en un año o dos no nos va a reconocer ni la madre que nos parió. Ya nos hemos quedado sin extra de Navidad los funcionarios. Personalmente ni me quejo ni digo esta boca es mía, aunque entiendo a cuantos se están subiendo por las paredes o dicen que se van al monte, aunque ya será menos. Pero, al margen de la opinión sobre una u otra medida concreta de recorte, a este gobierno no lo entiende ni su santa progenitora. Eso por un lado. Por otro, el tono general del hachazo es torpe y de injusticia grande. Hará más daño a los que menos resistencia tienen y perjudicará mucho más a los que cargan con menos culpa por todo este desastre.
Economistas tiene la Santa Madre Iglesia, pero uno lee por ahí que cuanto más sube el IVA, menos se ingresa por IVA, en parte porque se evade más y en parte, y sobre todo, porque se consume cada vez menos. Y sin consumo tengo entendido que no quedará aquí ni el puesto de golosinas de la esquina ni nada de nada. Como en las próximas Navidades, cuando se van a enterar en El Corte Inglés de lo que vale un peine navideño y que por eso no lo venden ni al apuntador ya. El país queda definitivamente listo para el cierre y hasta para el derribo. Lo que no sabemos todavía es adónde iremos luego, porque a tomar por el saco no es un lugar, sino una consecuencia y una impepinable condena.
Y entre lo más estrepitoso veo la total y radical incapacidad para hacer un poco de pedagogía social y para predicar con algo de ejemplo. Da igual cuántos lo digan y de qué manera, esta casta política no le mete mano al sistema, al sistema político-feudal y político-administrativo. El sueldo se baja a los funcionarios todos, pero a los funcionarios vagos y a los que entraron hace cuatro días a golpe de enchufe terminal nadie los toca. De los políticos en nómina se recorta un treinta por ciento por la parte de tropa, los concejales, y ahí nos quedamos. Una política de exigencia concienzuda y coherente de responsabilidades, tanto políticas como jurídicas, ni la hay ni se la espera. El mismo día de los recortes y de la culminación de la protesta minera, informa la prensa de que “El sueldo medio en los consejos del Ibex en 2011 fue de 7,5 millones, un 5% más” y de que “la retribución media por consejero fue de 522.000 euros (el 4,4% más que en 2010), ascendiendo la remuneración de los vocales ejecutivos a 2,4 millones de euros (2,2 millones en 2010) por consejero”. En algún periódico de esta parte del régimen leo hoy (mejor dicho, vi, pero no leí) que es inoportuna y contraproducente la querella de UPyD contra los consejeros de Bankia. Manda narices.
A Rajoy y sus huestes les va a estallar en los morros su propia incompetencia. No lo siento por ellos, sino por nosotros. Ni estos recortes ni los que vengan servirán para salir de esta, pero no me parece eso lo peor. Lo que más temo, más que a pasar penurias o a ver cómo la vida y el futuro de nuestros hijos se juega a la ruleta rusa en los despachos, es al resentimiento que ya está y al odio que viene, los daños para la paz social y la democracia, la desesperación virulenta, la explicable y sórdida irracionalidad de los que llegan y llegaremos a concluir que este mundo nuestro no tiene sentido y que este país no importa quemarlo entero porque nos va a destruir de cualquier manera.
Me volverán a llamar cenizo y compulsivo pesimista, pero ya ven, amigos, cuántas he acertado hasta hoy, aunque sea por diabólica inspiración y no porque me adorne ningún saber. Así que permítanme que reitere el consejo de la temporada: el que crea que tiene a dónde ir que mantenga la maleta preparada y bien estudiado el camino de salida. Y si no es por él, que lo haga por sus hijos, si los tiene.
Pues a su último consejo me aclamo, para seguirlo en cuantito tenga oportunidad. Estoy convencido de que la bancarrota de este país no sólo es económica: es, sobre todo, moral —de moral personal, pero tambén cívica, si es que hay diferencia entre ambas—, y contra eso no creo que haya rescate ni recorte que pueda lograr nada.
ResponderEliminarSaludos.
Tenemos los políticos que nos merecemos, algunos más que otros, está claro... Pienso que ya no necesitamos a ninguno, todos a funcionar en la privada, hala.
ResponderEliminarA nosotros nos sirve una videoconferencia con Angela una vez a la semana, los viernes. Y los españolitos los viernes, al sol. Y los martes, miércoles, jueves, viernes, sábados y domingos tambien. Ju.
Un cordial saludo.
Yo no si lo que digo es una estupidez pero a mi llamó la atención las banderas de los manifestantes -de todos los sitios, menos las de españa-. Yo soy de Madrid, me parece bien que los mineros luchen por sus puestos pero si quieren que yo apoye que con mis impuestos les subvencionen tendrán que acentuar lo que le une a mí. El hecho de ser españoles.
ResponderEliminarAnónimo: tu patrioterismo futbolero apesta.
ResponderEliminarsubir el iva, parecía que no lo ibamos a ver. Sube el iva, baja el consumo y lo mismo se ingresa menos; porque salvo las cosas necesarias ya la gente se guardará de consumir.
ResponderEliminarLo de la paga extra de navidad, es verdad; que usted también es funcionario.
el caso que lo notaran más lo funcionarios rasos, auxiliares y tal...porque se recorta por igual a todos, todos sin paga extra...
joer, que torpes son; cada vez lo hacen peor, lo malo que ellos no son los que cargan con sus equivocaciones sino los demás. así cualquier hace las cosas a tontas y a locas, total; pase lo que pase, no les pasa nada a ellos sino a otros.
La metamorfosis se ha acelerado de manera sorprendente y al igual que le sucede al hombre lobo o al doctor Jekyll cuando les da el periflús transformador, vamos a pasarlas putas individual y colectivamente.
ResponderEliminar¿ Acabaremos convertidos en príncipes o de presuntos príncipes devendremos en ranas ?.
Lo del hombre feliz y su camisa, aquello de que no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita, comienza a cobrar el significado que supongo pretendían mis mayores.
Pero lejos de venirnos abajo volvamos la vista atrás, consideremos de donde venimos, tomemos conciencia de que podemos rediseñarnos, que podemos coger la sartén por el mango y pensar que nuestras capacidades superan de largo lo que estos hijos de la gran puta, excelsos criadores de gallinas ponedoras, han querido hacernos creer.
Mucho ánimo y un abrazo a todos aquellos que estén atravesando momentos difíciles, desde la absoluta certeza de que siempre que llueve escampa y que a lo material le pueden dar por el mismísimo culo.