Antes
el diagnóstico, basado en ciertos síntomas, y luego la etiología. Primero por
casualidad y después a posta, he hablado estas semanas bastante con un puñado
de estudiantes sobre el tema del copieteo en los exámenes universitarios. Inicialmente
me llegaron ecos de estudiantes que, con verdaderos arrestos, formulaban a
algún profesor quejas en términos muy duros, diciéndole que no hay derecho a
que se preste tan poca atención y que, mientras unos estudian y se esfuerzan
por sacar la nota que merecen, otros se dan al vil y muy variado copiar. Sorprendido,
le pregunté a un estudiante que es de mi familia y que estudia en otra facultad
de mi Universidad, no en la de Derecho, y su respuesta me dejó de piedra. Me
hizo saber que sí se copiaba, y mucho. Le dije que en qué proporción, por
ejemplo este año y en su curso, qué promedio en los diversos exámenes que había
tenido. Me respondió así: “hemos copiado aproximadamente un setenta por ciento
de los estudiantes en la mayoría de las asignaturas”. Se incluyó en la cuenta,
muy honradamente.
Cuando
ya andaba un servidor con la mosca detrás de la oreja, recibí la visita de un alumno
que había sacado buena nota conmigo y que me quería hacer algunos comentarios de
diversa índole. Lo llevé a ese terreno y lo que me contó ya acabó de desconcertarme.
Por ejemplo, hizo amago de enseñarme, en su propio móvil, el chat que los compañeros habían mantenido durante cierto examen final y hasta me decía que
se oían en el aula los clics de los que fotografiaban el examen para mandarlo a
los que desde fuera les rellenaban las preguntas. De otro caso me narró que el
examen fue el mismo con varias tandas de estudiantes, con lo que los de las
tandas siguientes a la primera ya llevaban el examen hecho y hasta fotocopiado
con las respuestas correctas. Y que hasta en un examen oral había conseguido una
muchacha que le fueran transmitiendo las contestacions que ella repetía ante el
profesor, gracias a un alarde tecnológico de primera. Ya desbordado por tales
informaciones, coincidí una noche de copas con unos cuantos que acababan la
carrera. Su balance fue demoledor: es una vergüenza lo que está pasando bajo el
pasotismo, la tolerancia y la indiferencia del profesorado, me espetaron, y
añadieron que o se endurece la carrera o se va al carajo el invento. Más de uno
me preguntó por qué, por ejemplo, no se compraban unos inhibidores de
frecuencias para colocar en las aulas en esos momentos, aparatejos que, al
parecer, cuestan cuatro perras. Y yo mismo me pregunto si nos resulta tan difícil
impedir que los alumnos tengan a mano el móvil o mirarles las orejas,
simplemente. Aunque también me hablaron de ciertos relojes y de similares
artilugios sofisticados que son una maravilla para esos fines.
Es
lo que hay. He intentado comentarlo con algún que otro profesor y, con
excepciones, las respuestas no son particularmente estimulantes. Predomina la
incredulidad o el allá ellos. No es plato de gusto tomar conciencia de que uno
es un don Tancredo, con lo guapísimos que nos vemos todos y con este pedazo de currículum que me adorna.
¿Pero
no se os vigila, no se pone un poco de celo o de esmero para evitar esos
comportamientos?, preguntaba yo, ingenuamente o sabiendo de antemano la
respuesta. Y la respuesta es que cómo va un solo profesor a controlar a cien
personas o más en un examen, aunque quisiera. Pero por ejemplo Fulano es
bastante serio y responsable como docente, alegaba yo en retirada. A lo que me
respondían que sí, que sus clases están bien, que se esfuerza para dar buenos
materiales, pero… que a los exámenes va solo frente a aquella masa y que se dedica
a mirar las musarañas. Y otros a leer el periódico en su mesa. ¿Y no aparecen a
veces dos o tres a “cuidar” los exámenes? Sí, de vez en cuando, pero que en
esos casos suelen ponerse a hablar de sus cosas y se despistan por completo.
Lo
fácil ahora sería que empezara con la perorata de cómo degenera la juventud y
que cuánta molicie y qué irresponsabilidad del alumnado. Falso. Siempre se ha
copiado cuando se ha permitido, en todas las épocas. La diferencia la aporta en
la actualidad la tecnología. La vieja chuleta ha pasado a la historia, ahora
hay unos sistemas de transmisiones que ya los quisieran los ejércitos.
¿Entonces? Vamos con las causas.
En
mis tiempos de joven profesor, allá en Oviedo, lidiábamos con masas
estudiantiles, pero cuando tocaba examinar aparecíamos cinco, seis o siete
profesores. Algunos eran expertísimos sabuesos. Si no había bastantes
compañeros de la materia de uno, se echaba una mano los amigos de otras disciplinas
vecinas. Hoy por ti mañana por mí. Eso se ha acabado, me parece. El
individualismo del profesorado se ha radicalizado. Hace alguna décadas no se
estilaba lo de es tu examen y yo tengo que llevar a los niños a música, o vivo
en Logroño y me voy el miércoles, o casualmente tengo hora con el podólogo.
Antaño rara era la ocasión en la que no cazábamos a alguno con las manos en la
masa. Hace años que no escucho a nadie contar que ha pillado a un estudiante en
esa turbia faena. Así que si, por un lado, sabemos que se copia a mansalva y,
por otro, que la impunidad es completa, la conclusión sale sola: pasamos de
todo o nos hacemos los tontos. O lo somos.
¿Razones?
Unos pensarán que para qué molestarse, puesto que todas las presiones
institucionales son para que aprobemos a diestro y a siniestro, sobre todo a
los más siniestros. Otros ahondarán más en el cinismo imperante, pues
estudiante que supera la asignatura es como enemigo que huye: puente de plata,
a ese no tienes ni que ofrecerle explicaciones en la revisión ni vuelve a
concurrir para darte más que corregir la próxima vez. Cierto es que con algún
que otro colega no se dan tales problemas, pues se monta el aprobado
cuasigeneral con otros subterfugios, y aquí paz y después gloria.
También
la falta de selección del alumnado será culpa de alguien. En mi Facultad no hay
nota de corte y una estudiante me lo explicaba bien clarito hace una semana: la
tercera parte de mis compañeros ni pueden ni quieren, han entrado aquí de puro
rebote, sin vocación ninguna, sin capacidad y a verlas venir; simplemente
aprovechan estas facilidades que les brinda la vagancia de los docentes. Esta
última expresión no es mía, es literalmente suya. Deduzco que la situación no
ha de ser tan alarmante en los centros en los que hay controles de entrada,
donde se trabaja con grupos pequeños, donde, en suma, se toma lo de Bolonia
medio en serio y no con el cachondeo que yo me sé.
Es
gracioso que todo esto nos esté sucediendo en estos momentos de crisis
económica radical. Es llamativo que una parte de los profesores se niegue a ver
la realidad y a reaccionar en consecuencia. Es sobrecogedor que, cuando tocaría
acrecentar el esfuerzo y el ánimo rectamente competitivo, la seriedad y el
rigor, nos echemos a la bartola al grito de y a mí qué y yo con mi libertad de
cátedra hago lo que se me pone en las narices, aparte de que he quedado con
Puri para comprar un sofá a las doce.
De
las instituciones nada espero, en mi pesimismo. Estas quejas no hay donde
ponerlas, pues andamos todos sumidos en papeles, acreditaciones, memorandos y
variadas zarandajas folclórico-burocráticas. El único resquicio de esperanza al
que me agarro como a un clavo ardiendo son los estudiantes. Son unos poquitos
estos que he visto indignados y sería interesante que cundiera su ejemplo.
Fuego purificador nos haría falta. Y que alguna autoridad un día se viera
forzada a preguntar a más de cuatro que cómo es posible que en tales o cuales
asignaturas apruebe el noventa por ciento de ciento cincuenta. Si será que esos
profesores hacen magia o que una gigantesca estafa se está perpetrando a la
chita callando.
PD.-
Ya sé, ya sé. Me vendrá algún jamelgo de los habituales con aquello de que los
trapos sucios se lavan en casa y de que del descrédito voy a ser yo el culpable
por cascar estas cosas. Viva el disimulo, majetes. Y a seguir chupando del bote
mientras quede algo dentro. Y luego a ver si nos prejubilan o nos ponen un estanco.
Estimado profesor García Amado: si copiar (plagiar de otros o autocopiarse) no sólo no está castigado, sino que está bien visto en la universidad --al menos en la de Vigo--, ¿cómo quiere usted que no copien los estudiantes?
ResponderEliminarhttp://www.illac.com.mx/profiles/blogs/premios-por-fraude
Usted mismo informó en este blog de un "premio al plagio" en la Universidad de Vigo, que estuvo a punto de perpetrarse en enero pasado. El problema es mucho más grave que tener unos estudiantes copiones: socialmente, está bien visto. Son muchos años de adoctrinamiento zapateril y de pérdida de valores.
El malo no es el que copia (o engaña o estafa), sino el que lo hace público.
El tema se puede resolver haciendo examenes individuales, distintos, ninguno repetido.Pero claro, eso toma más tiempo, y con lo que pagan...
ResponderEliminarEl control en los exámenes, si se desea, está perfectamente regulado (al menos en mi Universidad).
ResponderEliminarEs función del Departamento involucrado el designar,
con carácter obligatorio, los profesores necesarios (además de los que imparten la asignatura) para un
control aceptable de un examen. Solemos tener 300-350 alumnos en la convocatoria de junio, y con un poco de voluntad se puede evitar que usen teléfonos y/o calculadoras, apuntes, etc... Por supuesto la garantía no es al 100 %, pero el acto es
mínimamente digno.
Lo que Usted afirma con carácter general lo sentimos muchos en la Universidad, pero, una vez más, no incluya a TODOS en el mismo saco, algunos todavía respetamos nuestra profesión.
gracias.
Yo hago pruebas orales a 180 alumnos ante la imposibilidad de saber si el trabajo encomendado es suyo, no me queda otra. Tengo bien presente a un primo mío que se sacó medicina copiando a todo copiar... Y ejerce....
ResponderEliminarDebí decirlo en el texto, pero lo digo ahora, aunque no debería hacer falta: naturalmente que hay excepciones. Aquí no se dice ni que copien todos los estudiantes ni que les copien a todos los profesores. Indicado quedaba que es una cuestión de poner interés y cuidado. En los exámenes orales es casi imposible, aunque se pueda contar algún caso raro. Poniendo casos prácticos y preguntas de relacionar ideas tampoco es nada fácil. Y por supuesto que yo mismo estoy entre los que tienen que ponerse las pilas, eso también va de suyo.
ResponderEliminarEste país carece de Reglamento de Régimen Disciplinario del alumnado universitario. Lo único que hay que un texto del año 54 que por lo mismo, es papel mojado. Ahora usted coge a un alumno copiando, lo suspende, el niño acude a la inspección de servicios, al defensor del universitario, al vicerrector de calidad, y al sursum corda. ¿Y sabe qué? Tiene usted que dar mil explicaciones por haberlo cogido copiando. Ah, y las pruebas ¿qué? ¿qué hace usted a una señorita manejando papeles o un dispositivo electrónico y la muy ladina se los mete en el tanga? El problema, es que el profesorado universitario, y el resto carece de presunción de veracidad y de autoridad. Mientras sea así, no le pida usted peras al olmo ni quijotismos. Reclame el marco legal que corresponde, que el lo que procede, y no aproveche -como es costumbre- para echar mierda encima de sus compañeros.
ResponderEliminarLa cuestión, Juan Antonio, es que si el 70% de los alumnos, el 70% de los profesores y el 70% (aquí soy infinitamente generoso) de carguetes y políticos responsables de la enseñanza son, en mayor o menor grado, corruptos y/o irresponsables ¿qué solución queda?
ResponderEliminarUno -en tiempos de iluso optimismo- pensaba que, aunque corruptos, los responsables del desaguisado serían conscientes de que esta deriva llevaba al desastre y, siquiera por mantener sus privilegios sin incomodidades, rectificarían ligeramente su curso. Una suerte de gatopardismo: que algo cambie para que todo siga igual.
Uno los sobrevaloraba, claro. Son tan necios, ta ignorantes, tan irresponsables que matarán y morirán con las botas puestas (y poniéndose las botas). Ese 70% (sigo siendo generoso) practica, contra los consejos del sentido común, el hipergatopardismo: "Que algo cambie para que todo vaya aun peor".
Dice el sr. lA:
"Tengo bien presente a un primo mío que se sacó medicina copiando a todo copiar... Y ejerce...."
Cuando a la mayoría de los ciudadanos no se le pone los pelos de punta (y, sobre todo, actúa en consecuencia) ante hechos como éste, está todo perdido.
Yo, funcionario, me estoy planteando, muy pero que muy seriamente, marcharme del país.
"El problema, es que el profesorado universitario, y el resto carece de presunción de veracidad y de autoridad. Mientras sea así, no le pida usted peras al olmo ni quijotismos. Reclame el marco legal que corresponde, que el lo que procede, y no aproveche -como es costumbre- para echar mierda encima de sus compañeros."
ResponderEliminarOtra verdad como un templo, Fernando.
Lo primero que debería aprender un profesor (especialmente de Secundaria; créanme) es que las leyes están hechas a medida del contentamiento de los alumnos. Es muy necesario denunciar a los profesores corruptos (que los hay, vaya si los hay); pero es un gran injusticia no subrayar a continuación la absoluta desprotección de los profesores que intentan ejercer con rigor profesional.
(Les ahorraré las penalidades que se arriesgan a padecer los profesores de Secundaria que se atreven, por ejemplo, a presentar un alto porcentaje de suspensos; siempre menor del que exigiría la aplicación seria de los criterios, por cierto.)
En cierta ocasión ofrecí a mis alumnos la posibilidad de hacer el siguiente parcial con los apuntes delante. Entusiasmados, prácticamente todos contestaron afirmativamente. El índice de suspensos fue tan abrumador que no volvieron a optar por semejante experiencia. El tipo lo mantuvieron, por supuesto, quienes mostraron la más absoluta indiferencia respecto al formato de examen.
ResponderEliminarPor descontado que esto no implica entrar en el debate etiológico, pero sí nos da la pauta de la proporción de estudiante suficientemente preparados que se sientan en los pupitres de nuestras aulas, es decir, los que realmente saben qué es el encéfalo y para qué podemos usarlo.
Un abrazo.
Soy estudiante de Derecho en la UCM y se da exactamente la misma situación que comenta usted. No hay selección de estudiantes, entran tropecientosmiles y a pocos le interesa mínimamente lo que hacen.
ResponderEliminarUn caso concreto que me ha sorprendido ha sido el del examen de Romano. El profesor, sin duda muy competente y al que tengo en gran estima, ha dado todas las posibilidades para sacar la asignatura a aquel que se esforzase mínimamente. Entre ellas la posibilidad de liberar materia 2 veces en 3 meses, pudiendo llegar al examen final con 20 páginas de libro o poco más para estudiar. Se desgañitaba por hacernos entender y repasaba continuamente lo dado para que lo poco que pudiese explicar en un cuatrimestre quedase asentado.
Hacia el final del cuatrimestre, como es costumbre, de 140 alumnos matriculados, habría en clase unos 15. En el examen había al menos un centenar. Salieron todos presumiendo de que si habían copiado descaradamente, de que si tenían el libro debajo de la mesa, etc. Más allá de que algunos no entendían dos líneas seguidas de lo escrito en el libro, se cebaron a copiar y copiar y copiar.
Evidentemente, cuando salieron las notas, de los 140 matriculados no hubo más de 5 o 6 aprobados. Así las cosas, muchos de los que yo vi presumir de copiar, aún tuvieron los inmensos cojones de plantarse en el despacho del profesor a reclamar su nota. Que a ver que pasaba, que ellos habían copiado al pie de la letra lo que decía D'Ors.
Un comentario cínico, que esta hora de la noche se presta mucho. ¿No será que, con las debidas excepciones que Vds. han señalado, estamos presenciando con el copieteo una simple manifestación particular de un fenómeno general?
ResponderEliminarA saber, que las sociedades humanas no protegen casi nada aquello que no vale casi nada...
Salud,
Creo que no es, amigo.
ResponderEliminarDos ejemplos: la sociedad española de los últimos años ha destruido cosas de tan poca importancia como la enseñanza pública y ha protegido poco o nada (hasta hace no mucho) las víctimas del terrorismo.
El fenómeno general no es que las sociedades protejan casi nada a lo que vale casi nada: protegen casi nada lo que no valoran casi nada.
Lo único que se puede hacer Dr Garcia-Amado es hacer los exámenes orales.
ResponderEliminarLo que más me sorprende es que de su texto se puede deducir que hace muchos años que usted no vigila un examen. Vamos, que a la hora en la que los becarios y los ayudantes están vigilando usted está escribiendo este blog o, efectivamente, comprando un sofá con Puri.
ResponderEliminarMenos mal que algún profesor habla del tema, pero hablar no basta. Que se copia en los exámenes es tan evidente que como buen estudiante de Derecho, me da la sensación que alguno de los profesores en vez de vigilar, permite copiar.
ResponderEliminarEn un examen de Civil, he visto de todo: apuntes, libros abiertos... otro llevaba el libro en formato electrónico en una pantalla táctil del móvil y el que estaba a mi lado PINGANILLO. Después de pasar 15 días durmiendo muy poco y todo el cuatrimestre estudiando intensamente, ver como el de al lado tiene la misma nota que tú, y que cuando entregue su expediente en una oficina, el tuyo y el suyo van a ser igualmente valorados en un principio , desmoraliza bastante.
Ustedes señores docentes, con los años que tienen de experiencia, evitar que los alumnos copien, sin necesidad de invertir en tecnologías, ya que estamos en tiempos de crisis, es tan fácil como lo siguiente: después de entregar el examen escrito, pregunten al alumno oralmente, la misma pregunta que ha hecho en el examen. Yo creo que a la primera frase que digan , ya saben ustedes si copió o no (expresión oral, forma de mirar, entendimiento de lo que dice...).Si presumen que sí copió, analicen su examen en base a esa presunción. Si su intuición se lo confirma. No sigan corrigiendo, pongan de nota un asterisco. EN JULIO QUE VUELVAN.
Si no hacen algo, lo que están es formando es a futuros corruptos y estafadores.
Un saludo.
Soy alumno de la UCM. Sé que en ningún caso debería estar bien visto copiar, pero conozco a gente a la que no le queda más que ese triste remedio.
ResponderEliminarUna segunda matrícula en mi carrera (que no es difícil si tienes voluntad de estudio), son unos 227 €. El problema está cuando hay alumnos que no pueden asistir a clase (que los hay, y no de los que lo dicen como un cuento chino), e irremediablemente suspenden a pesar del pequeño esfuerzo que han podido hacer.
Mi opinión es que hay profesores que con su método de enseñanza se lo buscan. Dan las clases como en el siglo XIX, no aportan nada de interés, nada de practicidad a la materia, todo teoría, no tienen ningún interés en que los alumnos aprendan algo que realmente sirva; se limitan a dar el temario, y por si fuera poco, a poner exámenes tipo test (o "normal"), que en mi opinión no reflejan ni por asomo el conocimiento adquirido por el alumno que ha estudiado lo suficiente o más para aprobar. Es muy fácil tener un mal día en época de exámenes, ponerte nervioso y fallar preguntas que de otro modo habrías contestado de forma que sirviesen para alcanzar el aprobado. Y diciendo esto no significa que sea partidario de la ley del mínimo esfuerzo, pero con las dificultades económicas que estamos pasando y el nefasto método del profesorado (sobre todo en la UCM), a veces no queda más remedio.
Y total, para lo que aprendes en ese tipo de asignaturas, casi dá lo mismo.
Soy alumno de la UCM. Sé que en ningún caso debería estar bien visto copiar, pero conozco a gente a la que no le queda más que ese triste remedio.
ResponderEliminarUna segunda matrícula en mi carrera (que no es difícil si tienes voluntad de estudio), son unos 227 €. El problema está cuando hay alumnos que no pueden asistir a clase (que los hay, y no de los que lo dicen como un cuento chino), e irremediablemente suspenden a pesar del pequeño esfuerzo que han podido hacer.
Mi opinión es que hay profesores que con su método de enseñanza se lo buscan. Dan las clases como en el siglo XIX, no aportan nada de interés, nada de practicidad a la materia, todo teoría, no tienen ningún interés en que los alumnos aprendan algo que realmente sirva; se limitan a dar el temario, y por si fuera poco, a poner exámenes tipo test (o "normal"), que en mi opinión no reflejan ni por asomo el conocimiento adquirido por el alumno que ha estudiado lo suficiente o más para aprobar. Es muy fácil tener un mal día en época de exámenes, ponerte nervioso y fallar preguntas que de otro modo habrías contestado de forma que sirviesen para alcanzar el aprobado. Y diciendo esto no significa que sea partidario de la ley del mínimo esfuerzo, pero con las dificultades económicas que estamos pasando y el nefasto método del profesorado (sobre todo en la UCM), a veces no queda más remedio.
Y total, para lo que aprendes en ese tipo de asignaturas, casi dá lo mismo.