13 agosto, 2012

Ay, esta juventud


                Los que ya vamos teniendo canas pertenecemos a generaciones cargadísimas de complejos y sitiadas por mil miedos, obsesionadas por la imagen y el no vayan a pensar de mí que soy un tal o un cual. Aquí hasta el más cafre, reaccionario y cabroncete se las da de progre y se finge partidario de todas las causas solidarias, y más si a él no le cuestan un duro. Antes de ir a lo que hoy quería tocar, déjenme que les cuente la anecdotilla de la jornada. Es de cuando la última huelga general. A los pocos días, andaba yo por otra universidad del país y me topé con un colega que me leyó la cartilla en condiciones: por qué había sido necesario que hiciéramos huelga, qué cantidad de esquirol y conformista tenemos, cómo él había estado en la manifestación gritando puño en alto y ataviado con la camiseta correspondiente. En fin, que me dejó convencido de que menudo representante de las vanguardias proletarias. Se fue y se lo comenté, todavía bajo los efectos de su retórica, a un amigo común: oye, que vaya discurso que me ha soltado Fulano sobre la huelga y la necesidad de que protestemos más y nos la juguemos como sea. Mi interlocutor me miró con ojos muy abiertos y esto fue lo que me replicó: “¡No jodas! Pero si en esta universidad, cuando hay huelga, a los profesores que quieren contar como no huelguistas y que no les descuenten el jornal correspondiente les hacen firmar en una lista en el rectorado y el tipo este coincidió conmigo justamente al firmar”. Y añado yo ahora: en las universidades, de esos, a puñados. Es lo que hay y sobre lo que  en el país tenemos y adónde podemos ir con este percal quería ahora dar algún dato más. Para que sigamos desanimándonos mientras nos hundimos.

                Por azares de la vida, tengo amigos y parientes que son propietarios de algún pisillo que alquilan durante el curso a estudiantes. Y también casualmente, van dos o tres años que, por esto o por lo otro, acabo acompañando a alguno a uno u otro de esos apartamentos cuando en verano los dejan libres tales inquilinos. Experiencia aterradora. ¿Quiere usted tener una cierta noción de cómo es una parte de la humanidad que viene, supuestamente la élite profesional e intelectual, universitarios de pro?  Pues haga esto mismo y verá cómo se le pudre la poca esperanza que le pudiera quedar.

                Bueno, pero estábamos a otra cosa. Que si decimo lo de caray, cómo está de chunga la juventud, parecemos viejos. Y que no debemos olvidarnos de cuando fuimos jóvenes y las que armábamos. En algunos casos, como el mío, súmese que soy muy desordenado y que mi despacho o mi cuarto de trabajo parecen leoneras auténticas. Pero hay un puntito fronterizo, un plus ultra que marca dónde se pasa de la condición humana la de miembro de una piara. El que cocina y come donde se acumulan grasas y variados restos putrefactos, se ducha y hace aguas menores y mayores donde queda la huella apestosa de tales labores durante los meses pasados, el que se sienta en un sofá o sillón que acumula huellas de variados humores corporales puede que esté rebasando, sin darse mucha cuenta, el límite de lo humano, o de la humanidad civilizada al menos. La juventud, divino tesoro y tal, es el tiempo de las grandes fechorías, pero también el de ir cogiéndole gusto a la vida bien vivida. Si te aproximas a los treinta sin reparar en la diferencia entre comer en un plato lavado o uno sucio o entre una sábana limpia y fresca y una que conserva el aroma de los pies de unos cuantos colegas posiblemente ya no se recuperará ni será nunca capaz de apreciar diferencia cualitativa entre una pocilga y un restaurante digno o entre un partido de fútbol de primera regional y una obra de teatro de Shakespeare, o, ya puestos a darse a algún vicio, entre un calimocho peleón del todo y un gin-tonic con buena ginebra.

                Dónde se enseña a vivir y cuándo se aprende, esa es la pregunta importante. Nuestra crisis nacional es económica, ciertamente, pero solo en la superficie. En el fondo es una crisis moral, intelectual y estética. Lo de la economía a lo mejor se arregla un poco en cinco o diez años. Lo otro llevará bastante más tiempo y dejará un rastro perdurable.

                Ni hay que hacer de las anécdotas categoría absoluta ni debemos darnos a las generalizaciones sin matices, bien lo sé. Tampoco se trata de demonizar a los universitarios, para nada. Las culpas deben de estar más cerca de nosotros mismos. ¿Una pista más? Vayámonos a cualquier local en el que haya unas cuantas familias con niños pequeños, fijémonos en cómo gritan, interrumpen y hacen el cafre las criaturas, ante la indiferencia o la mirada embobada de sus mayores. Lo monstruos crecen y se hacen rodeados de adultos incapaces, los cerditos aprenden de sus progenitores.

                Si usted tiene por casualidad hijos de poca edad, habrá pateado parques infantiles esta temporada. Es el sitio ideal para liarse a puñetazos con padres y madres, o para aguantarse las ganas e irse para casa jurando en arameo. Hace unos meses, estaba yo con Elsa en uno de esos lugares y un pequeño animal la empujó desde lo alto de un tobogán. Se dio un leñazo considerable mi niña. La incipiente bestezuela ni se paró a mirar si le había ocurrido algo. Su madre, tampoco. Pronto voy a solicitar una modificación de las ordenanzas municipales para que me permitan ir a tales sitios armado y con licencia para matar. Es lo menos que la ética y el derecho nos deberían permitir.

2 comentarios:

Liki Fumei dijo...

"[...]es una crisis moral, intelectual y estética. Lo de la economía a lo mejor se arregla un poco en cinco o diez años. Lo otro llevará bastante más tiempo y dejará un rastro perdurable."

Oh, yeah!

Estudiante de la facultad dijo...

Abstraídos por la mediocridad que nos rodea, la despiadada sustitución de los valores y principios que a los jóvenes nos deben inspirar por los mensajes progrebasura que inundan cualquier comisura, el aborregamiento y el desprecio hacia todo, el minúsculo y coyuntural interés por la política tan tenue y vacío de contenido que generalmente sólo conduce a formar nuevos "voceiros" paleocomunistas sin nada más que rascar. Ay, profesor, ésta mancha no se quita.

PD: Sobra decir que suscribo la entrada completamente. Y si, caramba, claro que todos tenemos nuestros vicios. Que todos sabemos que la rubia de la segunda fila está muy curiosa. Que su amiga también. Y que se me va la vista, y que se me vuelve a ir. Que la Escuela de Derecho Libre es muy interesante pero vuelvo a mirar porque hay que ver qué mujer...