Nuestro
querido país será de los primeros del mundo en que se pondrá a prueba uno de
los inventos más revolucionarios de la medicina contemporánea, el extirpador de
sentimiento nacional (BordersKK, en su denominación en inglés). Es un aparato
que, sin cirugía invasiva y mediante un sistema de rayos de alta fidelidad,
permite a los doctores actuar sobre la parte de la corteza cerebral donde se
alojan el patriotismo, el amor a la nación propia y el gusto por las comidas de
casa de los abuelos. Según declara uno de los creadores de tan sorprendente
artefacto, el dr. Facundo Mengele Mishima, de la Universidad de Minnesota, se
garantizan unos resultados del noventa y cinco por ciento y, todo lo más, al
sometido a dicho tratamiento le pueden quedar unos restos de morriña cuando
escucha aires regionales, o algo de desazón cuando ve un rebaño de ovejas en un
aprisco. Y hasta estos minúsculos restos de espíritu tribal se curan, al
parecer, si la cirugía se combina con un par de sesiones de hipnosis o unos
viajes sin la familia.
Por
razones que ignoro y que supongo difícilmente imaginables, España fue el país elegido
para la puesta a punto de tan modernos métodos de curación de las patologías
del sentimiento nacional, pese a que también eran muy firmes candidatas un par
de tribus amazónicas recientemente descubiertas y una universidad
latinoamericana carísima en la que se imparten en inglés varios títulos de
posgrado sobre los derechos de las comunidades indígenas. Pero el hecho de que
en tal centro de gran nivel no hubiera matriculado ni un solo indígena y nada
más que tres negros y un joven ciudadano de origen japonés llevó a los
directores del laboratorio a pensar que España ofrece mayor diversidad y que la
gente aquí se lo cree más y ya casi nunca se descojona.
Hasta
ahí, todo éxitos y parabienes. Pero lo que son las cosas y las paradojas que
tiene la vida, resulta que para que el extirpador de sentimientos nacionales
hubiera podido ponerse a funcionar en el Estado español sin debates ni
enfrentamientos, tendría que haber estado funcionando ya antes de echar a
andar. Típico ejemplo, además, de la índole de este tipo de problemas
filosófico-políticos y hemorroidales. ¿Por qué? Ahora lo explico.
Resulta
que en una reciente reunión de los consejeros de sanidad de las Comunidades
Autónomas se aprobó una moción presentada por el catalán, según la cual dichos tratamientos solo podrían hacerse con cargo al presupuesto público de
conformidad con un minucioso reglamento, cuyas líneas básicas salieron de ese
mismo encuentro. Así, el artículo 1 define lo que ha de entenderse por “sentimiento nacional extirpable”: aquel
de quienes profesan a España, como Estado, como idea o hasta como selección
deportiva, algún grado de afecto, sea un afecto exclusivo y excluyente, sea
combinable o combinado con la querencia a otros terruños, patrias chicas o
lugares de acogida. En cambio, el art. 2 delimita lo que se llama “sentimiento nacional loable”, con estas
palabras: “A efectos de esta norma reguladora del uso del Extirpador de Sentimiento Nacional, se entenderá por
sentimiento nacional loable todo amor al propio pueblo, región, comunidad o
nación que se base en una identificación profunda con la historia, las
tradiciones, los antepasados o el folklore, sea dicho sentimiento violento o
pacífico y se manifieste como cordial preferencia o como pasión desatada”. Y taxativamente
se sienta lo que sigue: “La extirpación de un sentimiento nacional viable no
podrá llevarse a cabo ni coactivamente ni con consentimiento del sujeto
portador ni de sus tutores o responsables si aquel fuera menor o incapaz”.
Diríase
que puede haber antinomia o difícil combinación entre el art. 1 y el 2, pero
viene el 3 a resolver cualquier posible duda. En el apartado 1 de este artículo
se reitera que todo “sentimiento de
españolidad”, sea quien sea quien lo profese y viva en el territorio del
Estado en que viva, “es sin excepción sentimiento nacional extirpable y bajo
ninguna forma ni con transformación alguna podrá tornarse o ser visto como
sentimiento nacional loable”. Por su parte, el apartado 2 de ese precepto
contiene una enumeración abierta de sentimientos nacionales loables, tal que
así: “son sentimientos nacionales loables y, como tales, en ningún caso
susceptibles de extirpación, los sentimientos de catalanidad, galleguidad, andalucismo,
asturianía, valencianismo, insularidad y aragonesismo, así como el sano sentir popular
de los vascos y vascas y cualquier otro sentimiento similar de arraigo y celo
nacional que pueda existir o surgir en cualquier parte del territorio del
Estado español no sometido al sentimiento nacional extirpable, en los términos
del art. 1”.
A
estos últimos efectos, la disposición adicional primera prevé que en el plazo
de cinco años una comisión independiente del Estado central elabore un “mapa de
los sentimientos nacionales” del Estado español, con señalamiento de los
territorios sometidos a extirpabilidad o a alabanza. La disposición segunda manda que se cree un Observatorio del Sentimiento Nacional y la tercera
ordena la constitución, con cargo al Estado, de un fondo de seis mil millones
de euros para el fomento del sentimiento nacional loable y para el “ágil
tratamiento quirúrgico de la españolidad”. Las Comunidades de Castilla y León y
La Rioja se han abstenido en la votación de estas cláusulas, ante el temor de
que pueda haber en esos territorios elecciones algún año de estos. Todas las
demás han votado a favor.
El
único asunto que queda sobre el tapete y sin resolver es el de la financiación
de las operaciones forzosas. Sí hay consenso en que el español cerril tiene que
ser curado con urgencia, bien para implantarle luego, por los procedimientos
habituales, una inclinación periférica, bien para dejarlo como un vegetal y que
no resulte peligroso para el Volksgeist
o el gesunde Volksempfinden y el
derecho de autodeterminación. Pero mientras las CCAA exigen que también esas
operaciones forzadas las pague la caja general de la Seguridad Social, el
Gobierno central insiste en que deben financiarse con un impuesto especial
sobre el azúcar. Por eso la disposición final del mencionado reglamento ordena
que, en tanto no se resuelva dicho problema de financiación en tales casos, los
ciudadanos que sufran una españolidad patológica aguda sean internados en campos
de diversión, bajo la vigilancia de policías autonómicas o locales, sin
contacto con el exterior y con pleno respeto de sus derechos y garantías
constitucionales, como no podía ser menos.
Aconsejo el visionado de este vídeo.
ResponderEliminarhttp://m.youtube.com/watch?v=MDEUV0HeJCM&desktop_uri=%2Fwatch%3Fv%3DMDEUV0HeJCM&gl=ES
Un saludo,
Tomás de Domingo
Profesor,
ResponderEliminarMe gustaría conocer su opinión sobre las diferencias entre la gestión del problema escocés por parte del gobierno escocés y cómo estamos nosotros dando respuesta desde el resto de España al caso catalán.
Quizá una lectura apresurada me lleva a creer que mientras el resto de británicos intentan ganarse a los escoceses por la seducción, nosotros hemos sacado los garrotes.
No sé si es la estrategia más inteligente, porque tengo la impresión que este tipo de respuesta está empeorando las cosas y consigue el efecto contrario al pretendido: el independentismo se acrecenta cada día que pasa.
¿Qué opina? ¿Cómo deberíamos actuar los que consideramos fundamental preservar la unidad de la nación española?
Me refiero, claro, a la gestión del gobierno escocés por parte del gobierno británico.
ResponderEliminarJe, je, no doy una: la gestión del problema escocés por parte del gobierno británico
ResponderEliminarComo usuario forzoso del "BordersKK" (en mi caso me lo aplicaron en un garaje madrileño de manera ilegal y en condiciones de salubridad deplorables) he de dejar constancia de que, en efecto, el sentimiento patriótico desaparece en cuanto se aplica el tratamiento.
ResponderEliminarAun así, ha de saberse que a los gallegos nos deja desconcertados, porque si bien anula toda raigambre cultural mediante su extirpación quirúrjica, no afecta al sentimiento de morriña. El resultado es que tras la operación nos pasamos todo el día añorando, pero no sabemos muy bien el qué. Es una sensación desconcertante.
En definitiva, no usen esta técnica con gallegos. Gracias.
Estimado anónimo:
ResponderEliminarNo me considero persona adecuada para opinar con buen fundamento sobre el importante problema que usted plantea. Primero, porque mi condición de partidario de "la unidad de la nación española" es muy relativa y, en lo que la tenga, no se basa más que en el convencimiento de que para todos los implicados sería mejor hacer juntos un Estado sólido que una cosa tipo 13 Rue del Percebe, que es en lo que estamos y a los que vamos, más todavía. En segundo lugar, porque no soy capaz de pensar bien o reflexionar con tino cuando me estoy partiendo de risa. Eso es lo que me pasa con todas estas zarandajas del espíritu nacional (sea de tirios o troyanos), el sano sentir popular, el derecho a la lengua y a la epiglotis, los orgullos de marquesonas heridas o los lamentos de fariseos a sueldo. En otras palabras, que si prescindo de que todo el país, de costa a costa y pasando por el centro, parece el Club de la Comedia en plan cutre y medio tarado, y si me pongo a pensar seriamente, me desespero porque lo único que me apetecería sería hacerme sueco, noruego, alemán o hasta letón, fíjese a lo que llega uno.
Esta gente es ridícula y sus incongruencias y su venalidad serían muy risibles si no tuvieran ese tufo a viejo fascismo. Así que le confieso, muy en serio, que he vuelto a la idea de comprarme una casita en Cartagena de Indias para cuando me jubile, o un apartamentito baratillo en Londres, y hasta luego, Lucas. Mas que nada por autodeterminarme. Porque ese es el verdadero problema político de ahora mismo: cómo leches puede un ciudadano de bien (o que pretende serlo) autodeterminarse frente a toda esta mierda de los nacionalismos y los incoscientes seguidores de Goebbels. Y me da igual que sean de CiU, del PNV, del PP, del PSOE o de su reverenda progenitora.
Saludos.
Optimista no parece, desde luego.
ResponderEliminarGracias en cualquier caso.
Saludos.
No tengo yo muy claro que haya que seducir a los catalanes para que se queden. Moratinos, sin duda una bellísima persona (además de ser el ministro de exteriores mas flower power de la historia de España) llegó hasta a ponerles a los llanitos un instituto Cervantes (hay que ser gilipollas) y ya vemos de qué ha servido. Recordemos también a Chamberlain. Por desgracia estamos llegando a un punto en que como un catalán nos mire con ojos libidinosos y no nos pongamos en pompa ipso facto nos va a llamar anticatalán, español de mierda, homófobo y claro, como no, FASCISTA.
ResponderEliminarComo aficionado a la entomología (siento debilidad por las especies gregarias)a veces veo TV 3 y se nota que van a tumba abierta. Hasta tienen un economista de cabecera norteamericano que pastorea a la audiencia con el mensaje de que "España, caca", "independencia, chachi". Por no hablar de las transmisiones de castellets con una estelada que pilla mas de media pantalla. O de la prensa, toda ella conchabada, digno remedo de la antigua Prensa del Movimiento. A ver quien era el guapo que en los dias en que los militares argentinos dieron el malvinazo se metía entre la muchedumbre para gritar "¡Pero imbéciles no os dais cuenta de que esta camarilla de sirvenguenzas os esta utilizando para tapar sus miserias!"
Esto cada vez se parece mas a El Mundo Today. Excelente!
ResponderEliminarOjalá.
ResponderEliminarSalud,