No
quiero aquí y en este momento entrar en otras polémicas, especialmente sobre la
de si la cultura debe ser gratuita en todo y para todos o si habrá que defender los
derechos de autor y la propiedad intelectual en su vertiente económica. Pero a
lo mejor en una cosa estamos de acuerdo los capuletos y los montescos: en que
si el autor no gana, porque no ha de ganar o porque socializamos gratuitamente
su obra, tampoco tiene por qué obtener beneficio económico el que cuelga sus
obras en la red para que otros las descarguen. Además, parece que jurídicamente
la clave se pone en que haya no ánimo de
lucro y efectivo beneficio para quienes organizan las páginas de descarga.
Pues
bien, asumamos, al menos como hipótesis, que hay personas, entidades u organismos
que tienen interés en poner coto a eso que vulgarmente se llama “piratería”.
Sabemos que los procedimientos para cerrar tales páginas o para, en su caso,
sancionar a quienes las mantienen son lentos, técnicamente difíciles y
jurídicamente tortuosos. Y a eso vamos, a si no habrá alternativa viable, en
caso de que alternativa se busque.
Les
voy a revelar una página en la que con toda comodidad se puede conseguir por la cara
prácticamente cuanta novela negra se publica en castellano. Se llama “diamantesgratis”
y pueden verla aquí. Es
impresionante y a cada rato me pregunto cómo es posible que se mantenga abierta
y tan lozana. ¿Será que nadie hace cuentas de ella, que no la persiguen o que
está puesta en algún servidor de la Conchinchina? No lo sé ni me importa
mayormente y, además, repito que en la cuestión de fondo no me voy a meter en
este instante.
Pero
otra cosa he observado y pueden comprobarla ustedes mismos: hay abundante
publicidad en ella, publicidad muy bien montada, por cierto. Se anuncian, según
los días o los momentos, compañías de seguros, aparatos de nuevas tecnologías,
ordenadores e impresoras, cursos de variadas temáticas y ¡librerías,
editoriales y hasta novelas que uno puede descargar en páginas similares a
esta! Y a eso voy: esas empresas anunciadoras sí que son fácilmente
localizables e identificables. Ellas son las que con esa publicidad dan el
beneficio al gestor de la página en cuestión. ¿Qué tal si tales empresas fueran multadas o sancionadas de alguna manera? ¿Acaso no están también
ellas persiguiendo su beneficio con esta inversión en tal lugar?
En
esto, como en tantas otras cosas y en algunos asuntos con dimensión penal,
tenemos demasiada tendencia a ajustar cuentas al que cobra y a olvidarnos del
que paga. Quizá no estaría mal apuntar al otro lado.
¿Y
saben qué? Si esas compañías, editoriales incluidas, pueden poner sus mensajes
publicitarios en esas páginas, ya no me da remordimiento ninguno indicarles ésta yo a ustedes. Además, yo sí que no percibo ni un chavo por este blog ni por
nada de lo que digo o sugiero. Así que,
una vez más, que aguante su vela cada palo.
ResponderEliminarHombre, tal vez las empresas que se publicitan pagan por un paquete o algo parecido, con lo cual no tienen que saber que libros se descargan; si son de pago, de pego o de castigo.
Otra cosa sería perseguir a las agencias de publicidad que se supone escogen donde colocar a sus anunciantes.
Me gustaría que se empezará a depurar responsabilidades a los profesionales y no a los que pagan. Es como cuando uno compra una casa y cuando ha pagado le dicen que es ilegal, después de haber pagado todos los impuestos exigidos...¡anda ya!
Por cierto, ¿se puede desterrar a la familia real? ¿Y a la familia política?
Un cordial saludo.
El problema es con el modelo de negocio. No podemos mantener siempre el paradigma del derecho de autor sobre la base de la ganancia en cada reproducción de su obra, en algo que ya no pueden controlar.
ResponderEliminarNi falta que me haría con tanto libro clásico por leer y de mejor calidad con dominio público, pero ya están ahí.
Que dejen de inventarse premios, que dejen de halagarse mutuamente y reseñarse entre ellos a cada rato como IMPRESCINDIBLES. Qué compitan con las obras de dominio público y verán como dejan de piratearlos.
De paso ayudaría a depurar muchos libros que están demás en nuestras carreras y que se escriben por vanidad profesional.