(Eduardo solo en el salón. Marca un número en su móvil).
EDUARDO.- Nieves. Hola, soy Eduardo…
Sí, todo bien… Sólo un segundo, está Candela en la ducha y saldrá en cualquier
momento… Sí, yo a ti también, pero no es momento, Nieves, no te llamo para
eso... Era para decirte que lo de Víctor muy bien, que no hay moros en la
costa. Ni moras, ni colombianas. Que está limpio… Sí, sí, se tomó la pastilla,
le pregunté y que nada, que serán imaginaciones tuyas y que ni Deysi ni
ninguna… Vaya, me alegra que te alegres, ya lo sabes… Sí y yo a ti, muchísimo…
Claro que sí. ¿Pasado mañana? ¿Dónde siempre y a la hora habitual?... Genial,
me muero de ganas… Calla, calla, que enloquezco de impaciencia… Sí, yo reservo…
Bueno, te dejo, seamos prudentes. Besos y más besos… Y yo igual. Chao.
(A los pocos segundos entra Candela).
CANDELA.- ¿Con quién hablabas?
EDUARDO.- Con Fernando. Tenemos
dentro de un rato una reunión con los de la Consejería de Sanidad y le había
encargado que supervisara toda la documentación. Lo tiene todo listo. Es bien
eficiente ese muchacho.
CANDELA.- Muy eficiente, seguro.
Que se lo pregunten a Luisa y a las otras.
EDUARDO.- Eso, jeje. Bueno, mi
amor, te dejo. Tengo que pasar por el despacho y que hablar con el Decano antes
de la reunión en la Consejería. Nos vemos por la noche. Cenamos algo rico, nos
tomamos una copita y…
CANDELA.- Hale, vete, falta mucho
para la noche y presiento un día intenso.
(Eduardo sale. Suena el móvil de Candela).
CANDELA.- Víctor, qué pasa…
¿Seria? No, por qué voy a estar seria. Ni triste ni preocupada ni nada, por
supuesto. Soy la mujer de acero, ya ves tú… Pues claro que estoy de mala uva,
como pa no… Mira, pues no, no es solo por lo de Eduardo, que ya tiene bemoles…
Claro que me hiere que mi marido me engañe y ande por ahí follando a calzón
quitado, pero al fin y al cabo también yo se la pego a él contigo y quedamos a
pre… Sí, muy comprensiva, cómo no, qué gran mujer estoy hecha… Oh, claro, soy
una tía estupenda. Pero déjame que te diga que lo que ya me parece el colmo es
que también mi amante amantísimo me la pegue con una Barbie colombiana… Sí, he
dicho Barbie colombiana y si fuera de Murcia diría Barbie murciana, no me
desvíes el tema, que no estoy de humor para diplomacias ni paños calientes… Ah,
sí, todo mentiras, imaginaciones de Nieves, evidentemente. Suerte tenemos de
que Nieves te ha pillado con la Barbie y no conmigo, ya ves… Claro, claro, es
verdad, no te ha pillado. El pachuli y los mensajitos se los inventó ella, y el
tanga dedicado lo soñó tu mujercita… Tu palabra, claro, tu palara voy a creer.
Pues ¿sabes qué? Lo que me digas te lo volveré a creer cuando te hayas tomado
la puta pastilla y estés con el hipo puesto y cantando como un gilipollas,
igual que mi marido ayer… Sí, tú jura, que ya te diré yo… Sí, sí, nos veremos
pronto, no te preocupes. Y ya me dirás qué bebes y dónde te meto la poción mágica…
Hala, adiós, adiós, déjame tranquila un rato.
(Suena el timbre. Sale Candela a abrir y vuelve con Deysi).
DEYSI.- Pues andaba de compras
por aquí y me encontré con Eduardo que se iba para la universidad. Me dijo que
quedabas sola en casa y se me ocurrió que a lo mejor te apetecía que saliéramos
a tomar un café y charlar un poquillo. ¡Estoy todavía tan maravillada con el
descubrimiento de tu marido! Qué orgullosa estarás de él, no sabes cómo te
envidio. Rufino es mucho más soso, no hay color.
CANDELA.- Pues no sabes las ganas
que tenía yo también de echar una parrafada contigo y comentar cositas. Pero
mejor nos tomamos algo aquí en casa, más tranquilas y a nuestro aire.
DEYSI.- Por mí como quieras, tu
casa es superacogedora y a ti es como si te conociera de toda la vida. A veces
me pasa eso con personas muy especiales, que les tomo cariño y confianza a la
primera y ya para siempre.
CANDELA.- Sí, ya sé que eres muy
de tomar cariño y confianza. ¿Te apetece un café, una copita, un refresco?
DEYSI.- Pues un café está bien.
Con sacarina, porfa.
CANDELA.- Marchando
(Candela sale y al poco vuelve con el café y el pastillero de sacarina,
todo en una bandeja. Lleva otro para ella en una taza distinta).
CANDELA.- Yo me lo he puesto en
taza grande, disculpa. Es una manía.
(Van bebiendo, cada una de su taza)
DEYSI.- Estás en tu casa, ni más
faltaba. Oye, no me habrás puesto la pastillita ¿eh?
CANDELA.- No, claro. Pero ¿te
importaría?
DEYSI.- Pues bien pensado, no me
importaría. Entre nosotras no tenemos secretos, ¿cierto?
CANDELA.- Nooo, ninguno.
(Deysi empieza a hipar, se
abanica con la mano. Hipa durante las frases siguientes de este diálogo).
DEYSI.- Uy, me ha venido el hipo
y noto como unos calores.
CANDELA.- A los calores supongo
que estarás acostumbrada. Porque tú debes de ser muy caliente, imagino.
DEYSI.- Ay, sí. ¿Te refieres al
sexo?
CANDELA.- Al sexo. ¿Qué tal con
Rufino?
DEYSI.- A mi Rufino yo lo adoro,
pero me tiene bastante insatisfecha por la parte física, ¿sabes?
CANDELA.- Vaya por Dios, y qué le
pasa a Rufino por la parte física.
DEYSI.- Pues que ya casi nunca
consigue hacerme bien el amor. Unas veces no…, no…, que no se le para vaya, no
me acuerdo cómo le dicen aquí a eso.
CANDELA.- Gatillazo.
DEYSI.- Eso, pues que unas veces
tiene gatillazo y otras veces, cuando se le para, pues se viene enseguida y a
mí no me ha dado tiempo.
CANDELA.- Pobrecilla. Pero
imagino que tendrás algún amigo bien potente para compensar y consolarte.
DEYSI.- Sí, sí, sí. Víctor. Una
berraquera de hombre.
CANDELA.- O sea, que te encamas
con Víctor a menudo y a todo trapo.
DEYSI.- No tan a menudo. Nos
vemos cada tres semanas en un motel de las afueras. Dice que tiene mucho
trabajo y que no puede con más frecuencia, aunque lo desearía lo que más en el
mundo. ¡Es tan divino! ¡Y lo noto tan solo!
CANDELA.- En un motel de las
afueras, ¿eh?. El Suspiros, no me digas más.
DEYSI.- Ese, ¿lo conoces?
CANDELA.- ¿Que si lo conozco?
¿Que si lo conozco? No, no lo conozco, de qué iba yo a conocerlo. Lo conoceréis
Víctor y tú únicamente.
(Suena el móvil de Deysi. Lo coge y mira la pantalla)
DEYSI.- Es Víctor, qué casualidad
tan bacana. ¿Te importa si le contesto un momentito? Ahora que ya somos más
amigas tú y yo…
CANDELA.- Habla, habla.
DEYSI.-(Hipando) Hola, papito, ay, mi amor, tan relindo tú llamándome por
la mañana, mi ratoncito… No, estoy en casa de Candela, estamos charlando… Pues
un cafetito bien sabroso y no te imaginas qué delicia de conversación… ¿Que de
qué hablamos? De lo nuestro, mi amor, me ha estado preguntando y le he contado
nuestros secretitos… Ay, por qué te pones así… No, para nada, ninguna pastilla,
son intimidades de amigas y nada más. Siempre te he dicho que Candela me parece
una mujer maravillosa y que… ¡Ha colgado!
CANDELA.- No le hagas caso, tú
cuéntame.
DEYSI.- Ya se me está pasando el
hipo y el sofoco, menos mal. Uy, qué horas, tengo que pasar por la tintorería
antes de que cierren, así que te dejo. A veces hablo y hablo y se me pasa el
tiempo sin saber ni lo que digo.
CANDELA.- Como quieras. Si ya no
tienes hipo…
DEYSI.- Mil gracias por el café.
A ver cuando me llamas y salimos nosotras para seguir hablando de nuestras
cosas.
CANDELA.- Vete con Dios, querida.
(Se marcha Deysi. Al poco vuelve a sonar el timbre y llega Víctor,
sofocado).
VÍCTOR.- No me digas nada, no me
digas nada. Si tiene que irse todo a la mierda que se vaya.
CANDELA.- Yo no te he dicho nada.
Todavía. Estoy empezando a acostumbrarme a que mis hombres me la peguen con
otras. Será mi sino y tendré que asumirlo.
VÍCTOR.- Ni sino ni gaitas. De
jodidos, al río. Le has dado una píldora a Deysi y no te lo reprocho. Ya sabes
lo que querías saber. Que siga la rueda y ahora me toca a mí.
CANDELA.- ¿Pretendes que me tome
yo una delante de ti o quieres que te someta yo a ti al tercer grado con hipo?
No, majo, de ti ya no necesito saber más y mi secreto ya lo conoces, porque
eres tú mismo mi único secreto. O eras, no sé.
VÍCTOR.- No, no, el favor que te
pido es que me des una pastilla de ésas y se la voy a poner esta noche en el
vino a Nieves. Necesito conocer su versión de sus amoríos con tu marido.
CANDELA.- Ah, mira qué bonito. A
lo mejor la convences para que nos lo montemos en plan cuarteto. Total… Todo
esto empieza a darme mucho por el saco, Víctor.
VÍCTOR.- Y a mí más. Pero no nos
vamos a quedar tú y yo de víctimas y de cornudos jodidos, aunque también
tengamos lo nuestro. Tú ya has escuchado a tu marido hablar de mi mujer y ahora
quiero yo preguntarle unas cosillas a ella. Me parece justo y por eso te pido
ese favor. Mira, y si quieres estar presente en el interrogatorio, te lo
permito.
CANDELA.- No, muchas gracias, ya
voy bien servida de secretos y sorpresitas. Te doy la maldita pastilla y que se
la tome Nieves o quien te dé la gana. Luego ya me dirás qué pasa, si quieres.
A esto le falta un Quinto acto ¡¡¡¡
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