Volvemos a los temas del nacionalismo y los nacionalismos, con propósito
de apartarlos luego para una temporada. Es que me apetece comentar que se están
mudando algunas cosas en el ambiente. En concreto, lo que llamamos izquierda, y
que va desde la socialdemocracia hasta grupos y partido más aguerridos o
radicales, está cayendo al fin del guindo, albricias. Dentro de nada explicaré
por qué me lo parece.
Vaya por delante que la diferenciación derecha izquierda es siempre
relativa y matizable y hay que tomarla con pinzas. Para mí, la seña distintiva
esencial está en que la izquierda defiende algún modelo de igualdad social con
directas implicaciones para el sistema económico y político-económico, de forma
que, como mínimo, tiene el objetivo de una efectiva igualdad de oportunidades a
través de políticas de justa redistribución de la riqueza. Pero igualdad de
oportunidades para los individuos, ojo, no para grupos o colectivos, con
independencia de que la igualación de las oportunidades de los individuos que
pertenecen a grupos social y económicamente discriminados pueda exigir
coyunturales medidas favorables a esos grupos como tales, paradigmáticamente
políticas de acción afirmativa, también llamadas de acción positiva o discriminación
inversa.
A la derecha más típica o tradicional le es propio un fuerte sentimiento
nacional y nacionalista, la derecha más “pura”, amante de las tradiciones y las
divisiones antiguas, comulga gustosa con la idea de patria y como tipo de
Estado prefiere el Estado-nación bien nacional. No hay régimen derechista que
no exalte el patriotismo como valor fundamental y que no intente inculcarlo a
los ciudadanos, pero un patriotismo que no es el moderno y habermasiano (aunque
no se lo inventó Habermas) patriotismo de la Constitución, sino un patriotismo
sustantivo, esencialista y que propugna hasta el sacrificio de la vida y las libertades
de los ciudadanos en pro de la grandeza y la libertad para la nación como un
todo sustancial y vivo, orgánico casi.
Pero estamos instalados en tremendas paradojas políticas e históricas.
Gran parte de esa derecha que se suele denominar ultraliberal o neoliberal se
ha pasado a un individualismo bien poco social y que hace su dios de los
mercados globales y jurídicamente libres. La derecha, en suma, se va tornando
universalista en un cierto sentido y cada vez menos patriotera. Por su lado, la
izquierda se ha echado en brazos de lo que la derecha económica ha ido
abandonando, el nacionalismo sentimental o romántico. Por eso ya no hay quien
entienda ni se entienda. Los derechos individuales quedan en manos de una
derecha que es ahora individualista, pero poco social, mientras que la que se
piensa izquierda se extasía ante esos derechos grupales de rancias resonancias.
El mundo al revés. La pregunta definitiva podría ser así: usted qué prefiere,
un mundo sin naciones y con Estados meramente instrumentales y garantes de la
igualdad al menos en oportunidades para todos los habitantes del planeta o un mundo
dividido en naciones con Estado y donde éste tenga ante todo la misión de
salvaguardar las esencia grupales y las diferencias entre los pueblos,
asumiendo incluso que el bienestar de cada pueblo debe labrarse a costa de
tratar de dominar económicamente y políticamente sobre otros pueblos. La
derecha asumiría la primera opción, pero limando el componente social o
igualitario, mientras que la izquierda…, cielo santo, hoy se podría inclinar
por lo segundo. Si es la derecha la que va a defender las libertades
individuales, pero nada más que en lo que el mercado permita o al mercado le convenga,
y la izquierda ya ni las libertades defenderá, o las sacrificará en lo que
resulten incompatibles con la pervivencia de las marcas nacionales y los
derechos de las naciones, apaga y vámonos. Y en esas estamos y por ahí vienen
los sinsabores y nuestro desconcierto político.
Pero decía que tengo la impresión de que algo va cambiando. Por ejemplo,
esta temporada he coincidido por ahí con unos cuantos colegas y amigos
catalanes. Muchos de ellos (no todos, que no se me dé por aludido quien no deba)
y de los que se consideraban progresistas esquivaban antes el tema del
nacionalismo catalán, o se proclamaban simpatizantes o defensores de él. De
ésos, ya he visto últimamente unos cuantos que, sin que se les pregunte siquiera,
se acercan a uno y le cuentan que qué desastre y que no puede ser y que qué
absurdo es este nacionalismo catalán de ahora. Digan lo que digan o hagan lo
que hagan en su tierra, la novedad está en que ya no temen que cualquiera los
considere poco progres o derechosos por ser críticos con aquel nacionalismo.
Será porque le ven las orejas al lobo o porque se espantan ante los excesos
actuales o posibles, pero la mutación ahí está y no es baladí.
A otros amigos, no catalanes ni vascos, les he escuchado últimamente
echar pestes contra el nacionalismo, y más en particular contra las políticas
del nacionalismo catalán. Hace tres años, pongamos, ellos, izquierdistas
serios, convencidos y honestos, no habrían osado decir esas cosas en voz alta y
a calzón quitado. Están cayendo de la burra, y bendita sea. Que una persona con
la cabeza bien amueblada y que se considere progresista o de izquierda se
alinee con Pujol o Mas, por ejemplo, o con Urkullu, nada más que porque éstos
sean nacionalistas de su tierra y traten de hacerle la cusca a la pérfida
España o de ganar ventaja frente a extremeños o andaluces, es a toda luces
absurdo y desconcertante. Pero parece que vamos bien y que las cosas vuelven a
su sitio natural: una persona seria de izquierda no puede preferir las
naciones frente a los ciudadanos en general, ni dar más importancia a la
autodeterminación política de los pueblos que a la justicia social general, la
que permite la autodeterminación de cada ciudadano.
En la misma línea y a otro nivel, que el PSOE de este momento respalde sin dudar la
idea de que Mas y sus aliados juegan sucio y de que la Constitución hay que
tomarla en serio, que no entren al juego de esos fantasmagóricos derechos a
decidir o a hacer lo que a cada territorio se le antoje en nombre de esencias y
tradiciones con las que toda la vida se engañó y explotó a los pueblos, es un
avance bien notable, y más si comparamos con los bien recientes prejuicios y
posturitas lelas del Zapatero aquel de cuando éramos ricos y tontitos, y de sus
frívolos acompañantes.
Por último, que el emergente Podemos, que se ha convertido en la noche a
la mañana en estandarte de la izquierda y la protesta, no se tire a la piscina
de autodeterminaciones y democracias de pega también será bueno para que tanto honrado y sincero progresista deje de ser compañero de viaje o tonto útil de
ese nacionalismo ramplón que toda la vida ha sido patrimonio y seña de la
derecha más arcaica y primitiva, tribal y estrafalaria.
Van regresando las aguas a su cauce. Intuyo que en pocos años se irá
disolviendo la pasada confusión y que volveremos a entender que los
nacionalismos, todos, son conservadores y poco amigos de las libertades
individuales, y que la izquierda prefiere al apátrida libre e igual mucho antes
que al connacional nada más que por ser connacional, y no digamos si lo prefiere
aunque sea ladrón confeso o corrupto probable. Hace falta estómago,
francamente.
Cambio de tercio y aprovechando el paso del Pisuerga por Valladolid, menciono
otra cosilla. Acabo de ganar una apuesta que había hecho conmigo mismo. Me
había dicho: apuesto a que en cuanto Mas dé el paso de aprobar la ley de
consultas y convocar el referéndum de marras, veremos en los periódicos las
primeras noticias sobre posibles delitos económicos suyos. Ya han aparecido
esas primeras noticias. Y supongo que van a ir a más y que saldrá a relucir lo
que aún no está escrito. Pujol no podía estar solo y no podía ser ajeno a sus
atracos su consejero de obras públicas, nada menos.No podía haber un único cochino, eso había de ser una piara.
Ahora bien, que los gobernantes del Estado, pues supongo que son ellos,
estén manejando en esas claves la información que sin duda tienen sobre delitos
y corrupciones de políticos catalanes me parece lamentable. ¿Me parece mal que
eso salga a relucir ahora? No, me parece bien que se sepa y se persiga, pero no
me gusta nada pensar que si Mas no hubiera tirado por la calle de enmedio esos
datos habrían quedado ocultos y su impunidad, la de los Pujol y compañía (y, en
su caso, la de Mas, si hay caso) habría estado garantizada.
Ahora veámoslo desde la otra parte. Es el juego del gato y el ratón.
Pues resulta ya creíble que Pujol y Mas y su tropa bien alimentada, la de esos lametraseros que se sueñan presidentes o ministrotes obesos de un Estado-nación, hayan jugado
la carta del independentismo precisamente para, sabedores de que sus tropelías
ya eran conocidas en ciertas altas esferas estatales, tratar de librarse de la
ley y los jueces instalándose en un Estado nuevo o negociando impunidad a
cambio de concesiones en ese campo.
Una miseria y una porquería todo. ¿Y aún nos parece que una nación de
más o de menos o un Estado de más o de menos es más importante que la justicia
social o que la aplicación de la ley penal a los ladrones? ¡Anda ya! Repito que
hace falta estómago, mucho estómago.Y hay gente, mucha, que tiene un estómago del tamaño de sus posaderas, mismamente.
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