Se van acumulando las experiencias. Mencionaré la última, de hace unas semanas. Viajo como evaluador de una agencia autonómica de evaluación y calidad universitaria. Vaya por delante que la compañía fue sumamente agradable, los colegas encantadores y bien dispuestos, los funcionarios del lugar sumamente amables, en medio del desconcierto general y habitual. Pero lo cortés no quita lo valiente y no hablamos de personas, sino de políticas y gastos. No pretendo ni criticar ni molestar a nadie en particular, sólo referirme a si tienen sentido o no ciertas políticas, supuestamente encaminadas a mejorar la calidad de las universidades y de su personal docente e investigador. En otras palabras, que son los políticos y sus asesores que se ocupan de universidades e investigación los que van necesitando unas buenas collejas, tanto los autonómicos como los del Estado central. El profesorado en general está a verlas venir y, si se tercia, a poner la mano. Su responsabilidad es, en su caso, por omisión y por silencio venal.
En la referida oportunidad somos unas veinte personas en una ciudad, todos forasteros, de los puntos más diversos del país. Se nos pagan dos o tres noches en un magnífico hotel, las comidas y el desplazamiento en el medio que cada uno elija, además de una remuneración notable por nuestra labor. Hago cuentas por encima y las cifras empiezan a marearme. Como mínimo treinta mil euros para la ocasión.
La Agencia tiene un amplio local que también costará lo suyo. Más sus cargos directivos. También conté esa vez seis funcionarios de la Agencia dedicados a esta concreta labor que nos convocaba. Esos son sueldos que también habría que sumar.
Debe de haber diecisiete agencias de éstas, una por comunidad autónoma. Naturalmente, también están las del Estado: ANECA, ANEP, etc., con sus correspondientes subcomisiones, comités etc. Algunos de los presentes llegaban de Madrid a la carrera, de evaluar en esas otras sedes. Esto puede convertirse en una profesión autónoma. Te verás con tus compañeros de facultad en algún aeropuerto, tal vez en la T-4.
- ¿Tú de dónde vienes?
- De evaluar en Cáceres, ¿y tú?
- Voy a evaluar a Valencia.
- Ah, allí estuve yo la semana pasada. ¿Vas a lo de proyectos?
- No a lo de acreditaciones.
- Bueno, pues buen viaje y feliz navidad, por si no nos vemos antes.
- Igualmente.
A todo esto, es el 15 de octubre, pero en efecto, cabe que no vuelvan a coincidir en lugar que no sea aeropuerto o comisión. No critico a las personas, repito, cada cual se busca la vida como puede. Y a nadie le amarga un dulce en euros. Ay, cómo nos compran. ¡Para hoy!, ¡para hoy! ¡Llevo el gordo para hoy!
A colegas más avezados les oigo explicar que solamente en la ANECA se reúnen diariamente varias comisiones, varias decenas de “expertos” al día. No puedo ni imaginar esos costes. Todos los presentes en tales ocasiones suelen comentar durante el café que es un despilfarro y un caos todo eso. Pero es lo que hay.
Me pregunto cuándo investigarán los investigadores. Los unos se quedan sin tiempo para producir, pues han de pasarse muchos días al año valorando -al peso- la producción ajena; y no sólo la producción científica o el trabajo docente, también -y sobre todo- otras cosas bien pintorescas. Los otros consumen sus días en juntar todo tipo de papeles y certificaciones para ser evaluados. Evaluadores y evaluados perdidos en un maremágnum burocrático que se retroalimenta y se muerde la cola o lo que sea.
En mi experiencia, los baremos suelen ser inverosímiles. Aspirantes a todo tipo de contratos o proyectos caen como moscas porque en su currículum no consta que hayan recibido cursos de formación docente -otro negocio, el de los pedagogos listillos- o porque no se desprende de sus méritos que sean en sus clases usuarios compulsivos de las llamadas nuevas tecnologías.
Por lo general y en la mayor parte de los lugares, todo va a tanto alzado. Una monografía, tantos puntos; un artículo, tantos puntos. Sorpresa: cada artículo se valora más que un libro entero. Los de Derecho y Humanidades solemos protestar y decir que no puede ser. Se nos responde que el baremo y su correspondiente programa informático lo elaboró una comisión interdisciplinar y muy docta y que un año de éstos tocará revisarlos. Se ve que también hay comisiones para eso, con sus reuniones, sus viajes y sus dietas.
En lo que atañe a la valoración de los trabajos científicos de los aspirantes a lo que sea, el evaluador anda a dos velas. Puede tocarte juzgar a alguien de tu disciplina, pero también de muchas otras. Algún novato se va a las cajas de documentación para echar una mirada a los trabajos y se encuentra lo que ya es común: sólo figura copia de la primera página y de la última. Ya sabemos que incluso es así en la Comisión que dirime para las acreditaciones de aspirantes a titularidades y cátedras. Si usted es uno de esos que se postulan y su materia es el Derecho Financiero, le puede calificar alguien de Ciencias de la Información o de Historia Medieval. Esa Comisión pide el dictamen de dos expertos, pero muchas veces tampoco pertenecen al área de conocimiento del candidato, ni siquiera de su titulación. Por supuesto, tales “expertos” que dictaminan tampoco tienen acceso a los escritos científicos de la persona que evalúan: primera y última página nada más. Ya conté aquí que sé de uno que solicitó ver esos escritos por entero y que fue despedido con cajas destempladas y gesto de usted de qué va, hombre, a ver si piensa que estamos aquí para ahogarnos en papeles. Es como si a uno que se examina para pescadero lo tuvieran que juzgar un cartero y un encofrador: de lo más justo y objetivo.
Hoy en día hacerse un currículum apto para superar tales pruebas es asunto de picardía, no de competencia y vocación. Si usted ha escrito dos libros que marcan una época en su materia, pero no ha realizado estancias en el extranjero, no ha participado en proyectos de investigación, no ha dirigido tesis doctorales, no ha presentado comunicaciones en congresos y, sobre todo, no se ha apuntado a cursitos sobre motivación del alumno semoviente o uso de blogs para la docencia pluscuamperfecta con retrocarga y braguero, usted está perdido y le van a dar con el expediente en las narices. Consecuencia obvia: no pierda su tiempo trabajando con dedicación constante a su investigación, no se pase el día delante de los libros y no acabe escribiendo un tomo de quinientas páginas que sea lo mejor de la doctrina mundial sobre su asunto. No, gástese sus buenos meses en el extranjero con cargo a alguna bequilla, hoy en París, mañana en Boston, pasado en Liverpool. Lo que haya hecho allá no debe preocuparle: cuenta a tanto la estancia. No se pierda congreso de lo suyo y coloque en todas partes la misma comunicacioncilla, cambiando levemente el título cada vez: nadie se la va a leer. Ruegue a todo zurrigurri que esté en condiciones de aspirar a proyectos de investigación que le meta en ellos. No se preocupe, no tiene que hacer nada, sólo estar ahí, en la lista de investigadores del proyecto: cuenta a tanto cada uno. Dígale al catedrático/a de su localidad que le deje figurar como director de alguna tesis doctoral, por el amor de Dios. Se lo puede compensar con unas cenas o con un revolconcillo -es una cuestión de género- si usted está todavía en edad de merecer. ¿Tiene que ser buena esa tesis a la que usted le pudo la firma en el apartado de director? No, no hace falta: computa a tanto la tesis dirigida. ¿Que usted no ha tenido cargos de gestión en su universidad? Pero, hombre/mujer de Dios, cómo se le ocurre ir por la vida de investigador a palo seco, se lo van a merendar por insolidario y rata de biblioteca o ratón de laboratorio. Agénciese al menos una secretaría de departamento o un vicedecanato. ¿Y qué tiene que hacer en concreto en el cargo que sea? Nada, o poner las copas, o pasearle el perro al jefe, lo que sea. Lo importante es que cada año de cargo se valora como tal y puntúa un huevo. ¿Y las clases? Ruegue que le dejen dar muchas y, a ser posible, variadas: en las evaluaciones de las que dependerá su cocido se las van a pagar muy bien. Procure igualmente que la evaluación de su docencia por los estudiantes sea de lo más positiva, que eso también se mira. Así que ya sabe, nada de suspender a la gente, que luego le ponen un cero y la agencia correspondiente se lo carga a usted por cómplice del fracaso escolar.
Corruptelas universitarias ha habido siempre y eso no tiene arreglo. Bueno, lo tendría con el escarmiento de unos fusilamientos al amanecer ante las tapias del rectorado, pero no parece viable que se vaya a poner en práctica esa única solución: ya todos somos pacifistas, tolerantes, multiculturales y de culillo juguetón. Cualquier tiempo pasado también fue malo. La única diferencia es que el tiempo presente es más absurdo y con perdonal más flojo y que se despatarra más barato.
En la referida oportunidad somos unas veinte personas en una ciudad, todos forasteros, de los puntos más diversos del país. Se nos pagan dos o tres noches en un magnífico hotel, las comidas y el desplazamiento en el medio que cada uno elija, además de una remuneración notable por nuestra labor. Hago cuentas por encima y las cifras empiezan a marearme. Como mínimo treinta mil euros para la ocasión.
La Agencia tiene un amplio local que también costará lo suyo. Más sus cargos directivos. También conté esa vez seis funcionarios de la Agencia dedicados a esta concreta labor que nos convocaba. Esos son sueldos que también habría que sumar.
Debe de haber diecisiete agencias de éstas, una por comunidad autónoma. Naturalmente, también están las del Estado: ANECA, ANEP, etc., con sus correspondientes subcomisiones, comités etc. Algunos de los presentes llegaban de Madrid a la carrera, de evaluar en esas otras sedes. Esto puede convertirse en una profesión autónoma. Te verás con tus compañeros de facultad en algún aeropuerto, tal vez en la T-4.
- ¿Tú de dónde vienes?
- De evaluar en Cáceres, ¿y tú?
- Voy a evaluar a Valencia.
- Ah, allí estuve yo la semana pasada. ¿Vas a lo de proyectos?
- No a lo de acreditaciones.
- Bueno, pues buen viaje y feliz navidad, por si no nos vemos antes.
- Igualmente.
A todo esto, es el 15 de octubre, pero en efecto, cabe que no vuelvan a coincidir en lugar que no sea aeropuerto o comisión. No critico a las personas, repito, cada cual se busca la vida como puede. Y a nadie le amarga un dulce en euros. Ay, cómo nos compran. ¡Para hoy!, ¡para hoy! ¡Llevo el gordo para hoy!
A colegas más avezados les oigo explicar que solamente en la ANECA se reúnen diariamente varias comisiones, varias decenas de “expertos” al día. No puedo ni imaginar esos costes. Todos los presentes en tales ocasiones suelen comentar durante el café que es un despilfarro y un caos todo eso. Pero es lo que hay.
Me pregunto cuándo investigarán los investigadores. Los unos se quedan sin tiempo para producir, pues han de pasarse muchos días al año valorando -al peso- la producción ajena; y no sólo la producción científica o el trabajo docente, también -y sobre todo- otras cosas bien pintorescas. Los otros consumen sus días en juntar todo tipo de papeles y certificaciones para ser evaluados. Evaluadores y evaluados perdidos en un maremágnum burocrático que se retroalimenta y se muerde la cola o lo que sea.
En mi experiencia, los baremos suelen ser inverosímiles. Aspirantes a todo tipo de contratos o proyectos caen como moscas porque en su currículum no consta que hayan recibido cursos de formación docente -otro negocio, el de los pedagogos listillos- o porque no se desprende de sus méritos que sean en sus clases usuarios compulsivos de las llamadas nuevas tecnologías.
Por lo general y en la mayor parte de los lugares, todo va a tanto alzado. Una monografía, tantos puntos; un artículo, tantos puntos. Sorpresa: cada artículo se valora más que un libro entero. Los de Derecho y Humanidades solemos protestar y decir que no puede ser. Se nos responde que el baremo y su correspondiente programa informático lo elaboró una comisión interdisciplinar y muy docta y que un año de éstos tocará revisarlos. Se ve que también hay comisiones para eso, con sus reuniones, sus viajes y sus dietas.
En lo que atañe a la valoración de los trabajos científicos de los aspirantes a lo que sea, el evaluador anda a dos velas. Puede tocarte juzgar a alguien de tu disciplina, pero también de muchas otras. Algún novato se va a las cajas de documentación para echar una mirada a los trabajos y se encuentra lo que ya es común: sólo figura copia de la primera página y de la última. Ya sabemos que incluso es así en la Comisión que dirime para las acreditaciones de aspirantes a titularidades y cátedras. Si usted es uno de esos que se postulan y su materia es el Derecho Financiero, le puede calificar alguien de Ciencias de la Información o de Historia Medieval. Esa Comisión pide el dictamen de dos expertos, pero muchas veces tampoco pertenecen al área de conocimiento del candidato, ni siquiera de su titulación. Por supuesto, tales “expertos” que dictaminan tampoco tienen acceso a los escritos científicos de la persona que evalúan: primera y última página nada más. Ya conté aquí que sé de uno que solicitó ver esos escritos por entero y que fue despedido con cajas destempladas y gesto de usted de qué va, hombre, a ver si piensa que estamos aquí para ahogarnos en papeles. Es como si a uno que se examina para pescadero lo tuvieran que juzgar un cartero y un encofrador: de lo más justo y objetivo.
Hoy en día hacerse un currículum apto para superar tales pruebas es asunto de picardía, no de competencia y vocación. Si usted ha escrito dos libros que marcan una época en su materia, pero no ha realizado estancias en el extranjero, no ha participado en proyectos de investigación, no ha dirigido tesis doctorales, no ha presentado comunicaciones en congresos y, sobre todo, no se ha apuntado a cursitos sobre motivación del alumno semoviente o uso de blogs para la docencia pluscuamperfecta con retrocarga y braguero, usted está perdido y le van a dar con el expediente en las narices. Consecuencia obvia: no pierda su tiempo trabajando con dedicación constante a su investigación, no se pase el día delante de los libros y no acabe escribiendo un tomo de quinientas páginas que sea lo mejor de la doctrina mundial sobre su asunto. No, gástese sus buenos meses en el extranjero con cargo a alguna bequilla, hoy en París, mañana en Boston, pasado en Liverpool. Lo que haya hecho allá no debe preocuparle: cuenta a tanto la estancia. No se pierda congreso de lo suyo y coloque en todas partes la misma comunicacioncilla, cambiando levemente el título cada vez: nadie se la va a leer. Ruegue a todo zurrigurri que esté en condiciones de aspirar a proyectos de investigación que le meta en ellos. No se preocupe, no tiene que hacer nada, sólo estar ahí, en la lista de investigadores del proyecto: cuenta a tanto cada uno. Dígale al catedrático/a de su localidad que le deje figurar como director de alguna tesis doctoral, por el amor de Dios. Se lo puede compensar con unas cenas o con un revolconcillo -es una cuestión de género- si usted está todavía en edad de merecer. ¿Tiene que ser buena esa tesis a la que usted le pudo la firma en el apartado de director? No, no hace falta: computa a tanto la tesis dirigida. ¿Que usted no ha tenido cargos de gestión en su universidad? Pero, hombre/mujer de Dios, cómo se le ocurre ir por la vida de investigador a palo seco, se lo van a merendar por insolidario y rata de biblioteca o ratón de laboratorio. Agénciese al menos una secretaría de departamento o un vicedecanato. ¿Y qué tiene que hacer en concreto en el cargo que sea? Nada, o poner las copas, o pasearle el perro al jefe, lo que sea. Lo importante es que cada año de cargo se valora como tal y puntúa un huevo. ¿Y las clases? Ruegue que le dejen dar muchas y, a ser posible, variadas: en las evaluaciones de las que dependerá su cocido se las van a pagar muy bien. Procure igualmente que la evaluación de su docencia por los estudiantes sea de lo más positiva, que eso también se mira. Así que ya sabe, nada de suspender a la gente, que luego le ponen un cero y la agencia correspondiente se lo carga a usted por cómplice del fracaso escolar.
Corruptelas universitarias ha habido siempre y eso no tiene arreglo. Bueno, lo tendría con el escarmiento de unos fusilamientos al amanecer ante las tapias del rectorado, pero no parece viable que se vaya a poner en práctica esa única solución: ya todos somos pacifistas, tolerantes, multiculturales y de culillo juguetón. Cualquier tiempo pasado también fue malo. La única diferencia es que el tiempo presente es más absurdo y con perdonal más flojo y que se despatarra más barato.
Antes, hasta no hace mucho, al menos a la gente de cada área la juzgaban otros de la misma área. Y muchos se conocían, se sabía lo que cada cual había escrito y se podía discernir quién trabajaba seriamente, quién valía para el oficio y quién simplemente rebuznaba o le sobaba el lomo a su cátedro. Otra cosa es que cada tribunal quisiera juzgar unas competencias u otras, la calidad del trabajo serio o las habilidades inconfesables. Ahora hemos ganado muchísimo en objetividad. Por un lado, porque toca calificar a aspirantes que no son de tu campo y cuyas obras no podrías, aunque quisieras, entender cabalmente y con un mínimo rigor. Naturalmente, por eso se hurta el conocimiento de esas obras, para que no se pierda el tiempo leyendo lo que no se comprende. Por otro lado, ni entre los que se dedican a una misma materia se sabe ya apenas lo que hace cada cual, pues no queda tiempo para leer -porque nos pasamos el día evaluándonos los unos a los otros en un aquelarre de baremos y aplicaciones informáticas- y porque tampoco merece la pena leer, ya que los conocimientos propiamente dichos no se tienen en cuenta para nada, pues está prohibidísimo evaluarlos. Por eso se ha desterrado toda prueba presencial en todo tipo de concursos y convocatorias, no sea que al aspirante se le vaya a hacer una pregunta que no sepa responder y fíjate qué trauma para él y para su maestro, que en ese momento estaba pasándole la mano por la rabadilla a alguno del tribunal. Ciertamente, también es verdad que había que ver las preguntas que hacían algunos, retratándose sin pudor como perfectísimos ceporros. Eran precursores, ciertamente. Una para colegas míos: me acuerdo de aquélla (lo siento era tía, pero eso es meramente casual) que en una de Derecho la preguntó a un aspirante que por qué citaba a Alexy en la bibliografía sobre derechos fundamentales, que ella no veía la relación. Burrita y feliz. O burrito y feliz. Así se llevan ahora. Chof, chof.
En fin, es lo que hay. Urge prejubilarse.
PD.- Sería interesante un debate sobre la catadura moral de los que nos prestamos alguna vez al juego pese a nuestra proclamada condición de renegados. A lo mejor un servidor no saldría muy bien parado. Es probable; no sería injusto. Sírvame sólo un mínimo atenuante: alguien tiene que contar desde dentro lo que está pasando. Pero no sé, no sé. ¿Debería además donar la pasta a alguna ONG, a Evaluadores Sin Fronteras, por ejemplo?
En fin, es lo que hay. Urge prejubilarse.
PD.- Sería interesante un debate sobre la catadura moral de los que nos prestamos alguna vez al juego pese a nuestra proclamada condición de renegados. A lo mejor un servidor no saldría muy bien parado. Es probable; no sería injusto. Sírvame sólo un mínimo atenuante: alguien tiene que contar desde dentro lo que está pasando. Pero no sé, no sé. ¿Debería además donar la pasta a alguna ONG, a Evaluadores Sin Fronteras, por ejemplo?
10 comentarios:
Y habrá más, porque faltaba algo importante. No sé si sabes, en el último boletín de nuestros compañeros de UGT lo cuentan, que quieren evaluar a la aneca. ¡Más madera!
Ya lo pronosticó el maestro JR Parada. En la Universidad regiría el mandamiento "evaluaros los unos a los otros".
Me parece que es momento de disfrutar de su pluma crítica porque pronto oiremos su silencio
Despilfarro es esto uniéndolo a esto .
No sólo es una atenuante el actuar desde dentroi y denunciarlo profesor, es una eximente.
Tremendo, querido Lopera in the nest.
Quizá sí sea necesario un estudio de por qué las mujeres no tenemos suficientes ovarios para oponernos a las nuevas torquemadas. Ni M. Curie, ni V. Woolf, ni tantas otras mujeres necesitaron las cuotas y discriminaciones tan imprescindibles para Vegas y Aídos.
Querida Mercedes, SÍ los tenéis, pero lo que no hacéis es gastarlos en este tipo de estupideces, al menos algunas. Las energías intelectuales son limitadas, como todas, y deben gastarse en cosas serias, el derecho administrativo, la química, la biología, etc.
Y respecto a la cancelación de la convocatoria de los proyectos "Consolider" es algo MUY serio, de verdad. En mi opinión se pueden sacar varias conclusiones, unas más arriesgadas que otras:
1. El Gobierno, con su Pte. al frente, no cree en que es con el Progreso del Conocimiento con lo que la sociedad española puede salir de la crisis.
2. Después de que el Secretario de Estado ha financiado a sus "amigos" con la convocatoria del año pasado, ya se siente satisfecho.
3. La falta de respeto a todos aquellos que llevaban varios meses trabajando en la preparación de los proyectos y ahora se quedan "compuestos y sin ..."
4. La existencia de una convocatoria de poryectos de i+d+i en el Miniterio de Igualdad es como mínismo insultante para todos esos que están dejándose las pestañas en los laboratorios y bibliotecas.
Gracias, querido Lopera in the nest, por la indulgencia. Pero me aliviaría encontrarme con Juana de Arco.
Y leo ahora tus precisiones. Claro que es un escándalo la reducción de la financiación para la verdadera investigación científica. Pero se cuenta con que los estudiosos están enterrados en los campus-santo universitarios.
Como el kiosko del Metro de Sevilla.
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