Vaya por delante que mis simpatías por Berlusconi son nulas. Sólo estoy atento a sus cosas porque me parece que es un auténtico precursor y que la democracia (es un decir) en muchos países, como el nuestro, va e irá cada vez más por la senda que don Silvio traza con mano segura y sucia. Su descaro, su capacidad para mentir, su manera de tomar por tontos a los tontos que lo votan son el modelo que siguen, deliberadamente o porque les sale así, otros que yo me sé.
Dicho lo cual, vamos con lo de las fotos que publica hoy El País, pero que podría haber publicado igual cualquier diario amarillo. Los hechos y el debate seguro que ya los conoce todo el mundo. Uno de esos fotógrafos que roban imágenes de famosos encaramándose donde haga falta, consiguió unas cuantas fotos de Berlusconi en su mansión de Cerdeña, acompañado de unas mujeres y algún hombre en bolas, o casi. Parece que el ambiente no es precisamente de recogimiento o de preparación de una novena. Berlusconi se está oponiendo en Italia a que esas fotos se publiquen, pero en España acaba de sacar algunas El País. Ahora alias Il Cavaliere amenaza al periódico español con acciones legales y dice que tal publicidad de esas imágenes supone un gravísimo atentado a su intimidad.
Lo primero que se me ocurre es preguntarme si el derecho a la intimidad cambia de alcance en función de lo bien o mal que nos caiga el personaje. A mí Berlusconi me parece un patán con dinero, pero ¿su derecho a la intimidad es igual o menor que el de cualquiera? Se me dirá que es un personaje famoso y muy importante y que, a diferencia de lo que sucedería con un sin sustancia como usted o yo, hay detalles de su vida privada que sí pueden interesar para la formación de una opinión pública libre e informada, como les gusta decir a los tribunales constitucionales cuando no son sus magistrados los retratados en pelota o pillados en renuncio. Pero de acuerdo, concedamos eso. Mas, si lo concedemos, tendremos que aceptar por las mismas que se publique igualmente cualquier imagen que los paparazzi puedan pillar de Zapatero en bolas en su lugar de veraneo, por ejemplo, o de Zapatero dándose un magreo con Sonsoles, ligeros de ropa ambos. ¿Que no es lo mismo? ¿Por qué? ¿Porque si es con la legítima es distinto? Oiga, amigo, ese argumento sólo se lo paso si es usted de alguna asociación pía o de alguna secta ultramontana.
Ya sé, el tema de Berlusconi está sazonado con morbo adicional. Lo acusan de dedicarse a las menores y de concentrarlas en su casa, aprovechándose de la incorregible ingenuidad de las chicas. Bien, pues vamos por ahí. En primer lugar, si hay delito, el que sea, debe perseguirse el delito por quien proceda y como proceda. En segundo lugar, habrá que ver qué delito cabe en esa materia en Italia y hasta qué edad de la menor se puede cometer. En tercer lugar, a mí, modestamente, algo no me cuadra. Resulta que aquí andamos todos contentos porque las menores de edad van a poder abortar y agenciarse la píldora del día después sin necesidad ni de comentarlo en casa, pero a Berlusconi lo ponemos de vuelta y media porque no se asegura exactamente de que tengan dieciocho años antes de llevarlas a su finca. De lo que se desprende que o pensamos que las de aquí se lo hacen con espíritus puros o sólo nos parece bien que se lo monten con los de su edad o estamos dispuestos a emplumar en serio al que se acueste con una menor de dieciocho, al margen de que, además, a ella le permitamos comprar al día siguiente la píldora mágica o abortar a los tres meses.
Resumiendo:
- Que si se prueba que Berlusconi incurre en alguno de los tipos penales que tienen que ver con el trato sexual con menores, se le debe acusar y juzgar conforme a la ley que le sea aplicable, o al menos intentarlo. A mí, particularmente, me encantaría que quedara demostrado que es un delincuente sexual, pero sólo si en verdad es un delincuente sexual y se puede demostrar con arreglo a las normas y las garantías que rigen para todos.
- Que si resulta que se lo hace con mujeres (y/o hombres, en su caso) con capacidad legal para consentir y sin que se acredite ningún componente delictivo, pues está en su derecho, como cualquiera, por mucho que nos jorobe que cualquiera no pueda montárselo así y él sí.
- Que si se admite que al derecho a la intimidad se le haga en este caso una excepción en razón de la condición pública del personaje, habrá que admitir dicha excepción por igual en cualquier otro caso parejo a esos efectos, y nos parecerá perfectamente jurídico que un día aparezcan en El País o en Diez Minutos fotos de Zapatero en plena erección ante Obama, de Durao Barroso metiéndole mano a una azafata belga en la habitación de un hotel o de la Merkel en su casa haciéndoselo con una botella de schnapps. Y soy consciente de que con los ejemplos me paso, pues, al menos en lo que publica El País, no hay nada de escandaloso: personas en pelotas dentro de una finca particular, sin escenas que ofendan la sensibilidad de nadie que no la tenga enferma y sin rastro de comportamiento delictivo. A salvo lo digo, por supuesto, de lo que pueda haber en otras fotos que desconozco.
Dicho lo cual, vamos con lo de las fotos que publica hoy El País, pero que podría haber publicado igual cualquier diario amarillo. Los hechos y el debate seguro que ya los conoce todo el mundo. Uno de esos fotógrafos que roban imágenes de famosos encaramándose donde haga falta, consiguió unas cuantas fotos de Berlusconi en su mansión de Cerdeña, acompañado de unas mujeres y algún hombre en bolas, o casi. Parece que el ambiente no es precisamente de recogimiento o de preparación de una novena. Berlusconi se está oponiendo en Italia a que esas fotos se publiquen, pero en España acaba de sacar algunas El País. Ahora alias Il Cavaliere amenaza al periódico español con acciones legales y dice que tal publicidad de esas imágenes supone un gravísimo atentado a su intimidad.
Lo primero que se me ocurre es preguntarme si el derecho a la intimidad cambia de alcance en función de lo bien o mal que nos caiga el personaje. A mí Berlusconi me parece un patán con dinero, pero ¿su derecho a la intimidad es igual o menor que el de cualquiera? Se me dirá que es un personaje famoso y muy importante y que, a diferencia de lo que sucedería con un sin sustancia como usted o yo, hay detalles de su vida privada que sí pueden interesar para la formación de una opinión pública libre e informada, como les gusta decir a los tribunales constitucionales cuando no son sus magistrados los retratados en pelota o pillados en renuncio. Pero de acuerdo, concedamos eso. Mas, si lo concedemos, tendremos que aceptar por las mismas que se publique igualmente cualquier imagen que los paparazzi puedan pillar de Zapatero en bolas en su lugar de veraneo, por ejemplo, o de Zapatero dándose un magreo con Sonsoles, ligeros de ropa ambos. ¿Que no es lo mismo? ¿Por qué? ¿Porque si es con la legítima es distinto? Oiga, amigo, ese argumento sólo se lo paso si es usted de alguna asociación pía o de alguna secta ultramontana.
Ya sé, el tema de Berlusconi está sazonado con morbo adicional. Lo acusan de dedicarse a las menores y de concentrarlas en su casa, aprovechándose de la incorregible ingenuidad de las chicas. Bien, pues vamos por ahí. En primer lugar, si hay delito, el que sea, debe perseguirse el delito por quien proceda y como proceda. En segundo lugar, habrá que ver qué delito cabe en esa materia en Italia y hasta qué edad de la menor se puede cometer. En tercer lugar, a mí, modestamente, algo no me cuadra. Resulta que aquí andamos todos contentos porque las menores de edad van a poder abortar y agenciarse la píldora del día después sin necesidad ni de comentarlo en casa, pero a Berlusconi lo ponemos de vuelta y media porque no se asegura exactamente de que tengan dieciocho años antes de llevarlas a su finca. De lo que se desprende que o pensamos que las de aquí se lo hacen con espíritus puros o sólo nos parece bien que se lo monten con los de su edad o estamos dispuestos a emplumar en serio al que se acueste con una menor de dieciocho, al margen de que, además, a ella le permitamos comprar al día siguiente la píldora mágica o abortar a los tres meses.
Resumiendo:
- Que si se prueba que Berlusconi incurre en alguno de los tipos penales que tienen que ver con el trato sexual con menores, se le debe acusar y juzgar conforme a la ley que le sea aplicable, o al menos intentarlo. A mí, particularmente, me encantaría que quedara demostrado que es un delincuente sexual, pero sólo si en verdad es un delincuente sexual y se puede demostrar con arreglo a las normas y las garantías que rigen para todos.
- Que si resulta que se lo hace con mujeres (y/o hombres, en su caso) con capacidad legal para consentir y sin que se acredite ningún componente delictivo, pues está en su derecho, como cualquiera, por mucho que nos jorobe que cualquiera no pueda montárselo así y él sí.
- Que si se admite que al derecho a la intimidad se le haga en este caso una excepción en razón de la condición pública del personaje, habrá que admitir dicha excepción por igual en cualquier otro caso parejo a esos efectos, y nos parecerá perfectamente jurídico que un día aparezcan en El País o en Diez Minutos fotos de Zapatero en plena erección ante Obama, de Durao Barroso metiéndole mano a una azafata belga en la habitación de un hotel o de la Merkel en su casa haciéndoselo con una botella de schnapps. Y soy consciente de que con los ejemplos me paso, pues, al menos en lo que publica El País, no hay nada de escandaloso: personas en pelotas dentro de una finca particular, sin escenas que ofendan la sensibilidad de nadie que no la tenga enferma y sin rastro de comportamiento delictivo. A salvo lo digo, por supuesto, de lo que pueda haber en otras fotos que desconozco.
Para colmo, estoy seguro de que con todos estos escándalos, reales o de diseño, lo único que se conseguirá es que los italianos admiren aún más a su duce y que lo voten con definitivo entusiasmo. Igual que aquí amamos más a otros cuanto más vilmente nos mienten y más burros se nos enseñan. Al final, el único que se queda en bolas en cada ocasión es el pueblo soberano. Pero sarna con gusto no pica y se supone que también nosotros podemos consentir y que nadie nos fuerza.
6 comentarios:
Berlusconi ¿Duce? ... frío, frío.
De acuerdo con usted en casi todo, con una salvedad: el discurso público-político de Berlusconi es una oda a la familia, a la tradición y a la iglesia. En esos asuntos, y siempre que tiene ocasión, hace apología de valores que no son los que salen en esas fotografías -que a mi, personalmente, no me parecen en absoluto escandalosas-. Por tanto me parece normal que si alguien tiene pruebas de que lo que predica en su vida pública no se corresponde demasiado con lo que practica en su vida privada, intente sacarlo a la luz. Sobre todo cuando -y es la segunda parte de la polémica- parece que las fiestas de marras se pagan, en buena parte, con fondos públicos -por ejemplo mediante el uso de los dichosos avioncitos para trasladar a los invitados-. Quedaría una tercera cuestión, que no sé si es relevante, y es saber con quién está en esas fiestas y qué consiguen después sus invitados. Porque si Berlusconi toma copas con un capo de la mafia, quizá también tengan los italianos derecho a saberlo. O si una criaturita que anda en pelotas por su finca se convierte, de pronto, en Secretaria General de alguna cosa, también.
Berlusconi se ha colocado voluntariamente en el ámbito público: eso no quiere decir que viva continuamente expuesto, pero sí que su privacidad es más reducida que la mía. Y lo mismo cabe decir de Zapatero, de Obama o de quien sea. Si a Zapatero le descubren llamando a un homosexual 'puto maricón', seguramente también debería poder saberse. Porque no es eso lo que predica.
Salud
Por suerte o desgracia, lo que es un hecho es que la polémica mueve montañas.
Ideología y política aparte, en mi opinión el señor Berlusconi está en su completo derecho de organizar orgías o ponerle los cuernos a su querida sin remordimiento alguno, si le place: el alcance de lo físico ya provoca suficientes quebraderos de testa para divagar en lo moral o incorrecto. Un presidente es tan apto para deslices carnales o de otro tipo como cualquiera de nosotros, más aún si goza de poder y dinero.
Nadie me pide a mí cuentas de lo que hago en mi casa de campo, salvo mi mujer si la tuviere. Que su esposa le pida cuentas si gusta, que en todo caso sería la única con potestad para ello.
Pero, ¿que se las pida la prensa, paradigma del objetivismo?
Para mí hay una cosa clara en este debate (siempre de acualidad):
Todo hombre o mujer que se predica ante los demás como alguien capaz de defender los intereses públicos desde cualquier institución política, no sólo debe demostrar con sus palabras, sino con sus actos, que le adornan virtudes suficientes (de conocimiento, proyectivas, éticas, morales, etc) para hacerlo.
Hasta qué punto esas virtudes se ajustan con la praxis del sujeto es algo que cada cual deberá valorar en su dimensión (de acuerdo, a su vez, con sus parámetros de conocimiento y concepciones proyectivas, éticas y morales).
Oiga, Dura Lex, tiene sustancia y mucha, ya quisieramos muchos tener tanta sustancia. O al menos pensar y argumentar de semejante modo y manera. Amén de los comentarios.
De todas formas mi reflexión va no sólo del derecho que tenemos como ciudadanía a la intimidad y demás. Hay que valorar también la ética de este ciudadano que no es cualquiera. Alguién dijo; la mujer del Cesar no sólo ha serlo sino parecerlo. Osea que la honrradez, la coherencia son valores necesarios yhan de formar parte de la ética ciudadana.
"Para colmo, estoy seguro de que con todos estos escándalos, reales o de diseño, lo único que se conseguirá es que los italianos admiren aún más a su duce y que lo voten con definitivo entusiasmo."
Conste que yo hubiera dicho lo mismo. Pero parece ser que este conjunto de acciones resistentes -nunca sabremos, está claro, la influencia específica de las fotos- le ha costado 10 puntos percentuales en las lecciones.
Salud,
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