Una pregunta para este selecto auditorio: ¿ustedes nunca se han arrepentido de aquella vez que fueron buenos o de aquel tiempo en que andaban tan mansos? Yo sí. Sin ir más lejos -pero yendo bastante lejos-, me pongo de muy mal café cada vez que me acuerdo de lo buena gente y lo bonachón que era en mi adolescencia, sobre todo en el colegio.
Va de autobiografía, ustedes disculpen. Llegué a aquel colegio de curas con diez años. Resultó que los burguesitos se gastaban una mala leche y una agresividad considerables. En Ruedes nunca había peleas en la escuela, al menos en la época que a mí me tocó, de los cinco a los diez años. Y hasta jugábamos juntos al fútbol y sin mayores incidentes los niños y las niñas. Éramos unos adelantados a nuestra época, aunque con “madreñes”. Luego, en aquel colegio, no había niñas, pero ése es otro tema. Lo que sí había eran los habituales matones que practicaban lo que hoy se denominaría con una palabra inglesa muy rara, pero que entonces se llamaba abusar mecagoensuputaprognie. Y ahí viene la sensación que me corroe casi cuarenta años después.
No es que de mí abusaran mayormente, pues solían ensañarse con otros de carácter (aún) más débil y constitución más endeble. Pero digamos que yo, apocado que era, me sometía a la disciplina general de aquellos cabrones y ni se me ocurrió nunca defender a alguna de sus víctimas. Qué miseria. Y no crean que no hubiera podido. Ahora está uno hecho una calamidad física y todo flojo, de tanto darle al ordenador y tanto libro sobre sistemas autopoiéticos, pero en aquellos tiempos era de los altos de la clase (dejé de crecer a los catorce años) y, sobre todo, mi tiempo libre no lo pasaba jugando a las máquinas de petacos ni a la chapas, sino que no era tiempo libre: tocaba currar muy duramente en el campo. O sea, que estaba como un toro o, al menos, como un ternero bien fornido. Y, sin embargo, nunca les solté la mano a aquellos berzotas. Mal hecho, muy mal hecho. Ay, si se pudiera dar marcha atrás en el tiempo, cómo me gustaría decorarle a más de uno los morros con un buen puñetazo. Ni diálogo de civilizaciones escolares ni consenso ni talante ni leches, hostión y tente tieso.
Si hubiera hecho a su tiempo eso, lo debido, seguro que hoy tendría un carácter mejor y no andaría todo el día buscando otras peleas que ya ves tú para lo que valen y qué arreglan. A lo mejor hasta me caía bien Zapatero y me parecía listo y con una personalidad apabullante. Lo que pasa es que me pongo como una moto porque recuerda a aquel pelotas de los curas que luego copiaba en los exámenes y pegaba a los pequeños por debajo de la mesa. Clavadito. Si al menos tuviera un muñeco hinchable con su jeta para darle así y así...
Perdonen el desahogo, pero ya me siento mucho mejor.
Va de autobiografía, ustedes disculpen. Llegué a aquel colegio de curas con diez años. Resultó que los burguesitos se gastaban una mala leche y una agresividad considerables. En Ruedes nunca había peleas en la escuela, al menos en la época que a mí me tocó, de los cinco a los diez años. Y hasta jugábamos juntos al fútbol y sin mayores incidentes los niños y las niñas. Éramos unos adelantados a nuestra época, aunque con “madreñes”. Luego, en aquel colegio, no había niñas, pero ése es otro tema. Lo que sí había eran los habituales matones que practicaban lo que hoy se denominaría con una palabra inglesa muy rara, pero que entonces se llamaba abusar mecagoensuputaprognie. Y ahí viene la sensación que me corroe casi cuarenta años después.
No es que de mí abusaran mayormente, pues solían ensañarse con otros de carácter (aún) más débil y constitución más endeble. Pero digamos que yo, apocado que era, me sometía a la disciplina general de aquellos cabrones y ni se me ocurrió nunca defender a alguna de sus víctimas. Qué miseria. Y no crean que no hubiera podido. Ahora está uno hecho una calamidad física y todo flojo, de tanto darle al ordenador y tanto libro sobre sistemas autopoiéticos, pero en aquellos tiempos era de los altos de la clase (dejé de crecer a los catorce años) y, sobre todo, mi tiempo libre no lo pasaba jugando a las máquinas de petacos ni a la chapas, sino que no era tiempo libre: tocaba currar muy duramente en el campo. O sea, que estaba como un toro o, al menos, como un ternero bien fornido. Y, sin embargo, nunca les solté la mano a aquellos berzotas. Mal hecho, muy mal hecho. Ay, si se pudiera dar marcha atrás en el tiempo, cómo me gustaría decorarle a más de uno los morros con un buen puñetazo. Ni diálogo de civilizaciones escolares ni consenso ni talante ni leches, hostión y tente tieso.
Si hubiera hecho a su tiempo eso, lo debido, seguro que hoy tendría un carácter mejor y no andaría todo el día buscando otras peleas que ya ves tú para lo que valen y qué arreglan. A lo mejor hasta me caía bien Zapatero y me parecía listo y con una personalidad apabullante. Lo que pasa es que me pongo como una moto porque recuerda a aquel pelotas de los curas que luego copiaba en los exámenes y pegaba a los pequeños por debajo de la mesa. Clavadito. Si al menos tuviera un muñeco hinchable con su jeta para darle así y así...
Perdonen el desahogo, pero ya me siento mucho mejor.
5 comentarios:
Hoyga, Don Garci, cómo me ha gustado este...
Luego estábamos los chiquitos que nos metíamos en plan sietemachos pensando que iba a servir de algo y nos comíamos la somanta una y otra vez, como gilipollas... pero al final se nos quedó la misma desazón.
O sea: que es estructural...
" A lo mejor hasta me caía bien Zapatero y me parecía listo y con una personalidad apabullante."
No, si aquí has dado la razón por la que comportarse bien trae siempre algo bueno. Más que nada lo del medio, "me parecía listo", porque las otras dos cualidades ahí estan, aunque algunos no las veamos.
Y tanto, sin ir más lejos, ayer mismo le hubiera propinado un par de mandobles a dos. Mujer y hombre por eso de la parida(d) y en distintas situaciones, es decir, no se conocían, al menos iban por separado, vaya.
Me quedé con más ganas de atizarlo a él, tal vez por su escasa estatura, no sé.
En un minuto calculé el golpe, la intensidad, el número de testigos, y hasta mi defensa. Llegué a visualizarme prestando declaración, estoy con el síndrome premenstrual, bajo los efectos de una cerveza y un ibuprofeno...yo no quería dejarlo tuerto, lo lamento.
Para que luego digan que un minuto no cunde y que el tiempo vuela, oigan.
Deseé que tuviera una diarrea física, porque mental ya llevaba puesta, durante lo que queda de año. Amén de otros improperios para mis adentros que permitirán me los reserve.
Y sí, me arrepiento de haber pensado tanto antes de actuar, ni contar hasta 50 ni hasta 1000, le sacudo un tortazo y al tiempo grito: ¡no me toques el culo, so cerdo! Y tan ricamente. (No me lo tocó, era un suponer).
Un cordial saludo.
Joder como se está poniendo este blog, sexo y violencia a gogó.
Hace dos días unas titis tal cual vinieron al mundo y hoy, que si a aquel le daría una mano de esas cosas redondillas que daban los curas por un quítame acá esas pajas.
sin duda alguna, el desahogo tardío trae sus buenas cosas, claro que mejor seria ir de una vez a desahogarse con aquellos a quienes nunca le dimos una zurra, pero que se le va a hacer, ya nos toca imaginarnos como seria su buen merecido; lo que quiero decir es que asi sea tarde la sinceridad con nuestra propia conciencia nos hace reflexionar acerca de como afrontaremos lo demas que pueda venir( ojala que lo que venga tenga la misma cra de aquellos pelotudos)
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