Anteayer venía en El País una columna de Almudena Grandes sumamente crítica con el propósito del Ministerio de Cultura de subvencionar con ventaja las películas dirigidas por mujeres. De tanto emplear a tontas y a locas la llamada acción afirmativa o discriminación inversa, acabarán enturbiando hasta su sentido en los casos en que sí puede tenerlo. Suele ocurrir cuando el lugar de la reflexión con buen bagaje intelectual lo ocupa la pura consigna y cuando la distinción bien fundada se reemplaza por el estereotipo o la caricatura.
¿Por qué hay que privilegiar a las directoras de cine frente a los varones directores? ¿Porque hay menos mujeres directoras? Por esa regla de tres, cuántos directores de cine hay negros o inmigrantes o gitanos o mancos o diabéticos y por qué no se les da trato de favor? Las políticas de discriminación inversa están generalmente reconocidas y admitidas cuando se trata de conceder a un grupo discriminado una ventaja comparativa que sirva para ir eliminando la situación de inferioridad social de dicho grupo y sus menores oportunidades en la competición social. Para que tengan sentido se requieren tres cosas: que exista esa discriminación previa del grupo en cuestión, que se trate de un asunto que tenga una relación relevante con las razones de la discriminación y de su mantenimiento y que la medida tenga alguna eficacia para superarla.
No siempre a ciertos efectos no hay paridad numérica entre dos grupos existe una situación de discriminación social como razón. En el baloncesto es mucho mayor la proporción de jugadores altos que bajos y resultaría absurdo, por ejemplo, subvencionar a los equipos que contraten jugadores por debajo del uno ochenta. Parece cierto que a día de hoy son más los directores de cine que las directoras. La cuestión decisiva que en aquí debería contar en el punto de partida es la de si, a día de hoy, las mujeres tienen más dificultades que los hombres para llegar a directoras, si son infravaloradas o peor tratadas por productores, público u organismos públicos que financian o cofinancian las películas. En el caso de que no hubiera tales inconvenientes mayores para las mujeres, habría que concluir que es puramente casual y contingente el hecho de que haya más hombres dirigiendo películas y la situación podría invertirse en cualquier momento sin necesidad de acciones afirmativas. Por tanto, el primer fundamento de la medida no puede ser puramente numérico, sino basado en análisis de las dificultades objetivas de hombres y mujeres a ese propósito. Que las mujeres, en su conjunto o por término medio padezcan discriminación no puede por sí ser razón bastante para que se otorgue trato más favorable, frente a los hombres, a cualquier subgrupo de mujeres. Por ejemplo, si un día constatamos que son más los hombres que las mujeres con un patrimonio personal de más de cien millones de euros, no tendría justificación el aplicar desgravaciones fiscales a las mujeres ricas con el fin de que en tal nivel de riqueza estuvieran varones y hembras a la par.
Que las mujeres han estado fuertemente discriminadas en esta sociedad y que aún lo están en numerosos aspectos es algo difícilmente discutible. Ahora bien, no resulta tan evidente que una mayor proporción de directoras de cine tenga algún efecto positivo frente a esa discriminación general o de partida. Se impone de nuevo ir más allá del puro fetichismo de los números y preguntarse qué efectos correctores o de mejora de la situación de la mujer tiene la mayor presencia de directoras. Es indudable, por ejemplo, que una política general de incentivo del empleo femenino o de la igualdad salarial de mujeres y de varones tiene tales efecto correctores de la discriminación de las mujeres. En cambio, ¿qué incidencia general cabe esperar de que las directoras que consiguen hacer una película sean treinta en lugar de diez, pongamos por caso?
Creo que la respuesta más común consistiría en sostener que a través de la obra cinematográfica de las mujeres se haría notar mejor socialmente la voz particular de las mujeres, su visión del mundo y de los problemas sociales. Pero esto supone una asunción un tanto arriesgada, la de que hay dos visiones del mundo o maneras de ser específicas y distintas, la de los hombres y la de las mujeres, y que esa diferente visión no es un producto cultural, precisamente de la cultura no igualitaria que se trata de superar. Además, llevaría a pensar que las películas de las mujeres, por expresar la perspectiva femenina, serían sobre todo películas para mujeres, puesto que son éstas las que, por compartir dicha perspectiva, mejor pueden comprenderlas; y otro tanto ocurriría con las de los hombres, que serían más que nada para hombres. Me parece que un elemental vistazo al cine de los últimos años permite descartar semejante compartimentación. Algunos más bien tendemos a pensar que lo que en muchas obras literarias o cinematográficas hoy puede traslucirse no es tanto el género de su autor como su clase social o la mayor o menor condescendencia con los poderes establecidos y que, por esa vía, sería mucho más recomendable una política que facilitara que los pobres, sean varones o féminas, puedan llegar a dirigir cine, escribir novelas, diseñar puentes o dictar sentencias. Quien mejor puede retratar o interpretar la situación vital de una mujer pobre no es necesariamente otra mujer, sino un hombre o una mujer que conozcan vitalmente la pobreza.
Por último, y sin extenderme más por ahora, me permito dudar muchísimo de que la subvención pública prioritaria de las películas hechas por mujeres tenga ni la menor incidencia para la corrección de las desigualdades sociales que aún se padecen, ni siquiera para la desigualdad entre hombres y mujeres en lo que ésta se mantenga. Si de luchar contra la desigualdad se trata, incluso contra la desigualdad por razón de género, esos dineros extra estarían mucho mejor empleados en becas para que puedan asistir a un excelente colegio o estudiar una carrera niñas gitanas o hijas (e hijos) de mileuristas de cualquier raza u origen social.
¿Por qué hay que privilegiar a las directoras de cine frente a los varones directores? ¿Porque hay menos mujeres directoras? Por esa regla de tres, cuántos directores de cine hay negros o inmigrantes o gitanos o mancos o diabéticos y por qué no se les da trato de favor? Las políticas de discriminación inversa están generalmente reconocidas y admitidas cuando se trata de conceder a un grupo discriminado una ventaja comparativa que sirva para ir eliminando la situación de inferioridad social de dicho grupo y sus menores oportunidades en la competición social. Para que tengan sentido se requieren tres cosas: que exista esa discriminación previa del grupo en cuestión, que se trate de un asunto que tenga una relación relevante con las razones de la discriminación y de su mantenimiento y que la medida tenga alguna eficacia para superarla.
No siempre a ciertos efectos no hay paridad numérica entre dos grupos existe una situación de discriminación social como razón. En el baloncesto es mucho mayor la proporción de jugadores altos que bajos y resultaría absurdo, por ejemplo, subvencionar a los equipos que contraten jugadores por debajo del uno ochenta. Parece cierto que a día de hoy son más los directores de cine que las directoras. La cuestión decisiva que en aquí debería contar en el punto de partida es la de si, a día de hoy, las mujeres tienen más dificultades que los hombres para llegar a directoras, si son infravaloradas o peor tratadas por productores, público u organismos públicos que financian o cofinancian las películas. En el caso de que no hubiera tales inconvenientes mayores para las mujeres, habría que concluir que es puramente casual y contingente el hecho de que haya más hombres dirigiendo películas y la situación podría invertirse en cualquier momento sin necesidad de acciones afirmativas. Por tanto, el primer fundamento de la medida no puede ser puramente numérico, sino basado en análisis de las dificultades objetivas de hombres y mujeres a ese propósito. Que las mujeres, en su conjunto o por término medio padezcan discriminación no puede por sí ser razón bastante para que se otorgue trato más favorable, frente a los hombres, a cualquier subgrupo de mujeres. Por ejemplo, si un día constatamos que son más los hombres que las mujeres con un patrimonio personal de más de cien millones de euros, no tendría justificación el aplicar desgravaciones fiscales a las mujeres ricas con el fin de que en tal nivel de riqueza estuvieran varones y hembras a la par.
Que las mujeres han estado fuertemente discriminadas en esta sociedad y que aún lo están en numerosos aspectos es algo difícilmente discutible. Ahora bien, no resulta tan evidente que una mayor proporción de directoras de cine tenga algún efecto positivo frente a esa discriminación general o de partida. Se impone de nuevo ir más allá del puro fetichismo de los números y preguntarse qué efectos correctores o de mejora de la situación de la mujer tiene la mayor presencia de directoras. Es indudable, por ejemplo, que una política general de incentivo del empleo femenino o de la igualdad salarial de mujeres y de varones tiene tales efecto correctores de la discriminación de las mujeres. En cambio, ¿qué incidencia general cabe esperar de que las directoras que consiguen hacer una película sean treinta en lugar de diez, pongamos por caso?
Creo que la respuesta más común consistiría en sostener que a través de la obra cinematográfica de las mujeres se haría notar mejor socialmente la voz particular de las mujeres, su visión del mundo y de los problemas sociales. Pero esto supone una asunción un tanto arriesgada, la de que hay dos visiones del mundo o maneras de ser específicas y distintas, la de los hombres y la de las mujeres, y que esa diferente visión no es un producto cultural, precisamente de la cultura no igualitaria que se trata de superar. Además, llevaría a pensar que las películas de las mujeres, por expresar la perspectiva femenina, serían sobre todo películas para mujeres, puesto que son éstas las que, por compartir dicha perspectiva, mejor pueden comprenderlas; y otro tanto ocurriría con las de los hombres, que serían más que nada para hombres. Me parece que un elemental vistazo al cine de los últimos años permite descartar semejante compartimentación. Algunos más bien tendemos a pensar que lo que en muchas obras literarias o cinematográficas hoy puede traslucirse no es tanto el género de su autor como su clase social o la mayor o menor condescendencia con los poderes establecidos y que, por esa vía, sería mucho más recomendable una política que facilitara que los pobres, sean varones o féminas, puedan llegar a dirigir cine, escribir novelas, diseñar puentes o dictar sentencias. Quien mejor puede retratar o interpretar la situación vital de una mujer pobre no es necesariamente otra mujer, sino un hombre o una mujer que conozcan vitalmente la pobreza.
Por último, y sin extenderme más por ahora, me permito dudar muchísimo de que la subvención pública prioritaria de las películas hechas por mujeres tenga ni la menor incidencia para la corrección de las desigualdades sociales que aún se padecen, ni siquiera para la desigualdad entre hombres y mujeres en lo que ésta se mantenga. Si de luchar contra la desigualdad se trata, incluso contra la desigualdad por razón de género, esos dineros extra estarían mucho mejor empleados en becas para que puedan asistir a un excelente colegio o estudiar una carrera niñas gitanas o hijas (e hijos) de mileuristas de cualquier raza u origen social.
5 comentarios:
El ministerio de cultura y RTVE...
"Cuatro de los diez proyectos aprobados por el Comité de Cine de TVE para recibir subvenciones del ente público en 2009 son impulsados por productoras catalanas".
"De los 37,5 millones de euros invertidos por TVE en 2008 en largometrajes, documentales y telefilmes, algo más de 15 millones fueron para proyectos catalanes".
Afirman que subvencionan proyectos en otras lenguas para fomentar su uso. Apuestan por la parida(d), la alianza de civilizaciones (una directora es argentina y la otra chilena, he leído) y demás sandeces.
Pero vamos a ver ¿por qué se sigue subvencionando una industria que lo único que aporta son pérdidas, año tras año? ¿Somos una ONG del cine español? Eso no es una subvención, es un agujero negro, oigan.
Bastante tenemos con mantener a todos los políticos actuales, ¿se puede hacer limpieza general de politicuchos y empezar de nuevo? ¡Quiero echarlos,ya!
Un cordial saludo.
Estimado amigo: con entradas del nivel como la que precede a este comentario va a resultar muy dificil que los demás nos atrevamos a escribir nada sobre cualquier cosa.
Muchísimas felicidades.
Y el problema de todo esto es...¡tachán, tachán! Que la ministra de cultura es ni más ni menos que mujer (como el propio cargo indicaba, Dios me libre de las faltas ortográficas de género) y directora de cine!!!
¡Vaya!¡Qué grata coincidencia!
La verdad es que no he visto ninguna de sus películas, pero al título de "La puta y la ballena" (o alrevés) no me atraen.
Sea o no buena la calidad de sus películas, estas son las consecuencias de que ocupe un cargo político alguien tan subjetivo en el mundo de la cultura como un director de cine. Cuando las propuestas a favor de la cultura deberían ser otras, se obceca a favorecer al cine español, que como Carmen dice cuesta más de lo que recauda. Y ahora sale con esta propuesta tan "igualitaria" fruto del feminismo, consecuencia a su vez de la gran y lamentable represión de la mujer tantos años atrás.
La verdad es que no se puede ser tan radical en los planteamientos, como se está viendo ahora sobre todo con aspectos como este. Yo comprendo y además apoyo a los que quieren una sociedad con igualdad de oportunidades independientes del género; pero lo que no veo normal es el feminismo de algunos sectores, que parece que lo llevaban contenido años y ahora lo llevan por encima de toda igualdad que dicen buscar.
La conclusión de todo esto es: no nos engañemos, tan malos e incoherentes son el machismo y el feminismo. A la vista está.
(¡Pero no sea ingenuo, querido Don GA, que usted pertenece a una minoría o grupo diferenciado!).
A ver: de todos los catedráticos de Filosofía del Derecho especialistas en Kelsen y en Tópica Jurídica que hay en España, ¿cuántos son de Ruedes?
¿Sólo? ¡¡Esto es una injusticia!! ¡¡Qué discriminación!!
¡¡SUBVENCIÓN PARA LOS CATEDRÁTICOS DE FILOSOFÍA DEL DERECHO DE RUEDES ESPECIALISTAS EN KELSEN Y EN TÓPICA JURÍDICA... YA!!
Creo que todas estas discriminaciones legales, aparte de inconstitucionales por ser contrarias al principio de no discriminación legal por razón de sexo, son una venganza feminista contra los hombres, un ajuste de cuentas y un afán por recaudar los votos de las mujeres.
Además de esta discriminación en las subvenciones cinematográficas, tenemos la discriminación en los cursos del paro, que en caso de no haber suficientes plazas se llenan primero con mujeres, las de apoyo solo a mujeres funcionarias agredidas, las de ayudas para hijos solo de madres solteras (el otro día salió un padre soltero por televisión que no le daban ayuda para sus hijos), y el distinto trato de las agresiones si son cometidas por hombres que no entiendo, y que son utilizadas muchas veces para obtener ventaja en separaciones y divorcios o simplemente como venganza como denuncias falsas. Así se castiga, no el hecho cometido, sino el hecho de ser hombre.
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