Lo de menos es lo del Espíritu Santo aunque preciso
es reconocer que como elemento de literatura mágica el relato no tiene rival.
Eso de que el Espíritu Santo en persona porque persona es, al menos para
quienes nos desvivimos por el dogma trinitario, se cuele en las estancias
vaticanas cerradas a cal y llave (de ahí lo de Cónclave), se pasee por entre
los padres cardenalicios y vaya susurrando a sus muy reverendos oídos la
persona a la que deben votar para ocupar el solio pontificio es un hallazgo
teológico, sobrenatural y de sublime envergadura.
Lo de más es que estos viejos cardenales, que vienen
cada uno de un punto del planeta con sus arreos, sus anillos y sus lumbalgias,
con sus pastilleros repletos (el ácido úrico no perdona), aciertan a escoger a
la persona idónea en cada coyuntura. Apelo al Espíritu santo para que venga en
mi auxilio y no permita que yo aventure una opinión acerca de si el actual Papa
lo hace bien o mal. Mis pretensiones de plumilla no dan para tanto ni falta que
hace aunque sí he podido constatar que todos mis amigos ateos están encantados
con el argentino y esta circunstancia me hace presagiar que cualquier día los
veo volviendo a misa de doce los domingos acompañando a la anciana tía
Sagrario.
La realidad es que el elegido por esa curia a la que
inspira la voz melodiosa del Espíritu santo copa noticias, titulares,
informativos, fotos, tribunas ... y coloca a la Iglesia católica en el centro
de múltiples debates, chismorreos, crónicas y croniquillas. ¿Le pasa lo mismo
al patriarca ortodoxo de Antioquía que encima dice ser jefe de una Iglesia
autocéfala (¡toma ya...!)? ¿O al copto de Alejandría? Evidentemente no: solo
son noticia cuando se reúnen con el Papa de Roma que es quien les presta su
autoridad y su glamour.
A la vista de esta realidad histórica la pregunta es
¿por qué no adoptan las organizaciones laicas, un suponer los partidos
políticos, un sistema análogo para designar a su cabeza visible? Empeñados
están en las primarias y cada vez es más notorio que se trata de un método casi
infalible para seleccionar al marido de la merluza. ¿Por qué no variar? ¿Por
qué no intentar mirarse en el ejemplo del derecho canónico y de las Sagradas
Escrituras? ¿Por qué no buscan a un sanedrín de personas prudentes y temerosas
de Dios y le confían la selección del líder?
¡Bah, paparruchas! estoy oyendo decir a mis
lectores. ¿Y de dónde van a sacar los partidos al Espíritu Santo?
Buena objeción porque es claro que el tal Espíritu
no se prodiga y reduce sus intervenciones a asesorar solo a gentes de
confianza. ¿Lo son los militantes de un partido político? Lo más seguro es que
la respuesta negativa sea la correcta.
Pero este contratiempo, porque contratiempo es, se puede
reparar buscando estas formaciones santos tutelares que cumplan análoga
función. ¿Qué tal Pablo Iglesias, el auténtico, no su devaluado sucedáneo, para
cumplir ese cometido inspirador del recto proceder y del recto elegir? Los
conservadores podrían impetrar el auxilio de don Cánovas o los más leídos el de
Edmund Burke y los comunistas el del tierno caudillo Stalin ... y así seguido.
Ya sé, ya sé: carecen del empaque del Espíritu
santo. Por supuesto pero es que tampoco se trata de elegir a un Papa, con todo
su cortejo de atributos y su tiara infalible, sino al muy falible primer
secretario de la Comisión ejecutiva, órgano máximo que sesiona entre
Congresos.
2 comentarios:
Ahí estamos.
Una modesta e insignificante pregunta directa, querido y respetado Don Francisco. ¿Piensa usted que "el devaluado sucedáneo" que menciona elípticamente en su sabrosa sosería lo hubiera tratado a Vd. mejor, igual o pero que doña Rosa Díez lo ha tratado, en los no muy lejanos eventos que lo llevaron a dejar UPD?
Salud,
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