Toca de nuevo viajar. Algo de vacaciones, algo de trabajo...
Estaré de vuelta en septiembre, con ganas renovadas de dar caña a tirios y troyanos. Tal vez antes pueda ir metiendo alguna foto de esos mundos o alguna cosa.
Lo de estas tres semanas de blog ha sido un placer. Y un vicio.
Saludos a Mercutio, Lia, Sherlock, Venator...
Gracias. Nos vemos/leemos.
29 julio, 2005
28 julio, 2005
Ahorcan a los homosexuales
Ésta sí que es buena. La noticia viene hoy en Periodista Digital y elfaro.net. Resulta que en Irán acaban de ajusticiar en la horca (se ven las fotos) a dos jóvenes por ser homosexuales y haber abusado de un menor. Como explican los citados medios, "En Irán, aunque la homosexualidad es contra la ley, no es causa para la pena de muerte. Ésta se aplica en casos de asesinato, violación sexual, robo armado, adulterio, tráfico de drogas y el abandono de la religión (o partido político), según reportó el periódico Times de Londres. De acuerdo a (lo que) informan diferentes fuentes en internet, la pena de muerte se puede aplicar desde la pubertad. Por lo general, la pubertad para las chicas, se considera a la edad de nueve años y para los chicos, a la edad de 15".
Y no está de más añadir algunos párrafos más de la información (aunque parece que la redactó el enemigo, con tanta patada a la sintaxis):
Y no está de más añadir algunos párrafos más de la información (aunque parece que la redactó el enemigo, con tanta patada a la sintaxis):
"En la ley sagrada islámica, en casos de abuso sexual, se ejecutan a los victimarios como a las víctimas. Pero en este caso, no han ejecutado al supuesto menor víctima de abuso sexual".
"Antes de la ejecución, los adolescentes estuvieron prisioneros durante 14 meses y recibieron más de 200 latigazos por desorden público, robo y por beber licor. El abogado de los jóvenes declaró que sus clientes no sabían que la homosexualidad era contra la ley".
"El mismo Time de Londres reporta que el año pasado una niña de 16 años de edad fue colgada por tener sexo antes del matrimonio". Fin de las citas
Ahora voy a permitirme hacer de adivino y adelantar lo que, sin ninguna duda, va a suceder en nuestro país en las próximas 48 horas:
- ZP declarará que Irán queda excluido de la Alianza de Civilizaciones mientras no cambien las normas que permiten la persecución, castigo y ejecución de homosexuales. "Eso no merece el nombre de civilización", declarará Zapatero. Y añadirá: "Mira, Ahmadineyad, o como te llames, como sigas así no t´ajunto".
- Los obispos españoles pedirán que en todas las parroquias se rece un avemaría por el eterno descanso de los vilmente ejecutados.
- Un nutrido grupo de actores y directores de cine, encabezados por Pedro Almodóvar, se manifestará ante la embajada iraní en protesta por semejante represión. Vicente Aranda declarará que si aquello sigue así los directores de cine iraníes tendrán que exiliarse.
- Una docena de ONGs españolas firmarán, en acto público y ante la prensa, un comunicado conjunto declarando abominables, inhumanas y contrarias a los derechos humanos más elementales dichas ejecuciones, al tiempo que solicitarán de la comunidad internacional medidas fulminantes contra el régimen iraní.
- Rajoy manifestará la radical enemistad de su partido con todos los Estados que aplican la pena de muerte. Luego caerá en la cuenta de que..., en fin, todos, todos..., no, bueno, los que la apliquen a los homosexuales, bueno, tal vez no en todos los casos, depende...
- Zerolo no dirá ni pío ni nada.
- Varios colectivos de gays y lesbianas organizarán diversos actos de protesta, como desfiles, conciertos, meriendas, etc., y concluirán con la lectura de un comunicado en el que ratificarán todo su apoyo a la Alianza de Civilizaciones propuesta por ZP. "Nosotros hemos luchado mucho para poder llevar alianza y ahora es necesaria una alianza para que todos puedan llevar alianza. Queremos una alianza de todos los pueblos, una alianza popular". Así concluirá el comunicado, entre vítores.
- Moratinos llamará a consultas al embajador español en Teherán y propondrá a la UE medidas drásticas contra Irán. Manifestará a los periodistas que tales ejecuciones constituyen una forma más de terrorismo islámico, aunque sea bajo la forma de terrorismo islámico de Estado.
Ah, ¿cómo dice usted? Que no se cree que nada de esto que anticipo vaya a ocurrir realmente? So descreído, parece mentira que dude usted de semejante manera del compromiso de nuestros políticos, nuestras instituciones y los diversos colectivos y organizacines sociales. Aznarista, que es usted un aznarista, hombre. Mejor haría en prepararse para acudir a algunas de las múltiples manfestaciones que en los próximos días inundarán nuestras calles en solidaridad con los homosexuales iraníes y en protesta por su radical discriminación. No te digo.
Ahora voy a permitirme hacer de adivino y adelantar lo que, sin ninguna duda, va a suceder en nuestro país en las próximas 48 horas:
- ZP declarará que Irán queda excluido de la Alianza de Civilizaciones mientras no cambien las normas que permiten la persecución, castigo y ejecución de homosexuales. "Eso no merece el nombre de civilización", declarará Zapatero. Y añadirá: "Mira, Ahmadineyad, o como te llames, como sigas así no t´ajunto".
- Los obispos españoles pedirán que en todas las parroquias se rece un avemaría por el eterno descanso de los vilmente ejecutados.
- Un nutrido grupo de actores y directores de cine, encabezados por Pedro Almodóvar, se manifestará ante la embajada iraní en protesta por semejante represión. Vicente Aranda declarará que si aquello sigue así los directores de cine iraníes tendrán que exiliarse.
- Una docena de ONGs españolas firmarán, en acto público y ante la prensa, un comunicado conjunto declarando abominables, inhumanas y contrarias a los derechos humanos más elementales dichas ejecuciones, al tiempo que solicitarán de la comunidad internacional medidas fulminantes contra el régimen iraní.
- Rajoy manifestará la radical enemistad de su partido con todos los Estados que aplican la pena de muerte. Luego caerá en la cuenta de que..., en fin, todos, todos..., no, bueno, los que la apliquen a los homosexuales, bueno, tal vez no en todos los casos, depende...
- Zerolo no dirá ni pío ni nada.
- Varios colectivos de gays y lesbianas organizarán diversos actos de protesta, como desfiles, conciertos, meriendas, etc., y concluirán con la lectura de un comunicado en el que ratificarán todo su apoyo a la Alianza de Civilizaciones propuesta por ZP. "Nosotros hemos luchado mucho para poder llevar alianza y ahora es necesaria una alianza para que todos puedan llevar alianza. Queremos una alianza de todos los pueblos, una alianza popular". Así concluirá el comunicado, entre vítores.
- Moratinos llamará a consultas al embajador español en Teherán y propondrá a la UE medidas drásticas contra Irán. Manifestará a los periodistas que tales ejecuciones constituyen una forma más de terrorismo islámico, aunque sea bajo la forma de terrorismo islámico de Estado.
Ah, ¿cómo dice usted? Que no se cree que nada de esto que anticipo vaya a ocurrir realmente? So descreído, parece mentira que dude usted de semejante manera del compromiso de nuestros políticos, nuestras instituciones y los diversos colectivos y organizacines sociales. Aznarista, que es usted un aznarista, hombre. Mejor haría en prepararse para acudir a algunas de las múltiples manfestaciones que en los próximos días inundarán nuestras calles en solidaridad con los homosexuales iraníes y en protesta por su radical discriminación. No te digo.
Bueno, pero por si acaso, y ahora en serio. Si me equivoco y todos esos no hacen nada, deberíamos los ciudadanos decentes ir pensando en alguna forma de protesta, aunque sea meramente simbólica. Y juramentarnos para cantarle las cuaranta al primero que oigamos recitar eso de que hay que respetar y tolerar por igual todas las culturas y confesiones.
Un poco de cuento (breve). III.
Destinos.
Úrculo Combarro.
Úrculo Combarro.
Lo llamaban Paco Tendales porque ahí, en los tendales, hostigaba a las criadas que colgaban las coladas del día. Se movía entre las sábanas con la destreza de la mismísima brisa y su primera palabra siempre provocaba en las muchachas un grito que inevitablemente terminaba en risas.
Lleva cinco años de encargado de la lavandería y siguen llamándolo igual, bromas de la vida, aunque él ya apenas habla y ni se molestó nunca en alegar su inocencia, pues cuando la vio allí, colgando entre las sábanas y meciéndose con ellas, creyó por un momento, un momento eterno, que era su madre.
Lleva cinco años de encargado de la lavandería y siguen llamándolo igual, bromas de la vida, aunque él ya apenas habla y ni se molestó nunca en alegar su inocencia, pues cuando la vio allí, colgando entre las sábanas y meciéndose con ellas, creyó por un momento, un momento eterno, que era su madre.
Cultura
(Publicado en La Nueva España, 7 de noviembre de 2004)
Juan Antonio García Amado.
Juan Antonio García Amado.
Entre las gentes más humildes está muy arraigada una creencia poco menos que supersticiosa: que el que no fue a la escuela no sabe nada, el que sólo tiene estudios primarios sabe poco, el que los tiene secundarios bastante y que, en la cúspide, el universitario es aquel que tiene una amplísima cultura, el que conoce de las más variadas cosas del mundo con soltura y gran dominio. Así que entre las buenas gentes y los currantes el saber se le supone al que cursa estudios y alcanza títulos académicos. Qué timo, qué engaño tan cruel.
Quien tenga trato con personas de distinta extracción social y diferentes niveles formativos que haga mentalmente repaso y medite sobre si habrá algo de verdad o sólo exageración en lo que ahora mismo voy a decir: que la pirámide del saber se está invirtiendo de tal manera y a tanta velocidad, que hoy mismo es ya más fácil encontrarse con un labrador u obrero culto que con un licenciado o doctor que sepa algo más que las cuatro reglas de su oficio, ya sea éste el de la ingeniería, las leyes o, incluso, las letras. Eso sí, finos, lo que se dice finos, lo son mucho más los estudiados, pues dominan el lenguaje políticamente correcto y el arte de la diplomacia, para no molestar a quien pueda estar al lado, no vaya a ser alguien con posibles que nos pueda hacer un buen favor. En cambio, los otros hablan a gritos, se ponen un palillo entre los dientes y hasta blasfeman, sobre todo si son asturianos. Pero si se hace el esfuerzo de no pararse en paparruchadas de meapilas y poner el oído a las conversaciones, se captará que suele haber más imaginación, experiencia y saberes, y mejor castellano, en la charla de cualquier chigre o carnicería de barrio que en una cafetería de cualquier facultad universitaria.
Entre profesores universitarios, por ejemplo, hay una conversación que se repite día tras día y que podemos resumir así. Alguien hace una alusión a algún programa de eso que se llama eufemísticamente telebasura e inmediatamente los contertulios responden, al unísono, que apenas ven la televisión, salvo los informativos (a no ser cuando los de Urdaci, que eran parciales), alguna película y un documental de vez en cuando. Aquel que habló primero aclara rápidamente que él tampoco ve aquellos programas y que los menciona de oídas, por lo que le cuenta su asistenta, que se los traga todos, como tiene tanto tiempo libre... Y a los cinco minutos ya están todos los reunidos repasando con el mayor detalle la vida, milagros y merecimientos de los concursantes de la isla, la casa o el hermano idiota, o glosando las últimas y sorprendentes prácticas amatorias de alguna peripatética cortesana de las televisiones privadas y públicas. Y no es raro que cuando acaba la pausa del café, al cabo de hora y media, y todos se van tan desahogados, alguno comente, para quitar hierro, que no serán tan malos esos programas, si bien se mira, pues hasta Gustavo Bueno los ve.
Y no, el problema no está en qué programas contemplen esas personas de la supuesta élite intelectual y profesional, ni en cuáles sean sus otros vicios privados. Lo terrible es que la inmensa mayoría de esos mismos sujetos no tiene ni la más remota idea de quién escribió la Eneida o la Divina Comedia, en qué año acabó la Primera Guerra Mundial, cuántos siglos estuvieron los árabes en la Península Ibérica o cómo se llama la capital de Finlandia. Me juego mi sueldo entero de un año a que si a cien profesores universitarios tomados al azar (o a cien abogados, o médicos, o ingenieros, o maestros...) se les somete a un cuestionario de culturilla general con cien preguntas del estilo de éstas, no hay ni un treinta por ciento de ellos que sepa la respuesta ni de una tercera parte. Eso sí, con sólo proponerlo así, medio en broma, ya se estarán levantando voces que digan que el saber puramente acumulativo o enciclopédico es inútil y retrógrado, y que la cultura es otra cosa. Claro que sí, majo, claro que sí, la cultura buena es la síntesis de Almodóvar y Mar Flores, no me digas más. Y la Pasarela Cibeles y Ferrán Adrià, que se me olvidaban.
¿Cómo hemos llegado a esto? No lo sé y sería muy largo andarse aquí con hipótesis. De lo que no me cabe duda es de que las llamadas instituciones educativas han dejado hace tiempo de cumplir un papel que merezca tal calificativo, guiadas con saña por especialistas en didácticas y pedagogías que compiten para ver quién inventa el mejor sistema para que la ignorancia no suponga esfuerzo y para que el más zoquete no se acompleje ante los que quieran aprender algo. Y lo van consiguiendo por la vía de igualar por abajo, en nombre de una enseñanza democrática y progresista, por supuesto. Hoy mismo he leído, en la solapa de un librillo de un divino y muy comprometido periodista italiano, que es lo propio de la derecha más retrógrada el querer que las instituciones más relevantes estén en manos de los mejor formados. Pues eso, entendido queda, y no seré yo quien lo discuta, que lo progresista es que nos gobiernen y nos enseñen los más cenutrios y descarados. Así que a dejar de leer y a operarse la papada si queremos llegar a algo en la vida. Sin olvidar la media horita diaria de práctica del "dequeísmo", claro.
Pues a lo mejor está bien así y la sociedad es más justa de este modo, con catedráticos de universidad que saben menos cosas y tienen mucho peor bagaje cultural que los más modestos padres de sus alumnos. Y que escriben con más patadas a la sintaxis y la ortografía que el camarero que les sirve los cafés cada mañana. Pase, y pongamos que la cultura se haya socializado al fin y que es mejor que los que más ganan y más mandan sepan menos, con lo que quizá hemos encontrado la panacea de la justicia social. Pero si las cosas van a seguir así, como parece, debería advertirse lealmente a la sociedad de unos cuantos detalles, para evitar más fraudes. Por ejemplo, habría que decir a los padres pobres que se parten el alma trabajando para que sus hijos vayan a la universidad a hacerse personas sabias y con buena formación, que no, que no es eso lo que van a conseguir aunque se licencien o se doctoren. Y convendría explicar a albañiles y labradores que no tienen por qué acomplejarse ni cortarse ni un pelo cuando entran en locales llenos de profesionales liberales y funcionarios de altos niveles, pues no es que por regla general éstos sepan más, sino que simplemente visten mejor y se preocupan más de la marca de la ginebra que beben. Y al que prepara sus oposiciones para conserje de instituto o trabajador de los jardines municipales alguien debería tener bemoles para contarle que su prueba no la superaría ni el diez por ciento de los que lo van a mirar toda su puñetera vida por encima del hombro.
Quien tenga trato con personas de distinta extracción social y diferentes niveles formativos que haga mentalmente repaso y medite sobre si habrá algo de verdad o sólo exageración en lo que ahora mismo voy a decir: que la pirámide del saber se está invirtiendo de tal manera y a tanta velocidad, que hoy mismo es ya más fácil encontrarse con un labrador u obrero culto que con un licenciado o doctor que sepa algo más que las cuatro reglas de su oficio, ya sea éste el de la ingeniería, las leyes o, incluso, las letras. Eso sí, finos, lo que se dice finos, lo son mucho más los estudiados, pues dominan el lenguaje políticamente correcto y el arte de la diplomacia, para no molestar a quien pueda estar al lado, no vaya a ser alguien con posibles que nos pueda hacer un buen favor. En cambio, los otros hablan a gritos, se ponen un palillo entre los dientes y hasta blasfeman, sobre todo si son asturianos. Pero si se hace el esfuerzo de no pararse en paparruchadas de meapilas y poner el oído a las conversaciones, se captará que suele haber más imaginación, experiencia y saberes, y mejor castellano, en la charla de cualquier chigre o carnicería de barrio que en una cafetería de cualquier facultad universitaria.
Entre profesores universitarios, por ejemplo, hay una conversación que se repite día tras día y que podemos resumir así. Alguien hace una alusión a algún programa de eso que se llama eufemísticamente telebasura e inmediatamente los contertulios responden, al unísono, que apenas ven la televisión, salvo los informativos (a no ser cuando los de Urdaci, que eran parciales), alguna película y un documental de vez en cuando. Aquel que habló primero aclara rápidamente que él tampoco ve aquellos programas y que los menciona de oídas, por lo que le cuenta su asistenta, que se los traga todos, como tiene tanto tiempo libre... Y a los cinco minutos ya están todos los reunidos repasando con el mayor detalle la vida, milagros y merecimientos de los concursantes de la isla, la casa o el hermano idiota, o glosando las últimas y sorprendentes prácticas amatorias de alguna peripatética cortesana de las televisiones privadas y públicas. Y no es raro que cuando acaba la pausa del café, al cabo de hora y media, y todos se van tan desahogados, alguno comente, para quitar hierro, que no serán tan malos esos programas, si bien se mira, pues hasta Gustavo Bueno los ve.
Y no, el problema no está en qué programas contemplen esas personas de la supuesta élite intelectual y profesional, ni en cuáles sean sus otros vicios privados. Lo terrible es que la inmensa mayoría de esos mismos sujetos no tiene ni la más remota idea de quién escribió la Eneida o la Divina Comedia, en qué año acabó la Primera Guerra Mundial, cuántos siglos estuvieron los árabes en la Península Ibérica o cómo se llama la capital de Finlandia. Me juego mi sueldo entero de un año a que si a cien profesores universitarios tomados al azar (o a cien abogados, o médicos, o ingenieros, o maestros...) se les somete a un cuestionario de culturilla general con cien preguntas del estilo de éstas, no hay ni un treinta por ciento de ellos que sepa la respuesta ni de una tercera parte. Eso sí, con sólo proponerlo así, medio en broma, ya se estarán levantando voces que digan que el saber puramente acumulativo o enciclopédico es inútil y retrógrado, y que la cultura es otra cosa. Claro que sí, majo, claro que sí, la cultura buena es la síntesis de Almodóvar y Mar Flores, no me digas más. Y la Pasarela Cibeles y Ferrán Adrià, que se me olvidaban.
¿Cómo hemos llegado a esto? No lo sé y sería muy largo andarse aquí con hipótesis. De lo que no me cabe duda es de que las llamadas instituciones educativas han dejado hace tiempo de cumplir un papel que merezca tal calificativo, guiadas con saña por especialistas en didácticas y pedagogías que compiten para ver quién inventa el mejor sistema para que la ignorancia no suponga esfuerzo y para que el más zoquete no se acompleje ante los que quieran aprender algo. Y lo van consiguiendo por la vía de igualar por abajo, en nombre de una enseñanza democrática y progresista, por supuesto. Hoy mismo he leído, en la solapa de un librillo de un divino y muy comprometido periodista italiano, que es lo propio de la derecha más retrógrada el querer que las instituciones más relevantes estén en manos de los mejor formados. Pues eso, entendido queda, y no seré yo quien lo discuta, que lo progresista es que nos gobiernen y nos enseñen los más cenutrios y descarados. Así que a dejar de leer y a operarse la papada si queremos llegar a algo en la vida. Sin olvidar la media horita diaria de práctica del "dequeísmo", claro.
Pues a lo mejor está bien así y la sociedad es más justa de este modo, con catedráticos de universidad que saben menos cosas y tienen mucho peor bagaje cultural que los más modestos padres de sus alumnos. Y que escriben con más patadas a la sintaxis y la ortografía que el camarero que les sirve los cafés cada mañana. Pase, y pongamos que la cultura se haya socializado al fin y que es mejor que los que más ganan y más mandan sepan menos, con lo que quizá hemos encontrado la panacea de la justicia social. Pero si las cosas van a seguir así, como parece, debería advertirse lealmente a la sociedad de unos cuantos detalles, para evitar más fraudes. Por ejemplo, habría que decir a los padres pobres que se parten el alma trabajando para que sus hijos vayan a la universidad a hacerse personas sabias y con buena formación, que no, que no es eso lo que van a conseguir aunque se licencien o se doctoren. Y convendría explicar a albañiles y labradores que no tienen por qué acomplejarse ni cortarse ni un pelo cuando entran en locales llenos de profesionales liberales y funcionarios de altos niveles, pues no es que por regla general éstos sepan más, sino que simplemente visten mejor y se preocupan más de la marca de la ginebra que beben. Y al que prepara sus oposiciones para conserje de instituto o trabajador de los jardines municipales alguien debería tener bemoles para contarle que su prueba no la superaría ni el diez por ciento de los que lo van a mirar toda su puñetera vida por encima del hombro.
El miedo de los jurados ante el veredicto (buen artículo de un amigo)
EL MIEDO DE LOS JURADOS ANTE EL VEREDICTO.
Viejas obsesiones de andar por casa.
Avelino Fierro Gómez
Fiscal de menores. León
(Publicado en Locus Appellationis. Boletín del Colegio de Abogados de León. Nº 49, julio de 2005).
Viejas obsesiones de andar por casa.
Avelino Fierro Gómez
Fiscal de menores. León
(Publicado en Locus Appellationis. Boletín del Colegio de Abogados de León. Nº 49, julio de 2005).
Algunas sentencias recientes del Tribunal Constitucional nos han venido a recordar que el Jurado sigue existiendo y que funciona mal. Creo que son sentencias inexcusables que reparan sólo en los aspectos más evidentes, más groseros del asunto. Tendría que haber muchas más que desmenuzaran esa maquinaria que chirría con molesto estrépito en la administración de justicia.
A mí, al menos, me sucede algo así: siento como un escalofrío, una especie de malestar epidérmico cada vez que me cuentan la última “anécdota” de un juicio con jurado. Vamos, que no me acostumbro a justificar con el consabido “el errar es humano” las habituales meteduras de pata de los ciudadanos jurados.
Cuando los compañeros fiscales dicen “tengo un jurado”, en su semblante se pinta una especie de fastidio o resignación ante la fatalidad: saben que el resultado va a estar determinado en gran medida por el hado o destino, no por la lógica.
Ya sé que los simples –de buen corazón, por supuesto- me desacreditarán de un plumazo, tildando estas ideas mías de conservadoras, propias de aquél que no cree en ese artículo de la Constitución que dice algo así como que “la justicia emana del pueblo”. Ese es el estúpido argumento preferido del político jacobino, que tiene fácil contestación. Aquí lo dejamos.
Uno confía también bien poco en el Tribunal Constitucional. En estos casos lo tenía fácil. En los dos, la motivación es inexistente. Las sentencias a que me refiero eran “de libro”: que hay que repetir el juicio contra Mikel Otegui y que hay que motivar el veredicto de inculpabilidad (aunque en ésta la cuestión no debía estar tan clara -había tres votos particulares- y en aquélla se hablaba del “diferente nivel de exigencia de motivación entre sentencias condenatorias y absolutorias”). En otros supuestos, tanto el Constitucional como el Supremo han rebajado las exigencias en este aspecto a unos mínimos inaceptables. Como si los tribunales y los demás operadores jurídicos (¡quién inventó esta expresión!) estuvieran juramentados para procurar que la maquinaria funcione. Como si no pudiera cuestionarse nada, como si todo fuera evidente y necesario.
Y es que ni siquiera era evidente –todo lo contrario- que el constituyente obligase a la creación del jurado. Eso no se desprende ni por asomo del art. 125 de la Constitución. Y ya, si leemos la exposición de motivos de la ley, no se entiende cómo un derecho de participación –como allí se le denomina- llega a imponerse coactivamente cuando eso no ocurre con el más representativo de esos derechos, como es el del sufragio del art. 23. Y de la objeción de conciencia, mejor no hablar: algo que se admitió sin discusión en el trámite parlamentario y que se entendía incluido en el art.12,7ª, a instancia del grupo parlamentario socialista siguiendo indicaciones de Jueces para la Democracia, se ha transmutado en esa especie de bicha éticamente inaceptable, propia de ciudadanos que quieren que la ciudadanía les salga gratis. O eres jurado, aunque sea a regañadientes -como lo son casi todos- o te conminamos con sanciones penales.
En fin, que todo vale porque, como podía leerse en la reseña de un congreso para acercar la justicia al ciudadano, no se puede seguir con esa imagen tradicional del Juez “sesudo, distante, que trata a la gente de usted y es muy riguroso a la hora de aplicar el derecho”.
A un servidor le cuesta ir “de colega” en estas cuestiones y, a la mínima de cambio, le explica a los bachilleres que es antijuradista porque la Justicia debe ser “rápida, barata y justa” y le parece que el Jurado no cumple ninguno de los requisitos: las interminables sesiones de los juicios con jurado, incluso en los asuntos más baladíes, -ésa es otra: leer el art. 1 de la ley que enumera los delitos competencia del Jurado, por innecesarios o por complejos, es un gran ejercicio de estupefacción-, se resolvían, con mucha más celeridad y sin merma de garantías, ante cualquier tribunal o juzgado técnico; lo del despilfarro –sin ningún beneficio a cambio- no necesita comentario (bueno, quizá que produzca cierta envidia ver que los jurados tienen dieta, restaurante y cama gratis y mueble-bar bien abastecido y lo de los fiscales, jueces y funcionarios va en la toga o en la suela de los zapatos). Lo de que el Jurado no produce resoluciones más justas –que a muchos nos puede parecer evidente- quizá merezca explicación para algún lector no profesional del derecho. A eso dedicamos la segunda parte de esta colaboración.
¿Qué pasa por la cabeza de los jurados?
De un veredicto sorpresivo, extravagante o claramente infundado no puede decirse que sea justo. Por desgracia, son habituales. Y aunque, al final, algunas veces se acierte (porque se declaró culpable al que efectivamente asesinó, o malversador al cartero que se quedaba con el dinero de los giros postales), si lo desgranamos o escudriñamos, en todo veredicto siempre hay ejemplos para la sorpresa: en mis dos experiencias con jurados, recuerdo que en uno de los supuestos no se daba por probada la agresión previa, pero se estaba a punto de admitir la legítima defensa. En el otro, los jurados hacían desaparecer el arma homicida ¡a pesar de reconocerlo el acusado y su defensor!. En la Sentencia del TSJ antecedente de la que hemos citado del Tribunal Constitucional sobre el veredicto de inculpabilidad, se dice que de los cuarenta y siete hechos propuestos como objeto del veredicto sólo se explicó la convicción alcanzada respecto de siete y que varias declaraciones a las que los jurados aluden “no coinciden en su literalidad ni en su sentido con lo declarado probado por los jurados” y otras no coinciden con las prestadas en el acto de la vista.
Si hablamos de cuestiones algo más técnicas, los problemas crecen. Como escribió Perfecto Andrés Ibáñez, el hecho y la norma se interpelan recíprocamente, hay imposibilidad de aislar el juicio de hecho del juicio de derecho en la experiencia jurisdiccional; la exigencia de prueba y de motivación se traduce en que juzgar no es un ingenuo ejercicio de sentido común.
Hemos visto, por ello, cómo en supuestos juzgados en esta Audiencia, los jurados traspusieron la acepción vulgar de “imprudencia” (“desde luego, es una imprudencia la de estos jóvenes que van dándose de navajazos”), a la estrictamente técnico-jurídica (la consecuencia pasa de 10-15 años a 1-4 años de prisión) o aceptaron la eximente de miedo insuperable en el homicida que había sido agredido por la víctima, pero se aleja del lugar para coger una escopeta y vuelve para dispararle. En la Memoria de la Fiscalía General del Estado de 1935 se puede leer que “el Jurado absuelve con sorpresa de los propios defensores”.
Y en esos supuestos, en que el resultado es tan sorprendente, carente de lógica y apartado de las reglas de la correcta valoración de las pruebas practicadas –que los jurados necesariamente vieron y oyeron- la motivación es tan mínima que puede tildarse de inexistente. Y que no se nos venga con la “sucinta explicación” del art.61.
Es inadmisible que, de forma reiterada, en todo tipo de veredictos, se haga constar que los jurados han atendido como elementos de convicción para hacer las precedentes declaraciones a “declaración del acusado y alguno de los testigos”, “en las pruebas practicadas: Declaración del acusado/Testifical/Pericial”; “Declaraciones: acusado, testigos/prueba pericial: fundamentalmente los medios forenses/Reportaje policial (fotográfico, declaraciones en comisaría y Juzgado)”. Eso es todo.
Es cierto que, a veces, nada se ayuda a los jurados en esta ceremonia de la confusión (por si ni fuera bastante con ese oscurísimo art.52) con actas de proposición con una incorrecta formulación del objeto o utilizando expresiones que generan cierta perplejidad y pueden llevar a veredictos poco congruentes. Admitamos que todos podemos tener parte de culpa. Pero si eso sucede, es excepcional que los jurados hagan uso del art.57 para ampliación de instrucciones o modificaciones en el texto de la votación -lo que permite el art.61.1.a)- y es habitual que se pase a la votación y redacción de un acta en la que no existirá, no ya una “motivación razonada”, sino justificaciones tan globales como las citadas, de una gratuidad rayana en la arbitrariedad. Y no encuentro razón alguna para afirmar que la motivación del jurado deba ser inferior o de menor calidad que la de un juez técnico.
No se les exigen tecnicismos ni extraordinarias argumentaciones, sólo que razonen por qué han declarado o rechazado declarar probados determinados hechos. Lamentablemente, el Tribunal Supremo ha venido consintiendo esa tremenda ligereza de las motivaciones en muchas resoluciones; vgr: Ss 21-12-2001, 28-01-2002.
La Ley es muy deficiente técnicamente. Desconoce principios procesales tradicionales que siguen vigentes en el proceso penal. Pero, además, es un canto a la complicación y a la oscuridad. Una propuesta razonable de cambios figuraba en el informe de la Fiscalía General del Estado de octubre de 1997. No es de extrañar que fuera cierta la anécdota que nos contaban de un compañero del magistrado al que se atribuye la autoría de la ley que ante las dificultades de interpretación se dirigiera a menudo a éste invocándolo: “Dime, ¡oh!, espíritu de la ley, qué quisiste decir en tal artículo”.
De los jurados no se puede esperar, lógicamente, que contribuyan a esclarecer nada, como ya decíamos. Además, tengo la impresión de que se produce en ellos una cierta transformación anímica: del temor y desagrado que suelen expresar en la selección, pasan a una cierta infatuación y un amor propio mal asentado en su evidente ignorancia, también alentado por las continuas admoniciones a la trascendencia de su misión y a su soberanía decisoria.
Y después de días o semanas de agotadoras sesiones (en las que yo no recuerdo que los jurados tomen notas de las incidencias de la prueba, ¡bendita memoria!), se suceden un cúmulo de trámites técnicos que si ya son arduos y complicados para los intervinientes técnicos, vienen a precipitar una conclusión trascendental que da la impresión de ser poco meditada. Y es que la rutina del mecanismo decisorio aboca a ello; casi no podría ser de otra manera.
Si los informes orales ya empiezan a sumirlos en el desconcierto –que para eso estamos los profesionales sesudos y distantes y algunos ya hemos renunciado a “bajar el listón” para hacernos entender-, si le da a algún letrado por organizarla haciendo el Demóstenes y retorcerle el cuello a las ideas (decía R.L.Frost que el Jurado está compuesto de doce personas para decidir quién tiene el mejor abogado), por si no tuvieran bastante, hace su aparición en escena el artículo 54.
Una anécdota y un inciso: Recuerdo a una ciudadana de más de 65 años que quería participar a toda costa: mi informe le gustó sobremanera, porque las muestras de aprobación eran evidentes; quedó encantada de la voz tronante y las maneras de la acusación particular; pero me dejó preocupado cuando sólo le faltó aplaudir a la defensa. Me pareció entonces que aquello era, más que nunca, el teatrillo del proceso.
Puede ocurrir también que, después de todo lo que han pasado los actores, no se sepa cómo acaba la obra, que la cosa se quede en nada y se produzcan las conformidades o, como una manifestación más de la insistencia de la ley en primar al acusado, se produzca la disolución anticipada o se dé el “erróneo tratamiento de la crisis decisoria “ que contemplan los arts. 63 y 65 y el asunto quede imprejuzgado.
Hablábamos del art.54. Hasta este momento el papel del Magistrado Presidente ha sido muy fácil. Ha sido una especie de Don Tancredo sin riesgos (lo seguirá siendo después, teniendo que redactar una sentencia que ya le viene “medio hecha” y puede que no comparta). Pero puede que quiera tener su monólogo, su momento de gloria y baje al ruedo y se arranque en una perorata bienintencionada y que él reputa tranquilizadora para los ciudadanos jurados. Y la experiencia es demoledora: por lo que yo he visto y me han contado, no se han encontrado guionistas ni actores que dibujen bien las puntiagudas aristas de ese personaje.
Todos sabemos qué es la presunción de inocencia, pero cómo nos cuesta explicarlo. En el informe de la Fiscalía General del Estado, se cuenta que ante la insistencia en ese extremo del magistrado, un jurado exclamó, “¡que Dios nos perdone!”. Y lo de la duda razonable es de nota. Los jurados se aferran –algo entendible, ante el papelón que les hace representar el legislador- a la errónea creencia de que la mínima duda sobre la prueba de un hecho, lleva automáticamente a entender que quedó probado el hecho contrario. Como bien escribe Juan Igartua Salaverría, comentando la STC 169/2004, “si no se logró probar que Juan mató a Pedro, de ahí no se sigue que se haya probado que Juan no mató a Pedro... el proceso penal no está para expedir títulos de inocencia; están para probar la culpabilidad del acusado y, en su defecto, para conservar la presunción de no-culpabilidad de aquél (y como tal presunción, no probada ni falta que hace)”.
También precisa este autor, en el comentario que citamos y en su librito sobre el caso Marey, qué debe entenderse por duda razonable, algo que trasciende la esfera de lo individual para convertirse en asunto universalizable y la única manera de apreciar la universalizabilidad o racionalidad es exponer las razones que la sustentan. “Sólo una duda razonada –escribe- acredita ser una duda razonable”.
Para los jurados, inmersos en un mar de dudas, la mente, embotada y adormecida, no pondrá obstáculos al recurso fácil de expresar sus titubeos e inseguridades sobre una certeza total en los hechos desfavorables y trasladarlo a las votaciones y ni siquiera se les exigirá razonarlo, motivarlo. Eso con las bendiciones de la jurisprudencia.
Después de las instrucciones (anoto aquí un ruego: que alguien me explique lo del recurso por parcialidad, si no se documentan las instrucciones), los jurados recogen el objeto del veredicto y se retiran a deliberar. Intentarán comprender aquel galimatías de cuarenta, cincuenta o cien proposiciones y, si son de este mundo, sentirán primero perplejidad y, luego, miedo. El miedo escénico o un miedo como el del portero ante el penalty de la novela de Handke. Y ganas de irse a su casa. O lamentar que aquello se alargue y no lleguen al partido, como el personaje de “Doce hombres sin piedad”. Aunque, para mitigar sus temores, se les retira del escenario. Se va a dar el paso – como dicen los teóricos- del contexto del descubrimiento al de la justificación. ( ¡ Ah, qué ansias de “voyeur” le invaden a uno!). Ahora sí tienen algo que hacer. Hasta ese momento se les había pedido bien poco y se les había evitado lo desagradable: el muerto nunca estuvo presente -¡ni siquiera se les deben mostrar las fotos de la autopsia, no vayamos a herir su sensibilidad!- como no lo estaba el monte calcinado. Y el acusado, tambien con poca presencia, sin banquillo, difuminado entre los faldones de la toga de su abogado.
Habrá algunas preguntas sencillas, pero también se les exigirán pronunciamientos sobre la noción de intención o la condición de vencible del error, o el criterio de gravedad en un incendio forestal. Hasta se les pedirá opinión nada menos que por una predeterminación del fallo en la Sentencia: la aplicación de la remisión condicional y el indulto.
Después de pronunciarse sobre las causas de exención o modificación de la responsabilidad se les exige, de forma muy contundente y a la americana, el veredicto de culpabilidad. Algo innecesario, como bien y extensamente se argumentaba en el informe de la FGE. (La actual Vicepresidenta Primera se oponía a cualquier modificación y lo despachaba con un “se le excluye (al Jurado) de contenido”).
El resultado es que, como vimos, se “descubrirán” cosas inverosímiles que no irán acompañadas de razones. Al menos, los jueces nos han malacostumbrado con kilométricas argumentaciones, aunque en los órganos colegiados –como dice, con su proverbial mala uva, Alejandro Nieto- eso sea engañoso y sólo trabaje el ponente.
Deberíamos ir acabando, aunque no todo acaba aquí. Quedan importantísimos trámites que, según mi experiencia, se suelen ventilar de forma apresurada. Apuntamos uno: no se da un examen pausado y riguroso del acta, obligado, y que puede llevar a la devolución de la misma al Jurado por los varios motivos del art. 63. Ya que el omnipotente legislador nos ha puesto a todos en este brete debe exigírseles unas mínimas dosis de trabajo, de argumentación y razonabilidad a los Jurados. Eso es función del magistrado presidente. Y lo que suele suceder -otra vez la idea del estotienequefuncionaratodacosta- es que se eche una manita y se traten de corregir los defectos y completar la motivación del fallo por la vía del art.70. (De todo lo dicho hasta aquí, ¿no se infiere al menos la necesidad de los escabinos, con una competencia y objetos sencillos?).
Pero, para entonces, todos queremos irnos ya a casa, cansados e intranquilos, pensando que lo que no se arregló allí lo arreglarán los recursos y el Supremo y el Constitucional, como a veces puede que suceda y como, afortunadamente, sucedió en las Sentencias que dieron lugar a este comentario.
A mí, al menos, me sucede algo así: siento como un escalofrío, una especie de malestar epidérmico cada vez que me cuentan la última “anécdota” de un juicio con jurado. Vamos, que no me acostumbro a justificar con el consabido “el errar es humano” las habituales meteduras de pata de los ciudadanos jurados.
Cuando los compañeros fiscales dicen “tengo un jurado”, en su semblante se pinta una especie de fastidio o resignación ante la fatalidad: saben que el resultado va a estar determinado en gran medida por el hado o destino, no por la lógica.
Ya sé que los simples –de buen corazón, por supuesto- me desacreditarán de un plumazo, tildando estas ideas mías de conservadoras, propias de aquél que no cree en ese artículo de la Constitución que dice algo así como que “la justicia emana del pueblo”. Ese es el estúpido argumento preferido del político jacobino, que tiene fácil contestación. Aquí lo dejamos.
Uno confía también bien poco en el Tribunal Constitucional. En estos casos lo tenía fácil. En los dos, la motivación es inexistente. Las sentencias a que me refiero eran “de libro”: que hay que repetir el juicio contra Mikel Otegui y que hay que motivar el veredicto de inculpabilidad (aunque en ésta la cuestión no debía estar tan clara -había tres votos particulares- y en aquélla se hablaba del “diferente nivel de exigencia de motivación entre sentencias condenatorias y absolutorias”). En otros supuestos, tanto el Constitucional como el Supremo han rebajado las exigencias en este aspecto a unos mínimos inaceptables. Como si los tribunales y los demás operadores jurídicos (¡quién inventó esta expresión!) estuvieran juramentados para procurar que la maquinaria funcione. Como si no pudiera cuestionarse nada, como si todo fuera evidente y necesario.
Y es que ni siquiera era evidente –todo lo contrario- que el constituyente obligase a la creación del jurado. Eso no se desprende ni por asomo del art. 125 de la Constitución. Y ya, si leemos la exposición de motivos de la ley, no se entiende cómo un derecho de participación –como allí se le denomina- llega a imponerse coactivamente cuando eso no ocurre con el más representativo de esos derechos, como es el del sufragio del art. 23. Y de la objeción de conciencia, mejor no hablar: algo que se admitió sin discusión en el trámite parlamentario y que se entendía incluido en el art.12,7ª, a instancia del grupo parlamentario socialista siguiendo indicaciones de Jueces para la Democracia, se ha transmutado en esa especie de bicha éticamente inaceptable, propia de ciudadanos que quieren que la ciudadanía les salga gratis. O eres jurado, aunque sea a regañadientes -como lo son casi todos- o te conminamos con sanciones penales.
En fin, que todo vale porque, como podía leerse en la reseña de un congreso para acercar la justicia al ciudadano, no se puede seguir con esa imagen tradicional del Juez “sesudo, distante, que trata a la gente de usted y es muy riguroso a la hora de aplicar el derecho”.
A un servidor le cuesta ir “de colega” en estas cuestiones y, a la mínima de cambio, le explica a los bachilleres que es antijuradista porque la Justicia debe ser “rápida, barata y justa” y le parece que el Jurado no cumple ninguno de los requisitos: las interminables sesiones de los juicios con jurado, incluso en los asuntos más baladíes, -ésa es otra: leer el art. 1 de la ley que enumera los delitos competencia del Jurado, por innecesarios o por complejos, es un gran ejercicio de estupefacción-, se resolvían, con mucha más celeridad y sin merma de garantías, ante cualquier tribunal o juzgado técnico; lo del despilfarro –sin ningún beneficio a cambio- no necesita comentario (bueno, quizá que produzca cierta envidia ver que los jurados tienen dieta, restaurante y cama gratis y mueble-bar bien abastecido y lo de los fiscales, jueces y funcionarios va en la toga o en la suela de los zapatos). Lo de que el Jurado no produce resoluciones más justas –que a muchos nos puede parecer evidente- quizá merezca explicación para algún lector no profesional del derecho. A eso dedicamos la segunda parte de esta colaboración.
¿Qué pasa por la cabeza de los jurados?
De un veredicto sorpresivo, extravagante o claramente infundado no puede decirse que sea justo. Por desgracia, son habituales. Y aunque, al final, algunas veces se acierte (porque se declaró culpable al que efectivamente asesinó, o malversador al cartero que se quedaba con el dinero de los giros postales), si lo desgranamos o escudriñamos, en todo veredicto siempre hay ejemplos para la sorpresa: en mis dos experiencias con jurados, recuerdo que en uno de los supuestos no se daba por probada la agresión previa, pero se estaba a punto de admitir la legítima defensa. En el otro, los jurados hacían desaparecer el arma homicida ¡a pesar de reconocerlo el acusado y su defensor!. En la Sentencia del TSJ antecedente de la que hemos citado del Tribunal Constitucional sobre el veredicto de inculpabilidad, se dice que de los cuarenta y siete hechos propuestos como objeto del veredicto sólo se explicó la convicción alcanzada respecto de siete y que varias declaraciones a las que los jurados aluden “no coinciden en su literalidad ni en su sentido con lo declarado probado por los jurados” y otras no coinciden con las prestadas en el acto de la vista.
Si hablamos de cuestiones algo más técnicas, los problemas crecen. Como escribió Perfecto Andrés Ibáñez, el hecho y la norma se interpelan recíprocamente, hay imposibilidad de aislar el juicio de hecho del juicio de derecho en la experiencia jurisdiccional; la exigencia de prueba y de motivación se traduce en que juzgar no es un ingenuo ejercicio de sentido común.
Hemos visto, por ello, cómo en supuestos juzgados en esta Audiencia, los jurados traspusieron la acepción vulgar de “imprudencia” (“desde luego, es una imprudencia la de estos jóvenes que van dándose de navajazos”), a la estrictamente técnico-jurídica (la consecuencia pasa de 10-15 años a 1-4 años de prisión) o aceptaron la eximente de miedo insuperable en el homicida que había sido agredido por la víctima, pero se aleja del lugar para coger una escopeta y vuelve para dispararle. En la Memoria de la Fiscalía General del Estado de 1935 se puede leer que “el Jurado absuelve con sorpresa de los propios defensores”.
Y en esos supuestos, en que el resultado es tan sorprendente, carente de lógica y apartado de las reglas de la correcta valoración de las pruebas practicadas –que los jurados necesariamente vieron y oyeron- la motivación es tan mínima que puede tildarse de inexistente. Y que no se nos venga con la “sucinta explicación” del art.61.
Es inadmisible que, de forma reiterada, en todo tipo de veredictos, se haga constar que los jurados han atendido como elementos de convicción para hacer las precedentes declaraciones a “declaración del acusado y alguno de los testigos”, “en las pruebas practicadas: Declaración del acusado/Testifical/Pericial”; “Declaraciones: acusado, testigos/prueba pericial: fundamentalmente los medios forenses/Reportaje policial (fotográfico, declaraciones en comisaría y Juzgado)”. Eso es todo.
Es cierto que, a veces, nada se ayuda a los jurados en esta ceremonia de la confusión (por si ni fuera bastante con ese oscurísimo art.52) con actas de proposición con una incorrecta formulación del objeto o utilizando expresiones que generan cierta perplejidad y pueden llevar a veredictos poco congruentes. Admitamos que todos podemos tener parte de culpa. Pero si eso sucede, es excepcional que los jurados hagan uso del art.57 para ampliación de instrucciones o modificaciones en el texto de la votación -lo que permite el art.61.1.a)- y es habitual que se pase a la votación y redacción de un acta en la que no existirá, no ya una “motivación razonada”, sino justificaciones tan globales como las citadas, de una gratuidad rayana en la arbitrariedad. Y no encuentro razón alguna para afirmar que la motivación del jurado deba ser inferior o de menor calidad que la de un juez técnico.
No se les exigen tecnicismos ni extraordinarias argumentaciones, sólo que razonen por qué han declarado o rechazado declarar probados determinados hechos. Lamentablemente, el Tribunal Supremo ha venido consintiendo esa tremenda ligereza de las motivaciones en muchas resoluciones; vgr: Ss 21-12-2001, 28-01-2002.
La Ley es muy deficiente técnicamente. Desconoce principios procesales tradicionales que siguen vigentes en el proceso penal. Pero, además, es un canto a la complicación y a la oscuridad. Una propuesta razonable de cambios figuraba en el informe de la Fiscalía General del Estado de octubre de 1997. No es de extrañar que fuera cierta la anécdota que nos contaban de un compañero del magistrado al que se atribuye la autoría de la ley que ante las dificultades de interpretación se dirigiera a menudo a éste invocándolo: “Dime, ¡oh!, espíritu de la ley, qué quisiste decir en tal artículo”.
De los jurados no se puede esperar, lógicamente, que contribuyan a esclarecer nada, como ya decíamos. Además, tengo la impresión de que se produce en ellos una cierta transformación anímica: del temor y desagrado que suelen expresar en la selección, pasan a una cierta infatuación y un amor propio mal asentado en su evidente ignorancia, también alentado por las continuas admoniciones a la trascendencia de su misión y a su soberanía decisoria.
Y después de días o semanas de agotadoras sesiones (en las que yo no recuerdo que los jurados tomen notas de las incidencias de la prueba, ¡bendita memoria!), se suceden un cúmulo de trámites técnicos que si ya son arduos y complicados para los intervinientes técnicos, vienen a precipitar una conclusión trascendental que da la impresión de ser poco meditada. Y es que la rutina del mecanismo decisorio aboca a ello; casi no podría ser de otra manera.
Si los informes orales ya empiezan a sumirlos en el desconcierto –que para eso estamos los profesionales sesudos y distantes y algunos ya hemos renunciado a “bajar el listón” para hacernos entender-, si le da a algún letrado por organizarla haciendo el Demóstenes y retorcerle el cuello a las ideas (decía R.L.Frost que el Jurado está compuesto de doce personas para decidir quién tiene el mejor abogado), por si no tuvieran bastante, hace su aparición en escena el artículo 54.
Una anécdota y un inciso: Recuerdo a una ciudadana de más de 65 años que quería participar a toda costa: mi informe le gustó sobremanera, porque las muestras de aprobación eran evidentes; quedó encantada de la voz tronante y las maneras de la acusación particular; pero me dejó preocupado cuando sólo le faltó aplaudir a la defensa. Me pareció entonces que aquello era, más que nunca, el teatrillo del proceso.
Puede ocurrir también que, después de todo lo que han pasado los actores, no se sepa cómo acaba la obra, que la cosa se quede en nada y se produzcan las conformidades o, como una manifestación más de la insistencia de la ley en primar al acusado, se produzca la disolución anticipada o se dé el “erróneo tratamiento de la crisis decisoria “ que contemplan los arts. 63 y 65 y el asunto quede imprejuzgado.
Hablábamos del art.54. Hasta este momento el papel del Magistrado Presidente ha sido muy fácil. Ha sido una especie de Don Tancredo sin riesgos (lo seguirá siendo después, teniendo que redactar una sentencia que ya le viene “medio hecha” y puede que no comparta). Pero puede que quiera tener su monólogo, su momento de gloria y baje al ruedo y se arranque en una perorata bienintencionada y que él reputa tranquilizadora para los ciudadanos jurados. Y la experiencia es demoledora: por lo que yo he visto y me han contado, no se han encontrado guionistas ni actores que dibujen bien las puntiagudas aristas de ese personaje.
Todos sabemos qué es la presunción de inocencia, pero cómo nos cuesta explicarlo. En el informe de la Fiscalía General del Estado, se cuenta que ante la insistencia en ese extremo del magistrado, un jurado exclamó, “¡que Dios nos perdone!”. Y lo de la duda razonable es de nota. Los jurados se aferran –algo entendible, ante el papelón que les hace representar el legislador- a la errónea creencia de que la mínima duda sobre la prueba de un hecho, lleva automáticamente a entender que quedó probado el hecho contrario. Como bien escribe Juan Igartua Salaverría, comentando la STC 169/2004, “si no se logró probar que Juan mató a Pedro, de ahí no se sigue que se haya probado que Juan no mató a Pedro... el proceso penal no está para expedir títulos de inocencia; están para probar la culpabilidad del acusado y, en su defecto, para conservar la presunción de no-culpabilidad de aquél (y como tal presunción, no probada ni falta que hace)”.
También precisa este autor, en el comentario que citamos y en su librito sobre el caso Marey, qué debe entenderse por duda razonable, algo que trasciende la esfera de lo individual para convertirse en asunto universalizable y la única manera de apreciar la universalizabilidad o racionalidad es exponer las razones que la sustentan. “Sólo una duda razonada –escribe- acredita ser una duda razonable”.
Para los jurados, inmersos en un mar de dudas, la mente, embotada y adormecida, no pondrá obstáculos al recurso fácil de expresar sus titubeos e inseguridades sobre una certeza total en los hechos desfavorables y trasladarlo a las votaciones y ni siquiera se les exigirá razonarlo, motivarlo. Eso con las bendiciones de la jurisprudencia.
Después de las instrucciones (anoto aquí un ruego: que alguien me explique lo del recurso por parcialidad, si no se documentan las instrucciones), los jurados recogen el objeto del veredicto y se retiran a deliberar. Intentarán comprender aquel galimatías de cuarenta, cincuenta o cien proposiciones y, si son de este mundo, sentirán primero perplejidad y, luego, miedo. El miedo escénico o un miedo como el del portero ante el penalty de la novela de Handke. Y ganas de irse a su casa. O lamentar que aquello se alargue y no lleguen al partido, como el personaje de “Doce hombres sin piedad”. Aunque, para mitigar sus temores, se les retira del escenario. Se va a dar el paso – como dicen los teóricos- del contexto del descubrimiento al de la justificación. ( ¡ Ah, qué ansias de “voyeur” le invaden a uno!). Ahora sí tienen algo que hacer. Hasta ese momento se les había pedido bien poco y se les había evitado lo desagradable: el muerto nunca estuvo presente -¡ni siquiera se les deben mostrar las fotos de la autopsia, no vayamos a herir su sensibilidad!- como no lo estaba el monte calcinado. Y el acusado, tambien con poca presencia, sin banquillo, difuminado entre los faldones de la toga de su abogado.
Habrá algunas preguntas sencillas, pero también se les exigirán pronunciamientos sobre la noción de intención o la condición de vencible del error, o el criterio de gravedad en un incendio forestal. Hasta se les pedirá opinión nada menos que por una predeterminación del fallo en la Sentencia: la aplicación de la remisión condicional y el indulto.
Después de pronunciarse sobre las causas de exención o modificación de la responsabilidad se les exige, de forma muy contundente y a la americana, el veredicto de culpabilidad. Algo innecesario, como bien y extensamente se argumentaba en el informe de la FGE. (La actual Vicepresidenta Primera se oponía a cualquier modificación y lo despachaba con un “se le excluye (al Jurado) de contenido”).
El resultado es que, como vimos, se “descubrirán” cosas inverosímiles que no irán acompañadas de razones. Al menos, los jueces nos han malacostumbrado con kilométricas argumentaciones, aunque en los órganos colegiados –como dice, con su proverbial mala uva, Alejandro Nieto- eso sea engañoso y sólo trabaje el ponente.
Deberíamos ir acabando, aunque no todo acaba aquí. Quedan importantísimos trámites que, según mi experiencia, se suelen ventilar de forma apresurada. Apuntamos uno: no se da un examen pausado y riguroso del acta, obligado, y que puede llevar a la devolución de la misma al Jurado por los varios motivos del art. 63. Ya que el omnipotente legislador nos ha puesto a todos en este brete debe exigírseles unas mínimas dosis de trabajo, de argumentación y razonabilidad a los Jurados. Eso es función del magistrado presidente. Y lo que suele suceder -otra vez la idea del estotienequefuncionaratodacosta- es que se eche una manita y se traten de corregir los defectos y completar la motivación del fallo por la vía del art.70. (De todo lo dicho hasta aquí, ¿no se infiere al menos la necesidad de los escabinos, con una competencia y objetos sencillos?).
Pero, para entonces, todos queremos irnos ya a casa, cansados e intranquilos, pensando que lo que no se arregló allí lo arreglarán los recursos y el Supremo y el Constitucional, como a veces puede que suceda y como, afortunadamente, sucedió en las Sentencias que dieron lugar a este comentario.
27 julio, 2005
El chollo de tener asesinos en casa
En El Mundo de ayer, 27, venía una tribuna de Benita Ferrero-Waldner titulada"Crear un bloque contra el terror" (siento no poder poner un enlace, pero, por lo que veo -y si no me equivoco- esta parte es de pago), en la que esta señora, a la sazón comisaria de Relaciones Exteriores de la UE, entre otras cosas viene a decir que hay que meter más dinero en los países islámicos para que se vayan secando los semilleros del terrorismo radical. No lo dice exactamente así, pero me parece que quiere decir fundamentalmente eso. De lo cual se desprende que: i) Los países que no controlan a sus asesinos -o que los animan y les dan facilidades para formarse, entrenarse, etc.- tendrán preferencia para las ayudas de la UE; ii) que cuantos más terroristas produces más razones se te reconocen, y de más peso, para pedir pasta a los demás; iii) que el terrorismo se cura o se alivia, supuestamente, cuando las víctimas potenciales pagan a los que chulean a los matones; y iv) que seguramente todo eso, lo de los terroristas y lo de sus chulos, se explica porque son todos muy pobres, los pobres.
Ante lo cual uno, modestamente propone las siguientes medidas alternativas:
a) Que puestos a ayudar económicamente a los países pobres, cosa absolutamente debida y justa, comencemos por los que no producen ni exportan terroristas; b) que puestos a ayudar a los países pobres, ayudemos a los países pobres, es decir, aquellos que no tienen recursos suficientes, no a los tienen de sobra pero los reparten mal. Si los terroristas buscan la justicia social, que hagan la revolución en su casa y contra esos reyezuelos cleptómanos que los gobiernan con estilo feudal y maneras mafiosas; porque c) digo yo que si tanto petróleo tienen (al menos algunos de esos países que son grandes nidos de imanes radicales y otras especies similares) y si tan caro nos lo venden, ya reciben algunos dinerillos de por aquí, víctimas incluidas ¿o no?; d) que puestos a ayudar incluso a esos países que no son pobres (aunque haya en ellos muchos pobres, pero no por nuestra culpa principal), y digo ayudar y no hacer el capullito de alhelí, que se les dé dinero, sí, pero a cambio de avances claros y tangibles en cosas tales como la redistribución de la renta, los derechos laborales de todos sus trabajadores, la igualación jurídica y social de las mujeres, la reforma radical de la ley penal y procesal para eliminar la tortura y las penas crudelísimas, la democracia parlamentaria y el fin de toda forma dictatorial o autoritaria de gobierno. A lo mejor de rebote disminuye la producción en serio de fanáticos y descerebrados. O no, pero por lo menos habremos conseguido otras cosas buenas en esos países a cambio de los recursos que les cedamos. Como que mueran y sufran menos de sus ciudadanos a manos de los tiranos que los gobiernan.
Ante lo cual uno, modestamente propone las siguientes medidas alternativas:
a) Que puestos a ayudar económicamente a los países pobres, cosa absolutamente debida y justa, comencemos por los que no producen ni exportan terroristas; b) que puestos a ayudar a los países pobres, ayudemos a los países pobres, es decir, aquellos que no tienen recursos suficientes, no a los tienen de sobra pero los reparten mal. Si los terroristas buscan la justicia social, que hagan la revolución en su casa y contra esos reyezuelos cleptómanos que los gobiernan con estilo feudal y maneras mafiosas; porque c) digo yo que si tanto petróleo tienen (al menos algunos de esos países que son grandes nidos de imanes radicales y otras especies similares) y si tan caro nos lo venden, ya reciben algunos dinerillos de por aquí, víctimas incluidas ¿o no?; d) que puestos a ayudar incluso a esos países que no son pobres (aunque haya en ellos muchos pobres, pero no por nuestra culpa principal), y digo ayudar y no hacer el capullito de alhelí, que se les dé dinero, sí, pero a cambio de avances claros y tangibles en cosas tales como la redistribución de la renta, los derechos laborales de todos sus trabajadores, la igualación jurídica y social de las mujeres, la reforma radical de la ley penal y procesal para eliminar la tortura y las penas crudelísimas, la democracia parlamentaria y el fin de toda forma dictatorial o autoritaria de gobierno. A lo mejor de rebote disminuye la producción en serio de fanáticos y descerebrados. O no, pero por lo menos habremos conseguido otras cosas buenas en esos países a cambio de los recursos que les cedamos. Como que mueran y sufran menos de sus ciudadanos a manos de los tiranos que los gobiernan.
Derecho y poesía. Antología. VIII
DESOLACIÓN POR LA CIUDAD
Se movía aquel hombre con los ojos vendados,
con las manos atadas a la espalda.
Iban, venían gentes, traficantes,
políglotas, actores, catecúmenos,
condecorados, regidores, tránsfugas.
La ciudad era un caos. Semovientes
mecánicos. Crecía una flor mustia,
contaminante, un labio
con el beso del tósigo.
Bronquios con terciopelo de residuos
quemados del monóxido litúrgico,
votivo de carbono.
Halos santificantes de sustancias
letales. Corazones
opresos por sus válvulas (la vieja
ballena no oprimió otro tiempo tanto
el talle femenino
como el corsé pequeño del infarto
constriñe el talle de las coronarias).
El hombre se movía con los ojos
vendados y las manos maniatadas.
Siseaban reclamos luminosos
y se alternaba el clima del semáforo
entre sus tres veloces estaciones:
estío rojo, verde primavera
y el amarillo neutro del otoño.
Los transeúntes combatían
codo con codo, a brazo
partido. En negras playas
iba el mar de los grandes almacenes
poniendo su oleaje.
Con los ojos vendados se movía,
con las manos trabadas aquel hombre.
Lo fusilaron al amanecer.
Leopoldo de Luís, Entre cañones me miro (1981).
Se movía aquel hombre con los ojos vendados,
con las manos atadas a la espalda.
Iban, venían gentes, traficantes,
políglotas, actores, catecúmenos,
condecorados, regidores, tránsfugas.
La ciudad era un caos. Semovientes
mecánicos. Crecía una flor mustia,
contaminante, un labio
con el beso del tósigo.
Bronquios con terciopelo de residuos
quemados del monóxido litúrgico,
votivo de carbono.
Halos santificantes de sustancias
letales. Corazones
opresos por sus válvulas (la vieja
ballena no oprimió otro tiempo tanto
el talle femenino
como el corsé pequeño del infarto
constriñe el talle de las coronarias).
El hombre se movía con los ojos
vendados y las manos maniatadas.
Siseaban reclamos luminosos
y se alternaba el clima del semáforo
entre sus tres veloces estaciones:
estío rojo, verde primavera
y el amarillo neutro del otoño.
Los transeúntes combatían
codo con codo, a brazo
partido. En negras playas
iba el mar de los grandes almacenes
poniendo su oleaje.
Con los ojos vendados se movía,
con las manos trabadas aquel hombre.
Lo fusilaron al amanecer.
Leopoldo de Luís, Entre cañones me miro (1981).
¿Chávez dirige rtve?
Vivir para ver, y para oír. Las dos de la pasada madrugada, último informativo de rtve, creo que en la primera cadena. Leo y dormito frente al televisor. De pronto, escucho a la presentadora del telediario mencionar que ha aparecido en Tucson (USA) un movimiento de abuelas contra la guerra. Pongo atención y oigo entonces la frase que me sume en la perplejidad y que, poco más o menos, rezaba así en boca de la presentadora: "pese a las campañas de desinformación, aumentan en Estados Unidos las críticas contra la guerra de Iraq".
Y me quedo pensando, ¿campañas de desinformación? ¿En Estados Unidos? Sí hay medios tendenciosos allí, sí, como aquí o cosa por el estilo; sí hay una Administración que trata de recortar los derechos de los periodistas a informar y de los ciudadanos a ser informados, es verdad, y no hay más que pensar en la periodista recientemente condenada por no revelar sus fuentes. Pero, insisto, ¿campañas de desinformación en Estados Unidos, donde los periódicos ejercen el más estrecho control del mundo sobre las tropelías, los deslices y la vida de los políticos? ¡Anda ya!
Y, claro, de inmediato veo las cosas claras: están ensayando aquí el tipo de noticiarios que ha comenzado a emitir la nueva cadena pública que acaba de poner en marcha Chávez para ilustrar desde Venezuela a toda Latinoamérica sobre las virtudes de la libertad de prensa e información y sobre la sistemática violación de las libertades en USA. Ya podemos dormir tranquilos, guarda nuestros sueños el Hermano Tontón. Y la otra cosa por la que reparo en que hemos sido chavezados es porque no se mencionó en ese telediario ni en ninguno que yo haya visto esta temporada (veo pocos, es cierto) que en Cuba haya campañas de desinformación. Sin embargo, véase lo que cuenta hoy mismo La Vanguardia.
Ah, y luego resultó, según la misma noticia de rtve, que las tales abuelas pacifistas de Tucson eran... cinco. Sí, cinco. Nada menos. O sea, que en España es noticia que cinco abuelitas de Tucson critiquen a Bush y pidan el regreso de los soldados. Se ve que los cubanos que andan protestando e intentando vanamente manifestarse estos días son menos de cinco.
Bueno, y que conste que al criticar a rtve por su chavismo no pretendo decir que no sean respetables las razones de las abuelas ni que Bush y compañía sean buena gente. Para nada. Lo que pasa es que esas cinco abuelas sí pueden manifestarse y salir en las televisiones de USA, mientras que a las abuelas cubanas no se les permite lo mismo en Cuba, ni se menciona su protesta en las televisiones de Chávez con tanta alharaca y desenfado.
Manda güevos. Ale, a tirar de la cadena.
Y me quedo pensando, ¿campañas de desinformación? ¿En Estados Unidos? Sí hay medios tendenciosos allí, sí, como aquí o cosa por el estilo; sí hay una Administración que trata de recortar los derechos de los periodistas a informar y de los ciudadanos a ser informados, es verdad, y no hay más que pensar en la periodista recientemente condenada por no revelar sus fuentes. Pero, insisto, ¿campañas de desinformación en Estados Unidos, donde los periódicos ejercen el más estrecho control del mundo sobre las tropelías, los deslices y la vida de los políticos? ¡Anda ya!
Y, claro, de inmediato veo las cosas claras: están ensayando aquí el tipo de noticiarios que ha comenzado a emitir la nueva cadena pública que acaba de poner en marcha Chávez para ilustrar desde Venezuela a toda Latinoamérica sobre las virtudes de la libertad de prensa e información y sobre la sistemática violación de las libertades en USA. Ya podemos dormir tranquilos, guarda nuestros sueños el Hermano Tontón. Y la otra cosa por la que reparo en que hemos sido chavezados es porque no se mencionó en ese telediario ni en ninguno que yo haya visto esta temporada (veo pocos, es cierto) que en Cuba haya campañas de desinformación. Sin embargo, véase lo que cuenta hoy mismo La Vanguardia.
Ah, y luego resultó, según la misma noticia de rtve, que las tales abuelas pacifistas de Tucson eran... cinco. Sí, cinco. Nada menos. O sea, que en España es noticia que cinco abuelitas de Tucson critiquen a Bush y pidan el regreso de los soldados. Se ve que los cubanos que andan protestando e intentando vanamente manifestarse estos días son menos de cinco.
Bueno, y que conste que al criticar a rtve por su chavismo no pretendo decir que no sean respetables las razones de las abuelas ni que Bush y compañía sean buena gente. Para nada. Lo que pasa es que esas cinco abuelas sí pueden manifestarse y salir en las televisiones de USA, mientras que a las abuelas cubanas no se les permite lo mismo en Cuba, ni se menciona su protesta en las televisiones de Chávez con tanta alharaca y desenfado.
Manda güevos. Ale, a tirar de la cadena.
26 julio, 2005
De nuevo Savater
Ya, ya, ya sé. Que si está vendido al enemigo, que si no entiende a lo más in de la crème de la crème más cool de la progresía y todo eso. Sí. Pero este Savater parece a menudo la pura voz del sentido común, es decir, la voz de los ciudadanos comunes, los que no tienen la lógica pervertida por la nómina.
Una muestra nueva sobre el tema candente de esta temporada, la tríada terrorismo, libertad, seguridad: su artículo en el periódico Clarín. Véanlo.
Una muestra nueva sobre el tema candente de esta temporada, la tríada terrorismo, libertad, seguridad: su artículo en el periódico Clarín. Véanlo.
Derecho y poesía. Antología. VII
TÁNGER BEAT
(Tánger, 1999)
¿Cuánta fue la inocencia asesinada
-tan necesariamente asesinada-
de adolescentes, de jóvenes efebos,
para alumbrar así vuestra hermosa poesía descarnada?
Aquí, en el Tánger beat,
¿cuántos Ahmed y Alí yacieron en los lechos
del hotel Ville de France
para alumbrar poemas necesarios
que asombraron al mundo?
Les rompían el culo
-los poetas necesarios-
y cantaban más tarde
la moral necesaria de un mundo diferente.
¿Cuánto valía un culo, acaso un dólar?
¿Y cuánto cobraban por palabra
aquellos poetas necesarios
en la prensa de América?:
¿acaso un dólar?
Recuerdo a Bowles:
el descubrió la mina de oro a los poetas,
la mina de oro de un culo por un dólar;
luego, la absolución por un poema
a dólar por palabra.
Ellos están en las antologías,
en nobles bibliotecas,
doctas tesis,
quién sabe si en estatuas.
Pero ¿qué fue de Alí, de Ahmed y Mustafá,
aquellos niños bellos
hijos de la miseria y de panes desnudos?
¿Aprendieron a leer a los poetas necesarios,
a entender los dolores, las dudas metafísicas,
de aquel digno poeta que les rompía el culo?,
¿pagaron un colegio con su dólar?
Javier Reverte, Trazas de polizón. Poesía: 1979-2004.
(Tánger, 1999)
¿Cuánta fue la inocencia asesinada
-tan necesariamente asesinada-
de adolescentes, de jóvenes efebos,
para alumbrar así vuestra hermosa poesía descarnada?
Aquí, en el Tánger beat,
¿cuántos Ahmed y Alí yacieron en los lechos
del hotel Ville de France
para alumbrar poemas necesarios
que asombraron al mundo?
Les rompían el culo
-los poetas necesarios-
y cantaban más tarde
la moral necesaria de un mundo diferente.
¿Cuánto valía un culo, acaso un dólar?
¿Y cuánto cobraban por palabra
aquellos poetas necesarios
en la prensa de América?:
¿acaso un dólar?
Recuerdo a Bowles:
el descubrió la mina de oro a los poetas,
la mina de oro de un culo por un dólar;
luego, la absolución por un poema
a dólar por palabra.
Ellos están en las antologías,
en nobles bibliotecas,
doctas tesis,
quién sabe si en estatuas.
Pero ¿qué fue de Alí, de Ahmed y Mustafá,
aquellos niños bellos
hijos de la miseria y de panes desnudos?
¿Aprendieron a leer a los poetas necesarios,
a entender los dolores, las dudas metafísicas,
de aquel digno poeta que les rompía el culo?,
¿pagaron un colegio con su dólar?
Javier Reverte, Trazas de polizón. Poesía: 1979-2004.
Progresía y superstición
El pensamiento religioso lo impregna todo. O posiblemente sería mejor y más exacto decir el pensamiento mágico. A una parte de él estamos acostumbrados, a sus formas más rancias de ejercicio. Y creemos que hemos superado esas prácticas supersticiosas y adormecedoras de nuestras conciencias, mientras que en realidad sólo las hemos cambiado.
Todos tenemos conocidos y parientes que llevan al cuello medallas con vírgenes y santos, que guardan en algún rincón de casa su frasquito de agua de Lourdes, que le ponen velas al Niño Jesús de Praga o que piden al cura de su parroquia que bendiga su coche. Y nos parecen restos de otro tiempo, antiguallas propias de mentes cautivas de la superstición y el animismo. Y qué decir cuando vemos a esos amigos y parientes en sus ritos, por ejemplo de procesión. Nos causa una mezcla incómoda de ternura y rechazo observar que esos parientes y amigos tranquilizan así su espíritu, sintiéndose pueblo elegido y parte de la humanidad mejor y más valiosa. Con sus ritos y sus mitos lavan su conciencia y se persuaden de que viven en permanente ejercicio de amor al prójimo y comunión con la creación. Magnífico. O, mejor dicho, soberbio. Sí da un poco de risa, sí. Y un poco de grima también.
Pero la misma risa y la misma grima que produce el ir de cena adonde un progre cuarentón y ver que anda por casa con su panza apenas cubierta por una camiseta con la famosa efigie del Che. O cuando lo vemos salir de manifestación contra las guerras que declara Bush, pero sólo contra las guerras que declara Bush, con lo que parece claro que no está contra la guerra, sino sólo contra las guerras que declara Bush. O presumir de que sólo come productos de agricultura ecológica, para resistirse a este capitalismo voraz que todo lo corrompe. O su modo de sentirse de izquierdas por una pura cuestión de símbolos, pues no se le alcanza que ser de izquierda pueda significar otra cosa que participar de los ritos colectivos de los que son de izquierda. La izquierda ritual es casi la única izquierda que queda. Conozco unos cuantos que jamás compran el periódico, fundamentalmente porque no tienen costumbre de leerlo, pero que cuando están en un grupo de amigos y conocidos dicen con voz bien audible "voy a comprar El País". Y se lo colocan debajo del brazo con buen cuidado de que el titular quede hacia afuera, bien visible. Hay toda una técnica de doblar El País debajo del brazo, y esa imagen de un tipo con gabardina estilo Bogart que lleva El País cuidadosamente doblado forma parte ya de la iconografía de nuestras ciudades.
Esa gente se siente bien así, con su gabardina de Armani, bien distinta del horrendo Loden de los fachas, con alguna estampa en casa (por ejemplo, una foto de Arafat) que le recuerde y nos recuerde que somos de los que se preocupan por la justicia en el mundo, abundante música de aquella que se llamaba de protesta y guiños continuos a todos los que murieron, a un tiempo, por resistirse al sistema y devorados por él, tipo Jim Morrison o James Dean, conocidos parias de la tierra, ya se sabe. Cuando pueden viajan a Cuba y retornan reflexivos, amén que emocionados, comentando que Castro probablemente se equivoca en algunas cosas, pero que es estimulante comprobar cómo lucha un pueblo por mantener sus ideales y conservar su dignidad. Supongo que se refieren a la dignidad que a los cubanos les queda después de no poder decir lo que piensan y de acostarse con un extranjero (incluso el mismo que nos canta la milonga en cuestión) para poder comer caliente. Siempre me recuerdan lo que alegan los católicos cuando se les echa en cara los siglos de Inquisición y las encíclicas que braman contra la democracia y los derechos humanos: es parte de una lucha denodada por el bien y del esfuerzo de la Iglesia-institución para encontrar su camino entre tanta maldad que rige este mundo. Los errores (y los muertos, y los torturados) no empañan la noble intención ni de los Torquemada ni de los Castro. Los caminos del Señor, y los de la Revolución, son zigzagueantes, al parecer.
Nuestras abuelas, con sus breviarios, sus velas, sus santos, sus maitines y sus procesiones son tan supersticiosas e inútiles para la justicia en el mundo como estos otros con sus camisetas zapatistas, sus citas de Brecht, sus tomates ecológicos, sus frases estereotipadas y sus lecturas obligatorias. Unas y otros se sienten bien así y se convencen de que están haciendo denodado ejercicio de entereza y coraje y plantándole cara al mal, al que las abuelas le dicen demonio y los progres llaman sistema.
Por cierto, ¿qué te parece este Cabernet Sauvignon? Me lo trajo mi hijo de California, donde estudia cine. No, él quiere dedicarse al cine independiente, es un tío muy concienciado, sí. Yo lo animo, pero le digo que no se deje atrapar por los cantos de sirena de la industria. No, este año no iremos a verlo. Queríamos algo más tranquilito y al final nos hemos decidido por Marbella. Dos semanitas. Yo me llevo lo último de Toni Negri. y un par de cositas de Chomsky que tengo pendientes. Voy a disfrutar de lo lindo.
Todos tenemos conocidos y parientes que llevan al cuello medallas con vírgenes y santos, que guardan en algún rincón de casa su frasquito de agua de Lourdes, que le ponen velas al Niño Jesús de Praga o que piden al cura de su parroquia que bendiga su coche. Y nos parecen restos de otro tiempo, antiguallas propias de mentes cautivas de la superstición y el animismo. Y qué decir cuando vemos a esos amigos y parientes en sus ritos, por ejemplo de procesión. Nos causa una mezcla incómoda de ternura y rechazo observar que esos parientes y amigos tranquilizan así su espíritu, sintiéndose pueblo elegido y parte de la humanidad mejor y más valiosa. Con sus ritos y sus mitos lavan su conciencia y se persuaden de que viven en permanente ejercicio de amor al prójimo y comunión con la creación. Magnífico. O, mejor dicho, soberbio. Sí da un poco de risa, sí. Y un poco de grima también.
Pero la misma risa y la misma grima que produce el ir de cena adonde un progre cuarentón y ver que anda por casa con su panza apenas cubierta por una camiseta con la famosa efigie del Che. O cuando lo vemos salir de manifestación contra las guerras que declara Bush, pero sólo contra las guerras que declara Bush, con lo que parece claro que no está contra la guerra, sino sólo contra las guerras que declara Bush. O presumir de que sólo come productos de agricultura ecológica, para resistirse a este capitalismo voraz que todo lo corrompe. O su modo de sentirse de izquierdas por una pura cuestión de símbolos, pues no se le alcanza que ser de izquierda pueda significar otra cosa que participar de los ritos colectivos de los que son de izquierda. La izquierda ritual es casi la única izquierda que queda. Conozco unos cuantos que jamás compran el periódico, fundamentalmente porque no tienen costumbre de leerlo, pero que cuando están en un grupo de amigos y conocidos dicen con voz bien audible "voy a comprar El País". Y se lo colocan debajo del brazo con buen cuidado de que el titular quede hacia afuera, bien visible. Hay toda una técnica de doblar El País debajo del brazo, y esa imagen de un tipo con gabardina estilo Bogart que lleva El País cuidadosamente doblado forma parte ya de la iconografía de nuestras ciudades.
Esa gente se siente bien así, con su gabardina de Armani, bien distinta del horrendo Loden de los fachas, con alguna estampa en casa (por ejemplo, una foto de Arafat) que le recuerde y nos recuerde que somos de los que se preocupan por la justicia en el mundo, abundante música de aquella que se llamaba de protesta y guiños continuos a todos los que murieron, a un tiempo, por resistirse al sistema y devorados por él, tipo Jim Morrison o James Dean, conocidos parias de la tierra, ya se sabe. Cuando pueden viajan a Cuba y retornan reflexivos, amén que emocionados, comentando que Castro probablemente se equivoca en algunas cosas, pero que es estimulante comprobar cómo lucha un pueblo por mantener sus ideales y conservar su dignidad. Supongo que se refieren a la dignidad que a los cubanos les queda después de no poder decir lo que piensan y de acostarse con un extranjero (incluso el mismo que nos canta la milonga en cuestión) para poder comer caliente. Siempre me recuerdan lo que alegan los católicos cuando se les echa en cara los siglos de Inquisición y las encíclicas que braman contra la democracia y los derechos humanos: es parte de una lucha denodada por el bien y del esfuerzo de la Iglesia-institución para encontrar su camino entre tanta maldad que rige este mundo. Los errores (y los muertos, y los torturados) no empañan la noble intención ni de los Torquemada ni de los Castro. Los caminos del Señor, y los de la Revolución, son zigzagueantes, al parecer.
Nuestras abuelas, con sus breviarios, sus velas, sus santos, sus maitines y sus procesiones son tan supersticiosas e inútiles para la justicia en el mundo como estos otros con sus camisetas zapatistas, sus citas de Brecht, sus tomates ecológicos, sus frases estereotipadas y sus lecturas obligatorias. Unas y otros se sienten bien así y se convencen de que están haciendo denodado ejercicio de entereza y coraje y plantándole cara al mal, al que las abuelas le dicen demonio y los progres llaman sistema.
Por cierto, ¿qué te parece este Cabernet Sauvignon? Me lo trajo mi hijo de California, donde estudia cine. No, él quiere dedicarse al cine independiente, es un tío muy concienciado, sí. Yo lo animo, pero le digo que no se deje atrapar por los cantos de sirena de la industria. No, este año no iremos a verlo. Queríamos algo más tranquilito y al final nos hemos decidido por Marbella. Dos semanitas. Yo me llevo lo último de Toni Negri. y un par de cositas de Chomsky que tengo pendientes. Voy a disfrutar de lo lindo.
20 julio, 2005
Derecho y poesía. Antología. VI.
No reguéis las macetas
con el hambre de otros,
nacen plantas voraces
Dulce Chacón
Cuatro gotas.
con el hambre de otros,
nacen plantas voraces
Dulce Chacón
Cuatro gotas.
Un poco de cuento (breve).II.
Liberación.
Úrculo Combarro.
Úrculo Combarro.
Los dos gemelos eran apasionados de los juegos de rol. Su abuela los vio aquel atardecer entrar por la ventana de la salita enguantados y con un pasamontañas que les tapaba la cara. Aquello que brillaba en sus manos parecían cuchillos, pero al principio no lo vio bien. Luego sí distinguió netamente las navajas y se le inundó la pituitaria del olor del heno. Le dolía el brazo doblado y le pasaban las navajas por delante de los ojos, como si fueran a dejarla ciega. Cuando sintió aquel desgarro feroz en su vagina apretó el gatillo dos, tres, cuatro veces. Sintió que su cuerpo volvía a ser ligero sin el peso de aquellos cuerpos de hombre, después de tanta espera.
Pues lo cuento, qué demonios.
Una fábula.
En el país de los ratones había preocupación por la escasa producción de quesos. Así que el Ministerio de Roealimentación convocó un concurso de ideas para conseguir más quesitos, y más ricos. Concurrieron muchos ratones, casi siempre formando equipo y con propuestas variopintas y títulos bien pomposos. Que si “Los quesitos ante el desafío de la globalización”, que si “Terrorismo, seguridad y quesitos”, que sí “El quesito indígena y el quesito imperialista”, que si “El queso de aquí mismo ante los embates del roeliberalismo”, que si “Los quesitos ante el reto de las nuevas formas de familia”, los unos, o “Las nuevas formas de familia ante el reto de los quesitos”, los otros. En fin, que interesantísimos asuntos, pero poco productivos para que aumente el índice per capita (de ratón) de quesitos. Pero esto no fue óbice para que el Ministerio de Roealimentación mandara todas esas ideas a evaluar por un par de comisiones de los ratones más expertos y sesudos. Para presidir esas comisiones el Ministerio nombró a un celebrado ratón del barrio de Quesoaparte, quien designó al resto de evaluadores de su confianza, uno por cada tipo de queso. A todo esto, ese presidente se rodeó de gente de su barrio y su amistad para los tipos de queso que más le importaban, incluido su queso favorito, del que come cada día.
Y llegó el día de la gran reunión de los evaluadores. Cada uno aportó sus calificaciones, se sumaron los puntajes y resultó el hit parade de las ideas sobre la producción de quesitos. Y hete aquí que en el top ten de las propuestas ocupaban los cinco primeros puestos (bueno, ya sé, el top five) otras tantas provenientes del barrio de Quesoaparte, y entre ellas una que presentaba el propio presidente de la Comisión y otras en las que participaban otros de ese barrio que estaban en la reunión.
Esto produjo un importante mosqueo de los ratones evaluadores de otros barrios, como los del barrio del El Castillo o los del barrio del León Quesero. Pero el representante del Ministerio de Roealimentación llamó al orden con convicción y celo, y alegó con verbo sibilino que no debían los ratones presentes perderse la recíproca confianza, so pena de quedar deshonrados por su propia actitud. Cómo va a pensar nadie que haya ratones que quieran roer lo ajeno o que se aprovechen de ser los que reparten la tarta para llevarse la guinda o el trozo más gordo. Por dios. Y todos los concurrentes repitieron: por dios. Y el Presidente dijo: y también por mí. Y los presentes repitieron, aún con más énfasis: y también por ti, por dios.
Y tal que así quedaron las cosas, por dios y por la confianza que unos ratones se deben a otros. Aunque a la salida algunos ratones de los barrios del centro comentaban, en voz muy bajita, que a ver si por fin estos de Barrioaparte se van aparte y nos dejan en paz los quesos.
Y llegó el día de la gran reunión de los evaluadores. Cada uno aportó sus calificaciones, se sumaron los puntajes y resultó el hit parade de las ideas sobre la producción de quesitos. Y hete aquí que en el top ten de las propuestas ocupaban los cinco primeros puestos (bueno, ya sé, el top five) otras tantas provenientes del barrio de Quesoaparte, y entre ellas una que presentaba el propio presidente de la Comisión y otras en las que participaban otros de ese barrio que estaban en la reunión.
Esto produjo un importante mosqueo de los ratones evaluadores de otros barrios, como los del barrio del El Castillo o los del barrio del León Quesero. Pero el representante del Ministerio de Roealimentación llamó al orden con convicción y celo, y alegó con verbo sibilino que no debían los ratones presentes perderse la recíproca confianza, so pena de quedar deshonrados por su propia actitud. Cómo va a pensar nadie que haya ratones que quieran roer lo ajeno o que se aprovechen de ser los que reparten la tarta para llevarse la guinda o el trozo más gordo. Por dios. Y todos los concurrentes repitieron: por dios. Y el Presidente dijo: y también por mí. Y los presentes repitieron, aún con más énfasis: y también por ti, por dios.
Y tal que así quedaron las cosas, por dios y por la confianza que unos ratones se deben a otros. Aunque a la salida algunos ratones de los barrios del centro comentaban, en voz muy bajita, que a ver si por fin estos de Barrioaparte se van aparte y nos dejan en paz los quesos.
17 julio, 2005
El miércoles regreso...
Toca viajar un poco. Misión oficial o cosa así... Tal vez no tendré tiempo para esto del blog.
El miércoles regreso. A lo mejor cuento algo de lo que vea estos días en ciertas reuniones confidenciales.... O no.
El miércoles regreso. A lo mejor cuento algo de lo que vea estos días en ciertas reuniones confidenciales.... O no.
Maniqueos
Juan Antonio García Amado
Publicado en La Nueva España, 17 de octubre de 2004.
Publicado en La Nueva España, 17 de octubre de 2004.
Según el Diccionario de la Academia, el maniqueísmo es el nombre que recibe la doctrina propia de la secta de los maniqueos. Éstos seguían a Manes, que admitía dos principios creadores, uno para el bien y otro para el mal, de modo que todo cuanto existía tenía que derivar de un principio o del otro, ser o bueno o malo por necesidad y sin más grados posibles. Por extensión, se califica como maniqueísmo la tendencia a interpretar la realidad sobre la base de una tal valoración dicotómica. O sea, que podemos llamar maniqueo a quien cree que el planeta se divide sólo en buenos y malos y que no hay más tu tía.
Que nadie se alarme, que esto no va de filosofías, sino que pretendo hablar del tipo humano que a diario nos topamos en la calle o vemos en los telediarios. Esta clase de sujeto es muy poco dado al matiz, necesita ver el mundo perfectamente ordenado y saber a qué atenerse sin necesidad de andar pensando cada poco. Y como a su pereza para reflexionar la acompaña su escasa aptitud para la ecuanimidad, a todo aplica lo que, para entendernos, llamaré una lógica futbolística, y sigue a ojos cerrados a los que considera los suyos, a los de su equipo, su banda o su bando.
Comencemos por esto. Cuando a uno le preguntan por ahí que si le gusta el fútbol y responde que sí, el interrogador de turno añade de inmediato la otra pregunta inevitable: ¿Y eres del Madrid o del Barça? Si respondes que ni del uno ni del otro, te pondrá cara de perplejidad. Si tratas de explicarte y cuentas que prefieres que ganen otros equipos para que haya una competición más rica, o que eres partidario de los clubes económicamente más débiles, o de los que jueguen mejor cada temporada, o que vas cambiando de simpatías en función de qué equipo tenga en cada época el entrenador más simpático o el presidente menos mafioso, consigues que te miren como a un marciano. Porque en el fútbol o se es del Madrid o del Barça, o no se concibe que se sea aficionado. Y punto. Uno es de un equipo por encima de todo, con fe, no con la razón. Porque bien se ve que la devoción religiosa hoy ha pasado casi toda a ese deporte. Es más, cuenta como mérito de las aficiones mejores el mantenerse fiel "a sus colores" pase lo que pase, aunque pasen cosas tales como que se descubra que todos los que los gobiernan son una pandilla de mangantes sin enmienda posible.
No es lo malo que parezcan tan cerriles la mayoría de los futboleros. Lo terrible es que ese tipo de pensamiento es el que vemos a diario en ámbitos supuestamente mucho más serios. Sobrecoge por doquier la incapacidad para el análisis ponderado, para el juicio no sesgado y prejuicioso y para la crítica que se pretenda mínimamente equitativa. Que ganen los míos, aunque sea jugando mal y con mil trampas. Porque los míos son por definición los virtuosos y nada que hagan les va a restar merecimientos ni nada que intenten los otros los va a hacer mejores.
Esa cerrazón simplista, ese maniqueísmo de andar por casa es lo que le hace a uno perder muchas veces toda gana de dialogar con amigos y conocidos. Desespera saber que las decisiones están tomadas de antemano y para siempre, y que ni un terremoto va a hacer que se cuestionen. Es más, cuando uno comienza a sacar los defectos de los de un lado y los de otro, el compañero de conversación suele torcer el gesto y situarte de inmediato en el lado del enemigo, a modo de tapado o tonto útil. Al fin y al cabo, todo lo negativo que se diga de "los otros" ya lo sabe él, y todo lo que se pueda criticar de "los suyos" lo rechaza de antemano como enésima expresión de las capacidades conspirativas de las fuerzas del mal, que se valen de incautos y escépticos para sus perversos fines de dominación y abuso.
Y digo yo, ¿por qué la crítica de las barbaridades, injusticias o estupideces de un bando tiene que significar que uno está de acuerdo con el bando opuesto? Veamos unos pocos ejemplos.
Ninguna duda me cabe de que Bush es un cafre, un fundamentalista desalmado y un gobernante absolutamente pernicioso, para su país y para el mundo. Bien está criticarlo y toda la crítica será poca, tal como vienen pintando las cosas. Pero los que en Irak están en el otro lado son, al parecer, unos virtuosísimos luchadores y unos ejemplares patriotas. La muerte de niños por bombardeos norteamericanos nos irrita profundísimamente, y con toda la razón. ¿Pero cuándo van a decir de una maldita vez nuestros intelectuales comprometidos que los otros que ponen coches bomba y asesinan a todo el que esté a mano son (también) unos perfectos malnacidos, poseídos por la más infame obcecación religiosa? Son unos inmorales todos y hay que sostenerlo en voz bien alta.
Otro ejemplo. El asunto de Israel y Palestina. Si criticas al genocida Sharon, enfermizamente obsesionado por concentrar a los palestinos en campos de muerte, se sobreentiende que disculpas el terrorismo palestino y comprendes al valeroso resistente Arafat. Pues no. El uno y el otro también manifiestan su odiosa naturaleza acribillando niños. Se trata de dos ególatras crueles y corruptos, y lo son ambos y quienes de cerca los sostienen. Todos.
Un caso más. Los maniqueos suponen enseguida que si te sitúas radicalmente en contra del nazismo, si te da asco todo lo que representó, desde sus hechos hasta sus siglas, simpatizarás, en cambio, con algunos que desde el bando que capitaneaba Stalin lo combatían, "en nombre de la libertad", como dicen los más ingenuos o los más cínicos, desconociendo que no todo el que lucha contra un dictador lucha por la libertad, pues los dictadores también luchan entre sí. Esos dos son los más soeces asesinos del siglo XX y únicamente es coherente y honesto abominar de ellos y sus secuaces, tanto de su degenerado carácter como del partido y las siglas que usaron de excusa para sus crímenes.
Y acerquémonos por estos pagos, para que no se diga. Un último ejemplo, menos dramático pero más cercano. Según el pensamiento de los maniqueos a diestra y siniestra, si cuando ocurrió el atentado del 11-M hubo un grupo que intentó barrer para casa y utilizar la tragedia para su interés electoral inmediato, resulta por definición imposible que lo mismo tratara de hacer el grupo rival, pues necesariamente unos son decentes y otros perversos, y esas cosas sólo las hacen los malos, o sea, los otros. ¿Pero a alguien que no esté completamente infectado de maniqueísmo le puede caber aún alguna duda de que tirios y troyanos quisieron ganar a costa de los muertos y que triunfó el que jugó esa baza con mayor soltura o mejor fortuna? Fueron malos todos, todos. Inmorales y deshonestos. Y así siguen, por mucho que finjan comisiones.
Que nadie se alarme, que esto no va de filosofías, sino que pretendo hablar del tipo humano que a diario nos topamos en la calle o vemos en los telediarios. Esta clase de sujeto es muy poco dado al matiz, necesita ver el mundo perfectamente ordenado y saber a qué atenerse sin necesidad de andar pensando cada poco. Y como a su pereza para reflexionar la acompaña su escasa aptitud para la ecuanimidad, a todo aplica lo que, para entendernos, llamaré una lógica futbolística, y sigue a ojos cerrados a los que considera los suyos, a los de su equipo, su banda o su bando.
Comencemos por esto. Cuando a uno le preguntan por ahí que si le gusta el fútbol y responde que sí, el interrogador de turno añade de inmediato la otra pregunta inevitable: ¿Y eres del Madrid o del Barça? Si respondes que ni del uno ni del otro, te pondrá cara de perplejidad. Si tratas de explicarte y cuentas que prefieres que ganen otros equipos para que haya una competición más rica, o que eres partidario de los clubes económicamente más débiles, o de los que jueguen mejor cada temporada, o que vas cambiando de simpatías en función de qué equipo tenga en cada época el entrenador más simpático o el presidente menos mafioso, consigues que te miren como a un marciano. Porque en el fútbol o se es del Madrid o del Barça, o no se concibe que se sea aficionado. Y punto. Uno es de un equipo por encima de todo, con fe, no con la razón. Porque bien se ve que la devoción religiosa hoy ha pasado casi toda a ese deporte. Es más, cuenta como mérito de las aficiones mejores el mantenerse fiel "a sus colores" pase lo que pase, aunque pasen cosas tales como que se descubra que todos los que los gobiernan son una pandilla de mangantes sin enmienda posible.
No es lo malo que parezcan tan cerriles la mayoría de los futboleros. Lo terrible es que ese tipo de pensamiento es el que vemos a diario en ámbitos supuestamente mucho más serios. Sobrecoge por doquier la incapacidad para el análisis ponderado, para el juicio no sesgado y prejuicioso y para la crítica que se pretenda mínimamente equitativa. Que ganen los míos, aunque sea jugando mal y con mil trampas. Porque los míos son por definición los virtuosos y nada que hagan les va a restar merecimientos ni nada que intenten los otros los va a hacer mejores.
Esa cerrazón simplista, ese maniqueísmo de andar por casa es lo que le hace a uno perder muchas veces toda gana de dialogar con amigos y conocidos. Desespera saber que las decisiones están tomadas de antemano y para siempre, y que ni un terremoto va a hacer que se cuestionen. Es más, cuando uno comienza a sacar los defectos de los de un lado y los de otro, el compañero de conversación suele torcer el gesto y situarte de inmediato en el lado del enemigo, a modo de tapado o tonto útil. Al fin y al cabo, todo lo negativo que se diga de "los otros" ya lo sabe él, y todo lo que se pueda criticar de "los suyos" lo rechaza de antemano como enésima expresión de las capacidades conspirativas de las fuerzas del mal, que se valen de incautos y escépticos para sus perversos fines de dominación y abuso.
Y digo yo, ¿por qué la crítica de las barbaridades, injusticias o estupideces de un bando tiene que significar que uno está de acuerdo con el bando opuesto? Veamos unos pocos ejemplos.
Ninguna duda me cabe de que Bush es un cafre, un fundamentalista desalmado y un gobernante absolutamente pernicioso, para su país y para el mundo. Bien está criticarlo y toda la crítica será poca, tal como vienen pintando las cosas. Pero los que en Irak están en el otro lado son, al parecer, unos virtuosísimos luchadores y unos ejemplares patriotas. La muerte de niños por bombardeos norteamericanos nos irrita profundísimamente, y con toda la razón. ¿Pero cuándo van a decir de una maldita vez nuestros intelectuales comprometidos que los otros que ponen coches bomba y asesinan a todo el que esté a mano son (también) unos perfectos malnacidos, poseídos por la más infame obcecación religiosa? Son unos inmorales todos y hay que sostenerlo en voz bien alta.
Otro ejemplo. El asunto de Israel y Palestina. Si criticas al genocida Sharon, enfermizamente obsesionado por concentrar a los palestinos en campos de muerte, se sobreentiende que disculpas el terrorismo palestino y comprendes al valeroso resistente Arafat. Pues no. El uno y el otro también manifiestan su odiosa naturaleza acribillando niños. Se trata de dos ególatras crueles y corruptos, y lo son ambos y quienes de cerca los sostienen. Todos.
Un caso más. Los maniqueos suponen enseguida que si te sitúas radicalmente en contra del nazismo, si te da asco todo lo que representó, desde sus hechos hasta sus siglas, simpatizarás, en cambio, con algunos que desde el bando que capitaneaba Stalin lo combatían, "en nombre de la libertad", como dicen los más ingenuos o los más cínicos, desconociendo que no todo el que lucha contra un dictador lucha por la libertad, pues los dictadores también luchan entre sí. Esos dos son los más soeces asesinos del siglo XX y únicamente es coherente y honesto abominar de ellos y sus secuaces, tanto de su degenerado carácter como del partido y las siglas que usaron de excusa para sus crímenes.
Y acerquémonos por estos pagos, para que no se diga. Un último ejemplo, menos dramático pero más cercano. Según el pensamiento de los maniqueos a diestra y siniestra, si cuando ocurrió el atentado del 11-M hubo un grupo que intentó barrer para casa y utilizar la tragedia para su interés electoral inmediato, resulta por definición imposible que lo mismo tratara de hacer el grupo rival, pues necesariamente unos son decentes y otros perversos, y esas cosas sólo las hacen los malos, o sea, los otros. ¿Pero a alguien que no esté completamente infectado de maniqueísmo le puede caber aún alguna duda de que tirios y troyanos quisieron ganar a costa de los muertos y que triunfó el que jugó esa baza con mayor soltura o mejor fortuna? Fueron malos todos, todos. Inmorales y deshonestos. Y así siguen, por mucho que finjan comisiones.
Un buen artículo antimaniqueo.
Ando un poco obsesionado con el maniqueísmo que nos obnubila, especialmente a la izquierda (los desajustes del razonamento de la derecha me preocupan un poco menos). Por eso un día escribí una cosa que publicó La Nueva España el 17 de octubre de 2004 y que aparece colgado aquí encima. Pero hoy he visto un artículo en La Vanguardia que me parece excelente como crítica del dichoso maniqueísmo progre (aunque no sólo progre; véase el paréntesis anterior). Ése es el modelo que hay que fomentar, si es que queremos ejercer verdadero pensamiento crítico. Para mejorar un poquillo el mundo hace falta dar leña a diestra y siniestra. El artículo en cuestión es de Xavier Sala y se titula Babas de moralina barata.
Derecho y poesía. Antología.V.
Elegido por aclamación
Sí, fue un malentendido
Gritaron: ¡a las urnas!
y él entendió: ¡a las armas! -dijo luego.
Era pundonoroso y mató mucho,
con pistolas, con rifles, con decretos.
Cuando envainó la espada dijo, dice:
La democracia es lo perfecto.
El público apaudió. Sólo callaron,
impasibles, los muertos.
El deseo popular será cumplido.
A partir de esta ahora soy -silencio-
el Jefe, si queréis. Los disconformes
que levanten el dedo.
Inmóvil mayoría de cadáveres
le dio el mando total del cementerio.
Angel González, Grado elemental.
Sí, fue un malentendido
Gritaron: ¡a las urnas!
y él entendió: ¡a las armas! -dijo luego.
Era pundonoroso y mató mucho,
con pistolas, con rifles, con decretos.
Cuando envainó la espada dijo, dice:
La democracia es lo perfecto.
El público apaudió. Sólo callaron,
impasibles, los muertos.
El deseo popular será cumplido.
A partir de esta ahora soy -silencio-
el Jefe, si queréis. Los disconformes
que levanten el dedo.
Inmóvil mayoría de cadáveres
le dio el mando total del cementerio.
Angel González, Grado elemental.
¿Fábricas de fanáticos?
Les hacen renunciar a la familia desde muy jóvenes, a la sexualidad "normal" (y, a ser posible, a la otra también), tienen que entregar al grupo gran parte de su sueldo, oran todos los días largo rato, necesitan el permiso constante de su director espiritual, están sometidos a una rígida disciplina, viven agrupados y sometidos a vigilancia en su relación con el mundo.
La cosa empieza desde pequeños casi siempre. Allí donde hay un niño o niña que saca buenas notas y que parece sensible, aparece siempre otro compañero, de la misma edad o mayor, que lo invita o la invita a una pequeña fiesta en una casa, donde se reúne una pandilla muy simpática. Algún muchacho mayor les da a los reunidos una charla y les propone una excursión para el domingo siguiente o algún torneo divertido de juegos o deportes. Entremedias, y como quien no quiere la cosa, rezan un rato. Se les insiste en que deben ser buenos y pensar que dios es como un padre que nos quiere y se preocupa de nosotros, pero que también desea que seamos cumplidores y respetuosos con él, y sufre si no nos atenemos a su ley. De las niñas se les dice a los niños que tienen su mejor tesoro en la pureza y su más alta misión en la maternidad, y que así es como dios las quiere, primero puras y luego madres, si no consagradas a él de por vida y en cuerpo y alma.
Muchos niños y muchachos escapan despavoridos tras uno o dos de esos encuentros con amiguitos, pero algunos quedan enganchados. Para éstos los pasos están ya perfectamente previstos. Es la crónica de una alienación anunciada. Hay que estudiar duro, primeramente, pero sin que tampoco desmaye la oración ni la fortificación del alma frente a las tentaciones de este mundo, en particular frente a los peligros del sexo. Poco a poco se les van enseñando técnicas para contener y reprimir los impulsos libidinosos propios de la edad. Se empieza tratando de vincular el sexo con todo lo turbio, oscuro y sucio, salvo cuando está consagrado por y a la religión. Como con el susto no basta, hay que ir acostumbrándose a la ducha fría, a la comida sin picantes, a evitar el alcohol, por supuesto. Y es necesario desarrollar una angelical habilidad para sustraerse a las situaciones peligrosas y las ocasiones para ser tentado. Ya desde entonces se procura evitar la desnudez propia y ajena. En el cuerpo desnudo está el demonio. Practican mucho deporte para dar sana salida a las energías, pero ya desde muchachos tienen prohibido desnudarse juntos en un vestuario o una ducha. Y de mayores siguen así, nadie les ha visto nunca compartiendo con naturalidad la camaradería de un vestuario después de un partidillo de fútbol. Por si acaso. Cuando la cosa se pone dura, les enseñan a colocarse un cilicio, que es una cosa con púas que produce dolor y sirve de penitencia y aviso. Por mucho que duela, no es nada en comparación con lo que serán las penalidades eternas de los impuros que usen su sexo sin aprehensión y con disfrute. Cosas así les cuentan.
Cuando van estando bien seguros y suficientemente adoctrinados, se les separa de la familia y se procura que vayan a estudiar a lugares donde no tengan más próximos que sus compañeros de rezos y sus directores espirituales y donde vivan en residencias para ellos solos. Madrugan, rezan, estudian, trabajan, no intiman con nadie de fuera más allá de un cierto punto, rehuyen cualquier situación comprometida con personas de otro sexo, o del propio, guardan celosísimamente su intimidad y evitan por completo la intimidad de otros, salvo que vean en ella ocasión de llevar un alma a su molino. Obedecen siempre a sus superiores, especialmente cuando éstos les invitan a hacerse con puestos importantes y de mando en la sociedad. Y bien pagados, pues pobre no se conoce ni uno. Se apoyan entre ellos con total desprecio a principios laicos como el de mérito y capacidad. Suelen tener la soberbia de todos los que, en todas las religiones, se consideran santos y se saben destinados a un paraíso de dicha y beatitud. Por eso no suelen ser muy sensibles con los males y debilidades que aquejan a los pecadores del montón.
Y así, para qué alargarse. Pululan entre nosotros y al verlos, y mientras no se los identifica, uno no puede sospechar que está ante individuos que han renunciado al uso libre de su cuerpo, al placer (si acaso, alguna que otra concesión a la gula, que un día es un día, caramba), a la libertad de pensamiento, a leer lo que les apetezca sin sometimiento a disciplina o censura, al gusto de las relaciones sociales espontáneas y auténticas. A casi todo, a fin de cuentas, lo que la modernidad ha traído, al menos como ideal o proyecto, para los seres humanos.
¿Les suena todo esto? Ya sé, ya sé. No estamos hablando islamistas. Pero, insisto, ¿les resulta familiar algo de lo anterior? No son violentos, es cierto, aunque en muchas dictaduras se les ha visto a la derecha del tirano de turno, como sus mejores muñidores. Y no ponen bombas, eso es rigurosa verdad. Pero si se lo mandaran sus imanes...
La cosa empieza desde pequeños casi siempre. Allí donde hay un niño o niña que saca buenas notas y que parece sensible, aparece siempre otro compañero, de la misma edad o mayor, que lo invita o la invita a una pequeña fiesta en una casa, donde se reúne una pandilla muy simpática. Algún muchacho mayor les da a los reunidos una charla y les propone una excursión para el domingo siguiente o algún torneo divertido de juegos o deportes. Entremedias, y como quien no quiere la cosa, rezan un rato. Se les insiste en que deben ser buenos y pensar que dios es como un padre que nos quiere y se preocupa de nosotros, pero que también desea que seamos cumplidores y respetuosos con él, y sufre si no nos atenemos a su ley. De las niñas se les dice a los niños que tienen su mejor tesoro en la pureza y su más alta misión en la maternidad, y que así es como dios las quiere, primero puras y luego madres, si no consagradas a él de por vida y en cuerpo y alma.
Muchos niños y muchachos escapan despavoridos tras uno o dos de esos encuentros con amiguitos, pero algunos quedan enganchados. Para éstos los pasos están ya perfectamente previstos. Es la crónica de una alienación anunciada. Hay que estudiar duro, primeramente, pero sin que tampoco desmaye la oración ni la fortificación del alma frente a las tentaciones de este mundo, en particular frente a los peligros del sexo. Poco a poco se les van enseñando técnicas para contener y reprimir los impulsos libidinosos propios de la edad. Se empieza tratando de vincular el sexo con todo lo turbio, oscuro y sucio, salvo cuando está consagrado por y a la religión. Como con el susto no basta, hay que ir acostumbrándose a la ducha fría, a la comida sin picantes, a evitar el alcohol, por supuesto. Y es necesario desarrollar una angelical habilidad para sustraerse a las situaciones peligrosas y las ocasiones para ser tentado. Ya desde entonces se procura evitar la desnudez propia y ajena. En el cuerpo desnudo está el demonio. Practican mucho deporte para dar sana salida a las energías, pero ya desde muchachos tienen prohibido desnudarse juntos en un vestuario o una ducha. Y de mayores siguen así, nadie les ha visto nunca compartiendo con naturalidad la camaradería de un vestuario después de un partidillo de fútbol. Por si acaso. Cuando la cosa se pone dura, les enseñan a colocarse un cilicio, que es una cosa con púas que produce dolor y sirve de penitencia y aviso. Por mucho que duela, no es nada en comparación con lo que serán las penalidades eternas de los impuros que usen su sexo sin aprehensión y con disfrute. Cosas así les cuentan.
Cuando van estando bien seguros y suficientemente adoctrinados, se les separa de la familia y se procura que vayan a estudiar a lugares donde no tengan más próximos que sus compañeros de rezos y sus directores espirituales y donde vivan en residencias para ellos solos. Madrugan, rezan, estudian, trabajan, no intiman con nadie de fuera más allá de un cierto punto, rehuyen cualquier situación comprometida con personas de otro sexo, o del propio, guardan celosísimamente su intimidad y evitan por completo la intimidad de otros, salvo que vean en ella ocasión de llevar un alma a su molino. Obedecen siempre a sus superiores, especialmente cuando éstos les invitan a hacerse con puestos importantes y de mando en la sociedad. Y bien pagados, pues pobre no se conoce ni uno. Se apoyan entre ellos con total desprecio a principios laicos como el de mérito y capacidad. Suelen tener la soberbia de todos los que, en todas las religiones, se consideran santos y se saben destinados a un paraíso de dicha y beatitud. Por eso no suelen ser muy sensibles con los males y debilidades que aquejan a los pecadores del montón.
Y así, para qué alargarse. Pululan entre nosotros y al verlos, y mientras no se los identifica, uno no puede sospechar que está ante individuos que han renunciado al uso libre de su cuerpo, al placer (si acaso, alguna que otra concesión a la gula, que un día es un día, caramba), a la libertad de pensamiento, a leer lo que les apetezca sin sometimiento a disciplina o censura, al gusto de las relaciones sociales espontáneas y auténticas. A casi todo, a fin de cuentas, lo que la modernidad ha traído, al menos como ideal o proyecto, para los seres humanos.
¿Les suena todo esto? Ya sé, ya sé. No estamos hablando islamistas. Pero, insisto, ¿les resulta familiar algo de lo anterior? No son violentos, es cierto, aunque en muchas dictaduras se les ha visto a la derecha del tirano de turno, como sus mejores muñidores. Y no ponen bombas, eso es rigurosa verdad. Pero si se lo mandaran sus imanes...
16 julio, 2005
Chomsky condena el terrorismo islamista
En un artículo que hoy publica El Periódico de Calalunya, Noam Chomsky, el famoso lingüística e intelectual norteamericano, azote de Bush y del imperialismo estadounidense, vuelve a la carga, armado de poderosísimas razones -esto no es ninguna ironía-, contra las mentiras y los móviles inconfesables de Bush y su banda en la guerra de Irak. Esto no es novedad, y está bien. Lo que ha sorprendido a los lectores es que Chomsky finaliza su artículo con una terminante condena del terrorismo islamista en todo el mundo y de los ataques contra civiles y niños iraquíes a cargo de la llamada "insurgencia". "Una cosa no puede usarse como justificación de la otra - concluye Chomsky-, y sería miserable y errado pensar que las torpezas sanguinarias de Bush sean el origen del terrorismo o razón bastante para comprenderlo". Y añade: "no se puede limpiar la sangre con más sangre, ni es un fanatismo el antídoto de otro".
Y, para mayor sorpresa, confiesa Chomsky que acaba de rechazar una oferta multimillonaria para hacerse cargo del Instituto de Lingüística de Riad, Arabia Saudí. Lo explica así: "mi trabajo no podría hacerse en un contexto de falta de libertad de pensamiento y de expresión. Y no digamos mi actividad como intelectural crítico y comprometido. Esto quiero resaltarlo para que se vea que, con todos sus defectos, esta civilización occidental aún conserva alguna superioridad moral sobre las teocracias islámicas".
Ah, ¿cómo dice usted? ¿Que no se lo cree? Véalo, véalo en el artículo y salga de dudas, hombre/mujer de poca fe.
Y, para mayor sorpresa, confiesa Chomsky que acaba de rechazar una oferta multimillonaria para hacerse cargo del Instituto de Lingüística de Riad, Arabia Saudí. Lo explica así: "mi trabajo no podría hacerse en un contexto de falta de libertad de pensamiento y de expresión. Y no digamos mi actividad como intelectural crítico y comprometido. Esto quiero resaltarlo para que se vea que, con todos sus defectos, esta civilización occidental aún conserva alguna superioridad moral sobre las teocracias islámicas".
Ah, ¿cómo dice usted? ¿Que no se lo cree? Véalo, véalo en el artículo y salga de dudas, hombre/mujer de poca fe.
Asturias
Publicado en La Nueva España, 1 de agosto de 2004.
Juan Antonio García Amado.
Juan Antonio García Amado.
Dicen que los asturianos somos grandones. Y, ciertamente, cualquiera que nos oiga hablar entre nosotros, generalmente con el codo apoyado en la barra de un chigre, pensará que no hay quien nos tosa. Aunque, a la hora de la verdad, lo único seguro es que cuando hay un asturiano ya se sabe quién va a pagar las copas: él. Porque en lo demás hace tiempo que nos pintan bastos.
Entre la derechona y la izquierdina nos han metido en un bocadillo tal, que nos está asfixiando la identidad y dejándonos el futuro en cueros. La derecha hace bandera de la bandera, como en los viejos tiempos, y se apropia de tal manera de la idea de España, que basta que uno se defina como español para que todas sus amistades más guais lo rechacen de inmediato como ultraconservador asilvestrado. Poco espacio deja esa derecha, cada vez más ligera de cascos, para una defensa de Asturias que no empiece con una genuflexión en Madrid. Y a los asturianos, guasones y poco dados a las metafísicas imperiales, el asunto de si España es una o trina no nos quita el sueño. Pero la izquierda no entiende que la defensa de Asturias puede hacerse también sin reclamar lehendakari propio ni manifestarse de madreñes. A la mayoría de los asturianos nos da mucha risa ver cómo les queda la montera picona a nuestros honorables o cuan penosamente balbucean ante las cámaras un bable que no mamaron.
Pero en tiempos de necedad el más listo puede quedarse en fuera de juego; y cuando mandan tahúres, el jugador honesto no gana ni una mano. Y tal que así nos está pasando.
Resulta que, al parecer, para ser alguien en la timba del Estado español hay que sacarse el pedigree, reescribir la historia e inventarse pueblos y naciones con identidades tan pujantes como oprimidas. Y dar la matraca hasta que una coyuntura política favorable nos permita hacer saltar la banca. Dicen que ya está la cosa a punto de caramelo. Y los asturianos vemos el panorama y pensamos: para historia larga, la nuestra; para identidad bien peculiar y acreditada, la nuestra. Y, entonces, ¿por qué nadie nos hace caso?, ¿por qué llevamos décadas sin vender una escoba? Creo que la respuesta es que nuestro sano escepticismo y nuestro apabullante sentido común nos bloquean. Parece que la única manera de figurar y de trincar en condiciones es convertirse en nacionalista periférico y reivindicativo. Si de ser peculiares y tener "cultura" propia y cosiquines para enseñar se trata, estoy firmemente convencido de que los asturianos no somos menos que nadie, y más que la mayoría de los que se dicen tan suyos. Lo que pasa es que ese juego no nos va. Y voy a tratar de explicar esto hablando en primera persona y poniendo una anécdota propia como modelo de lo que sospecho que es un sentir bastante extendido.
Soy aldeano, me crié en el campo, entre las vacas, y como campesino viví mi infancia y buena parte de mi juventud. Hablo bable y en bable me entiendo con mis familiares y con mis viejos amigos, pero el bable que mi padre maneja y entiende, el mismo que hablaban mis abuelos y tatarabuelos, no el de cursillín. Cuando a los diez años me enviaron a un colegio de Gijón, los compañeros de clase se pasaron meses burlándose de mí por lo raro que yo hablaba, y me tildaban de pueblerino y gañán, ellos, con su particular castellano de la calle Corrida y la Plazuela. Bastantes años después, paradojas de la vida, a unos cuantos los vi de manifestación, con pancartas en las que se reclamaba que Asturias ye nación y que bable nes escueles. Al parecer, ellos lo habían estudiado todo un verano en Pajares. Ya tenían más profundas raíces asturianas que un servidor. Ahora a por la concejalía.
Y a lo que iba. Creo que en los tiempos que corren en nuestro país, y en los que se avizoran, la Comunidad que no se haga valer y no sepa unirse para reclamar con contundencia su lugar en la mesa y su trozo de pastel, va a quedar definitivamente discriminada, sobrepasada por el éxito de quienes invocan hechos diferenciales para barrer para casa y engordar sus cuentas y presupuestos. Y, para colmo, con la vitola de progresistas y magreando la palabra solidaridad, manda narices. ¿Y qué nos pasa a los asturianos? Pues que nos cuesta un montón entrar en ese juego y ponernos a las órdenes de tales aprendices de magos, esos modernos curas de la comunión nacional y el alma del pueblo, pura fachada alimentada con la ilusión de compartir palcos con princesas. Debemos lograr unirnos para defender Asturias sin que ello nos suponga tener que creernos un cuento más de pseudonaciones y culturas de caleya. Estamos los asturianos cada día más oprimidos y abandonados, es verdad; pero no porque no tengamos ikastolas, sino porque otras comunidades con gobiernos y gentes más desvergonzados se están llevando el gato al agua, mientras que aquí los únicos que se mueven son los que sueñan con convertirse en el Fichte de La Argañosa o el Sabino Arana de Somió.
Y por el otro lado están los grandes partidos, los que nos gobernaron y los que nos gobiernan. Y así nos va. Los unos, los engominados, con un estilo y unas capacidades como para hacer las delicias de sus enemigos, profesionales de la política de andar por casa, glamurosos de prau y club de tenis, poquita cosa y cero ideas. Los otros, los que se dicen de los obreros, siempre a medio camino entre la delación y la subvención, serviles con los superiores y crueles con los inferiores, pues aún hay clases, preocupados siempre por el cocido de la parentela y atentos para cambiar a tiempo el coche oficial. Nada tiene de raro que los unos y los otros usen sus mayores energías y sus mejores esfuerzos para apuñalarse dentro del respectivo partido, no vaya a aparecer alguien serio que nos ponga donde deberíamos estar. Por supuesto, huelga decir que toda generalización es fuente de injusticias y que hablo de equipos y promedios, no de individuos concretos. Aunque, como dirían en mi pueblo, al que salga buenu cómenlu los gochos; o buenu taba y morrió.
Así que estamos acogotados entre los unos, que gustan de hablar en nombre de raíces que ellos mismos, burguesillos con ínfulas de jet-set, no suelen tener, y los otros, que a falta de profesión hacen de la política oficio de obediencia y pesebre para ir tirando.
¿Y Asturias? A uvas, a verlas venir. El asturiano de hoy vive atrapado entre la conciencia de que hay que moverse, hacerse respetar y levantar la voz como es debido, y la convicción de que no tenemos quien nos dirija en esa empresa, que nos faltan líderes y nos sobran lacayos y filibusteros. Al paso que vamos, nos van a quitar a los asturianos hasta el faldón de la santina, para remendar con él alguna injusticia histórica padecida por catalanes o vascos. Y, mientras tanto, los mejores de nosotros queman todas sus energías en lamentos de bar, y los otros seguirán donde están un par de décadas más, hasta que se seque el tetu. Después, si fuimos buenos y obedientes, a lo mejor nos ponen de eurodiputados.
Y la pregunta sigue en pie: ¿qué puede hacer un pueblo que no es y no quiere ser menos que nadie, pero que tiene la decencia de no fingir que es más que los otros?
Entre la derechona y la izquierdina nos han metido en un bocadillo tal, que nos está asfixiando la identidad y dejándonos el futuro en cueros. La derecha hace bandera de la bandera, como en los viejos tiempos, y se apropia de tal manera de la idea de España, que basta que uno se defina como español para que todas sus amistades más guais lo rechacen de inmediato como ultraconservador asilvestrado. Poco espacio deja esa derecha, cada vez más ligera de cascos, para una defensa de Asturias que no empiece con una genuflexión en Madrid. Y a los asturianos, guasones y poco dados a las metafísicas imperiales, el asunto de si España es una o trina no nos quita el sueño. Pero la izquierda no entiende que la defensa de Asturias puede hacerse también sin reclamar lehendakari propio ni manifestarse de madreñes. A la mayoría de los asturianos nos da mucha risa ver cómo les queda la montera picona a nuestros honorables o cuan penosamente balbucean ante las cámaras un bable que no mamaron.
Pero en tiempos de necedad el más listo puede quedarse en fuera de juego; y cuando mandan tahúres, el jugador honesto no gana ni una mano. Y tal que así nos está pasando.
Resulta que, al parecer, para ser alguien en la timba del Estado español hay que sacarse el pedigree, reescribir la historia e inventarse pueblos y naciones con identidades tan pujantes como oprimidas. Y dar la matraca hasta que una coyuntura política favorable nos permita hacer saltar la banca. Dicen que ya está la cosa a punto de caramelo. Y los asturianos vemos el panorama y pensamos: para historia larga, la nuestra; para identidad bien peculiar y acreditada, la nuestra. Y, entonces, ¿por qué nadie nos hace caso?, ¿por qué llevamos décadas sin vender una escoba? Creo que la respuesta es que nuestro sano escepticismo y nuestro apabullante sentido común nos bloquean. Parece que la única manera de figurar y de trincar en condiciones es convertirse en nacionalista periférico y reivindicativo. Si de ser peculiares y tener "cultura" propia y cosiquines para enseñar se trata, estoy firmemente convencido de que los asturianos no somos menos que nadie, y más que la mayoría de los que se dicen tan suyos. Lo que pasa es que ese juego no nos va. Y voy a tratar de explicar esto hablando en primera persona y poniendo una anécdota propia como modelo de lo que sospecho que es un sentir bastante extendido.
Soy aldeano, me crié en el campo, entre las vacas, y como campesino viví mi infancia y buena parte de mi juventud. Hablo bable y en bable me entiendo con mis familiares y con mis viejos amigos, pero el bable que mi padre maneja y entiende, el mismo que hablaban mis abuelos y tatarabuelos, no el de cursillín. Cuando a los diez años me enviaron a un colegio de Gijón, los compañeros de clase se pasaron meses burlándose de mí por lo raro que yo hablaba, y me tildaban de pueblerino y gañán, ellos, con su particular castellano de la calle Corrida y la Plazuela. Bastantes años después, paradojas de la vida, a unos cuantos los vi de manifestación, con pancartas en las que se reclamaba que Asturias ye nación y que bable nes escueles. Al parecer, ellos lo habían estudiado todo un verano en Pajares. Ya tenían más profundas raíces asturianas que un servidor. Ahora a por la concejalía.
Y a lo que iba. Creo que en los tiempos que corren en nuestro país, y en los que se avizoran, la Comunidad que no se haga valer y no sepa unirse para reclamar con contundencia su lugar en la mesa y su trozo de pastel, va a quedar definitivamente discriminada, sobrepasada por el éxito de quienes invocan hechos diferenciales para barrer para casa y engordar sus cuentas y presupuestos. Y, para colmo, con la vitola de progresistas y magreando la palabra solidaridad, manda narices. ¿Y qué nos pasa a los asturianos? Pues que nos cuesta un montón entrar en ese juego y ponernos a las órdenes de tales aprendices de magos, esos modernos curas de la comunión nacional y el alma del pueblo, pura fachada alimentada con la ilusión de compartir palcos con princesas. Debemos lograr unirnos para defender Asturias sin que ello nos suponga tener que creernos un cuento más de pseudonaciones y culturas de caleya. Estamos los asturianos cada día más oprimidos y abandonados, es verdad; pero no porque no tengamos ikastolas, sino porque otras comunidades con gobiernos y gentes más desvergonzados se están llevando el gato al agua, mientras que aquí los únicos que se mueven son los que sueñan con convertirse en el Fichte de La Argañosa o el Sabino Arana de Somió.
Y por el otro lado están los grandes partidos, los que nos gobernaron y los que nos gobiernan. Y así nos va. Los unos, los engominados, con un estilo y unas capacidades como para hacer las delicias de sus enemigos, profesionales de la política de andar por casa, glamurosos de prau y club de tenis, poquita cosa y cero ideas. Los otros, los que se dicen de los obreros, siempre a medio camino entre la delación y la subvención, serviles con los superiores y crueles con los inferiores, pues aún hay clases, preocupados siempre por el cocido de la parentela y atentos para cambiar a tiempo el coche oficial. Nada tiene de raro que los unos y los otros usen sus mayores energías y sus mejores esfuerzos para apuñalarse dentro del respectivo partido, no vaya a aparecer alguien serio que nos ponga donde deberíamos estar. Por supuesto, huelga decir que toda generalización es fuente de injusticias y que hablo de equipos y promedios, no de individuos concretos. Aunque, como dirían en mi pueblo, al que salga buenu cómenlu los gochos; o buenu taba y morrió.
Así que estamos acogotados entre los unos, que gustan de hablar en nombre de raíces que ellos mismos, burguesillos con ínfulas de jet-set, no suelen tener, y los otros, que a falta de profesión hacen de la política oficio de obediencia y pesebre para ir tirando.
¿Y Asturias? A uvas, a verlas venir. El asturiano de hoy vive atrapado entre la conciencia de que hay que moverse, hacerse respetar y levantar la voz como es debido, y la convicción de que no tenemos quien nos dirija en esa empresa, que nos faltan líderes y nos sobran lacayos y filibusteros. Al paso que vamos, nos van a quitar a los asturianos hasta el faldón de la santina, para remendar con él alguna injusticia histórica padecida por catalanes o vascos. Y, mientras tanto, los mejores de nosotros queman todas sus energías en lamentos de bar, y los otros seguirán donde están un par de décadas más, hasta que se seque el tetu. Después, si fuimos buenos y obedientes, a lo mejor nos ponen de eurodiputados.
Y la pregunta sigue en pie: ¿qué puede hacer un pueblo que no es y no quiere ser menos que nadie, pero que tiene la decencia de no fingir que es más que los otros?
Terroristas, policías y misterios
Sí que es raro, sí, que en cuestión de horas la policía de cualquier país sepa todo sobre los autores de los atentados islamistas de los que antes era imposible sospechar, y que sean identificados antes que las propias víctimas, y... Bueno todo esto lo cuenta mejor un artículo de hoy en La Nueva España, de Asturias. Hay que huír por todos los medios de las teorías conspiratorias y tal, pero da que pensar. O aumenta la perplejidad. Véanlo en www.lne.es, sección opinión. Lo escribe José Manuel Ponte.
15 julio, 2005
Derecho y poesía. Antología. IV
Cuando la luz apago cada noche
se alumbra mi conciencia
los niños esqueléticos me miran
con sus ojos enormes roídos por el fuego.
Vietnam es una piedra en mi almohada
las sombras multiplican un ruido de motores.
Todos los helicópteros zumban en mi cabeza.
Tábanos del azul sembradores de muerte
bombardean mis sueños
poblados de florestas.
Dejadme distinguir en medio del estruendo
la voz pura de un niño
alzando en el espacio
una flor inmortal entre explosiones
Jorge Carrera Andrade (Quito, 1903-1978), Misterios naturales (1972)
se alumbra mi conciencia
los niños esqueléticos me miran
con sus ojos enormes roídos por el fuego.
Vietnam es una piedra en mi almohada
las sombras multiplican un ruido de motores.
Todos los helicópteros zumban en mi cabeza.
Tábanos del azul sembradores de muerte
bombardean mis sueños
poblados de florestas.
Dejadme distinguir en medio del estruendo
la voz pura de un niño
alzando en el espacio
una flor inmortal entre explosiones
Jorge Carrera Andrade (Quito, 1903-1978), Misterios naturales (1972)
Mentirosos compulsivos que triunfan
Allá por el pasado 11 de mayo los periódicos informaban de que se había descubierto que Enric Marco, quien había ejercido durante treinta años como presidente de los exprisioneros españoles en Mauthausen, era en realidad un mentiroso que jamás había conocido un campo de concentración. Llevaba con semejante trola desde 1978 y, aparte de la presidencia de la mencionada Amical Mauthausen, había recibido en 2001 la medalla de Sant Jordi. El 27 de enero había hablado en el Congreso de los Diputados. Nada menos.
Rasgarse las vestiduras por la calaña del personaje y la mezquindad de su acción sería un bonito ejercicio de hipocresía. Por aquí abundan los mentirosos que hacen carrera. Somos para eso un país muy tolerante y bien dispuesto. Baste recordar a aquel Luis Roldán que se hacía pasar por hombre de carrera para escalar puestos en la política y cuya mentira total la descubrió un periódico prácticamente el día antes de que Felipe González lo hiciera Ministro del Interior, después de trincar a manos llenas como Director General de la Guardia Civil.
¿Y quién no tiene algún compañero de trabajo o conocido que es un auténtico virtuoso de la bola inverosímil y, gracias a ello, un triunfador que se lo come todo? Yo he tenido uno muy cerca y durante mucho tiempo, en una Universidad que no voy a mencionar. Me acordé mucho de él y sus andanzas cuando hace una temporada vi aquella película de Spielberg titulada aquí Atrápame si puedes, basada, al parecer, en una historia real. No me extraña. Leonardo di Caprio hacía el papel protagonista de un mentiroso compulsivo y absoluto. Lo único en lo que su personaje no coincidía con este que comento es que di Caprio es bien parecido, como todos sabemos, mientras que mi antiguo compañero es más feo que el yeti aquel que antes pintaban en los tebeos. Coincidía la realidad y la ficción también en que el personaje sale de cada mentira anterior con una aún más gorda, y su ascenso se torna así imparable. Pero hay una diferencia muy relevante entre la película y el sujeto que yo traté, y es que en aquélla los que rodeaban al farsante no llegaban a captar que éste era un enfermo peligroso, mientras que en la historia que yo he visto sí sabían muchos con quién trataban, pero les daba gustillo igual. Como quien que se va de putas/os, que sabe en el fondo que no hay amor, pero se abandona a la ensoñación y se siente más comprendido que en casa. Tal cual, y voy a dar detalles.
Para empezar, contaré algunas de las historias más descabelladas que le escuché. Para abreviar voy a llamarlo M., inicial de mentiroso, entre otras cosas. Pues una vez M. contó a un grupo de personas que antes de dedicarse a la universidad él había hecho la carrera diplomática y había ejercido como cónsul en California. Pero que un día le llegó del Ministerio de Exteriores la fatídica llamada que le comunicaba que le tocaba ascender y que su próximo puesto, probablemente ya de embajador, sería en un país africano, creo que Burundi o similar. Y que entonces su esposa le dijo: "mira M., hasta ahí ya no voy a poder seguirte. Y piensa en nuestros hijos". Dicho y hecho, M. dejó la diplomacia y se hizo profesor, por puro amor.
Otro día recibió a una profesora argentina y se puso a explicarle que su familia era propietaria de media Patagonia, gracias a lo cual él había podido hacer tres carreras universitarias, las tres culminadas con el mayor de los éxitos. Aquella colega, que nada sospechaba aún, daba en su interior gracias al cielo por haber topado con un personaje tan influyente y de semejantes luces. En éstas sonó el teléfono, M. contestó con unos cuantos monosílabos, colgó y de inmediato se dirigió así a su patidifusa interlocutora: "esto que te acabo de comentar mi mujer no lo sabe; al fin y al cabo, es mejor no contar todas las cosas en casa, para no preocupar a la familia". Y es que en ese momento su mujer acababa de decirle que pasaba de inmediato por su despacho a buscarlo. A su mujer, por cierto, la mató varias veces en sus fantasías, pues una de las mayores aficiones de este tipo de mentirosos patológicos es fingir gravísimas enfermedades, propias o de sus familiares, con lo que, supongo, tratan de captar la compasión y la benevolencia de quienes, inadvertidos, los escuchan y los creen. Será que necesitan calor humano. Animalitos.
Él mismo se ha atribuido distintos cánceres. En una ocasión encontré a un colega del que sabía que había sido gran amigo de M., y mi sorpresa fue que ese amor se había tornado en odio. Traté de saber por qué y me explicó que se sentía engañado, pues cuando M. empezó a perder pelo por causa de una galopante alopecia, a este colega le contó que era consecuencia de la quimioterapia con que le estaban tratando un cáncer terrible. Y aprovechó para pedirle varios favores y un par de prebendas, como última voluntad, imagino. Luego el engañado supo la verdad y fue haciendo cuenta de cuántas patrañas le había endilgado M.
Pensará el lector que estoy hablando de un pobre fracasado y un ser venido a menos. Ja. Será señal de que el lector no sabe en qué país vive. No hay que despreciar las habilidades de estos sujetos. Por ejemplo, M. es la única persona que conozco que consigue llevarse bien, pero rematadamente bien, con cualquiera que gobierne en cualquier parte, de Ministros para abajo, y empezando, cómo no, por rectores y vicerrectores. Hoy gobierna un grupo y adora a M., por su gran sensibilidad y su buena disposición. Mañana gobierna el grupo contrario y adora a M., por su gran sensibilidad y su buena disposición. A todos convence de que siempre ha estado con ellos y de que son sus preferidos indudables. Su técnica es infalible. No se crea usted que llega a un despacho y de buenas a primeras cuenta que los ama. No, no. Llega lloroso por alguna afrenta que atribuye al enemigo de su interlocutor. Luego cuenta cómo su interlocutor es odiado y vilipendiado por todos, debido a su indudable valía y a su arrebatador encanto, y que él, M., ya está harto de defenderlo frente a tanto envidioso y desalmado. En ese momento al noventa por ciento de los politiquillos, académicos o no, ya se les ha hecho el culo gaseosa, como decimos los poco finos. Sus pasadas relaciones con el enemigo las explica, con todo detalle, como producto del vil engaño o del brutal chantaje a que habría estado sometido, hasta que pudo ver la luz y la liberación con la llegada de éste que ahora manda y embelesado lo escucha. Y a partir de ahí, a pedir. ¿Cómo negarle nada a un hombre tan perspicaz, a la única persona que sabe valorarnos como nos merecemos, a alguien que procede tan desinteresadamente y se juega el tipo al tomar partido con tanta convicción? Nada, nada, lo que quiera. Y ahora vamos a probar en pompa. Dime otra vez eso de que soy muy majo y muy listo, anda, porfa. Se siente uno tan solo en este cargo, tan incomprendido, tan envidiado, en fin... ¿Te importaría volver a decirme eso de que tengo unas manos muy bonitas?
En el fondo, como ya dije antes, son muy pocos los engañados. Una vez, no pude por menos de preguntarle a uno de estos mandatarios universitarios cómo era posible que no se diera cuenta de que M. le estaba metiendo unas trolas gigantescas. Y su respuesta fue: "ya sé que es un poco mentirosillo, pero es tan majo...". Palabra. Otra vez un gobernante universitario me contó, tal cual, que él sabía que M. tenía defectillos, pero que para su equipo era muy importante, pues les había presentado a políticos y empresarios muy influyentes. Ya se hará cargo el lector de la estatura de los del equipo. Y de su jefe.
En verdad, el trato con M. y sus víctimas felices me ha enseñado mucho. Los pobres políticos, los solitarios jefes, los cargos electos, desde la altura de su misión se sienten solos y necesitan mucho amor. Sus almas sensibles echan de menos un masajito, sus egos un reconfortante meneo, sus corazones, ser penetrados por la comprensión y la solidaridad. Todos quieren a M. como miembro de lo suyo. Y M. es un maestro en esas artes. Y si de paso pillamos algo..., yo qué sé, un viajecito, un proyecto, un cursito a tanto la hora, un trabajo empantanado que puede acabar un becario al que financia alguna víctima de M. Se mueve tanto y tan bien este hombre...
Hace tiempo que no lo veo, pero sé que ha ascendido y realiza importantes encomiendas de una Consejería autonómica. Llegará lejos, aún más lejos. Si fuera guapo, sería imparable.
Como me toquen las narices con este tema, canto más. Cuidadín.
Rasgarse las vestiduras por la calaña del personaje y la mezquindad de su acción sería un bonito ejercicio de hipocresía. Por aquí abundan los mentirosos que hacen carrera. Somos para eso un país muy tolerante y bien dispuesto. Baste recordar a aquel Luis Roldán que se hacía pasar por hombre de carrera para escalar puestos en la política y cuya mentira total la descubrió un periódico prácticamente el día antes de que Felipe González lo hiciera Ministro del Interior, después de trincar a manos llenas como Director General de la Guardia Civil.
¿Y quién no tiene algún compañero de trabajo o conocido que es un auténtico virtuoso de la bola inverosímil y, gracias a ello, un triunfador que se lo come todo? Yo he tenido uno muy cerca y durante mucho tiempo, en una Universidad que no voy a mencionar. Me acordé mucho de él y sus andanzas cuando hace una temporada vi aquella película de Spielberg titulada aquí Atrápame si puedes, basada, al parecer, en una historia real. No me extraña. Leonardo di Caprio hacía el papel protagonista de un mentiroso compulsivo y absoluto. Lo único en lo que su personaje no coincidía con este que comento es que di Caprio es bien parecido, como todos sabemos, mientras que mi antiguo compañero es más feo que el yeti aquel que antes pintaban en los tebeos. Coincidía la realidad y la ficción también en que el personaje sale de cada mentira anterior con una aún más gorda, y su ascenso se torna así imparable. Pero hay una diferencia muy relevante entre la película y el sujeto que yo traté, y es que en aquélla los que rodeaban al farsante no llegaban a captar que éste era un enfermo peligroso, mientras que en la historia que yo he visto sí sabían muchos con quién trataban, pero les daba gustillo igual. Como quien que se va de putas/os, que sabe en el fondo que no hay amor, pero se abandona a la ensoñación y se siente más comprendido que en casa. Tal cual, y voy a dar detalles.
Para empezar, contaré algunas de las historias más descabelladas que le escuché. Para abreviar voy a llamarlo M., inicial de mentiroso, entre otras cosas. Pues una vez M. contó a un grupo de personas que antes de dedicarse a la universidad él había hecho la carrera diplomática y había ejercido como cónsul en California. Pero que un día le llegó del Ministerio de Exteriores la fatídica llamada que le comunicaba que le tocaba ascender y que su próximo puesto, probablemente ya de embajador, sería en un país africano, creo que Burundi o similar. Y que entonces su esposa le dijo: "mira M., hasta ahí ya no voy a poder seguirte. Y piensa en nuestros hijos". Dicho y hecho, M. dejó la diplomacia y se hizo profesor, por puro amor.
Otro día recibió a una profesora argentina y se puso a explicarle que su familia era propietaria de media Patagonia, gracias a lo cual él había podido hacer tres carreras universitarias, las tres culminadas con el mayor de los éxitos. Aquella colega, que nada sospechaba aún, daba en su interior gracias al cielo por haber topado con un personaje tan influyente y de semejantes luces. En éstas sonó el teléfono, M. contestó con unos cuantos monosílabos, colgó y de inmediato se dirigió así a su patidifusa interlocutora: "esto que te acabo de comentar mi mujer no lo sabe; al fin y al cabo, es mejor no contar todas las cosas en casa, para no preocupar a la familia". Y es que en ese momento su mujer acababa de decirle que pasaba de inmediato por su despacho a buscarlo. A su mujer, por cierto, la mató varias veces en sus fantasías, pues una de las mayores aficiones de este tipo de mentirosos patológicos es fingir gravísimas enfermedades, propias o de sus familiares, con lo que, supongo, tratan de captar la compasión y la benevolencia de quienes, inadvertidos, los escuchan y los creen. Será que necesitan calor humano. Animalitos.
Él mismo se ha atribuido distintos cánceres. En una ocasión encontré a un colega del que sabía que había sido gran amigo de M., y mi sorpresa fue que ese amor se había tornado en odio. Traté de saber por qué y me explicó que se sentía engañado, pues cuando M. empezó a perder pelo por causa de una galopante alopecia, a este colega le contó que era consecuencia de la quimioterapia con que le estaban tratando un cáncer terrible. Y aprovechó para pedirle varios favores y un par de prebendas, como última voluntad, imagino. Luego el engañado supo la verdad y fue haciendo cuenta de cuántas patrañas le había endilgado M.
Pensará el lector que estoy hablando de un pobre fracasado y un ser venido a menos. Ja. Será señal de que el lector no sabe en qué país vive. No hay que despreciar las habilidades de estos sujetos. Por ejemplo, M. es la única persona que conozco que consigue llevarse bien, pero rematadamente bien, con cualquiera que gobierne en cualquier parte, de Ministros para abajo, y empezando, cómo no, por rectores y vicerrectores. Hoy gobierna un grupo y adora a M., por su gran sensibilidad y su buena disposición. Mañana gobierna el grupo contrario y adora a M., por su gran sensibilidad y su buena disposición. A todos convence de que siempre ha estado con ellos y de que son sus preferidos indudables. Su técnica es infalible. No se crea usted que llega a un despacho y de buenas a primeras cuenta que los ama. No, no. Llega lloroso por alguna afrenta que atribuye al enemigo de su interlocutor. Luego cuenta cómo su interlocutor es odiado y vilipendiado por todos, debido a su indudable valía y a su arrebatador encanto, y que él, M., ya está harto de defenderlo frente a tanto envidioso y desalmado. En ese momento al noventa por ciento de los politiquillos, académicos o no, ya se les ha hecho el culo gaseosa, como decimos los poco finos. Sus pasadas relaciones con el enemigo las explica, con todo detalle, como producto del vil engaño o del brutal chantaje a que habría estado sometido, hasta que pudo ver la luz y la liberación con la llegada de éste que ahora manda y embelesado lo escucha. Y a partir de ahí, a pedir. ¿Cómo negarle nada a un hombre tan perspicaz, a la única persona que sabe valorarnos como nos merecemos, a alguien que procede tan desinteresadamente y se juega el tipo al tomar partido con tanta convicción? Nada, nada, lo que quiera. Y ahora vamos a probar en pompa. Dime otra vez eso de que soy muy majo y muy listo, anda, porfa. Se siente uno tan solo en este cargo, tan incomprendido, tan envidiado, en fin... ¿Te importaría volver a decirme eso de que tengo unas manos muy bonitas?
En el fondo, como ya dije antes, son muy pocos los engañados. Una vez, no pude por menos de preguntarle a uno de estos mandatarios universitarios cómo era posible que no se diera cuenta de que M. le estaba metiendo unas trolas gigantescas. Y su respuesta fue: "ya sé que es un poco mentirosillo, pero es tan majo...". Palabra. Otra vez un gobernante universitario me contó, tal cual, que él sabía que M. tenía defectillos, pero que para su equipo era muy importante, pues les había presentado a políticos y empresarios muy influyentes. Ya se hará cargo el lector de la estatura de los del equipo. Y de su jefe.
En verdad, el trato con M. y sus víctimas felices me ha enseñado mucho. Los pobres políticos, los solitarios jefes, los cargos electos, desde la altura de su misión se sienten solos y necesitan mucho amor. Sus almas sensibles echan de menos un masajito, sus egos un reconfortante meneo, sus corazones, ser penetrados por la comprensión y la solidaridad. Todos quieren a M. como miembro de lo suyo. Y M. es un maestro en esas artes. Y si de paso pillamos algo..., yo qué sé, un viajecito, un proyecto, un cursito a tanto la hora, un trabajo empantanado que puede acabar un becario al que financia alguna víctima de M. Se mueve tanto y tan bien este hombre...
Hace tiempo que no lo veo, pero sé que ha ascendido y realiza importantes encomiendas de una Consejería autonómica. Llegará lejos, aún más lejos. Si fuera guapo, sería imparable.
Como me toquen las narices con este tema, canto más. Cuidadín.
14 julio, 2005
Poesía y Derecho. Antología. III.
El terror preventivo.
Dieron al fuego virulencia,
calcinaron los bosques y los ríos.
En nombre de la Justicia
injustos testimonios levantaron,
y otros y otros crímenes
que sería prolijo enumerar,
y otro delito cometieron
más refinado y atroz.
Hincaron en el pecho humano
el estandarte del terror.
Que el miedo del abismo fuera
peor que el propio abismo.
Sacerdotes de un culto nuevo
-y cuán antiguo-
el terror preventivo reinventaron
principio y cruz de toda sumisión.
Alfonso Costafreda, Suicidios y otras muertes.
Dieron al fuego virulencia,
calcinaron los bosques y los ríos.
En nombre de la Justicia
injustos testimonios levantaron,
y otros y otros crímenes
que sería prolijo enumerar,
y otro delito cometieron
más refinado y atroz.
Hincaron en el pecho humano
el estandarte del terror.
Que el miedo del abismo fuera
peor que el propio abismo.
Sacerdotes de un culto nuevo
-y cuán antiguo-
el terror preventivo reinventaron
principio y cruz de toda sumisión.
Alfonso Costafreda, Suicidios y otras muertes.
Nueve noticias falsas y una increíble.
¿Cuál de estas noticias es increible? (No se fíe, pueden ser verosímiles las diez).
1. Moratinos propone ante la ONU que los civiles iraquíes no se acerquen a los terroristas suicidas. "Así acabaremos con la muerte de muchos inocentes", declara.
2. Pedrojota sorprendido haciendo el amor con su esposa, Agatha Ruíz de la Prada. "Esto es un simple montaje", ha dicho. Y añadió: "ya estoy acostumbrado a que esto lo monte Polanco". Se ha designado una comisión de hispanistas ingleses para examinar el asunto.
3. Uribe da las gracias a los funcionarios españoles.
En su reciente visita a España, el primer mandatario colombiano declaró que sin el esforzado apoyo de tantos funcionarios de nuestro país hace tiempo que la industria cafetera colombiana habría quebrado. En la misma rueda de prensa conjunta ZP explicó que están muy avanzadas las negociaciones con el gobierno argentino para que nuestros funcionarios dispongan además de una hora diaria para salir de la oficina a tomarse un mate. "La llamaremos la hora del mate" declaró Zapatero con dicción pausada y tono de fuerte convicción. Al parecer, la hora del mate será cada mañana laborable entre 9:00 y 10:45, y una hora menos en Canarias.
4. Elegido rector de una Universidad un prestigioso investigador. "No me arrepiento de mi pasado, pero les juro que pienso cambiar" había asegurado durante su exitosa campaña electoral.
5. La Ministra de Cultura sorprendida mientras leía un libro. "Es sólo una nobela de abenturas", declaró compungida. ZP la respalda y afirma: "Hay que ver de que sin leer no es posible de desarrollar la inteligencia". El incidente se ha dado por zanjado, pese a las protestas de los obispos.
6. Rajoy disgustado: "Me tendieron una trampa y piqué".
7. De la Vega a la Huerta.
Los agricultores murcianos exigen que la Vicepresidenta del Gobierno cambie su apellido y sustituya Fernández de la Vega por Fernández de la Huerta. ZP dice que no ve diferencias entre vegas y huertas y que no hay que hacer problemas de esas cuestiones de palabras. Insiste en que la decisión final corresponderá al Estatuto murciano.
8. Despedido por heterosexual.
Un administrativo de una empresa tarraconense ha sido fulminantemente despedido cuando la dirección de la empresa tuvo noticia de que mantenía relaciones sexuales con varias empleadas de la misma. El afectado alegó que había sido por amistad y sin deseo y que en realidad no le gustan las mujeres, pero no le sirvió de nada. Un responsable sindical justificó la falta de apoyo al despedido aduciendo que parece mentira, ya en el siglo XXI, que aún estemos así, como en la edad de piedra. Un portavoz de la empresa entregó a la prensa una nota en la que se dice que la entidad no puede permitir que su personal se entregue al sexo ordinario, aunque sea fuera de las horas de trabajo. "Tenemos un prestigio que mantener y unos intereses comerciales que defender", concluye la nota. La Conferencia Episcopal ha expresado que la decisión es correcta y que el ejemplo debe extenderse a todo tipo de relación sexual sin fines reproductivos.
9. Escándalo en el mundo de la cultura.
Un instalador de Iberdrola elegido por el Ministerio de Cultura para representar a España en la Bienal de Venecia.
10. Podéis mear en paz.
Un inventor sevillano crea un aparato para que los obispos puedan practicar la micción sin meneo final antigota. Se rumorea que varios cardenales ya lo probaron durante el cónclave, con los resultados conocidos. Un industrial catalán, vinculado al PP, ha comenzado la producción en serie del artilugio. "De momento los haremos de usar y tirar, pero estamos desarrollando un prototipo de duración semanal", ha manifestado el empresario a Cinco Días.
1. Moratinos propone ante la ONU que los civiles iraquíes no se acerquen a los terroristas suicidas. "Así acabaremos con la muerte de muchos inocentes", declara.
2. Pedrojota sorprendido haciendo el amor con su esposa, Agatha Ruíz de la Prada. "Esto es un simple montaje", ha dicho. Y añadió: "ya estoy acostumbrado a que esto lo monte Polanco". Se ha designado una comisión de hispanistas ingleses para examinar el asunto.
3. Uribe da las gracias a los funcionarios españoles.
En su reciente visita a España, el primer mandatario colombiano declaró que sin el esforzado apoyo de tantos funcionarios de nuestro país hace tiempo que la industria cafetera colombiana habría quebrado. En la misma rueda de prensa conjunta ZP explicó que están muy avanzadas las negociaciones con el gobierno argentino para que nuestros funcionarios dispongan además de una hora diaria para salir de la oficina a tomarse un mate. "La llamaremos la hora del mate" declaró Zapatero con dicción pausada y tono de fuerte convicción. Al parecer, la hora del mate será cada mañana laborable entre 9:00 y 10:45, y una hora menos en Canarias.
4. Elegido rector de una Universidad un prestigioso investigador. "No me arrepiento de mi pasado, pero les juro que pienso cambiar" había asegurado durante su exitosa campaña electoral.
5. La Ministra de Cultura sorprendida mientras leía un libro. "Es sólo una nobela de abenturas", declaró compungida. ZP la respalda y afirma: "Hay que ver de que sin leer no es posible de desarrollar la inteligencia". El incidente se ha dado por zanjado, pese a las protestas de los obispos.
6. Rajoy disgustado: "Me tendieron una trampa y piqué".
7. De la Vega a la Huerta.
Los agricultores murcianos exigen que la Vicepresidenta del Gobierno cambie su apellido y sustituya Fernández de la Vega por Fernández de la Huerta. ZP dice que no ve diferencias entre vegas y huertas y que no hay que hacer problemas de esas cuestiones de palabras. Insiste en que la decisión final corresponderá al Estatuto murciano.
8. Despedido por heterosexual.
Un administrativo de una empresa tarraconense ha sido fulminantemente despedido cuando la dirección de la empresa tuvo noticia de que mantenía relaciones sexuales con varias empleadas de la misma. El afectado alegó que había sido por amistad y sin deseo y que en realidad no le gustan las mujeres, pero no le sirvió de nada. Un responsable sindical justificó la falta de apoyo al despedido aduciendo que parece mentira, ya en el siglo XXI, que aún estemos así, como en la edad de piedra. Un portavoz de la empresa entregó a la prensa una nota en la que se dice que la entidad no puede permitir que su personal se entregue al sexo ordinario, aunque sea fuera de las horas de trabajo. "Tenemos un prestigio que mantener y unos intereses comerciales que defender", concluye la nota. La Conferencia Episcopal ha expresado que la decisión es correcta y que el ejemplo debe extenderse a todo tipo de relación sexual sin fines reproductivos.
9. Escándalo en el mundo de la cultura.
Un instalador de Iberdrola elegido por el Ministerio de Cultura para representar a España en la Bienal de Venecia.
10. Podéis mear en paz.
Un inventor sevillano crea un aparato para que los obispos puedan practicar la micción sin meneo final antigota. Se rumorea que varios cardenales ya lo probaron durante el cónclave, con los resultados conocidos. Un industrial catalán, vinculado al PP, ha comenzado la producción en serie del artilugio. "De momento los haremos de usar y tirar, pero estamos desarrollando un prototipo de duración semanal", ha manifestado el empresario a Cinco Días.
Un poco de cuento (breve). I.
La orquídea.
Úrculo Combarro
Le sonó la cara de aquel hombre y en menos de dos segundos el recuerdo se le hizo nítido. Unas tres horas antes había comprado una orquídea. Entró decidido y directo al mostrador y sólo le dijo quiero una orquídea. Se la envolvió con mimo y un derroche de celofán y lazos. El hombre le tendió un billete y aguardó la vuelta. Pensó que ya no iba a abrir la boca ni para decir adiós, pero se sorprendió cuando clavó en sus ojos una mirada mansa y le dijo exactamente son hermosas y mágicas las orquídeas, valen más que muchos de nosotros. Y salió.
Se le inflama la memoria de aquellos ojos al verlo ahora pasar entre dos guardias, esposado y tranquilo.
Úrculo Combarro
Le sonó la cara de aquel hombre y en menos de dos segundos el recuerdo se le hizo nítido. Unas tres horas antes había comprado una orquídea. Entró decidido y directo al mostrador y sólo le dijo quiero una orquídea. Se la envolvió con mimo y un derroche de celofán y lazos. El hombre le tendió un billete y aguardó la vuelta. Pensó que ya no iba a abrir la boca ni para decir adiós, pero se sorprendió cuando clavó en sus ojos una mirada mansa y le dijo exactamente son hermosas y mágicas las orquídeas, valen más que muchos de nosotros. Y salió.
Se le inflama la memoria de aquellos ojos al verlo ahora pasar entre dos guardias, esposado y tranquilo.
Los terroristas no son pobres
Parece confirmado lo obvio: los que mataron cobardemente en Londres no son ni pobres ni idealistas de la justicia social mundial, son fanáticos religiosos a los que les da por el saco que nosotros seamos libres al pensar, al hablar, al practicar el sexo o al creer en el dios que se nos antoje, o en ninguno. Y como les dan asco nuestras libertades, incluidas las de las mujeres de esta civilización, se quitan de enmedio a sí mismos al tiempo que matan infieles, convencidos de que así pasarán su eternidad tirándose a unas esculturales señoras en otro mundo, sus esclavas, a las que llaman huríes. Ah, y que son vírgenes, por supuesto. Manda güevos -con perdón-. ¡Arriba, feministas de la tierra, a por ellos! Ya oigo el tronar de los "estudios culturales" norteamericanos en su feroz lucha contra estos intentos de represión, ya viene el más radical feminismo haciendo valer sus mejores tesis contra estos odiosos machistas. Creo que hasta van a pedir que se les aplique la ley más duramente a estos varones por ser agresivos y falócratas, como a nuestros maltratadores patrios.
¿He dicho algo políticamente incorrecto? Tiemblo de pensar que tal vez, sin querer, estoy ofendiendo a los parias de la tierra.
Y, para colmo, van a conseguir cargarse esas libertades que odian. Aunque ellos no ganen lo que consideran una guerra, su guerra servirá para que nuestros gobiernos restrinjan libertad a cambio de más seguridad. Seguridad que difícilmente se conseguirá, pues es más fácil producir fanáticos en serie que enseñar a la gente normal lo que vale ser libre. Entre la Inquisición y éstos, apenas un par de siglos. Lo que duró el sueño de Occidente. ¡Putos bárbaros! ¡Malditos dioses sanguinarios!
Dos buenos artículos de hoy, diciendo cosas obvias, pero necesarias, o dejándonos ver cómo asoman ya las orejas del lobo, de nuestro propio lobo: uno de Fernando Onega y otro de Lluís Foix.
¿He dicho algo políticamente incorrecto? Tiemblo de pensar que tal vez, sin querer, estoy ofendiendo a los parias de la tierra.
Y, para colmo, van a conseguir cargarse esas libertades que odian. Aunque ellos no ganen lo que consideran una guerra, su guerra servirá para que nuestros gobiernos restrinjan libertad a cambio de más seguridad. Seguridad que difícilmente se conseguirá, pues es más fácil producir fanáticos en serie que enseñar a la gente normal lo que vale ser libre. Entre la Inquisición y éstos, apenas un par de siglos. Lo que duró el sueño de Occidente. ¡Putos bárbaros! ¡Malditos dioses sanguinarios!
Dos buenos artículos de hoy, diciendo cosas obvias, pero necesarias, o dejándonos ver cómo asoman ya las orejas del lobo, de nuestro propio lobo: uno de Fernando Onega y otro de Lluís Foix.
13 julio, 2005
El cuadro de la semana. I.
Poesía y Derecho. Antología.II
Tanta vileza preñó la ciudad
Ciro: esta ciudad está preñada
y temo
que alumbre un nuevo tirano
Será hijo bastardo de todos
Pablo Antonio Cuadra (Nicaragua, 1912-2002), Poesía II.
Ciro: esta ciudad está preñada
y temo
que alumbre un nuevo tirano
Será hijo bastardo de todos
Pablo Antonio Cuadra (Nicaragua, 1912-2002), Poesía II.
La izquierda, las tradiciones y el matrimonio
Publicado en Diario de León, jueves 7 de julio de 2005.
LA IZQUIERDA, LAS TRADICIONES Y EL MATRIMONIO.
Juan Antonio García Amado
Durante siglos en la teoría política se ha entendido que las fuerzas de la izquierda luchaban por romper con el orden establecido y las tradiciones, fuente de sometimiento de los más desfavorecidos e ideología mediante la que se perpetuaban las estructuras sociales más injustas. Así fue como la izquierda fue conquistando cosas tales como la igualdad de los ciudadanos ante la ley, la libertad de asociación, los derechos sindicales o el voto femenino. El mundo nuevo que habría de suponer el definitivo giro histórico hacia la liberación de todos los seres humanos tenía que construirse en lucha con el orden histórico previo y en pugna con cualquier atribución de poder, status o riqueza que no se consiguiera bajo condiciones de igualdad de oportunidades entre todos los ciudadanos. Por contra, el cometido de las fuerzas reaccionarias era siempre el de reivindicar las tradiciones y el reparto de papeles en ellas sentado, sin permitir que la crítica las cuestionara ni que los individuos se liberaran de ellas para desplegar su propia vida sin más ataduras que el servicio a su vocación y sus aspiraciones. El héroe de los progresistas fue siempre el sujeto que se libra de los lazos de la familia, el clan, la aldea y la moral establecida y se lanza al mundo para construir en libertad su identidad. Por contra, los conservadors alabaron siempre al que se plegaba a las viejas pautas sociales, a la moral de los mayores, a la religión de los antepasados y al poder de los destinados por las tradiciones a mandar sobre el grupo.
Pero los fracasos reiterados de los sucesivos ensayos de edificar el paraíso comunista, culminados y resumidos en el derribo popular del Muro de Berlín en 1989 (que no cayó, como se dice, sino que lo destruyeron los encerrados por él) significaron para el pensamiento de izquierda una crisis de la que no se avizora salida a corto plazo. Lo más llamativo es que gran parte de la izquierda ha tomado para sí muchas de las banderas que hasta hace poco enarbolaba el pensamiento más reaccionario. En particular, destaca su asunción del pensamiento nacionalista, con su exaltación de la prioridad del grupo sobre la persona individual y de los derechos colectivos sobre los de los sujetos particulares. Quién le iba a decir hace treinta o cuarenta años a cualquier militante socialista o comunista que sus correligionarios de hoy se convertirían en guardianes celosos de los ritos y las tradiciones grupales y que todo propósito de liberación de los pobres y los oprimidos sería reemplazado por la reivindicación de autodeterminación para naciones, ciertas o fingidas, dominadas por burguesías depredadoras que se apropian del lenguaje de los viejos luchadores, pero sólo del lenguaje.
El caso es que a día de hoy la izquierda se hace cómplice de que a los hijos de los obreros catalanes o vascos se les enseñe antes la lengua minoritaria en que se apoyan las nuevas élites dominantes que otra que les permita entenderse con millones de personas en todo el mundo; o se vuelve cómplice de la política represiva que sienta sanciones para los comerciantes que no atiendan a sus clientes o escriban sus ofertas en la nueva lengua del poder establecido. Ya no interesa la liberación de las personas desfavorecidas, sino la de imaginarias naciones supuestamente oprimidas, donde la redistribución de la riqueza entre los individuos cuenta mucho menos que la egoísta reivindicación de un trozo mayor de pastel para disfrute de los más listillos, que presumen de hablar en nombre del pueblo porque se han apropiado de su lengua para beneficio propio. Pura impostura. Y en ese contexto nada se cotiza más que el rescate de tradiciones perdidas o la invención de otras con fingido marchamo de siglos.
Y digo yo, si tanto se cotizan las tradiciones, si no se concibe que los pueblos puedan prescindir de sus hábitos pretéritos, si tanto cuenta la recuperación de un rito de antaño o de una mitología de otro tiempo, habrá que pensar que, por lo mismo, para todo pueblo es buena la perpetuación de la moral grupal, de la religión colectiva y de los usos mediante los que se integra y se identifica. Si se halla en pleno auge un pensamiento multiculturalista y relativista que reclama el pleno respeto de la cultura de cada pueblo y de sus modos de vida de siempre, tendremos que pensar, si queremos ser mínimamente coherentes, que por las mismas razones será bueno también que en todas y cada una de las esquinas de nuestro Estado siga plenamente vigente y oficialmente protegida la moral tradicional, la religión católica y hasta el caciquismo consuetudinario. ¿Por qué vamos a tener que conservar la lengua o el folklore de los antepasados y no vamos a poder mantener su misma religión o su forma de entender la familia o la sexualidad? Así que deberíamos interpretar que la defensa que los obispos y las más rancias asociaciones católicas hacen del matrimonio tradicional, heterosexual y, a ser posible, indisoluble, es una de las más progresistas iniciativas de nuestra actual vida política. ¿O es que la reivindicación y utilización de las tradiciones y las comunidades que hacen los Ibarretxe o Carod es más progresista y liberadora que la que realizan Rouco y su tropa? ¿Acaso un pueblo se identifica y se realiza más en una lengua o una forma de danza que en una manera de casarse? ¿Tenemos que respetar menos la tradición religiosa española -o castellana, catalana o vasca, como ustedes quieran- que la tradición gastronómica, folklórica o lingüística? ¿Debemos mayor consideración a las costumbres de los inmigrantes musulmanes que a las de los nacionales católicos?
Todo menos dejar que cada uno haga lo que le dé la gana sin dañar a otros, se case con quien quiera, viva donde le apetezca o hable el idioma que más le interese o le guste. En ésas andan unos y otros. Mucho descaro y mucha ley del embudo, eso es lo que hay. A mí me parecen unos reaccionarios todos, los unos y los otros, los herederos apócrifos de los ideales de izquierdas y los inmovilistas de siempre. Sólo se diferencian hoy en el tipo de opio que le administran al pueblo. Y en que se lo cobran en votos.
En este país de nuevos ricos y revolucionarios de tres tenedores, desde que no tenemos problemas serios, o no queremos verlos, hemos descubierto la pasión por la metafísica y el gusto por la especulación conceptual más estéril. Y resulta ahora, en pleno siglo XXI, que lo que más nos ocupa y nos preocupa es descubrir la esencia del matrimonio o averiguar en qué consiste la sustancia de una nación. Manda narices.
LA IZQUIERDA, LAS TRADICIONES Y EL MATRIMONIO.
Juan Antonio García Amado
Durante siglos en la teoría política se ha entendido que las fuerzas de la izquierda luchaban por romper con el orden establecido y las tradiciones, fuente de sometimiento de los más desfavorecidos e ideología mediante la que se perpetuaban las estructuras sociales más injustas. Así fue como la izquierda fue conquistando cosas tales como la igualdad de los ciudadanos ante la ley, la libertad de asociación, los derechos sindicales o el voto femenino. El mundo nuevo que habría de suponer el definitivo giro histórico hacia la liberación de todos los seres humanos tenía que construirse en lucha con el orden histórico previo y en pugna con cualquier atribución de poder, status o riqueza que no se consiguiera bajo condiciones de igualdad de oportunidades entre todos los ciudadanos. Por contra, el cometido de las fuerzas reaccionarias era siempre el de reivindicar las tradiciones y el reparto de papeles en ellas sentado, sin permitir que la crítica las cuestionara ni que los individuos se liberaran de ellas para desplegar su propia vida sin más ataduras que el servicio a su vocación y sus aspiraciones. El héroe de los progresistas fue siempre el sujeto que se libra de los lazos de la familia, el clan, la aldea y la moral establecida y se lanza al mundo para construir en libertad su identidad. Por contra, los conservadors alabaron siempre al que se plegaba a las viejas pautas sociales, a la moral de los mayores, a la religión de los antepasados y al poder de los destinados por las tradiciones a mandar sobre el grupo.
Pero los fracasos reiterados de los sucesivos ensayos de edificar el paraíso comunista, culminados y resumidos en el derribo popular del Muro de Berlín en 1989 (que no cayó, como se dice, sino que lo destruyeron los encerrados por él) significaron para el pensamiento de izquierda una crisis de la que no se avizora salida a corto plazo. Lo más llamativo es que gran parte de la izquierda ha tomado para sí muchas de las banderas que hasta hace poco enarbolaba el pensamiento más reaccionario. En particular, destaca su asunción del pensamiento nacionalista, con su exaltación de la prioridad del grupo sobre la persona individual y de los derechos colectivos sobre los de los sujetos particulares. Quién le iba a decir hace treinta o cuarenta años a cualquier militante socialista o comunista que sus correligionarios de hoy se convertirían en guardianes celosos de los ritos y las tradiciones grupales y que todo propósito de liberación de los pobres y los oprimidos sería reemplazado por la reivindicación de autodeterminación para naciones, ciertas o fingidas, dominadas por burguesías depredadoras que se apropian del lenguaje de los viejos luchadores, pero sólo del lenguaje.
El caso es que a día de hoy la izquierda se hace cómplice de que a los hijos de los obreros catalanes o vascos se les enseñe antes la lengua minoritaria en que se apoyan las nuevas élites dominantes que otra que les permita entenderse con millones de personas en todo el mundo; o se vuelve cómplice de la política represiva que sienta sanciones para los comerciantes que no atiendan a sus clientes o escriban sus ofertas en la nueva lengua del poder establecido. Ya no interesa la liberación de las personas desfavorecidas, sino la de imaginarias naciones supuestamente oprimidas, donde la redistribución de la riqueza entre los individuos cuenta mucho menos que la egoísta reivindicación de un trozo mayor de pastel para disfrute de los más listillos, que presumen de hablar en nombre del pueblo porque se han apropiado de su lengua para beneficio propio. Pura impostura. Y en ese contexto nada se cotiza más que el rescate de tradiciones perdidas o la invención de otras con fingido marchamo de siglos.
Y digo yo, si tanto se cotizan las tradiciones, si no se concibe que los pueblos puedan prescindir de sus hábitos pretéritos, si tanto cuenta la recuperación de un rito de antaño o de una mitología de otro tiempo, habrá que pensar que, por lo mismo, para todo pueblo es buena la perpetuación de la moral grupal, de la religión colectiva y de los usos mediante los que se integra y se identifica. Si se halla en pleno auge un pensamiento multiculturalista y relativista que reclama el pleno respeto de la cultura de cada pueblo y de sus modos de vida de siempre, tendremos que pensar, si queremos ser mínimamente coherentes, que por las mismas razones será bueno también que en todas y cada una de las esquinas de nuestro Estado siga plenamente vigente y oficialmente protegida la moral tradicional, la religión católica y hasta el caciquismo consuetudinario. ¿Por qué vamos a tener que conservar la lengua o el folklore de los antepasados y no vamos a poder mantener su misma religión o su forma de entender la familia o la sexualidad? Así que deberíamos interpretar que la defensa que los obispos y las más rancias asociaciones católicas hacen del matrimonio tradicional, heterosexual y, a ser posible, indisoluble, es una de las más progresistas iniciativas de nuestra actual vida política. ¿O es que la reivindicación y utilización de las tradiciones y las comunidades que hacen los Ibarretxe o Carod es más progresista y liberadora que la que realizan Rouco y su tropa? ¿Acaso un pueblo se identifica y se realiza más en una lengua o una forma de danza que en una manera de casarse? ¿Tenemos que respetar menos la tradición religiosa española -o castellana, catalana o vasca, como ustedes quieran- que la tradición gastronómica, folklórica o lingüística? ¿Debemos mayor consideración a las costumbres de los inmigrantes musulmanes que a las de los nacionales católicos?
Todo menos dejar que cada uno haga lo que le dé la gana sin dañar a otros, se case con quien quiera, viva donde le apetezca o hable el idioma que más le interese o le guste. En ésas andan unos y otros. Mucho descaro y mucha ley del embudo, eso es lo que hay. A mí me parecen unos reaccionarios todos, los unos y los otros, los herederos apócrifos de los ideales de izquierdas y los inmovilistas de siempre. Sólo se diferencian hoy en el tipo de opio que le administran al pueblo. Y en que se lo cobran en votos.
En este país de nuevos ricos y revolucionarios de tres tenedores, desde que no tenemos problemas serios, o no queremos verlos, hemos descubierto la pasión por la metafísica y el gusto por la especulación conceptual más estéril. Y resulta ahora, en pleno siglo XXI, que lo que más nos ocupa y nos preocupa es descubrir la esencia del matrimonio o averiguar en qué consiste la sustancia de una nación. Manda narices.