30 marzo, 2006

Funcionarios

Vaya. Lo que faltaba. Pero ¿estos tipos qué se creen? ¿Acaso no conocen límite para su osadía? ¿Piensan que pueden alterar gratuitamente y a su puro entender el orden natural de las cosas, la ontología básica del mundo, los designios de la Creación? ¿Se olvidan acaso de que no es omnisciente el legislador ni omnipotente su voluntad ? ¿Pretenden que no son la moral y las buenas costumbres límite irrebasable para el arbitrio político?

No se conforman con casar a los homosexuales, con hacer de los padres adoptivos progenitores y de los progenitores biológicos meros padres legales. No les basta con hacer de la nación mayor la más pequeña y con inventarse que son históricamente primeras las naciones que se pergeñaron anteayer en un par de reuniones. No, no se aquietan con nada, no tienen tasa. Véase la última muestra, pretenden ahora que se pueda remover al un funcionario de su puesto por bajo rendimiento. Qué (re)movida. Dónde se vio. De qué van. No es que vaya a perder el removido su condición de funcionario, hasta ahí podríamos llegar con la bromita; ni que fueran trabajadores vulgares, viles obreretes, ya te digo. Pero sí va a poder el jefe cambiarlos de puesto si el que ostentan no lo desempeñan comme il faut.

Hoy viene la noticia en la prensa y me hago cruces (y medias lunas; y croissants) ante el calibre del atrevimiento de ese ministro que más que Sevilla debería apellidarse Sodoma. Compadecido ante la suerte que puede esperar a tanto funcionario ejemplar que he ido conociendo a lo largo de mis periplos administrativos, me pongo a repasarlos a todos, a rememorar sus hazañas, a grabar para siempre en mi magín sus gestas, quizá como postrer y vano homenaje ante la degradante norma que sobre sus asientos se cierne.

¡Se me agolpan tan intensamente los recuerdos! Tengo muy vivo y me acompaña siempre el celo de esas funcionarias de la Secretaría de una Facultad en la que estuve, regañonas y hoscas a más no poder, siempre atentas al despiste profesoral con el que solazarse, al desliz del enseñante al que se pueda vilipendiar con denuedo y saña, pero intocables cuando son ellas las que yerran o incumplen. Pero no hablo de defectos, entiéndaseme rectamente, sino de una encomiable seriedad profesional, de una rectitud funcionarial sin tacha, de una ética del trabajo que, de tan profunda, lleva a sobrevalorar la propia labor, aunque sea horrenda y torpe, y a despreciar la ajena, por muy esforzada que se quiera.

Y esas excelentes curas de humildad que uno recibe. Ah, cuán engreídos estaríamos muchos si no fuera por eso. Miren este caso y valórenlo en su medida justa y como muestra simple entre tantísimas. Llevaba yo en una Facultad diez años y en ella una proba funcionaria trabajaba en la Secretaría desde hacía cinco. Me había visto cientos de veces, nos saludábamos en los pasillos, había pasado mi nombre a innúmeras listas y pergaminos. Y hete aquí que un día acudo a pagar la lotería navideña de la Facultad, viejo rito aglutinador y solidario, esencia inmarcesible de lo que nos queda de comunitario, derecho histórico incluso. Le apoquino a la buena señorita mis veinte euros y espero a que me inscriba en la relación anoréxica de los no morosos. Y es el instante en que ella me mira fijamente y me lanza la pregunta que me pone en mi sitio: "¿Usted cómo se llama?". Vanidad de vanidades, mundo cruel, valle de lágrimas. Yo tampoco recuerdo cómo diantre se llamaba ella, pero en el fondo de mi alma le guardo para siempre un amoroso nicho.

Muchas veces el Decano de aquel entonces compartió con un servidor su desesperación ante la rotunda incompetencia de la buena funcionaria, incapaz de hacer nada, nada de nada, que no fuera ojear el periódico mañanas enteras, sin ánimo nunca para leerlo en forma. Y yo lo consolaba compartiendo con él mi convencimiento de que ese angelical ser, encarnación virginal del funcionario que no ha sido penetrado por la violencia del trabajo, arcángel ajeno a la maldición bíblica de ganarse el pan con el sudor de la frente, aun cuando imagino que más de una vez padecería la exudoración de sus inertes posaderas, había sido puesta allí por los dioses o los gerentes para recordarnos a los demás nuestra humana condición y lo estéril de todo mundano esfuerzo.

Imagínense que esta infausta norma que se aproxima hubiera estado vigente cuando acontecieron los hechos narrados. Tal vez el Decano hubiera tenido tentación de removerla, privándonos a los demás del placer de su contemplación y de la dulzura de su ajenidad de querubín extraterrestre. Amén de poner en un brete a la junta de personal y a muy variados comités, incompatibles por definición con toda remoción que no sea la de los garbanzos en el cocido y las carnes en el puchero. Una injusticia, pues. Intolerable.

29 marzo, 2006

Loca Colombia

Bueno, no todo va a ser contar dramas de esta tierra que me hechiza. Esto es territorio mágico, macondiano, y aquí puede pasar de todo en cualquier momento, también cosas bien graciosas. Voy a narrar algo que me ocurrió, tal cual lo cuento, hace tres o cuatro años.

Bogotá, congreso de teoría del Derecho organizado por la Universidad Nacional, en el contexto de una maestría en Derecho en la que entonces colaborábamos ocho o diez colegas españoles, todos buenos amigos y en un excelente ambiente. Casi mil inscritos en el tal congreso. El más grande salón de actos lleno a rebosar y una pantalla habilitada en un salón anejo para que pudieran contemplar los debates los que no llegaban a tiempo para lograr sitio en el salón principal. Increíble, ya lo sé. Y esa gente que se inscribía además pagaba por la inscripción. Para un español esto es ciencia-ficción, pero por eso mantengo que este país es mágico y que todo lo que pasa aquí, lo malo y también lo bueno, hay que verlo para creerlo. Están locos estos colombianos.

Por cierto que en ese congreso me tocó debatir con Carlos Gaviria, ex-magistrado de la Corte Constitucional y hoy candidato presidencial por el Polo Democrático. Un buen orador y un sofista espectacular, me hizo todo tipo de trampas y triquiñuelas en nuestra discusión, y eso que, modestamente, alguna fama tengo yo también de retor mañoso. Creo que no es mal tipo, y mejor político que teórico del Derecho, pese a que por aquí alaban mucho su populismo jurídico. Recuerdo también una muy entretenida cena, años antes, con él, Hernando Yepes (que luego seria ministro de trabajo en el primer gobierno de Pastrana) y Manuel Atienza en casa de Sandra Morelli, debatiendo sobre alguna famosa sentencia de la que Gaviria había sido ponente en la Corte Constitucional. Luego Atienza publicó un excelente librillo con su análisis. Pero dejemos esas otras historias para ulteriores escritos.

El congreso de marras culminó en una comida campestre en las afueras de Bogotá, hacia el norte. Recuerdo que viajé hacia allá compartiendo coche con Jose Mari S., haciendo risas, como siempre. Por allí estaban muchos amigos españoles queridísimos, como X. y J.A., por ejemplo. Con la comida comenzó la música y después de comer se fue imponiendo el baile. Creo que ahí vi por primera vez bailar a H.M., quien no nació para tales menesteres, por muy dotado que esté para otros. Nadie es perfecto. Tampoco la buena de V.I. se lucía especialmente en ese trance. Pero dejemos de perder amigos y vamos con la aventura.

Corría el alcohol en dosis notables: aguardiente antioqueño y ron viejo de Caldas. Íbamos quedando los de siempre y como siempre. La representación española, ejemplar, como era habitual en este grupo, resistiendo los embates del brebaje y el paisanaje. A eso de las nueve de la noche comenzó a diluviar, un aguacero diabólico. A las diez se fue la luz, todo quedó a oscuras. Hubo que desalojar el lugar y cada cual se metió en el coche que pudo para retornar a Bogotá, una media hora de camino. A mí me tocó con tres colombianos jóvenes, una mujer y dos varones. Conducía la mujer, era su coche. La oscuridad era total, ni una luz, y los limpiaparabrisas no alcanzaban a retirar el agua de la luna delantera del coche. No se veía nada. Menos mal que la conciencia de todos estaba suficientemente anestesiada y la sensación de peligro quedaba un tanto diluida.

Apenas habíamos circulado un par de kilómetros cuando hombres armados nos detienen. Uno, aquí, siempre en tales casos se pregunta lo que se pregunta. Ya me había ocurrido otra vez, regresando de madrugada de Chía a Bogotá en compañía del entrañable J.I.P. Aquella vez nos pararon soldados y nos sacaron del coche de mala manera. Recuerdo un cañón en mi espalda y a un soldado empujándome contra el coche y abriéndome las piernas a patadas para registrarme. La pregunta siempre es sin serán militares o guerrilleros. Eran militares y buscaban armas. Nos dejaron ir después de un cacheo completo.

Esta vez eran policías de tráfico. Pidieron que bajáramos las ventanillas. El que tenía la iniciativa enfocó su linterna a la cara de la conductora, la miró un par de segundos y dijo: "usted está borracha, no puede manejar" (conducir). El que iba en el asiento de al lado se ofreció para conducir él. El policía lo alumbró con su linterna y dijo: "usted tampoco". Quedaba el tercer colombiano, que se postuló y fue igualmente rechazado. Yo era la última posibilidad para salir de allí en coche y no tener que quedarnos quién sabe cómo ni dónde. Mi mente procesaba toda la información con inusitada lentitud. Muerto de risa, le dije al policía: "yo soy español. Si usted quiere, manejo yo". Sin mirarme siquiera, me respondió, "adelante, maneje usted". Todavía me pregunto si es que el buen hombre nos tenía a los españoles por seres prodigiosos y con capacidades sobrenaturales.

El caso es que ahí me tocó tomar el volante. El muchacho que hacía de copiloto iba con la cabeza fuera de la ventanilla, mirando para advertirme de cuándo había un peligro o en qué momento tenía que girar para algún lado. Yo no veía nada y todavía no sé cómo conseguimos llegar al destino. Fuimos a dar al hotel cercano al aeropuerto en el que se alojaban la mayoría de los españoles. Pero yo esa semana pernoctaba en el hotel de la Ópera, en pleno centro, en La Candelaria, pues estaba trabajando también con otra universidad que cae por allí. En todo ese tiempo la luz no había vuelto, la oscuridad seguía siendo total y no cejaba la lluvia. Busqué un taxi para ir hacia mi hotel. Me pararon dos, después de muchos intentos. Cuando al primero le dije a donde tenía que llevarme, me respondió que si yo estaba loco y que él no estaba dispuesto a dejarse matar. Y se marchó. El segundo fue más explícito: mire -me dijo- con esta oscuridad el centro es ahora mismo la selva, si vamos allá lo más probable es que alguna pandilla nos pare y nos haga cualquier cosa. Y usted es extranjero, no debería arriesgarse. Pero si me paga un buen puñado de plata yo le llevo, allá usted. Medité, con todo, y volví sobre mis pasos a buscarme una habitación para esa noche en el hotel de los otros.

Y colorín colorado....

28 marzo, 2006

Historias colombianas

Un día me escribieron un correo electrónico para contarme que habían secuestrado a tres hermanos de ella. Uno era ingeniero agrónomo y estaba en una hacienda ganadera, a donde lo habían llamado para tasar unas reses. Era domingo por la tarde y los otros dos lo acompañaron por dar un paseo y disfrutar del campo un rato. Llegaron hombres armados y se los llevaron a todos, a los dueños de la hacienda y a los tres visitantes.

A continuación mis amigos me tranquilizaban explicándome que seguramente era un error y pronto los liberarían o que, todo lo más, pedirían algún dinero de rescate. Pasó algo de tiempo y no tuve más noticias. Al cabo, viajé de nuevo a Medellín. El colega muy querido que me recibió en el aeropuerto de Río Negro, después de los saludos de rigor, me preguntó si ya estaba al corriente de la terrible noticia que acababa de saberse sobre los hermanos de nuestros comunes amigos. Noté un escalofrío y le confesé que no. Me contó el trágico desenlace.

Un par de días antes habían encontrado en un descampado, semienterrados, los cadáveres de los tres. Muertos a balazos. Al parecer, todo indicaba que los que habían entrado en la finca en la que estaban eran mafiosos vinculados a uno de los grupos en conflicto armado en estas tierras, el de origen más reciente, y que tenían alguna sucia cuenta pendiente con el dueño de la finca. Pero se los llevaron a todos y los mataron por igual, para no dejar rastros ni testigos, o para hacer más aterradora su venganza.

A los dos días comí con mi amiga, la hermana de los asesinados. Estaba sorprendentemente entera. La gente de estas tierras vive permanentemente preparada para plantarle cara a la tragedia, todos tienen parientes o amigos cercanos que han sido secuestrados o asesinados. Me dijo que toda la obsesión de su familia ahora era conseguir que se hiciera justicia.

Algunas semanas después, estando ya de vuelta en España, me envió un correo electrónico . Pedía a todos los destinatarios que lo difundiéramos lo más posible, como presión para intentar que se hiciera la luz sobre la matanza y sus culpables. Contaba en el texto que hasta el momento estaban resultando vanos los intentos para que la fiscalía y las fuerzas de seguridad le pusieran empeño al esclarecimiento del terrible delito y a la persecución de los asesinos. Reenvié ese mensaje a la gente que pude, y especialmente a los que tenían alguna relación con Colombia.

Regresé a Medellín a eso de los tres meses. Me reencontré con mi amiga y su marido, entrañables y afectuosos los dos. Les pregunté si habían dado algún fruto sus intentos de que las instituciones actuaran según su obligación. Me dijeron que habían tenido que abandonar toda iniciativa a ese propósito, pues sus otros hermanos habían recibido amenazas de muerte. El mensaje era que si seguían removiendo el crimen anterior, ellos serían los próximos en caer. La familia, reunida, decidió, con inmenso dolor y rabia, que no quería enterrar a más hermanos.

En esa ocasión, como en tantas de mis viajes a estas tierras, di varios cursos y conferencias sobre cosas tales como Estado de Derecho, Constitución, derechos humanos y cosas así. Con gran entusiasmo del público. Ya ven. Adorado país esquizofrénico.

Ayer, al salir por la noche de mis curso, una alumna del mismo se me acercó y me dijo "tiene al teléfono a sus amigos". Y me tendió su móvil. Eran ellos que, como siempre que vengo a esta ciudad, me buscaban para compartir un rato de charla y afecto. Cenaremos juntos mañana. Volveré a admirar su entereza y su cordialidad. Volveré a comparar su valor con la pusilanimidad de tantos zánganos meapilas y flojos de los que a diario me topo en esa España mía, esa España nuestra, ahíta, hastiada y pija. Y volveré, pese a todo, a querer ser un poco colombiano. Pese a todo.

Tregua

Podemos respirar aliviados. En verdad, en verdad. Todo se alía para hacernos felices: el lenguaje, la lógica, la experiencia y el sentido común. Lo mires por donde lo mires no hay de qué preocuparse.

Comencemos por el lenguaje. ETA ha dicho que el alto el fuego es permanente. No ha dicho definitivo, no, pero qué importa. Basta analizar con alguna minucia lo que quiere decir permanente. Permanente es lo que permanece y una cosa permanece en tanto dura o está. Cuando deja de durar o estar ya no permanece más y, con ello, se acabó su permanencia. Un dolor de duelas permanente es un dolor de muelas que se prolonga de continuo y sin pausa todo el tiempo que duele, pero, por largo que sea o se haga, en cuanto cese deja de permanecer y ya no es dolor. Así que el término elegido por ETA no puede ser menos engañoso en lo que se refiere a la duración de su tregua: durará mientras dure y será mientras sea.

Pero comprendámoslos. Si dijeran alto el fuego definitivo sería como que se dan por vencidos y acabados, o cansados sin remisión, o que piensan que ya no tiene razón de ser su guerra. No han dicho definitivo, no, pero para no quedar en muy mal lugar, no porque pretendan nada en términos políticos o de mutaciones en la forma o los alcances del Estado español. Y, aunque lo pretendieran, no lo conseguirían, eso es más que obvio.

Y que no van a conseguir nada de eso bien nos lo enseña la experiencia. ¿Qué experiencia? Hombre, la experiencia de ser gobernados por un político de la integridad de ZP. Ha dicho bien clarito que ni se han negociado ya concesiones políticas ni va a tener el más mínimo precio político la paz con ETA. Todo lo referido a la organización del poder del Estado, incluida la organización territorial, es cuestión de cariz político, así que... nada que rascar les queda por ahí. Y si el presidente Zapatero mantiene, serio, tal cosa, para mí va a misa. Sufriré una decepción morrocotuda el día que descubra que un personaje de esa talla y de tamaño talante nos miente o nos engrasa las trolillas para que nos entren sin molestas rozaduras. Y si yo, modesto entre los modestos, le conozco tal cualidad de hombre cabal y sincero, qué no van a saberlo los etarras. Sin duda lo tuvieron en cuenta al tomar su decisión, y por eso, para mí, en los hechos es como si se hubieran rendido y su despedida fuera para siempre, pues bien conocen que nada tienen que ganar, salvo, todo lo más, una honrosa gestión de su derrota con el acercamiento de presos y algunos indultos menos graves. Estupendo.

Tampoco es descartable que sus más lúcidos dirigentes estén genuinamente ilusionados con el cariz abierto, participativo y ejemplarmente democrático que está tomando la política del Estado español. En tal sentido, el ejemplo del Estatuto catalán, modélico tanto en la precisión de sus contenidos como en la transparencia de su génesis, y eso por no hablar de lo bien medido de sus consecuencias futuras, ha podido animar a los gudaris a probar por análoga vía para labrar el futuro legal y político de esa tierra suya, a la que tanto aman y por la que tanto han dado. Bien conscientes son de que una norma como la catalana ni reseca la soberanía del Estado ni cuestiona la unidad de España como nación de naciones ni abre vía ninguna hacia la independencia que pueda resultar más barata en tiempos y vidas que la del terrorismo. Y más siendo nuestro Presidente del Gobierno el garante último de todos esos valores constitucionales en juego. Y, con todo y con eso, esos etarras, reflexivos y probablemente arrepentidos de pasados yerros, se avienen y se integran para hacer dentro del Estado español una política tan leal con la Constitución y las instituciones y tan atenta al interés general de su comunidad autónoma y del Estado todo, como pueda ser la de ERC, pongamos por caso. Quizá les tienta, pues humanos son al fin y al cabo, la ilusión de ser un día socios de ZP por la parte del sostén del Gobierno central, bisagra incluso, gozne, aun a sabiendas de que nunca podrán esperar de él concesiones onerosas para el conjunto del Estado o disolventes de los preceptos constitucionales. Pues menudo es para esas cosas, firme y sólido como el que más, de una pieza.

Yo creo que en cuanto se solucione medianamente bien el tema de los presos, los otros entregarán las armas y todos tranquilos y a casa. Y nosotros, ciudadanos, a seguir disfrutando, más felices aún, del pastel de cabracho y ese Ribera del Duero tan rico que compramos por cajitas. Y del cava. Nos esperan días de vino y rosas. Y de paz y amor entre las naciones y los nacionales. Jo, qué bien.

27 marzo, 2006

Inmigración y federalismo. Por Francisco Sosa Wagner

Cursa una polémica en Alemania que tiene interés para nosotros. Se trata de la implantación de un “test”, aplicado a los inmigrantes, para adquirir la nacionalidad alemana. Como todo el mundo sabe, Alemania es país que vive inmigraciones extensas desde hace muchos años, trabajadores legales o ilegales que proceden de los países del Este o de Turquía y de Asia. Su presencia en las calles de cualquier ciudad alemana es bien visible, por sus atuendos, por el color de la piel etc. España sabe bien lo que ha sido aprovechar la riqueza alemana pues miles de españoles salieron para aquellas tierras en los años sesenta aligerando con ello las autoridades franquistas de la época la presión laboral y disolviendo por esta vía posibles conflictos de orden público, tan difíciles de resolver en el seno de una dictadura.

Hoy las cosas han cambiado de forma cualitativa. Del inmigrante que lo era por el tiempo necesario para ahorrar, comprar un mercedes y volver a su tierra, a quien se instala ya de forma definitiva y trae además a sus familiares en varios grados y líneas. Integrarse en la sociedad alemana no es sencillo: el clima es duro, el idioma endiablado, los alemanes probablemente altivos... Lo más fácil, en tales adversas circunstancias, es crear una cápsula nacional en la que envolverse ignorando el entorno, sus gentes, sus costumbres, su cultura. Un libro reciente escrito por un alemán experto en la antigua Yugoeslavia (Norbert Mappes-Niediek, el título traducido sería “La trampa étnica”) ha puesto de manifiesto cómo cuanto más amable es la acogida en un país, en el sentido de exigir poco esfuerzo de integración a quien viene de fuera, más guetos se acabarán formando.

Es probable que detrás de esta observación se encuentre la aludida experiencia del “test”. Ha empezado a adoptarse formalmente en algún Land (el equivalente más o menos a nuestra Comunidad autónoma) y consiste en una serie de preguntas que se formulan a quienes aspiran a nacionalizarse como alemanes: “cite tres ríos alemanes”, “qué se entiende por reforma religiosa y quién la desencadenó”, “¿qué pasó el 20 dejulio de 1944?”, “¿cuáles son las medidas educativas permitidas y cuáles las prohibidas?”, ¿dónde tiene su sede el parlamento alemán?”, “cite una obra de Goethe y otra de Schiller”, “explique qué significa la libertad de prensa”, “¿qué inventó Gutenberg”? y otras de parecido tenor.

Se trata, según los inspiradores de estas prácticas, de hacer ciudadanos identificados mínimamente con los valores alemanes y con su cultura, también que se manejen en el idioma alemán con cierta soltura. Pues bien, si esto es ya interesante para nuestro medio, cobra ahora renovado atractivo porque la canciller Merkel ha propuesto que tales “tests” se organicen no en cada Land, sino a nivel federal, es decir, por el Gobierno y las autoridades centrales del Estado, para entendernos. Ya veremos en qué queda todo porque la polémica entre las fuerzas políticas es muy viva. Pero en un momento político como el que vive España, marcado por la reforma de los Estatutos con su cortejo de competencias exclusivas y excluyentes, sus intentos de crear cotos libres de cualquier injerencia externa, vemos cómo en un país de larga tradición federal, en cuanto surge un asunto nuevo, pronto se plantea la necesidad de superar los angostos espacios regionales en beneficio de los más amplios estatales.

Es posible que aportar estos datos de un país serio como Alemania sea majar en hierro frío en estos pagos hispanos donde todo lo estamos jugando a la carta de las “identidades” sentimentales y pasionales, pero la semilla, que con esta noticia esparzo, a lo mejor cae en algún surco capaz de fecundarla.

26 marzo, 2006

¿Alucinaciones?

Veintitrés horas de viaje, ni una menos. Con espera prolongada en el puente aéreo de Bogotá, para tomar el avión a Rionegro, el aeropuerto grande de Medellín. Un avión militar ha tenido un percance en el aeropuerto y éste permanece cerrado varias horas. Llego a Rionegro bien entrada la noche y allí me esperan para llevarme a Medellín en coche, un desplazamiento de unos cincuenta minutos. Hace años algún español murió a manos de forajidos al hacer esa ruta de noche. Ahora está tranquilo y cada quinientos metros hay patrullas militares que vigilan. Dicen que Uribe va a ser reelegido por haber aumentado la seguridad de los ciudadanos. A mis amigos de las universidades colombianas no les gusta nada que Uribe sea reelegido.
Esta mañana, al asomarme a la ventana, pensé que en lugar de un paisaje urbano contemplaba una instalación de algún artista conceptual y posmoderno. Podría ser una obra titulada "La política española de hoy". Vean alguno de sus ángulos (sugiero "picar" en las fotos para aumentarlas):

24 marzo, 2006

Hasta Colombia

Qué vida esta. Un día de estos voy a cambiar, palabra. Ya no son edades. Pero los compromisos son los compromisos, así que me quedan apenas ocho horas para volver a hacer maletas, cenar, dormir un poco y volver a los aviones. Vuelta a Locombia: Medellín, San Andrés, Bogotá y Pasto. Un puñado de horas de clases y cosas, algo de turismo, muchos vuelos. Dos semanitas de nada. Trataré de aliviarme con el ron viejo de Caldas y el ron Medellín.
Contaré lo que pueda de ese loco país que adoro. Aquí nos vemos, pase lo que pase.
Hasta el domingo. Salud.

Los hombres de María

María no da tregua. Es aquella compañera de residencia de mi madre con la que eché aquellos bailes en nochebuena, tal como aquí narré en su momento. Noventa y dos años y camina con taca-taca. Salvo cuando baila, pues para danzar no necesita aditamentos.
Hoy llegué para estar un rato con mi madre y, otra vez, tuve que compartirla con María, que es su compañera de sofá durante los días y de habitación durante las noches. La conversación de hoy estuvo particularmente interesante. Ya prometía cuando, apenas sentado junto a las dos, María me dijo que el médico le había recetado recientemente un hombre joven. Caray, noventa y dos años.
Así que seguimos con ese palo. Y me contó. Ya me había hablado muchas veces de su difunto marido, buenísima persona, dice, pero considerablemente soso, también dice. Las confidencias de hoy subieron un peldaño. Pues de pronto me dijo que, si pudiera volver atrás, hoy no se casaría. Tiro de ese hilo y le pregunto que cómo le fue la viudez. Y ahí empieza la historia del día. Sonrió y lancé mi cuarto a espadas diciéndole que seguro que había tenido muchos pretendientes. Efectivamente, había tenido unos cuantos. Primero, al parecer, fueron Matías y Nicolás. Pero que no les veía maneras. Hasta que apareció Juan. Cuénteme, le insisto. Pues con Juan convivió unos cuantos años, hasta que también se le murió. Y es cuando me suelta que fue muy feliz con Juan, y que era un buen hombre, y que la mimaba y la agasajaba. Era viudo también y quería insistentemente casarse con ella. Mas ella siempre se mantuvo firme en su gran determinación: no quería perder su pensión de viudedad. Romanticismo realista, muy bien.
No puedo evitar la pregunta: ¿cómo conoció a Juan? Estaba María sentada esperando un autobús. A su lado, un señor bien parecido que la mira mucho. De pronto, él da el paso, señora, yo quiero decirle una cosa con la mayor consideración y sin que se me ofenda. La estoy mirando y me gusta mucho. Tengo que preguntarle si usted aceptaría salir conmigo. María lo contempla y se decide pronto: pues sabe qué le digo, que sí. Espéreme a las ocho delante de la floristería.
Él pronto le pidió que fueran a vivir juntos, pero ella lo estudió concienzudamente durante unos meses. Finalmente ella aceptó y ahora recuerda que él se murió pronunciando su nombre. Pero no llora, sonríe.
Luego dice, como siempre, que ahora se siente muy sola y que no tiene con quien conversar. Se queja de que mi madre se pasa todo el día dormitando. Las cosas que se contarán.

23 marzo, 2006

(In)Seguridad Social

Más de médicos y de sistema sanitario. Mi padre, ochenta y ocho años y un auténtico roble toda la vida, comenzó a sentirse mal hace unos dos meses. Se debilita, cojea, le pita todo el rato un oído y, sobre todo, se asfixia bastante, especialmente por las noches. Así que acudió a su médico de cabecera, allá en Gijón, donde vive. Le pidieron que se hiciera análisis de todo y los hizo. A la semana siguiente acudió de nuevo al ambulatorio y el médico repasó los análisis ante él y quien lo acompañaba. Le dijo que tenían que verlo en el hospital de Cabueñes, también en Gijón, que pidiera cita y se hiciera nuevos análisis. Así que volvieron a sacarle sangre y la cita se la dieron para mes y medio más tarde. No está mal el plazo. Imagino que es el mismo al que tienen que someterse las mamás enfermitas de los mandamases de la SS. Porque enchufes seguro que no hay, ni de broma, vaya. Menudos son, tan rectos.
A la semana siguiente tuvo una nueva crisis respiratoria, más aguda. Vuelta al médico y otra vez éste le dice que lo vean en Cabueñes lo antes posible. Como le informan de que lo antes posible hasta ahora ha sido al cabo de mes y medio, acomete él mismo la gestión y consigue una rebaja de la pena, digo, del plazo: un mes. Y el mes se cumplió ayer. A las ocho de la mañana en el hospital estaba mi padre como un clavo, cargando los años y el resuello. Lo recibe el médico, dice mi padre que jovencillo y como así, quien le pregunta que qué diablos hace allí. Balbucean mi padre y la señora que lo acompaña que han ido porque estaban citados. El médico: que por qué no se ha hecho análisis. Mi padre & cia: que se los hicieron hace un mes, cuando se lo indicaron. El médico: pues que él no los tiene. Mi padre & cia: ....????? El médico: pues se ve que se han perdido. Mi padre: ¿y no puede echarme un vistazo y decirme algo de lo que puedo tener? El médico: sin los análisis, nada que hacer. Mi padre & cia: ....????? El médico: baje a que le saquen sangre otra vez y ya les llamaremos por teléfono cuando estén los resultados de los nuevos análisis. Y a la calle que se fueron. Llovía y mi padre no paraba de toser.
Mi padre a mí esta tarde: ese médico es un ¡!!!!!!!!!! y tiene cara de ¡!!!!!!!!! y me cago en ¡!!!!!!!!! y ojalá le ¡!!!!!!!!! Puf, qué viejo tan políticamente incorrecto. Pero creo que se queda corto, razón por la cual yo pido ayuda personal a los habituales de este blog para que me informen del nombre y las señas de algún gestor/a de la Seguridad Social (SS), ya sea nacional, autonómico o anal. Porque voy a ir a verlo/a yo mismito en cuanto lo/a localice y en sus mismas barbas/os me voy a ciscar en su desconocido progenitor real, y luego les voy a meter un papelín de reclamación donde les quepa, que seguro que les cabe, de tanta holgura que se gastan. Como está mandado que sí. Vaya que sí. Son una pandilla de pijos inútiles, cretinos, clasistas e incompetentes. Y va siendo hora de que los pacientes dejemos de ser tan pacientes y comencemos a alzar la voz y la pluma y a decirles lo que se merecen.
Ah, y si alguno de ese gremio de gestores sanitarios y medicuchos desconsiderados –los normales no tienen por qué darse por aludidos- quiere decirme algo, que se espere mes y medio y luego ya veremos. O qué carajo se creen.
Sorry, amigos del blog. Pero es lo que hay.

22 marzo, 2006

Correos

Que nadie se haga ilusiones. Me refiero al servicio de Correos. A lo que propiamente se llama Correos de España. Pero no, tampoco va el tema de nacionalismos. Hoy me toca post sobre cosas prácticas de la vida real, nada de metafísicas no te(le)ologías. Así que al grano.
Cada vez que el cartero me deja en el buzón el aviso de un envío de correos me pongo en lo peor y hago apuestas conmigo mismo sobre cuánto tiempo me costará la broma. Hoy otra vez. Llego al edificio de Correos, pulso en el cachivache que da número de espera y durante un breve instante me consuelo calculando que sólo tengo por delante cinco turnos. Pero la experiencia, progenitora de toda ciencia, me dice pronto que no me haga una maldita ilusión. Y, en efecto, la atención a esos cinco parroquianos previos toma casi su media horita. Aquí lo de Correos es sin apuro, durando, nada de precocidades.
El esmerado servicio suele funcionar así. Hay cinco mostradores con su cartelito encendido. Eso da lugar a dos presunciones rebatibles mediante prueba en contra. La primera presunción es que detrás de cada numerito y aposentado en el respectivo asiento se hallará un funcionario. Falso. De los cinco puestos, sólo dos están cubiertos. ¿Y los otros tres? Pues de ésos, dos están simplemente vacíos, y lo están tanto tiempo que acaba por desvanecerse la esperanza de que los correspondientes operarios se hallen en trámite pasajero de evacuar aguas menores. No, sea lo que sea que estén haciendo o evacuando, es algo que lleva mucho más tiempo y que resulta, probablemente, más grato al cuerpo y puede que, incluso, al espíritu. Quizá disfrutan su media hora de café, que ya se sabe que son sesenta y cinco minutos, así de relativo es eso del tiempo, que ya lo vio hasta Einstein cuando fue oficinista también, allá por Berna. La segunda presunción, también frustrada, es que los que están estén a lo que tienen que estar. Bueno, y quién soy yo para andar suponiendo a qué tienen que estar. A lo mejor los han puesto allí con fines terapéuticos y para curarse del estrés o de algún otro padecimiento del espíritu. El caso es que uno de ellos estar estaba, pero rondaba alrededor de sí mismo con un sobre en la mano, sin llegar en todo ese rato a tomar asiento y como si buscara algo o tratara de recordar quién le dio aquel sobre y para qué. Cuando me fui, aún no había resuelto el buen hombre tan atormentadores interrogantes ni, por tanto, había atendido a uno solo de los aguerridos ciudadanos que hacíamos cola virtual.
Así que quedaban dos funcionarios activos, por así decir. Tengo una idea para un eventual doctorando en Biblioteconomía y Documentación: que investigue a fondo cómo archivan en Correos los envíos pendientes. Tal vez descubra que es con el sistema pitecantropus archivensis. Funciona tal que así: uno les da el papelillo, ellos van, miran en un pasillo, observan el papel con gesto concentrado, toman por otro pasillo, desaparecen un rato detrás de unas cajas, reaparecen por un tercer pasillo en el que aleatoriamente sacan un sobre o un paquetillo acá o acullá y, finalmente, regresan y le preguntan a uno dónde vive, cosa que uno pensaba que ya figuraba en el aviso que portan en su mano, pero que se ve que se borró en pleno tránsito pasillero. Así que uno les dice el nombre de su calle o de su barrio y responden con un comprensivo “ah”. Eso si están de buenas y no le regañan a uno por no avisar antes de que vive donde el impreso dice que vive. Y vuelta a hacer pasillos. Y nuevo retorno a interrogarlo, esta vez sobre el día en que le dejaron en aviso en el buzón. Definitiva confirmación de que el cartero escribe los avisos con tinta invisible para sus colegas sedentarios. Será algún rollo genético o así, vaya usted a saber; o que se llevan mal. Continúan por un rato las idas y venidas de los cajones a los estantes y de los estantes a los cajones (he estado en un tris de cometer una errata en este punto) y finalmente descubro, alborozado, cuál es el sistema de trabajo: el famoso pinto pinto gorgorito. Y no sólo ando perspicaz, sino que es mi día de suerte, pues al final mi misterioso envío aparece y, albricias, era una multa.
Me puse tan contento que hasta un anuncio se me ocurrió, con este eslogan: Correos con buen servicio. Se lo ofrezco gratis a cualquier puticlub. De nada.

21 marzo, 2006

Niñitos.

¿Cuánto hace que no tiene usted que comprarle un regalo a un sobrino pequeño? Si hace poco que se vio en tal tesitura, estará de acuerdo conmigo en que es tarea compleja donde las haya. Uno se mete en la mayor juguetería y va repasando estantería tras estantería: esto ya lo tiene, esto ya lo tiene, esto ya lo tiene. Total, gran fracaso. Sumado al miedo a que el niño se agarre el gran mosqueo si uno no le lleva lo que sea más actual, más de marca, más a la moda o más superguay. Así que de ahí pasa uno a la sección de electrónica y busca el último grito en videoconsolas o asuntos por el estilo. Y lo mismo, lo tiene todo salvo, quizá, el último modelo, cuatrocientos o quinientos euros de nada. Así que se llama al resto de los tíos y se acuerda comprar el juguetito entre varios. ¡Le hace tantísima ilusión al chavalín! Pues hecho, ya tiene lo ultimísimo con que seguir aburriéndose.
Navidades pasadas. Visita a amigos con niño de dos años. Realizados. Felices. Pletóricos. Hasta ahí, bien. Se apresuran a mostrar todo lo que los reyes le han dejado al pequeñajo. Han tenido que habilitar una habitación extra, pues en la del chavalín no cabía semejante despliegue. Hay de todo, está todo lo que habíamos visto unos días antes en los escaparates y en los anuncios. Y siempre la mamá o el papá en estos casos acaban por decir aquello de "y fíjate, ni mira pa ello. Lo que más le gusta es jugar con una pelota de trapo". Señal de que a esas alturas el crío aún conserva el buen sentido que a sus parientes les falta y que le harán perder a él de inmediato, movidos por sus propias ansiedades consumistas y competitivas.
Dentro de pocos años estos mocosos irán a un colegio muy bueno y tendrán muchas actividades extraescolares. Pero, salvo milagro, no se encariñarán con nada en particular. Seguirán prefiriendo la tele y chatear. Con suerte, a eso de los catorce se aficionarán a los juegos de rol, o divertimento para entonces equivalente. La mayoría ni eso. Un par de veces llegarán a casa con algún rasguño en las rodillas y los papás acudirán raudos al colegio para protestar ante la dirección y hacer ver en la siguiente reunión de la asociación de padres que es imprescindible poner suelos más mullidos y vigilar que los niños no jueguen a peleas. Acordarán que los recreos estén vigilados por guardas jurados que protejan a sus cielines de todo y, especialmente, de sí mismos.
Para cuando lleguen a la Universidad yo ya me habré tomado las de Villadiego, o estaré a punto. Manos mal. Y, aun así, se me va a hacer largo. Últimamente me desconcentro mucho durante mis clases. Es por culpa de la mirada de los/as muchachos/as. Son buenas personas la inmensa mayoría, noblotes a su manera. Sí, pero esa mirada... Mientras no acierte a describirla un día, no recuperaré el sosiego docente. Es una mirada velada, plana, distante, ajena. Es la mirada del hastío. Tienen en los ojos resaca de abundancias, somnolencia de indiferencias. Y no es su culpa, que conste. Los hicieron/hicimos así con muchísimo esfuerzo. Y en ello seguimos.
Por supuesto, hay grandes excepciones. Pero pocas.

(Din)Don de lenguas.

Se me pega un rato un italiano en la sala de espera del vuelo San José-Madrid. Chapurrea medianamente bien castellano. Me dice que cuánto nos envidia a los españoles, pues qué maravilla cruzar en Atlántico y poder entenderse perfectísimamente y sin esfuerzo en la misma lengua con tantos millones. Y que ya se sabe, el que mamó y se crió en una sola lengua luego ya nunca tiene la misma fluidez en otra, por mucho que estudie y salvo que viva un montón de años donde se hable. Que su empresa multinacional con sede central en Italia anda buscando hispanoparlantes nativos para cubrir el mercado latinoamericano.
Yo por dentro me troncho de risa. No sé por qué andamos en la Cosa de España discutiendo sobre naciones y lenguas. Que cada uno haga de su capa un sayo, qué diantre. Y que cada perro se lama su culo. Y que el que venga detrás que arree. Y que menos competencia por ahí el día de mañana para mis (hipotéticos) nietos.
Y, a propósito, me viene a la cabeza en el acto lo que me contó mi hijo en cuanto llegó a la Universidad danesa en la que se encuentra: que es regla de la misma que las clases deben ser en inglés cuando está matriculado de la asignatura algún alumno extranjero, aunque sea sólo uno. Esos daneses deben de ser unos apátridas, ¿no?
Aquí dentro de nada nos incentivarán a los profesores por impartir nuestras excelsas enseñanzas en lliunés o blable. Y todos a hacer cursillos para aprender a hablar nuestra lengua nativa (¡?). Por la cosa universal de la Universidad, ¿sabe usté? Ah, y para ser progres de veras.

20 marzo, 2006

Pateras y botellones.

Mueren a cientos los que, desesperados, perseguidos por la miseria, azuzados por el hambre, sitiados por todas las carencias imaginables y otras que no podemos ni concebir, se lanzan a cruzar los mares con resolución suicida. Quieren poner el pie en nuestra tierra para trabajar, para comer, para tener un lecho, para ganar algo de dinero, para socorrer a los parientes que quedaron allá en el villorrio o en las tiendas del desierto. Vienen dispuestos a soportar los peligros, las humillaciones, el desprecio, la discriminación, lo que sea, pues se juegan la vida para escapar de todos los padecimientos y de la muerte más horrenda, la muerte por hambre. Porque no tienen nada, nada.

Viven como pachás, bien alimentados, vestidos a la última, mimados desde el nacimiento por todo lo que puede dar el confort y lo que cree que les debe una sociedad ahíta. Cualquier esfuerzo les parece exceso, cualquier exigencia, injusticia. Si la vida les pone un solo obstáculo, mínimo, ante el paso de su divino pie, concluyen que no merece la pena vivir y que este mundo es una mierda. Si algún osado les recuerda que en el mundo hay cosas más importantes y urgentes que comer a capricho y cagar, se tienen por afrentados y responden violentos. Necesitan perentoriamente evadirse del hartazgo, del aburrimiento, vomitar el hastío, digerir la abundancia que los desborda. Porque tienen todo, todo.

Yo tengo la solución, se llama trueque. Que vengan aquéllos para acá y llenen nuestras aulas, nuestras calles, nuestros parques. Que lleven a éstos para allá y sepan lo que es tener que ganarse la vida en serio en lugar de vivir de esos tres supremos estúpidos: papá, mamá y Estado. De una puñetera vez, ya mismo.

19 marzo, 2006

De León a León.


Hoy me he dado un garbeo. He pasado el día en León, Nicaragua. Por ahí tengo algunas fotos buenas, pero no hay manera de subirlas por el momento.
Mañana a mediodía emprendo el regreso: Managua-San José-Madrid-León. Si todo rueda -vuela- bien, en unas veintitantas horas después de salir de aquí estoy en casa.
Aquí nos vemos el lunes o el martes.

Reencuentro

Es curioso que uno acabe por reencontrarse a sí mismo en los hoteles. Son las 23 horas del sábado. He cenado solo en el hotel. Antes he pasado el día viajando un poco por este país y conversando mucho con el conductor que me llevaba, con el que he hecho muy buenas migas. Buena persona, sandinista noble, activista en su barrio, con una historia peculiar a sus espaldas, como ocurre en esta tierra con todo el que tenga más de cuarenta años.
No estoy acostumbrado al tiempo libre sin rutinas ni compromisos ni prisas, sobre todo prisas. Y ésta es la situación ideal para sorprenderse a uno mismo tomando decisiones. Decisiones mínimas, escoger entre cosas tales como seguir con la novela a medio leer, mirar los periódicos patrios en internet o zapear los tropecientos mil canales en busca de alguna película. Y uno sabe que ahí fuera hay vida, y gentes, pero no estoy motivado para explorar, ando remiso. Y aquí dentro, solo, las alternativas más simples se tornan elecciones complicadas. Me doy cuenta de que habitualmente no elijo, únicamente sigo mis propios automatismos, los rituales de mi desorden. Por eso, ahora, hay unos pocos instantes que se me hacen abismo y la sensación es tan extraña que no sé si me siento bien porque me parezco mi dueño o si es la soledad la que está aprovechando su ocasión mientras pondero mis elementales opciones. Casi entiendo a la gente. Pero se me pasará enseguida, no hay problema.

18 marzo, 2006

Botellón

Un frecuentador de este blog que firma como Vosgo y que, por lo que alguna vez ha indicado, trabaja en la misma insigne institución que un servidor, ha colocado por ahí abajo un comentario sobre el asunto,tan en boga,del botellón. Como es tema polémico y nos puede dar lugar a una buena agarrada aquí a unos cuantos, subo a primera plana su texto y me asigno a mí mismo lugar entre los comentaristas.
Nuestros jovenes y la protesta del botellón. Por Vosgo.
Felicito a nuestros jóvenes, futuro inminente de una sociedad cada vez más justa e ilustrada. Me maravillo de su gran capacidad de convocatoria para luchar por las causas más nobles, y además sin dejarse manipular, que tiene aun más mérito. Es que me sobrepasa el gozo que siento al ver cuáto intelectual pulula cerca de mí cuáta cabeza tan bien amueblada y afín a la batida de records, cuánta gente joven (pero sobradamente preparada, que decía el anuncio) haciendo tambalear el actual sistema español de desarrollo insostenible. Y además lo hacen, fíjense bien, usando las nuevas tecnologías, ésas que se basan en pulsar las teclas de un ordenador con el fin de generar información que se expande en un universo de fibra de vidrio y ondas, y que puede intranquilizar la conciencia de un ciudadano a miles de kilómetros de distancia si no acude a la llamada de la muchedumbre. Mientras en Francia los universitarios protestan por la precariedad laboral y llaman la atención mundial usando la violencia, aquí nuestros entusiastas estudiantes, y otros que no lo son, vayan o no a la Universidad, optan por la algarada subversiva y ejemplar del agrupamiento rebañil para llenar de aire un elevado número de botellas que previamente contenían licor y refresco. Si es que así, ¿quién no quiere ir a la Universidad?, ¿quién no desea hacer causa común del abrevaje público y placentero como remedio de la perversión moral del ser humano y de la carencia de cultura que acecha al futuro? Si muchos literatos y artistas han pasado a la historia como unos alcohólicos y juerguistas, ¿con que ánimo puedo yo reprobar a todos estos (ojalá haya excepciones) nuevos ilustrados, mejores literatos, preclaros científicos e insignes artistas que jalean el acto libre y masivo del botellón, aunando la “noble” y gran causa de la universalidad universitaria con las modernas tecnologías, el libérrimo albedrío, la libertad de expresión mal entendida (y peor empleada), el soberbio manejo de automóviles tuneados, la asiduidad a dar la nota, el gusto por el mucho ruido (las más de las veces innecesario)...? Me quito el sombrero ante tal pléyade y pido a la providencia que sean ellos quienes a partir de ahora rijan los designios de la humanidad. Por ello brindo al sol.

Para qué vale un doctor en Latinoamérica.

Tranquilo todo el mundo, no voy a hablar de médicos.
Sin ánimo de exagerar o de presumir demasiado -lo justo nada más-, creo que habré impartido cursos, seminarios y conferencias más de cien veces en universidades latinoamericanas. Y que habré pateado mas de una treintena de tales universidades. Ya voy conociendo el percal. Y hay algo que no deja de sorprenderme. Esas instituciones son para sus profesores propios mejor formados como Saturno devorando a sus hijos. Los agotan, los exprimen, los secan en trabajos de gestión. Será tal vez porque a ellos les gusta -sarna con gusto...-, pues alguno -muy pocos- conozco que no se deja y no le pasa nada. Y reconozco también que algo de eso ocurre en España, donde en lo mejor de su madurez intelectual cualquier cátedro se hace vicerrector o cosa así y hasta luego Lucas, a hablar todo el día con concejales y/o marujos y a tomar por la retambufa la investigación y todo el cuento. Pero sigamos con los colegas de Latinoamérica.
Me llaman la atención especialmente los que son doctores. Casi todos han hecho un gran esfuerzo por viajar a Europa y aguantar unos años de estudio intenso y sacrificado en condiciones no siempre fáciles. Unas veces los financian sus universidades, otras se agencian una beca de algún otro lado, otras se lo pagan como pueden, unos mejor y otros de pena. Pero el caso es que acaban haciendo una tesis doctoral entre digna o muy buena. Y luego regresan a sus países y sus centros. Y si te ví no me acuerdo. Ni un puñetero libro nunca más. De inmediato a dirigir algo, a mandar mucho, a rodearse de secretarias, a atiborrar agendas, a estudiar la futura reforma de los jardines del campus o la renovación del mobiliario de las aulas o la organización de una maestría sobre la cría de lombrices en cautividad. Y el caso es que yo los miro y los veo bastante felices, tal vez porque esa birria de poder en sus países es mucho, o es buena palanca para trincar un día despacho a la diestra de algún preboste, o plaza de magistrado auxiliar de alguna corte constitucional de intachable andadura técnica y democrática. Pero en el fondo sigo sin entenderlo.
¿Por qué no se encomienda la gestión universitaria a administradores profesionales o a profesores que no valen para otra cosa -los hay a patadas de los que harían eso muy bien y, en cambio, con un libro en las manos son carne de urticaria- y se pone a éstos, que algo han demostrado ya de su capacidad investigadora, a enseñar a investigar a otros y a seguir investigando ellos? Sí, sé la respuesta. Porque a la inmensa mayoría de las universidades privadas el rollo investigador les importa un bledo, van sólo a la caza y captura del vil metal y únicamente quieren a sus doctores de escaparate y señuelo; y porque casi todas las universidades públicas del subcontinente no son más que un comedero de politicastros frustrados con afanes de pisar moqueta en el próximo cambio de gobierno. Todo, por supuesto, con sus correspondientes excepciones, que son pocas.
Qué lástima.

17 marzo, 2006

Sin título.

Yo iba a escribir aquí algo de lo de siempre, monotoñía, pero me paré a considerar que había leído hoy un texto que me pareció extraordinario y que merecía primera plana en este modesto rincón del ciberespacio. De tanto leer ya no entiendo de literatura, como aquí confesé ayer mismo, pues no me gusta mucho de lo que según Babelia o El Cultural o ABCD de las Artes debería gustarme. Así que no me hagan caso. Pero este texto me parece literatura de la buena. Es del anónimo habitual de este blog, casi socio fundador.
Me he permitido meter mano en la puntuación y en alguna errata, aunque lo primero es muy delicado en un texto como éste. Espero que su autor no me lo tome a mal. Manías de profesor.
A ver si les gusta y lo animamos a que escriba más.
Quería comentarle, ayer venía dando un paseo desde la casa del hijo mío a la mía cuando por ahí por la calle Cervantes, enfrente del bar Madrid, a la altura del solar que se halla enfrente, oigo como una sicofonía de esas, que más o menos decía : "Perras, julais", como con la voz de la Elisa, una de las últimas trotadoras que anduvieron conmigo. Me paré brevemente, mirando al solar y algunos recuerdos llegaron, ahí en ese solar estuve yo "hospedado" en el ya derribado 1º izqda, conocido en el barrio como Harlem. Ahí recalamos entre 1993 y 1996 un equipo cojonudo de lo que la sociedad bien denomina mangantería. Pero esos recuerdos no son buenas compañías para un licenciado en Derecho y continúe. Al llegar a la plaza del Espolón me dije ¿Qué será del Harry?, el titular del alquiler que fue lanzado de allí por la autoridad ante el impago de la renta, y como sé que fue realojado por la misericordia de una tía suya, la sra. Carolina, en las casas viejas de la calle Vázquez de Mella, y como quedaba al lado, voy a hacer una visita al deshauciado para cumplir con las bienaventuranzas y tal.
Me planto allí y me abre lo que queda del Harry, más que nada narices a lo Robert de Niro o Lee van Cleef, 60 kilos de peso escasos y 46 años de existencia terrestre, con sus calzones y una camiseta y sus pies como descalzos y una trompa como un piano. El ¿piso?, bueno, no tan malo como los de las 3000 viviendas de Sevilla, pero medalla de plata; eso sí, limpio.Coño, el saludo, el abrazo, las palmadas, el acomodo, ¿cómo por aquí?, le comenté lo de la sicofonía de la Elisa, o sea, me dice ¿te estabas acordando cuando éramos unos fenómenos? No precisamente me recordaba como un fenómeno, pero en fin. La Elisa, recuerda él con su borrachera, me acuerdo cuando llegaste a casa un día y me dijiste, hermano, estoy enamorao de una calí, ¿qué causas fue eso?, pero qué ibas a estar enamorao de esa que era una drogadiza. Me sonrío, se dirige a por otra garimba yo cojo un vaso de agua, voy a ver el telediario de las 10 en la dos.
Sale el presidente y comienza un monólogo de mi amigo, disculpable por su borracherón, pero significativo de alguien de los calificados por Ignacio Aldecoa como los desheredados : Este hp de presidente que está ahora mismo no trabajó en la vendimia, trabajé yo, el niño este estaría seguramente estudiando, yo también a los niños como él los he estudiao mucho. Si él se hubiese metido en una montaña como yo y se hubiese tenido que montar en una puta mula y se le hubiese resabiao la mula, hay que pegarla una patada en la puta boca para que tire padonde tú quieras. ZP, eres más que papá Noel, qué vergüenza para mis adentros que me gobierne un tipo de éstos que está consintiendo de todo, digo lo que siento ahora, no después ni antes.Trago largo de cerveza, me mira como emparanoiao y dice : me voy a morir, pero bueno, es igual, como todos. ¿Quieres un poco de congrio? me acerca un plástico dónde hay pescao con salsa Uaaa, Uuuu, Oó que bueno está esto hijo. No me apetece hermano . Me dan ganas de comerlo frío y ataca al pez con los dedos y a desgarrar.
Mira ahí sigues teniendo a tú presidente. ¡El tuyo! el mío no es, no me gusta ¿a mí quién me preside la vida?, nadie, en cada ciudad mandan los pesebres, no sabe uno dónde empezar. Es muy blando ZP y las blandeces atraen a los terrenos y los terrenos son de los españoles. Absorbe el congrio escupiendo espinas y las manos ya están empapadas de diminutos trozos de pescado y salsa verdosa, eructa sonoramente. Digo yo p'al rey.
Sale en esos momentos la vicepresidenta indignadísima con el Zaplana y mentando las Azores, dice el Harry monologando ojú, el trío de las Azores era un pacto de piratas, dentro de los piratas hay mucha piratería, hay comandantes de mar, de tierra y guerrilleros de tierra mar y aire, la vida de cada persona no la puede dirigir absolutamente nadie y nos la quería dirigir Aznar y éste que está ahora mandando que no lo quiero ni ver. Cuando el ejército era el ejército era un ejército, ahora es un cabaret. Me mira, estoy tan frío que me voy a morir, estoy tan ausente que me como a toda la puta provincia si me dejan que es puta masa.
Los deportes y dice el Real Madrid hace el perro, al Real Madrid lo fundó un catalán, ¿no lo sabías?, pues estudia un poco. Más cerveza y a cantar : Ya lo dijeron que te casaste hace un mes, y me quedé tan tranquilo, no canta mal mi amigo, no. Me vuelve a mirar como emparanoiao, cuando nos vayamos todos y nos tiren a unos en cenizas y a otros en tierra de qué les vale tanto narcisismo a la gente , pero bueno ¿qué queréis conquistar?, debilidades en muchos aspectos.
Hermano espiritual, en Harlem estábamos muy desarrollaos y otros en procesión, fue una experiencia muy bonita (el enganchón que teníamos de bonito nada, pensé para mis adentros, no quería cortarle el rollo en su casa), Harlem fue Harlem con dos cojones al final cada uno fuimos por cada lado y yo me he quedado solo, y mira que pasaron por ahí mujeres y sabes que algunas se acostaron en mi cama que a mí ni me apetecía porque eran tan drogadictas que no me apetecía, pero a veces me apetecía sin apetecerme y sin circunstancias amorosas. Anda, hermano, que el primer drogadicto allí eras tú y el segundo el Azcona y el tercero ya cualquiera, porque entraba allí cada elemento/a hasta que empecé a cortar a la gente. Hermano, me corta, tengo las manos friísimas me voy a morir, ay, Otebel (Dios), estoy hasta los cojones, quiero marcharme adonde nadie me vea porque soy muy leonés y muy español. Más alcohol, para un poco, ¿qué más da?, mira ZP, es como Federico de Quevedo, parece un barbó mariquita, me gustaría que se expresase con sus putos ojos y no con esa sonrisa. Chari, chari cuul, canturrea de repente. Ojalá triunfes tú, hermano, en tu vida, yo también viviré a mi manera, a mis cosas, lo único que nunca tendré dinero, nunca lo he tenido y aquí estoy.
Le digo sabes lo que me apetecería ahora, más que nada en el mundo, que estuviesen aquí con nosotros tu chavala la Erika y mi ex-amor la María la pública, ¿eh mangantón?, las recuerdas, muerticas ya las dos están, piensa en ellas, piensa en algo bonito joder, que te está oscilando la mente con tanto alcohol. Hermano, Erika fue en ciertos momentos y a mi manera mi amor, tenía los ojos enamoraos conmigo y verdes cuando se acabó el enamoramiento, me quiso tanto que creo que su alma me la he llevao yo como tú con María. ¿Por qué la llamaban la pública?, que yo sepa no estaba tan follada. Qué más da.
Y de repente, no se por qué, y por eso escribo esto, me dice, ¿soy inculto yo?, medité y le dije, pues para muchos profesores seguro que sí. Hay muchos que pasan frío, muchos en la conciencia y otros en el bolsillo, mira si sé filosofía.
Le abracé un buen rato, ya volveré otro día plasuco (hermano), cuando camele tu pijo y hablamos otro rato.
Y me largué.

16 marzo, 2006

Progenitor de filosofías

Cullons, son aquí en Nicaragua las 22:30 y en España las 05:30. Y recibo un correo de mi amigo Paco datado de hace veinte minutos. Pero, hombre, qué haces levantado a estas horas. A lo que íbamos. Me da la gran noticia filosófica de la década. Va a tocar desempolvar los trastos de pensar. Tengo que repasar mis conocimientos de dialéctica, ontología, epistemología, papiroflexia y genuflexión. Me va a costar, porque la empresa se las trae, pero prometo que antes de un lustro presentaré aquí mis conclusiones sobre el feliz hallazgo. ¿Que qué hallazgo? Ah, pero ¿no se han enterado? Al parecer el portavoz del Gobierno de la nación de naciones ha afirmado en el día de autos que ZP es "postmaterialista". Esta sí que va a ser buena. Este hombre en cuanto acabe sus cinco mandatos se nos va de maître à penser a la Sorbona. Me refiero a la Universidad de ese nombre.
Bueno, me voy a la cama, que mañana a las seis tengo que estar disfrazado de profesor.
Continuará.

Me insultaron

Hoy he sido insultado. Se me ocurrió ir a mi clase con una indumentaria inusual en mí, o tal vez un poco fuera de lugar, no sé. Una estudiante levantó la mano y me dijo: "a ver si deja los disfraces y se viste de una vez de profesor y da sus clases como es debido". Yo me indigné muchísimo y le grité: "¡feminista!
Para mi consuelo, gran parte de los varones que estaban en el aula se levantaron y salieron en actitud de protesta por el ataque sexista que yo había sufrido. Gracias, compañeros.

Muerte en la rectoría.

.-) Que nadie se alarme. Me refiero a la novela de Michael Innes que lleva ese título. En los pocos ratos libres trato de seguir leyendo algo de literatura. Días atrás terminé la novelita de César Aira titulada El Mago. Un peñazo. O yo ya no estoy para literaturas o cuanto más leo menos entiendo, no sé. La inmensa mayoría de los autores santificados por la crítica fetén me parecen unos sosos y unos insustanciales de cuidado. Pero, tranquilos, el defecto es mío, faltaría plus, quién soy yo, señor, para cuestionar el neocanon.
Pues, para compensar y que la lectura volviera a entretenerme en lugar de obligarme todo el rato a preguntarme qué carajo hago yo leyendo esta cosa que-ni-me-divierte-ni-me-enseña-ni-me-da-goce-ninguno, me he metido con una novela negra, un clásico. Y sus primeras palabras me dejan tieso. Son éstas:
"Los profesores y académicos de las universidades de Oxford y Cambridge se cuentan, indudablemente, entre los hombres más morales y equilibrados del mundo. No hacen nada indigno, no obran por impulsos, ni actúan con precipitación. Por lo común, los asociamos con la sabiduría, el desinterés, la actitud siempre distraída y las manías inocentes, que los hacen aún más simpáticos".
Cáspita, casi no paso de ahí. Me quedé pensando si eso tenía algo que ver con los profesores que yo conozco en la tía patria (madre patria ya no hay, ta prohibido por la political correctness, que es una censura nueva y muy mona. Creo que dentro de poco se va a poder decir patria progenitora para referirse a lo que castizamente se denominaba antes la patria chica; pero aún no es seguro), en cualquiera de las universidades de la piel de toro (olé el eufemismo y viva la retórica). Pues va a resultar que no, me contesté a mí mismo.
Bah, a lo mejor el Innes estaba de guasa y tampoco los de allí son tan así; quizá ni siquiera lo eran en 1944, cuando publicó la novela.

15 marzo, 2006

Teoría de la ciudad latinoamericana

Yo había prometido aquí que iba a hacer de corresponsal en Nicaragua y resulta que no tengo casi nada que contar, porque no me estoy enterando de nada de lo que pasa a mi alrededor en este país. Mañana y tarde hablando y hablando ante los muy atentos -en el doble sentido de la expresión- jueces nicas y después de las cinco metido en mi hotel trabajando un poco. Pero me pregunto adónde podría ir si quisiera moverme de aquí. Iba a decir que en estos días no he pisado la calle, pero es que aquí las calles no se pisan. Las gentes con las que trato nunca andan por las calles. ¿Entonces para qué están las calles? Para que pasen los coches que trasladan a las personas de un lugar a otro. ¿Y nadie camina? Pues sólo los que no tienen otra manera de moverse.
Y en esos pensamientos estaba yo hace unos minutos, mientras cenaba solo -y huyendo de las locuacidades ajenas, lo confieso, pero guárdenme el secreto escrupulosamente- cuando se me ocurrió lo que pomposamente podemos llamar teoría de la ciudad latinoamericana. Vale para todas las ciudades de este subcontinente que conozco, excepción hecha de Buenos Aires, que, como bien se sabe, es una ciudad europea sin europeos -esto último va a jorobar a más de uno- instalada en Argentina.
Esa teoría se compone de dos tesis, que enuncio y que renuncio -de momento- a desarrollar por extenso. La primera tesis versa sobre las calles de tales ciudades, y dice así:
Por las calles de estas ciudades nunca caminan los que tienen en ellas algo que perder y nada que ganar; y sólo andan los que tienen en ellas algo que ganar y nada que perder.
Así que en las calles jamás deambula nadie que cuente con ingresos fijos y un mínimo nivel de vida. ¿Y ésos no salen de casa, no pasean? Sí, van a los centros comerciales. Lo que nos lleva a la segunda tesis, complementaria de la anterior:
En las centros comerciales latinoamericanos se concentra toda la gente que no necesita comprar nada pero podría comprar algo -o mucho-. Mientras que los que no se encuentran allí son los que necesitarían comprar algo -o mucho- pero no pueden comprar nada.
Por eso en estas ciudades la separación de las clases sociales no es meramente económica o de status, es también física. Cada uno en su reducto, en su reserva. Para los pobres la calle. Para los no pobres los centros comerciales. Para los más ricos los clubes sociales de alto standing.
Es bastante práctico, sí. Les da sensación de normalidad y de orden.

14 marzo, 2006

Qué pena

Leo en La Vanguardia la información sobre la muy valiente y ejemplar Ayaan Irsi Ali, parlamentaria holandesa de origen somalí, que ha presentado en España su libro Yo acuso, editado por Galaxia Gutenberg/círculo de lectores. Lean la información, no tiene desperdicio. Yo me quedo con esta frase:
La autora "clama por una época ilustrada para el islam y por que Occidente contribuya a la generación de un Voltaire del mundo musulmán. La autora, educada como una buena musulmana -"el islam era nuestra ideología, nuestra política, nuestra moral, nuestro derecho y nuestra identidad"-, huyó a los 23 años de un matrimonio concertado con alguien a quien no conocía. Se instaló en Holanda, donde estudió Ciencias Políticas e ingresó en el Partido Laborista holandés, donde inició una intensa actividad en favor de los derechos de la mujer en el ámbito musulmán que la lleva a figurar entre las cien personalidades mundiales más influyentes según la revista Time".
Uno lee eso y dice: pues ahí estará todo el feminismo y todo el pensamiento de izquierda batiéndose por las nobles causas de esta mujer. Pero llega luego la decepción:
Tras el atentado del 11-S en Nueva York, Hirsi Ali decidió abandonar sus creencias musulmanas "porque no había diferencia entre lo que decía mi religión y el mensaje póstumo que dejó Mohamed Atta". Al año siguiente, Hirsi Ali abandonó el Partido Laborista e ingresó en el Liberal, desencantada con una izquierda "que tiene una marcada tendencia a culparse a sí misma y a considerar al resto del mundo como víctima".
Miren eso último, una izquierda que tiene una marcada tendencia a sentirse culpable. Creo que es caritativa la mujer. Lo que hay en la izquierda es mucho chorras. Al lado, naturalmente y sin la más mínima duda, de gente absolutamente sincera, noble y entregada a las mejores causas. Pero los chorras abruman. En el caso de autos, uno se imagina la conjunción de chorriculturalistas y sectarios haciéndole la pinza. Los primeros, antes, diciéndole a la buena mujer que hay que respetar las señas de identidad de otras culturas, incluida esa religión machista y maltratadora, y que no se haga cómplice del imperialismo y el etnocentrismo occidentales. Manda güevos. Y se imagina uno ahora a los y las izquierdistas de posse fisna haciéndole el vacío porque se ha pasado al Partido Liberal holandés. Manda más de lo mismo, esa es la parte sectaria de nuestros progres. Prefieren a De la Vega, que es de los suyos de ellos/as, porque defiende mejor los derechos de las mujeres oprimidas.
Y unos por otros, la casa sin barrer. Al final los que le dan el premio a la tolerancia son los de la Comunidad de Madrid y la que hace de anfitriona en la presentación de su libro es Esperanza Aguirre. Manda again. Enésima muestra de que el mundo político se ha colocado al revés: tiene toda la pinta de que la lucha de las mujeres musulmanas por su liberación de las cadenas de la religión, la miseria y el machismo más putrefacto la va a apoyar más la derecha europea que la izquierda europea. Manda... insisto.
Aunque, pensándolo bien, tal vez no haga falta una gran lucha: con la alianza de civilizaciones se convierten todos los bestias al feminismo, la democracia y el Estado social, seguro.

Mangalicas, cerdos y reyes. Por Francisco Sosa Wagner

Para saber lo que es el mangalica hay que estar muy versado en veterinaria. Yo no lo estoy pero, según me he informado, se trata de una raza de cerdos que, asentada en Hungría, comparte orígenes con nuestro cerdo ibérico, son por tanto entre ellos parientes lejanos, que se felicitarán las navidades y se llamarán por teléfono de vez en cuando. Se ha asentado en una región que hay entre el Danubio y los Cárpatos, una llanura de fríos y nevados inviernos y de secos y cálidos veranos. Las condiciones perfectas para formar buen panículo adiposo, capital para que la carne llegue a tener “señas de identidad”, y para la curación del jamón. Tienen un pelo rizado que les asemeja a un muñequito, lo que les da un aspecto entrañable, un truco que emplean para ganarse nuestra confianza. Es el rey de la grasa y empieza a entrar en las tiendas finas españolas porque el buen degustador sabe de las propiedades notables de este animal singular. Una joya gastronómica.
Lo curioso, que el lector debe recordar, es que Hungría formó parte del Imperio austriaco que se empezó a llamar austro-húngaro a partir de 1867, cuando al emperador de Viena se le ocurrió firmar un “Compromiso” con los díscolos nacionalistas húngaros. Tal acuerdo entregaba todo el poder a una clase política húngara sedienta de privilegios que lo utilizó para sojuzgar a las minorías no húngaras e imponer el idioma magiar. Desterraron el alemán y solo más de un siglo después, cuando los húngaros han descubierto la libertad, tras la caída del Muro, han vuelto a empezar a aprender las declinaciones endiabladas alemanas, conscientes de que con el húngaro no irían muy lejos y de que el alemán era el vínculo más a mano para volver a relacionarse con Occidente. Por supuesto que esa entrega del poder a los húngaros en 1867 marcaría el comienzo del declive del Estado austriaco que se extinguiría en 1919 para reaparecer en la miniatura que es hoy.
Pero me he perdido y vuelvo con el mangalica. Bonito bicho. Los españoles mandaban todos los años, en el reinado del emperador Francisco José I, al concurso de cerdos de Viena a nuestro castizo ibérico pero nunca ganaba la medalla de oro que era para el pariente mangalica. Se trenzó una red de espionaje veterinario para saber cómo se alimentaba y cómo vivía aquel endiablado bicho que ganaba todos los certámenes. Hay que saber que la corte del emperador era una maravilla en punto a ocios y buen yantar, de mangalica y de los grandes postres dulces que son hoy orgullo de aquella tierra austriaca. El emperador, abandonado -de hecho- y muy pronto por su mujer (Sissi, una histérica refinada) hasta bien entrado en la ancianidad supo consolarse buscando a jóvenes súbditas para aplacar su fogosidad, como lo demuestra el siguiente cotilleo (difundido en las memorias de Alma Mahler-Werfel): la mujer del gran compositor Alban Berg, Helena Berg, era hija ilegítima de su majestad imperial, habida con una cestera cincuenta años más joven que él y con la que trabó relación en uno de esos paseos estivales de madrugada a los que tan aficionado era el soberano y que le servían para entonar las neuronas antes de engolfarse y dar vueltas a los escritos de su complicado gobierno imperial, urdimbre de fragmentos traviesos.
Aquella joven cestera compartiría con el emperador buenas lonchas de mangalica para reponer fuerzas del trajín entre las sábanas con el fogoso y valetudinario coronado. A lo lejos, oirían siempre los acordes agobiantes de la marcha “Radetzky”, compuesta por el viejo Strauss, interpretada por una banda militar implacable -no es fácil saber por qué hoy se toca en España con ocasión de la Navidad y Año Nuevo y es además seguida por un público que a buen seguro ignora su significado-.
Los Habsburgo reinaron en Austria pero también en España como sabían antes los alumnos de Bachillerato. De manera que, durante un trecho de la historia, hemos compartido familias de reyes y de cerdos. Dicho sea con todos los respetos y desde mis hondos miramientos monárquicos.

13 marzo, 2006

Espejitos y espejismos.

Converso todo lo que puedo con los nicas. Claro, puedo sobre todo con la clase dominante. Al fin y al cabo, estoy en un curso para jueces que se imparte en una universidad privada y financiado por dinero danés. Más cosas de la globalización esa que dicen, supongo.
El caso es que son muchos los que, al verme así, todo informal y diciendo hasta tacos en clase, vienen muy contentos a expresarme su sentimiento político más hondo. Y el tema es que qué gran hombre de Estado ese Zapatero, qué tipo valiente, qué manera de plantarle cara al imperialismo yankee, qué gran alianza de progreso la que está forjando con los compañeros Chaves y Fidel. Yo miro y luego callo, al menos todo lo que puedo. Quien le escribía versos, dime quién era, quién le mandaba flores por primavera. Quién cada veintiocho de diciembre... ¿o era otra fecha?
Me despierta el mayor respeto cuando se explaya de tal manera el conductor que me ha puesto la Universidad para mis trayectos laborales. Es un trabajador que gana cuatro perras y trabaja tropecientas horas, sandinista comprometido con su gente y con su barrio. Nada que objetar. La fe del pueblo merece la mayor consideración. Y que hagan lo que puedan.
Otros, la mayoría, son gente bien acomodada, jueces de origen digital y clase social satisfecha. Algunos estoy seguro de que podrían comprar hasta mi alma, tanta es su pinta de tenérselo bien montado.
No sé muy bien si decir lo que pienso o pensar lo que digo. Cuando amago con la crítica y la desmitificación me miran con cara de que yo debo de ser accionista de la Shell y primo del general que mandaba las tropas que invadieron Iraq. No sé si sabes lo que te quiero decir, hija.
Con lo fácil que sería decir que sí y que mire este otro espejito, todo lacado y con pedrería. Y que si me compra cien para todo su barrio le regalo a usted una botellita de vino para que la disfrute con quien quiera, que ya sabe que yo soy de toda confianza.
Bah, no tengo espíritu de conquistador hispano. Soy la vergüenza de la raza. No me entero de nada. Ni siquiera estoy al tanto de la revolución en marcha. Qué calamidad.

El gran maestro de los demócratas airados

Qué bárbaro. Ya me iba a la cama, después de una cena en la que un colega locuaz hasta el espanto no dejó a uno solo de los demás comensales decir esta boca es mía, ya me iba a la cama, digo, abominando por enésima vez de la humanidad verborreica, cuando se me ocurre darme un paseo por la red -qué vicio- y me encuentro la joya que quiero compartir con ustedes.
Qué tipo, qué tremendo. Me refiero a Pérez Reverte. A uno les gustará y a otros les provocará urticaria, normal. Yo mismo lo vi hace unas semanas en la tele y casi desenchufo el trasto, pues se ponía chuleta en demasía. Pero, ay, amigo, me descubro ante sus mandobles. Cómo zurra este hombre. Y cuantísima razón suele tener cuando embiste a toda la caterva de pijos, descerebrados, inútiles e ideales de la muerte. Yo creo que los que andamos siempre medio quemados con el país (con minúscula, pero...) deberíamos fundar una asociación de demócratas airados (DAI: Demócratasa AIrados; y en bable significa dale, jeje) y nombrarlo patrono mayor.
Bueno, menos rollo. Quería decir que nadie se pierda su artículo en XLSemanal, per lo que sólo tiene que pinchar aquí.
Salvaje. Una pasada. No hay por qué estar de acuerdo en todo, ni en la mitad siquiera. Pero que retrata de maravilla a los capullines que nos mandan, quién lo puede negar.

12 marzo, 2006

El enigma de los blogs

Este fin de semana viene en Die Zeit el enésimo artículo sobre el significado social y político de la avalancha de blogs. Las cifras son impresionantes. Se calcula que en el mundo hay actualmente unos doscientos millones de webblogs, y la progresión es imparable. Y véanse estas cifras sobre el reparto de tal cantidad: en China hay más de 30 millones de blogs, en Corea del Sur 20 millones, en Japón 10 millones y en la India 1,2. Son 600.000 en Holanda y sólo 300.000 en Alemania. Aunque las cantidades totales se dividan por cuatro para tener el número de los que se mantienen y actualizan con regularidad al menos semanal, sigue tratándose de cantidades espectaculares.
Todos los expertos, reales o que se imputan tal condición, se preguntan sobre cómo será el futuro y qué efectos tendrá semejante explosión. Parece que la preocupación de los regímenes dictatoriales y autoritarios es enorme ante ese fenómeno comunicativo que se les escapa de las manos. En Irán, por ejemplo, donde se dice que existen unos cuantos cientos de miles de blogs, hay varios "blogueros" encarcelados, tal es el afán de los teócratas de allá por controlar el tremendo potencial resistente y rupturista de este medio.
Hace poco alguien me contaba que en Norteamérica muchas revistas científicas están soportando mal la acometida de los blogs y que se empieza a pensar que reside ahí el futuro de la comunicación y el intercambio académico de ideas. En España hay quien ya cuelga cada día en su blog materiales jurídicos que luego colectivamente se analizan y comentan, en ese espacio, entre especialistas o simples aficionados. Todo más vivo y real que los contenidos de esas revistas que se apolillan en los anaqueles de las bibliotecas universitarias, caras y vírgenes.
Tiene uno la impresión de que hay una sociedad virtual u oculta que ha encontrado su manera de trascender los límites de la sociedad real. Ya he dicho aquí varias veces que me asalta muy frecuentemente la sensación de que apenas hay con quién mantener un rato de conversación decente, que anda todo el mundo temiendo el juicio ajeno, el encasillamiento y la delación. Por la misma razón que hace tan poco seguras las encuestas sobre intención de voto, pues el personal ya no se fía ni del encuestador y teme que un vecino esté oyendo que va a votar al PP o al PSOE. Dice mucho sobre los miedos que nos atenazan y sobre sus fundamentos, en una sociedad crecientemente cainita y en manos de sicilianos vocacionales, y entiéndaseme rectamente la figura literaria (Un día de estos empezaré a contar sobre las consecuencias de algún post que aquí colgué sobre ciertos manejos. Por hacerlo a cara descubierta. A mí me importa un bledo el body de los sicilianos y los calabreses y toda su corte de celadores -¿he dicho "ce"?-, pero hay gente más vulnerable... o más ambiciosa... A lo que vamos es a que en este país tan tolerante y guay del paraguay el que se mueva no sale en la foto. Pues más madera, queridos colegas. Dentro de nada tocará hacer recensiones, jejeje. ¿Ven? Un ejemplo práctico de la importancia de la cosa: yo puedo colgar aquí lo que tal vez nadie querría o se atrevería a publicar. Y, de propina, lo que pongo aquí lo lee más gente del gremio, por la cosa del morbo y de que es gratis y secreto. Luego habrá dos o tres enanitos que corran y se den codazos para ser los primeros en lo de "jefe, jefe, mire lo que ha dicho este malón, no hay derecho, qué poco respeto". La monda, a ver cómo nos paran).
Pero luego la gente de bien que fundadamente teme las represalias llega a su casa, enciende el ordenador, se traviste y se desmelena. A lo mejor eso explica la sobredosis de pasión y de tensiones que se aprecia en gran parte de la prosa "bloguera". Es como el que, disfrazado, sale de noche a dar rienda suelta a sus pulsiones más auténticas. Por eso me parece que el anonimato, la política de nicks, es una parte tan importante de este invento, pues sin ella volvería la comunicación cibernética a ser tan represiva y castrante como la cotidiana. Las dependencias diarias, los temores y los chantajes se vuelven nada cuando alguien deja de hablar bajo el nombre que se le conoce en el trabajo, la familia y el vecindario y se viste con las galas de su nick. Transcomunicación se podría llamar ese fenómeno. Es como la separación afortunada entre el alma y el cuerpo, entre un espíritu que, por fin, se desata y se hace libre, y un cuerpo compuesto de dependencias sociales y vulnerabilidad. La libertad de expresión halla su quintaesencia desvinculándose del personaje social y haciendo que se exprese el individuo que piensa y siente sin ataduras.
Siempre que la sociedad habla, aunque sea así, con antifaz, es bueno para la sociedad y preocupante para los que la quieren adocenada y manejable. Las posibilidades de ejercitarse interpersonalmente en la reflexión y la crítica a través de los cauces públicos establecidos son muy escasas. Los partidos son comederos donde tejen sus estrategias más viles los desaprensivos que no tienen lugar decente donde caerse muertos o ganas de trabajar en serio; y no me obliguen a poner ejemplos, que no hace ninguna falta. Los periódicos son cadáveres conservados en formal por grupos empresariales y ante los que plañen desconcertados consejos de redacción. El movimiento asociativo no existe apenas, salvo que llamemos tal a ciertas cositas que una gente muy fisna y relacionada hace para sacarse unas subvenciones y pagarse unos paseos con el foulard de Arafat. Todo eso, partidos, sindicatos, asociaciones, medios de comunicación, constituye una superestructura que da apariencia de vida a lo que no es más que un cementerio en el que pastan las bestezuelas.
Por eso los blogs y los fenómenos similares son tan importantes. Porque el ciudadano que se sienta cada día o cada semana a ver qué se discute en sus páginas favoritas se ahorra tiempo de estar ante el televisor en actitud de rumiante manso, o de escuchar pasivamente y por enésima vez al tertuliano radiofónico que está más vendido que las discípulas de Madame Claude. Ese ciudadano se abre espacios de libertad, busca a sus afines, discute con los de ideas opuestas, construye opinión libre sin aquellas mediatizaciones. Contribuye a que la sociedad sea un caos de ideas, gustos y propuestas, en lugar del cercado en que nos quiere recoger esa panda de niñatos demagogos, ignorantes, banales y venales. Amén.

11 marzo, 2006

¿Dónde está Wally?

Mecagüendiez y entoloquesemueve. Esto de la foto es la vista de Managua desde la habitación de mi hotel.
Pregunta para iniciados: ¿se gastan los dioses alguna broma a mi costa? ¿Dónde está Wally?


El sistema

Es el que, en tiempos, se llevaba las culpas de todas las injusticias. Siempre que algo iba mal, que acontecía alguna iniquidad colectiva, que se hablaba de la mala distribución de las fortunas -en todos los sentidos de la palabra- en el mundo, la culpa era de esa misteriosa entidad, "el sistema". El sistema era opresivo, imperialista, violento, mentiroso, sibilino, ladrón. De todo. El sistema era la gran excusa, el gran invento. Ahorraba muchísimo esfuerzo intelectual, pues no había que pararse a diagnosticar con calma las causas de cada mal ni a pensar ponderadamente la terapia oportuna para cada dolencia social. En el origen de todos y cada uno de los padecimientos está la misma cosa, el sistema, y el tratamiento requerido para que este mundo deje de ser un valle de lágrimas y se convierta en un paraíso de lo más acogedor es sólo uno: acabar con el sistema.
El sistema era como la quintaesencia de cuantas deidades negativas han venido aterrando a los más ingenuos y sirviendo de excusa a los más pillos. Todos los demonios se resumieron en el siglo XX en uno, el sistema. Y toda la doctrina política reformadora se redujo a retórica hipnótica de un solo eslogan, reproducido una y mil veces por la parte más cándida de los que nos creímos progres y tocados por la mano de la dialéctica: terminemos con el sistema. Creo que era el sistema el que nos hacía hablar, así, a lo tonto, a humo de pajas, del sistema. Eso sí, tan monos con nuestras indumentarias alternativas al sistema y vendidas en sus tiendas.
¿Se imaginan que de pronto alguien dijera que todas las enfermedades del cuerpo humano tienen su origen en un único virus y que desterrándolo impondremos una salud universal sin límite ni tacha? Pues eso era el sistema, pero aplicado a los males sociales y como receta para construir el edén aquí mismo, según sales de casa a la izquierda.
Lo que no me explico muy bien es la razón por la que tan práctico recurso está desapareciendo de nuestras conversaciones. Creo que ha sido sustituido por la globalización. Ahora el coco es la globalización y el imperio del bien sobre la tierra se va a construir cuando nos desglobalicemos todos y sea el mundo un semillero de aldeas autodeterminadas y en comunión con la naturaleza circundante. Utopía que se difunde vía internet y se ratifica en reuniones periódicas en algún punto del planeta al que los muy aguerridos antiglobalizadores llegan en avión, iPod en mano y maldiciendo su suerte por tener que salir para la ocasión de los prados donde pasta el ganado de su tribu, supongo. En fin, dejemos a los antiglobalizadores globales para otro viaje y vayamos al mosqueo que me queda con lo del sistema.
Se me ocurren algunas hipótesis malvadísimas a propósito de lo del sistema. Reducido a su muy elemental contenido significativo, el sistema era la economía capitalista y su nervio estaba en su capacidad para fagocitar todo tipo de instituciones y prácticas, para contaminarlo todo, para adueñarse de todo. El capital compra cualquier cosa, se apropia de los países y las conciencias, coloca todo del modo que más beneficie a su propia multiplicación y hasta de la soberanía estatal o los derechos fundamentales de los individuos hace un puro guiñapo al servicio de la reproducción de su propio interés. Bueno, ése era en resumen -y casi por completo, la teoría no daba para mucho más- el argumento. Y me pregunto: ¿por qué no hablamos ahora del sistema, cuando parece que tiene una vida lozana o una segunda juventud? Estos días leíamos la polémica en EEUU sobre la gestión de algunos de los más importantes puertos de aquel país por una empresa con capital de los emiratos petroleros. Bush tomó partido por el capital árabe, of course, y se las tuvo tiesas con el Congreso, que le paró los pies.
Da que pensar. El dinero del petróleo está permitiendo a un puñado de personajes con chilaba, de más que dudosa intención y de una reputación tal que uno no los quisiera a su mesa de domingo, adueñarse de las empresas estratégicas y más boyantes del mundo occidental. Parece que hasta presidentes y vicepresidentes se comportan como sus empleados de lujo, como insinaba Michael Moore en su Farenheit 9/11. Si mañana ese capital árabe abandonara EEUU, por ejemplo, la economía norteamericana posiblemente sufriría un golpe inimaginable. Y así sucesivamente. El petróleo da a esos personajes, nada amigos de democracias y libertades, un capitalazo con el que nos van comprando.
Hablar hoy de los grandes capitales que mueven el sistema capitalista es hablar de esos países atiborrados de dólares petroleros y militantes en la causa islámica. Y justo cuando el sistema son ellos, dejamos los progres de atacar al sistema y comenzamos a preocuparnos más por ser antiglobalizadores y, con ello, enemigos de cualquier propósito de universalizar la democracia, los derechos humanos y la igualdad entre los individuos al margen de su religión, su sexo o sus origen social. Qué casualidad, mira tú por donde. Justo lo que más les conviene a los nuevos dueños del cotarro.
Yo, paranoico y nostálgico, sigo atrapado en aquel tópico de que el sistema determina hasta nuestros pensamientos y compra nuestras intenciones, aun sin que nos demos cuenta. Por eso me da últimamente por pensar que mucha de la verborrea antiglobalizadora, antioccidental, antiamericana y multiculturalista es obra del sistema nuevo, el del capitalismo islámico, está financiada por él o, cuando menos, fomentada desde él. ¿Cómo? Ah, no sé, nunca llegué a entender cómo funcionaba el sistema cuando corrompía en su favor las conciencias. Pero haberlo, haylo, seguro. Y para sus fines se vale, otra vez, de los más tontitos, a los que hace creer que son la punta de lanza para liberarnos de la opresión, mientras que no son más que los pobres mamporreros de un puñado de jeques pervertidos.
Ah, por cierto, y cuando aquello, ¿no decíamos que es la religión el opio del pueblo? El sistema ya no permite que se hable del sistema ni que se critiquen sus nuevas herramientas. Pues vale.

20 horitas y... en Managua





Sí, veinte horas de nada.
El avión primero sale de León cuando aún no ha amanecido.

En Barajas, la T4 impresiona. Una auténtica obra de arte. Eso sí, hay que tomárselo con buenos márgenes, pues se hace más larga que una clase magistral a un estudiante consentido.

En el vuelo Madrid-San José compruebo por enésima vez lo que les gusta a los latinoamericanos destrozar cualquier comida acompañándola de coca-cola. Da igual que les ofrezcan vino blanco o tinto, ellos firmes en su coca-cola, y eso cuando no tienen cosas peores, como la gaseosa Postobón con sabor a fresa. Ideal para acompañar carnes o pescados, puaj.

Llego a Managua ya oscurecido, a las siete de la tarde, hora nicaragüense, a las dos de la madrugada en hora española.

Managua desde el aire da fe de su extensión. Paseándola en coche no se aprecia, pues las casas se esconden tras los árboles y se agazapan por temor a los terremotos. Camino del hotel, paso por la Zona Cero, fantasmagórica, pues apenas se ha vuelto a construir en ella, salvo algunos edificios oficiales, ya que está en la misma cresta -o como se diga- de la falla asesina.

Al salir del aeropuerto había como un olor a establo, palabra. No lo digo porque sea mala cosa; al fin y al cabo, allá por nuestros lares también suele oler a podrido.

Mañana estoy libre y trataré de hacerme una escapada a León -mira por dónde- ciudadad colonial que no me dio tiempo a visitar en la anterior ocasión en que vine a dar a estos amables andurriales.

09 marzo, 2006

Nos vemos con los nicas.

Mañana salgo para Nicaragua, hasta el día 20. Me comprometo a estar con la tecla dispuesta y la cámara atenta para contar lo que de particular vea por allí. Ya estuve hace un año por aquellas tierras y puedo dar fe de que es lugar de buenas gentes con recuerdos dramáticos de guerra y pesadumbre.
Curso de capacitación para jueces, precisamente, a seis horas diarias, treinta horas. Más lo que se tercie, pues siempre tratan de aprovecharlo a uno para que diga algo más en algún lado. Y casi sin cobrar, apenas con lo puesto. Bueno, sirva de modesta contribución con aquellas gentes. Me proclamo a mí mismo, para la ocasión, ONG unipersonal no alimenticia, y tan contento.
Hoy ya no me queda tiempo para ningún post que no sea éste de aviso. Hombre, podría contar por qué no me ha quedado tiempo para nada. Se me ha ido la mañana en contestar un puñado de correos atrasados, escribir algunos textos puramente burocráticos, asistir y dirigir (?) reunión de Consejo de Departamento, atender a doctorando brasileiro que necesita orientación sobre por qué está aquí y a qué demonios ha venido, recibir a antiguo alumno, hoy abogado, que se preguntaba cómo se podría argumentar un caso guapo que tenía entre manos.
Y pasó tanto tiempo que me quedé sin el de comer. Parada en la carretera a tragar apresuradamente bocadillo de chorizo, con su correspondiente caña, y pista hacia Asturias, a ver a los viejos antes de cruzar el charco. Y vuelta para León. Toca aún hacer la maleta, aunque es tarea que se cumple ya con total automatismo.
Y decirles a los amigos de este blog que pasado mañana me encuentran aquí con algún cotilleo de allá, seguro. Y que me hagan un poco de compañía la semana que viene, por si los calores tropicales me obligan a encerrarme en el hotel más de lo que conviene al entretenimiento.
Salud.

08 marzo, 2006

Jueces

Hace unos días se despachaba aquí mi admirado colega y querido amigo Francisco Sosa con los magistrados del Tribunal Constitucional que hicieron, parece que desde la inopia, la sentencia sobre la competencia en materia de parques nacionales. Lamentaba que no se hubieran dado un paseo por los Picos y hablado con la gente de allá para enterarse bien de lo que se traían entre manos. Eso me hizo recordar que en las primeras décadas del siglo XX una acusación muy común en la doctrina alemana contra los jueces de aquel tiempo era que padecían de Weltfremdheit, es decir, que vivían de espaldas, ajenos, alienados del mundo en el que transcurrían los casos de que juzgaban, ellos a su bola, sin enterarse de la fiesta y creyéndose sacerdotes de una religión esotérica, el Derecho, cuya sustancia reside en esferas extramundanas, celestes tal vez.
Entre los jueces, naturalmente, hay de todo, como entre los enconfradores o los profesores. Pero habría que detenerse a pensar con calma y realismo sobre algunas cosas. No es que no se haga de vez en cuando, pero suelen caer en saco roto hasta los más sesudos y fundamentados estudios sobre el asunto. El mismo amigo me ponía ayer el ejemplo del poquísimo caso que se le ha hecho al gran libro de Alejadro Nieto sobre El desgobierno judicial(2004). Y es que las instituciones y la sociedad toda se han hecho impermeables a la crítica, cada cosa sigue a su aire y con sus lacras aunque caigan chuzos de punta. En realidad, tal parece que a nadie -o al menos a nadie que mande algo- le importa nada de nada.
Soy lector muy habitual de sentencias del Supremo (me refiero al Tribunal) y el Constitucional. Y no paro de hacerme cruces y hasta alguna vestidura me he rasgado. Son escandalosamente frecuentes las que contienen razonamientos inverosímiles, falacias como castillos, atentados sangrantes a las más elementales reglas de la lógica y abundancia de los más bajos trucos retóricos. ¿Y eso por qué será? Estoy convencido de que no se trata de desinterés, incompetencia técnica o mala fe. No, creo que la respuesta es más simple: el personal no sabe razonar. No se tiene conciencia suficiente de que la motivación de una sentencia debe contener, en lo formal, un razonamiento claro y riguroso y, en lo material o de contenido, fundamentos suficientes y suficientemente sólidos, razones que reúnan las condiciones de ser bastantes, pertinentes y bien traídas, de modo que el fallo aparezca como desembocadura de una reflexión seria y ponderada y que no tenga trazas de simple intuición más o menos gratuita o, lo que es peor, de hallazgo misterioso en los arcanos de una ciencia exclusiva, extraña y accesible sólo para los iniciados y los bendecidos por los dones de la diosa Justicia. No puede, no debe ser la administración de justicia una rama de las artes adivinatorias o un ejercicio más parecido a la astrología que a una argumentación entre ciudadanos sobre las reglas que rigen nuestra convivencia. No se puede pretender que leamos las sentencias con la fe acrítica del que consulta diariamente su horóscopo o del que se gasta los cuartos pidiéndole a Rappel veredicto sobre su futuro.
¿Acaso enseñamos en las Facultades de Derecho –¿y en la Escuela Judicial?- a razonar competentemente a los jueces del mañana? Me parece obvio que no. Memorización y tente tieso. Y leña al que se le ocurra pensar un poco. La explicación es histórica y está en lo que queda en nuestros métodos de enseñanza de los mitos jurídicos decimonónicos, aquellos que cultivaban la Escuela de la Exégesis y la Jurisprudencia de Conceptos. El mito de ver en el sistema jurídico un artefacto en sí mismo perfecto, por cuanto que es completo y contiene solución predeterminada para cualquier caso, es coherente, es decir, sin antinomias, y con normas que son perfectamente claras, transparentes. Con eso el juez era visto como alguien que se limita a subsumir, a buscar en los códigos el molde bajo el que encaja sin vuelta de hoja el caso que haya que dirimir. Todo caso tiene en el código su molde y no hace falta más que meterlo en él y mirar el molde por debajo para ver la solución que contiene para el asunto. Trabajo de puro autómata que hace ociosa, y hasta dañina, la reflexión. Con lo que motivar el fallo es poco más que decir mire, el molde es éste que estaba aquí y el caso son estos hechos que introduzco en él. Y es todo, no hay más. Yo, juez, ni reconfiguro o preciso el molde mediante interpretación ni determino los hechos relevantes con mis valoraciones, simplemente hago una inferencia, saco, con automatismo pleno, la conclusión de las premisas que me vienen dadas y que yo no manipulo en modo alguno.
Y seguimos pretendiendo en nuestras aulas que el futuro jurista se meta todo el cajón de moldes en su cabeza, vía memoria. Es nuestra enseñanza un ejercicio de cirugía, pues le abrimos el cráneo al estudiante, le incrustamos dentro toda la sarta de leyes y reglamentos, comprobamos, a través del examen repetitivo, que ha quedado bien sujeto el implante... y a volar, ya puede usted juzgar de vidas y haciendas. ¿Cómo dice? ¿Que ha sacado la máxima nota uno que no sabe hacer la o con un canuto y que es incapaz de dar razón de nada de lo que se graba en su coco? Bueno, ¿y qué?, ¿acaso para ser juez, fiscal o abogado hace falta saber pensar, razonar con propiedad, argumentar correctamente, responsabilizarse de las propias decisiones y dominar mínimamente las gracias del buen orador? Las mágicas propiedades del Derecho suplen con creces la carencia subjetiva de semejantes atributos. Eso lo necesitará usted si quiere ser representante de comercio, pero para las profesiones jurídicas es claramente prescindible. Las normas jurídicas trabajan por sí solas, el jurista es mero soporte, es el que las lleva en la cabeza. El resto lo hacen ellas. Usted cuando juzgue no va a necesitar más que acercar el caso a esa cabeza suya llena de artículos y se pondrá en marcha un mecanismo seguro, mediante el que la solución de cualquier caso se le manifestará con toda la contundencia de las supremas verdades. Las cosas son lo que son, y sobre lo evidente, aunque sea una evidencia de corte mágico o cuasireligioso –o precisamente por eso-, no hace falta andar argumentando gran cosa ni pretendiendo convencer a nadie.
Y así nos va. Otro día, más.