¿Y si el terrorismo se arreglara dejando de hacerle caso? Es una osadía la mera pregunta, lo sé. Pero aún así me atrevo a lanzarla. Tómese como pura hipótesis para el debate, más que nunca, todo lo que ahora voy a decir.
Vivimos rodeados de riesgos y cercados por la muerte de mil maneras. Sales a la calle, tomas tu coche para recorrer unos kilómetros y empieza la ruleta rusa. Te comes unas ostras y puedes irte al otro barrio. Sales a dar una vuelta a pie para evitar peligros y estás listo, sumido en un ambiente en el que hay borrachos conduciendo, personas portando armas de cualquier tipo y calibre, bombonas de butano en las casas bajo cuya terraza pasas, losetas en el suelo que con un poco de lluvia son pistas de patinaje para partirse la crisma... Etc., etc., etc. Nada más ocioso que seguir con la enumeración de riesgos que a diario acechan nuestra vida. Y eso sin contar con el polvete aquel echado sin condón con aquella señora –o señor- tan maja/o que conocías de vista, o el regreso a casa el sábado por la noche en el coche de ese compañero que dice que el alcohol no le afecta. Y etc., etc., etc., otra vez.
Pensemos fríamente de qué es más fácil que cualquiera de nosotros palme mañana –no lo quieran los hados-, de un atentado terrorista o por obra de un borracho con BMW, de un atentado terrorista o por la acción tenaz del virus del sida –que también se puede coger en la peluquería, no me ponga usted esa cara de pureta y de a mí eso no me pasa-, de un atentado terrorista o del desprendimiento de una teja o de la caída de un árbol o de un letrero luminoso. Pues de cualquiera de esas cosas citadas en segundo lugar mucho más probablemente que de mano de terroristas, muchísimo más. Ahí están las estadísticas de lo que haga falta, contundentes. Y, sin embargo, nos preocupa, nos angustia mucho más el terrorismo que los conductores beodos o los albañiles que dejan la azotea a medio pegar. Por cierto, cada dos por tres, cuando llego a mi casa, miro medio segundo hacia una raja pistonuda que tengo en el alero de mi tejado, justo encima de la línea que mi cabeza traza al entrar en casa, y me digo que a ver si un día llamo para que le echen un vistazo prefesional a aquello. Si me contaran que tres portales más allá vive un confidente etarra seguro que me daba más canguelo, siendo su peligro objetivamente menor y su potencial mortífero inferior al del cacho cabrón de operario que me dejó el alero como los párpados de la Montiel. Y, al fin y al cabo, ETA mató a unos mil en tantos años. Mil muertos que merecen todo el respeto y todos los homenajes, eso no se discute, mil muertos asesinados del modo vil que es propio de los más cobardes, qué duda cabe. Pero mil, muchos menos de los que en esos años se cargaron Michelín o Bridgestone o Goodyear o Pirelli, seguramente, por neumáticos con defectos. Y ya ven, no les ofrecemos la autodeterminación a los de las ruedas ni les desgravamos los recauchutados.
Vivimos rodeados de riesgos y cercados por la muerte de mil maneras. Sales a la calle, tomas tu coche para recorrer unos kilómetros y empieza la ruleta rusa. Te comes unas ostras y puedes irte al otro barrio. Sales a dar una vuelta a pie para evitar peligros y estás listo, sumido en un ambiente en el que hay borrachos conduciendo, personas portando armas de cualquier tipo y calibre, bombonas de butano en las casas bajo cuya terraza pasas, losetas en el suelo que con un poco de lluvia son pistas de patinaje para partirse la crisma... Etc., etc., etc. Nada más ocioso que seguir con la enumeración de riesgos que a diario acechan nuestra vida. Y eso sin contar con el polvete aquel echado sin condón con aquella señora –o señor- tan maja/o que conocías de vista, o el regreso a casa el sábado por la noche en el coche de ese compañero que dice que el alcohol no le afecta. Y etc., etc., etc., otra vez.
Pensemos fríamente de qué es más fácil que cualquiera de nosotros palme mañana –no lo quieran los hados-, de un atentado terrorista o por obra de un borracho con BMW, de un atentado terrorista o por la acción tenaz del virus del sida –que también se puede coger en la peluquería, no me ponga usted esa cara de pureta y de a mí eso no me pasa-, de un atentado terrorista o del desprendimiento de una teja o de la caída de un árbol o de un letrero luminoso. Pues de cualquiera de esas cosas citadas en segundo lugar mucho más probablemente que de mano de terroristas, muchísimo más. Ahí están las estadísticas de lo que haga falta, contundentes. Y, sin embargo, nos preocupa, nos angustia mucho más el terrorismo que los conductores beodos o los albañiles que dejan la azotea a medio pegar. Por cierto, cada dos por tres, cuando llego a mi casa, miro medio segundo hacia una raja pistonuda que tengo en el alero de mi tejado, justo encima de la línea que mi cabeza traza al entrar en casa, y me digo que a ver si un día llamo para que le echen un vistazo prefesional a aquello. Si me contaran que tres portales más allá vive un confidente etarra seguro que me daba más canguelo, siendo su peligro objetivamente menor y su potencial mortífero inferior al del cacho cabrón de operario que me dejó el alero como los párpados de la Montiel. Y, al fin y al cabo, ETA mató a unos mil en tantos años. Mil muertos que merecen todo el respeto y todos los homenajes, eso no se discute, mil muertos asesinados del modo vil que es propio de los más cobardes, qué duda cabe. Pero mil, muchos menos de los que en esos años se cargaron Michelín o Bridgestone o Goodyear o Pirelli, seguramente, por neumáticos con defectos. Y ya ven, no les ofrecemos la autodeterminación a los de las ruedas ni les desgravamos los recauchutados.
Naturalmente que el terrorista provoca una indignación moral enorme por el dolo con que actúa y la frialdad de su cálculo. Esa indignación moral puede hacer comprensible que para él demandemos un castigo ejemplar o que nos preguntemos cómo es que tantos le sonríen a ese que es el mayor hijo de puta de los que nacieron en su pueblo. Eso es una cosa. Pero que tengamos más miedo a los terroristas que a los borrachos con coche o a los chiflados con licencia de armas es asunto distinto. Y no digamos si nos paramos a pensar en que para combatir al terrorismo estamos dispuestos a prescindir de comodidades, libertades, democracia y derechos, mientras que torcemos el gesto porque al beodo le quiten unos puntos de su carnet de conducir, al obrero chapuzas lo despidan o le metan un paquete bueno al empresario que puso en peligro nuestra integridad para ahorrarse un par de sacos de cemento.
Por qué tememos más al terrorista, esa es la cuestión. No se me ocurre una respuesta más original que esta: por obra y gracia de los medios de comunicación. Cada atentado –y no hablo de uno incomparablemente monstruoso como el del 11-S, sino mismamente de uno que sólo haya causado unos rasguños a alguien- nos lo lanzan como una bomba, informativa, eso sí. Un bombazo informativo. Ese mismo día murieron diez en las carreteras del país y no se entra en mayores detalles, para qué si son tantos cotidianamente. Ese mismo día palmaron media docena en quirófanos durante las operaciones, a manos de médicos sin pericia o que llevaban en el cuerpo algo más que la debida diligencia profesional, y ni mu. ¿Alguien negociaría con los médicos un aumento de sueldo a cambio de que no beban licores duros seis horas antes de tomar el bisturí –y no me lo tome a mal ningún médico, pues bien sé que tal cosa ocurre en menos de un cinco por ciento de las operaciones complicadas-? ¿Por qué no exigimos controles de alcoholemia a la entrada de los hospitales igual que admitimos los controles de equipaje y corporales en los aeropuertos? Y, por cierto, los conductores borrachos, los constructores chapuceros, los médicos imprudentes, los ingenieros de caminos que diseñan aquellas curvas de la muerte...¿qué son, terroristas o insurgentes?
Imaginemos qué pasaría si los medios de comunicación dieran muy poquito espacio a las informaciones sobre atentados y tramas terroristas, si los tertulianos no mareasen la pediz hasta matarla también, si a la gente no se la convenciera de que el mayor peligro que sobre ella se cierne al pasear por Santovenia de la Valdoncina o al tomarse un vino en Cacabelos -provincia de León- es que se la lleve por delante una bomba cobarde de ETA o de Al Queda. ¿Qué pasaría?
Mira que si, en vez de negociar con ellos o de limitarnos los derechos –y los dineros- a todos para perseguirlos, bastara pasar de ellos como de la mierda... Tratarlos como lo que son, vaya. Resultaría gracioso.
Por qué tememos más al terrorista, esa es la cuestión. No se me ocurre una respuesta más original que esta: por obra y gracia de los medios de comunicación. Cada atentado –y no hablo de uno incomparablemente monstruoso como el del 11-S, sino mismamente de uno que sólo haya causado unos rasguños a alguien- nos lo lanzan como una bomba, informativa, eso sí. Un bombazo informativo. Ese mismo día murieron diez en las carreteras del país y no se entra en mayores detalles, para qué si son tantos cotidianamente. Ese mismo día palmaron media docena en quirófanos durante las operaciones, a manos de médicos sin pericia o que llevaban en el cuerpo algo más que la debida diligencia profesional, y ni mu. ¿Alguien negociaría con los médicos un aumento de sueldo a cambio de que no beban licores duros seis horas antes de tomar el bisturí –y no me lo tome a mal ningún médico, pues bien sé que tal cosa ocurre en menos de un cinco por ciento de las operaciones complicadas-? ¿Por qué no exigimos controles de alcoholemia a la entrada de los hospitales igual que admitimos los controles de equipaje y corporales en los aeropuertos? Y, por cierto, los conductores borrachos, los constructores chapuceros, los médicos imprudentes, los ingenieros de caminos que diseñan aquellas curvas de la muerte...¿qué son, terroristas o insurgentes?
Imaginemos qué pasaría si los medios de comunicación dieran muy poquito espacio a las informaciones sobre atentados y tramas terroristas, si los tertulianos no mareasen la pediz hasta matarla también, si a la gente no se la convenciera de que el mayor peligro que sobre ella se cierne al pasear por Santovenia de la Valdoncina o al tomarse un vino en Cacabelos -provincia de León- es que se la lleve por delante una bomba cobarde de ETA o de Al Queda. ¿Qué pasaría?
Mira que si, en vez de negociar con ellos o de limitarnos los derechos –y los dineros- a todos para perseguirlos, bastara pasar de ellos como de la mierda... Tratarlos como lo que son, vaya. Resultaría gracioso.
8 comentarios:
Profesor, a pesar de su último párrafo, ¿está usted justificando la ineficacia e incompetencia del gobierno en el proceso de negociación, desviando el foco de atención a otros asuntos? ¿cree que el PP solo tiene esa baza que exprimir de cara a las próximas elecciones? ¿si ignorásemos todas las muertes de ETA y el resto de eventualidades que usted menciona, no sería fútil el esfuerzo de personas como usted, que tratan de crear conciencia en personas indiferentes a la realidad que les rodea?, cogítelo profesor, hay mas problemas que el terrorismo, pero ninguno tiene su simiente.
El problema, o la cuestión, o como queramos llamarlo, del terrorismo, no reside en la mayor o menor probabilidad de que nos toque la china y nos convirtamos el víctimas, sino en que constituye una negaciòn absoluta del sistema democrático y de libertades.
Me refiero, en este comentario, y para no extenderme demasiado, solo al terrorismo de ETA, y únicamente al terrorismo desarrollado después de la liquidación del régimen franquista, y una vez aprobada nuestra constitución. Algunos no lo sabrán, pero una de las primeras decisiones de nuestro sistema democrático fué promulgar una amplisima amnistia política, que supuso la liberación de todos los presos por actuaciones contra el franquismo y, en concreto, de todos los presos de ETA, con independencia de los atentados que hubieran cometido y organizado.
Pero una vez que los españoles nos dotamos de un sistema democrático (con todos los defectos e imperfecciones que se quieran), éste permitía plantear cualquier tipo de reivindicación política por vías no violentas. En consecuencia, a partir de entonces la utilización de la lucha armada como instrumento de acción política niega en su totalidad el Estado democrático y de libertades diseñado en nuestra Constitución.
Si analizamos cuales son los objetivos de la actuación de ETA a partir de aquí, comprobaremos hasta que punto ello atenta contra nuestra democracia.
ETA ha asesinado a líderes y militantes de los partidos políticos de la oposición, especialmente en el Pais Vasco, obligando a los que aún no han sido masacrados a vivir con escolta, o a irse de allí, sencillamente. Y el que piense que todo ello no tiene efectos en los resultados electorales en Euzkadi, y en el Parlamento Españos, o es imbécil, o es un cómplice del terror. Por tanto, esta liquidación física de la oposición política es, directamente, un atentado contra todo nuestro sistema democrático. ¿Como vamos a seguir como si no pasara nada? ¿Es que nos importan una higa las libertades? ¿O es que los vascos no nacionalistas, sobre todo si ostentan responsabilidades políticas, carecen de derechos democráticos y civiles, incluso del derecho a la vida, y además no nos importa?. A quienes desde luego no les importa es al PNV, a EA y a los tontos útiles de EB-IU: ellos son los que intentan recoger las nueces.
Ellos harán todo lo posible para que miremos para otro lado, para que pensemos que no nos va a tocar nunca, para que no nos metamos en sus asuntos. Y la verdad es que la tentación de desentenderse, de no preocuparsse, de ir cada uno a lo suyo, de vivir bien sin mirar a costa de quien, es fuerte y poderosa. Pero lo que está en juego no son sus intereses, sino los de todos. Si esta sociedad permite que un grupo minoritario, a través del terror, obtenga uno solo de sus objetivos políticos, lo que llamamos democracia y régimen de libertados no será sino una cáscara vacía.
¿No será que es imposible mantener la decencia y opinar sobre lo que está pasando con las negociaciones requetesocialistas y que algunos platos peligran si se opina?
¿Avestruz?
Olvidamos lo que queremos olvidar, ¿eh, Sua Emittenza? Hipócritamente señala Su Majestad Serenísima a Michelin, a Bridgestone, a Goodyear o a Pirelli... Pero oculta dolosamente el nombre de Firestone. ¿Es que ZP le ha comido la lengua a Su Alteza Imperial para ocultarnos a los Patriotas Liberales todo lo que pueda servir para criticar a estos usurpadores?
QUEREMOS DE SABER, MAGNÍFICO Y EXCELENTÍSIMO SEÑOR.
Gracias al de los seises por abrirme este APASIONANTE mundo del tratamiento de cortesía, por el que he decidido dejar el otro tratamiento (el mío, el de las pilulas).
Antetododondefueres
Donde fuere y como fuere, ya que no le gusta el tratamiento que hago de mis derechos educativos, le diré, que el tratamiento de Su Alteza Real, lo tendrá Usía porque no hay mayor nobleza que la del trabajo.
Pero veo que Vd Sr profesor ayudante sigue con su mala educación y con sus sarcasmos de mal educado. Le diré ante todo que no soy ni liberal de izquierdas ni conserrvador de derechas y menos monárquico como Vd que dice que es liberal de izquierdas pero se traga la monarquía parlamentaria como los sapos y las ranas cuando pegan saltos en la charca para la caza del mosquito
Adeu.
Me tomo las pilulas y sigo.
Creo que tiene razón. Algo similar le pasó a ETA hasta mediados de los noventa aprox.: se había interiorizado que era un riesgo marginal (similar al de un accidente de tráfico). Y su estrategia de golpes indiscriminados (la que hoy llevan los yihadistas) fracasó. Por eso fueron al terrorismo selectivo.
Y ahí ya no se les pudo ignorar más: el porcentaje de concejales PSOE-PP muertos era ya mucho más relevante que el de conductores heridos (y no se trataba de militares o picolos, que malcobran precisamente por arrostrar riesgos mortales. Su propaganda por el hecho resultaba imposible de ignorar.
Pues mientras el terrorismo islámico siga con ataques indiscriminados, parece razonable ignorarlos en nuestra vida cotidiana.
¡Lo que pasa es que la vivencia social del riesgo es la que es! 30 muertos por fin de semana en carretera son minucia. Imaginen 6 aviones afostiados al año en España. Y ahora, imaginen uno al año derribado por un acto terrorista.
¡No se enfade, Sr. Vox, hombre! Yo es que respeto tanto como el que más a Garciamado... pero en serio, que lo de uveí suena un poco marciano. Convendrá conmigo en que no se lo ha oído por ahí a los amigos. Ni siquiera al más exquisito.
Sobre lo de la monarquía, no se aflija: ya he cosido en mi invernal esquijama la tricolor republicana para demostrar a TODOS los que frecuenten mi alcoba mi coherencia republicana. Es más: ¡salimos de cuentas de nuestro actual embarazo el 14 de abril, día de la república! (no es coña) ¿Qué mayor prueba de mi republicanismo militante?
Propuesta de transición: LETIZIA A LA PRESIDENZIA DE LA REPÚBLICA.
Un abrazio,
ATMC
Antetodoletiziaforpresidenzia
Le diré que Letizia para mí es una momia igual que el momio.
Le diré, para que no se enfade Vd que yo soy republicano y monárquico de los reyes católicos, como me comprenderá, verá Vd que mentalmente mis facultades físicas y psíquicas no coinciden con los borbonazos.
Agur.
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