24 enero, 2010

Mujeres en su sitio

El pasado viernes celebramos la festividad de San Raimundo de Peñafort, patrono de la Facultad de Derecho. Es el día en que se entrega una pequeña insignia a los alumnos que han finalizado su carrera el pasado curso, a fin de que se lleven ese recuerdo al menos, además del título con el que ahora tendrán que ganarse el sustento, si quieren y pueden. Iban casi todos la mar de guapos y arregladitos, como corresponde a una Facultad de la que se dice, como de todas las de Derecho, que es muy conservadora, pues la gente viste con cierto esmero o, al menos, sin esos lamparones o sin ese deliberado desaliño que identifica a tanto rupturista de salón y consigna estereotipada.
Volvió a repetirse lo que ya es tan común en los últimos años. De los veintiocho nuevos titulados, sólo cinco eran varones, un 17,8 por ciento. El resto, veintitrés, mujeres, algo más del 82 por ciento. Ni a la hora de matricularse en el Centro ni al repartir aprobados o suspensos se aplican políticas de cuotas ni estrategias de género, simplemente resulta así en situación de igualdad de trato. Esto es, bajo condiciones de igualdad, las estudiantes (¿ven como no hace falta decir estudiantas?) dominan apabullantemente. Olé y bendita sea. Toda una lección que no es casual. Ya son más las damas que se inscriben en casi todas las carreras universitarias y, como bien comprobamos los profesores en el día a día, su rendimiento habitual, en términos de promedio, es también superior.
En Derecho, en España, es de sobra sabido que son bastantes más las mujeres que acceden ahora mismo por oposición a puestos como los de jueces, fiscales, notarios, registradores de la propiedad, abogados del Estado, etc. Es un dominio imparable, una tendencia creciente, y bien está. Significa, además, que por mucho que las más altas magistraturas y sus órganos directivos sigan dominados por varones, sólo es cuestión de tiempo para que las mujeres sean también en eso mayoría, sin necesidad de “muletas”, apoyos forzados ni políticas que pongan en cuestión la valía de las que vayan llegando o el rendimiento deseable de esas instituciones.
Cuando escuchamos a amigos con hijos jóvenes contar las consabidas historias de que éstos no quieren levantarse antes de la hora del almuerzo, de que tienen sus habitaciones convertidas en peligrosas leoneras, de que no friegan un plato ni bajo tortura, de que no están dispuestos para el trabajo ni para el estudio y de que sólo quieren ver la tele y rascarse las partes pudendas, casi siempre son masculinos esos protagonistas.
¿Qué les pasa a los jóvenes varones? El entusiasmo por el justo ascenso de las señoras no debería impedirnos el análisis ponderado de la situación y las circunstancias de ellos. Ya escribí alguna vez aquí, creo, algo que parece anecdótico, pero que seguro que no es intrascendente. Cuando en los pasillos de la Facultad paso cerca de los grupos de estudiantes, ellos, los machitos, están casi siempre hablando de fútbol, y no de cualquier manera, sino con tal pasión, tanta minucia y tan alta erudición, que parece que les fuera la vida en los pormenores y andanzas de cada futbolista famoso y en los logros de los equipos de sus amores. En cambio, a ellas se les oye comentar asuntos más variados, entre los que muy destacadamente cuentan la carrera y... los hombres.
Naturalmente que hay de todo y que las generalizaciones son generalizaciones. Pero, como generalización con suficiente base, creo que ahora mismo se puede afirmar que los veinteañeros varones andan muchísimo más despistados, hastiados, desorientados, perezosos y alienados que sus contrapartes femeninas. Da pena verlos, casi grima.
Algún día, no tardando, tendrán los poderes públicos que preocuparse de estos hombrecillos que, al paso que vamos, no sólo van a perder con toda justicia la guerra de los géneros, si hay tal, sino que se convertirán en carne de cañón y tropa de deshauciados. Las mujeres han pasado siglos y milenios sometidas a la fuerza, pero ¿a estos mozalbetes quién o qué diablos los oprime?
Antes de pensar en discriminar positivamente a sujetos tan negativos -todo se andará, al tiempo-, deberíamos probar otra vez con los viejos métodos: una buena patada en las posaderas, a ver si se espabilan.
Acabo con una cuestión menor (¿o no tan menor?) sobre otro asunto, aunque es posible que todo tenga relación. Al finalizar el acto de la Facultad al que me referí al principio, un pequeño grupo de cámara interpretó algunas piezas clásicas. Gran parte de la concurrencia juvenil se puso a cuchichear y enredar sin la más mínima consideración. ¿Sorprendente? No, pues probablemente les resultaba chocante y sin ningún interés ese rato musical. Al fin y al cabo, ¿cuántos acaban hoy una carrera universitaria sin haber escuchado jamás un concierto ni haber leído una buena novela ni haber asistido a una obra de teatro ni nada ni nada? Seguramente eso dice mucho más de lo que es hoy la universidad que de los pobres diablos que piensan que Schubert es un rollo y Albert Camus un futbolista del Arsenal.

6 comentarios:

Gaviota dijo...

Clarísimo el asunto. En mi época de estudiante, eran más las mujeres buenas estudiantes, que los hombres, aunque al finalizar la carrera, se equilibró un poco el asunto.

En la experiencia docente de mi alter ego, la descripción es muy similar a la que aquí se expone.

Por cierto, felicitaciones por el reconocimiento como mejor Blawg. ¡Muy merecido!

José Fernando Flórez dijo...

Profesor, lo invito a conocer mi blog:

http://iuspoliticum.blogspot.com/2010/01/reeleccionismo-presidencial-en-america_24.html

Cordial saludo.

hithwen dijo...

Lo de la discriminación positiva a los hombres ya lo han andado en otros sitios: http://www.stockholmnews.com/more.aspx?nid=4651

y ahora lo quieren deshacer porque los chicos entran con menos nota y más facilidad a las universidades mientras que muchas chicas se quedan fuera.

Por cierto que algunas veces uno al ser 'beneficiario' es tambien victima de la discriminación positiva (p ej, te menten en un organo de representación solo por ser mujer, sin tu quererlo), creo que no se ha escrito mucho sobre esto...

Anónimo dijo...

A mí lo que más me llama la atención de su post es que la Facultad de Derecho de la Universidad de León haya producido este año tan sólo 28 nuevos egresados. ¿O lo he entendido mal?

Juan Antonio García Amado dijo...

En efecto, anónimo amigo, había un error en mis números, pues confundí a los que se presentaron a recoger su insignia con el total de los titulados. De todos modos, ese fallo no afecta gravemente a lo que en la entrada se sostiene, pues los nuevos titulados varones fueron 15 (27,7%) y las mujeres 39 (72,2%).
Gracias y un saludo.

J. Barragán dijo...

Si es de futbol de lo que oye hablar a estos sujetos masculinos, considerese medianamente afortunado ( en serio ), algunos hablan de una enorme gilipollez en septiembre, y en junio todavía se estan riendo de la misma...