31 mayo, 2010

Igualdad de oportunidades

Se avecinan fabulosos tiempos para volver a pensar y, desde luego, para replantear el discurso político. En los últimos tiempos, los de bonanza económica y pijerío desbocado, el pensamiento político había sido sustituido por las consignas de marca, y del discurso honrado de la política no quedaban más que caricaturas al estilo de ese Fray Gerundio Campazas que nos sigue gobernando en este país, boberías que ni a tautología llegan, naderías con aroma de pachuli. Ahora, sumidos definitivamente en la paradoja que a todos nos llevará por delante, recuperamos el tiempo para meditar, pues ya no lo gastaremos en seleccionar viajes exóticos o en comprarnos todoterrenos para ir a misa de doce. La paradoja final, por cierto, es tal que así: deberíamos darle una patada en el trasero al Zapatero de nuestros pecados, pero no es posible, pues, en tan trágica situación, el país no puede permitirse ni elecciones anticipadas ni fracasos parlamentarios del tuercebotas. Es lo que se dice estar atrapados.

Al grano. Siempre me he considerado de izquierda o más cercano a la izquierda que a la derecha. De ahí también mi aversión a Zapatero: es una estafa que daña a la izquierda de bien y necesaria, es una caricatura diseñada por el enemigo más perverso -¿quién carajo pergeñó qué para que ese sujeto se hiciera con las riendas de la izquierda, ganara elecciones y atontara a medio país? ¿He dicho país?-, un guiñapo insustancial que pone la ideología más frívola e inane donde hace falta la idea capaz de guiar una praxis seria. ¿Qué entiendo por izquierda? Antes que nada y por encima de todo, igualdad de oportunidades. Ésa es, para mí, la noción dirimente, el gozne que nos permite clasificar los programas políticos con un criterio cierto. La división primera y fundamental se da entre partidos o ideologías políticas defensores y no defensores de la igualdad de oportunidades como objetivo prioritario.

La igualdad de oportunidades entre los ciudadanos supone dos cosas: admitir que en la sociedad existan grados diversos de bienestar o de disfrute de bienes y exigir que del acceso a esos puestos desiguales nadie esté excluido por razón de la lotería social. Lo primero nos aleja del igualitarismo radical, del comunismo teórico; lo segundo nos separa de toda visión de los grupos sociales en términos de castas o estamentos “naturales” o que sean reflejo de una justicia cósmica o un orden de la creación impuesto por algún dios con mala uva.

Si tomamos como referencia el Estado nacional -referencia que va siendo hora de superar- y ponemos a España como ejemplo, una perfecta igualdad de oportunidades se daría aquí si todos los niños que nacen hoy mismo como españoles tuvieran, prescindiendo de sus atributos individuales -coeficiente de inteligencia, temperamento, capacidad de trabajo- las mismas probabilidades de ocupar cualquier puesto en el esquema social, desde el lugar más alto o que más se ambiciona, al más bajo o que más se quiere evitar. Es decir, sería plena tal igualdad de oportunidades si el niño gitano que viene al mundo en algún barrio periférico de una gran capital y el nieto de Botín cuentan con las mismas probabilidades de llegar a ingeniero naval, astronauta, presidente del gobierno, abogado del Estado, auxiliar administrativo o barrendero municipal. Por decirlo de otra manera: sería total la igualdad de oportunidades si, ante la pregunta de cuál de esas cosas es más probable que sean uno y otro de estos dos niños, lo único que cualquiera de nosotros pudiera contestar fuera esto: no sé, dependerá enteramente de sus capacidades individuales y nada está prescrito ni preescrito de antemano: tendrán que competir en buena lid y bajo las mismas reglas, y luego ya veremos.

No puede haber igualdad de oportunidades sin redistribución de la riqueza, pues lo que la familia paupérrima del niño que hoy viene al mundo no pueda pagarle para que sus posibilidades de ser cualquier cosa no se queden en puramente formales -nada más que virtuales, que diríamos actualmente-, sino que se tornen reales y efectivas, ha de proporcionárselo el Estado bajo la forma de servicios públicos de calidad: educación, sanidad, alimento si es necesario... Ahora bien, tenemos aquí un primer elemento para diferenciar entre demagogia populista y auténtica política de igualdad de oportunidades.

Esos servicios públicos de carácter redistributivo tienen que plantearse con un propósito constructivo o de interés general. No se trata de mantener a unos cuantos -o a unos cuantos miles- para que no tengan que cambiar de trabajo, que irse de su pueblo, que alterar su paisaje o sus costumbres, etc., sino de dar los instrumentos para que cualquiera y los hijos de cualquiera puedan aspirar a lo que sea. Confundir la política de izquierda con la sopa boba y la subvención pública con el mero consuelo es fuente de gran parte de las tropelías y las injusticias que en nombre de un Estado social mal entendido se han cometido.
Me arriesgaré con un ejemplo, para que me atice alguien unos sopapos aquí: que al jornalero andaluz se le haya estado pagando el PER durante los últimos veinte años, al mismo tiempo que la inversión en becas, por ejemplo, no aumentaba como es debido ni se gestionaba para asegurar los mejores resultados sociales, y al miso tiempo que era la mano de obra inmigrante -explotada hasta la náusea en muchos casos- la que se ocupaba de muchas de las labores agrícolas en Andalucía y en el resto del país, es una injusticia monumental, un despropósito que nada tiene que ver con una política social bien entendida. Al hijo del jornalero que tenga capacidad hay que pagarle el colegio, la universidad y un máster en Yale. Al jornalero que no quiera coger los bártulos para irse a Almería o a Lérida o que no aproveche él mismo para -con cargo al erario público, en ese caso sí- estudiar una carrera o dos idiomas, no hay que darle nada. Porque lo que a él se le regala por la mala suerte de que no encuentra en su mismo pueblo el trabajo que más le apetece, se le está quitando a otro, o a las becas del hijo de otro.

Nada más antisocial, en suma, que ese cruce de vieja caridad cristiana con electoralismo espurio, que dar limosna para que me sigan votando y puedan seguir jugando la partida en el mismo bar toda la puñetera vida. Pues no.

El no perder de vista la igualdad de oportunidades como guía de la política social o progresista tiene que servir también para filtrar otro tipo de políticas y programas. Por decirlo a la manera de la estúpida psicopedagogía, la igualdad de oportunidades ha de revestir un carácter transversal, ha de estar presente como pauta con la que poner otro tipo de medidas en su adecuado sitio. Mencionaré sólo un ejemplo de los muchos posibles: las políticas de género.
Las oportunidades vitales de mi madre, campesina pobre, estuvieron decisivamente limitadas por dos razones: por ser pobre y por ser mujer. Si hoy tuviera quince años, ya no sufriría tanta discriminación por ser mujer, pero la misma, poco más o menos, por ser pobre. Es más, vería, con perplejidad y desde la inteligencia aguda que poseía, que por ser pobre era discriminada también por comparación con otras mujeres. ¿Adónde quiero ir a parar? A lo siguiente: que las llamadas políticas de género son indudablemente necesarias como políticas de igualación de oportunidades entre mujeres y hombres, pero que no pueden perder de vista que la división entre mujeres y hombres se cruza con otra división social fundamental, la que se da entre pobres y ricos. Y que, en consecuencia, la prioridad, en muchos programas de discriminación positiva o acción , no se debe dar a la mujer por ser mujer a secas, sino a las mujeres pobres. Porque cuando sólo cuenta el género, lo que se consigue es una reduplicación de la discriminación económica: las ventajas para las mujeres las aprovechan las mujeres económicamente pudientes, con lo que ya tenemos el cuadro completo: la sociedad la domina la coalición de los ricos y las ricas. No estoy propugnando el fin de las medidas de acción afirmativa en ciertos ámbitos, sino su radicalización. ¿Que, por ejemplo, se decide que un tanto por ciento de los puestos en los más altos tribunales del Estado lo cubran mujeres? De acuerdo, pero que se establezca también que al menos dos terceras partes de ellas deben provenir de ciertos estratos sociales particularmente humildes.

La auténtica izquierda, o al menos la que para un servidor es tal, no antepone ningún otro objetivo social a la igualdad de oportunidades: ni objetivos de género ni objetivos de identidad cultural ni objetivos “nacionales” ni nada de eso. Si el llamado Estado social acaba sirviendo al dominio de los burguesotes de siempre, ahora para vivir subvencionados y a costa del que no puede aspirar a más futuro que la miseria o la ignorancia, yo acabaré prefiriendo al mercado salvaje, la verdad. Pero espero que no me llegue el día de una decisión tan triste. Por eso quiero que de una vez surja en este país una izquierda seria, y no esta piltrafa sinvergonzona que nos asfixia y nos mata el ánimo y las esperanzas. Porque quiero que en este país -y en el mundo- nadie esté condenado de antemano, como lo estuvieron mi padre y mi madre, los dos. Porque los dos eran más honrados e infinitamente más inteligentes que toda esta morralla que hoy se las da de progre para vivir del cuento. Y ellos, mis padres, no tuvieron ninguna oportunidad, ninguna. Igual que les sigue pasando a muchos, a media España por lo menos. Por eso me llevan los demonios cuando veo lo que veo, en la tele, en el BOE, en la universidad y en todo este maldito país que merece irse adonde se está yendo.

Ah, y una advertencia final: si eso es lo que define a la izquierda, en mi concepto, será izquierda el partido que haga esa política, o lo será tanto más cuanto más sirva su política a ese objetivo. Llámese como se llame ese partido y tengan sus líderes la ceja para arriba o para abajo. Por supuesto. A ver si vamos a lo que importa, de una puñetera vez.

30 mayo, 2010

Otra FANECA

Ya tenemos el número 18 de FANECA, que nos cuenta esto:
-Trabajos de los estudiantes e Internet. Por Miguel Díaz y García Conlledo.
-Me cisco en las competencias y en Bolonia. Por Juan Antonio García Amado (es una versión ampliada de la entrada que apareció aquí hace unos días).

28 mayo, 2010

¿Votantes o burros?

Un amigo que milita en un partido político minoritario me contó hace días la siguiente anecdotilla. Se encontró con un conocido, hablaron un poco de política y el sujeto le soltó a mi amigo lo siguiente: “Sí, tu partido es muy majo, pero yo soy de Zapatero porque yo soy republicano, ¿sabes? Pero, ojo, republicano de los de antes”.
Aplastante. No pretendo hacer la exégesis de tan complejo enunciado ni preguntarme cómo será por dentro la cabeza de ese genio del razonamiento político. Tampoco se me alcanza qué relación ve el muy avispado entre la política de Zapatero y el amor a la República, salvo que haya secretas actitudes y ocultos propósitos que a uno se le escapan. Más bien me conformo con la idea de que mi amigo se topó con un imbécil. A eso no hay más vueltas que darle. Así que elevemos el tono un poquillo.
Tracemos primeramente el esquema de lo que, sin demasiadas pretensiones, puede considerarse un votante razonable y maduro, con psicología de ciudadano adulto. Llamemos X a ese ciudadano políticamente adulto. Por muy variadas razones (lecturas, influencia del medio, temperamento, situación personal…) X se ha formado una idea de las distintas opciones políticas, de los diferentes programas políticos que aquí y ahora compiten. X es capaz de señalar al menos unos pocos atributos definitorios de cada una de esas opciones. De entre todas ellas, X se forma una preferencia: prefiere (porque le parece avalada por mejores razones y más loables propósitos, etc.) la opción política P1. La antepone, por tanto a las opciones P2…Pn, que le convencen menos o nada.
Va de suyo, como ya se ha dicho, que X es capaz de diferenciar por algo más que por el nombre o por detalles meramente aparentes o cosméticos su opción preferida, P1, de las otras opciones (P2… Pn). Esto significa que si se le pregunta a X por qué prefiere P1, no responderá diciendo que le gusta P1 porque es P1 o porque no es P2, sino que podrá dar las razones que, en su opinión, definen dicha opción. Pongamos que las alternativas fueran nada más que una que llamamos conservadora y una que llamamos reformista, y que X prefiere la alternativa conservadora. Si le preguntamos por qué, no podrá decirnos que se acoge a la conservadora porque es la conservadora, o porque es la que más estima la buena gente, o porque en su casa siempre han sido conservadores. Es decir, a la primera o ante nuestra réplica, tiene que poder detallarnos, aunque sea mínimamente, qué significa para él la opción conservadora, enumerando caracteres o atributos que permitan diferenciar esa opción de la opción reformista. Si no es capaz, es un votante irracional. Por esa regla de tres también podrían votar las vocas o los cerdos.
Así que los esquemas más elementales de un ciudadano políticamente maduro pueden, en este punto, resumirse así:
“Prefiero la opción política P1 en razón de las características A, B y C que la definen o caracterizan, y que, por tanto, la diferencian de la opción política P2, cuyas notas definitorias son D, E, F, y de la opción política P3…, etc.”.
En tanto que votante, y puesto que a las urnas las ideas concurren encarnadas en o representadas por partidos o agrupaciones políticas, X deberá luego ver qué partido recoge, o recoge mejor o en mayor medida, su opción preferida, P1. Lo congruente es que vote a ese partido (llamémoslo H) en lugar de a cualquier otro que represente opciones diversas o que represente menos perfectamente esa opción. Por supuesto, cabe que el cálculo entren también otros factores, como cuál de entre los partidos (H, J…) próximos a P1 tiene más posibilidades de gobernar o cuenta con mayores garantías para ser eficaz en su gobierno, etc. Pero, simplificando, lo que se quiere decir aquí es que, permaneciendo idénticos otros factores, es incoherente el votante que se inclina por un partido que no recoja su opción preferente. Si no hay ninguno que la satisfaga en grado mínimo, puede ser también coherente la abstención o el voto en blanco.
Supongamos ahora que gana las elecciones el partido H, al que X votó porque encarnaba mejor que ningún otro, en su opinión, la idea o programa político P1, definido P1, en opinión de X, por los caracteres A, B, C. La pregunta ahora es: ¿cuánta disonancia o incongruencia entre la acción política del partido H en el gobierno (o en la oposicion, en realidad) y la opción política P1 puede X soportar sin dejar de votar a dicho partido? ¿Cuáles son aquí los umbrales razonables de tolerancia?
Me parece que la respuesta a esta pregunta sólo puede ser indirecta, tal que así: a circunstancias constantes, un votante es tanto menos maduro políticamente, tanto menos razonable en cuanto ciudadano político, cuanta mayor disonancia permite entre la acción del partido al que vota y la idea sustantiva por la que vota a ese partido. Otra forma de expresar dicha idea: un ciudadano es tanto más políticamente inmaduro cuanto más inmune sea su voto a un partido respecto de la acción política concreta (de gobierno o de oposición) del partido al que vota, inmunidad derivada de la disposición a sacrificar las ideas o programas que definen la concepción política de ese ciudadano, en pro de un líder o partido al que, por tanto, ya no se vota por razón de ideas, sino por otro tipo de motivos que serán, normalmente, móviles puramente emotivos (es muy guapo, era el partido de mi abuelo, es lo que vota mi novia, es lo que votamos los cojos, etc., etc.).
Si algo valen estas modestas herramientas de análisis, el diagnóstico resultante para nuestro país será deprimente: la inmensa mayoría de los españoles vota con las posaderas. Más elegantemente: la enorme fidelidad del voto de la mayoría de los españoles indica que el suyo no es un voto basado en preferencias reflexivas, sino en poses frívolas y en adscripciones puramente emotivas; en un campo, por cierto, en el que la emotividad es sinónimo de irracionalidad. Quien diga que vota a Fulano o Mengano porque le cae bien o porque habla bonito o porque tiene un hoyuelo atractivo en la barbilla es un perfecto zoquete, un inimputable político, un imbécil de libro.
Como ejercicio, apliquemos lo anterior a los partidos mayoritarios aquí, el PP y el PSOE. Si consideramos al primero partido conservador y al segundo partido reformista, puede haber magníficas razones para preferir una u otra opción y votar en consecuencia a éste o aquél. Pero ahora bajemos de las ensoñaciones a los hechos.
Toda idea política o programa político del PP tendrán un carácter puramente presunto. Será el votante bienintencionado el que les impute a los de Rajoy esta o aquella concepción concreta de la sociedad o tal o cual solución para determinado problema. Porque lo que es decir, el PP no dice nada, salvo que por decir o proponer entendamos enunciados tan generalísimos como vacíos, del tipo “la familia es la célula básica de la sociedad” o “España se rompe”. Y, aunque hagamos el acto de caridad política de pensar que en esos enunciados hay contenidos tangibles y propuestas determinadas, no mejorará la situación, pues vemos que cuando el PP ha gobernado no ha cambiado ni una coma de la política familiar sentada antes por el otro partido (por ejemplo, ni de broma deroga el PP la legislación abortista que tanto critica desde la oposición) ni se propone el PP modificar ni tanto así la organización territorial de este Estado que, según su consigna, se rompe por estar mal organizado. ¿Entonces por qué lo votan tantos de los que lo votan? Yo no lo sé, pero creo que la mayoría de esos votantes son de piñón fijo y políticamente inimputables: o votan contra el PSOE o votan sin ideología sustantiva ninguna.
¿Y el PSOE? Aquí, al menos en un nivel superficial, la situación es la contraria. El PSOE de Zapatero ha sido un partido superideologizado. Zapatero y los suyos han tratado de hacer de la disputa ideológica el eje de sus apoyos. Pero el tipo de ideología con la que se han identificado tiene dos características que la hacen desentonar de lo que se supone que representa un partido socialista: escasa incidencia sobre la realidad social tangible y compatibilidad con una práctica política que muy difícilmente podrá ser calificada de socialista por un observador político mínimamente informado.
En términos más claros: quien vote por una concepción socialdemocrática o socialista de la sociedad no podrá seguir apoyando coherentemente a un partido que ha hecho aumentar las diferencias entre pobres y ricos, que ha contribuido a la multiplicación salvaje del desempleo, que ha endeudado el Estado, al menos en parte, para favorecer a los bancos, el capital financiero y las grandes empresas constructoras y que recorta deuda del Estado a base de congelar pensiones y el sueldo de una parte de los trabajadores. Que, fuera de eso, nos resulte simpático que mande quitar las estatuas de Franco o que persiga el consumo de tabaco, es harina de otro costal. Pero ¿alguien cree que las estatuas de Franco o el consumo de cigarrillos en restaurantes pueden ser razón decisiva para votar o dejar de votar a un partido, y más con la que está cayendo?
Que, en el punto al que el PSOE de Zapatero ha llegado, siga habiendo gentes que proclamen su fidelidad electoral a esas siglas o a ese líder, es otra muestra más de que a mucho votante español le importan tan poco las ideas como las realidades, que sólo mira lo mona que queda su posturita al dárselas de esto o de lo otro. Como el idiota del cuento del principio.
Y aún faltaría introducir un factor más, que simplemente mencionaré para no alargar en demasía este texto. Me refiero a qué ocurre cuando el votante constata que el partido al que votó ya no es meramente que cumpla mejor o peor con la idea o el programa que se le supone, sino que está en manos de un incapaz o un grupo de incapaces. ¿Seguir votando a ese partido no será, precisamente, la manera definitiva de arruinarlo para mucho tiempo? También en esto la fe puede mover montañas y, desde luego, ser más potente que la razón. Si uno se empeña en que el rey está vestido, vestido lo ve y no hay más tutía. Se confunde los pelos de sus partes con la real capa de armiño, y listo. Seguro que más de un votante de Hitler andaba obnubilado por el apellido “socialista” que llevaba su partido, el nacionalsocialista. Y no es por comparar, ni mucho menos, en otros puntos o para otros propósitos. Sólo se trata de decir que si un votante se pone burro, burro hay que dejarlo.
Lo que pasa es que tanto burro ya fastidia, la verdad. Y no hay por qué tolerar más: al votante burro, como ese conocido de mi amigo, hay que cantarle las cuarenta como se merece: vota lo que quieras, chaval, que para eso vivimos en una sociedad libre; pero vete al carajo y no me aturres a mí con tus gilipolleces. Tal cual. Que se enteren de que no somos tan atontados como ellos y que vean el asquito que nos dan porque ellos son los que están jorobando este invento.

27 mayo, 2010

¿Pegarse un tiro? ¿Echarse al monte? ¿Pasar de todo?

Copia exacta del mensaje de un alumno UNIVERSITARIO que acabo de recibir. Sólo suprimo su nombre y el dato de los puntos. El resto es tal cual:
"Ola soy un alumno suyo me llamo XXXXX y me gustaria preguntarle haber si me puede decir los fallos del tercer test, es que tuve en total de los tres test XX puntos y por eso queria saber mis fallos.
y despues de cara a examinarme de su parte en el examen de la próxima semana, su parte seria tipo test como hasta ahora? y que serian 12 preguntas? y en ese examen entran tambien los artículos no?
gracias".
Agradeceré cualquier sugerencia del amable lector. En particular, me gustaría que debatiéramos el siguiente tema: a quién deberíamos fusilar mañana al amanecer. Por la brava, sin juicios ni leches.

¿Y si la crisis fuera una oportunidad?

(Publicado hoy en El Mundo de León)
Entiéndanme. A mí también me van a bajar el sueldo. Y soy de los afortunados. No sabemos lo que nos espera a la vuelta de la esquina de la próxima maniobra de los inversores o al hilo de la siguiente ocurrencia de estos zascandiles que nos gobiernan como penitencia por nuestra frivolidad. Pero también cabe que la sociedad salga de ésta -cuando salga y si es que sale- renovada; falta nos hace. Quizá estábamos necesitando una buena sacudida para volver a ponernos en nuestro sitio y a razonar como adultos, y para dejarnos de poses y posturitas de nuevos ricos con poco seso. Se nos está bajando la chulería como por arte de magia. Ya era hora.
Permítame el amable lector que convierta lo que sigue en una pura enumeración. Es una relación de cosas que podríamos cambiar, ahora que estamos en crisis y se nos quitan los humos. Son meros ejemplos.
Deberíamos aprovechar para: 1) Votar por ideas serias y programas, no por consignas vacías o estereotipos pasados de rosca. 2) Exigir a los gobernantes que no mientan con esa desfachatez y que cumplan sus compromisos y promesas. 3) Mirar con mejores ojos al ciudadano que trabaja duro que al que roba o se aprovecha de los otros. 4) Diferenciar los debates esenciales de los accesorios; por ejemplo, discutir sobre el futuro es más importante que andar en polémicas sobre el pasado. 5) Recuperar la valoración social positiva del mérito, la capacidad y el esfuerzo, sea en la educación, la Administración o la empresa privada. 6) Olvidar para siempre enchufes, recomendaciones y variados favoritismos. 6) Dejar de subvencionar como cultura las paparruchas. 7) En realidad, dejar de financiar con dinero público cualquier cosa que no sirva de verdad al progreso de la ciencia auténtica o a la igualdad de oportunidades entre los ciudadanos. 8) Prescindir de cuanto engendro administrativo sea tan inútil como caro, llámese ayuntamiento, comunidad autónoma, empresa pública, fundación pública... 9) Defender las instituciones públicas importantes frente al ataque combinado de la sinvergonzonería y la insolidaridad.
Y así sucesivamente. Está casi todo por hacer, si queremos tener un Estado como es debido y no este club de carretera, por decirlo fino.

26 mayo, 2010

Gente de peso

Yo le había jurado una y mil veces que jamás la engañaría. Años con la misma promesa en los labios todo el rato. Al fin, me pilló con la asistenta en actitud poco decorosa, el uno sobre el otro y apretados como si nos fuera la vida en el empellón. Sin darle tiempo ni para una lágrima, comencé a jurar que no era lo que parecía, ni cambio ni bandazo, que las malditas circunstancias me habían forzado y que estaba haciéndole a la otra el amor sin deseo y hasta con un poco de grima. Mi amigo Rodríguez Ibarra acudió al quite y le escribió a mi señora una carta en la que le hacía ver cuánta debió de ser la presión de la malvada mucama para que un servidor cediera a sus reclamos y se bajara los pantalones de aquella manera. Decía Rodríguez (Ibarra) que mis jadeos no eran de placer, sino de íntimo sofoco y de incontenible dolor, que aquella manera de mordisquearle el pezón a la muy pelandusca no significaba más que sublimación de las ganas de abofetearla por llevarme al huerto. Y así todo.
Cedió mi mujer y renovamos nuestros juramentos de amor, fidelidad y mutua entrega. Aún le salían pucheros cuando cada tanto recordaba con qué saña había criticado yo a su antiguo novio, tildándolo de mendaz y aprovechado, de inestable y traidorzuelo. “Me dijiste muchas veces que yo no merecía un hombre que me mintiera y que tuviera mal talante”, me repetía. Yo, por calmarla, le aseguré que pondría por escrito mis reforzadas promesas y mi compromiso de amor eterno. Así lo hicimos y le firmé un documento en el que, con encendida prosa, le reiteraba mi cariño sin tacha y el juramento de que nunca más le pondría los cuernos. Lloró de emoción al leer testimonio tan franco y me comió a besos.
Esa misma noche, pasadas las doce, mientras un par de fulanas me hacían una esmerada -y cara- felación, tomé el papelucho y le puse una corrección de errores. Escribí: “Donde dice ´nunca más` ha de leerse ´nunca más hoy`". Firmé con fecha de ayer. El día que vuelva a cazarme le responderé que si no sabe leer o qué. Como me ama, se disgustará un poquillo al comprobar de nuevo que soy un truhán y un cantamañanas, pero no me abandonará. En realidad, de entre tantos pretendientes me eligió por eso, por cabroncete y porque le vacilo como a ella le gusta. Pedazo de putón, si bien se mira.
Por cierto, tengo que llamar a Juan Carlos para ver cuándo nos corremos una juntos. Se la debo. Y eso que sé que anda hablando mal de mí a mis espaldas. Pero a la hora de la verdad ahí está, firme y solidario con los de nuestra clase.
(Dedicado al votante pertinaz de JLRZ. Un punto de vista similar, pero en serio, aquí).

25 mayo, 2010

Antorchas como culos. Por Francisco Sosa Wagner

Lo ha dicho hace poco Jennifer López: “los españoles se obsesionan con el culo”. No tengo autoridad para enmendar a esta imponente musa pero, desde mi pequeñez, me permito indicarle que yerra, que los españoles solo se obsesionan con determinados culos, no con el culo genéricamente considerado, es decir, con ese “conjunto de las dos nalgas” según la árida y triste definición que nos proporciona la Real Academia.

Vamos a entendernos: claro que todos los culos merecen un respeto, faltaría más, incluso aquellos que representan tan solo un instante de la humana arquitectura, los que no pasan de la consideración de abreviatura, de manojillo de romero, de breve rocío de los prados, también esos son acreedores de nuestra educada consideración. Ahora bien, la obsesión hacia ellos, la chifladura recia y sostenida, esa, querida Jennifer, solo se tributa a algunos que fabrica la Naturaleza como una expresión de su natural (para eso es Naturaleza) caprichoso y magnánimo, y además lo hace como quien alarga una dádiva desmesurada, como quien sabe que está fabricando un tesoro.

Sabemos que estos culos, cuando los vemos pasar erguidos y distantes en su firme entereza, nos proporcionan sudores y temblores pero los vivimos con alegría dirigiéndoles parecidas alabanzas a las que reservamos para esa rosa efímera que es la vida, nuestra vida. Y cosa curiosa: a la vista de uno de ellos, todo lo demás que nos rodea, el resto de los seres humanos, los edificios, las cotizaciones de la Bolsa, las sentencias del Tribunal constitucional, todo eso, de tan aparente consistencia, se nubla, dijérase que adquiere un aire fantasmal, como esos seres que se pasean entre bosques umbrosos y respecto de los que nos resulta difícil precisar sus exactos contornos.

Es decir, cuando un culo de obsesión comparece en escena es como si se abriera un claustro escondido y nos mostrara sus flores, sus hierbas, que son huchas de olores, sus guirnaldas y se oyera además el canto medido de un coro vibrante y seductor. Obsérvese que estamos en un momento refulgente ante el que todo debe quedar como suspendido pues es la hora del disfrute del prodigio, la hora en la que hasta nuestra manía por descifrar los enigmas del mundo debe quedar aplazada.

No es una casualidad que los grandes escritores hayan cantado estos milagros. La Fontaine nos cuenta cómo hubo en Grecia dos siracusanas “que tenían un trasero portentoso. Y por saber cuál de las dos hermanas lo tenía más gentil, duro y carnoso, desnudas se mostraron a un perito que, después de palpar con dulce apremio, ofreció a la mayor su mano, en premio”. Pero la menor no le andaba a la zaga (nunca mejor empleada la expresión) y por eso fue tomado el suyo por el hermano del perito y ambos se casaron y se concertaron para edificar un templo dedicado a “Venus, nalga recia” y “fuera aqueste el templo de la Grecia al que más devoción se ha tenido”.

Y así es porque el culo -cuando no es frívolo sino que alega hechuras imperecederas- tiene algo de roca emergente, pero también de un cielo abierto que nos confiara su indescifrable abismo, de antorcha que portara un fuego de sobresaltos.

Por eso La Fontaine lo lleva a los altares del templo. Más laico, yo lo llevo a algún escondite pleno de melodías, a una cueva profunda donde solo el júbilo del goce esté soleado.

Nuestro hombre en Helsinki (2). Por Fernando Losada

El amigo Fernando sigue narrándonos su peripecia. Para recordar el primer capítulo y conocer al autor, vea aquí.
En esta ocasión pretendo dedicar el informe a la siempre ardua tarea de la búsqueda de piso. Ya desde España estuve interesado en el tema, pero las residencias en las que acogen a investigadores postdoctorales estaban a rebosar (eso es indicativo de algo ¿no?... No recuerdo yo haber escuchado que se hablase de semejantes instituciones por nuestro país; y si las hubiese, ¿estarían llenas?). No me parecía un buen plan ponerme a alquilar un piso sin siquiera haber puesto un pie en él (cosa que se puede hacer gracias a internet), así que tuve la genial idea de alquilar durante un mes una habitación en un hostalillo y ya in situ lanzarme a la caza del hogar. De modo que aquí me tenéis: compartiendo baño, cocina y duchas con gente diferente cada dos días. Vamos, que cuando alguien me decía que aprovechase Finlandia para desayunar cada día con gente distinta no me hacía yo a la idea de que lo iba a conseguir tan pronto... Eso sí, este sitio tiene cosas muy buenas. Y es que estoy en el meollo de la ciudad: en un radio de tres manzanas está la catedral, el senado, el Banco de Finlandia (por cierto, sin que se aprecie mayor actividad en estos días inciertos para el euro), la zona comercial, el puerto, el centro... y la Universidad de Helsinki. Así que el trabajo está a dos minutos andando. Bueno, al grano. ¿Cómo es la búsqueda de piso finlandesa? Agarraos los machos que allá vamos.

Si no quereis cometer los mismos errores que yo he cometido, lo primero que debéis saber es que aquí hay distintas modalidades de alquiler. El primer piso que vi era estupendo; habitación, sala, cocina y baño pequeños (lo habitual aquí) con mucha luz y esas cosas. El asunto es que se alquilaba... hasta junio (¿¡!?). Sí, amigos, aquí uno puede alquilar un piso por meses, semanas e incluso días. Evidentemente en el mercado de particulares (aunque también en algunas inmobiliarias). ¿Y cómo es eso? Pues resulta que el sentido de la propiedad aquí debe ser un poco distinto respecto del nuestro, porque consideran que irse al pueblo una semana y no sacarle provecho al piso es una pérdida de dinero. En efecto, la gente si se va de la ciudad durante un mes, una semana o en unas vacaciones largas, alquila su piso. ¡Con libros, enseres, ajuares y todo! Mmmm. No, reconozco que como buen español mi confianza en el prójimo no sería suficiente como para meter a un desconocido en mi casa durante una semana si no estoy allí. ¡Cómo! ¿Que no me creéis? Fijaos en esta familia que alquila su piso este verano durante cinco semanas.

Después de esta primera decepción empezó el carrusel de visitas a pisos. Hay diferentes modalidades de selección. Personalmente, prefiero el modelo casting, esto es, los dueños citan a los interesados a diferentes horas, les muestran el piso individualmente y en un par de días deciden. Esto significa que por tu parte has de andar fino e intuir qué es lo que esperan de su inquilino esas personas que desconoces: que si los ves medio serios, oiga, trabajo en la universidad; que si son más jovencillos, pues dejar caer algo de cine o música (si dan pie a ello, que no hay nada peor que forzar las cosas). Bueno, como sabéis, lo de venderme no se me da nada bien, así que esta modalidad no me convino mucho. No superé casting alguno, vamos.

Así que conocí otra fórmula finlandesa para decidir a quién alquilas tu piso, que consiste básicamente en congregar a todos los interesados en el mismo día y a la misma hora. De repente te encuentras rodeado por cuarenta personas en un piso de 20 metros cuadrados en el que se tendría mejor idea del espacio si te quedases en el umbral y admirases desde ahí el panorama. Pero no, todo el mundo agolpado y mirando los pequeños detalles (no hay posibilidad de ampliar el campo de visión). Así que vi pisos con rodapiés muy bien instalados, con algún desconchón en el trozo de pared que me tocó ver, con instalaciones eléctricas deficientes (al menos en lo que se refiere al enchufe que estaba a mi alcance)... Esto también permite conocer gente, al menos de vista, porque (¡oh, casualidad!) éramos los mismos en todos los pisos. ¡A alguno hasta le toqué los michelines en dos pisos distintos (por las apreturas, que conste)! Después de la inspección, te preguntan si estás interesado. Evidentemente, en estos casos hay que decir que sí, al menos para poder ver el piso vacío y hacerte una idea. Así que te pones a rellenar en inglés un formulario finlandés. Esto tiene inconvenientes y ventajas: el dueño se acuerda de tí, porque no paras de preguntarle qué significa esto y aquello. Ahora, que se acuerde para bien o para mal depende de tu capacidad de deducción, porque como preguntes más de la cuenta estás condenado, por pesado. Cuando tienen el tocho de formularios no sé qué criterios emplearán para decidir a quién alquilar el piso. Lo que sí sé es que tampoco me escogieron.

Así iban las cosas hasta que la semana pasada llegó otro investigador postdoctoral al centro, un siciliano también cazador (de pisos), como yo. Así que decidimos aunar esfuerzos y, de paso, repartir gastos, que los precios por estos lares son altos. Empezamos la búsqueda y se repitieron los parámetros descritos más arriba: casting en el que nuestra química no debía funcionar del todo (a fin de cuentas somos recién conocidos) o pisos en el que lo que pululaban esta vez eran parejas. En efecto, buscábamos pisos de dos habitaciones, pero en Finlandia o comen en la cama, o consideran el salón/comedor como una habitación más. Así que allí nos teníais, rodeados de parejas buscando el lugar en el que formar su nidito de amor... y una pareja de mediterráneos buscando un piso en el que "convivir". Ni siquiera intentamos hacernos pasar por pareja: no teníamos posibilidad alguna, porque no conozco casero alguno que ante la perspectiva de alquilar el piso a una pareja de fineses recién avenida y con intención de pasar mucho tiempo juntos prefiera alquilarlo a un par de foráneos que no se pueden comprometer a más de un año... Así que nada, a ponerse los zapatos y a otro sitio (porque esa es otra, aquí al entrar en un piso los dejas en la entrada... imaginaos los tumultos de potenciales arrendadores recorriendo descalzos los pisos; ¡y la montaña de zapatos a la entrada!). Esto hizo que tuviéramos que empezar una nueva búsqueda, esta vez de pisos de tres habitaciones (con el consiguiente incremento en el precio de la mensualidad, claro).

Así discurrieron los días y comenzó la desesperación. La broma entre nosotros era que en estos casos uno no encuentra piso hasta que está definitivamente desesperado. Igual al tener esa convicción nos confiamos, pero lo cierto es que al final la alarma cundió. De hecho, pensé en quedarme de forma permanente en el hostalillo desde el que os escribo (ahora ya mi "hogar"); no me saldría tan caro y estaría a un paso de todas partes. Incluso llegué a pensar en instalarme en el despacho de la universidad (¡y no es broma!): tengo un sofá, armario, cajoneras y estantes a porrillo y tres pisos más abajo está el gimnasio con las duchas, así que lo que empezó como una coña acabó siendo una posibilidad sopesada seriamente para el caso de que sucediera alguna emergencia...

En esas estábamos cuando fuimos a ver un piso en Katajanokka, una isla anexa al centro de la ciudad... El piso era estupendo, aunque había que amueblarlo y aun así costaba un pastón. Pero entre dormir en el despacho y pagar un pastón, se paga el pastón (más que nada por el qué dirán: igual eso contraviene alguna convención social). Y entonces sucedió lo que pasa en estos casos: que quieres caldo, pues siete tazas. Nos dice una compañera del trabajo que su familia ha decidido alquilar el piso de su abuela, amueblado, y que podemos verlo al día siguiente. Así que para allí nos fuimos. Buen piso, más lejos del centro que el otro (10 minutos en tranvía) y amueblado. El precio, el mismo. Así que... a la casa de la abuela de Liisa. Espero que retiren todos los retratos familiares que colgaban por las paredes, porque vista cómo es la modalidad de alquiler de piso amueblado por aquí, me temo que nos quedaremos con el equipo completo.

Bueno, el caso es que por fin parece que tenemos piso. Espero que lo conozcáis pronto con motivo de vuestra visita a Helsinki. Lo cierto es que se me están acumulando las vivencias (sí, tengo más de comida, aborígenes, clima, etc.), pero no quiero atosigar con correos interminables, así que intentaré condensarlo todo en uno semanal. El de la semana que viene será un especial dedicado a la Universidad. ¡Besos y abrazos a todos!

24 mayo, 2010

¿Estamos en huelga de celo soterrada?

Ayer me encuentro a un par de antiguos compañeros y guardias civiles destinados en Tráfico en Asturias. Me dicen, muy serios, que puedo volver tranquilo en mi coche a León, que ya no hay multas, salvo las del radar. Añaden que en alguna provincia ya están consiguiendo pasar días enteros sin poner una sola sanción de tráfico. No caigo en la cuenta de la razón y me la explican: ¿nos bajan el sueldo? Pues también vamos a procurarles menos ingresos.
Conversación de hace un rato. Una persona cercana ha llevado a su madre al servicio de urgencias de un hospital público. Todo el día esperando, se acumula la gente en las salas, hay hasta ataques de ansiedad, pero los pacientes van pasando con cuentagotas y se dice que faltan médicos. ¿Azar o deliberación?
Tropiezo con un compañero en la Facultad y, de buenas a primeras, me asegura que ya ha decidido dar aprobado general. Que se descuenta a sí mismo el tiempo de corrección de los exámenes.
Caramba, caramba, cómo está el ambiente. No digo que ninguno de estos comportamientos sea loable, no. Afirmo nada más que cómo está el ambiente. Hay mucho funcionario cabreado con los comentarios de estos días. Otro éxito del eximio (¿o ex-simio?) Gobierno, dividir aún más a los ciudadanos, enfrentarlos. Imagino -que no justifico- lo que puede pasar por la cabeza de alguno de los médicos en cuestión: con que los funcionarios trabajamos poco y ganamos mucho y es muy justo que nos descuenten para tapar agujero, ¿verdad? ¿Y ahora viene usted a mi consulta con urgencia? ¿Dónde dice que le duele? Espérese, que voy a trabajara como dice usted que lo hacemos.
El día que salgamos de ésta alguien tendrá que coserle a la sociedad más de un costurón. Si salimos.
En realidad, deberíamos estar todos unidos y en la calle. Gritando lo obvio. Contra este Gobierno y esta oposición y contra el voto (f)útil.
Deberíamos ir pensando en refundar el sistema constitucional-político-democrático-social. Pero ahora en serio. Como adultos.

23 mayo, 2010

Santos Juliá sobre la impunidad de los crímenes del franquismo

Miren qué bien cuenta Santos Juliá alguna cosa que aquí ya habíamos insinuado, con menos datos y peor estilo.
Su artículo está en El País de hoy y se titula "Sobre la impunidad de los crímenes del franquismo". Pueden verlo aquí.
PD.- Si fuera interesante debatir algo de este artículo -seguro que sí-, convendría la discusión versara sobre el núcleo o sustancia del mismo, no sobre si el señor Juliá tiene un primo en Cieza.

Me cisco en las competencias y en Bolonia

Asco de tarde de domingo. Mañana se me acaba el plazo para "colgar" la Guía Docente de la asignatura que el año que viene impartiré en el nuevo Grano en Derecho (perdón, quise decir Grado). Tengo preguntas interesantes que nadie podrá responderme. Por ejemplo, por qué diablos no vale hacer un programa de los de toda la vida, con temario, bibliografía y unas pocas informaciones prácticas. Pues no, ahora no vale. Hay que enredarse en mamonadas propias de pedamamones. Otra vez las competencias, entre otras cosas.
Mi universidad ha puesto a nuestra disposición una especie de folleto con instrucciones y consejos sobre cómo hacer una Guía Docente. Miren este fragmento, por favor, miren este fragmento. Es largo, pero lo copio entero. Con él está todo dicho sobre la clase de autotocamientos mentales que se traen los que mandan en las universidades en esta época oscura. Luego me permitiré algún comentario final.
Dice en su página 7 el "Modelo de Guía Docente" de mi universidad:
"15) Son muchas las definiciones que existen en la bibliografía del término competencia, que se convierte en una de las “piedras angulares” del Espacio Europeo de Educación Superior. Hemos seleccionado la del “Proyecto Piloto Tuning”, que señala que las competencias representan “una combinación dinámica de atributos en relación con conocimientos, habilidades, actitudes y responsabilidades, que describen los resultados de aprendizaje de un programa educativo o lo que los alumnos son capaces de demostrar al final de un proceso educativo”.
16) Las competencias genéricas o transversales son aquellas comunes a cualquier titulación, tales como la capacidad de tomar decisiones, de aprender, de diseñar proyectos, etc. Por tanto, se puede afirmar que son las mismas, con independencia de la materia/asignatura dentro de la titulación e incluso que son las mismas para la gran mayoría de las titulaciones. Suelen venir especificadas en el “Libro Blanco” del Grado en cuestión, así como en el R.D. 1393/2007 por el que se establece la ordenación de las enseñanzas universitarias. Se recomienda que al plantearlas su enunciado sea corto, claro y comprensible por parte del estudiante. El “Proyecto Tuning” diferencia tres tipos de competencias genéricas o transversales: a) competencias instrumentales: relacionadas con el manejo de herramientas; b) competencias interpersonales: las que permiten mantener una buena relación social con los demás y c) competencias sistémicas: relacionadas con la obtención de una visión de conjunto y con la capacidad de gestionar adecuadamente la totalidad de la actuación. Algunos autores distinguen un cuarto tipo de otras competencias, no incluidas en las tres anteriores.
Arias Blanco (2009) incluye la capacidad de análisis y síntesis, de organización y planificación, de comunicación oral y escrita, el conocimiento de una lengua extranjera, el conocimiento de informática relativo al ámbito de estudio, la capacidad de gestión de la información, la resolución de problemas y la toma de decisiones como ocho ejemplos de competencias instrumentales. Entre las competencias interpersonales, enumera el trabajo en equipo, el trabajo en un equipo de carácter interdisciplinario, el trabajo en un contexto internacional, la habilidad en las relaciones interpersonales, el reconocimiento a la diversidad y multiculturalidad, el razonamiento crítico y el compromiso ético. Destaca dentro de las competencias sistémicas el aprendizaje autónomo, la adaptación a las nuevas situaciones, la creatividad, la capacidad de liderazgo, el conocimiento de otras culturas y costumbres, la iniciativa y el espíritu emprendedor, la motivación por la calidad y la sensibilidad hacia temas medioambientales. Por último, dentro del capítulo de otras competencias abarca la capacidad de aplicar los conocimientos teóricos a la práctica, el uso de internet como medio de comunicación y fuente de información, la experiencia previa, la capacidad para comunicarse con personas no expertas en una determinada materia, la capacidad de entender el lenguaje y las propuestas de otros especialistas, la ambición profesional, la capacidad de autoevaluación, el conocimiento de una segunda lengua extranjera y la capacidad de negociación.
Es conveniente que las competencias genéricas que se incluyan en cada guía docente vayan numeradas. No deberán resultar excesivas, ya que posteriormente habrá que justificar su evaluación, por lo que sólo se deberán incluir aquéllas que se vayan a trabajar en cada asignatura concreta
".
Y ahora que el que pueda me responda a esta pregunta: ¿por qué nos sometemos?
Pues miren, un servidor no se somete. Voy a hacer la Guía en cuestión, pero de coña. A ver qué pasa. Ya les contaré.
¡Contra los pedabobos, insumisión! ¡Y escupitajo!
PD.- Pequeña muestra que quisiera ser semilla de rebelión. En el apartado "Competencias transversales o genéricas", he puesto estas tres: 1/ Empatía intelectivo-emocional; 2/ Capacidad de síntesis reactiva; 3/ Razón práctica analítica compenetrada.
¿Está bien o no? Verán como acabo convertido en referente de la nueva pedogogía.

21 mayo, 2010

No sabe una qué pensar

Me he pasado todo el día metido en un tren, así que he disfrutado los periódicos como antes, como cuando no tenía que pasar las jornadas rellenando memorias, fichas, guías docentes y variadísimas evaluaciones. Me he pulido tres diarios enteritos y de todo el espectro ideológico, o casi. Como tiene que ser. Y aun así te la pueden meter doblada; la mala idea, me refiero.
Casi me hago una calva en el cráneo de tanto rascármelo tras leer este parrafillo del editorial de El Mundo. Es poca novedad y nada sorprendente, pero viéndolo así, tan resumidito, es cuando me viene una insaciable sed de sangre (política). Dice: “Los cinco mil millones que se van a ahorrar este año con estas medidas suponen una cifra inferior a la pérdida de ingresos que supuso el regalo fiscal de los 400 euros y los 10.000 millones del año que viene casi equivalen a lo que se gastó en las innecesarias obras municipales del Plan E. Dicho mordazmente, el Gobierno paraliza ahora la construcción de autopistas porque el dinero se empleó en construir aceras en los pueblos”.
De acuerdo, es cosa sabida. Pero es de las que hay que repasar para que no se nos olviden. ¿Quiere decirse que a mí me van a reducir el sueldo -sobre eso ya me he pronunciado aquí- para compensar malamente entre todos los funcionarios nada más que lo que se gastó en la demagogia de los 400 euros para los que vendían el voto en las esquinas como putas/os que son? Sí. ¿Que estoy pagando yo lo que le costó al Zapatero irse de putas electorales? Pues sí. Las cosas como son. Y duele. Y jode, vaya si jode. Bien, que descuenten guita a los funcionarios, que para eso tienen trabajo fijo. Vale, pero ¿para que el proxeneta de nuestra política compre maquillaje ideológico hortera para sus rameras/os? Ay, ay, ay.
Condenados periódicos, no volveré a hacerlo. Artículo económico de John Müller, también en El Mundo: “Como denunció Díez el miércoles, el despilfarro ha sido notable: los canales autonómicos de TV generaron, sólo en 2008, pérdidas de 1600 millones. Entre 2003 y 2008, se ha pasado de 163 fundaciones públicas a 541, de las cuales 344 son autonómicas. Estas fundaciones, junto con unas 3.500 empresas públicas de toda índole, tienen una deuda viva de más de 44.000 millones que llegará a 55.000 millones este año”.
¿Y si se cerraran los canalillos autonómicos, que no son más que lugares en los que los chulos de la política captan a los que se prostituyen por 400 euros o porque hay que evitar que venga la derecha -¡manda pelotas!? Y, por cierto, ¿las fundaciones ésas para qué valen? Las que yo conozco, creo que para evitar el pago de ciertos impuestos -¡?- y para que tenga donde mandar y ganar unos duros el amante bandido de algún jefe público. También sirven para poder contratar para actividades tan diversas como inútiles a los y las que felan al felador de algún jefe público. Esto no es un país, es un trenecito. Sí, chu-chú, chu-chú. Qué poético: lo tuyo en el de delante y el de detrás en lo tuyo. Chu-chú, chu-chú. Pues a tomar por el saco propiamente, fuera las fundaciones públicas también, salvo las que no sean de ese tipo ferroviario, y fuera la mitad de las empresas públicas o al demonio cuatro quintas partes de sus consejeros y arrimados. ¿No estamos por ahorrar?
También tengo otra duda para usted, ideologizado lector, progretón de mis entretelas. Los malos de verdad son los especuladores, ya estoy seriamente enterado. Vale. Uno de los grandes trucos de esa especulación capaz de arruinar países y monedas es lo que se llama la venta a corto en descubierto. De acuerdo. La Merkel va y lo prohíbe en Alemania hace un par de días. ¿Merkel es de izquierda a tope? Deduzco que sí. ¿O es que le copió la idea a Zapatero, que la iba a proponer como presidente de la Cosa Europea? Y bien que le han zurrado a la Merkel por hacer eso por su cuenta. Ahora, la muy izquierdistona, dice que le va a poner una tasa a la banca. Bueeeeeno, aquí el sagaz leonés dice que les va a plantar también un impuesto temporal a los ricos. Que te apuestas, mecagoentoslosmuertos, que paso por rico y me dan por ahí también. Mientras los que yo me sé se van de rositas con otro pase en corto y a descubierto.
Cada día me dan más ganas de irme a algún sitio, pero no sé adónde. Y, fuera del blog, tampoco hay donde desahogarse. Antes, hace cuatro o cinco años, cuando me iba de viaje por el país y comentaba a los coleguis del Progrestán que Zapatero era pelín retrasado mental en mi modesta opinión, me rebatían con saña. Ahora me cambian de tema. Pero aquí nadie reconoce nada ni pa Dios. Y luego van todos de superobjetivos y no sé qué. Eso sí, unos amigos meditarráneos me aseguraron ayer que se sabe de buena tinta que Camps y el Bigotes se lo hacían. Chu-chú, chu-chú. Espero que a nadie le dé por llamarlos mariconazos, porque eso es lengaje de la derechona y de una homofobia a lo Charlton Heston. Me juego yo las canas a que también esa cama la voy a pagar yo con otro viaje que me va a meter el Zapatero, que no se lo hace con nadie más que con la milana bonita.

20 mayo, 2010

Los funcionarios y el cabeza de familia

(Publicado hoy en El Mundo de León)
Soy catedrático de universidad y, por tanto, funcionario con un sueldo de los altos en la Administración. Para el recorte de emolumentos que ahora llega me queda margen y, además, estaba mentalizado. Debemos contribuir, proporcionadamente, los que tenemos el privilegio de un trabajo estable y con algunas ventajas adicionales.
Hasta ahí mi acuerdo. Porque miro alrededor y la aquiescencia se va tornando cabreo. Me piden colaboración y sacrificios, y bien está, pero.... Es como si en una familia grande uno fuera un hijo más, con muchos hermanos. Ahora aparece el padre y te dice: “Hijo, estamos hundidos y podemos quedarnos sin casa, sin dinero para comida o para la ropa y los libros de tus hermanos. Tú tienes un sueldo que no está mal y has de auxiliarnos”. Se veía venir. Uno, que quiere ser hijo bueno, echa mano a la cartera, pero a lo mejor también le suelta un discurso al progenitor para convencerlo de que comience por despedir a las tres empleadas de servicio doméstico, al mayordomo y a la manicura. Y tal vez convenga mirar atrás y repasar cómo llegó esta catástrofe. Resulta que el cabeza de familia dilapidó el patrimonio familiar en regalos a lo loco. Por ejemplo, como quería ser presidente de la comunidad de vecinos, dio a cada uno de los que viven en este inmenso rascacielos un regalo de cuatrocientos euros. Sí, también a los más ricachones. Así todo el rato, hasta que la familia se quedó como está ahora, a dos velas. El padre dice que el dinero se le fue en socorrer a los más necesitados, pero resulta que en esta familia cada vez es más grande la distancia entre los que tienen mucho y los que pasan necesidad. Es falso que este cabeza de familia reparta bien, pues, por ejemplo, ahora el regalo para tapar los pufos me lo pide a mí, no a mis parientes más forrados.
En fin, por el dinero que voy a poner para sacar a la familia del hoyo no protestaré. Para eso estamos. Pero hablaré con mis hermanos para ver qué hacemos con este padre que anda medio gagá. Visto lo visto, creo que procede incapacitarlo. Asegurémosle un digno retiro y una vejez agradable. Pero que no vuelva a meter la mano en la caja ni en nada que nos importe. Por el bien de la familia.

19 mayo, 2010

Otro artículo recomendable.

Les sugiero que lean este artículo al que pueden acceder desde AQUÍ. Su autor, asturiano y colaborador habitual de La Nueva España, no pasa habitualmente por un derechista, ni mucho menos. Y miren a lo que va, a lo que a tantos con buena razón desespera: ¿es izquierda esta caricatura de ideología, de gobierno y de presidente que nos gobierna? ¿Son izquierda estos sindicatos tragones y panzudos? ¿Es social este Estado? ¡Anda ya! Esto es una merienda de negros con una jeta así de larga. O pongan el color que quieran si la expresión es políticamente incorrecta. Porque, eso sí, para hablar somos casi tan finos como para robar o mamar del presupuesto.

18 mayo, 2010

No estamos solos: estamos rodeados

En efecto, así es. Rodeados. ¿Será por un virus? ¿Lo causará una destructiva arma química? ¿Vendrá el desastre de algún planeta maligno que primero -ahora- debilita nuestras meninges, para luego invadirnos sin esfuerzo? ¿Será por comer demasiadas chucherías o por dejar de fumar? No sé, pero algo tiene que haber. Hasta hace bien poco yo culpaba a los pedagogos, sector pedabogos de salva sea la parte. Pero ya me parece demasiada obra para ellos solitos. Han de tener apoyo exterior, medios inconfesados, estrategias urdidas en esferas más altas, quién sabe si celestes.
Atacan concentrando el fuego sobre enemigos debilitados. Mismamente un servidor y hoy mismo. Ando con una laringitis que me impide soltar los tacos en el debido tono y, para colmo de desdichas, por las tardes los escalofrías me los provoca también la fiebre. Y justamente en un día así, hoy, recibo ese ataque combinado de los siniestros alienígenas o de los gremlims de marras. Déjenme que se lo cuente despacio y luego juzguen ustedes mismos si hay caso o si no debemos preocuparnos.
Primero al comienzo de la tarde, aparece un comentario a aquella entrada que había colgado aquí y en FANECA, la que se titula “Rankings de las universidades: ¿y a mí qué me importa?”. Que lleguen comentarios críticos a estas cosas es normal, lógico y de agradecer en un foro como este y como ese. Pero, ay, miren lo que me dice el ser que así se me comunica:
Con esa mentalidad que expone, querido colega, su universidad seguirá en el sotano de los ranking. La excelencia académica se impone desde la gente -estudiantes, directivos y docentes incluidos en permanente diálogo- con visión de futuro, no con esperanzas de "haber quién llega a negociar". Así me pregunto, cómo será una de sus clases? No tengo los 50 años suyos en la academia. Talvez alcanzo a llegar a la mitad, pero mi pensamiento es contrario a su exposición. Si dejo pasar, mantengo el statu quo del sistema y otro se graduará porque lo eduqué y vendrá a repetir lo que de mi aprendió. Soy entonces un profesor. Si enseño para provocar, para cambiar, para trascender, otro andará esos pasos para escalar, no en un ranking, sino en el desarrollo humano que tanto necesitamos. Sus palabras son como calcadas del libro "El fin del Pleistoceno", donde el tío Vania se quejaba de manera insistente porque su hermano Edward pretendía bajarse del árbol, armar un hacha con piedras que afilaba, cortar mejor los cueros de las fieras para proteger a la familia en noches del hielo invierno, mantener la hoguera prendida para cocinar siempre un brazo de rinoceronte. Al final tío Vania se quedó refunfuñando entre las copas de los árboles y repitiendo sus acostumbradas palabras: "La habéis hecho buena. ¡Aaaj! ¡Yo me vuelvo a los árboles! ¡Esta vez te has extralimitado, Edward! ¡Eso fue lo que le ocurrió también al brontosaurio!"
Cáspita, repámpanos y recórcholis. Y encima afirma que llevo cincuenta años de profesión académica. Canas sí peino, caramba, pero tantas... No sé si me ofende más eso o la ortografía. Mas aún me aguardaban sorpresas. Meto el nombre del intrépido crítico en el padrecito Google y, tachán, sale un señor que resulta que se vende y promociona tal que así:
Ofrezco”: "Pensamiento en Red, Estrategias de Comunicación, Comunicación Digital, Interacción Social, Exito Global, Exito Local, Alianzas, Cooperaciones, Expertos, Participación, Inteligencias Compartidas”.
¡Ahhhggg, es uno de ellos! De los que enseñan a enseñar sin saber un carajo, de los que imparten cursillos sobre el éxito en lo que sea y ni siquiera dominan por sí mismos las reglas elementales de la ortografía, la sintaxis o el comer en la mesa con gente.
Si fuera sólo eso, resultaría grave, pero podría deberse al azar. Pero no. A las dos horas entra en mi correo electrónico otro mensaje, en plan spam de level. Ustedes dirán. Remitente: Jorge Skrainka. Este apellido asturiano no es; suena de por la parte del Averno. Título del mensaje: “Energía Humana Sustentable” ¿Cómo supieron que andaba bajo de energías? ¿Sustentable será lo mismo que sostenible? Pero eso no es nada. Cuentan que se trata de una empresa radicada en el parque tecnológico de Vigo. Pueden verla si pinchan aquí. Yo no escribo el nombre por si me parte un rayo. Dicen unas cosas preciosas, como que tienen portafolio y así. ¿Será una empresa de pedabobos? Sí, pero con alguien más. Posiblemente con chinos infiltrados que quieren destruir nuestro sistema y nuestra civilización. Las huestes de Fumanchú, mínimo. Porque vean lo que venía en mi mensaje:
Nuestra propuesta de formación se basa en el diseño de situaciones de aprendizaje en las cuales los participantes son el centro del proceso. Cada una de nuestras estrategias es única, ya que cada grupo es único (...) Nuestra metodología hace énfasis en integrar los tópicos a la experiencia de la audiencia y favorecer de esta manera su adecuada transferencia. Por eso, la teoría es mínima. Nuestros cursos y talleres se enriquecen de la combinación de diversas disciplinas: PNL, Inteligencia Emocional (IE), mapas mentales, participación activa, cambio de creencias, equipos de alto desempeño y dinámicas de grupos, entre otras”.
¿No les resulta familiar? ¡Sí, son ellos! ¡Cielo santo! ¡¡¡ES BOLONIA!!!!
Lo s i en to. No pue do seguir es cri biendo Al go me o pri me el cuell (crac).

El alcohólico y su botella. Por Francisco Sosa Wagner

(Publicado hoy como tribuna en El Mundo)
Crecimiento económico es igual a bienestar. Este es el mandamiento que rige nuestras sociedades. Quien lo ponga en duda pone en riesgo su crédito de persona sensata. Sin embargo, cada vez parece más claro que el crecimiento indefinido no sólo no aumenta nuestro bienestar sino que lo va minando de forma dramática. Un nuevo horizonte se impone y hacia él debemos empezar a caminar «mejor hoy que mañana».
Este es el resumen de la contraportada de un libro que acaba de aparecer en Alemania y cuyo título es Exit. Wohlstand ohne Wachstum (Salida. Bienestar sin crecimiento, Propyläen, 2010). Su autor se llama Meinhard Miegel y no es precisamente un joven verde ni un pensador que viva al margen de los circuitos finos del sistema político y económico. Antes al contrario, se trata de un hombre de 70 años que ha sido asesor de la Democracia Cristiana alemana y consejero de varias empresas relevantes en la economía de su país. Cuenta con esa formación tan típica -y envidiable- de los alemanes: empezó estudiando Música para aterrizar después en la Sociología, la Filosofía y el Derecho (es doctor por la Universidad de Fráncfort).
Este intelectual, vinculado a la derecha, es quien escribe que «gran parte del mundo -y a su cabeza los países tempranamente industrializados- dependen del crecimiento económico como los alcohólicos de la botella o los drogadictos de la aguja-. Avanzan ebrios por la historia apoyados en el bastón de una consigna que nadie disputa: «siempre adelante y siempre más». Las 300 páginas de su libro están dedicadas a demostrar lo peligroso de este modo de razonar partiendo de una constatación: nos ha llevado a una crisis «de burgueses que han cultivado un estilo de vida que está muy por encima de sus posibilidades y que han pretendido edificar un patrimonio sobre deudas». Es la crisis además de «las empresas que han vivido gracias al gotero de los bancos» y que de forma ingenua han creído en su imparable crecimiento. Pero es también la crisis de los propios banqueros, que han traficado de manera irresponsable con el dinero de sus clientes. Y la de los científicos, que han vendido sus hipótesis y creencias como verdades inconcusas. Y la de los sindicatos, que exigen y exigen sin tener en cuenta el contexto. Y es, en fin, la crisis de los políticos, que desde hace decenios actúan como si el crecimiento económico fuera algo inmanente y consustancial con nuestros genes y, que, atentos al día a día, no son capaces de contemplar un futuro que no pase por esa fantasía.
Todos ellos han tejido los hilos de una sociedad para cuyos miembros contraer deudas ha sido pura rutina y pagar los plazos puntualmente cortedad de miras propia de mentecatos que no ven más allá de sus narices. En ella ha regido la insensata invitación a una barra libre para todos y todas, el joven y el viejo, el nene y la nena. Gracias a los embelecos de unos y otros hemos cabalgado sobre un tigre sin saber en realidad lo que es un tigre ni cómo se las gasta este félido. A quien no ha participado de este jolgorio se le ha considerado sin más carne de cenobio o ha sido objeto de befa.
La pregunta que ahora se impone es: ¿se puede continuar así? De momento, parece que nadie está dispuesto a dejar de darle a la manivela, pues si se contemplan las medidas tomadas por los gobiernos, advertimos que han consistido en seguir derramando dinero: sobre los bancos, sobre la industria del automóvil, sobre la construcción de carreteras… Es decir, no se aprecia un esfuerzo destinado a empezar de nuevo, a imaginar otro mundo. Como mucho, a corregir algunos defectos o fallos de un sistema al que se reputa nimbado por la infalibilidad.
Una actitud reaccionaria que defienden quienes blasonan de izquierdismo y de esos otros ismos que en rigor no son sino el punto en el que se encuentran los caminos de la bobería y la bribonería. Pero además una actitud peligrosa, pues conduce a crisis futuras de mayores dimensiones. Adviértase que hasta ayer han sido los bancos y las empresas -y por supuesto los ciudadanos- los afectados; hoy, lo estamos viendo de forma dramática, son ya los mismos Estados los que se asoman a profundos abismos al fondo de los cuales les espera un espacio montaraz donde se ignora qué reglas estarán en vigor.
El autor parte de que el bienestar de unos pocos convive con la penuria de millones de seres humanos que miran el gran convite segregando los mismos jugos gástricos que segregaban los niños de los cuentos de Dickens cuando miraban los dulces de las pastelerías tras los cristales de sus escaparates. Esta injusticia no es posible mantenerla por razones éticas pero además porque, al vivir en un mundo globalizado en el que todos nos podemos ver las caras, resulta ya ineludible escapar de la maldita ecuación que liga el bienestar con el crecimiento económico ilimitado: en un mundo finito no es posible el crecimiento infinito. En la hora actual no se trata de crecer más sino de repartir mejor. De idear un plan nuevo de convivencia -más justo o menos feroz- entre los habitantes de una Tierra que no está hecha para acoger una industrialización como la que han vivido los países tempranamente industrializados, beneficiarios de una situación irrepetible: la que permitió servirse a discreción de los recursos naturales alojados en la panza benefactora y multípara de la Tierra y de sus mares.
Por ello la sociedad debe acabar con la religión del crecimiento y el bienestar que tantas víctimas propiciatorias exige a diario: seres humanos, animales, plantas, paisajes, ciudades, y hasta el sentido común arde en el pebetero de ese dios arrogante que es el crecimiento indefinido, concebido como única tabla salvadora de la humanidad. No olvidemos que estamos ante una religión que es monoteísta y que, por ello, no admite otros dioses que proyecten sobre los creyentes sus sombras de dudas.
Y sin embargo hay que limpiar los altares de falsos ídolos. Hasta ahora el bienestar se ha medido tan solo con las cifras del Producto Interior Bruto, un despropósito que se asemeja al del médico que se empeña en medir la presión arterial con un termómetro. Si queremos interpretar la realidad más ajustadamente, preciso es saber que el aumento del bienestar material es crecimiento económico más descuento de todos los costes y daños que ese crecimiento ha causado en la Tierra. Por ello, en el futuro, el bienestar ha de ser algo distinto a la propiedad de bienes materiales y al disfrute de servicios comerciales. Seguir defendiendo los postulados tradicionales lleva a graves perturbaciones de la Tierra en su conjunto y en particular del hombre, de quien hace un ser intelectualmente pobre y -¿por qué no decirlo?- un poco mochales.
A partir de estas ideas se enhebran unas propuestas sugestivas que abarcan aspectos de la vida social como la construcción de las ciudades y la ordenación del territorio, el transporte, las nuevas formas de trabajar y de dejar de trabajar (jubilaciones), la necesidad de repensar el Estado social, el papel de la familia, los movimientos migratorios, la educación, el disfrute de la cultura…
Reflexiones estas de Miegel que no son nuevas, como sabe el lector avisado, pues conviven con una literatura abundante en la que figuran nombres -citados cálamo currente- como los de Dennis Meadows y Herbert Gruhl, entre otros muchos, y los de nuestros Carlos Taibo o, con otros acentos, Ignacio Sotelo. Compartiendo o combatiendo sus opiniones, es muy conveniente no perderlas de vista y recordar que, probablemente sin saberlo, se apoyan en la proclama que un hombre poco sospechoso, el padre del milagro alemán, Ludwig Erhard, hizo en 1965: «necesitamos un nuevo estilo de vida porque el crecimiento permanente carece de sentido…».
Sospecho que por este semillero de ideas transgresoras circulará el progreso de la sociedad. Muy lejos desde luego de las embaucadoras supercherías que nos quieren colocar los quincalleros de la progresía oficial.

16 mayo, 2010

La FANECA ataca de nuevo

Ya tenemos dieciséis fanecas. Y como si nada. Pues seguiremos.
Ésta es la última:
- Hablar por hablar. Por Juan Antonio García Amado
- Entre el bukakke y el armonio. Por Miguel Presno Linera
- Vergüencillas aireadas

15 mayo, 2010

Nuestro hombre en Helsinki. Por Fernando Losada

El texto lo publico con su permiso, pero el título lo he puesto yo. Esta mínima introducción también. Seguro que él no me la autorizaría.

Fernando Losada es un joven doctor en Derecho, especialista en Derecho europeo y autor de una magnífica tesis doctoral defendida no hace mucho ante un tribunal con algunos miembros de gran lujo. Es honesto, culto, buena gente. Y gallego internacional, del mismísimo Vigo. Habla variadas lenguas, sin contar el gallego. Ha sido becario en diferentes universidades y centros de investigación de España, pero ya no tiene sitio aquí. Está todo lleno, bien sabemos por qué y por quienes. Así que ha cogido el petate y se ha marchado a Finlandia, contratado allí por un puntero instituto de investigación en asuntos jurídicos y políticos. A los finlandeses no les ha importado que no sea de una parroquia cercana ni hablante de algún dialecto local ni pelotas de jefecillos. Se lo han llevado por su currículum y les basta que hable un buen inglés y un buen francés. ¿No tendrán familias allá? ¿No valorarán la amistad? ¿No se intercambiarán favores y prebendas? País extraño, no me digan que no.

Pues Fernando ha enviado a los amigos esta crónica de su llegada a Helsinki y seguro que a muchos amigos de este blog les gusta saber cómo se siente en ese trance un joven español expatriado por amor a la ciencia. Léanlo:
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Después de algunos retrasos, comprensibles dada la situación, procedo a relatar mis primeras impresiones tras mi llegada a Helsinki. Antes de nada, un poco de "el durante", esto es, el viaje. Hacía escala en Copenague, así que me resulto imposible no establecer una primera comparación entre los dos tramos. En el primero, Madrid-Copenague, gente
hablando a todo volumen, e incluso se podría decir que sin muchos modales, acerca de qué harían en Copenague. En el segundo un silencio sepulcral. No sé qué será mejor, pero dadas las condiciones de mi viaje, preferí el segundo, con mucho. Parecíamos personas viajando en un avión y no borregos aerotransportados (y no era por el aparato, no, que eran muy similares ambos).

Bueno, llego al aeropuerto y mi primera sorpresa es al comprobar que Helsinki no tiene como terminal un edificio suntuoso con tropecientas tiendas y cafeterías en el que puedas perderte. Era más grande que el de Vigo, sí, pero no mucho más. Ojo, hablo de la terminal, porque fuera tenían comunicaciones estupendas con el centro de la ciudad. En el transcurso de ese traslado voy escuchando en la radio lo que parece un pop folclórico que no me esperaba escuchar por estos lares. Y ya llegando al centro de repente suenan los acordes de... ese tema de Roy Orbison que es imposible no conocer...

tara tara taaaan...
tara tara taaaan...
taratarataratara
taratarataratara
"Kaunis nainen!" Walking down the street*
"Kaunis nainen!" The kind I like to meet*
...
*(también en finés, claro)

Vamos, que lo primero que aprendí a hacer en Helsinki es aguantar la risa. Y lo segundo, decir "mujer guapa". ¡Ahí es nada!

Llegué al hostal que me sirve de base de operaciones durante este primer mes y salí corriendo a ver la ciudad. Estaba nublado pero la temperatura era agradable, y empecé a descubrir algunos edificios más que interesantes. De hecho, la entrada me había decepcionado un poco, porque eran sobre todo edificios de estilo soviético (influencia que no está perdida del todo, pese a que quieran desprenderse de ella), hormigueros impersonales, pero en el centro de la ciudad las cosas son muy distintas:edificios modernistas, racionalistas, muy variados, pero siempre con alguna sorpresa en sus fachadas, siempre distintos, originales. ¡Igualito que en España! Hay que reconocerles que tiene muy buen gusto estos fineses... de momento, y a falta de ulteriores incursiones en la arquitectura local: Finlandia 1 - España 0.

Después de darme un paseíllo, charlé un rato con un "rey pescador" que se me acercó mientras observaba maravillado la estación central (un tipo que parecía salido de una peli de Terry Gilliam, casi un muppet de Jim Henson, con sus blancos pelos largos y sus gestos de marioneta; ¡De hecho se parecía a Zoot! Un link que me recuerda a mi infancia para quien no le conozca: aquí. ¡Y, ya puestos, un par de bromas de músicos que acabo de encontrar! Aquí y aquí. Bueno, a lo que iba, charlé un rato con el hombrecillo este, que decía ser guitarrista y que le dio un punto raro y se largó así como vino: de improviso. Después del paseíllo me pasé por un supermercado para comprar frutas (cinco al día, ya sabéis), pan, yogures y quesos. Gran elección, como veréis. Por cierto, que sepais que en Helsinki tenéis Vivesoy de Pascual y gazpacho Gvtarra, para que no os los traigas al venir... Llego al hostal, me tomo alguna cosilla, contacto con la familia y a la cama.

Al día siguiente tomo posesión de mi despacho, conozco a alguna gente en la universidad y me lanzo a la búsqueda de piso. Pero vayamos por pasos. Lo primero, los trámites administrativos pertinentes cuando uno cambia de país y que dan lugar a lo que los juristas llamamos el "administrative trap": que si te tienes que abrir una cuenta en un banco finlandés, pero para hacerlo necesitas un contrato de trabajo; que si para el contrato necesitas una cuenta bancaria nacional; que si ir a la policía de inmigración a conseguir el papel para registrarte, para lo que necesitas el contrato de trabajo; que si ir al registro civil para notificar que vives en Finlandia antes de que pasen siete días desde tu llegada, aunque sin una dirección definitiva no es posible registrarse; que si la seguridad social precisa de tu registro para darte de alta; que si la tarjeta fiscal sólo te la dan cuando todo lo hayas completado... y sin ella no te pagan. Vamos, que el guirigay administrativo/burocrático es propio de todos los países (Finlandia 2 - España 1). ¡Pero, eso sí, qué educación la de los funcionarios finlandeses! Cada vez que recuerdo la cara de la funcionaria francesa ante la que tuve que gestionar mi "Carte de sejour" en París... Ahora entiendo por qué en inglés se dice "civil servant": son servidores públicos y nos tratan con respeto porque ESTÁN PARA SERVIRNOS. (Finlandia 3 - España 1).

Un par de días se me fueron con estas cosas (bueno, hay trámites que siguen aun pendientes, pero algo que he comprobado aquí es que las gente es eficiente: en un par de días a lo sumo los trámites se solucionan). Sigamos. Llegamos a uno de los momentos cumbre, eso por lo que todos me habéis preguntado: la comida. Pues vamos allá. Mi incursión en las especialidades locales todavía no ha sido mucha, pero de momento no ha resultado demasiado satisfactoria. El primer día me aventuré con lo más típico de lo que se servía en la universidad, y claro, la primera en la frente. Me comí unas bolas de pescado (literalmente "fish balls") bañadas en una salsa de espinacas. Cuando pregunté de qué pescado se trataba, me miraron como si fuera extranjero (la primera vez que me pasaba eso por aquí): aquí nadie sabe de qué pescado están hechas las fish balls. Yo lo quería saber más que nada para no repetir, siempre que sea posible. No es que estuvieran malas, pero sencillamente era comer por subsistir. Y para eso...

Bueno sigo con el apartado comidas, aunque el orden cronológico se pierda (cosa que muchos agradecereis, que puedo ser muy pesadito relatándolo todo... ¡pues no leas más si no quieres, leñe!). Bueno, a lo que voy, más de comidas. Anteayer comí con el director del CoE (donde trabajo) y demás mandamases de la universidad en un sitio que decían ellos que estaba bien. No sé cómo me las apañé pero terminé comiendo alcachofas (que me gustan), champiñones (que me gustan), patatas, pisto (todo me gusta). Pero desconozco por qué razón les gusta comer todo eso frío. No frío de temperatura ambiente, no, frío de frigorífico. No acabe de entender muy bien qué tipo de broma era esa, pero los demás comían con fruición y parecían disfrutar de lo mismo que yo no... (Finlandia 3 - España 2).

Pero atención. Porque el otro día tuve la genial idea de ir aun MacDonalds (ya sabeis que no me va mucho la comida rápida) y me quedé IM-PRE-SIO-NA-DO. ¡¡Me tomé la mejor hamburguesa que me he comido en mi vida!! Tenía un toque de pimienta y un queso espectacular. De verdad que aun salivo al pensar en ella. Ha sido un sorpresón esto de que estuviera tan buena. Disculpadme los aficionados, pero en España las hamburguesas son bastante cutres (por no hablar del sabor que tienen, que parecen a la carne lo que las fish balls al pescado). Jamás pensaba que escribiría un párrafo loando una hamburguesa, pero esta lo merecía de verdad. (Finlandia 4 - España 2).

Más cosas relacionadas con la alimentación. Como antes comentaba, tuve la genial idea de aprovisionarme de lácteos ya desde el primer día. Me encantan. El Camembert es una delicia. Pero, por favor, recordad que si vais a estar en un hostal no debéis comprarlo. ¡Madre mía qué tufo desprendía el quesazo este! ¡Y qué vergüenza cada vez que salía de la habitación para cualquier cosa y el olorazo se expandía por el pasillo! Comí queso a marchas forzadas durante un par de días. Ahora estoy con frutas y cosas menos agresivas para la pituitaria ajena. El descubrimiento han sido unas uvas de la India... ¡Sin pepitas! Estos indios aun no saben nada de nuestro fin de año, pero aquí dejo una idea para un espabilado que quiera hacer negocios hortofrutícolas...

Y ahora hablemos de la gente. Aun no he mantenido mucho contacto con los aborígenes, pero de entrada me parecen gente muy educada, como he dicho. Aquí todo el mundo, desde el ujier hasta el catedrático, ha estado alguna vez en España, aunque en esa España que es más ajena a mí: Málaga, Torremolinos, etc. Más sorprendente fue que el técnico informático, mientras configuraba el ordenador para que pudiera conectarme a la red de la universidad, se me pusiera a hablar de Ganivet y sus "Cartas finlandesas" cuando le dije de dónde venía. ¡Justo igual que en España! No me imagino yo a los técnicos informáticos hablándole a un finlandés de Sibelius, pero todo es posible. Lo que está claro es que Ganivet es un personaje prácticamente olvidado en nuestra España actual, en la que todo lo ocupa la Belén Estaban. No hay duda: Finlandia 5 - España 2.

Otra cosa que me sorprendió es ver la cantidad de gente que me he encontrado pidiendo por la calle. Y no, no parece que sea una cuestión de la crisis. Salvo que la crisis afecte sólo a la gente morena de piel con aspecto de... ¿gitanos? No sé muy bien si se trata de gitanos o no, pero que no son blanquitos y de pelo caoba no hay duda alguna. Ya me enteraré de cual es la situación, pero esto no me lo esperaba (Finlandia 5 - España 3).

Se me quedan un montón de cuestiones en el tintero, pero creo que es mejor que las deje para otro día. Por una parte, para poder contar algo en el segundo report; por otra, para que no os indigestéis con mis correos (lo dicho, leedlo si queréis; aunque si habéis llegado hasta aquí entiendo que al menos tendríais curiosidad).

De todas formas, no perdais las buenas costumbres. Como dicen los ministerios, comed cinco frutas al día y leed mucho. Yo cumplo. :-)

¡Muchos abrazos a todos!

Hali!

14 mayo, 2010

Especuladores

Sorprendente noticia de hoy. La crisis económica ya tiene su precio en sangre española. Según cuentan diversos medios, una turba de madrileños indignados ha linchado a más de veinte conciudadanos en lo que va de día. En estos momentos los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado se baten con denuedo para detener la ola de violencia en las calles de la capital.
Todo comenzó, según las crónicas, cuando esta mañana varios políticos y numerosos tertulianos llenaron las emisoras de radio de críticas a los especuladores. Los especuladores, decían al mismo tiempo y como si estuvieran coordinados, son los causantes de este hundimiento del euro y de los mercados, los especuladores han provocado el déficit de las cuentas públicas y las dificultades para pagar la deuda, los especuladores son, a fin de cuentas, los que fuerzan ahora a la congelación de las pensiones y a la rebaja de los sueldos de los empleados públicos. Era de esperar que la paciencia del ciudadano se acabase, ante esas declaraciones y ante la maldad que denunciaban.
Un señor que iba en un taxi oyendo la SER -extrañamente, pues en los taxis madrileños sólo se sintoniza la COPE-, ante uno de esos comentarios radiofónicos le dijo al taxista en un paso de peatones “Mire, ése que pasa ahí es un especulador. Es cuñado mío y lo conozco bien. Menudo elemento”. El conductor, en un impulso irrefrenable, aceleró y se llevó por delante al peatón aludido.
Ante el tumulto que se formó en la calle, el taxista se deshacía en explicaciones ante los curiosos y los que intentaban reanimar al atropellado, ya irremisible cadáver. “Era un especulador”, repetía una y otra vez. La gente, entonces, hacía gestos de comprensión o muecas de asentimiento o de “se lo tenía merecido”. En un aparte, el pasajero que con su inocente comentario había provocado la violenta reacción le dijo al taxista que quizá se habían pasado y que no era para tanto. “¿Cómo así?”, replicó el otro. “Pues porque en realidad lo que había hecho había sido nada más que meter veinte mil eurillos de sus ahorros en unas acciones de Telefónica. Las compró cuando estaban baratas y las vendió a los tres meses con una ganancia de tres mil euros”. “¿Y le parece poco?”, replicó el del taxi, a la defensiva. “Eso no lo gano yo ni en tres meses trabajando diez horas al día”, añadió, muy enfadado.
Escuchó la conversación un prejubilado de la banca que había sido de los primeros en arrimarse a contemplar los resultados del atropello. Y terció tal que así: “No, poco no es. Estos son los que arruinan el país”. Y como el tono de su voz era alto y su gesto decidido, se aproximaron más de los presentes y con esto creció su fogosidad de orador: “Pero conozco casos peores. Ahí mismo, a la vuelta de la esquina, vive un tipo que lleva años dedicado al más salvaje pelotazo, un especulador, pero en plan profesional”. “Dónde, dónde”, fue el grito que salió de varias gargantas al unísono. “Ahí a la vuelta, en el portal veintisiete, piso tercero B”.
Nadie más lo escuchó, pues salieron todos corriendo a una hacia la dirección indicada. Rompieron el cristal de la entrada del portal y tumbaron la puerta de la referida vivienda. Al cabo de cinco minutos, su morador, un administrativo de Correos, yacía muerto sobre los adoquines de la acera. Según averiguaciones de El País, de diez años para acá había comprado y revendido cinco pisos, con muy sustanciosa ganancia en cada transacción. Desde que pinchó la burbuja las tornas habían cambiado y se había quedado sin poder deshacerse de dos apartamentos nuevos que ahora intentaba alquilar. Ya no tendrá ocasión.
Como a mediodía la noticia que las emisoras de radio y televisión difundían era que se había desatado una ola de violencia contra los especuladores, se consiguió extender y multiplicar los ataques. A las cuatro de la tarde ya habían sido ejecutados de modo similar un comerciante de vehículos usados, el dueño de una gestoría, la encargada de una agencia matrimonial y una pareja alemana que iba camino de Mallorca para tratar de vender su apartamento de allá. Cometieron estos últimos el error de delatar sus intenciones a una amable compañera de asiento en el metro, añadiendo que esperaban sacar algo de ganancia para poder pagarse una residencia de la tercera edad en Friburgo de Brisgobia. La buena mujer los denunció de inmediato y a la salida mismo de la estación de Sol fueron sacrificados por la masa justiciera.
Estos hechos provocaron la caída del IBEX. La Vicepresidenta Primera del Gobierno se ha apresurado a declarar que debe detenerse esta ola de agresiones contra los culpables de la crisis, pues puede hacer que se aleje el capital inversor, tan necesario para el refrote (se supone que quiso decir reflote o reflotamiento) de nuestra economía en estos momentos. Zapatero ha manifestado en una entrevista en PUNTO EN LA RADIO que el pesimismo no crea puestos de trabajo y que son unos antipatriotas muy malísimos los que no se dejen matar por Empaña. Y que con confianza saldremos adelante, vaya que sí.
El Rey ha pospuesto su regreso a Madrid y sigue con una clínica catalana.

13 mayo, 2010

De periódicos (y) rijosos

Me asomo a la edición digital de El Mundo y me encuentro el titular siguiente: “Turquía bloqueará ELMUNDO.es por un vídeo del líder opositor con su amante”. Y, cómo no, me meto ahí a ver qué pasa. Somos asquerosamente humanos, salvo los siervos de Marcial Maciel, que son divinos. Ayer ya había leído que por culpa de ese vídeo había tenido que dimitir el líder de la oposición laica en Turquía. En la grabación, difundida en alguna página web del país, se lo ve en la habitación con esa amante, que también es diputada, al parecer.
La noticia y la película dan para unas pocas reflexiones. Una, que hay que ver, se trata de El Mundo. El periódico presume de que, pese a las amenazas oficiales de bloqueo de su web en Turquía, no va a ceder y será posible seguir contemplando las imágenes subrepticiamente grabadas a ese señor. Es más que evidente, viendo las tomas, que detrás de semejante jugarreta al opositor turco están o los servicios secretos de allá o alguna mafia gubernamental. ¿Les va sonando? ¿Recuerdan? Pues sí, espectacular: ahora es El Mundo el que hace gala de bemoles enseñando al mundo al buen hombre en su vida sexual estrictamente privada.
Segunda reflexión: se confirma por enésima vez que los varones de cierta edad y con canas estamos más que lamentables en calzoncillos y con calcetines. Me dio una ternura enorme la mujer, al verlo a él. Posiblemente lo ama. Otra explicación no cabe.
Tercera: yo me he quitado hace tiempo, pero si usted aún frecuenta hoteles en compañía secreta y no tiene ganas de aparecer de la mentada guisa en youtube, para descojone de sus enemigos y ejercicio de la libertad de información de los periódicos defensores de los derechos fundamentales, mónteselo con la luz apagada. Tiene su aliciente a día de hoy, no crea. Y, sea como sea, eche un vistazo por si hay cámaras, mírelo todo, registre cada rincón y hasta las lentillas de su amante. El enemigo acecha. Y quítese los calcetines en el baño, por Dios, y no se exhiba ni ante ella con esos calzones de abuelete. La lujuria para el que la trabaja.
Cuarta, la más seria. Tiene tela que en medio mundo -y desde luego aquí- no dimiten los políticos a los que pillan robando a manos llenas y, de propina, sus votantes sigan apoyándolos como si tal cosa. En cambio, en cuanto la mafia o el servicio secreto, que vienen a ser lo mismo, cuelgan el vídeo en el que un político aparece en trance retozón con quien no sea su pareja legal, se acabó su carrera. Tienen impunidad los políticos ladrones y los curas rijosos, pero los políticos dados al placer carnal sufren la más dura condena. El mundo al revés. Yo no me fiaría completamente de un político que no se dé una vuelta cada tanto por la habitación de un hotel o motel en compañía de diputada o diputado y con calcetines presentables. Debo de ser un raro.
Así que, aunque nadie me escuche, propongo una nueva y revolucionaria regulación legal. Qué digo legal: que se incorpore a las mismísimas constituciones. Basta un articulito que claramente establezca esto:
a) que jamás de los jamases se podrá volver a presentar a elecciones ni ocupar cargo público de ningún tipo el político al que se condene por delitos contra la propiedad o el erario público;
b) que cuando un cargo electo, de concejal para arriba, es judicialmente condenado por delito contra la propiedad o el erario público, se suspende automáticamente toda actividad del partido por el que fue elegido para su cargo y, además, se aplica a dicho partido una multa por el importe resultante de multiplicar por cien mil el valor de lo “mangado” por el cerdo que iba en sus listas;
c) que queda terminantemente prohibido y sometido a grave sanción la publicación de grabaciones no consentidas en las que se vea a políticos o cualesquiera cargos públicos en e(x)cenas de contenido sexual con quien nos sea su pareja oficial;
d) que con las grabaciones con la pareja oficial se puede hacer lo que se quiera, cualquiera que sea la forma, lícita o ilícita en que hayan sido obtenidas.
Jolín, es que lo que yo quiero ver es al José Luis con su santa de los gorgoritos. Debe de ser de mucha risa.

Bibliografía para investigadores latinoamericanos

Que sea la última vez, pero hoy voy a poner publicidad aquí.
Se llama Virgina, es doctoranda conmigo en León y por un módico precio:
a) Hace búsquedas bibliográficas de cualquier tema jurídico, filosófico y político en las bibliotecas europeas.
b) Envía por correo electrónico cualquier bibliografía, hasta la más difícil de localizar.
Es decir, sin moverse de su casa, cualquier investigador latinoamericano en estas materias puede tener a su servicio un experto "conseguidor" de bibliografía y documentos.
Además:
c) Gestiona todo tipo de cursos en León, incluido el alojamiento.
De lo que yo respondo: es persona trabajadora, seria y completamente de fiar. Ah, y conste que un servidor no lleva comisión. Sólo faltaba. Se trata de ayudar a sobrevivir a una excelente doctoranda sin beca y, al tiempo, brindar un servicio muy útil a investigadores que no puedan trasladarse a España o Europa.
Para ponerse en contacto, este correo electrónico: virginiacleal@hotmail.com

12 mayo, 2010

Tengo una pregunta para el economista de guardia

De Economía no entiendo, pero me vienen ocurrencias. Y digo yo, y lo consulto con quien sí sepa: si resulta que a los funcionarios nos bajan el sueldo y a los pensionistas les congelan las pensiones, unos y otros -y tantos que vean peladas las barbas de su vecino- empezarán a consumir menos, y al bajar el consumo no habrá salida para la producción y/o bajarán los precios y más empresas cerrarán o abaratarán costes y... subirá el paro. ¿O no?
Los griegos están en el diez por ciento de paro y tienen por ahí margen para su ajuste de gasto público. ¿Y nosotros?
Y también digo: aquello que gastamos en plan-E y así, para combatir el paro, hizo subir el déficit y ahora para bajar el déficit va a aumentar el paro -si es cierto lo del punto anterior-. O sea, ¿que hicimos el tonto? Y lo de subvencionar la compra de coches, por las mismas ¿va a hacer que ahora baje la venta de coches y también crezca el paro en la industria del automóvil?
Que alguien me diga pronto, por favor, que yerran mis ocurrencias. Porque ando en un ataque de pánico de padre y muy señor mío.
Me voy a la cama y a lo mejor decido no salir más.

Lo de hoy

Es un día divertido. Tristemente divertido o divertidamente triste. Me encontré por los pasillos a un par de colegas (funcionarios, of course) que habían votado al cazurro cutre. Iban jurando en arameo, y con la risa que me vino casi se me olvida que yo soy funcionario también y me va a caer la rebaja. Me refiero a votantes zapateriles de segundas. Con los de la primera vez no me meto para nada. Con los repetidores, sí. Hace falta ser pardillo para no calar a ese pequeño cretino después de haberlo visto gobernar, mentir como un bellaco, engañar a todo zurrigurri, alentar las pasiones más bajas de la gente, dividir todo lo posible al país, ensañarse con los mejores de su partido, derretirse ante los cresos, aparentar y sólo aparentar con los símbolos y la palabrería más vacua. En fin, para que seguir. A fastidiarse todos. Es la democracia y así se acepta. La mayoría manda. Zapatero fue el más votado. Pues ya está. La temporada en el purgatorio la pasamos todos de la mano, los ciegos y los que, aun miopes, eran y son capaces de ver lo evidente: que el que con niños se acuesta meado se levanta y que el que vota a un indocumentado impresentable se arriesga a que su candidato preferido gane las elecciones.
Se acepta, repito, pero a veces pienso que hay gente que lo votó a sabiendas y nada más que para joder, por masoquismo y mala fe. El bueno de John Rawls ponía en la base de su teoría de la justicia el presupuesto de que los humanos somos autointeresados, pero no envidiosos; esto es, que cada cual busca maximizar su bienestar, pero nunca renuncia a grados de bienestar propio con tal de ver perder más al vecino. Yo, modestamente, después de observar a los votantes zapateriles de segundas -insisto, no me meto con los de la primera vez: había que verlo y comprobar lo que daba de sí, y veníamos de lo que veníamos; alguno de estos lodos viene también de aquellos polvos con bigote- me permito dudar de que Rawls tuviera razón: aquí hay gente que ha votado a Zapatero por el puro gusto de ver cómo el país se va a tomar por el saco, o con psicología de jugador de ruleta rusa: a ver a quién le cae el tiro de la pistola esa, cargada, que hemos puesto en manos del tonto del pueblo. Ahora, chitón y a aguantarse. RIP.
Pero volver hoy a la carga con la descripción de la incapacidad y la falta de categoría humana, moral, política e intelectual de Zapatero no tiene una maldita gracia y ya me arrepiento del párrafo anterior. Es como pegarle a un taradito. Aunque releo y vuelvo a lo que quería decir: que se chinchen mis compañeros de curro que lo votaron. Por ellos va el desahogo. Yo asumo por demócrata el resultado de lo que con sus votos nos trajeron, pero no tengo por qué callarme lo que pienso sobre su frivolidad y su descarriado entendimiento de lo que significa la izquierda. Porque manda cataplines votar a Zapatero con el argumento de que somos de izquierda y él es un izquierdista. Manda cataplines, vuelvo a decir. Rompetechos veía muchísimo mejor. Y manda narices votarlo porque no hay otro voto posible si no es el de Rajoy. Retrato en desnudo y con cagarrutias de lo que es la estulticia del llamado voto útil, que es el más inútil y lelo de los votos. ¿Que se ve usted izquierdista a tope? Pues vote usted a IU, querido/a amigo/a. ¿Que no quiere eso ni a Rajoy? Pues ahí tiene a UPyD, a los partidos nacionalistas o a cualquier partido testimonial. O no vote. O vote en blanco. O vote nulo. Pero anda que hay que tenerlos cuadrados para votar a Zapatero de segundas. Cuadrados y huecos. Así que hala, a sostenerla y no enmendarla. Apóyelo de nuevo a la próxima y a la siguiente. Con un par. De neuronas. Y nos vemos en la caverna comiendo sopa de ortigas, corazón.
Hoy es un día sombríamente gracioso y dramáticamente simpático. He pasado un rato mirando los comentarios de los lectores a las noticia del día en El País y El Mundo y está diciendo la gente unas verdades como puños sobre cómo y en qué se podría recortar gasto. Verdades como puños. Estaría bien hacer una pequeña antología aquí y a lo mejor lo intento más tarde, si me queda un poquitín de tiempo al final del día.
¿Cómo me siento personalmente, en mi condición de funcionario con muy aceptable sueldo? Pues trataré de explicarlo con el necesario pormenor. El trasfondo de la reflexión, cómo no, es esta crisis, con este paro del veinte por ciento y este endeudamiento público del más del once.
Si miro nada más que hacia mí mismo, no tengo nada que objetar a la rebaja de mi sueldo. Me alcanza para vivir cómodamente lo que ha de quedarme y sé de qué puedo recortar si vienen más apreturas. Ya se me ha quitado, en una hora, la tentación que me rondaba estos días, la de cambiar de coche para tener uno como el de mi amigo César. Mano de santo. Ojalá eso que voy a ganar de menos sirva para tapar un agujero de verdad o para socorrer a alguien que esté en apuros y no se lo embolse el cabronazo de un banco o, peor aún para mi gusto, un paniaguado de alguna Consejería nombrado a dedo por andarle con el dedo al Consejero o la Consejera. Tal cual.
Ah, pero ¿ven?, en cuanto miro alrededor me voy calentando y acabaré echando chispas. Aticemos el fuego de la santa indignación.
Primero. Hasta ahora me dolía cobrar lo mismo, poco más o menos, que otros colegas cercanos o lejanos que no dan golpe, que ni trabajan ni dejan trabajar, que son unos sinvergüenzas y que fardan de profesores universitarios sin merecerlo ni justificar su puesto con el rendimiento correspondiente. Ahora me llevan los demonios al reparar en que a ellos no les van a rebajar los emolumentos más que a mí y que ellos seguirán a lo suyo y yo a lo mío, como antes. Eso sí, estoy segurísimo de que el grito en el cielo estos días lo pondrán ellos más que nadie. Yo con esos tipos no voy ni a huelgas ni a manifestaciones ni a comprar yogures, aviso. Yo solicito formalmente que fusilen a unos cientos de ellos; no sólo para ahorrar, también como escarmiento y para tener al menos un indicio de que la Providencia existe (es un lugar en las afueras de Gijón, con preciosas vistas sobre la bahía de San Lorenzo) y los dioses no nos abandonan.
Segundo. Bien está lo de la rebaja de los sueldos funcionariales, ya lo he dicho. Pero miro alrededor y veo gasto inútil a mansalva. ¿Por qué no empezamos por ahí? Ejemplifico con lo próximo a mí, pero cada uno que sepa algo de Administraciones públicas podrá establecer con facilidad las correspondencias. ¿Cuántos cargos hay en la universidad de León -o en la de Sierra Morena, da igual- en Rectorado, facultades y escuelas, departamentos, institutos universitarios, etc.? Sobran, sin ningún género de duda, dos terceras partes. Además, ¿a cuánto asciende en total de los suplementos que por los cargos se pagan? Ahora esos puestos puntúan para las promociones y para comprar leche pasteurizada en Carrefour, así que fuera pagas: un tercio de los cargos y sin compensación económica. Y si no aparece quien los ocupe, a cerrar universidades, facultades o departamentos. Se acabó el chollazo.
Les confesaré un secreto. Me lo guardan, por favor. También me tranquiliza el saber que, pela arriba o abajo, seguirán llegándome esos cholletes que vienen con sobresueldo: evalúa esto, informa sobre lo otro, asiste a aquella comisión con dietas. No soy de los que más ganan por ahí, ni con mucho. ¿Y saben qué? Inútil todo. Cuento. Cachondeo. Disculpas para atrapar euros extra. Fuera comisiones, agencias, y demás. Se ahorraría mucho. Y entonces, preguntará alguno, ¿cómo hacemos, por ejemplo, para asignar proyectos de investigación, para decidir cuál se financia con dinero público y cual no? Pues de cajón: por factores externos y con automatismo: número de tramos de investigación del investigador principal, más media de tramos del equipo, más algún otro índice objetivo (número de publicaciones indexadas, número de idiomas en que se ha publicado...). Y sanseacabó.
¿He dicho proyectos de investigación? Pues mire, prohibido gastar ni un euro de ellos en viajes y dietas. Los dineros son para aparatos y libros. Nada más. Insisto, que cada uno haga la equivalencia en otros campos. Por ejemplo, tengo amigos en el mundo de la Justicia que se lo pasan pipa -casi como profesores- de curso en seminario y de seminario en jornadas. A gastos pagos y para actualizarse, cómo no. Córtese ese gasto de raíz. O finánciese sólo el viaje y la estancia del que al final del curso apruebe un examen sobre lo tratado.
Pero ampliemos el horizonte del cabreo y pasemos al punto tercero. Echemos una mirada a ministerios, consejerías, ayuntamientos, diputaciones... Cuevas de Alí Babá. Cargos a porrillo, nombramientos a dedo, concursos amañados, parientes y conmilitones enchufados, multiplicación de puestos innecesarios y de plazas inverosímiles. ¿Solución? A la calle los de libre designación. ¿Más? Aplicación estricta del principio de mérito y capacidad. ¿Más? Nada de tarjetas institucionales ni de comidas de trabajo ni de dietas por desplazarse al ayuntamiento de al lado. Ni de bajas laborales por la cara. Y tantísimas cosas... Ah, y los liberados sindicales menos liberados: una hora a la semana. Y sobra, al menos en la Administración.
Cuarto. Pero salgamos al fin de la Administración. Hay una crisis, vale. Y una deuda del copón, de acuerdo. Y congelamos las pensiones y el sueldo de los funcionarios, está bien. ¿Y las grandes fortunas del país? ¿Y las sicav? ¿Por qué las superpensiones vitalicias de los politicastros? ¿Por qué se salvó a los bancos que había que dejar caer? ¿Por qué ningún fiscal está investigando el dinero desaparecido en la Caja de Castilla-La Mancha y en otras? ¿Por qué la ley no permite meterle un paquete al partido político que se ha financiado ilegalmente o que ha seleccionado para sus listas ladrones profesionales? ¿Por qué se suprimió en casi todas partes, por cierto, el impuesto de sucesiones? ¿Por qué hasta hoy mismo se está pagando el llamado cheque-bebé lo mismo al hijo de desempleados que al nieto de Botín? ¿Por qué se regalaron por igual al pobre paupérrimo que al rico riquísimo aquellos cuatrocientos euros con los que el cazurro compró votos como si estuviéramos en la monarquía bananera en la que estamos, rodeados de feladores de bananas? ¿Por qué, maldita sea, en este país hay cada vez menos igualdad de oportunidades y no va a mejorar eso, sino al contrario, ahora que a mí me bajan el sueldo?
Quinto. ¿Y si miro hacia atrás? ¿Por qué, si la crisis la veía hasta un ciego, me han subido el sueldo el año pasado y el anterior y han seguido regalando cheques y descuentos y cuentos? ¿Por qué, durante la crisis y hasta ayer mismo, han seguido creciendo los puestos de funcionario y los cargos a dedo y los departamentos inútiles y los gastos estúpidos y las subvenciones ofensivas? Por cierto, puesto que me reducen el sueldo, exijo, que, en justa compensación, no haya un euro más para, entre otras cosas, los directores de cine, las galerías de arte inverosímil, las esculturas kitsch en las calles, la iglesia católica, los sindicatos verticales y los proyectos de investigación sobre las partes del clítoris o del prepucio, sean éstos míos, de Pajín o de s.p.m. Y si no se atiende mi petición, me lo voy a cobrar yo como pueda. Aviso.
Sigo mirando hacia atrás y me pregunto por qué hace dos años y hace dos días el cazurro felón nos dijo que no se iba a tocar el dinero para gastos sociales, y ahora atizan a las pensiones, nada menos; que no habría ajuste duro, y ahora toma ajuste. Y así sucesivamente. No digo en este instante que esté bien o mal lo de las pensiones -está mal, salvo en el caso de las verdaderamente altas, que son pocas- o lo del ajuste, sino que digo: ¿por qué consentimos que este cabroncete mienta de tal manera y como si nada? ¿Y ese mentiroso es el que decide recortarme a mí el sueldo y por su mala cabeza y su mala gestión del país y de la crisis voy a ganar menos ahora? Pues me cisco en sus antepasados, que en gloria estén, ya está. Advertí que me iría calentando.
Ah, pero por qué cambió de idea. Sexto. Atentos los defensores del orgullo patrio y los entusiastas del antiamericanismo. Llamó Obama ayer. Quieto parao. Firmes, ¡ein! Pero ¿no era este cantamañanas el que no se levantaba al paso de las tropas del Imperio? Corcho, pues ahora basta una llamada del Emperador y me encoge a mí el sueldo. Tócate aquello. También lo llamó la Emperatriz, la Merkel, lo llamó al orden en Bruselas. Yo no digo que falte razón o razones a Obama, Merkel, Sarkozy o el Lucero del Alba. Yo sólo pregunto: ¿qué clase de payaso con personalidad apabullante es éste que nos gobierna? ¿Quién manda aquí? ¿Para qué y para quién se gobierna aquí?
Eso sí, tenemos un gobierno de izquierdas y progresista que alucinas. Habrá quien aún lo crea. ¡Cielo santo! Recuperar la izquierda es lo que hace falta, ya lo creo que sí. Y rescatar un partido socialista que no haga escarnio de su nombre.
Séptimo, y último. Está bien, tenemos lo que merecemos para el país de descerebrados y pillos que somos. Pero estamos llegando a un excelente momento para volver a pensar un poco y para replantearse unas cuantas cosas. Es necesario cambiar de cabo a rabo el modo de organización y de funcionamiento de este Estado (o lo que diantre sea esta Cosa). Esto ya no puede volver a ser ni Jauja ni la cueva del pirata Morgan. Sobra Comunidades Autónomas o sobran las Comunidades Autónomas; y si no sobran CCAA, sobra Administración central del Estado. Sobran ayuntamientos y hay que reorganizar los que queden. No sé para qué diablos sirven las diputaciones además de para colocar a fracasados furiosos. Y no digamos la falta que hacen y lo que cuestan ciertos organillos consultivos y similares. A determinados gastos ha de ponérseles tope legal. Los trabajadores públicos han de ser reclutados con respeto escrupuloso a los principios constitucionales de mérito y capacidad. La Administración pública tiene que ser gestionada exactamente con el mismo rigor con que se gestiona la empresa privada eficiente.
Y lo más urgente: por el procedimiento que sea, hay que sacar de las Administraciones públicas, trátese de la estatal, la autonómica, la local o la institucional, a los inútiles que se han hecho fuertes en ellas; cueste lo que cueste; pase lo que pase. Y, mientras tanto, un nuevo lema: escupe al zángano y al enchufado. Y manda al carajo al que te insinúe que va a votar otra vez a Zapatero; por insolidario, fachorro y desalmado. El votante, digo.