Seamos mínimamente ecuánimes y reconozcamos el dato más aplastante: en muchísimos países, la formación que se imparte en las facultades de Derecho, disciplina tras disciplina, y la que los jueces reciben es catastrófica, poco menos que delictiva. Si en las facultades de Medicina se trabajara así, estaríamos todos muertos y si de tal modo se enseñara en las de Arquitectura, no habría un solo edificio en pie. Esto ha sucedido por razones como estas:
A) Hay muchos países en los que cualquier desgraciado que lleve pleitos o milite en la burocracia se tiene por apto para enseñar Derecho Civil, Penal, Administrativo o Internacional, y no digamos Teoría del Derecho o Introducción al Derecho. Es más, ese mismo pobre hombre enseña este curso Derecho de Familia, el que viene Sociología Jurídica y al otro Derecho Internacional Público. Sin pudor y sin que nadie se extrañe.
B) Bastantes universidades de muchos lados suelen ser negocios más que problemáticos y en muchos países las públicas se han convertido en antros donde rectores y decanos hacen a su antojo con criterio meramente político, partidista, económico, etc, etc. y donde lo que menos importa es la formación y capacidad del profesorado, salvo cuando el ministerio de turno exige títulos y entonces se consiguen rápido en islas cálidas o universidades de extrarradio y neones.
C) Durante décadas y décadas, los que nos dedicamos a la Teoría y Filosofía del Derecho hemos escrito nada más que para nosotros, como círculo cerrado y pedante, y no nos ha importando nada la formación real de nuestros estudiantes de cualquier grado. En las aulas presumimos de lo que ni somos ni tenemos, a base de llamar Robert a Robert Alexy o Manolo a Manuel Atienza y de fingir que no nos entienden nuestros alumnos porque es profunda nuestra sapiencia y grande nuestra erudición. Mentira, el noventa por ciento sabemos algo de Platón, de Viehweg, de Dworkin de Magabeira o de su tía política, pero confundimos, nosotros también, una antinomia con una erupción cutánea y un principio jurídico con un hada encantada. Nacimos para obispos gorditos rodeados de beatas y beatos de sobaco alegre y acabamos explicando Introducción al Derecho en cualquier villorrio con ínfulas.
D) El poder nunca es tonto, ningún poder lo es. Los que mandan, sean capuletos o montescos, saben que el único límite real de su poder es el límite constitucional y legal, al menos mientras se viva o se finja que se está en un Estado Constitucional de Derecho. Por eso a los gobiernos y sus tiralevitas de apoyo íntimo siempre les ha convenido que la enseñanza de lo legal sea pésima: para que los controles sean laxos. Por poner un ejemplo, a Pedro Sánchez le importa más su mujer, dedicada a negocios de paletos sin luces, que todo el sistema constitucional español y todas las condiciones que la norma constitucional pone para el debido desempeño del Poder Judicial. Y cuanto más psicópata, narcisista y analfabeto es el gobernante de turno, más odia al Derecho, los juristas y los jueces que le dicen que él o sus familiares salidos del arroyo no pueden hacer lo que les dé la gana o no pueden embolsarse ese dinerito que han buscado a base de traficar con lo que debería ser sagrado: los derechos de los ciudadanos y el interés general.
No esperen nunca y en ningún lado una reforma oficial de las enseñanzas jurídicas que de verdad pretenda que los profesionales del Derecho sepan lo que hacen y para qué vale lo que son. Los que lo averiguan al fin lo deben a su esfuerzo personal, a su inteligencia y a su decencia. El sistema los quiere ignorantes, sumisos y "dúctiles".
E) Como, a pesar de todos los pesares, acá o allá surgen de vez en cuando jueces y funcionarios que no se someten a las órdenes del Führer o Duce de turno, y como de vez en cuando algunos tribunales internacionales levantan el velo de la infamia jurídica de algunos países, la estrategia de las que eran tiranías de vocación y ahora lo van a ser de pleno ejercicio consiste en la patada a seguir, en la aplicación del viejo lema de que muerto el perro se acabó la rabia. Van acabar rápida y tajantemente con la independencia de los jueces, con las condiciones de su imparcial ejercicio y con su inamovilidad, y los van a hacer parte del servició doméstico de Palacio.
Y les será fácil, porque a la sociedad nadie, desde la Academia, le ha explicado bien qué es eso del Estado constitucional de Derecho, aun cuando se pasan la vida tantos babeando mientras nombran los derechos humanos, y porque el esqueleto jurídico de los países es ya muy débil, empezando por la deslealtad, cobardía o cruda ignorancia de tantos que ejercen de constitucionalistas y en realidad sueñan solamente con convertirse en juristas de corte y medrar a la vera del Padre (o la Madre).
Europa salió de las tinieblas del siglo XX, con sangre, sudor y lágrimas. Mucho me temo que la Europa que viene va a ser la versión reforzada y muy amarga de los Orban o los Pedro Sánchez. Y qué decir de ese continente hermano, Latinoamérica, donde los tiranos volverán a tener estatuas ecuestres, pero ya no con uniforme militar, sino en atuendo ranchero y con el sombrero típico del terruño. Y a las inauguración del monumento irán los tribunales constitucionales, en pleno, que aprovecharán para glosar también la regia figura de la pareja del mandamás o la mandamasa. Ceaucescu vive y su amada Elena está resucitando. Las películas de zombis se nos están volviendo vivencia cotidiana.
No hay esperanza, pero puede que nos quede algo de dignidad.
1 comentario:
Si lo académicos mexicanos abordasen seriamente los riesgos de lo que pregonan, tanto de política como de derecho, no estaríamos en esta situación.
Porque no es igual decirse satanico por moda, que empezar a sacrificar cabras sobre un pentagrama.
El adoctrinamiento en las escuelas de derecho ha resultado peligroso para el país, tal cual secta creciente. Ni se preocupan por fomentar pensamiento crítico, esto ha hecho que la concepción que tienen de derecho se tuerza hacia lugares ahora muy incómodos para todos. Donde la mayoría, quiere imponernos sus creencias jurídicas y sus deidades paganas.
Arrancarle hojas a las leyes e incluso a la constitución, de ser un hobbie que hacían con alegre irresponsabilidad, se convirtió en el modus operandi de la dictadura. Ahora más que nunca, ya no causa gracia.
Como siempre un placer leerle Profesor.
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