Rigurosamente real la historieta que voy a contar, para seguir con la serie iniciada hace unos días. Ya sabe el amigo lector que en el fondo de estas historias rigurosamente verdaderas late alguna pregunta inquietante: ¿por qué son así? ¿Se les pone ese carácter cuando se visten la bata blanca o es natural suyo? ¿Tienen mamá? ¿Habrán sufrido mucho cuando eran pezqueñines? ¿Disfrutan de una vida sexual convencional o se ponen cada noche los cueros y las tachuelas en salva sea la parte? ¿Les azuza el portero de su casa, cuando parten cada mañana, para ponerlos bravos y que envistan sin misericordia al paciente? ¿Serán tan fieros y descarados en casa o andarán compensando en la consulta las constantes bajadas de rabo en el hogar?
No sé, habría que hacer una larga investigación interdisciplinar para poder contestar con mínima solvencia a tanto cuestionario. Pero como no es nuestro campo ni el de la psicopatología ni el de los exorcismos, conformémonos con seguir contando aquí experiencias que dan pistas de por dónde deben de ir los males de los pobres galenos.
Mi pareja visitó hace unos días al dermatólogo. Unas mínimas escamaciones en una pantorrilla, ya se veía que la cosa no era importante. Pero por si acaso y porque hay que cumplir periódicamente con la penitencia de que un médico nos demuestre –o lo intente al menos- que somos mierdecillas sin dignidad ni derechos.
Pues comienza la consulta. El doctor observa la torneada extremidad de mi santa –bueno, a ver si no pierdo el hilo ni me pierdo en pormenores que no vienen al caso ni conviene divulgar-, eso sí, al parecer sin tocarla, no vaya a contagiarse de algún mal irremediable. “No descartemos la psoriasis”, dice, serio. “Enséñeme las rodillas y los codos”. Al tiempo que le mostraba tan inocentes partes, mi mujer le explica, por si el dato fuera relevante, que yo tengo psoriasis en los codos. Y esta fue la respuesta del matasanos: “Pues como si tiene caspa. Lo que le pase a su hombre nos trae sin cuidado”. Uno a cero a favor del equipo de casados de Villamelones.
Nada, de la temida psoriasis ni rastro en mi chica. “Tiene usted las manos muy frías”, dice entonces el médico, y añade: “Probablemente tiene usted mala circulación”. Ella no me ha contado cómo fue que él le cató la temperatura manual, pero sí que ella le hizo ver que en la calle había en ese momento cinco grados bajo cero y que ella acababa de entrar de la calle. “A ver, enséñeme las uñas”. Pobre mujer, las llevaba pintadas. Bronca al canto: “¿Y para qué me valen a mí sus uñas si están pintadas y no veo nada?”. Así que ya sabe, querido lector, cuando vaya usted al médico no se pinte las uñas, no vaya a ser que desee el galeno mirárselas para averiguar qué tiempo hará mañana en Sebastopol. Son como augures esos muchachos. Menos mal que se conforman con las uñas y no se les mete en la cabeza profetizar desastres a base de estudiarle a uno los higadillos.
No se desanimó por causa de los esmaltes el pertinaz curador: “Nada, nada –siguió, implacable- usted va a tener mala circulación”. Ella, temerosa, le pregunta que adónde debería ir para que le vieran eso y, en su caso, tratarse. Momento que aprovechó el sujeto para marcar el dos a cero, por la escuadra nuevamente: “Vaya a Benidorm y disfrute. Otro arreglo no tiene. Cada uno es como es”.
Le preguntó la paciente, ya impaciente, que finalmente qué era lo de la pantorrilla y él le respondió con aplastante lógica hipocrática: “No es nada, absolutamente nada; así que aplíquese esta crema durante quince días”. Le habrían encantado a Heidegger tanto el diagnóstico como la terapia. La nada se trata con cremas, ya ven. A lo mejor es para que se vuelva algo, y así, cuando sea algo, lo tratamos para que se quede en nada. También puede ser esto una novedosa ramificación de la dialéctica. De la nada a la nada pasando por la crema. Ya me lo imagino yo al doctor en casa, todo el día con lo de “Mujer, si es una cremita de nada, no te va a doler, verás como no es nada”. Lo malo es que les gusta hacer lo mismo con los pacientes. Y eso ya no, oiga.
Mi pareja visitó hace unos días al dermatólogo. Unas mínimas escamaciones en una pantorrilla, ya se veía que la cosa no era importante. Pero por si acaso y porque hay que cumplir periódicamente con la penitencia de que un médico nos demuestre –o lo intente al menos- que somos mierdecillas sin dignidad ni derechos.
Pues comienza la consulta. El doctor observa la torneada extremidad de mi santa –bueno, a ver si no pierdo el hilo ni me pierdo en pormenores que no vienen al caso ni conviene divulgar-, eso sí, al parecer sin tocarla, no vaya a contagiarse de algún mal irremediable. “No descartemos la psoriasis”, dice, serio. “Enséñeme las rodillas y los codos”. Al tiempo que le mostraba tan inocentes partes, mi mujer le explica, por si el dato fuera relevante, que yo tengo psoriasis en los codos. Y esta fue la respuesta del matasanos: “Pues como si tiene caspa. Lo que le pase a su hombre nos trae sin cuidado”. Uno a cero a favor del equipo de casados de Villamelones.
Nada, de la temida psoriasis ni rastro en mi chica. “Tiene usted las manos muy frías”, dice entonces el médico, y añade: “Probablemente tiene usted mala circulación”. Ella no me ha contado cómo fue que él le cató la temperatura manual, pero sí que ella le hizo ver que en la calle había en ese momento cinco grados bajo cero y que ella acababa de entrar de la calle. “A ver, enséñeme las uñas”. Pobre mujer, las llevaba pintadas. Bronca al canto: “¿Y para qué me valen a mí sus uñas si están pintadas y no veo nada?”. Así que ya sabe, querido lector, cuando vaya usted al médico no se pinte las uñas, no vaya a ser que desee el galeno mirárselas para averiguar qué tiempo hará mañana en Sebastopol. Son como augures esos muchachos. Menos mal que se conforman con las uñas y no se les mete en la cabeza profetizar desastres a base de estudiarle a uno los higadillos.
No se desanimó por causa de los esmaltes el pertinaz curador: “Nada, nada –siguió, implacable- usted va a tener mala circulación”. Ella, temerosa, le pregunta que adónde debería ir para que le vieran eso y, en su caso, tratarse. Momento que aprovechó el sujeto para marcar el dos a cero, por la escuadra nuevamente: “Vaya a Benidorm y disfrute. Otro arreglo no tiene. Cada uno es como es”.
Le preguntó la paciente, ya impaciente, que finalmente qué era lo de la pantorrilla y él le respondió con aplastante lógica hipocrática: “No es nada, absolutamente nada; así que aplíquese esta crema durante quince días”. Le habrían encantado a Heidegger tanto el diagnóstico como la terapia. La nada se trata con cremas, ya ven. A lo mejor es para que se vuelva algo, y así, cuando sea algo, lo tratamos para que se quede en nada. También puede ser esto una novedosa ramificación de la dialéctica. De la nada a la nada pasando por la crema. Ya me lo imagino yo al doctor en casa, todo el día con lo de “Mujer, si es una cremita de nada, no te va a doler, verás como no es nada”. Lo malo es que les gusta hacer lo mismo con los pacientes. Y eso ya no, oiga.
10 comentarios:
Ilmo Sr catedrático : respecto a la información que da VI al lector de la medicina en general al completo, es como decirle que su cátedra se la han dado en Fernando Poo , ex colonia española. Le diré, que no todos los doctores son iguales, como hay catedráticos hechos y derechos que han estudiado en la universidad de Salamanca, por lo tanto, respecto a su señora puede tener el don del mal que no es nada, que es lo que les ocurre a la mayoría de los pensionistas que hacen cola en los ambulatorios e inclusive en urgencias en los hospitales para decir que les duele la cabeza o que les duele la espalda.
Porque hay doctores que están hasta las pelotas de ver como se inflinjen sus derechos en su labor cotidiana como médicos, con pacientes que son yonkis y drogadictos,que amenazan a los médicos de muerte si no les entregan las recetas que esta gentuza les solicita ¿cómo no va a haber médicos resabiados cuando hay personas que van a la consulta sin tener nada? y les llenan los ambulatorios y sí para molestar a algunos pacientes que van con grandes dolores cuando de verdad tienen fuertes dolores y el médico termina hasta la coronilla de ver tantos malandrines en su consulta, la mayoría para nada, porque no tienen nada y los otros pocos de pacientes que van a la consulta es porque van con grandes problemas, le puedo decir que conozco al doctro Díaz Villarig y a otros 150 médicos que han hecho el juramento a Hipócrates y lo llevan estrictamente tal y como lo juraron, así que no me venga VI con tonterías y lo que tiene que hacer VI, es coger a su Sra y llevarla por la candamia para que la de más el aire y de paso que se le pase a VI los malos pensamientos que tiene VI respecto a los médicos porque VI no es nadie para juzgar a nadie porque ¿quién le juzga a VI?, nada más nos puede juzgar Dios que es el altísimo Sr. de la vida y de la muerte. Sin más me despido de VI hasta pronto.
Bueno, VoxPopuli, no se ponga así, hombre, que yo andaba metido en la cosa satírica y no pretendía escribir un post serio sobre las enfermedades profesionales y los traumas reales de los médicos. Ya sé que los hay buenísimos y que casi todos están hasta las/os bolas/os de tanto paciente hipocondriaco. De todos modos estos de los que yo hablo trabajan para muface y cobran su modesto chequecillo por cada consulta, tenga el paciente dolencia o sólo preocupación inmotivada, así que no se preocupe, pues tales pérdidas de tiempo les salen remuneradas. Creo que viven de eso, básicamente, de pasar la tarjeta de mufade por cada paciente sano que les llega.
A mi mujer no sé si le va a gustar la comparacion con los pensionistas, pero trataré al menos de convencerla para lo de los paseítos románticos por la Candamia. A ver si nos vemos por allí, hombre, y un día nos juntamos los cuatro: ella, yo, usted y su amigo el doctor. Menudas risas íbamos a hacer.
Toda generalización tiene el problema de que puede ser mal comprendida: cuando yo rajo del profesorado universitario hablo de la media o de muchos, pero no, obviamente, de todos, pues hay profesores muy meritorios y brillantes, igual que hay médicos normales y esforzados que no desahogan su agrín con el primero que pasa. Por supuesto. Pero si a mí un médico o un bombero me vacila o quiere hacerme pagar por lo que no es mi culpa, yo me desquito con la sátira, que es cosa barata, inocua y que se puede aplicar sin cremas ni dolor.
Je, no estoy seguro de si el doctor que usted menciona es el que yo caricaturizaba en el post, posiblemente sí. Fíjese qué gracia, de entre tanto dermatólogo lo ha identificado usted por sus desabridas maneras y su particular sentido del humor -negro-. Puf, como para que el próximo día vaya yo a la consulta a decir que me pica España.
Caray, y si a mí me hubieran dado la cáteda en Fernando Poo, imagínese lo que podría fardar en estos tiempos. Catedrático exótico y multicultural, ahí es ná. Pero me la regalaron en León, vaya por Dios. Y, a propósito de Dios y sus juicios, le autorizo a usted a juzgarme con toda confianza y sin problemas, aun en su humana modestia. Eso sí, puede apearme el tratamiento si quiere.
Bromas a parte, reciba un saludo muy cordial y créame que no he querido ofenderlo si es usted el dermatólogo de mi señora, o su pariente. Y en ningún caso. Eran bromas, rediez, aunque los hechos fueran reales. En este mundo tiene que haber de tó.
Estimado vox populi,
el que se pica, ajos come.
Me parece que entre los lectores de este blog hay unos cuantos con mal aliento.
Un saludo
Ziehen Sie sich aus, me dijo el jovencísimo doctor antes de salir de la pequeña sala donde pasaba consulta. ¿Desnúdese? ¿Por un lunar en la mano? Probablemente había entendido mal, dichoso idioma. Un amigo alemán había insistido en arrastrarme al hospital para que me mirasen un precioso lunar azul bic, del tamaño de una lenteja, que había aparecido tres años atrás en mi mano izquierda y que, según este amigo, no dejaba de crecer. Era más cansado resistirme que dejarme convencer, y además me parecía razonable aprovechar las ventajas del excelente sistema sanitario teutón, así que allí estaba yo, aquella fría mañana del último diciembre del siglo en un pequeño cuarto tratando de decidir si me desnudaba o no.
Antes de llegar a la sanidad alemana, mi lunar azul bic ya había sido examinado por un dermatólogo asturiano, al que mi médico de cabecera me había remitido porque el repentino lunar le parecía, cuando menos, digno de diagnóstico. Mi experiencia con el dermatólogo asturiano me hace sospechar que se ha trasladado a León y actualmente pasa consulta allí, para Muface. Entré en su consulta y antes de que me diese tiempo a cerrar la puerta me increpó: ¿qué le pasa a usted? Ni buenos días ni pase ni nada, pero bueno, es la Seguridad Social y no cobran por ser amables –parece-. Desde la puerta empecé a decirle que me había salido un lunar en la mano, mientras se la mostraba de lejos. Eso no es nada, me dijo. Aún no me había mirado el lunar, no me había mirado ni la mano, ni la cara, ni nada, porque yo le hablaba desde la puerta. Bueno, le dije, ya supongo que no es grave, pero dice mi médico que quizá sea bueno quitarlo porque puede degenerar y... Nada, no es nada de nada. Un lunar. Entonces me enfadé un poco y le dije que, al menos, podría mirarlo de cerca –ya no dije tocarlo, no sea que para eso hagan falta guantes especiales y que no los tuviese-. Me vio algo enfadada y me cogió la mano, lo miro y dijo, nada, quitarlo sería por razones estéticas y tampoco le molestará tanto, digo yo, no? (con voz de sorna). Me fui indignada y cuando tuve ocasión le dije a mi médico de cabecera que ese dermatólogo era un cretino (si fuese hoy habría puesto una queja formal).
Después de la experiencia española del diagnóstico a distancia e incluso sin necesidad de tocar el lunar en cuestión, entenderán mis dudas idiomáticas (y mis reticencias a desvestirme en la consulta del dermatólogo alemán). Tenía dos opciones: desvestirme o quedarme vestida. Opté por la segunda, porque me pareció que si había entendido mal y el médico no me había dicho que me desvistiese y entraba en la sala y me veía desnuda, la situación iba a ser difícil de aclarar y, en todo caso, muy incómoda. Así que no hice nada y esperé. El médico volvió y me encontró vestida y sentada, con el abrigo puesto y el bolso aún entre las manos. Debió creer que era tímida y se puso coloradísimo –ya he dicho que era joven- y empezó a explicarme con todo lujo de detalles por qué era necesario que me desvistiese, y que podía llamar a una enfermera, o incluso a una médica si es que yo no quería desvestirme allí, y que me traía una bata, etc. Yo también me puse colorada y le expliqué que no había problema, que es que no le había entendido, que había estado en un médico español que ni siquiera me había mirado la mano y que claro, me parecía raro que me dijese que me desvistiese. En fin, que después de todas las explicaciones y aclaraciones, yo me quité la ropa y él empezó a echar un ungüento rarísimo y a mirar a través de un aparato del que salía una luz todos los lunares, machas y hasta pecas que tengo. Me preguntó dónde vivía, si tomaba mucho el sol, si había tomado mucho el sol, si había antecedentes de problemas de piel en mi familia, etc. etc. etc. Vamos, ¡lo mismito que el médico asturiano! El examen concluyó que el lunar no era peligroso, de momento, aunque había que vigilarlo y acudir al médico si experimentaba algún cambio, por leve que fuese. Que él no me aconsejaba quitarlo porque quedaría una cicatriz no tan estética como el lunar, y que probablemente no degeneraría. Que de todos modos si quería quitarlo no era nada y me daba vez para el día siguiente. Y que si tenía alguna duda le llamase o volviese por allí. Casi una hora de consulta, Alemania, la Seguridad Social de hace ya unos cuantos años.
Decidí quedarme con el lunar y ahí sigue, conmigo. Leyendo la experiencia de su señora con su dermatólogo, me he acordado de la mía. Saludos a los dos.
Rajoy parece que tiene principios de psoriasis. Hoy el hilillos llega a la ciudad donde crecio y se desarrollo Don Jose Luis R. Zapatero a regoger firmas contra el statut; y en pro de una españa nacion unica y que garantice el acceso de todos los españoles a los servicios publicos en condicones de igualdad; por eso de seguir con el hilo. ( una nueva derecha está naciendo)
yo iré a pedirle un autografo, firmar no se si firmaré, pero me da morbo, oye.
Lo mismo pasa tambien por la consulta del dermatologo.
El comentario de garciamado al post de mi amigo Vox Populi, es una genialidad, eso es fair play o gentelman. A Vd profesor no le ha regalado la cátedra nadie, no lo diga ni en broma, no es una orden es una frase que puede parecer imperativa imperativa, linguístas habrá que me corrijan.
Al amigo Venator tengo que decirle que hoy me huele el aliento a ajo y por eso afirmo que el doctor Mengele era un médico normal.
Como es viernes, tercio (que recuerda a Terencio) inocuamente también en ésta, que lo de la medicina también me interesa.
Se da una paradoja. Por un lado, tenemos colectivamente, y me refiero a Europa Occidental, sin perderme en minucias que no desdicen de lo que quiero expresar, el hasta ahora mejor sistema de medicina de la historia (muy perfectible, como es obvio). Coloco el ambicioso adjetivo "mejor" en la encrucijada de dos perspectivas, la técnica y la social; sostengo que desde ese doble punto de vista no tiene rival. No soy precisamente uno acrítico y conformista, pero os puedo decir que uno de los pocos momentos de sincero orgullo patrio me sobreviene cuando entro en un hospital público español, y miro la totalidad, y no los detallillos. Y por el otro lado, sentimos una gran satisfacción -justificada- ante lo que percibimos como deshumanización (está claro que nos esperamos que la Medicina sea humanista) y arbitrariedades (pues está igualmente claro que nos esperamos que la Medicina sea científica). Incluyo en lo de arbitrariades el dispendio innecesario, por supuesto.
Echo mi carta, para ver quién le juega encima, ya que veo animada a la panda.
Mi hipótesis es que la solución pueda ser sólo parcialmente externa, sistémica (aunque se pueda siempre mejorar en los contenidos científicos, y en los procedimientos y organización). La otra parte de la solución es individual, interna. Se trata de que cada uno de nosotros debe intervenir mucho más activamente en la planificación y en la gestión de la propia salud, y por supuesto en la de la enfermedad, cuando ocurre (sobre lo que no hay vuelta de hoja).
Ello pasa por escoger al médico o médica, criticarlo, colaborar con él, dialogar, plantearle exigencias ...
Desde luego que no vale tumbarse en la camilla y suspirar resignado. Y tampoco vale solamente discutir aquí (aunque sea un buen primer paso), sino que hay que llevar esta discusión al consultorio.
Vamos, que hay que pasar (y para ello no bastan, aunque sea imprescindible, convicción e iniciativa; hace falta un programa colectivo, y un aprendizaje) de una actitud pasiva a otra activa.
Corto y cambio.
Abrazos,
La verdad es que el Dr. Muface se quedó descansando. ¿A quién no le vendrían bien 7 días en Benidorm para recuperarse? ¿Hay que ser médico para recomendar eso? Pues para no ser nada, imagino que habrá cobrado todo.
Durante mi larga campaña teutona (duró más de tres años), los tercios españoles tuvimos la suerte de conocer al Dr. Pérez, milagrero mágico venido del Perú que te firmaba una baja de una semana para recuperarte por menos de nada. "Hr. Doktor, me duele la cabeza y la garganta". "Te noto estresado, creo que te tomas el trabajo demasiado en serio y necesitas reponerte para coger fuerzas". Lunes, 9:00 de la mañana. "Te firmo tres días y si el jueves sigues mal, te la alargo por teléfono".
Entenderéis que cuando salen por la tele las estadísticas de la productividad europea y nosotros vamos a la cola, me digo, "Ich flippe aus".
I don't give loan! (= no doy crédito).
O sea: que al amigo VoxPòpuli LE "INFLINJEN" SUS DERECHOS. Nada más y nada menos. Desde luego, es para quejarse. Ahora bien: no sé yo si será tanto como para "HACER EL JURAMENTO A HIPÓCRATES", como -según él- hacen los médicos. ¡E Hipócrates criando malvas, sin enterarse de que le hacen juramentos. Así es la no-vida...
¿Es posible que un catedrádico de UNIVERSIDAD tenga tanto tiempo libre para escribir sobre como le toca o le deja de tocar un dermatólogo a su mujer? ¿Cree el "maestro" que es una lección de interés para sus discípulos? ¿Acaso su "asiento elevado" le da a usted derecho a menospreciar, ridiculizar o insultar a un médico al que acudió por su propia iniciativa? Dediquese a explicar las ciencias a sus discípulos que para eso fundamentalmente le "paga" su sueldo de catedrático la Universidad
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