El nuevo Consejero tenía las ideas claras: había que dar salida a todos esos trabajadores que ocupaban interinamente las plazas de funcionario. Las ideas estaban claras, sí, pero las cuentas no tanto.
El Consejero se llamaba Jonás Mutones y era un cuarentón ambicioso que sentía que por fin había acabado su travesía del desierto. Terminada con veintiseis años su carrera de Derecho, había comenzado a trabajar en el despacho de papá, don Jonás Mutones y Mutones, justo cuando papá acababa de acceder a la Decanatura del Colegio de Abogados. Pero el día a día del litigio no era lo de Jonás Jr, al que todos le decían Sito Mutones. Hasta el propio papá opinaba que a su vástago le aguardaban metas más altas, por su tenacidad y su vocación de servicio, y pese a que había tenido que ir a licenciarse a una universidad privada tan pía como venal.
Así que papá habló con su primo Efrén, constructor y regatista en tiempos afamado, y el primo Efrén llamó a su cuñado Alberto Macías y éste le logró a Sito Mutones un puesto de Director General de Justicia en aquella Comunidad Autónoma que ni tenía competencias en tal materia ni esperaba tenerlas.
A partir de ahí, coser y cantar. Sólo ocho años más tarde tenemos al pequeño Mutones encaramado a la Vicesecretaría Provincial del Partido y a la recién estrenada Consejería de Presidencia y Administración. Entretanto, se había casado con Clara Fernanda Martínez McEvans, primero secretaria personal y luego jefa de gabinete de Chano Presas, Presidente del Gobierno autonómico.
Pero no nos desviemos de nuestra historia. A Sito Mutones Chano Presas le dijo poca cosa cuando lo llamó para proponerle el cargo. Simplemente: "Sito, cacho gilipollas, te voy a hacer Consejero de la mierda administrativa, pero como no consigas poner orden en esa casa de putas, te corto los güevos y te mando de vuelta con tu padre, a afilarle los lápices en el despacho. Así que ya sabes lo que te toca. Y dale un besito de mi parte a Clarita y dile que a ver cuando se cansa de ti de una vez y deja ya la bobada de la excedencia para atenderte, que no la mereces".
Manos a la obra. Sito nombra Director General a Luisito Vela, antes compañero de francachelas estudiantiles en la universidad de orden y ahora en el golf, y le pasa el encargo. “Cuántos interinos tenemos, Luisito”. “Tres mil ochocientos, Sito”. “Pues, coño, ya está, hay que convocar otras tantas plazas a concurso restringido, hacemos fijos a todos y a tomar por el culo”. “Eso está hecho. ¿Iréis el viernes al ballet?”.
Las cosas siempre las complican los números. Primero fue el Interventor y luego el tonto de haba de Fernandín Contreras, que llevaba tantos años en la Consejería de Hacienda como Chano Presas de Presidente y se mantenía contra viento y marea, cada vez más engreído, porque, como todo el mundo sabía, se tira a Lola Lamas, la cuñadísima de Chano, casada con el imbécil de Tomás Rentería, que acabó con sus huesos en el trullo por hacer lo que todos, ganarse unos duros con un buen pelotazo, pero sin precauciones y pensando que con Chano ahí arriba era intocable. Bueno, pues el rompepelotas de Fernandín se descuelga con que ni de coña hay presupuesto para semejante convocatoria y que, como máximo, quinientas plazas este año y trescientas el próximo.
Pataleta de Sito y de Luisito, almuerzo con Chano un miércoles en el Ribera´s, intentos reiterados de malmeter e indisponerlo con Fernandín, pero nada que hacer. “A Fernandín me lo dejáis en paz y a mí no me andéis tocando más los cojones”, ése fue el veredicto final del Presidente. Pero añade un consejo que vale su peso en oro: “Si no hay plazas para todos, lo organizáis con Mingo Soto, que él controla a esa gente y ya tiene el culo pelado de montar concursos como hay que montarlos”.
Mingo Soto preside el comité de personal. Comenzó su larga carrera sindical como independiente en la lista de Comisiones, y para las siguientes elecciones ya había fundado su primer sindicato independiente, el SIPIF, y más adelante creó el segundo, el PISIF. Es compañero de mus de Chano desde que éste comenzó como Consejero de Educación y Cultura, y la confianza entre ambos provoca general envidia. Chano lo pone como ejemplo y cita a menudo una de sus frases que más lo impresionan: “Mira, Chano, yo comencé de puto auxiliar y he llegado al nivel veintiocho sin pasar por una maldita oposición, pero sabiendo más de cada papel que se mueve aquí que toda esa pandilla de maricas y empollones. Y, si quieres, te digo hasta la talla de bragas de cada jodida funcionaria de esta casa”.
En el primer encuentro con Mingo Soto, Sito Mutones y Luisito Vela se sintieron incómodos y bastante molestos. “Ya sé por qué me queréis, me lo explicó Chano el sábado.Tranquilos, yo os monto ese concurso y aquí no se mueve ni Dios”. “Son quinientas plazas para promoción interna”, dijo el Consejero, para marcar un poquillo de territorio. “Cuatrocientas noventa –puntualizó el jefe sindical-. Diez tienen que salir a concurso libre”. “¿Y eso?”, preguntó Luisito Vela. La réplica dejó callados a los dos amigos: “Vamos a ver, vamos a ver, hay que saberse lo que está en la Ley y la doctrina del Constitucional. Pero con diez plazas por libre hacemos, y ya controlamos nosotros el tema de tribunal, temario y lo que haga falta”. Los miró unos segundos y se recreó interiormente al percibir su gesto expectante. Y añadió: “Id pensando si tenéis interés en colocar a alguien de vuestra confianza, tres como máximo. Pero sin mamoneos, gente legal. Los otros siete puestos ya los tenemos comprometidos”. “¿Comprometidos?”, balbuceó Sito Muñones. “Sí –respondió el otro-, comprometidos. En realidad os estamos dejando tres plazas por no sé qué hostias de no quemarte y del afecto que le tiene Chano a tu padre”.
Todo transcurrió según el plan. Se inscribieron para el concurso abierto cinco mil candidatos, de los que sólo mil quinientos concurrieron a las pruebas. La organización fue ejemplar, las garantías máximas, las formalidades plenamente respetuosas con la legalidad y con su espíritu.
En el acto de toma de posesión de los nuevos funcionarios de carrera Sito Mutones hizo un brillante discurso, pese a que le costaba concentrarse ante la vista de aquella joven de la primera fila. Al terminar, le preguntó a Mingo Soto, con quien se habían ido limando todas sus reticencias y a quien ya tenía por amigo cabal: “¿Quién es ese bombón de la camiseta ajustada?”. Mingo soltó una carcajada: “Qué cabrón estás hecho. Pero ni lo sueñes. Imagina que yo soy cura y que es mi sobrina, Sito. Te queda mucho por aprender. Pero llegarás lejos. Chano está contento y más arriba también empiezan a tomarte en serio. ¿Te vienes el viernes de noche a tomar unas copas? Te presentaré a un par de amigos y te daremos alguna sorpresilla”. Y volvió a reír.
Las cosas marchan bien.
El Consejero se llamaba Jonás Mutones y era un cuarentón ambicioso que sentía que por fin había acabado su travesía del desierto. Terminada con veintiseis años su carrera de Derecho, había comenzado a trabajar en el despacho de papá, don Jonás Mutones y Mutones, justo cuando papá acababa de acceder a la Decanatura del Colegio de Abogados. Pero el día a día del litigio no era lo de Jonás Jr, al que todos le decían Sito Mutones. Hasta el propio papá opinaba que a su vástago le aguardaban metas más altas, por su tenacidad y su vocación de servicio, y pese a que había tenido que ir a licenciarse a una universidad privada tan pía como venal.
Así que papá habló con su primo Efrén, constructor y regatista en tiempos afamado, y el primo Efrén llamó a su cuñado Alberto Macías y éste le logró a Sito Mutones un puesto de Director General de Justicia en aquella Comunidad Autónoma que ni tenía competencias en tal materia ni esperaba tenerlas.
A partir de ahí, coser y cantar. Sólo ocho años más tarde tenemos al pequeño Mutones encaramado a la Vicesecretaría Provincial del Partido y a la recién estrenada Consejería de Presidencia y Administración. Entretanto, se había casado con Clara Fernanda Martínez McEvans, primero secretaria personal y luego jefa de gabinete de Chano Presas, Presidente del Gobierno autonómico.
Pero no nos desviemos de nuestra historia. A Sito Mutones Chano Presas le dijo poca cosa cuando lo llamó para proponerle el cargo. Simplemente: "Sito, cacho gilipollas, te voy a hacer Consejero de la mierda administrativa, pero como no consigas poner orden en esa casa de putas, te corto los güevos y te mando de vuelta con tu padre, a afilarle los lápices en el despacho. Así que ya sabes lo que te toca. Y dale un besito de mi parte a Clarita y dile que a ver cuando se cansa de ti de una vez y deja ya la bobada de la excedencia para atenderte, que no la mereces".
Manos a la obra. Sito nombra Director General a Luisito Vela, antes compañero de francachelas estudiantiles en la universidad de orden y ahora en el golf, y le pasa el encargo. “Cuántos interinos tenemos, Luisito”. “Tres mil ochocientos, Sito”. “Pues, coño, ya está, hay que convocar otras tantas plazas a concurso restringido, hacemos fijos a todos y a tomar por el culo”. “Eso está hecho. ¿Iréis el viernes al ballet?”.
Las cosas siempre las complican los números. Primero fue el Interventor y luego el tonto de haba de Fernandín Contreras, que llevaba tantos años en la Consejería de Hacienda como Chano Presas de Presidente y se mantenía contra viento y marea, cada vez más engreído, porque, como todo el mundo sabía, se tira a Lola Lamas, la cuñadísima de Chano, casada con el imbécil de Tomás Rentería, que acabó con sus huesos en el trullo por hacer lo que todos, ganarse unos duros con un buen pelotazo, pero sin precauciones y pensando que con Chano ahí arriba era intocable. Bueno, pues el rompepelotas de Fernandín se descuelga con que ni de coña hay presupuesto para semejante convocatoria y que, como máximo, quinientas plazas este año y trescientas el próximo.
Pataleta de Sito y de Luisito, almuerzo con Chano un miércoles en el Ribera´s, intentos reiterados de malmeter e indisponerlo con Fernandín, pero nada que hacer. “A Fernandín me lo dejáis en paz y a mí no me andéis tocando más los cojones”, ése fue el veredicto final del Presidente. Pero añade un consejo que vale su peso en oro: “Si no hay plazas para todos, lo organizáis con Mingo Soto, que él controla a esa gente y ya tiene el culo pelado de montar concursos como hay que montarlos”.
Mingo Soto preside el comité de personal. Comenzó su larga carrera sindical como independiente en la lista de Comisiones, y para las siguientes elecciones ya había fundado su primer sindicato independiente, el SIPIF, y más adelante creó el segundo, el PISIF. Es compañero de mus de Chano desde que éste comenzó como Consejero de Educación y Cultura, y la confianza entre ambos provoca general envidia. Chano lo pone como ejemplo y cita a menudo una de sus frases que más lo impresionan: “Mira, Chano, yo comencé de puto auxiliar y he llegado al nivel veintiocho sin pasar por una maldita oposición, pero sabiendo más de cada papel que se mueve aquí que toda esa pandilla de maricas y empollones. Y, si quieres, te digo hasta la talla de bragas de cada jodida funcionaria de esta casa”.
En el primer encuentro con Mingo Soto, Sito Mutones y Luisito Vela se sintieron incómodos y bastante molestos. “Ya sé por qué me queréis, me lo explicó Chano el sábado.Tranquilos, yo os monto ese concurso y aquí no se mueve ni Dios”. “Son quinientas plazas para promoción interna”, dijo el Consejero, para marcar un poquillo de territorio. “Cuatrocientas noventa –puntualizó el jefe sindical-. Diez tienen que salir a concurso libre”. “¿Y eso?”, preguntó Luisito Vela. La réplica dejó callados a los dos amigos: “Vamos a ver, vamos a ver, hay que saberse lo que está en la Ley y la doctrina del Constitucional. Pero con diez plazas por libre hacemos, y ya controlamos nosotros el tema de tribunal, temario y lo que haga falta”. Los miró unos segundos y se recreó interiormente al percibir su gesto expectante. Y añadió: “Id pensando si tenéis interés en colocar a alguien de vuestra confianza, tres como máximo. Pero sin mamoneos, gente legal. Los otros siete puestos ya los tenemos comprometidos”. “¿Comprometidos?”, balbuceó Sito Muñones. “Sí –respondió el otro-, comprometidos. En realidad os estamos dejando tres plazas por no sé qué hostias de no quemarte y del afecto que le tiene Chano a tu padre”.
Todo transcurrió según el plan. Se inscribieron para el concurso abierto cinco mil candidatos, de los que sólo mil quinientos concurrieron a las pruebas. La organización fue ejemplar, las garantías máximas, las formalidades plenamente respetuosas con la legalidad y con su espíritu.
En el acto de toma de posesión de los nuevos funcionarios de carrera Sito Mutones hizo un brillante discurso, pese a que le costaba concentrarse ante la vista de aquella joven de la primera fila. Al terminar, le preguntó a Mingo Soto, con quien se habían ido limando todas sus reticencias y a quien ya tenía por amigo cabal: “¿Quién es ese bombón de la camiseta ajustada?”. Mingo soltó una carcajada: “Qué cabrón estás hecho. Pero ni lo sueñes. Imagina que yo soy cura y que es mi sobrina, Sito. Te queda mucho por aprender. Pero llegarás lejos. Chano está contento y más arriba también empiezan a tomarte en serio. ¿Te vienes el viernes de noche a tomar unas copas? Te presentaré a un par de amigos y te daremos alguna sorpresilla”. Y volvió a reír.
Las cosas marchan bien.
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