Acabo de pasarme diez minutos paralizado y sin saber si escribir algo suave, algo fuerte o tomarme unos orujos y pasar de todo y para siempre. Esperen, esperen y ya me dirán si es o no es para ponerse así. Procedamos con algún orden.
Los amigos de este blog saben que éste que les escribe gusta de pelearse hasta con los amigos, que tiene fobia a pedagogos y rectores (un rector pedagogo sería el no va más, la locura y el desmelene) y que los años lo van haciendo un pelín atrabiliario. Pero miren qué curiosa es el alma humana. Hoy viene en los periódicos leoneses una carta del rector de nuestra Universidad. Pueden verla pinchando aquí o aquí. A ninguno de los habituales se le oculta, y a él tampoco, que no es santo de mi devoción. No lo es ni de la mía ni de la de muchos, pero un servidor, modestia aparte, es de los poquísimos que lo dice sin ocultarse y sin temblor de cojoncillos/as (con perdón). Cuando me ha parecido oportuno darle las gracias o felicitarlo por algo, también lo he hecho sin que me dolieran prendas. Y, lo que son las cosas, hasta nos hemos entendido de trinchera a trinchera.
¿A qué viene esta introducción y qué tiene que ver con la carta de marras? Pido en este punto un favor al pacientísimo lector. Lean en este momento la carta del rector, doctor don Ángel Penas. Luego seguimos hablando.
¿Ya la han visto? Pues ahora entenderán mi perplejidad y mis dilemas. ¡Por Tutatis! ¿Entro al trapo y comento cuestiones formales? Francamente, no soy capaz, no puedo. El asunto me supera. Para qué. Me invade una gran ternura. Y una desazón profunda. Estamos, todos, definitivamente jodidos, hundidos, acabados. El último que apague la luz. Y que tire de la cadena. Universitas. Ja. Entre todos la mataron y ella sola se murió.
¿Y sobre el fondo? ¡Uff! Estoy por decirle al rector que olé sus narices. Pero, hombre, por qué no me llamó a mí para redactar el panfleto, caray. O a otros que él y yo conocemos. No le iba a pedir un asociado ni nada, palabra.
Contaré muy brevemente lo que sé de la historia y el debate, aun a riesgo de simplificar o errar en algún dato. Que se me disculpe si es así, pues no soy seguidor esmerado de la actualidad leonesa, y menos de la universitaria. Bastante tenemos con lo que tenemos como para andar, encima, regodeándonos con los detalles.
El Decano de la Facultad de Filosofía y Letras, doctor Carantoña, se presentaba a la reelección para el cargo, y se presentaba como candidato único. Perdió. Inaudito. Votó en contra un montón de gente y otro puñado votó en blanco. ¿Mala gestión anterior? ¿Carácter difícil? Pues de eso, por lo que he oído y leído, nadie ha hablado. Su pecado fue el siguiente: poner en duda el heroico papel de León y de un coronel de aquí, un tal Luis de Sosa (ojo, no es pariente de nuestro amigo administrativista y escritor, al menos hasta donde nos consta). Resulta que los leonesistas, encabezados por ese inefable (pues fala en lliunés) concejal Pardo (del que aquí hemos contado alguna hazaña hace tiempo) y aprovechando su condición de “llave del gobierno municipal” (hoy en día el personal se acuesta con cualquiera, y sin condón), han logrado hacer del 24 de abril fiesta local en León. ¿Por lo San Jordi el día antes? ¡Quiá!. ¿Por alargar el día del libro? ¡Qué libro ni qué leches! Por la singular, fortísima y ejemplar resistencia de las huestes locales frente al invasor francés, que seguramente quería reemplazar el idioma leonés por la lengua de Molière y hasta ahí podíamos llegar, como si aquí no hubiera “molinerus” de sobra.
Los amigos de este blog saben que éste que les escribe gusta de pelearse hasta con los amigos, que tiene fobia a pedagogos y rectores (un rector pedagogo sería el no va más, la locura y el desmelene) y que los años lo van haciendo un pelín atrabiliario. Pero miren qué curiosa es el alma humana. Hoy viene en los periódicos leoneses una carta del rector de nuestra Universidad. Pueden verla pinchando aquí o aquí. A ninguno de los habituales se le oculta, y a él tampoco, que no es santo de mi devoción. No lo es ni de la mía ni de la de muchos, pero un servidor, modestia aparte, es de los poquísimos que lo dice sin ocultarse y sin temblor de cojoncillos/as (con perdón). Cuando me ha parecido oportuno darle las gracias o felicitarlo por algo, también lo he hecho sin que me dolieran prendas. Y, lo que son las cosas, hasta nos hemos entendido de trinchera a trinchera.
¿A qué viene esta introducción y qué tiene que ver con la carta de marras? Pido en este punto un favor al pacientísimo lector. Lean en este momento la carta del rector, doctor don Ángel Penas. Luego seguimos hablando.
¿Ya la han visto? Pues ahora entenderán mi perplejidad y mis dilemas. ¡Por Tutatis! ¿Entro al trapo y comento cuestiones formales? Francamente, no soy capaz, no puedo. El asunto me supera. Para qué. Me invade una gran ternura. Y una desazón profunda. Estamos, todos, definitivamente jodidos, hundidos, acabados. El último que apague la luz. Y que tire de la cadena. Universitas. Ja. Entre todos la mataron y ella sola se murió.
¿Y sobre el fondo? ¡Uff! Estoy por decirle al rector que olé sus narices. Pero, hombre, por qué no me llamó a mí para redactar el panfleto, caray. O a otros que él y yo conocemos. No le iba a pedir un asociado ni nada, palabra.
Contaré muy brevemente lo que sé de la historia y el debate, aun a riesgo de simplificar o errar en algún dato. Que se me disculpe si es así, pues no soy seguidor esmerado de la actualidad leonesa, y menos de la universitaria. Bastante tenemos con lo que tenemos como para andar, encima, regodeándonos con los detalles.
El Decano de la Facultad de Filosofía y Letras, doctor Carantoña, se presentaba a la reelección para el cargo, y se presentaba como candidato único. Perdió. Inaudito. Votó en contra un montón de gente y otro puñado votó en blanco. ¿Mala gestión anterior? ¿Carácter difícil? Pues de eso, por lo que he oído y leído, nadie ha hablado. Su pecado fue el siguiente: poner en duda el heroico papel de León y de un coronel de aquí, un tal Luis de Sosa (ojo, no es pariente de nuestro amigo administrativista y escritor, al menos hasta donde nos consta). Resulta que los leonesistas, encabezados por ese inefable (pues fala en lliunés) concejal Pardo (del que aquí hemos contado alguna hazaña hace tiempo) y aprovechando su condición de “llave del gobierno municipal” (hoy en día el personal se acuesta con cualquiera, y sin condón), han logrado hacer del 24 de abril fiesta local en León. ¿Por lo San Jordi el día antes? ¡Quiá!. ¿Por alargar el día del libro? ¡Qué libro ni qué leches! Por la singular, fortísima y ejemplar resistencia de las huestes locales frente al invasor francés, que seguramente quería reemplazar el idioma leonés por la lengua de Molière y hasta ahí podíamos llegar, como si aquí no hubiera “molinerus” de sobra.
Y qué dicen los historiadores, entre ellos el doctor Carantoña, quien, casualmente, es especialista reconocido en asuntos de la Guerra de la Independencia, y también algún discípulo suyo. Pues que menos globos, que de León los franceses pasaron muchísimo, que si alguno cayó por aquí fue porque se perdió buscando buenas tapas, que el tal de Sosa era un coronel de mentirijillas y barra de bar (como la mayor parte de los “generales” que critican al rector hoy en día) y que, todo lo más, al que adoraban los cuatro gatos que bajo su guía salieron ese día a tomarse unos tintorros era a Fernando VII. Es decir, que de supremo acto de patriotismo leonés y crucial expresión de las ansias de autodeterminación de la nación leonesa nothing de nothing (trad.: ná de ná) y que como documento histórico son más fiables las historietas de Mortadelo y Filemón que las sudadas tesis del aberchalismo leonés.
Bueno, pues por poner en duda el cómic oficial del leonesismo y su pretensión de que en León el 2 de mayo se celebró el 24 de abril, el Decano Carantoña perdió las elecciones en su Facultad y el propio concejal Pardo se ufana de que fue por dudar de lo que no hay que dudar. Y ahí es donde el rector Penas de nuestros quebrantos la toma con el concejal Pardo y le dice esas cosas así de esa manera y con esa prosa magnífica. Deducirá el lector que el doctor Carantoña, que tiene todos mis respetos y que, para colmo de parabienes, es gijonés como un servidor –aunque él citadino y este que suscribe rural-, no se lleva mal con el rector; ni tiene por qué.
Sea como sea, lo que yo no veo tan claro es que haya que tomarla con el concejal Pardo, don Abel (encima nos dirán que éste es el hermano bueno). El hombre de algo tiene que vivir y, si me apuran, más raro es lo de Tom Cruise con la Cienciología. A cada uno le da la paranoia que le da, cree en lo que cree y se monta la película como se le antoja. No, lo que a mí me deja helado es la Facultad de Filosofía y Letras. Filosofía y Letras. Esa Facultad que sigue las consignas de Pardo. Esa Facultad donde supuestamente se cultiva la Historia (la mayúscula es a posta) en serio, donde presuntamente se hace Ciencia Histórica, donde podríamos imaginar que las discrepancias científicas se debaten sesudamente, documentos y pruebas en mano y en el más depurado estilo académico, sin más propósito que la verdad ni más interés que el del saber.
Pues ya está, lo voy a decir, aunque me lluevan chuzos de punta: si es cierto (ojo al condicional) que la razón de que la mayoría de la Facultad no votara al doctor Carantoña es ésa que se dice y de la que el concejal Pardo hace gala, si en verdad se le retiró el apoyo por no avenirse a dar el tratamiento de Historia a las historietas de dibujos animados que son parte de la invención de naciones inverosímiles, eso no es una Facultad, es un antro, un vivero de adoquines, de cabezas cuadradas y, a poco que se esfuercen, rapadas. Con las excepciones que sean de rigor, por supuesto. Aquí no acabaremos marcando el paso de la oca, pues no es animal totémico ni autóctono; marcaremos el del pollo de corral. El color de las camisas ya se verá, aunque hay indicios.
Bueno, pues por poner en duda el cómic oficial del leonesismo y su pretensión de que en León el 2 de mayo se celebró el 24 de abril, el Decano Carantoña perdió las elecciones en su Facultad y el propio concejal Pardo se ufana de que fue por dudar de lo que no hay que dudar. Y ahí es donde el rector Penas de nuestros quebrantos la toma con el concejal Pardo y le dice esas cosas así de esa manera y con esa prosa magnífica. Deducirá el lector que el doctor Carantoña, que tiene todos mis respetos y que, para colmo de parabienes, es gijonés como un servidor –aunque él citadino y este que suscribe rural-, no se lleva mal con el rector; ni tiene por qué.
Sea como sea, lo que yo no veo tan claro es que haya que tomarla con el concejal Pardo, don Abel (encima nos dirán que éste es el hermano bueno). El hombre de algo tiene que vivir y, si me apuran, más raro es lo de Tom Cruise con la Cienciología. A cada uno le da la paranoia que le da, cree en lo que cree y se monta la película como se le antoja. No, lo que a mí me deja helado es la Facultad de Filosofía y Letras. Filosofía y Letras. Esa Facultad que sigue las consignas de Pardo. Esa Facultad donde supuestamente se cultiva la Historia (la mayúscula es a posta) en serio, donde presuntamente se hace Ciencia Histórica, donde podríamos imaginar que las discrepancias científicas se debaten sesudamente, documentos y pruebas en mano y en el más depurado estilo académico, sin más propósito que la verdad ni más interés que el del saber.
Pues ya está, lo voy a decir, aunque me lluevan chuzos de punta: si es cierto (ojo al condicional) que la razón de que la mayoría de la Facultad no votara al doctor Carantoña es ésa que se dice y de la que el concejal Pardo hace gala, si en verdad se le retiró el apoyo por no avenirse a dar el tratamiento de Historia a las historietas de dibujos animados que son parte de la invención de naciones inverosímiles, eso no es una Facultad, es un antro, un vivero de adoquines, de cabezas cuadradas y, a poco que se esfuercen, rapadas. Con las excepciones que sean de rigor, por supuesto. Aquí no acabaremos marcando el paso de la oca, pues no es animal totémico ni autóctono; marcaremos el del pollo de corral. El color de las camisas ya se verá, aunque hay indicios.
En fin. Contra los hechos, y si los hechos son ésos, no valen los argumentos. Es lo que hay. Es tut mir Leid.
Y, por si faltaran motivos para el desánimo, el rector, que es doctor, catedrático, primus inter pares y elegido por sufragio universal del personal de la Casa, escribe de esa manera. Estamos buenos los pares, visto el primus.
Y, por si faltaran motivos para el desánimo, el rector, que es doctor, catedrático, primus inter pares y elegido por sufragio universal del personal de la Casa, escribe de esa manera. Estamos buenos los pares, visto el primus.
4 comentarios:
Esa Universidad cada vez me gusta más...
Asombroso. Digo yo que un rector pagado con el dinero de todos no debe estar para tales cosas.
Genial (su relato, claro). Desde la distancia y sin conocer los entresijos de las Universidades también distraen esas narraciones.
"Han traído a colación un revuelo inesperado". No puedo creer que quien escribe así haya pasado por la Universidad (como alumno, quiero decir). ¿Lo han comprobado?.
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