18 septiembre, 2010

Nuestro hombre en Helsinki (5) Por Fernando Losada

(Para repasar las primeras entradas de esta serie que narra las andanzas de un investigador universitario en Helsinki, vea aquí, aquí, aquí y aquí)

Queridos todos:

Ya, ya sé que hace un mes que estoy en Helsinki y que esta nueva entrega de mis aventuras se ha hecho esperar un poco más de la cuenta pero, ¿qué sería de nuestras vidas sin el aliciente de la espera, si cuanto deseásemos fuese satisfecho de modo inmediato? Pues precisamente lo que vivimos hoy en día: que no valoraríamos las cosas en su justa medida. Con ello no quiero insinuar que estos correos que os envío puedan llegar a estar incluidos en vuestro catálogo de deseos más acuciantes, pero sí que nhay que saber esperar. Ahora, tras la espera y la explicación preliminar para impacientes, la recompensa.

Mis vacaciones han transcurrido entre Bruselas (reitero las gracias a la familia Sampol Ruíz y a Madame Gaffe por la cálida acogida, y a los Álvaros por su buen humor en los momentos que compartimos, siempre escasos) y Galicia; entre la bici, algunas lecturas interesantes y el surf (sí, leéis bien); y, como no podía ser de otra manera, en conciertos de todo tipo. Pero como esto es un report sobre Helsinki esas cosas os las contaré, a los que no las hayáis vivido conmigo, en algún otro correo.

¿Qué ha sucedido en este mes por estas tierras? Seguramente lo más interesante es que he recibido las primeras visitas, lo que me ha obligado a ponerme las pilas para conocer aun mejor la ciudad en la que vivo. De las aventurillas vividas con las visitas daré buena cuenta, no os preocupéis, pero de momento en este report quiero centrarme en un par de cosas. La primera, la climatología finlandesa.

No os podéis imaginar el calorazo que ha hecho en Helsinki este año. En Bruselas la cosa fue tremenda, en Vigo en julio hubo días de achicharrarse, pero lo que sudé aquí en mi primer fin de semana es inenarrable. Los registros dicen que se superaron los treinta grados, pero con una humedad exagerada. Los pobres finlandeses lo han pasado fatal, porque este año se les han juntado el invierno más frío en cuarenta años (se alcanzaron los -30º) y el más caluroso desde que se tienen registros. El caso es que al tercer día de mi regreso la cosa se puso insoportable. Estuviese donde estuviese, la sensación era la de ser un pez fuera del agua, luchando por conseguir oxígeno de alguna manera. Al parecer, una posible explicación es que a la temperatura y la humedad se le unieron las cenizas provenientes, esta vez, de los incendios cercanos a Moscú. ¡No os hacéis una idea del calor! Aun así, lo interesante estaba por llegar, porque al atardecer (bueno, es un decir… a eso de las nueve de la noche), cuando parecía que el mercurio aflojaba un poquito, se desató una tormenta monumental en apenas dos minutos. Yo estaba en casa leyendo y, de repente, noté un oscurecimiento (no puedo evitar acordarme de Les Luthiers y la “Bossa Nostra” al escribir esto). Levanté la vista y a través de los enormes ventanales del salón vi cómo evolucionaba una nube tremenda que en medio minuto lo cubrió todo. Nunca había visto nada semejante. Las nubes se formaron y evolucionaron en un pis-pás (¿se escribe así?) y a continuación sólo recuerdo mucho viento, mucha agua y la gente corriendo despavorida por la calle, en bermudas y sujetándose el gorrito de paja para que no se les fuese volando. En un santiamén se pasó del verano saharaui al invierno finlandés (nada de tormenta veraniega que refresca el ambiente y tal). Fue algo parecido a estar de repente inmerso en una película de Spielberg, con unos efectos especiales de impresión. Ya, ya sé que todos pensaréis que soy un exagerado. De hecho, cuando apenas tres días después se lo comenté a los integrantes de mi primera visita no le dieron mayor importancia (o sencillamente no se lo creyeron). Pero ahora me resarzo…

Sí, porque la tormenta fue de tanta impresión que al parecer salió en las televisiones españolas, sí que desde León me llegó el enlace gracias al que podéis alucinar con lo que yo viví. Como veréis, la gente estaba en la playa (al ladito de mi casa) porque era un día espectacular, pero en dos minutos salen todos pitando porque daba miedito enfrentarse a tamaña nube en bañador. La grabación es de un videoaficionado, pero está tan bien rodada que parece una película hollywoodiense. De hecho, si no lo hubiera visto con mis propios ojos, creo que me lo tomaría como una de invasiones extraterrestres, en la que la nave espacial se camufla (fatal) como si de una nube se tratara. Pero, ¿de dónde sale una nube así? Juzgad vosotros mismos: vídeo.


Bueno, siguiendo con el hilo de la climatología, el mes de agosto ha estado muy bien. Se podía ir en mangas de camisa por la noche y bermuditas durante los largos días, pero ahora la cosa ha cambiado. No es que haga un frío que pele, pero estaremos en torno a los 13 grados, algunos días un poco más y otros un poco menos. De modo que ahora llevarse un jerseicillo por si refresca no está de más. Aquí dejo el tema climático, que tampoco es necesario abusar de él (más teniendo presente que no estamos en un ascensor).

El segundo tema de este report es… mi casa. Creo que aun no habéis tenido contacto con el piso n el que habito, así que no está de más que ahora que Massimo ha bajado al supermercado os coléis un ratito y le echéis un vistazo. Veamos, lo primero que os habrá llamado la atención al entrar es que tiene dos puertas que abren en sentidos opuestos: la primera es la normal, por así decirlo, y la segunda… no sé para qué es la segunda. Igual crea una cámara de aire para evitar que el calor se escape en invierno. Lo que está bien es que el correo te lo meten por la primera puerta y tú lo puedes recoger en pijama sin salir de casa (tan sólo abriendo la puerta interior). Bueno, las puertas no son tan importantes. De hecho, en la casa tenemos más cosas (aunque puertas lo que más).

Ya os había comentado que el piso es alquilado con muebles y lo que eso entraña en estas tierras: que te quedas con el lote completo de cosas del propietario. Así que presidiendo el amplio y luminoso salón en el que nos encontramos está el que debe ser el abuelo de Liisa. El buen señor tenía una impresionante biblioteca, la verdad, pero es una pena que se dedicase casi en exclusiva a leer en finlandés, porque no tenemos ni idea de las maravillosas aventuras (o aburridas ideas, que de todo hay) que encierran los libros que nos rodean. La mecedora tiene su aquél los primeros días, pero yo, que soy marinero de agua dulce, me mareo hasta en tierra. Vamos, que prefiero el sillón, como veis.

Pero pasad, pasad, que os enseño la cocina, funcional pero poco más; la habitación de Massimo, con recuerdos de antepasados de los señores propietarios (fotos que parecen de fantasmas); y la mía. Ya, ya sé lo que estáis pensando: que con tres puertas esto no es exactamente un dormitorio. Pues no sé si tenéis razón. Veréis, una puerta nos lleva a la cocina, otra al salón y la tercera al recibidor. Pero lo que he visto en muchos pisos por aquí es que no es habitual tener pasillo, así que para ir de una habitación a otra muchas veces no tienen más remedio que cruzar por “dependencias privadas”. Así que, aunque mi casa tenga pasillo (chiquitito) igual la cultura de las habitaciones bien ventiladas está muy asentada y por eso tanta puerta no impide que el habitáculo en cuestión pueda ser catalogado de dormitorio. Al menos, y eso hay que agradecerlo, yo sólo tengo unos cuantos cuadros de estampas finlandesas variadas (aunque mi cuota de objetos estrafalarios está más que bien cubierta por un reloj de cuco de madera). Nada que ayude a que uno se sienta en casa al cruzar el doble umbral del piso...

Habréis notado que me he saltado un par de puertas. La una es la ducha, con su lavabo y tal. La otra es el inodoro. Y sólo el inodoro. A ver si me explico, se trata de un cubículo minúsculo en el que está el inodoro. Otra cosa es cómo acceder a él. Tras un par de meses de pruebas, creo que lo mejor es bajarse los pantalones antes de entrar, porque si cierras la puerta toda maniobra deviene imposible. Curiosos estos finlandeses… ¡ahorran hasta en espacio!

Y poco más os cuento en este primer report del nuevo curso. Salid del piso antes de que vuelva Massimo, que si ve tanta gente de golpe se me asusta. Eso sí, estad tranquilos que tengo aventuras de las buenas que contaros. Pero eso en próximas crónicas. ¡Un abrazo fuerte a todos!

2 comentarios:

Jacobo Dopico dijo...

- Um oscurecimento!
- Um qué!
- Um oscurecimento!
- En pleno día?
- Eah! Fizo a noite en pleno día!

http://tinyurl.com/LaBossaNostra

¡Gracias por tus crónicas antropológicas, Fernando! Comparables a las de este GENIAL libro:

http://www.leergratis.com/libros/el-antropologo-inocente-nigel-barley.html

Para descargar: http://www.scribd.com/doc/7245189/Nigel-Barley-El-Antropologo-Inocente

Fernando Losada dijo...

Me temo que de la comparación salen perdiendo mis aventuras. El mundo que describía Barley, y especialmente los ojos asombrados con los que lo miraba, eran mucho más sugerente (a efectos literarios y antropológicos) que esta Finlandia, que a fin de cuentas no deja de formar parte de Europa (aunque esté allá, arrinconada).

Y continuando con la tonada:

"Eu gosto tirarme na aireia
da praia sereia;
Asando meu corpo yentil,
asando de frente e de perfil.
Eu gosto hasta o paroxismo
con o bestialismo
do sol do Brasil.

¡QUÉN GOSTA DO SOL,
ESTÁ A LA VISTA,
É UN VERDADEIRO SOLISTA!"