Vean qué noticia. Resulta que a una señora que se dedica a los contactos telefónicos con paisanos ansiosos que quieren gestionarse unos revolcones, le piden tres años y pico de cárcel por haber pelado a uno a base de bien; esto es, por haberle sacado una pasta gansa, más de cien mil euros. Parte de los gastos fueron en pieles, pero no se incluyó la de la dama, sino, supongo, la de diversos animales que acabaron cubriendo el cuerpo de la que, un día sí y otro también, por teléfono le juraba que le iba a aplicar con brío las delicias del tálamo. De paso, el parroquiano, de Talevera, iba apoquinando igualmente para otras facturas ficticias de la intrépida reina de las distancias largas.
Habrá delitos, seguro, y por mí que abone la mujer las penas que le correspondan, aunque me temo que el placer cesante no se lo van a indemnizar al ingenuo. No me tranquiliza que el abogado de la acusada se apellide Matanzas, pero en verdad ese pleito no es asunto mío.
En fechas tan señaladas como las que estos días vivimos, de campaña electoral a calzón quitado o en deshabillé, las comparaciones se hacen inevitables. Y más insoslayables todavía si echamos la vista atrás y pensamos en las veces anteriores. ¿No sacaron también a muchos conciudadanos nuestros el voto mediante sabrosísimas promesas tan falsas o más que las de la estafadora esta? ¿No hubo incluso quien prometió pleno empleo cuando ya hasta los ciegos veían que los tiempos de la dicha político-conyugal habían pasado? ¿No nos requirieron, para más inri, dineros y más dineros a base de asegurarnos, mostrándonos el canalillo retórico, que a la puerta de nuestra casa tendría parada el AVE y que las viñas del abuelo las iban a recalificar para convertirlas en urbanización de lujo y para que nos forráramos todos hasta no saber qué hacer con tanta guita? ¿No prometieron a los de Villamelones de Arriba que tendrían un polideportivo diseñado por Norman Foster y a los de Villamelones de Abajo que a ellos les iban a poner, sobre el reseco arroyo, un puente repleto de tirantes de Santiago Calatrava? ¿No nos hicieron pensar, para colmo, que cuando fuéramos unos cresos de tomo y lomo no íbamos a tener que pagar ya nunca más, pues se iban quitando los impuestos sobre el patrimonio y los de sucesiones? Y así todo el rato.
¿Por qué ese pobre diablo rico que fue víctima de las añagazas de la hetaira virtual puede ahora reclamar y sentarla ante los jueces -y que le vaya muy bien, espero- , y nosotros, pobretones sin consuelo ni perrilla que nos ladre, hemos de quedarnos así, compuestos y sin autovía, alicaídos y mermados, con los bolsillos otra vez vacíos y las ilusiones hundidas, mirándonos en el espejo los michelines que ya no nos vamos a quitar a base de liposuccion y el bigote canoso, sin más lozanía que la de nuestras hipotecas?
El templado talaverano también se hipotecó por su reina y por los sueños que ella le alimentaba, igual que nosotros firmamos las hipotecas nuestras cuando nos tentaron con un ladrillo, que es más delito, si cabe, y requiere seducción más ladina y dolo más avieso. Al manchego retozón lo amenazaron con un marido imaginario cuando cayó en la cuenta de que lo habían dejado tieso, pero por la parte bancaria, y a nosotros nos amagan con ejecuciones, nada menos, con ejecuciones bancarias, y hasta con que pueden ponernos de propina un corralito en lugar de las mansiones anunciadas y los lujos insinuados.
El fogoso le hacía préstamos a la telefonista provocativa y nosotros... Aquí, llegado a este punto, se me atoran las comparaciones. No sé, tengo un pálpito de pronto. A lo mejor todos somos un poco talaveranos (que no se me ofendan los de de la noble villa; además, parece que la cuentista era asturiana, hay para todos aquí), porque, pensándolo bien, los que llamábamos al prestamista éramos nosotros, los que en el banco jurábamos solvencia exuberante éramos nosotros, los que prometíamos fidelidad eterna y goce sin fin al que nos diera el oro y el moro éramos nosotros, los que rogábamos que nos pusieran un piso y, ya de paso, que nos dieran para unas joyitas y unas pieles éramos nosotros...
Quizás la diferencia con el caso de autos está en que el buen abuelo era honesto y crédulo, como corresponde, y la pécora era la que se dejaba querer. En nuestro caso, da igual para dónde miremos, para las promesas de los políticos, para los bancos que nos abrían sus brazos y sus cajas..., para nosotros mismos. En una larga partida entre tahúres, perdimos hasta la camiseta los más mindundis, como era de esperar. Puede que esa sea la razón por la que ahora no sólo no reclamamos ni alzamos la voz, sino que hasta vamos a votar otra vez a los de las mismas líneas calientes y vamos a seguir pagando para que la banca no se descapitalice, la pobre. Justicia poética, aunque no sea la lírica la mejor virtud de ninguna de las partes, incluidas nuestras partes.
3 comentarios:
Se sospecha que la mujer del de Talavera también pide cárcel para él.
¿Quién tasa los pisos? El banco.
¿Quién otorga una hipoteca? El banco.
¿Quién ofrecía el 125% para amueblar el pisito? El banco.
¿Quién recibe millones y más millones para subsanar una pésima gestión? El banco.
¿Quién se queda sin piso y con la deuda contraída? Cualquiera.
¿Quién se ve obligado a cerrar su negocio? Cualquiera, bien por causa de la crisis, mala gestión, imposibilidad de acceder a un crédito, incluso por impago de la administración pública.
Y ¿de quién es la pasta que se inyecta a la banca? De todos los cualquiera, taclaro.
Y por último ¿quién va a ver el debate de esos dos sinvergüenzas? Sus primas.
Un cordial saludo.
que mala soy, pero esos casos es que me hacen muchísima gracia, con reservas, seguro sería muy abuelete; sino no se explica.No creo que abunden quiénes se dejen saquear de esa manera.
aunque leyendo a carmen , todo el país se deja saquear..sisisi! por los bancos , los políticos; país de...líneas calientes..
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