La vida municipal suele recibir descalificaciones
cuando se la une a lo espeso y esto es una gran injusticia porque en los
municipios encontramos siempre acogida y en ellos disponemos de la vigilante
figura del alcalde, rendido y ojeroso por tener que bracear entre expedientes
-do la perversión anida- y pretendientes -siempre a la caza de una nómina
grávida-.
Por más globalizaciones, europeizaciones y otras
exageraciones con las que convivamos, lo cierto es que al final hasta el hombre
desarraigado que busca su ser universal acaba volviendo a la tierra donde se
masturbó por primera vez. Ya Edgar Quinet dejó escrito hace muchos años, en
pleno siglo XIX, para subrayar el valor de lo doméstico y municipal, que
“también la gran Odisea gira en torno a la pequeña Ítaca”.
Un respeto pues a lo municipal sobre todo cuando
vemos la imaginación que han echado los nuevos ediles a la hora de bautizar sus
cargos. Así lo puede advertir quien se moleste en trazar un pequeño recorrido
por los Ayuntamientos españoles que, alejados de las convenciones antañonas,
han acogido fórmulas de gobierno llenas de novedad, de gracia y de ciencia.
¡Fuera rutinas! se han dicho, ¡fuera organigramas soñolientos que son como
hojas muertas de un árbol al que ya se le han secado las ramas! ¡Vengan nuevos
perfumes, nuevos colores, los ropajes de la fantasía iconoclasta!
Y así se han creado -como el Papa “crea” a los
cardenales- la concejalía de “juventud y protección animal” en Alicante y, bien
lejos, en Santiago, también la juventud se une a los nobles brutos del reino
animal: “juventud y bienestar animal” se rotula la cartera de un edil.
Al hallazgo de la “movilidad y la memoria
democrática” en Cádiz debemos rendir, trémulos, el merecido homenaje.
La tal movilidad aparece casi siempre y una prueba
del arraigo que ha conquistado es que la “v” ha sido descartada por inmóvil y
reaccionaria y ha sido sustituida (Santiago de Compostela) por una pimpante y
desafiante “b”: mobilidad que rima con hilaridad, no con imbecilidad.
En Barcelona disponen, para abarcar los meandros de
nuestra asendereada existencia en todos sus recovecos, de la concejalía
dedicada al “ciclo de vida, feminismos (¡en plural!) y LGTBI”. Ciudad esta
(“estuche de cortesía” en el Quijote) en la que para no dejar un cabo suelto
hay un concejal que se ocupa de “los estudios estratégicos y los programas de
memoria”.
Y en Valencia, la ciudad más condenada por pleitos
ante tribunales nacionales e internacionales por la tortura que sufren los
ciudadanos por el ruido (producido fuera de las Fallas, semana en la que es
lícito), hay un concejal que se ocupa del “bienestar animal”.
La “igualdad” está unida a la “memoria histórica” en
Alicante, a la “mujer” en Gandía y a la “diversidad” en A Coruña. Por su parte,
la “mujer” se marida con los “mayores” en Cádiz y la “creatividad ciudadana” o
la “cultura festiva” son propias del territorio valenciano.
Y podríamos seguir ... ¿Alguien da más? ¿espesa la
vida municipal? Bien al contrario: vida móv (b) il, igualitaria, cultural,
joven, diversa, memoriosa ... Esperemos que atrás no hayan quedado los baches,
los semáforos, las basuras, el tráfico ... Es decir, aquellas bagatelas del
pasado que no fueron, ay, ahora lo sabemos, estorbos a la gloria y al
progreso.
1 comentario:
Coméntele por favor a Sosa Wagner que movilidad en gallego es con b (mobilidade).
Por lo demás el artículo destila, como siempre, un espíritu conservador. Tengo la impresión de que términos como "concejalía de bienestar" o "ministerio de denfensa" son tan estúpidos como los que Sosa Wagner critica, pero como están bien asentados no le molestan.
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