Apabullante, en mi opinión, el artículo que publica hoy José Varela Ortega en ABC. Sobre el desvarío de una izquierda desideologizada que busca sólo comedero. El mayor dolor para los que llevamos dentro de la neurona el ideal redistributivo y humanista de la izquierda que merezca tal nombre. Hay una y mil veces que tratar de desenmascarar a esta jetoizquierda impostora, que combina el mayor grado de incultura con el descaro más grande que se ha visto por aquí desde los tiempos de Franco. O refundamos una izquierda moderna, culta, civilizada y seria, o se acabó el invento. Ellos, los de Diablín, creen que su triunfo será destrozar al PP. Al PP que lo zurzan si quieren (aunque un partido de centro-derecha moderno es fundamental para el equilibrio del sistema político), pero el auténtico crimen político de los zapaterianos es estar matando a la izquierda, o lo que quedaba de ella.
Ah, y que nadie me miente a Llamazares, que me troncho. Respeto y seriedad, oiga.
Tiene narices que tengan que recordárnoslo desde ABC.
Y que los de El País estén tan contentitos. Ande yo caliente...
Remito al artículo entero en el enlace de arriba, pero no me resisto a copiar aquí unos párrafos:
¿Por qué entonces esta deriva de la izquierda tras un reverso ideológico que le chupa la sangre electoral por doquier desde hace cosa de un siglo? ¿Cuál es el propósito, cuáles las consecuencias? La ignorancia es cosa diferente de la estulticia, pero sazonada con audacia y decantada con astucia es la cocaína del ludópata. Y esta sobredosis de nacionalismo puede resultar una apuesta tan arriesgada para la izquierda votante como aditiva para la intrigante, si logra expulsar al centro-derecha del sistema -y, por tanto, del poder- durante muchos años. Porque aquí el objetivo estratégico consiste en rehacer el planetario político con nacionalistas y secesionistas para romper el modelo de consenso constitucional de 1978 entre izquierda y derecha. Un retroceso, pues, al exclusivismo o monopolio de partido: la causa de todos nuestros males, según Cánovas. No obstante, la actual puesta en escena del infausto ritornelo es más bien una variante de la hiper-legitimidad, estilo izquierda republicana: el ensueño de «la mayoría natural» como derivada de un síndrome de superioridad moral y antesala de autoritarismo. Digamos que una suerte de azañismo con setenta y tantos años más -aunque setenta mil lecturas menos en la cabeza. Que la ocurrencia se nos antoje lamentable o simplista no le resta eficacia electoral: sacar el Estatuto «como sea», pactar con ETA «lo que sea» y, luego, disolver. La tormenta pasará, la gente olvidará, las elecciones se ganarán y la derecha, «sin discurso» ni pancarta y fuera ya del sistema, se verá embuchada con un trágala de pesada digestión. En este guión de ruptura y marginación, se entiende que la Transición sea el enemigo histórico a batir y la «memoria histórica» -valga el anacronismo- de la República, la Guerra y la represión franquista, los episodios a deformar, en la medida que un ajuste de cuentas anacrónico coadyuva al objetivo señalado: la satanización y marginación del centro-derecha como reo de franquismo.Sin embargo, la comprensión de un plan no exime del costo. Aparte de la carga insoportable para la estabilidad del sistema, dinamitar principios e ideas producirá daños irreversibles. En estas capitulaciones matrimoniales con el nacionalismo, la izquierda se ha dejado algo más que plumas de su identidad programática. Se ha vaciado de contenido ideológico. Ha pinchado en hueso filosófico y eso no se enmienda en un chalaneo de porcentajes. Un discurso más interesado en la identidad que en la semejanza; centrado en etnias, en lugar de la Humanidad; en el nacionalismo, antes que el internacionalismo; que trafica igualdad por privilegio; que traduce diferencia cultural en desigualdad socio-política, confundiendo el derecho a la diferencia con la diferencia de derechos; que promueve derechos históricos a costa de los individuales; que habla de territorios, en vez de ciudadanos libres e iguales; que, en lugar de exigir el derecho a la igualdad, predica la virtud de la solidaridad, calculando balanzas fiscales, que no impuestos individuales y progresivos...Un discurso así, en suma, licuará la izquierda. Estos jóvenes han abandonado su legendario lugar a la izquierda del presidente de la histórica Asamblea. Ya no se sientan entre «los amigos de la Constitución». Acierta, pues, el president Maragall... pero sólo en el título: ¡Parece mentira!, en efecto, que la izquierda española haya comulgado con las ruedas del molino constitucional más reaccionario conocido desde el Fuero de los Españoles.
Ah, y que nadie me miente a Llamazares, que me troncho. Respeto y seriedad, oiga.
Tiene narices que tengan que recordárnoslo desde ABC.
Y que los de El País estén tan contentitos. Ande yo caliente...
Remito al artículo entero en el enlace de arriba, pero no me resisto a copiar aquí unos párrafos:
¿Por qué entonces esta deriva de la izquierda tras un reverso ideológico que le chupa la sangre electoral por doquier desde hace cosa de un siglo? ¿Cuál es el propósito, cuáles las consecuencias? La ignorancia es cosa diferente de la estulticia, pero sazonada con audacia y decantada con astucia es la cocaína del ludópata. Y esta sobredosis de nacionalismo puede resultar una apuesta tan arriesgada para la izquierda votante como aditiva para la intrigante, si logra expulsar al centro-derecha del sistema -y, por tanto, del poder- durante muchos años. Porque aquí el objetivo estratégico consiste en rehacer el planetario político con nacionalistas y secesionistas para romper el modelo de consenso constitucional de 1978 entre izquierda y derecha. Un retroceso, pues, al exclusivismo o monopolio de partido: la causa de todos nuestros males, según Cánovas. No obstante, la actual puesta en escena del infausto ritornelo es más bien una variante de la hiper-legitimidad, estilo izquierda republicana: el ensueño de «la mayoría natural» como derivada de un síndrome de superioridad moral y antesala de autoritarismo. Digamos que una suerte de azañismo con setenta y tantos años más -aunque setenta mil lecturas menos en la cabeza. Que la ocurrencia se nos antoje lamentable o simplista no le resta eficacia electoral: sacar el Estatuto «como sea», pactar con ETA «lo que sea» y, luego, disolver. La tormenta pasará, la gente olvidará, las elecciones se ganarán y la derecha, «sin discurso» ni pancarta y fuera ya del sistema, se verá embuchada con un trágala de pesada digestión. En este guión de ruptura y marginación, se entiende que la Transición sea el enemigo histórico a batir y la «memoria histórica» -valga el anacronismo- de la República, la Guerra y la represión franquista, los episodios a deformar, en la medida que un ajuste de cuentas anacrónico coadyuva al objetivo señalado: la satanización y marginación del centro-derecha como reo de franquismo.Sin embargo, la comprensión de un plan no exime del costo. Aparte de la carga insoportable para la estabilidad del sistema, dinamitar principios e ideas producirá daños irreversibles. En estas capitulaciones matrimoniales con el nacionalismo, la izquierda se ha dejado algo más que plumas de su identidad programática. Se ha vaciado de contenido ideológico. Ha pinchado en hueso filosófico y eso no se enmienda en un chalaneo de porcentajes. Un discurso más interesado en la identidad que en la semejanza; centrado en etnias, en lugar de la Humanidad; en el nacionalismo, antes que el internacionalismo; que trafica igualdad por privilegio; que traduce diferencia cultural en desigualdad socio-política, confundiendo el derecho a la diferencia con la diferencia de derechos; que promueve derechos históricos a costa de los individuales; que habla de territorios, en vez de ciudadanos libres e iguales; que, en lugar de exigir el derecho a la igualdad, predica la virtud de la solidaridad, calculando balanzas fiscales, que no impuestos individuales y progresivos...Un discurso así, en suma, licuará la izquierda. Estos jóvenes han abandonado su legendario lugar a la izquierda del presidente de la histórica Asamblea. Ya no se sientan entre «los amigos de la Constitución». Acierta, pues, el president Maragall... pero sólo en el título: ¡Parece mentira!, en efecto, que la izquierda española haya comulgado con las ruedas del molino constitucional más reaccionario conocido desde el Fuero de los Españoles.
1 comentario:
Vale yo tambien quiero mojar....
Un buen artículo sí señor. Un Buen resumen. A mi me da mas morbo el talante de zapatero, vamos que me pone. Al menos se ha tirado a la piscina. Y nos habla de solidaridad y talante. Pobrecin como se pasa la peña; que de collejas recibe el pobre.
Joer paciencia tendrá que reventar la herida por alguna parte, y hechar su pus etc etc... en fin.
Quien tiene la fórmula para neutralizar las fuerzas centripetas y centrifugas de los nacionalismos perifericos y centralistas? Joer Zapatero se tiró el pobre a la piscina entro de lleno con su talante en los derechos históricos y tal, pero reconocer que la cosa tiene morbo coño.
Los gravitones/bosones tienden a juntarse (fuerza centrípeta) y a crear por tanto fermiones; mientras que los fotones/bosones tienden a la dispersión centrífuga.
ENTONCES QUE FUE PRIMERO? Gallina/Fermión o el huevo/bosón: PUES NI UNA COSA NI OTRA: sino algo llamado Libertad Supercoherente Virtual: O Sea ZP
Yo lo he intentado mas no se puede. Leo un articulo como ese y lo siento mucho me entran ganas de darle un abrazo a ZP, no se en el fondo soy un sentimental, ya ves como me preocupan los derechos individuales.
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