Reconozco que durante todos estos meses de discusión sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía me he mantenido totalmente ajeno y no he pasado de leer los titulares y de pensar que seguramente eran tan malas las intenciones de los unos como de los otros. Prejuicios que tiene uno, qué le vamos a hacer.
Pero hoy he visto en ABC un artículo de José Gabaldón, antiguo magistrado del Tribunal Constitucional, en el que este jurista justifica el sustento constitucional para la objeción de conciencia que quieran ejercer los padres que se oponen a que sus hijos cursen tal asignatura. Picado en mi curiosidad y preguntándome qué diablos de contenidos serán ésos que pueden provocar tan radical reacción de obispos, (algunos) padres católicos y constitucionalistas familiarizados con las intimidades de la máxima norma, me he puesto a buscar información en internet.
Al fin y al cabo, los de mi generación y las generaciones mayores hemos de ser muy sensibles a ese argumento obispal de que no se puede imponer a nadie una determinada educación moral, la formación en un sistema de valores determinado. Y lo somos porque a nosotros nos metieron uno hasta el alma; sí, sí, hasta el alma y con el beneplácito de la Iglesia, que por entonces no era tan celosa de ciertas libertades y que en lugar de objetar sacaba al Dictador bajo palio y lo llenaba de bendiciones. Si los obispos de entonces hubieran descubierto estos derechos que con tanto celo invocan sus sucesores de hoy, habrían encabezado una auténtica rebelión contra el oscurantismo moral de aquella tiranía y se habrían hecho el harakiri por haber ayudado ellos mismos a perpetrar el abuso. Pero no, es ahora cuando caen de la burra. Lástima.
Vaya por delante que si me meto con la Conferencia Episcopal y sus monaguillos a propósito de este tema no es porque me fíe ni tanto así de las intenciones y las mañas de Zapatero & Cia. Pero digo yo que ni el mundo ni el país se acaban con nuestro Malvado Cazurro y que habrá que mirar más los contenidos que para esa asignatura se prevén que las intenciones de éstos o aquéllos de sus impartidores. Pero, antes de ir a lo de los contenidos, un pequeño paréntesis sobre lo que me parece una paradoja en la posición de la autoridad eclesiástica. Si no se puede imponer a nadie, vía educación, un determinado credo moral, ¿por qué la Iglesia trata de hacer pasar sus juicios morales como juicios objetivamente válidos para todos y que todos deberían acatar, siendo poco menos que unos perversos y pervertidos los que no comulguen con ellos?
Pero hoy he visto en ABC un artículo de José Gabaldón, antiguo magistrado del Tribunal Constitucional, en el que este jurista justifica el sustento constitucional para la objeción de conciencia que quieran ejercer los padres que se oponen a que sus hijos cursen tal asignatura. Picado en mi curiosidad y preguntándome qué diablos de contenidos serán ésos que pueden provocar tan radical reacción de obispos, (algunos) padres católicos y constitucionalistas familiarizados con las intimidades de la máxima norma, me he puesto a buscar información en internet.
Al fin y al cabo, los de mi generación y las generaciones mayores hemos de ser muy sensibles a ese argumento obispal de que no se puede imponer a nadie una determinada educación moral, la formación en un sistema de valores determinado. Y lo somos porque a nosotros nos metieron uno hasta el alma; sí, sí, hasta el alma y con el beneplácito de la Iglesia, que por entonces no era tan celosa de ciertas libertades y que en lugar de objetar sacaba al Dictador bajo palio y lo llenaba de bendiciones. Si los obispos de entonces hubieran descubierto estos derechos que con tanto celo invocan sus sucesores de hoy, habrían encabezado una auténtica rebelión contra el oscurantismo moral de aquella tiranía y se habrían hecho el harakiri por haber ayudado ellos mismos a perpetrar el abuso. Pero no, es ahora cuando caen de la burra. Lástima.
Vaya por delante que si me meto con la Conferencia Episcopal y sus monaguillos a propósito de este tema no es porque me fíe ni tanto así de las intenciones y las mañas de Zapatero & Cia. Pero digo yo que ni el mundo ni el país se acaban con nuestro Malvado Cazurro y que habrá que mirar más los contenidos que para esa asignatura se prevén que las intenciones de éstos o aquéllos de sus impartidores. Pero, antes de ir a lo de los contenidos, un pequeño paréntesis sobre lo que me parece una paradoja en la posición de la autoridad eclesiástica. Si no se puede imponer a nadie, vía educación, un determinado credo moral, ¿por qué la Iglesia trata de hacer pasar sus juicios morales como juicios objetivamente válidos para todos y que todos deberían acatar, siendo poco menos que unos perversos y pervertidos los que no comulguen con ellos?
Pensemos en asuntos como el matrimonio homosexual. ¿Por qué el empeño en que no es matrimonio, sino una aberración moral y jurídica? Bien está que así se lo dicten los dogmas de su fe, pero, entonces y para ser coherentes, no deberían decir algo así como esto?: nosotros, la Iglesia, desde el respeto al pluralismo y la convicción de que cada cual ha de poder vivir con arreglo a sus creencias libremente adoptadas, sin imposiciones ni dogmas obligatorios, pensamos que el matrimonio homosexual es jurídicamente imposible, moralmente reprobable y socialmente pernicioso, pero al decirlo así ni afirmamos una verdad absoluta que deba valer para todos ni pretendemos invalidar las decisiones de la mayoría; simplemente llamamos a nuestros fieles a ser consecuentes con esta moral de nuestra Iglesia y a no casarse hombre con hombre y mujer con mujer”.
Fíjense qué bonito quedaría. Pero no, no se lo montan así precisamente, sino que presentan su verdad como la verdad.
Fíjense qué bonito quedaría. Pero no, no se lo montan así precisamente, sino que presentan su verdad como la verdad.
José Gabaldón, en el mencionado artículo, defiende que, Constitución en mano, el de objeción de conciencia es un derecho clarísimo de los padres, mediante el que pueden impedir que sus hijos reciban esta asignatura, ya que “se trata de impartir un “corpus” de educación moral que, por lo visto, es contrario a sus convicciones”. Me llama la atención el “por lo visto”. ¿Lo ha visto o toca de oído? Porque a tenor de las declaraciones de obispos y sacristanes, parece que en esa asignatura se organizarán misas negras y se va a hacer apología de la quema de conventos, pero luego uno ve lo que ha dicho el Ministerio y se encuentra con enseñanzas sobre derechos humanos, tolerancia, igualdad, incluida la igualdad entre lo sexos, diversidad, etc., etc. Y esta es la principal pregunta que me surge: ¿se puede objetar a dichos contenidos desde un sistema moral que no sea enemigo del pluralismo y reacio a los valores constitucionales de nuestro sistema? Si en verdad la asignatura trata de transmitir los valores de convivencia, pluralismo, tolerancia y respeto que están en el frontispicio mismo de una constitución democrática, ¿se puede usar la propia Constitución para justificar la objeción de conciencia frente a una asignatura que divulgue y defienda dichos valores? Raro, raro, raro. ¿Cabe tomar un derecho constitucional, como la libertad ideológica, por ejemplo, y usarlo para invocar el derecho a que a uno no le transmitan el resto de la ideología constitucional? ¿Puede un enemigo de la Constitución –no digo que los obispos lo sean, ¿eh?; tampoco digo que no lo sean- echar mano de la libertad ideológica del art. 16 para impedir que a su hijo le expliquen que la mujer tiene los mismos derechos que el hombre, que todos los credos religiosos merecen para el ciudadano abstracto en principio el mismo respeto o que cada uno es libre para hacer con su cuerpo lo que desee y no dañe a otro? Raro, raro, raro. Si yo soy un fascistorro total, ¿puedo objetar a que a mi hijo se le enseñe la Constitución vigente en primero de Derecho? ¿Puede objetar él en nombre de su libertad ideológica y pedir que se le expliquen más bien las Leyes Fundamentales del Reino o el Código de Hammurabi? Raro, raro, raro.
Mientras leía las doctas consideraciones del señor Gabaldón estaba imaginando lo bien que les vendrá a cierto inmigrantes, imbuidos de radicalismo islámico, el reconocimiento de tal derecho a la objeción de conciencia frente a (la enseñanza de) los valores democráticos, igualitarios y constitucionales. Y ya me extraña lo que tarda alguna asociación de ayatolás en manifestar su apoyo a la lucha de la Iglesia en favor de las libertades y contra la dictadura de estos tiempos.
Hay que ver lo que tenemos que ver.
Mientras leía las doctas consideraciones del señor Gabaldón estaba imaginando lo bien que les vendrá a cierto inmigrantes, imbuidos de radicalismo islámico, el reconocimiento de tal derecho a la objeción de conciencia frente a (la enseñanza de) los valores democráticos, igualitarios y constitucionales. Y ya me extraña lo que tarda alguna asociación de ayatolás en manifestar su apoyo a la lucha de la Iglesia en favor de las libertades y contra la dictadura de estos tiempos.
Hay que ver lo que tenemos que ver.
7 comentarios:
Ilmo sr catedrático
Sobre la asignatura de educación a la ciudadanía, le diré, por respeto y por educación que me gustaría que el gobierno en persona o el subdelegado del gobierno en León que nos digan que es esa dichosa asignatura cuando no lo saben ni ellos mismos, le diré que la Iglesia tiene la obligación moral y terrenal de opinar que esa asignatura es nefasta para las familias católicas ya que la nación donde más catolicismo ha habido en la historia universal fue con el imperio español.
Le diré que como católico apostólico y romano y esto se lo dice Vox Populi que la desgracia que tiene el pueblo español con estos gobiernos del partido popular y del partido socialista igual que ERC , PNV y los del BNG es que tengamos estos políticos de turno que nada más piensan en subirse el sueldo cada vez que hay elecciones y después con la subida del IPC todos los años.
¿Qué subida le suben a un albañil o a un fontanero o a un calefactor? ¿un 2%?, con un sueldo tan birria que ni se entera cuando coge la nómina del mes.
¿Cuánto se suben estos politicastros el sueldo todos los años? De entrada el primer año un 30% más que los anteriores y después estos ateos que comulgan cuando no les ve nadie para engañar a los ciudadanos del pueblo español, no entiendo el descaro y la vergüenza para decir lo que está bien y lo que está mal, simplemente porque lo diga el partido socialista o el partido popular, porque 20 millones o 21 de votos que tienen entre ambos partidos que la mayoría es gente sin cultura y sin estudios quieran suicidarse aun quedan 24 millones que no les votan que no quieren que España se suicide.
A VI también le meto en el saco porque para ser catedrático de la ULE me da la impresión de que es VI un poco ateo y de ir muy poco a misa los domingos y los días festivos, pero bueno no quiere decir que lo que VI piense o lo que VI sea para dar dicha asignatura a sus alumnos ya que para mí que he hecho unos pequeños estudios veo que esa asignatura es una chorrada y una cortina de humo para evadir el gobierno de turno todos los grandes problemas que asolan a nuestra querida España.
Le diré que piense y reflexione sobre lo que dice el Ilmo sr Gabaldón , respecto a lo que habla VI de la santa madre iglesia católica , le vuelvo a repetir que como católico, por encima de todo, estamos los católicos que defendemos los derechos morales que nos ha enseñado nuestra madre santa iglesia contra cualquier religión que se oponga o que intente presionar la fe católica, nosotros los católicos defenderemos nuestra santa fe a sangre y a fuego.
Me da la impresión que el Ilmo sr Gabaldón ni es católico y es bastante ateo, no obstante si piensa que aunque constitucionalmente están reconocidas las parejas de hecho mi consejo es que se heche un chorbito joven y se casen por detrás de la iglesia.
A gentuza como esa que piensa de esas formas y a otros que son cobardes empezando por los borbonazos que con eso que padecen una enfermedad mental de nacimiento y hereditaria habría que cogerles a todos juntos a la vez y meterles en un saco grande y formarles consejo sumarísimo donde se les fusilaría por alta traición a España y a los católicos.
Pues a mi el que me ha impresionado ha sido el artículo de Ignacio Camacho de hoy en el ABC, ZP y el elefante. Cada día que pasa este columnista se afianza como uno de los más lúcidos de la prensa española.
Resulta curioso ver a D. José Gabaldón (intentando) ofrecer la justificación teórica que busca el fundamentalismo islámico.
Extrañeros compañeros de cama ... en el día de Santiago, ¡y cierra España!
De entrada, he de confesar que desconfío del poder y, por tanto, que desconfío también de todo adoctrinamiento que se pretenda hacer desde el poder.
Ahora bien, lo anterior solo debe entenderse en los siguientes términos:
1. Aquí utilizo el término "poder" como sinónimo de clase política, es decir, del grupo político, más o menos heterogéneo, que detenta en un momento dado el poder del Estado.
2. El Estado democrático es instrumento esencial y sine qua non para el ejercicio de la libertad personal y colectiva: la ausencia de Estado, o el Estado no democrático, es incompatible con la condición de ciudadanos libres.
3. Un Estado democrático exige el control y la crítica pública y permanente, por parte de los ciudadanos, de quientes detentan el poder en ese Estado. Por tanto, no existe Estado democrático sin ciudadanos libres, capaces de ejercer como tales, lo que a su vez requiere una absoluta protección legal de los derechos políticos individuales.
Desde esta perspectiva, no cabe duda de que, en mi opinión, un ciudadano libre debe, en principio, mirar con recelo todo intento de adoctrinamiento ideológico por parte del poder, máxime cuando, como es el caso, los que deciden el contenido y los límites del adoctrimaniento no representan a toda la clase política, sino únicamente a un sector de ella, mayoritario, es cierto, pero de mayoría exigua. Recelo que tiene su fundamento en la convicción de la no neutralidad de dicha clase política, que siempre pretenderá, en la medida de lo posible, evitar la crítica y el control, mediante el adoctrinamiento en aquellos fundamentos ideológicos que considere más útiles para ello.
Tal ocurre con la famosa "Educación para la ciudadanía", que ni es un invento del PSOE (se trata de una iniciativa del Comité de Ministros de los Estados miembros la Unión Europea en octubre de 2002, es decir, gobernando en España el PP), ni es exclusivo de nuestro país.
Es evidente la necesidad de que la educación de nuestros niños y jóvenes incluya el conocimiento de los valores y normas constitucionales, que deberán, además, explicarse desde la necesaria perspectiva política (incluída su ausencia de sacralidad: la constitución no es un texto sagrado, sino una norma jurídico-política), y subrayando el carácter obligarorio, para todos los ciudadanos sin excepción, de sus disposiciones, hasta tanto no se modifiquen.
Pero eso es una cosa, y la educación en una determinada moral, y en unos determinados valores, otra muy distinta. Puesto que, a mi juicio, bajo la constitución pueden convivir distintas y variadas morales (no todas) y distintos y variados valores (no todos), y este es, realmente, el caballo de batalla.
No me extenderé más, por ahora.
Únicamente recomendar el muy interesante análisis sobre la cuestión de Gustavo Bueno, en
http://www.nodulo.org/ec/2007/
n062p02.htm
Saludos.
Hoy viene en el Mundo un artículo interesante sobre el tema del magistrado Requena.
también viene hoy en el País un comentario de Perfecto Andrés Ibáñez del tema de educación a ciudadanía que no mola.
Recomiendo el último libro de Alicia Delibes, "La gran estafa", en el que se rastrean los principios ideológicos que han desembocado en nuestro actual sistema educativo. El triunfo de Rousseau sobre Condorcet, y, en definitiva, de la preeminencia de la educación (en su sentido etimológico de "conducción": el maestro y el Estado como "conducator")sobre la instrucción.
En el polo opuesto, el manual de la editorial AKAL para la tan traída asignatura: un panfleto anticapitalista que pinta nuestra sociedad occidental como un parque temático fascistoide habitado por zombies.
Quienes trabajamos en la enseñanza sabemos lo que significa disentir de la mayoría progresista: convertirse uno en sospechoso de ultramontano. Así, más o menos, me calificaron mis compañeros de claustro cuando trataba de hacerles ver la diferencia entre género y sexo. Ellos y ellas temían que los padres y las madres supieran de la existencia de un ser tan nocivo para sus hijos e hijas, así que llegaron a plantearse la consulta al inspector o inspectora para que éste o ésta arbitrara las medidas oportunas.
A esto lo llaman coeducación. O sea, co-conducción, cocoguagua,cococoguá, juntos de la mano se les ve por el jardín.
Cosas veredes.
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