Pues sí, dentro de unos minutos salgo del hotel bogotano y tomo el avión de vuelta a casa. Llevo en este país nueve días, si bien no anuncié aquí el viaje para no estimular más a la fiera anónima. Daba pereza, pero había que venir. Había que venir.
Fue bueno. Reencontré a un puñado de amigos, siempre cordiales. Algunos silencios no significaban lo que parecía. Como de bien nacidos es ser agradecidos, vaya el agradecimiento para ellos y para las universidades que me han vuelto a llamar. En alguna hasta me indicaron que sin crítica y debate no hay academia que valga. Llegan nuevas invitaciones, que agradezco sinceramente, aunque no pueda aceptarlas, porque el cuerpo ya no está para tantos vuelos y hace falta pasar más tiempo en casa para leer un poco y escribir alguna cosa más. Y con los de uno. Sólo un grupo de servidores de la judicatura me declaró persona non grata por aquel post de mis dolores, haciendo, sin duda, un paréntesis en su meritoria labor de guardianes de la libertad de expresión y demás derechos constitucionales.
En una de las universidades que he visitado supe que recibieron una carta de una sabia profesora europea manifestándoles su solidaridad ante mis intolerables ironías y explicándoles que a ella le parece que en Colombia todo es maravilloso y que cómo se me ocurre sacar defectillos. Criaturita. Los dejó perplejos. Se ve que ella sí quiere seguir viajando y disfrutando cómodamente. Cada cual se lo monta como puede. Es un sentimiento muy humano y cómo no comprenderlo. Acabará en algún comité de notables de los que menciono más abajo.
En verdad, yo esperaba más reacciones furiosas de colegas españoles. Al fin y al cabo, la intención de aquel post era más crítica con nosotros que con los colombianos. Pero se picaron más los colombianos, al entender, por ejemplo, que la caricatura sobre el desenfado de algunas mujeres colombianas suponía llamarlas putas. Para quien, como yo, cree en la libertad de la gente, hombres y mujeres, el libre uso que cada uno haga de su cuerpo y de su alma sin cobrar por ello no tiene nada que ver con la prostitución ni guarda nada de inmoral y reprochable. Pero se ve que no todo el mundo piensa así. Está bien y tomo nota. Me reía un poquito del torpe entendimiento de algunos hombres europeos, pero se molestaron algunas damas nacionales y sus celosas contrapartes masculinas. Mis disculpas. Que siga cultivándose o fingiéndose la virtud femenina en sus términos más tradicionales y que, como elemento de esa tradición, continúe el viejo machismo ejerciendo su imperio.
En los posts de por ahí abajo, escritos en otros viajes a Colombia, hay un montón de alabanzas de este país, sus gentes, sus auditorios y sus estudiantes. Me reitero en ellas, con nuevos fundamentos. Sobre los problemas, carencias o tejemanejes académicos no volveré a decir ni pío, pues ya no se me olvidará que soy extranjero, por mucho que aquí siempre me haya sentido como en casa. Cada familia lava en el hogar sus trapos sucios y los de fuera no tienen por qué meterse. Entendido queda.
Por lo demás, la academia foránea sigue haciendo en Colombia valiosísimas aportaciones. Acabo de hallar una nueva muestra en el periódico El Tiempo de hoy mismo. Reproduzco esa pequeña noticia: “X, catedrático Unesco sobre Paz y DD.HH. y analista de procesos de paz en el mundo, propuso la creación de una nueva comisión de notables que plantee salidas a la guerra en Colombia”. Eso, eso, más comisiones de notables. Es lo que Colombia necesita, y que vengamos muchos extranjeros a arreglarles el problema con nuestros sabios consejos y bien financiados por la Unesco. Algo caerá también para los de alguna universidad de las élites capitalinas. Buen mercado. Pero chitón, nada de caricaturas e ironías por mi parte, no sea que los lugareños cómplices de tan valerosas iniciativas me envíen otra vez a sus escuadrones del insulto anónimo. A fin de cuentas, a mí qué carajo me importa.
Andaba estos días explicando teorías de esas de la democracia deliberativa y de la argumentación racional y un avispado estudiante me preguntó si no me parecía que todo eso resultaba aquí un poco postizo y un adorno extraño, visto cómo vive y muere la gente y que, por ejemplo, ahora mismo casi una cuarta parte de los congresistas colombianos están procesados por corrupción, violencia y complicidades con el paramilitarismo. No pude por más que darle la razón por extenso, pese a mis propósitos iniciales de no meterme en camisa de once varas. Pero si tengo que excusarme ahora, me excuso. Es más bonito para un académico, bogotano o extranjero, hacer como que estamos en Noruega. Hágase.
Fue bueno. Reencontré a un puñado de amigos, siempre cordiales. Algunos silencios no significaban lo que parecía. Como de bien nacidos es ser agradecidos, vaya el agradecimiento para ellos y para las universidades que me han vuelto a llamar. En alguna hasta me indicaron que sin crítica y debate no hay academia que valga. Llegan nuevas invitaciones, que agradezco sinceramente, aunque no pueda aceptarlas, porque el cuerpo ya no está para tantos vuelos y hace falta pasar más tiempo en casa para leer un poco y escribir alguna cosa más. Y con los de uno. Sólo un grupo de servidores de la judicatura me declaró persona non grata por aquel post de mis dolores, haciendo, sin duda, un paréntesis en su meritoria labor de guardianes de la libertad de expresión y demás derechos constitucionales.
En una de las universidades que he visitado supe que recibieron una carta de una sabia profesora europea manifestándoles su solidaridad ante mis intolerables ironías y explicándoles que a ella le parece que en Colombia todo es maravilloso y que cómo se me ocurre sacar defectillos. Criaturita. Los dejó perplejos. Se ve que ella sí quiere seguir viajando y disfrutando cómodamente. Cada cual se lo monta como puede. Es un sentimiento muy humano y cómo no comprenderlo. Acabará en algún comité de notables de los que menciono más abajo.
En verdad, yo esperaba más reacciones furiosas de colegas españoles. Al fin y al cabo, la intención de aquel post era más crítica con nosotros que con los colombianos. Pero se picaron más los colombianos, al entender, por ejemplo, que la caricatura sobre el desenfado de algunas mujeres colombianas suponía llamarlas putas. Para quien, como yo, cree en la libertad de la gente, hombres y mujeres, el libre uso que cada uno haga de su cuerpo y de su alma sin cobrar por ello no tiene nada que ver con la prostitución ni guarda nada de inmoral y reprochable. Pero se ve que no todo el mundo piensa así. Está bien y tomo nota. Me reía un poquito del torpe entendimiento de algunos hombres europeos, pero se molestaron algunas damas nacionales y sus celosas contrapartes masculinas. Mis disculpas. Que siga cultivándose o fingiéndose la virtud femenina en sus términos más tradicionales y que, como elemento de esa tradición, continúe el viejo machismo ejerciendo su imperio.
En los posts de por ahí abajo, escritos en otros viajes a Colombia, hay un montón de alabanzas de este país, sus gentes, sus auditorios y sus estudiantes. Me reitero en ellas, con nuevos fundamentos. Sobre los problemas, carencias o tejemanejes académicos no volveré a decir ni pío, pues ya no se me olvidará que soy extranjero, por mucho que aquí siempre me haya sentido como en casa. Cada familia lava en el hogar sus trapos sucios y los de fuera no tienen por qué meterse. Entendido queda.
Por lo demás, la academia foránea sigue haciendo en Colombia valiosísimas aportaciones. Acabo de hallar una nueva muestra en el periódico El Tiempo de hoy mismo. Reproduzco esa pequeña noticia: “X, catedrático Unesco sobre Paz y DD.HH. y analista de procesos de paz en el mundo, propuso la creación de una nueva comisión de notables que plantee salidas a la guerra en Colombia”. Eso, eso, más comisiones de notables. Es lo que Colombia necesita, y que vengamos muchos extranjeros a arreglarles el problema con nuestros sabios consejos y bien financiados por la Unesco. Algo caerá también para los de alguna universidad de las élites capitalinas. Buen mercado. Pero chitón, nada de caricaturas e ironías por mi parte, no sea que los lugareños cómplices de tan valerosas iniciativas me envíen otra vez a sus escuadrones del insulto anónimo. A fin de cuentas, a mí qué carajo me importa.
Andaba estos días explicando teorías de esas de la democracia deliberativa y de la argumentación racional y un avispado estudiante me preguntó si no me parecía que todo eso resultaba aquí un poco postizo y un adorno extraño, visto cómo vive y muere la gente y que, por ejemplo, ahora mismo casi una cuarta parte de los congresistas colombianos están procesados por corrupción, violencia y complicidades con el paramilitarismo. No pude por más que darle la razón por extenso, pese a mis propósitos iniciales de no meterme en camisa de once varas. Pero si tengo que excusarme ahora, me excuso. Es más bonito para un académico, bogotano o extranjero, hacer como que estamos en Noruega. Hágase.
Francamente, en todas partes hay de todo y en todos lados se cuecen habas. En Colombia, en España y donde se tercie. Se supone que los presuntos intelectuales estamos para criticar donde sea y no para revestir la realidad con los complacientes colores de la simulación doctrinal. He vuelto a comprobar, por enésima vez, que pese a las tremendas tensiones que desgarran Colombia, hay buenos espacios para el diálogo, el debate y la franqueza. Por fortuna, los de la amenaza y el insulto anónimo son los menos, por mucho que algunos se parapeten detrás de brillantes títulos y en sofisticadas universidades y sean herederos de una tradición nacional no precisamente gloriosa y que debería acabarse de una maldita vez, para que las buenas gentes de este país sean libres al pensar, hablar y gobernarse. Y para que los extranjeros a los que amablemente se invita podamos hacer aquí algo más que gastarnos cuento y dar coba a tanto la hora
Hasta pronto, Colombia. Gracias, amigos.
PD.- Por supuesto que cada cosa que aquí se escribe puede ser debatida y criticada. Faltaría más. Pero sería mejor no gastar mucho tiempo en volver mentarme a la madre y llamarme putero, ladrón o marica por decir estas cosas con intención constructiva y amor al buen debate; y hasta por afecto a Colombia, aunque no se me crea. Total, no voy a cambiar. A estas edades y con lo que uno lleva remado...
Hasta pronto, Colombia. Gracias, amigos.
PD.- Por supuesto que cada cosa que aquí se escribe puede ser debatida y criticada. Faltaría más. Pero sería mejor no gastar mucho tiempo en volver mentarme a la madre y llamarme putero, ladrón o marica por decir estas cosas con intención constructiva y amor al buen debate; y hasta por afecto a Colombia, aunque no se me crea. Total, no voy a cambiar. A estas edades y con lo que uno lleva remado...
3 comentarios:
Bienvenido, Prof. Enhorabuena por capear este juego de malos entendidos (en realidad, de malos entendedores). Visto cómo andaba de tarasca la "fiera anónima" esa, ¡yo lo disfrutaría como un auténtico éxito!
¿Cuántas citas falsas dio esta vez en Colombia, "profe"? Supongo que esta vez no le pidieron recomendaciones de lectura o, si lo hicieron, deben estar mis compatriotas (los y las, hayan bailado con "sumercé" o no) afanados buscando en los anaqueles de nuestras pobres bibliotecas los inexistentes autores. Ahora comienzo a preguntarme por la sinceridad de las atenciones que le hayan brindado, por los puntos que ganará ante el Ministerio de Educación tal o cual posgrado por haberle llevado a usted... En fin: seguimos como en noviembre: nada cambió desde su última visita, supongo.
y que esperaban? que llegara el salvador a arreglar el pais?? ps puede que para ud señor no haya cambiado nada, para mi haberlo escuhado en vivo, a tan solo 4 metros de el, puede que no me haya arreglado los problemas, pero si me dio elementos para afrontar los que llegaran a su debido tiempo en los juzgados...y si son falsedades lo unico que encuentra ud aca, deje de perder su tiempo leyendo!
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