No digo que estén mal estos días entre festejos navideños que, además, para nosotros, los profesores, son de vacaciones. De vacaciones relativas para quienes sucumbinos a la antipatriótica y tontorrona obsesión del estudio y la investigación y que nunca nos movemos para un viaje sin cargar una maleta de libros y que nos levantamos con remordimientos cuando se nos hace tarde en la cama, porque teníamos que haber terminado de escribir no sé qué parte de un artículo esta mañana. Pero cada perrillo se lame su culillo y cada quien se cuida sus dolencias psíquicas. Al fin y al cabo, la mayor parte de los colegas de este antro universitario no piensan dar palo al agua ni estos días ni estos meses ni en los años que les falten para jubilarse o estirar la pata.
No digo que estén mal estar jornadas de rutinas indefinidas y niña en casa, pero anda uno con la cabeza a pájaros, con los tiempos desubicados y con tareas nuevas que no ganan a las usuales. Ayer estuve con Elsa y su mamá en Mercaplana, que es un evento para niños que organizan cada año en el recinto ferial de Gijón. Bien, pero qué bostezos, oiga. Los mayores, digo. Y, según me cuentan, este año sí me toca ya acudir, niña en ristre, a la cabalgata de los Reyes Magos. A ver si hay suerte y se instaura la república antes del fatídico día, aunque tengamos para ello que organizar una asonada en el mismísimo Portal de Belén o cambiarle el rumbo a la dichosa estrella.
El asunto real me recuerda la impresión que tuve al abrir los periódicos y escuchar los noticiarios radiofónicos al día siguiente al de Navidad. Lugar principalísimo para el discurso de nochebuena del rey y para las palabras del papa, que ya no sé si eran en la misa del gallo o la de la gallina, pues me lío con las celebraciones de esta Iglesia de los pobres y los afligidos y yo con estos pelos. Repito: todo tipo de análisis, comentarios y glosas a propósito de lo que sobre el mundo y nosotros y lo que había que hacer y lo que anda bien o mal o necesita arreglo dijeron un rey y un papa. Les recuerdo la fecha: fines del año 2010, terminación de la primera década del siglo XXI. Y como si no pasara el tiempo. Tal cual. El Rey y el Papa, y les pongo las mayúsculas porque como para no ponérselas, si siguen siendo nuestras referencias, nuestros faros, nuestros guías.
¿Son tan aplastante mayorías los católicos serios? ¿Nos rodean los monárquicos de estricta observancia? ¿Que no? Entonces, ¿por qué habla todo el mundo de las ocurrencias de esos dos señores vetustos que para muchos, entre los que me apunto, no son más que nos ciudadanetes que tienen un trabajo rancio, antiguo, tan antiguo -ya que sigo en Asturias- como hacer “madreñes” o capar cerdos?
Cambio de tema, aunque quizá no tanto. Parece que se escandalizan muchos del PSOE porque todo un personaje del PSC, Ferran Mascarell, va de consejero de cultura en el gobierno de Mas, en un gobierno de CiU. ¿Será tan raro eso en estos tiempos? Estadísticamente aun es infrecuente, pero lo veremos cada vez más a menudo. Sarkozy fichó socialistas de gran renombre, y no me extrañaría nada, absolutamente nada, que, en el gobierno de Rajoy que se aproxima, aterrizaran paracaidistas tipo Paco Vázquez o algún antiguo consejero de Bono. O el mismo Bono. Es más, imagino un escenario perfecto con Bono y Rajoy como cabezas de lista de PSOE y PP, con victoria aplastante del PP y con Rajoy haciendo al manchego de la fonética absurda ministro de Defensa o de Corte y Confección. Al tiempo.
Tomemos en cuenta estas dos circunstancias difícilmente discutibles. Una, que entre los partidos dominantes ya no existen diferencias ideológicas o de programa. Quiero decir diferencias sustantivas. Las divergencias son simbólicas, nada más que de mitin o eslogan o atinentes a mariconadítas para la galería y las partes más bobas del electorado, las que reflexionan precisamente con las partes. La otra, que la inmensa mayoría de los que en esos partidos se dedican a la política, luchan por cargos y los consiguen son profesionales del asunto, no tienen otro oficio ni beneficio o dan lo que haga falta para no volver a su tajo y perder chofer y secretarias. Resultado de todo ello: yo por mi cargo mato. Antes muerto que sin poltrona. ¿Por qué no? Si en las cuestiones de más importancia esos politicastros saben que hará lo mismo un gobierno de estos o de los otros, si están seguros de que su situación será la misma si los preside el de tal o cual partido, ¿dónde está el misterio de que se dejen con el primero que se lo proponga?
Si pensamos que el sexo y el amor van siempre unidos, no podemos imaginar una prostituta que no se enamore un poco, sinceramente, de cada cliente. Si creemos que política e ideología van de la mano, nos cuesta concebir un político que tenga cargo en gobierno rival de su partido. Pero son dos ideas verdaderamente tontas, al menos en estos tiempos en que las prostitutas se vuelven serias y responsables y los políticos se venden en la secciones de relax de los anuncios por palabras. Dentro de nada veremos partidos de carretera y de chalet con jacuzzi. Al tiempo.
Aunque, a propósito de ideas tontas, miren lo que han soltado los de la Conferencia Episcopal, que no tienen perdón de Dios: que en las parejas tradicionales hay menos maltrato y menos violencia de género y esas cosas. Así lo cuenta El Confidencial:
"El presidente de la Subcomisión Episcopal de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Plá, ha vinculado la violencia de género a la perdida de la familia tradicional, en la presentación de la Misa de Familia del próximo 2 de enero.
Según Reig Plá, la violencia doméstica se da sobre todo en aquellos procesos de separación y divorcio, y en procesos de litigio. "Los matrimonios canónicamente constituidos tienen menos casos de violencia doméstica que aquellos que son parejas de hecho o personas que viven inestablemente", ha dicho el obispo".
Como si digo yo que si eliminaran el celibato y las sotanas habría menos niños sodomizados. Igualito. Aunque, pensándolo bien, a lo mejor en esto estaríamos en lo cierto.
La conclusión episcopal cae por sí sola y es auténtico prodigio de inteligencia: si se suprimieran la separación y el divorcio, no habría tanta violencia familiar. Añado yo que si se prohibiera denunciar esa violencia, o no se persiguiera o se machacara a la (o al) denunciante, tampoco veríamos tantos casos como ahora aparecen. Es como aquel que quería suprimir el vagón de cola porque era el vagón con más víctimas en caso de descarrilamiento. O como los pegagogos idiotas que piensan que para que la enseñanza no sea un fracaso sólo se necesita dejar de suspender a los estudiantes.
Así estamos. Y va a comenzar un año que más vale que nos coja confesados.
No digo que estén mal estar jornadas de rutinas indefinidas y niña en casa, pero anda uno con la cabeza a pájaros, con los tiempos desubicados y con tareas nuevas que no ganan a las usuales. Ayer estuve con Elsa y su mamá en Mercaplana, que es un evento para niños que organizan cada año en el recinto ferial de Gijón. Bien, pero qué bostezos, oiga. Los mayores, digo. Y, según me cuentan, este año sí me toca ya acudir, niña en ristre, a la cabalgata de los Reyes Magos. A ver si hay suerte y se instaura la república antes del fatídico día, aunque tengamos para ello que organizar una asonada en el mismísimo Portal de Belén o cambiarle el rumbo a la dichosa estrella.
El asunto real me recuerda la impresión que tuve al abrir los periódicos y escuchar los noticiarios radiofónicos al día siguiente al de Navidad. Lugar principalísimo para el discurso de nochebuena del rey y para las palabras del papa, que ya no sé si eran en la misa del gallo o la de la gallina, pues me lío con las celebraciones de esta Iglesia de los pobres y los afligidos y yo con estos pelos. Repito: todo tipo de análisis, comentarios y glosas a propósito de lo que sobre el mundo y nosotros y lo que había que hacer y lo que anda bien o mal o necesita arreglo dijeron un rey y un papa. Les recuerdo la fecha: fines del año 2010, terminación de la primera década del siglo XXI. Y como si no pasara el tiempo. Tal cual. El Rey y el Papa, y les pongo las mayúsculas porque como para no ponérselas, si siguen siendo nuestras referencias, nuestros faros, nuestros guías.
¿Son tan aplastante mayorías los católicos serios? ¿Nos rodean los monárquicos de estricta observancia? ¿Que no? Entonces, ¿por qué habla todo el mundo de las ocurrencias de esos dos señores vetustos que para muchos, entre los que me apunto, no son más que nos ciudadanetes que tienen un trabajo rancio, antiguo, tan antiguo -ya que sigo en Asturias- como hacer “madreñes” o capar cerdos?
Cambio de tema, aunque quizá no tanto. Parece que se escandalizan muchos del PSOE porque todo un personaje del PSC, Ferran Mascarell, va de consejero de cultura en el gobierno de Mas, en un gobierno de CiU. ¿Será tan raro eso en estos tiempos? Estadísticamente aun es infrecuente, pero lo veremos cada vez más a menudo. Sarkozy fichó socialistas de gran renombre, y no me extrañaría nada, absolutamente nada, que, en el gobierno de Rajoy que se aproxima, aterrizaran paracaidistas tipo Paco Vázquez o algún antiguo consejero de Bono. O el mismo Bono. Es más, imagino un escenario perfecto con Bono y Rajoy como cabezas de lista de PSOE y PP, con victoria aplastante del PP y con Rajoy haciendo al manchego de la fonética absurda ministro de Defensa o de Corte y Confección. Al tiempo.
Tomemos en cuenta estas dos circunstancias difícilmente discutibles. Una, que entre los partidos dominantes ya no existen diferencias ideológicas o de programa. Quiero decir diferencias sustantivas. Las divergencias son simbólicas, nada más que de mitin o eslogan o atinentes a mariconadítas para la galería y las partes más bobas del electorado, las que reflexionan precisamente con las partes. La otra, que la inmensa mayoría de los que en esos partidos se dedican a la política, luchan por cargos y los consiguen son profesionales del asunto, no tienen otro oficio ni beneficio o dan lo que haga falta para no volver a su tajo y perder chofer y secretarias. Resultado de todo ello: yo por mi cargo mato. Antes muerto que sin poltrona. ¿Por qué no? Si en las cuestiones de más importancia esos politicastros saben que hará lo mismo un gobierno de estos o de los otros, si están seguros de que su situación será la misma si los preside el de tal o cual partido, ¿dónde está el misterio de que se dejen con el primero que se lo proponga?
Si pensamos que el sexo y el amor van siempre unidos, no podemos imaginar una prostituta que no se enamore un poco, sinceramente, de cada cliente. Si creemos que política e ideología van de la mano, nos cuesta concebir un político que tenga cargo en gobierno rival de su partido. Pero son dos ideas verdaderamente tontas, al menos en estos tiempos en que las prostitutas se vuelven serias y responsables y los políticos se venden en la secciones de relax de los anuncios por palabras. Dentro de nada veremos partidos de carretera y de chalet con jacuzzi. Al tiempo.
Aunque, a propósito de ideas tontas, miren lo que han soltado los de la Conferencia Episcopal, que no tienen perdón de Dios: que en las parejas tradicionales hay menos maltrato y menos violencia de género y esas cosas. Así lo cuenta El Confidencial:
"El presidente de la Subcomisión Episcopal de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Plá, ha vinculado la violencia de género a la perdida de la familia tradicional, en la presentación de la Misa de Familia del próximo 2 de enero.
Según Reig Plá, la violencia doméstica se da sobre todo en aquellos procesos de separación y divorcio, y en procesos de litigio. "Los matrimonios canónicamente constituidos tienen menos casos de violencia doméstica que aquellos que son parejas de hecho o personas que viven inestablemente", ha dicho el obispo".
Como si digo yo que si eliminaran el celibato y las sotanas habría menos niños sodomizados. Igualito. Aunque, pensándolo bien, a lo mejor en esto estaríamos en lo cierto.
La conclusión episcopal cae por sí sola y es auténtico prodigio de inteligencia: si se suprimieran la separación y el divorcio, no habría tanta violencia familiar. Añado yo que si se prohibiera denunciar esa violencia, o no se persiguiera o se machacara a la (o al) denunciante, tampoco veríamos tantos casos como ahora aparecen. Es como aquel que quería suprimir el vagón de cola porque era el vagón con más víctimas en caso de descarrilamiento. O como los pegagogos idiotas que piensan que para que la enseñanza no sea un fracaso sólo se necesita dejar de suspender a los estudiantes.
Así estamos. Y va a comenzar un año que más vale que nos coja confesados.
1 comentario:
Hace unos días que lo leo, y de verdad me ha agradado este blog: simpático, sincero y verídico. Siga usted así profesor. Un saludo.
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