¿Y
si fuera estructural y no puramente coyuntural? ¿Y si el fallo estuviera en el
sistema socio-político y no en tales o cuales políticos? ¿Y si se tratara de
una avería de la democracia y no de un puntual desarreglo?
Esperen,
ahora me explico. Voy a comenzar con Zapatero, aunque es obvio que podría
remontarme más atrás. Que el buen hombre no daba la talla intelectual o de
inteligencia mínima para gestionar un país pocos lo discutirán a estas alturas.
Hubo quien pensó que lo importante era la causa y que no había que ensañarse
con el personaje, pero la causa también hizo mutis por el foro o quedó para el
arrastre. Es más, ya no se sabe cuál era la causa, salvo las posturitas y las
frases de baratillo o los eslóganes para dummies
flojos de vientre. Algunos sostuvimos que la metedura de pata del pueblo
soberano se debió a una puntual obnubilación porque nos habíamos hecho ricos y
famosos sin especial esfuerzo y nos veíamos guapos así, a pelo, sin depilar ni
nada y con la boina en el bolsillo de la americana fashion. Además, parecía que
el país rulaba al margen de los gobiernos y con independencia de quien fuera
presidente o ministro. Es más, nos daba un morbazo tremendo apostar más fuerte
contra las leyes de la competencia y ver en los ministerios a indocumentados
sin experiencia ni poso ni peso. Era un reto que tenía su encanto, un
experimento contra las reglas del sentido común y con el que parecía que podía
quedar demostrado que era cierto aquello de que el más tonto hace relojes, que
estudiar y formarse suponía suprema tontería y que a base de ambición, descaro
y hasta chabacanería podíamos comernos el mundo. Si Fulano o Mengana lograban
acabar de ministros, embajadores, presidentes de cajas de ahorros o consejeros
bien pagados de mil consejos, no había límite para nadie y el mundo se ponía a
nuestros pies, retozón y ansioso. Es como si la gente se tirara al mar profundo
sin saber nadar y descubriera que flota. Nos hemos pasado unos años muy
divertidos creyendo que flotábamos. Poco había de importarnos que tampoco los
socorristas tuvieran ni remota idea de cómo desempeñar su tarea.
Cuando
las tornas se torcieron no hicimos examen de conciencia y creímos que bastaba
cambiar de montura, buscar en el mismo catálogo y seleccionar a otro de
idéntica cuadra. El problema estaba en el catálogo y menuda cara se nos está
quedando al descubrirlo. Los nuevos dirigentes chapotean con nosotros y como
nosotros gritan que sálvese quien pueda y se agarran a los cuatro maderos que
baten las olas. A los demás no nos queda a qué asirnos y nos vamos al fondo con
cara de circunstancias. Cualquiera que haya oído a Rajoy este domingo se habrá
dado cuenta, quiera que no, de que andamos a la deriva por igual gobernantes y
gobernados y que, para colmo, nos engañan y dicen que ahí viene un barco y que
nos rescatará. Bueno, que nos rescatará no, que nos prestan el yate y
que podemos aprovechar para tomarnos unas vacaciones a bordo. Ofendería a los
bellacos decir que mienten como tales.
El
desbarajuste es estructural, sistémico, básico. Ahora empezamos a percibirlo
así. Los grandes partidos carecen de materia gris y de capacidad para gobernar
cuando surgen los problemas y se requiere dirección solvente. Llevan muchos
años esos partidos expurgando de sus filas a los más capaces y honestos y se
han convertido en puros entramados de ambición y corruptelas, en parásitos del
sistema social. Han hecho de la sistemática mentira su herramienta principal,
han sustituido las ideas o las ideologías por las consignas más inanes, nos
han acostumbrado al maniqueísmo ramplón, que a la postre es el suyo. Y dentro
de esos partidos hay un vacío estremecedor, sus cuadros son de una supina
incompetencia, ante los problemas de hoy y la crisis actual se hallan tan
desconcertados y tan a uvas como el más lerdo de los ciudadanos vulgares. La
misma dinámica interna de esos partidos poda todo ejercicio de buen seso y
bloquea a cuanta persona pudiera explicar cabalmente lo que ocurre o aportar
alguna cosa para las soluciones.
No
es que el país carezca de expertos bienintencionados o de científicos notables
que pudieran dar alguna luz, es que, a medida que la crisis arrecia y las habas
van siendo contadas, los partidos dominantes se cierran más fuertemente sobre sí mismos,
se vuelven más impermeables, ponen más empeño en la gestión de los intereses de
sus cuadros y de sus protectores y se desentienden del destino de la sociedad.
Si
Zapatero fue el símbolo mayor de cómo puede degradarse la política en época de
bonanza, Rajoy es la otra cara de la misma moneda, el emblema de cómo en
tiempos de incertidumbre aquellos vicios del sistema político no se corrigen, sino
que se extreman. Ni sabía aquel lo que se traía entre manos ni tiene luces o
arrestos este para diagnosticar y tratar nuestros males. Mientras, nosotros, la
gente, nos hemos avezado al conformismo y a la minoría de edad y contemplamos,
curiosamente relajados, nuestro propio hundimiento, conformes, además, con que
a las cosa no se las llame por su nombre. Ni rastro apenas de reformismo, nula
autocrítica, fuera de unos pocos lugares comunes, aborregada confianza en que
tendrán que retornar más pronto que tarde los buenos tiempos, nula presión
popular para que los grandes acuerdos sustituyan a los falaces enfrentamientos,
ninguna gana de dar colectivamente un paso adelante y hacer que al mando del
barco se pongan ahora capitanes curtidos en lugar de esta tropa de
desharrapados. Así lo queremos y así nos va. Porque seguimos y seguiremos
votando PP y PSOE aunque el uno y el otro lleven como líder al más tonto de los tontos de
pueblo. Y a lo mejor resulta que somos nosotros mismos los que estamos dejando
la democracia para el arrastre.
Para
empezar e ir cambiando el negro destino podríamos exigir una reforma
constitucional bien simple: que no pudiera presidir un gobierno o encargarse de
un ministerio nadie que en cuatro frases dé ocho patadas a la sintaxis. Basta
oírlos hablar para hacerse una idea de cómo tienen amuebladas sus cabezas. ¿Cómo
es posible que nos gusten así? ¡Selectividad para políticos ya!
Zapatero
me cabreaba y Rajoy me deprime. No sé qué más puede ocurrirnos o qué maravillas
nos tendremos reservadas a nosotros mismos, si es que hay vida después de esta
muerte tonta.
6 comentarios:
Estimado profesor, no cabe duda de que la situación actual es herencia directa de lo que estuvimos haciendo (unos mas y otros menos)en los últimos años, de aquellos polvos nos vienen ahora estos lodos. Y tenemos tendencia a olvidar y pensamos que las cosas igual que se deshacen se hacen. Y no es así, es muy fácil destruir lo hecho con esfuerzo y trabajo y es bastante mas difícil construir. Estuvimos felices más de siete años pintando la mona y ahora queremos que los que nos gobiernan arreglen el desaguisado en un satiamen. Me parece que nuestras varas de medir son demasiado dispares. Y con ello no estoy queriendo defender a unos políticos que no están a al altura de la demanda de un pueblo sano (o al menos medianamente honesto). La situación actual me recuerda esa expresión popular que dice: "cuando no hay panchón todos riñen y todos tienen razón".
Un cordial saludo
En el Estado español no ha existido una verdadera democracia desde la II República. El caciquismo franquista continuó con la partitocracia que sufrimos desde
la "transición" de los 70.
En un Estado en el que no existe separación de los tres poderes (si Montesquieu levantase la cabeza...), en el que se ve a la propia Constitución como sagrada aun cuando muchos la incumplen de continuo, en el que no se ha permitido un referendum básico como es el de la forma política del Estado, en el que la Educación es una porquería desde el golpe de Estado de Franco y en el que parece que la corrupción, la incultura y la estulticia vienen en el código genético de los españoles...¿qué se puede esperar sino la ruina total, tanto económica como ética, intelectual y social?
Solamente era cuestión de tiempo y ese tiempo ha llegado.
Increible.
Hoy, 19:10 horas sesion plenaria en el congreso.
PROPOSICIÓN DE LEY DEL GRUPO POPULAR PARA ENDURECER PENAS pOR INCENDIOS FORESTALES.
Una diputada interviene jugando con metáforas VERDADERO INCENDIO=rescate a españa, pide comparececia urgente de RAJOY etc, aprovecha para aununciar querella contra miembros del PP, PSOE y uno de IU, y además enumera los delitos objeto de la querella.
El presidente de la mesa repetidas veces la interrumpe advirtiendole que le quita la palabra.
en fin¡¡¡¡¡
hasta aquí hemos llegado, cualquier diputado puede emplear su tiempo y su intervención para decir lo que quiera es su problema.
Por la misma regla de tres se le debería retirar la palabra a todos los ministros, presidente del gobierno etc etc por la cantidad de estupideces e inchoerencias en las replicas contrareplicas y defensa de sus asuntos. TERRIBLE, TERRIBLE TERRIBLE y el presidente obcecado con retirarle la palabra...
Parafraseando a Canovas, es político el que no puede ser otra cosa. Aun así, profesor, no entiendo por qué piensa usted que los políticos van a ser mucho mejores que el pueblo de que salen. En el fondo, es usted un optimista.
Esta el consuelo de que cuando suenen al fin las trompetas, en vez de Le Pen aquí tenemos a La Díez.
Y luego lo que cuenta este con tanta gracia:
http://www.mimesacojea.com/2012/05/el-fin-de-la-transicion.html
En fin, que de esto puede salir algo bueno.
A mi juicio, no existen antecedentes históricos de la que se viene encima. Claro está que en términos sociales y más aún individuales ha habido situaciones tan extremas como la que tenemos delante, o más aún, para las personas que las sufrieron. Si el leviathan se materializó en la modernidad, vamos a un megaleviathan brutal. Creo que la cuestión no es tanto la separación de poderes -que también-, sino más bien identificar quienes son realmente y donde están los poderes actuales. El poder debe estar atado en mayor medida cuando son podres nuevos. La Democracia debe ser reestructurada, tanto o más que el propio Estado, en fin no sé por qué hago este comentario... seguro que sería más acertado en un par de años, o tal vez antes... ¿quien sabe?... y si aplicamos la panóptica al poder??????
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