Llegó
el día de satisfacer la impaciente demanda de tantas amigas y compañeras, es
hora de aconsejar a las damas sobre cómo no meter la pata al escoger un
compañero de fatigas, para que no resulte un completo paquete, en el sentido
negativo de la expresión. Allá vamos.
1. Sin redención. Hay un tipo de hombre
que provoca en muchas hembras una de las más incomprensibles y lamentables
reacciones, el afán de redención, el celo rescatador. Se topan con un sujeto
hecho a la mala vida y feliz en ella, lleno de hábitos poco recomendables (o
mucho, según se mire), dado a lo que en el orden de una pareja se tendría por
vicios o inconvenientes, borrachín, mujeriego, jugador, pendenciero, perezoso…
¿y qué las enloquece a ellas? Pues el convencimiento estéril o la vana
esperanza de que con ellas será distinto, que lo van a cambiar, que sacarán de
él lo mejor que lleva dentro y lo tornarán un manso corderito, persona afable y
cariñosa, entregado marido, ejemplo de esmero familiar. Por lo de la fuerza del
amor y tal, porque el amor mueve montañas, altera las percepciones y transforma
los caracteres. Mentira. Sale bien alguna vez, pero no muchas.
La
cabra tira al monte, y más si ya está convencida de que en el monte se vive
como un pachá, pues está lleno de riquísimo orégano y variadas hierbas
apetitosas. Se tomará el individuo un descanso de guerrero, sentiráse incluso
enamoradillo un tiempo o saciado con los dones de la nueva novia, pero al cabo
volverá por donde solía y no reparará en gastos ni en llantos caseros. Cierto
que los señores metódicos y de orden resultan aburridos, que no atraen los pacíficos,
que tienta más arrebatárselo a las otras, que bien está trazarse en la vida
objetivos caros y metas retadoras, pero no se pierda de vista la alta
probabilidad del fracaso propio y la reincidencia ajena.
2. El sexo no es lo más importante, pero
casi. Sí, este criterio se repite, pues es transversal a los géneros.
Recuerda, amiga, lo que con sobrado fundamento se comenta cada tanto en la
peluquería, en el café de las once o en las reuniones del coro: que hay muchos
hombres que en la cama son una catástrofe, piltrafillas en bolas, necia ineptitud.
No
vamos a caer aquí en el topicazo de la falta de masculina ternura, aunque todo
hay que mirarlo y de los brutos propiamente dichos algo habrá que opinar más
adelante. En este punto me refiero al torpón consustancial, al patoso erecto,
al consumado consumador primitivo. La gama de tales es prolija, pero bástenos
advertir sobre los más evidentes. Está, por ejemplo, el solipsista total, que
se lo hace contigo como si estuviera solo, y a menudo con las mismas prisas o
pensando en lo mismo (o las mismas) que cuando en solitario se alivia. O el
velocista jamaicano, que termina antes casi de que tú tuvieras apenas noticia
de que se había empezado. No pierdas de vista que si en la temporada inicial ya
se muestra así de autónomo, mayor será su indiferencia cuando el tiempo pase y
la rutina haga de las suyas o cuando en la vida de a diario aumenten las
disculpas para echar a correr y salir pitando.
Particular
cuidado ha de tenerse con los que a su mecánico defecto suman un ego vanidoso,
los que se gustan en su pequeñez y aun piden reconocimiento y aplauso y
culminan en un ¿te gustó? y se golpean, ufanos, el pecho cual simios
entusiastas. O el que, tras la penosa faena, aun reclama y te recuerda que la
próxima vez debes acordarte de rascarle la espalda, morderle la oreja o gritar
cochinadas como en las pornos.
3. Los solterones son difícilmente
reciclables. Las hay que por escapar de los tunantes se dan a los inasibles
y los maniáticos de sí mismos. Anda él cerca de los cuarenta, en pletórica
soltería o divorciado desde la tierna infancia, vive solo y celoso de sus
horarios, de sus espacios y hasta de sus cachivaches, no recuerda cuándo fue la
última vez que tuvo que cambiar el paso o interrumpir la rutina por
consideración a alguien y, de pronto, aparece ella y le da por pensar, a ella,
que en tanto orden y semejante comedimiento hay escondido un esposo ideal y un
padre perfecto para una prole común. Craso error. Algo de bueno ha de tener la
masculina soledad cuando los que se acostumbran a ella por nada renuncian a sus
ritos y sus cuadrículas, que para ti pronto aparecerán como insoportables
manías.
¿Cómo
saber si se trata de un metódico solitario con neurosis? Sencillo. Para
empezar, mira cómo se comporta cuando en su nido de amor propio lo visitas. Te
puede haber preparado una cena suculenta en una mesa primorosamente presentada,
quizá decante el vino con maña de sumiller experto, tendrá en el equipo musical
la pieza más exquisita, probablemente de un clásico del jazz o de rebuscada
música étnica, todo eso le sale con naturalidad puesto que en tales menesteres
entrena solo a diario. Pero no te cohíbas, desordénale alguna cosa, echa al
suelo los cojines del sofá, coloca de cualquier manera los platos en el
fregadero, mancha de carmín (si llevas) malamente los bordes de tu copa, saca
un libro de la estantería y déjalo fuera de su lugar después de hojearlo,
olvídate en el baño un grifo abierto… O saca un cigarrillo y enciéndelo, si él
no fuma. Atenta a su reacción. Si, cual poseso, interrumpe la conversación,
hasta la más cercana o íntima, para ir a recolocar cada cosa en su sitio, si se
le tuerce el gesto por tu fugaz descuido, si se saca un paño de cocina y, al reparar
la mácula, ni se disculpa, ya sabes lo que te toca, mientras estés a tiempo:
salir por pies. Y si, por lo del tinto y porque ya puestos, te avienes a la
postre al íntimo escarceo, no te extrañes si, al cabo, saca del cajón de la
mesilla un bote de Pronto y frota el cabecero de la cama en lugar de departir
como persona de bien o de echarse contigo el cigarrillo de después.
4. De gañán, lo justo, no más. Muchos animales
machos marcan su territorio, las más de las veces a base de corporales humores.
Ayer mismo descubrí que un gato de mi vecindad considera suyo el jardín mío,
pues lo encontré meando sus cuatro esquinas. Los humanos conservamos bastante
de esa naturaleza, y no solo los varones, aunque sobre todo los varones. Se
aprecia en dos detalles, más prosaico el uno y el otro más sutil. El primero es
cuando ese hombre que en la vida social es un señor y en la calle un caballero,
educación de primera, cortesía sin tacha, llega al hogar y se despendola, pues
le encanta sentir que la casa es suya y dejar constancia de que en su
territorio hace lo que le peta: en el mismo hall un regüeldo, de camino al
salón un par de ventosidades, en el baño un concierto de John Cage, después de
la comida, la uña en la boca para hurgarse las muelas… Contigo y en su casa
pronto se va a abandonar igualmente a esa estrategia de bestia territorial,
pero seguro que te lo adornará con la correspondiente prosa: que es bonito
sentirse en confianza en lo más íntimo, que le encanta que podáis estar
desinhibidos y naturales, que la vida en sociedad es pura hipocresía y que a él
agrada más la sencillez de los clanes primitivos. Y una mierda. Lo que te está
indicando es que ya te considera suya y que la próxima marca de su propiedad te
la va a poner en salva sea la parte. Escapa rápido, pero, antes y en plena
despedida, suéltale un buen cuesco y verás, por su cara, que la naturalidad
supuesta la quería nada más que como privilegio suyo.
Luego
está la versión más comedida, sutil, menos afrentosa pero que a la larga
también desanima. No es propia solo de ellos, pero ilustrémosla hoy con ellos.
El cariño bueno y la amorosa relación se manifiestan también como inclinación a
gustar y atraer al otro. Cuando uno se pasa el fin de semana entero, y hasta el
puente, con el viejo chándal repleto de pegotes de grasa del coche o con
lamparones con solera, el mensaje, al fin, viene a ser el mismo: me importa un
pimiento cómo me veas, querida, o agradarte o no, pues ya te tengo y ahora te
aguantas. Y para qué contar del dizque señor que se levanta de la siesta en
calzoncillos infames, esos marianos mortificantes que en origen fueron blancos,
y sienta sus reales en el sofá y, sin cambiarse, pero magreándose cada tanto,
deja pasar la tarde ante el televisor, en sucesión de partidos de las más
variadas ligas. Si eso no es desprecio a la femenina parte, que venga Cupido y
lo vea.
5. El que quiera asistenta y secretaria,
que las pague. Parece mentira, pero todavía abundan, aunque a veces se
camuflen de mimosos y sensibles. Atenta a los signos. Es el comienzo de la
relación y estáis en casa, los dos cómodamente sentados, a la par, en el salón
y tomando café. De pronto, su voz: ¿me traes una cucharilla? Bueno. Cinco
minutos después: ¿me preparas otro café? Pase. Otros cinco: ¿me acercas el
mando de la tele? En fin. Dos más: ¿giras un pelín la pantalla del televisor?
Me refleja un poco. Hasta ahí hemos llegado, quieto parao. Él busca una chacha
con la que acostarse; con la que acostarse, pero chacha. Y ahí, querida,
examina tu vocación y decide si te gusta ser personal de servicio o si te
tienes en consideración más alta. Pues ten por seguro que, satisfechas las
primeras órdenes, aunque vayan disfrazadas de ruegos, así será vuestra relación
per saecula saeculorum. Y, para
colmo, dentro de una temporada te dirá que está harto de verte con la pañoleta
o que porqué no friegas en minifalda o con la camiseta escotada.
6. Las suegras las carga el diablo, que es
hijo suyo. También a las damas les conviene observar cuidadosamente a la
madre de la contraparte, pero por otras razones. Los hombres se dividen en dos
grupos principales, los que huyen de su madre y los que buscan a su madre.
Muchas veces, los que huían de su madre también acaban añorándola cuando están
con mujer distinta. Así que ojito con la suegra. Fíjate cómo trata su mamá a tu
candidato, pues así esperará él, poco más o menos, que lo trates tú. Si le
cocina, esperará él que le cocines. Si lo protege, confiará en que lo protejas.
Si lo vilipendia, aceptará que lo pongas cada tanto de vuelta y media. Pero no
sigamos con la secuencia, ya que llegamos a un límite preocupante: si su madre
lo domina, no dejará ella que lo domines tú, ni siquiera un poquito. Es más, la
buena señora mala considerará que en tu caso es abuso y malas pulgas lo que de
sí misma tiene por mimo y amorosa preocupación. La guerra resultará, entonces,
inevitable, tanto más cuanto más calzonazos y Edipo sea el muchacho. Por cierto
que puede que aquí estuviera el más garrafal error de Freud y los argentinos,
porque la pulsión primigenia no es la de los niños por acostarse con sus
madres, sino la de muchas madres por poseer a los hijos, y más cuanto ellos más
crecen.
Con
todo, a una madre perversa le puede salir un hijo que no sea psicológicamente
enclenque. ¿Cómo enterarte de cuándo estás ante el de un tipo o el de otro y
sentado que, por regla general, la madre va a intentar joder la relación? Sí,
de todo hay excepciones, por supuesto, y todos los paisanos que leemos esta
entrada tenemos unas suegras ejemplares
y tuvimos unas madres admirables. Solo hablamos de lo que se cuece por esos
mundos. Pues usted, señora, vaya anotando cuánto le habla su chico de su mamá
de él. Si la tiene todo el día en la boca, es que no puede sacársela de la
cabeza, mal asunto. Y peor si repite más de una vez al año, como mucho, frases
que empiecen con un “ya dice mi madre que…” o que acaben en un “pues para eso,
mejor estaría con mi madre”. ¿Salida? Mostrarle la puerta al pobre diablo y que
allá se las componga con su dominante progenitora.
7. Los nidos de oro son nidos de plomo.
En la entrada sobre ellas hablábamos de la mujer secante. Pero muchos hombres
son expertos anuladores de sus parejas. A menudo muy sutiles, eso sí. Intente
usted meter a un gato en una jaula a base de gritos o malas caras, no
funcionará. Hay que engatusarlo. Que si ven, minino, ven, que si mira que
pescadito tan rico te pongo ahí, que si te coloco tu pelotita detrás de esos
barrotes. Y allá va el animalillo. Pues al que te quiere poner de gatita
enjaulada se le ve venir bien pronto, cuando comienza con la cantinela de que
no le gusta nada verte cansada, que su mayor felicidad es llegar a casa y
hallarte tan lozana, que si los niños ya se sabe que necesitan a la madre más que
nada en el mundo, que si no te preocupes, que yo hago horas extra si falta
hiciera. A la jaulita dorada, que acaba siendo vil recinto con barrotes de
óxido mental. Replícale así: pues, querido, a mí también me chiflaría que me
recibieras cada jornada en el hogar muy arregladito, que me arrimaras las
zapatillas calentitas y, de propina, me pone a cien pensar que te mantengo y
que te tengo para mí sola después de que te hayas pasado el día cambiando
pañales y sacando brillo a la cubertería; es más, te pido que los viernes te
vistas de mayordomo y nos lo montemos así, en plan fetichista y conmigo de
dominanta. Si es carcelero de vocación, saldrá corriendo, y de ese que te
libras.
8. Mucho machista camuflado. Escena de
lo más corriente. Él y ella trabajan fuera de casa. Son progresistas a carta
cabal y de pensamiento social y político muy avanzado y comprometido. No hay
manifesto liberador que no firmen juntos ni plataforma justiciera a la que no
se apunten. Precisamente hoy vienen de una manifestación contra la violencia de
género y en pro de la plena y definitiva igualdad entre los sexos. Nada que
objetar, por supuesto, muy bien. Llegan a casa de la manifa y ella se va a la
cocina y él al sofá. Mari, tráeme una cerveza. Mari, recuerda que no me gusta
el lenguado muy pasado. Mari, mira a ver, que llora la niña. Y Mari vive en la
esquizofrenia: tiene las ideas más opuestas a las de su madre o abuela y un
comportamiento idéntico. Igual que su Pepe, que a su suegro lo pone de vuelta y
media porque vota al PP y va a misa, aunque en casa y en el trato con la pareja
se parecen como dos gotas de agua.
Si
tú, amiga, tienes vocación de ama de casa o si aceptas por las buenas y
encantada el viejo reparto de papeles domésticos, aun cuando trabajes tanto
como tu marido y hasta ganes más, allá tú, ajo y agua, la libertad tenemos que
respetarla. Si no es ese tu plan de vida, ojito con las estrategias malévolas
del pobrecito machistón enmascarado. Desde antes de que viváis juntos te va a
dorar la píldora con lo de, jolín, tiene que ser divertidísimo cocinar, pero a
mí no se me da, me gustaría hacerme mi maleta, pero doblo fatal la ropa, me
pondría el vinito yo mismo, pero nunca sé donde están las copas. Cuentos
chinos. Y lo malo es que muchas se enternecen con esas caralladas, piensan que
pobrecito su chiquitín y que qué iba a ser de él sin ella, con lo majo pero
inútil que es. Pues yo les digo cómo estaría sin ellas: estaría idénticamente
feliz y relajado con otra igual de tonta. Así que, compañera, antes de casorios
con o sin papeles, antes de vivir con semejante mueble, imponle un cursillito
prematrimonial y que al cabo te demuestre que puede plancharse una camisa,
hacerse un filete a la plancha sin provocar un incendio o limpiar él solito las
gotitas que dejó en el baño. O, si es un viejo carcamal joven, no vayas tú por
ahí, tontina, dándotelas de vanguardia en la lucha por la igualdad entre los
sexos y paladín de la liberación femenina. Porque, siento decírtelo, a quien te
pareces es a aquellas de la Sección Femenina y de cuando Franco.
8. ¿Descerebrados? Para su madre. La
tontuna, cuando toca, se reparte por igual entre los sexos. Hay bobos y bobas,
bobas y bobos y en similar proporción. Pero últimamente observo, y no sé si me
equivoco, que o bien salen más varones idiotizados, o bien a los que resultan
medio imbéciles se les nota más. Hasta en los pasillos de mi Facultad lo capto,
ya lo he contado otras veces. Pasa uno al lado de un corrillo de chicas y están
hablando de cualquier cosa, sea tema frívolo, sea tema serio. En cambio, las
más de las veces que el grupo es de muchachos, hablan únicamente de fútbol. ¿Y
de mujeres? No, de fútbol. ¿Y de cosas de la vida en general, relevantes o ligeras?
No, no, de fútbol. Pero no importa solamente el tema monográfico, cuenta tanto
o más la manera. Peroran sobre cualquier ínfimo detalle futbolístico como si
les fuera la vida en ello, con encendida pasión, retándose y porfiando. Ni
aunque se muriera su padre se les notaría tan intensísimo sentimiento o un
interés tan vivo por detalles y pormenores.
En
esta parte sí que está fácil poner a prueba al sujeto que examines para novio.
Podríamos señalar mil y un indicios, mas quedémonos en unos poquitos. Primera
recomendación, la observación sutil. Estás sentada con él en un bar y en la
tele ponen un partido. En ese momento entra una chavala despampanante y tú
misma se la señalas (sí, hazlo) con algún comentario incitante. Si apenas
repara y vuelve la vista de inmediato al televisor, aunque el partido sea entre
el Celta y el Granada (o el Sporting de mis amores, que no se me pique nadie),
convéncete: el fútbol le interesa más y le gusta el doble que las mujeres,
incluida tú. Entre la liga y el liguero, jamás duda. Así que ponlo a prueba un
poco más. Sábado noche, se acerca la hora del partido semanal del siglo, juegan
Madrid y Barcelona y lo televisan a las diez. A las nueve y cuarto lo llamas:
oye, mi alma, que me ha dado un no se qué de calentón y mimo y que me muero
porque nos vayamos ahora mismo de cena íntima y luego nos comamos hasta los
higadillos. Si carraspea, balbucea y acaba diciéndote que mejor mañana porque
hoy hay partido y, caray, se están jugando el primer puesto y es de lo más
emocionante y ha quedado con Juan y Pedro para verlo y van a ir con las camisetas
y todo, ya sabes lo que te toca: hasta luego, Lucas, y esa misma noche quiero
verte, a ti, dándolo todo con uno normal. Porque como te quedes con ese, verás
como tienes que compartir vuestra intimidad con Messi y hasta sintoniza
Carrusel Deportivo mientras distraídamente cumple con el débito conyugal.
9 y 10. Patada en los cataplines. Este
consejo vale por dos. Todas estas cosas empezaré a contárselas a mi hijilla
dentro de bien poco, no lo duden. Pero comenzaré por este final y aquí no
transijo. En lo que de mí dependa, seré el mejor valedor de su libertad plena,
sexo incluido. Pero con inteligencia y queriéndose a sí misma más que a nadie.
Al grano: al primer amago de violencia del machito de turno, al primer gesto de
menosprecio grave, al primer intento de humillar y degradar, patada en los testículos
y luego remátalo con lo primero que tengas a mano, aunque sea el tubo de la
laca. Que mucho mejor sola que tan mal acompañada, mujer. Que se lo haga con la
burra o la gallina, dicho sea sin ánimo de menospreciar los derechos de los
animales, los de él incluidos.
Y a mi hija le añadiré que, si no se basta para
noquearlo, me llame a mí, aunque para entonces tenga que ayudarme con la muleta
o atropellarlo con la silla de ruedas. Ahí te quiero ver, amiga.
7 comentarios:
Estupenda entrada Toño. Me he reído con ganas, pero ¿y qué hombre queda por ahí que no se incluya, al menos en parte, en estas categorías?
Un fuerte abrazo
Manolo B.
Muy bueno,si senor.Recuerdos desde Alemania
¿Y si su hija se enamora de un Sabina? Algunas con las que he salido les va ese rollo de anhelar ser rebajadas por alguien que se siente superior a ellas o las trata con indiferencia, pero a la primera que se demora uno en llegar o se olvida de algo, ya están con berrinches para que las engrían.
Eso de poner a prueba o hacer Test no creo que sirva de verdad, a menos que uno sea un profesional de la psicologia. Más efectivo si uno se entera directamente de las miserias de otro... ahora con la tecnologia está más mano para el que sabe.
Muy buen post. Pero ¿ Existe algún hombre que se escape de algún punto de esa lista?, me temo que no, sí es hombre. Un tema de decisión muy complejo para ambos generos humanos. Los hombres somos demasiado simples y las mujeres son tan hermosamente complejas. Pero lo más impactante es que ambas listas tan acertadas tienen un punto en comun, las suegras, uffff ese sería el punto más complicado en una relación ya que influye directamente. Cuidado !!! Y, repito, grandioso post.
Alguna ideíta suplementaria para Elsa, para el día, ya más cercano de lo que parece, en que decida echar los tejos, o dejárselos echar, y se busque el chico o la chica de sus amores:
(1) extienda el importantísimo y esencial test de la violencia a otras manifestaciones 'aparentemente ligeras'. Un grito destemplado, o un portazo, vale probatoriamente por medio manotazo. A saber, al segundo grito, o al segundo portazo, manta y carretera.
(2) extienda igualmente el test del sexo atlético y prestacional a manifestaciones 'lights'. Si no hay magreo tan gustoso y respetuoso como frecuente, si no hay gusto de estar piel con piel, si las manos no se deslizan traviesas con frecuencia por debajo de la ropa a buscar esos sitios tan ricos, entonces no vale la pena. Manta y carretera.
(3) pruebe cuanto antes cómo se enfrenta a los conflictos comunes su parejica. Conflictos van a encontrar tantos, por definición de sociedad humana, así que es importantísimo ver cómo reacciona. Dentro de ciertos límites, se reacciona igual a los pequeños que a los grandes, porque la reacción depende de la personalidad profunda y de la manera de pensar. ¿Mantiene la objetividad y reconoce con facilidad su parte de responsabilidad? ¿Propone alternativas? ¿Conserva una adecuada perspectiva, reconociendo las prioridades, poniendo delante lo grande y detrás lo pequeño? Una vez alcanzada la solución concordada, ¿pasa página rápidamente? Ante un solo "no" en esta lista - manta y carretera.
(4) ¿Apoya su autonomía en todos los campos (esto ya lo ha dicho el anfitrión, pero lo reformulo)? ¿Amistades, profesión, dineros? ¿Reconoce que su pareja era una persona autónoma antes de encontrarse ambos/as, y que lo seguirá siendo después de que la pareja acabe? ¿Apoya con lealtad por lo menos el mantenimiento, mejor aún el crecimiento, de esta autonomía? Si no, manta y carretera.
(5) (Aplicación local del principio anterior) ¿Es celoso/a? Manta y carretera. Rápido, rápido, rápido.
(6) ¿Es coherente en público y en privado? Otrosí dicho: ¿le manifiesta afecto con facilidad en público? ¿le dice cosas bonitas, y las escucha, sin cortarse un pelo, y sin ser empalagoso/a? De lo contrario, manta y carretera...
(7) Resumen de los anteriores - tenga confianza en sí misma. En cualquier momento en que se encuentre con razones contrastadas poco apreciada, relegada, manipulada, recuerde que hay otros siete mil millones de seres, en una variedad extraordinaria de formas físicas y actitudes psíquicas, pululando por la faz de la tierra. Y vuelva a probar. La vida es corta, por muy larga que sea, y no hay tiempo que perder con gente que no valga la pena.
Salud,
En el capítulo de las suegras, yo creo que tiene dos vertientes y que la segunda es tan valiosa como la que bien refieres.
A mis hijas pienso recomendarles que observen muy bien la forma en que su pretendiente trate a su propia madre, pues dificilmente, pasado el tiempo, las podrá tratar mejor a ellas...
Saludos!!!
Lo primero, enhorabbuena por el blog, que es un placer leer!! Lo segundo, refiriéndome a este post, que no se si llegará el comentario aunque sea de un post antiguo, sería interesante librarles a ellas de los posibles novios que intentan ser tan culturetas que todo lo dicen, todo lo llenan y sólo ellos mismos. En el punto seis del post referente a las novias, adviertes contra este tipo de chicos y decías que ya les dirías, a ellas, cómo librarse de chicos de esta clase y este es el post donde podrías dar medicina al efecto. Un saludo, Levilibegas.
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