Entre papeles desordenados acabo de encontrar un recorte de periódico que me ha hecho despertar de la modorra dominical. Es la noticia que daba La Nueva España el pasado 1 de octubre del acto de inauguración del presente curso en la Universidad de Oviedo. Vean esta maravilla con que comienza el reportaje:
El presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, instó ayer al equipo rectoral a que se ponga las pilas para resolver uno de los graves problemas de la Universidad de Oviedo: las bolsas de suspensos. Y es que sólo el 12 por ciento de los alumnos terminan la carrera en el tiempo previsto en sus planes de estudios. Areces recordó en el acto de apertura del nuevo curso universitario que el Gobierno regional no puede admitir «de ninguna manera» estos resultados, por lo que urgió a modificar los métodos de enseñanza. Frente al sistema tradicional de los apuntes y el examen de final de curso, defendió el método de aprendizaje sobre el que se sustenta el nuevo espacio europeo de enseñanza superior, basado en la tutoría y en el trabajo de los estudiantes bajo una mayor supervisión del profesorado. El rector, Juan Vázquez, asumió la exigencia del Principado y aseguró que la mejora de los resultados docentes y la reducción de las tasas de abandonos y de suspensos es una cuestión «crucial» sobre la que su equipo se concentrará «con medidas tangibles» a lo largo del curso.
Fin de la coña. Ahora hablemos en serio.
Si son tantos los estudiantes que no terminan a tiempo la carrera tiene que ser por culpa del profesorado y de los desfasados métodos de enseñanza, de eso no puede caber duda a ningún político paniaguado ni a ningún rector que quiera ganar elecciones con el voto estudiantil. Porque es reaccionario, y hasta ultramontano, insinuar que algo de responsabilidad en el desastre deben de tener también cosas tales como la incuria estiduantil, la frivolidad de los progenitores, la tontuna imperante en los métodos pedagógicos habituales en la educación primaria y secundaria, el ambiente social circundante y su babosidad ante los personajes más zafios y estultos de la vida mediática, y hasta el perverso ejemplo de muchos de nuestros gobernantes, en su mayoría dequeístas, lerdos, ignorantes y que no saben hacer la o con un canuto. Antes, en las casas le decían a uno cosas como mira, niño, tienes que estudiar para ser el día de mañana como Severo Ochoa, ganar un premio Nobel y hacerte un hombre de bien. ¿Ahora qué podemos decirles? Fíjate, chaval, a ver si te tiras a una nieta de marquesa y lo cuentas en Telehinco, que ganarás un pastón y podrás pagarte un trujipiso. O, a ver si trabajas más la izquierda, so mamón, que faltan laterales de ese lado en el Real Madrid y tú tienes mañas de galáctico, que ya dijo Rappel cuando naciste que tu sino era triunfar.
Se me vienen a la cabeza mil recuerdos lamentables de mi paso profesoral por la Universidad asturiana. Tenía yo un compañero de Departamento que era del mismo pueblo de quien es hoy un importante líder político del Principado. El buen hombre, cuyo cacumen no estaba precisamente tocado por los dioses, llevaba tropecientos años atascado en la carrera de Derecho. Y a mi pobre compadre lo tenían frito para que intercediera por él ante los desalmados profesores, que no veían cómo facilitar su carrera política y profesional, dado que una y otra vez el personaje hacía exámenes de mucha coña. Se ve que ya había bolsas de suspensos en aquel tiempo, aunque por entonces decíamos que eran más bien reductos de burros, la mayoría buena gente sin luces y unos pocos simples acémilas con pretensiones. El sujeto en cuestión acabó la carrera al fin, seguramente porque acertaron los de su partido a tocar tecla mejor que la de mi amigo, y ahora ahí lo tenemos, contribuyendo diariamente al descrédito de su partido con ideas de perogrullo y frases de sintaxis alevosa.
Yo mismo me cargué unas cuantas veces a quien fue luego portacoz parlamentario, o cosa similar, de su partido en la Junta del Principado. Venía cada vez a verme e imploraba compasión en forma de modesto aprobado, con argumentos que me enternecían las gónadas, pues me insistía en que a él la carrera le importaba un bledo, ya que su vocación era la política y que a ver para qué le hacía falta a él la sapiencia en tan noble menester. En aquellos tiempos remotos uno todavía no estaba poseído por la filosofía humanista del aquí nadie es más que nadie y por eso los que mandan tienen que ser primus inter torpes. Eran, por otro lado, los tiempos en que la diosa Fortuna repartía sus favores según su conocido talante veleidoso y se empeñaba en que casi todos los meses le tocara la lotería a un progresista consejero del Principado; o al menos él cobraba cada poco unos billetes premiados. Los dioses siempre se anticipan y luego vamos, a remolque, los humanos.
Pero retornemos a lo de las intolerables bolsas de suspensos. Quiero hacer mi humilde aportación para poner fin a tan incómodo entuerto. Comenzaré por decir que me extraña bastante que las bolsas no se hayan desinflado ya, pues me cuesta creer que muchos de los profesores que yo conozco, allá y en otros lugares, sigan manteniendo un nivel de exigencia que ellos mismos no superarían si alguien los examinara en serio. Podemos ver las sucesivas reformas universitarias de las últimas décadas como esmerados intentos del legislador para que el nivel medio del profesorado no sea superior al del estudiante litronero. Quizá se impone, como primera medida, perseverar en tal política y prejubilar a los cuatro catedráticos o titulares desalmados que siguen creyendo que la Universidad imparte saberes y criba profesionales, en lugar de regalar títulos a todos los de la bolsa de los demonios. Pero paciencia, pues sospecho que la Sansegundo no sabe-no contesta porque está pensando la manera mejor de hacerlo sin que se note demasiado. De las bolsas de suspensos a los aprobados en bolsa, eso sí, bolsa de diseño y con algún eslogan guay.
Otra buena medida sería que la ley institucionalizara la presencia activa en la Universidad de los padres de alumnos. Yo sugiero las siglas, APU, Asociación de Progenitores de Universitarios. La experiencia de las APAs (¿Asociación de Progenitores Agresivos?) en los niveles educativos anteriores proporciona modelos interesantes. Desde ahí tendrían más fuerza las familias para poner a caer de un burro a los profesores que se empeñan en no reconocer a sus retoños la genialidad innata y su derecho igual a conseguir un título por encima de exámenes, prácticas y todo tipo de antiguallas decadentes. Quizá está haciendo falta también que de vez en cuando algún padre, movido por santa y muy justificada indignación ante la afrenta familiar de un suspenso, le dé dos guantazos a los profesores más exigentes, como ya va siendo pauta en los institutos.
Se me ocurre igualmente que las empresas deberían tener mayor presencia en la evaluación de los universitarios, preocupados como estamos todos por una mayor implicación de la sociedad en la suprema institución docente. Cosas como que por cada seiscientos euros de compra Carrefour regalara un punto canjeable por uno en cualquier examen del niño/a; o que Alimerka sorteara cada mes entre sus clientes un carro lleno de aprobados. Y anualmente un título entero.
Los profesores también deberíamos reflexionar, acogiendo la invitación que nos hace la más amplia autoridad de mi tierra. Toca cambiar nuestros métodos, como ya señalé en algún post hace un par de semanas. Eso de la clase magistral, las prácticas exigentes y el examen a pelo debe de ser cosa del franquismo, yo creo. Tenemos que ser imaginativos, creativos, expeditivos. Sugiero, por ejemplo, que se imponga el método del DSI, Diagnóstico Sapiencial por el Iris. ¿No dicen que un buen médico te mira el iris y allí ve no sé qué montón de cosas de tu estado corporal? Pues lo mismo. Que a la hora de evaluar el profesor mire profundamente a los ojos del estudiante. Ahí verá cuánto de verdad hay en lo que nos vienen diciendo padres, políticos y rectores (perdón por la redundancia): que hay mucha genialidad en el interior más interno de esos muchachos que no se rebajan al trato diario con los libros o los tubos de ensayo.
En fin, debemos entre todos lograr el noble objetivo de que todos los muchachos y muchachas tengan su título universitario. Así pondremos fin a la intolerable discriminación de que sólo los alcancen los más despiertos y laboriosos. No sea que estemos frenando la carrera y los logros de quienes mañana deben gobernarnos y hacernos a todos más prósperos y felices.
El presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, instó ayer al equipo rectoral a que se ponga las pilas para resolver uno de los graves problemas de la Universidad de Oviedo: las bolsas de suspensos. Y es que sólo el 12 por ciento de los alumnos terminan la carrera en el tiempo previsto en sus planes de estudios. Areces recordó en el acto de apertura del nuevo curso universitario que el Gobierno regional no puede admitir «de ninguna manera» estos resultados, por lo que urgió a modificar los métodos de enseñanza. Frente al sistema tradicional de los apuntes y el examen de final de curso, defendió el método de aprendizaje sobre el que se sustenta el nuevo espacio europeo de enseñanza superior, basado en la tutoría y en el trabajo de los estudiantes bajo una mayor supervisión del profesorado. El rector, Juan Vázquez, asumió la exigencia del Principado y aseguró que la mejora de los resultados docentes y la reducción de las tasas de abandonos y de suspensos es una cuestión «crucial» sobre la que su equipo se concentrará «con medidas tangibles» a lo largo del curso.
Fin de la coña. Ahora hablemos en serio.
Si son tantos los estudiantes que no terminan a tiempo la carrera tiene que ser por culpa del profesorado y de los desfasados métodos de enseñanza, de eso no puede caber duda a ningún político paniaguado ni a ningún rector que quiera ganar elecciones con el voto estudiantil. Porque es reaccionario, y hasta ultramontano, insinuar que algo de responsabilidad en el desastre deben de tener también cosas tales como la incuria estiduantil, la frivolidad de los progenitores, la tontuna imperante en los métodos pedagógicos habituales en la educación primaria y secundaria, el ambiente social circundante y su babosidad ante los personajes más zafios y estultos de la vida mediática, y hasta el perverso ejemplo de muchos de nuestros gobernantes, en su mayoría dequeístas, lerdos, ignorantes y que no saben hacer la o con un canuto. Antes, en las casas le decían a uno cosas como mira, niño, tienes que estudiar para ser el día de mañana como Severo Ochoa, ganar un premio Nobel y hacerte un hombre de bien. ¿Ahora qué podemos decirles? Fíjate, chaval, a ver si te tiras a una nieta de marquesa y lo cuentas en Telehinco, que ganarás un pastón y podrás pagarte un trujipiso. O, a ver si trabajas más la izquierda, so mamón, que faltan laterales de ese lado en el Real Madrid y tú tienes mañas de galáctico, que ya dijo Rappel cuando naciste que tu sino era triunfar.
Se me vienen a la cabeza mil recuerdos lamentables de mi paso profesoral por la Universidad asturiana. Tenía yo un compañero de Departamento que era del mismo pueblo de quien es hoy un importante líder político del Principado. El buen hombre, cuyo cacumen no estaba precisamente tocado por los dioses, llevaba tropecientos años atascado en la carrera de Derecho. Y a mi pobre compadre lo tenían frito para que intercediera por él ante los desalmados profesores, que no veían cómo facilitar su carrera política y profesional, dado que una y otra vez el personaje hacía exámenes de mucha coña. Se ve que ya había bolsas de suspensos en aquel tiempo, aunque por entonces decíamos que eran más bien reductos de burros, la mayoría buena gente sin luces y unos pocos simples acémilas con pretensiones. El sujeto en cuestión acabó la carrera al fin, seguramente porque acertaron los de su partido a tocar tecla mejor que la de mi amigo, y ahora ahí lo tenemos, contribuyendo diariamente al descrédito de su partido con ideas de perogrullo y frases de sintaxis alevosa.
Yo mismo me cargué unas cuantas veces a quien fue luego portacoz parlamentario, o cosa similar, de su partido en la Junta del Principado. Venía cada vez a verme e imploraba compasión en forma de modesto aprobado, con argumentos que me enternecían las gónadas, pues me insistía en que a él la carrera le importaba un bledo, ya que su vocación era la política y que a ver para qué le hacía falta a él la sapiencia en tan noble menester. En aquellos tiempos remotos uno todavía no estaba poseído por la filosofía humanista del aquí nadie es más que nadie y por eso los que mandan tienen que ser primus inter torpes. Eran, por otro lado, los tiempos en que la diosa Fortuna repartía sus favores según su conocido talante veleidoso y se empeñaba en que casi todos los meses le tocara la lotería a un progresista consejero del Principado; o al menos él cobraba cada poco unos billetes premiados. Los dioses siempre se anticipan y luego vamos, a remolque, los humanos.
Pero retornemos a lo de las intolerables bolsas de suspensos. Quiero hacer mi humilde aportación para poner fin a tan incómodo entuerto. Comenzaré por decir que me extraña bastante que las bolsas no se hayan desinflado ya, pues me cuesta creer que muchos de los profesores que yo conozco, allá y en otros lugares, sigan manteniendo un nivel de exigencia que ellos mismos no superarían si alguien los examinara en serio. Podemos ver las sucesivas reformas universitarias de las últimas décadas como esmerados intentos del legislador para que el nivel medio del profesorado no sea superior al del estudiante litronero. Quizá se impone, como primera medida, perseverar en tal política y prejubilar a los cuatro catedráticos o titulares desalmados que siguen creyendo que la Universidad imparte saberes y criba profesionales, en lugar de regalar títulos a todos los de la bolsa de los demonios. Pero paciencia, pues sospecho que la Sansegundo no sabe-no contesta porque está pensando la manera mejor de hacerlo sin que se note demasiado. De las bolsas de suspensos a los aprobados en bolsa, eso sí, bolsa de diseño y con algún eslogan guay.
Otra buena medida sería que la ley institucionalizara la presencia activa en la Universidad de los padres de alumnos. Yo sugiero las siglas, APU, Asociación de Progenitores de Universitarios. La experiencia de las APAs (¿Asociación de Progenitores Agresivos?) en los niveles educativos anteriores proporciona modelos interesantes. Desde ahí tendrían más fuerza las familias para poner a caer de un burro a los profesores que se empeñan en no reconocer a sus retoños la genialidad innata y su derecho igual a conseguir un título por encima de exámenes, prácticas y todo tipo de antiguallas decadentes. Quizá está haciendo falta también que de vez en cuando algún padre, movido por santa y muy justificada indignación ante la afrenta familiar de un suspenso, le dé dos guantazos a los profesores más exigentes, como ya va siendo pauta en los institutos.
Se me ocurre igualmente que las empresas deberían tener mayor presencia en la evaluación de los universitarios, preocupados como estamos todos por una mayor implicación de la sociedad en la suprema institución docente. Cosas como que por cada seiscientos euros de compra Carrefour regalara un punto canjeable por uno en cualquier examen del niño/a; o que Alimerka sorteara cada mes entre sus clientes un carro lleno de aprobados. Y anualmente un título entero.
Los profesores también deberíamos reflexionar, acogiendo la invitación que nos hace la más amplia autoridad de mi tierra. Toca cambiar nuestros métodos, como ya señalé en algún post hace un par de semanas. Eso de la clase magistral, las prácticas exigentes y el examen a pelo debe de ser cosa del franquismo, yo creo. Tenemos que ser imaginativos, creativos, expeditivos. Sugiero, por ejemplo, que se imponga el método del DSI, Diagnóstico Sapiencial por el Iris. ¿No dicen que un buen médico te mira el iris y allí ve no sé qué montón de cosas de tu estado corporal? Pues lo mismo. Que a la hora de evaluar el profesor mire profundamente a los ojos del estudiante. Ahí verá cuánto de verdad hay en lo que nos vienen diciendo padres, políticos y rectores (perdón por la redundancia): que hay mucha genialidad en el interior más interno de esos muchachos que no se rebajan al trato diario con los libros o los tubos de ensayo.
En fin, debemos entre todos lograr el noble objetivo de que todos los muchachos y muchachas tengan su título universitario. Así pondremos fin a la intolerable discriminación de que sólo los alcancen los más despiertos y laboriosos. No sea que estemos frenando la carrera y los logros de quienes mañana deben gobernarnos y hacernos a todos más prósperos y felices.
13 comentarios:
dice garciamado : "...,la tontuna imperante en los métodos pedagógicos habituales en la educación primaria y secundaria,..." . No es la primera ni la tercera vez que me comenta mi hijo (14 años 3º de la ESO nunca le han noqueado-suspendido hasta la fecha)viejo, hoy le pregunté al profesor/a de tal esta duda y se limitó a leerme otra vez un poco más despacio lo que pone el libro textualmente, paso de preguntar más, si me pregunta eso en el exámen pongo lo del libro y a correr ; menos mal que me comenta que la de matemáticas es una fenómena explicando.
Hay quien pueda examinar por el iris, alguno habrá tambien. O corrija con el estómago. De todo habrá: cada vez la cultura general es escasa, la visión global está en declibe tambien. Y las reformas educativas tienden más a la seleccion y al fraccionamiento en pro de la especialidades. Reducción de los años de carrera, completados con gran master de 12 mil euros que te asegure unas buenas practicas finalizado este en una buena empresa de renombre asociada a la institución que oferta el master y despues a lloverán ofertas de trabajo.
Está bien y funciona. No tu expediente no (titulo), master en la institución X, prácticas en la empresa X. Eso vende. Si despues eres sumiso, apasionado en tu trabajo, salvo que la reduccion de plantilla se imponga funciona.
Hay estudiantes con expedientes ramplones que se apasionan a posteriori. Qué con el simple contacto del día día en el trabajo pasan a apasionarse cosa que no consiguió durante sus años universitarios.
Con respecto a los políticos pues no creo que deban ser grandes eruditos; doctores, asesores, funcionarios con sapiencia, ya tiene de por si la cosa pública.
No conozco el expediente de Zapatero, pero sí se que se ha pasado toda su vida en politica, ha llegado a la moncloa y seguro que dentro de otros cuatro años si gana habrá mejorado sus intervenciones, su corrección en la expresion y en los términos utilizados.
En politica dos y dos no son cuatro. Para qué un politico que se empeñe en afirmar que son cuatro por "cullons" y porque lo sabe ha ciencia cierta y además aqui está mi tesis cum laudem en mecanica cuantica que avala mis afirmaciones y de que soy el mejor.
Casi que prefiero el político "buena gente y con pocas luces"
Soy anónimo, "pero ya me conoces"
Las faltas de ortografía de iurisprudent se escriben por sí mismas. Pero no voy a tratar de enrojecer más su tinta.
En lo demás demuestra conocer poco de la Universidad, y en igual medida de lo de fuera. El asunto es la categoría, no la anécdota.
Mire con atención, por favor.
Si me permite le sugiero un punto:
el universitario, especialmente si profewsor, fue siempre un enemigo a derrotar por los políticos. Los que conseguían escalar hasta la Política, a muy poco se alelaban (también se adocenaban).
La misión del político hoy respecto de la Universidad es acabar definitivamente con ella. Y lo van a lograr en menos de una década. Bolonia y el "salami de los planes". Grados de tres años, mercado laboral que recibe inexpertos, y o bien los forma a su "buen(?)saber y entender", o los despreciará (los des-preciará).
Para qué, ya para entonves, la Universidad. Para qué, ya para hoy, la Universidad.
Luego está ese conjunto de asociados (disociados de su profesión) que vienen a dar clase tres horitas, con mesa de despacho, butacón y aire acondicionado, en plan Catedrático "di onore".
Y también las autoridades académicas que andan empeñadas a conciencia en convertir lo que fue en lo que es: antes Universidad, ahora Instituto de Enseñanza Media (por debajo de la media).
Mire, mire, mire... que entre todos la mataron y ella sola se murió.
Pero, ¿y la esperanza?. Los nuevos jóvenes profesortes: Pues le diré, en su immensa mayoria "puro bluf". inventando lenguajes que no dicen nada, en varios idiomas, para no decir nada "inteli(gible)gente". Por lo demás, bien dispuestos a empadronarse en la infamia (historia universal de la infamia)del ejemplo de los peores "maestros" (miembrso de una generación que asimismo supo empadronarse a la infamia).
"!Aprobar, aprobar, aprobar, que el mundo de la Universidad se va acabar!!!"
Y jupi, jupi, jupaya!!!
He debido suspender a siete alumnos por presentar trabajos copiados de Internet. Había que presentar un trabajo como requisito para presentarse al sistema de evaluación continua, y lo fusilaron.
- Algunos copiaban sólo de una fuente ("El rincón del vago", "Monografías.com", etc.) y otros de dos o tres.
- Alguno calzó entera una circular de una dirección general, que daba instrucciones a los funcionarios de turno (con lo que el trabajo empleaba profusamente el imperativo: "habrán de calificar... deberán solicitar".
La copia es indudable. Copian las mismas faltas de ortografía y todo.
De buen rollo, no insté expediente, pero no pude aprobarles.
Pues bien: acaban de presentar no se sabe bien si una queja por el sistema de evaluación o una protesta por la nota. Varios de ellos.
La dirección del departamento ha estado escuchando atentamente sus quejas. Una hora y media.
Imploro un diagnóstico de los profesores y alumnos que por aquí escriben: ¿me he vuelto loco?
Ánimo, AnteTodoMC. Tengo mi hipótesis sobre las causas de su problema. Se la contaré como fábula. Érase una vez un circo en el que, como en todos los circos, había domadores que a base de látigo enseñaban a las fieras -tigres, leones...- a hacer diferentes números realmente difíciles. Se mostraban los bichos disciplinados ante la amenaza, bien real, del látigo. Un día, un domador pensó: son bien nobles y disciplinadas estas fieras, qué no harían si en lugar de asustarlas con el látigo las tratara con mimo y consideración. Puso mano al intento y... a la primera de cambio se lo comieron. Se habían acustumbrado al látigo, no sólo lo respetaban, además les parecía bien y natural el proceder del domador. Tal vez si desde el principio se hubieran ensayado los otros métodos... quién sabe, tal vez no.
Pues eso. Con la mayoría de nuestros estudiantes usted se pone en plan de fiero examinador memorístico, les exige al pie de la letra esotéricos manuales o inverosímiles apuntes y empollan y se examinan sin decir esta boca es mía. Poco riesgo padecerá usted, en se caso, de que le cuestionen o eleven quejas de sus métodos docentes y sus prácticas evaluadoras, salvo que se cargue usted a una proporción de ellos muy superior a la media. Pero, ay, amigo, pobre de usted como se le ocurra probar un método de libre trabajo y crítica combinado con el mantenimiento de algún nivel de exigencia. Rehusarán. Ejercerán su capacidad analítica y crítica, sí, para tumbar el método que les obliga a hacer algo distinto de empollar y repetir como loros. Adoran el látigo -¿masoquismo?- o, cuando menos, les parece natural el maltrato. Se acostumbraron a eso, no les disgusta, aunque les resulte trabajoso. Tampoco el tigre mira con simpatía el aro de fuero, pero lo pasa una y cien veces mientras vea al domador látigo en ristre. Esto es como la selva, piensa el tigre, y ese tipo es sin duda un macho (?) dominante. Ellos piensan que si no hay látigo i.e., sin empolle y examen memorístico-, el circo -perdón, el curso- se ha convertido en una cama redonda en la que todo vale y cada uno hace de su capa un sayo. Por eso no admiten que se les reproche el pirateo de trabajos o el escaso trabajo personal y crítico. Y por eso, a la mínima, se comen al profesor bienintencionado y que quiera hacer de ellos algo distinto de fieras de circo enjauladas, famélicas, sometidas, decrépitas.
Tiene que ver también con una visión religiosa del profesor y una concepción del manual -o los apuntes- como libro sagrado. Sin el profesor-sacerdote -tocado por la gracia divina- y la biblia para cantar no se apañan. Consideran que el profesor que se aviene a debatir con ellos se rebaja, se pone a su mismo nivel, un nivel en el que nadie es más que nadie y cualquier peregrina idea vale lo mismo que cualquier otra: nada. Y no soportan, en consecuencia, que un igual los califique.
Así que, querido amigo, si usted no quiere verse en serios apuros, me temo que no le quedan más que dos caminos: o el sistema convencional del palo y tente tieso, basado en la tarima y el empolle acrítico, o fingir que evalúa de otra forma, pero aprobando a (casi) todos al final, que es lo que un servidor hace, poseído por el más lamentable cinismo y por las pocas ganas de hacer de domador frente a fieras o de buen paisano comido por los tigres del aura y los leones del rectorado.
Decía un viejo compañaro, que era, por lo demás, un cabrón con pintas, lo siguiente: ya los suspenderá la vida. Pues eso. O ya vendrán tiempos mejores. A usted, pues lo intuyo joven, quizá aún le toquen esos nuevos tiempos agradables, aunque me permito ser moderadamente escéptico. Otros hemos empezado ya la cuenta atrás, con margen amplio y confianza en que haya vida tras la jubilación.
Cada generación tiene los profesores que se merece. Sospecho que usted es mejor profesor de lo que merece la mayoría de esos mangantes que le denuncian por sacar a la luz sus vergüenzas. Pero ¿no ve usted, en cambio, que ellos son muy, muy guays y majísimos?
Saludos y ya sabe: ante todo, mucha calma.
Estimado mucha calma, no pierda usted la idem, que no se ha vuelto loco, claro que no. Si acaso ha pecado de buena persona.
Tiene usted toda mi simpatía, y no sabe cómo le entiendo: yo abrí una vez un expediente a un alumno que me había insultado en público, después de que yo le pillase copiando en un examen, y casi termino pidiéndole disculpas yo a él: el vicerrector me llamó para decirme que claro, que era un asunto grave pero que era mi palabra contra la suya (sic: éramos tres profesores vigilando y al menos cien alumnos en el aula) y que no había pruebas (re-sic: la chuleta estaba escrita en la mesa). Aún así estoy convencida de que lo que hay que hacer es abrir expediente a todo el que lo merezca y no dejar pasar ni una: cuando me entran tentaciones de ser blanda o de atender a las circunstancias particulares del caso particular (todos los son, como lo son todas las circunstancias)trato de recordar lo mal que me parecía, cuando yo era estudiante, que los estudiantes más jetas, más sinvergüenzas y más zánganos se viesen sistemáticamente beneficiados por profesores blandos que nunca se enfrentaban a ellos: como nada tenía sanción, lo intentaban. Y si colaba, colaba... (y la mayor parte de las veces colaba).
Me gustaría que no fuese así pero por lo que yo veo la vida, a esos, no les suspende jamás, así que mejor que lo hagamos nosotros. Sus buenos alumnos lo agradecerán.
Un saludo y, ante todo, mucho buen humor.
Sin perjuicio del trabajo pésimo de algun@s profesor@s. Noy hay que obviar la vagancia de los alumn@s. Yo no acabé Derecho en el plazo del plan de estudios, tardé un año más, pero reconozco (muy a pesar mío), que fue por vagancia y por creerme más listo que los demás. Muchos alumnos se creen que les tienen que dar todo como en casa, es decir, en puré; no es que sean capaces de cocinar, sino que, tampoco de masticar, si se lo dan en papilla mejor que mejor. Claro, así nos ha ido y les irá a muchos. Tanto en conocimientos de la profesión, como de la vida misma, vaya...
Me parece feísimo o de mal gusto o en fin, que se le heche en cara a iurisprudent o a mí las faltas de ortografía o la mala sintaxis. Nos cortan el rollo y la expontaneidad, aparte no ganamos los sueldos de otros amigos del blog y por lo tanto, no podemos cuidar tanto la expresión.
Ya que a tus alumnos has suspendido
sin piedad, sin importartte un pipote
insolente profesor tagarote
pretendes que te hubiesen aplaudido
El buen vicerrector se ha sorprendido
al ver como corrige un necio zote
antetodomuchacalma es su mote.
suspender por copiar crueldad ha sido
Reflexiona en tu despacho y detente,
aprueba a los alumnos que enojaste,
supon que el Holocausto no han negado
o son nietos del capitán valiente
que Franco fusiló, tu que negaste
lo de Koba, regala el aprobado.
Con esta burda imitación de Góngora, ya que no quieres que vayamos de mezquitas ni de iglesias, invítame a una de tus clases en la Universidad que ya verás como nos lo pasamos bien, que yo doy mucha marcha a los jóvenes compañeros.
Querido usuario anónimo, no se sienta ofendido por las correcciones siempre y cuando estas sean "correctas".
Hay muchos que corrigen situándose en la atalaya superior que da el sentirse poseedores de la verdad absoluta y que se permiten criticar no tanto el contenido, sino a quien lo expresa, ridiculizándolo para mayor gloria propia. En ese caso, rebélese.
Nadie es mejor que nadie y si sabe más tiene el deber de compartirlo de un modo respetuoso para aumentar el saber de los demás. Yo jamás habría llamado a mi bisabuela ignorante porque no supo escribir otra cosa que no fuera su nombre... pero le enseñé con cariño a firmar e hice que sintiera que se había superado a sí misma.
Si las correcciones que le ofrecen son "correctas" en sus formas, hechas con buena intención y sin afán de ridiculizar a nadie creo que debería intentar aprovecharse de ellas en beneficio propio.
Para continuar con el símil que tan galantemente me expusieron hace algunas semanas, no se enfade por el lanzamiento de una mera bola de nieve...
Claro, que todos sabemos que de niños también había hijos de su progenitoria que metían un pedrusco en la bola de nieve y la apretaban bien hasta hacerla hielo con el único propósito de provocar una auténtica desbandada y el fin de esa alegre batalla iniciada entre todos con el fin de pasarlo bien... Hay que aprender a distinguir a unos de otros, para jugar con los segundos y guardarse de que los primeros no le hagan daño...
Un saludo.
Gracias por las palabras de ánimo. Ya que abrimos la caja de la incorrección política, creo que hay algo más que procede comentar: democracia universitaria y las consecuencias del copieteo.
1. En efecto, llevo sólo una decadita aquí dentro, pero ya se cosca uno de ciertas cuestiones. Por ejemplo: de que los procesos de decisión mayoritarios no valen para todo. Si mis nueve primos y yo vamos a la mercería y decimos que queremos votar el precio de los calcetines de hilo escocés Punto Blanco (somos 9 que dicen que es gratis y una que dice que 5'95 el par), la señora Julia tendrá razón si nos manda a tomar hilo a Escocia.
En concreto:
a) La Universidad recibe el encargo estatal de controlar el acceso a los títulos que habilitan al personal para realizar ciertas tareas de gran responsabilidad (abrir barrigas, hacer aviones, decidir sobre la libertad o de la gente) o para superar filtros de apitud para ciertos puestos de trabajo.
b) Por ello, el Estado se reserva la competencia para decidir quiénes evalúan.
c) Pero como no digerimos bien qué era ese 1968, entendemos que también los que serán evaluados deben decidir quién les evalúa.
¿Qué pasaría si todos los opositores pudiesen elegir a su tribunal? Que el tribunal buscaría complacer al evaluado, perdiendo su aptitud selectiva y, con ello, mandando al carajo una importante función pública.
En la Universidad los órganos fundamentales no pueden ser elegidos por los alumnos (como los órganos sancionadores no deberían poder ser elegidos por los profesores: así nos va). Los alumnos deben poder decidir en relación con órganos de evaluación de la docencia, de la gestión administrativa, etc., pero es abiertamente perturbador que decidan en relación con los órganos rectores.
Otro ejemplo: ¿sabéis que en mi Universidad hasta anteayer no podía abrirse un expediente a un alumno, pero sí a un profesor? Problemas de tipicidad formal (en mi opinión, sí existían, pero no tan graves como pretendían muchos). Y ahora han redactado una nueva norma de consuno con los representantes de los estudiantes.
Conclusión: ¿qué pasa si copias y te pillan? Que te suspenden y pierdes la convocatoria. La interpretación que hoy se mantiene es: no hay diferencia entre suspender y que te pillen copiando. Por ello, cualquier homo oeconomicus (aut mulier oeconomica... pero qué jodidamente machista es el idioma) dirá: ¿quién cojones quiere estudiar? Si copio, opto al sobresliente. Si me pongo a estudiar a estas alturas, suspendo. Lo peor que puede pasar es que me quede como estoy. Añadamos un factor adicional del análisis económico: la tasa de condena (si es muy baja, por alta que sea la sanción, la virtualidad preventiva es nula). Es mínima. Se pilla copiando aproximadamente a un alumno cada 6 ó 7 exámenes pero, consultados los alumnos, sugieren un índice de copia de aproximadamente un 8-14 % (entre uno de cada 7 y uno de cada 12).
¿A quién jode esto? Hasta ahora, la víctima era muy lejana: los futuros clientes, "el mercado", la ética, la función universitaria (jajaaaa). Pero ya no. Con los nuevos planes, se nos obliga a al CALIFICACIÓN NUMÉRICA. (nosotros ya estamos en esas desde hace un tiempo). ¿Para qué? Para hacer "RANKINGS", en la línea de las universidades norteamericanas. Así, estar en el 10 % superior garantiza mucho más trabajo que estar en el 33% del medio. De modo que ahora, quien copia no sólo corre dopado: es que le roba posibilidades de trabajo a los demás.
En serio: o no me pagan lo suficiente, o tengo un psicólogo muy caro.
RUEGO MIL DISCULPAS POR EL GRAVE ERROR EN LO QUE ESCRIBÍ SOBRE DEMOCRACIA UNIVERSITARIA.
Mis 9 primos y yo hacemos DIEZ votos a favor de la gratuidad de los calcetines (y no 9, como erróneamente decía).
¿Por qué no probáis a examinarlos dejando acceso a libros y apuntes? Yo lo hago desde hace años y, en esas desagradables asignaturas donde no hay más remedio que poner un examen, funciona dignamente.
En primer lugar, dejas fuera de juego a la mayor parte de los que tienen la mentalidad de copia. Si no conoces bien el material que llevas al examen, es imposible encontrar lo que estás buscando con los nervios de la prueba. Además, el que no ha trabajado bien el material suele tender a llevar demasiado, confundiendo posesión con dominio, por lo cual agrava él mismo el problema.
En segundo lugar, queda un pequeño porcentaje que prefiere la copia del vivo (de un compañero/a) mejor que la de simples textos. Se detectan bien (el esquema de razonamiento es casi como el iris del ojo, creo que no se repite nunca), y además es uno de los pocos casos en los que la ley de Murphy nos ayuda: en un porcentaje sorprendente, eligen como fuente a alguien que, por el primer mecanismo, lo está haciendo rematadamente mal.
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