15 agosto, 2012

Así se ven nuestras universidades.

Esto se cuenta por ahí de nuestras universidades. Fijémonos también en los comentarios que siguen al artículo. Debería darnos que pensar y tendríamos que ir buscando soluciones urgentemente. Alguien dirá que los casos que se narran no son la regla general y que hay de todo. Es cierto. Pero si el cáncer no se ataja, la metástasis se extiende. Y ya está muy extendida.

2 comentarios:

S Olózaga dijo...

“El 94% de los profesores universitarios se creen más talentosos que sus compañeros, lo que estadísticamente es imposible”,

Citado en http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2012/08/16/por-que-a-los-incompetentes-les-va-mejor-en-el-trabajo-103777/

Saludos desde Almería

un amigo dijo...

El bacilo del que hablan Vds. viene del cruce (ay, muy resistente) de un par bien conocidos:
- el bichín de la vanidad académica, internacional - arroje la primera piedra aquél a quien no le haya nunca picado un poquito - yo sólo conozco libres del mismo aquellos pocos que se pueden llamar verdaderamente grandes
- la sabandija corrupia del prepo, del engaño sistemático, de tomar las uvas de tres en tres tras pactar tomarlas de una en una, del cuento, de buscar reconocimiento como macho alpha exclusivamente a través de las prepotencias cometidas, de las horas laborales pasadas a rascarse las bolas delante del resto de la manada, de medrar maniobrando, y tal. De ésta, mucho más mala, la distribución geográfica preponderante está clara, aunque no falten contrajemplos malos al Norte ni buenos al Sur de los Pirineos,

Añádanse elementos de contorno y agravantes. En lo general, grandes estratos de la sociedad, y no los más bajos, han renunciado a pensar autónomamente. El desprestigio de lo público ha ido creciendo - se ha asumido que el espacio público es aquel donde se roba la fruta y se desparrama la basura, por decirlo en metáfora. La carrera social declarada ha sido por la pasta, el negociete, y el privilegio, desde el payaso aún en la cúspide del estado, hasta el nivel más modesto, con contadas excepciones de lucidez y dignidad.

En lo específico, la organización universitaria es una abominación. La multiplicación de universidades es un desastre - imposible controlarlas, incluso en el supuesto de que hubiera voluntad política de hacerlo. La descentralización a autonomías (ya en bancarrota ética, mucho antes de que llegara la otra), otro despelote - se montan y desmontan universidades a golpe de dedo del príncipe. Desengañémonos: a la política (y por extensión a la pseudociudadanía que la mantiene en la poltrona, con cambios puramente cosméticos) le interesan las universidades dominables, repartibles, no las buenas. Los departamentos son el cortijillo dentro del cortijón - receta perfecta para la endogamia, con el sostén del emir, huy perdón del rector, y receta perfecta para el conflicto insoluble, sin el sostén. Los pocos departamentos que funcionan lo hacen ‘a pesar de’: se deben a la afortunada casualidad de que coincidan en él un grupo de personas seguras de sí mismas y de su valor académico y social, y con lucidez para saber que si quieren futuro, tienen que currar, buscar a gente que curre y librarse de la que no curre. Juntos a estos pocos dignos, muchos bostezan en la más desesperanzada mediocridad, y otros muchos dan asquito. La distribución teóricamente esperable (unos pocos fenomenales, bastantes buenos, muchos normales, unos pocos malos, y muy pocos desastrosos) está completamente sesgada.

Y lo único que dice la sociedad es la gilipollez clamorosa de 'no tenemos universidades en el ranking de las x-cientas mejores'. Es decir, del sistema universitario internacional escogen exactamente lo peorcito. Ah no: se me olvidaba otro par de excrecencias indignas, a saber, la mal llamada competitividad, y la hipertrofia administrativa y burocrática.

Subrayo, no es un mal sólo patrio - la entera empresa científica humana ha pegado un patinazo de relieve en los últimos cincuenta años, acelerado y agravado en los últimos veinte. Una posible lectura entre tantas de la historia de la humanidad puede hacerse sobre un solo parámetro: la distancia variable que ha ido habiendo entre la lengua de Doña Ciencia y el ojete de Don Poder. Cuando la distancia se ha abierto, hemos tenido épocas emancipadoras; cuando se ha cerrado, épocas de sumisión. Veo hoy muy cerquita a esas dos entelequias virtuales, pero que me sirven para esta explicación de andar por casa, y la tendencia que veo es de más y más acercamiento.
Y no, no es imposible decir simplemente que no, y alejarla (la lengua). Basta ver claro un proyecto colectivo (no nos olvidemos que la ciencia no existe en el vacío interestelar, sino que es una función de cualquier grupo humano) y tener la decisión para seguirlo.

Salud,