Los que ya peinamos algunas canas recordamos aquello de que España era la reserva espiritual de Occidente, que se decía cuando Franco. La frasecita funcionaba para muchos crédulos como consuelo de la opresión y alivio de la miseria y era repetida machaconamente desde púlpitos y tarimas. Al parecer, Dios o el destino habían puesto sus miras en los españoles para hacernos guardianes de las esencias eternas y centinelas del único orden verdadero y justo. Y el pueblo, quieras que no, lo llevaba con cierto orgullo. De qué les valía a los franceses tanta libertad, igualdad y fraternidad, de qué a los alemanes el sentirse über alles, de qué a los nórdicos ese tren de vida. Nosotros, sin tanto para hacer, vivir o comer, estábamos llamados a logros inmortales, a hacer Historia, con mayúscula.
Pues han pasado casi cuarenta años desde aquellas monsergas, pero tal parece que seguimos en las mismas, idéntica mentalidad de paletos redentores y empeñados en ser los elegidos, la vanguardia de la civilización, los atizadores del fuego sagrado. Seguimos siendo reserva espiritual, pero ya del mundo entero. Los más progres, los más avanzados, los más innovadores; simplemente: los más. Por mucho que la hipoteca nos estrangule, que tengamos que trampear turbiamente para ir tirando, que la boina la llevemos adosada al alma por la parte de dentro, que se nos note cada día más zafios, que se nos atasquen los idiomas y que ni nuestros presidentes de gobierno sean capaces en chapurrear decentemente cuatro palabras en inglés, vamos con la cabeza alta, la soberbia a tope y la vanidad insufrible, pues estamos dando ejemplo al orbe entero. Los demás no tendrán más remedio que copiarnos y el día de mañana nuestros nietos nos recordarán como a auténticos pioneros. No es para menos, pues miren qué maravillas estamos consiguiendo: tenemos la ministra de defensa más embarazada del mundo, hemos hecho un ministerio para la igualdad que no tienen igual, a la crisis económica le comemos la moral llamándola desaceleración y cosas peores, a los ministros más leídos no los renovamos y mantenemos a los más torpes y canallas, para que se vea que lo de la cultura es un mito, que aquello de cuando el talante era vacile y que a ministro puede llegar cualquiera que tenga mala uva y mucho atrevimiento, y desconcertamos a terroristas y piratas con un pacifismo que no se esperaban y que tarde o temprano los hará recapacitar. Qué más se puede pedir.
Conseguidas metas tan altas, y bien contenta la ciudadanía de que seamos ejemplo para las naciones y comentario admirado de todo el planeta, urge que alumbremos nuevas ideas para envidia universal y asombro cósmico. Yo, modestamente, propongo que el próximo ministro de Justicia sea propiamente un caco -insisto-, el de Sanidad un enfermo, el de Educación un analfabeto, el de Igualdad uno bien raro, el de Defensa un delantero centro y el de Administraciones Públicas Chiquito de la Calzada, para que llame cobaldes y fistros a los que no dejen beber de su agua autonómica. ¿Y qué tal Pocoyó de Vicepresidente y portavoz? Ya me imagino los comentarios elogiosos: el primer muñeco animado que llega a la Vicepresidencia de un gobierno. Aun cuando sea mentira. De Presidente que siga el mismo, eso sí. Y a León que le pongan puerto de mar, aunque sea virtual, como todo lo demás.
Pues han pasado casi cuarenta años desde aquellas monsergas, pero tal parece que seguimos en las mismas, idéntica mentalidad de paletos redentores y empeñados en ser los elegidos, la vanguardia de la civilización, los atizadores del fuego sagrado. Seguimos siendo reserva espiritual, pero ya del mundo entero. Los más progres, los más avanzados, los más innovadores; simplemente: los más. Por mucho que la hipoteca nos estrangule, que tengamos que trampear turbiamente para ir tirando, que la boina la llevemos adosada al alma por la parte de dentro, que se nos note cada día más zafios, que se nos atasquen los idiomas y que ni nuestros presidentes de gobierno sean capaces en chapurrear decentemente cuatro palabras en inglés, vamos con la cabeza alta, la soberbia a tope y la vanidad insufrible, pues estamos dando ejemplo al orbe entero. Los demás no tendrán más remedio que copiarnos y el día de mañana nuestros nietos nos recordarán como a auténticos pioneros. No es para menos, pues miren qué maravillas estamos consiguiendo: tenemos la ministra de defensa más embarazada del mundo, hemos hecho un ministerio para la igualdad que no tienen igual, a la crisis económica le comemos la moral llamándola desaceleración y cosas peores, a los ministros más leídos no los renovamos y mantenemos a los más torpes y canallas, para que se vea que lo de la cultura es un mito, que aquello de cuando el talante era vacile y que a ministro puede llegar cualquiera que tenga mala uva y mucho atrevimiento, y desconcertamos a terroristas y piratas con un pacifismo que no se esperaban y que tarde o temprano los hará recapacitar. Qué más se puede pedir.
Conseguidas metas tan altas, y bien contenta la ciudadanía de que seamos ejemplo para las naciones y comentario admirado de todo el planeta, urge que alumbremos nuevas ideas para envidia universal y asombro cósmico. Yo, modestamente, propongo que el próximo ministro de Justicia sea propiamente un caco -insisto-, el de Sanidad un enfermo, el de Educación un analfabeto, el de Igualdad uno bien raro, el de Defensa un delantero centro y el de Administraciones Públicas Chiquito de la Calzada, para que llame cobaldes y fistros a los que no dejen beber de su agua autonómica. ¿Y qué tal Pocoyó de Vicepresidente y portavoz? Ya me imagino los comentarios elogiosos: el primer muñeco animado que llega a la Vicepresidencia de un gobierno. Aun cuando sea mentira. De Presidente que siga el mismo, eso sí. Y a León que le pongan puerto de mar, aunque sea virtual, como todo lo demás.
2 comentarios:
Una las cosas que me dejan perplejo es que las activas masas del "Nuncas Jamais", "No a la Guarra", "No pasarán", etc, etc... pasen como de comer m...., cuando al que toca tirarle de las orejas es al nuestro, al progre, al talantoso, al bueno, al culé o al merengue, a ése que le debemos lealtad en base a no sé que sentido de la fidelidad, por encima de otras fidelidades de mayor graduación.
Estos que; con más razón que un Santo; ponen a bajar de un burro a Zaplana por su fichaje en Telefónica, y en cambio se callan como putas cuando Taguas hace lo propio. Son críticos a tiempo parcial, críticos unidireccionales, "boixos nois" o "ultra sures", cuyo juicio alterado vale menos que el virgo de Mesalina.
La sociedad se merece mejores políticos y mejores palmeros.
Como pase lo de Taguas es para poner una bomba.
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