Un par de visitantes anónimos me piden ahí abajo que diga algo sobre la campaña recién finalizada para elecciones a Rector de esta Universidad en la que se me van pasando los años y las ganas. Uno de ellos hasta me incita a dar caña, si no entiendo mal, dado que el animal cañero constituye por estos parajes especie en extinción y se lleva más el ponerse a favor de viento y sonreír todo el rato, por lo que pueda pasar y no vaya a ser que gane el otro.
Siento que no puedo complacer al personal en tan caritativa demanda. No es propiamente o de modo principal porque me haya sumado a las multitudes del tú no te metas o a las huestes del todo el mundo es bueno y qué hay de lo mío, no. Es que no me he enterado gran cosa de la marcha de la campaña y de las correspondientes anécdotas comentables en el café de las nueve y en el de las once y en de la una, rematadas con filigrana dialéctica en el vermout de las dos.
Siento que no puedo complacer al personal en tan caritativa demanda. No es propiamente o de modo principal porque me haya sumado a las multitudes del tú no te metas o a las huestes del todo el mundo es bueno y qué hay de lo mío, no. Es que no me he enterado gran cosa de la marcha de la campaña y de las correspondientes anécdotas comentables en el café de las nueve y en el de las once y en de la una, rematadas con filigrana dialéctica en el vermout de las dos.
Sí me propuse asistir a la presentación de los candidatos en mi Facultad. En un caso llegué tarde y el acto se había suspendido, pues, al parecer, concurrieron dos personas, sin contar a los del equipo en promoción. En los otros dos sí estuve. En uno rajé un poco contra el régimen vivido, bajo el lema de que vamos a Bolonia, pero venimos de Sicilia y qué viaje tan movido. Al salir, un amable compañero me hizo caer en la cuenta de que entre los presentes que se postulaban como recambio se hallaba un vicerrector del régimen que ahora termina. Reconozcamos en lo que vale la voluntad de enmienda, si tal hay. Ya debe de ser significativo que todos los que tuvieron puestos de gobierno en el régimen a duras penas se hayan ido apeando en los últimos tiempos. Arrepentidos los quiere Dios. Más pecó San Agustín, y ya saben, llegó a obispo y a santo. O a lo mejor son luteranos y aplican aquello de crede fortiter et peca fortius.
Lo único que se me ocurre son unas pocas propuestas dirigidas al Rector que ahora venga a hacernos felices y jubilatas. Ahí van, con ánimo siempre constructivo.
1. Urge que la Universidad monte una guardería tan buena, tan buena, como para que convenza a los profesores de paternidad reciente de que no es imprescindible que se queden en casa al cuidado de sus vástagos hasta que éstos lleguen a la mayoría de edad, pero cobrando como si se partieran el alma por la docencia y la investigación. Cuántas veces hemos preguntado aquello de por qué ya nunca veo en la Facultad al profesor fulano o a la profesora fulana y nos han respondido, con aplastante naturalidad, que cómo va a ir por allí, si tiene un hijo de cuatro años. Sugiero, además, que la inscripción de hijos en la guardería universitaria compute positivamente para las nuevas acreditaciones, al menos en igual medida que asistir a los cursos con que los pedagogos nos demuestran que para impartir buenas clases es más importante el largo de manga o la sisa poco ceñida que el estudiar bastante.
2. Me atrevo a solicitar un aumento considerable del personal de administración y servicios, con el fin de que nos envíe más papeles que tengamos que cubrir los profesores, y de que nos regañe, látigo en mano y hosco el gesto, cuando no los enviemos a tiempo y dado que el plazo finalizó tres días antes de que se nos remitieran. Últimamente he notado que algunas mañanas no se me requiere ningún papel urgente, y el consiguiente tiempo libre me sume en la perplejidad y el vacío existencial. Solucionemos rápidamente ese problema, no nos vaya a dar por ponernos a escribir artículos científicos como locos o desocupados sin futuro.
3. No sería mala cosas que la autoridad gestionara una ampliación de los moscosos, pues me consta que hay personal que tiene dificultades a la hora de utilizarlos para enlazar el puente de octubre con las vacaciones de navidad, con el consiguiente desgaste psicológico y el inevitable trastorno de la convivencia familiar. Si la cerrazón administrativa no permite dicha solución, cabría pensar en unos días que podríamos llamar hipocráticos o de baja por enfermedad estando sano del todo, y sin necesidad de parte médico ni de fingir nada. ¿Dónde anda fulano? No viene hasta dentro de tres meses, pues ha enlazado las vacaciones con los moscosos, los moscosos con el puente, el puente con los hipocráticos y éstos con la conmemoración del cumpleaños del gerente. ¿No decimos que la Universidad debería gestionarse con criterios de empresa? Pues eso. Talmente.
4. Al menos una vez por curso habría que declarar el día del profesor presente, o día de profesores abiertos, igual que lo hay de puertas abiertas. Ese día compañeros, PAS y alumnos podrían vernos a todos y hasta hacernos preguntas del tipo “¿podría hoy usted firmar esas actas que tiene pendientes desde su última visita hace dos trimestres?”, o comentarios amables como “uy, lo que has engordado en estos dos años que llevaba sin verte". Luego, para que el desplazamiento no sea en balde, se debería finalizar la jornada con unos canapés y unas ponencias sobre Bolonia y otros destinos turísticos en oferta.
5. Puestos a pensar en motivaciones y acicates, qué tal la instauración del premio al mejor sobador de barra de campus. Me refiero a las barras de los bares, no piense usted tan mal. Un día sí y otro igual, contemplamos a esos compañeros que por nuestro bien se pasan las horas en dichos locales, ora criticando a rectores y decanos, ora pergeñando aventuradas reformas inminentes, ora perfilando listas para el claustro o calculando porcentajes de voto en cualquier elección venidera. Si no fuera por ellos, quién se ocuparía de los asuntos que nos conciernen y quién laboraría por el interés general. Lo hacen, además, entre humos y otros pestíferos efluvios, con riesgo para su salud y sin el merecido reconocimiento que en propiedad se les debe. Un premio al más entregado sería lo mínimo, pero tampoco estaría de más que el tiempo de conspiración en barra contara positivamente para sexenios y acreditaciones o, en el peor de los casos, que se regule una proporcional reducción de docencia.
6. Y lo principal. Nos faltan cursos de actualización pedagógica. Los que hay no alcanzan, ahora que a media humanidad universitaria le ha entrado el apretón didáctico por causa del flamante sistema de acreditación para titular y catedrático. Yo mismo, modestamente, me inscribiría con ánimo discente en alguno que versara sobre regurgitación de apuntes a la boloñesa, sobre evaluación positiva de alumnos que no dan palo al agua, sobre control de líquidos y ventosidades en el aula o sobre técnicas para echar la meadita previa a la clase sin dejar la gotilla en el pantalón.
Ya ven como sí queda mucho que hacer. Ya se sabe que todo lo que va bien puede mejorar.
De nada.
Lo único que se me ocurre son unas pocas propuestas dirigidas al Rector que ahora venga a hacernos felices y jubilatas. Ahí van, con ánimo siempre constructivo.
1. Urge que la Universidad monte una guardería tan buena, tan buena, como para que convenza a los profesores de paternidad reciente de que no es imprescindible que se queden en casa al cuidado de sus vástagos hasta que éstos lleguen a la mayoría de edad, pero cobrando como si se partieran el alma por la docencia y la investigación. Cuántas veces hemos preguntado aquello de por qué ya nunca veo en la Facultad al profesor fulano o a la profesora fulana y nos han respondido, con aplastante naturalidad, que cómo va a ir por allí, si tiene un hijo de cuatro años. Sugiero, además, que la inscripción de hijos en la guardería universitaria compute positivamente para las nuevas acreditaciones, al menos en igual medida que asistir a los cursos con que los pedagogos nos demuestran que para impartir buenas clases es más importante el largo de manga o la sisa poco ceñida que el estudiar bastante.
2. Me atrevo a solicitar un aumento considerable del personal de administración y servicios, con el fin de que nos envíe más papeles que tengamos que cubrir los profesores, y de que nos regañe, látigo en mano y hosco el gesto, cuando no los enviemos a tiempo y dado que el plazo finalizó tres días antes de que se nos remitieran. Últimamente he notado que algunas mañanas no se me requiere ningún papel urgente, y el consiguiente tiempo libre me sume en la perplejidad y el vacío existencial. Solucionemos rápidamente ese problema, no nos vaya a dar por ponernos a escribir artículos científicos como locos o desocupados sin futuro.
3. No sería mala cosas que la autoridad gestionara una ampliación de los moscosos, pues me consta que hay personal que tiene dificultades a la hora de utilizarlos para enlazar el puente de octubre con las vacaciones de navidad, con el consiguiente desgaste psicológico y el inevitable trastorno de la convivencia familiar. Si la cerrazón administrativa no permite dicha solución, cabría pensar en unos días que podríamos llamar hipocráticos o de baja por enfermedad estando sano del todo, y sin necesidad de parte médico ni de fingir nada. ¿Dónde anda fulano? No viene hasta dentro de tres meses, pues ha enlazado las vacaciones con los moscosos, los moscosos con el puente, el puente con los hipocráticos y éstos con la conmemoración del cumpleaños del gerente. ¿No decimos que la Universidad debería gestionarse con criterios de empresa? Pues eso. Talmente.
4. Al menos una vez por curso habría que declarar el día del profesor presente, o día de profesores abiertos, igual que lo hay de puertas abiertas. Ese día compañeros, PAS y alumnos podrían vernos a todos y hasta hacernos preguntas del tipo “¿podría hoy usted firmar esas actas que tiene pendientes desde su última visita hace dos trimestres?”, o comentarios amables como “uy, lo que has engordado en estos dos años que llevaba sin verte". Luego, para que el desplazamiento no sea en balde, se debería finalizar la jornada con unos canapés y unas ponencias sobre Bolonia y otros destinos turísticos en oferta.
5. Puestos a pensar en motivaciones y acicates, qué tal la instauración del premio al mejor sobador de barra de campus. Me refiero a las barras de los bares, no piense usted tan mal. Un día sí y otro igual, contemplamos a esos compañeros que por nuestro bien se pasan las horas en dichos locales, ora criticando a rectores y decanos, ora pergeñando aventuradas reformas inminentes, ora perfilando listas para el claustro o calculando porcentajes de voto en cualquier elección venidera. Si no fuera por ellos, quién se ocuparía de los asuntos que nos conciernen y quién laboraría por el interés general. Lo hacen, además, entre humos y otros pestíferos efluvios, con riesgo para su salud y sin el merecido reconocimiento que en propiedad se les debe. Un premio al más entregado sería lo mínimo, pero tampoco estaría de más que el tiempo de conspiración en barra contara positivamente para sexenios y acreditaciones o, en el peor de los casos, que se regule una proporcional reducción de docencia.
6. Y lo principal. Nos faltan cursos de actualización pedagógica. Los que hay no alcanzan, ahora que a media humanidad universitaria le ha entrado el apretón didáctico por causa del flamante sistema de acreditación para titular y catedrático. Yo mismo, modestamente, me inscribiría con ánimo discente en alguno que versara sobre regurgitación de apuntes a la boloñesa, sobre evaluación positiva de alumnos que no dan palo al agua, sobre control de líquidos y ventosidades en el aula o sobre técnicas para echar la meadita previa a la clase sin dejar la gotilla en el pantalón.
Ya ven como sí queda mucho que hacer. Ya se sabe que todo lo que va bien puede mejorar.
De nada.
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